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EL DEPORTE EN ÁMBITOS COMUNITARIOS

“Déjenlas jugar” reza el nombre de una organización del hemisferio norte que busca que más niñas y adolescentes jueguen un deporte hasta hace poco casi exclusivamente considerado de varones, el fútbol. Institucionalmente hablando, de seguro se encontrará muy pocos espacios donde las mujeres puedan tomar como decisión libre y consciente la práctica del fútbol. Comunitariamente, cientos de gente organizada va abriéndose camino.

En un mundo al que todavía le toca construir equidad, es sin duda una buena nota democratizar los deportes, en tanto no hay forma de justificar que sean de uso exclusivo de uno de los sexos. Para lograrlo hace falta moverse en terrenos alternos a las estructuras federativas del deporte. Por lo tanto, significa que, en ámbitos comunitarios, la gente de a pie sea capaz de organizarse para hacer del deporte una expresión del desarrollo humano, un canal para el diálogo y hasta un medio para salvar vidas.

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¿Por qué en el barrio más humilde encontramos una canchita multiusos? Precisamente porque se entiende que es el espacio por excelencia del reunirse con un propósito. El deporte es siempre un buen pretexto para acercarse a otro ser humano, para medir las fuerzas y el territorio, para establecer límites o para expandir horizontes.

Nada más fantástico que ver sujetos empoderados haciendo suyos los espacios públicos y promoviendo como buena práctica, el ritual de hacerse de un deporte estructurado o de uno que salga de pronto de conexiones neuronales que lleven a que la creatividad y la disrupción naveguen juntas y provoquen bienestar. Porque el deporte provoca principalmente ese placer culposo de saberse bien y sentirse mejor.

¿Cuándo te atreves a entrar a una cancha para permitirte crear y canalizar oportunidades? No hace falta estar llenos de recursos, sino de emplear la libertad y la creatividad como disparadores de escenarios que alcancen a todos y todas.

Niñas y niños del proyecto Niñez ludocreativa, realizan actividades deportivas.

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