Revista - The Christ

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SU MA RIO

Este artículo presenta una visión general de la vida y enseñanzas de Jesús de Nazaret, una figura clave en la historia de la humanidad. Se exploran sus orígenes, su mensaje revolucionario basado en el amor, la justicia y el perdón, su muerte en la cruz y su impacto duradero en la cultura, la religión y la sociedad occidental.

Editorial: Somos Uno

Diseñadora: Yeraldín Álvarez

UN DIOS

Desde antes de la creación del mundo, Jesús ya existía. No como un ser creado, sino como Dios mismo, eterno y glorioso. La Biblia nos revela que Él es el Verbo, aquel que estaba con Dios y que era Dios desde el principio. Antes de tomar forma humana en Belén, Jesús reinaba en

la gloria junto al Padre, siendo uno con Él. Juan 1:1 declara con claridad: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”, confirmando que Su existencia no comenzó en la Tierra, sino que es eterna.

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En varias ocasiones, la Biblia menciona al “Ángel del Señor”, una figura que habla con autoridad divina y recibe adoración, algo que solo Dios puede aceptar. Cuando Moisés se encontró con la zarza ardiente, el Ángel de Jehová le habló desde el fuego, y la voz que se manifestó se identificó como Dios mismo.

Esto nos muestra que Cristo interactuaba con la humanidad mucho antes de Su venida en carne. A pesar de Su majestad eterna, Jesús eligió humillarse y hacerse hombre por amor a la humanidad. Filipenses 2:6-7 lo expresa así: “El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres”. Dejó Su trono celestial para venir al mundo y cumplir el plan de redención.

No fue creado en el pesebre de Belén; Él ya era desde la eternidad y, por amor, decidió habitar entre nosotros. Jesús mismo afirmó Su preexistencia. En Juan 8:58, declaró: “Antes que Abraham fuese, yo soy”, utilizando el mismo nombre con el que Dios se reveló a Moisés: “Yo soy el que soy”.

A pesar de Su majestad eterna, Jesús eligió humillarse y hacerse hombre por amor a la humanidad. Filipenses 2:6-7 lo expresa así: “El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres”.

Él es el Dios eterno, el Creador y el Redentor.

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Él es el Dios eterno, el Creador y el Redentor. “

Jesús no es solo un profeta ni un líder religioso; Él es el Dios eterno, el Creador y el Redentor. Antes de que el mundo existiera, ya reinaba en gloria. Su preexistencia es la prueba de Su divinidad y nos recuerda que Su amor no tuvo un inicio, sino que ha sido eterno y permanecerá para siempre.

Jesús de Nazaret, Hijo de Dios, Rey de los Judíos. “

Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos. 33 años

HECHO HOMBRE

Jesús, el Dios eterno, tomó forma humana y habitó entre nosotros por amor a la humanidad. No nació como un hombre común, sino que se hizo hombre sin dejar de ser Dios. Filipenses 2:6-7 nos dice que, aunque era en forma de Dios, no se aferró a su gloria, sino que se despojó a sí mismo, tomando la condición de siervo y haciéndose semejante a los hombres. Su encarnación fue el cumplimiento del plan divino de redención, profetizado siglos antes. Nació de una virgen, vivió una vida sin pecado y experimentó en carne propia el sufrimiento, el hambre, la fatiga y el rechazo, identificándose con nuestra fragilidad humana. Sin embargo, su humanidad no anuló su divinidad; caminó entre los hombres con autoridad sobre la naturaleza, las enfermedades y la muerte, demostrando que era Dios con nosotros, el Emmanuel.

Él es el Dios eterno, el Creador y el Redentor.

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Jesús, el Dios eterno, tomó forma humana y habitó entre nosotros por amor a la humanidad. No nació como un hombre común, sino que se hizo hombre sin dejar de ser Dios. Filipenses 2:6-7 nos dice que, aunque era en forma de Dios, no se aferró a su gloria, sino que se despojó a sí mismo, tomando la condición de siervo y haciéndose semejante a los hombres. Su encarnación fue el cumplimiento del plan divino de redención, profetizado siglos antes. Nació de una virgen, vivió una vida sin pecado y experimentó en carne propia el sufrimiento, el hambre, la fatiga y el rechazo, identificándose con nuestra fragilidad humana. Sin embargo, su humanidad no anuló su divinidad; caminó entre los hombres con autoridad sobre la naturaleza, las enfermedades y la muerte, demostrando que era Dios con nosotros, el Emmanuel.

Hecho Hombre
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EL CRISTO

Jesús, el Dios eterno, tomó forma humana y habitó entre nosotros por amor a la humanidad. No nació como un hombre común, sino que se hizo hombre sin dejar de ser Dios. Filipenses 2:6-7 nos dice que, aunque era en forma de Dios, no se aferró a su gloria, sino que se despojó a sí mismo, tomando la condición de siervo y haciéndose semejante a los hombres. Su encarnación fue el cumplimiento del plan divino de redención, profetizado siglos antes. Nació de una virgen, vivió una vida sin pecado y experimentó en carne propia el sufrimiento, el hambre, la fatiga y el rechazo, identificándose con nuestra fragilidad humana. Sin embargo, su humanidad no anuló su divinidad; caminó entre los hombres con autoridad sobre la naturaleza, las enfermedades y la muerte, demostrando que era Dios con nosotros, el Emmanuel.

Jesús es el puente entre Dios y los hombres, el único mediador que nos reconcilia con el Padre. No es solo un maestro o un ejemplo a seguir, sino el Salvador de nuestras almas. En Él encontramos vida, verdad y esperanza eterna. Hoy, sigue siendo el Cristo, el Rey glorificado, sentado a la diestra del Padre, intercediendo por aquellos que creen en Él. Y un día, regresará en gloria, no como el siervo sufriente, sino como el Juez y el Señor de toda la creación.

“Dios se hizo hombre en Jesús, para vivir entre nosotros, sufrir por nosotros y salvarnos con su amor eterno.”

Jesús, el Dios eterno, tomó forma humana y habitó entre nosotros por amor a la humanidad. No nació como un hombre común, sino que se hizo hombre sin dejar de ser Dios. Filipenses 2:6-7 nos dice que, aunque era en forma de Dios, no se aferró a su gloria, sino que se despojó a sí mismo, tomando la condición de siervo y haciéndose semejante a los hombres. Su encarnación fue el cumplimiento del plan divino de redención, profetizado siglos antes. Nació de una virgen, vivió una vida sin pecado y experimentó en carne propia el sufrimiento, el hambre, la fatiga y el rechazo, identificándose con nuestra fragilidad humana. Sin embargo, su humanidad no anuló su divinidad; caminó entre los hombres con autoridad sobre la naturaleza, las enfermedades y la muerte, demostrando que era Dios con nosotros, el Emmanuel.

Jesús, el Dios eterno, tomó forma humana y habitó entre nosotros por amor a la humanidad. No nació como un hombre común, sino que se hizo hombre sin dejar de ser Dios. vVnos dice que, aunque era en forma de Dios, no se aferró a su gloria, sino que se despojó a sí mismo, tomando la condición de siervo y haciéndose semejante a los hombres. Su encarnación fue el cumplimiento del plan divino de redención, profetizado siglos antes. Nació de una virgen, vivió una vida sin pecado y experimentó en carne propia el sufrimiento, el hambre, la fatiga y el rechazo.

Jesús es el puente entre Dios y los hombres, el único mediador que nos reconcilia con el Padre. No es solo un maestro o un ejemplo a seguir, sino el Salvador de nuestras almas. En Él encontramos vida, verdad y esperanza eterna. Hoy, sigue siendo el Cristo, el Rey glorificado, sentado a la diestra del Padre, intercediendo por aquellos que creen en Él. Y un día, regresará en gloria, no como el siervo sufriente, sino como el Juez y el Señor de toda la creación.

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