Revista de Diseño

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En la era digital, al contactar directamente con el ordenador, ¿se pierden emociones? Es una pregun-

ta interesante. Soy un artesano digital. Viciado con lo digital, vaya. Trabajando a mano consigues muchas cosas; una pieza única, original. Con el ordenador, todo se vuelve más rutinario, no cabe la sorpresa. Las posibilidades de lo digital son infinitas, pero aún más en lo físico, donde hay muchos más accidentes y sorpresas. Al final, vamos como un péndulo, nos quedaremos en el medio.

¿Cuál es la tipografía más expresiva? Elegir bien un traje para cada ocasión. Esa es la idea. Saber estar en cada lugar. Igual que no irías a una boda con un chándal… Pues lo mismo.

Tu abuelo, Joan Trochut, fue un reconocido tipógrafo. ¿El tipógrafo nace o se hace? Ambas cosas. Debe haber

una memoria genética. Yo creía que mi abuelo había sido impresor (nunca lo conocí); descubrí su profesión porque los profesores me lo dijeron. El convertirme en diseñador no fue un objetivo, salió de manera natural. Me di cuenta de que me apasionaba. Y luego vi el trabajo de mi abuelo. Fue una mezcla.

Has comentado que, de no haber sido tipógrafo, te hubiera gustado ser cocinero o músico. ¿Cuál es la conexión? Se trata de procesos

creativos. Mezclar colores y formas es como juntar sabores, sonidos. Son tres sentidos distintos (vista, sabor, oído) pero equiparables en

su proceso creativo.

¿Qué consideras que se debería enseñar en las escuelas de diseño y no se enseña? Pienso que la

escuela es una base necesaria, pero realmente lo que te define es el mundo profesional. Me pregunto si sería posible una mayor incorporación del mundo laboral dentro de la enseñanza. Aprendiendo a adaptarte a las necesidades y sabiendo ser uno mismo dentro del encargo.

¿Recuerdas el primer trabajo profesional por el que te pagaron? Recuerdo que no me lo pagaron, y que trabajé mucho y que lo único

que me dijeron fue que como no lo usaron no tenían por qué pagarme. Los principios nunca son fáciles… Ahora me río, pero en ese momento me frustraba mucho no encontrar al cliente que supiera valorar lo que para mí tenía un valor.

Lo más complicado de tu día a día como diseñador… Motivarme, entrar en un estado de concentración intensa

Lo más gratificante…

Conseguir llegar a lo que uno se propone.

“Hay gente que cuenta historias… Yo, no tanto.” Por eso nos inquietó Alex Trochut, uno de los nombres catalanes que más resuenan en el panorama del diseño internacional. Lo suyo es visualizar e ir al grano, nada de rollos. Corazones abiertos de par en par, tablas de skate un tanto particulares… Es totalmente directo sobre el ordenador, y transparente en la conversación. Lo que ves es lo que hay, sin más; pero es que lo que hay es mucho. Hablamos un rato; una conversación interesante en la que casi arreglamos el mundo, filosofando un poco. Nos contó que está aburrido de los encargos repetitivos, que está metido en un proyecto personal que presentará el año que viene sobre retratos de músicos. Su eterno dilema, como el de muchos, la frontera que separa el diseñador del artista. No cree que encaje en esta última definición, aunque nosotros pensamos que sus diseños tienen un alma genuina. Aunque sea solamente dibujada. Posee la capacidad de vestir, enamorar, incluso de suicidar a las letras, juega con los tipos, con su ligereza, pesadez y fuerza. Alex Trochut no es un diseñador de los que narra, eso está claro, pero sabe jugar con las curvas. Estamos deseosos de ver sus próximos pasos en un terreno más introspectivo, que le permitirán quitarse algunas espinas que tiene clavadas, como nos confiesa él mismo.


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