LA LUNA Y YO - Teresa Duran y Carme Peris

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LA LUNA Y YO

Teresa Duran  Carme Peris

La Luna y yo

© Teresa Duran sobre el texto, 1991

© Carme Peris sobre las ilustraciones, 1991

© Sobre la coedición: Associació de Mestres Rosa Sensat y Yekibud Editores

Primera edición: septiembre de 1991

Primera edición de la coedición: marzo de 2023

Diseño gráfico: Victoria Pazmiño

Corrección: Txell Freixinet Raspall

Escaneo y retoque de imagen: Jan Barceló

Agradecimientos: Ricardo Rendón y Lucía van Isschot

Impresión: Novoprint - Barcelona

Yekibud Editores

www.yekibud.es

Associació de Mestres Rosa Sensat

www.rosasensat.org

ISBN: 978-84-124570-2-5

DL: B 5292-2023

Agradecemos que se respeten las leyes de copyright al no reproducir ni distribuir esta obra sin nuestro permiso. Para recibir más información puede dirigirse a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos).

Este libro está impreso en papel de fibra virgen procedente de bosques gestionados de manera sostenible.

LA LUNA Y YO

Teresa
Duran
Carme Peris

Antes de salir del huevo ya sabía que era diferente.

—Este huevo no es como los otros —comentó mi madre.

—Pues es exactamente como los demás —le respondió mi padre.

—¡Claro que es como los demás! —dijo mi madre, convencida—. ¡Es del mismo padre y de la misma madre, de la misma nidada, es de igual tamaño y del mismo color!

En efecto, así era, pero al revés.

Los demás huevos eran claros con manchas oscuras. Mi huevo, en cambio, era oscuro con manchas claras.

—¡Y qué importa que no sea como los demás! —insistió mi madre.

—¡Un cuervo, hijo de cuervos, siempre será un cuervo, aunque sea de otro color! —sentenció mi padre, henchido de orgullo por su linaje.

Ser diferente se había convertido en una contrariedad para todos.

Porque no sólo era diferente por fuera, al parecer, también lo era por dentro. Debía de tener algo distinto, alguna faceta oculta, que me empujaba a hacer las cosas al revés. Si los otros iban hacia adelante, yo iba hacia atrás. Si ellos subían, yo bajaba.

Me era imposible hacer las cosas como los demás. No podía. ¡La de batacazos, empujones y trompazos que nos dimos!

Al principio hubo mucho jaleo. Después, todos comprendimos que ser diferente podía ser muy divertido.

Para poder volar con toda la bandada aprendí a hacerlo panza arriba. ¡Era fantástico!

Nada de volar boca abajo; siempre boca arriba, admirando la inmensidad del cielo.

Me encantaba ver cómo las nubes cambiaban de cara, sentir el cosquilleo de los rayos del sol y, por la noche, contemplar la danza de la Luna con las estrellas.

Porque… me acostumbré a volar de noche.

—Lo hace para llevar la contraria, como siempre —decían mis tíos.

—O lo hace para llamar la atención —dijeron mis hermanos, ya acurrucados en el nido y medio dormidos.

Pero yo lo hacía porque me gustaba la Luna.

¡Teníamos tantas cosas en común, la Luna y yo!

Yo soy única, y ella también.

Yo soy blanca, y ella también.

Yo lo hago todo al revés, y ella también.

Aquí, donde yo vivo, cuando la Luna escribe sobre la negra pizarra de la noche la letra C de crecer, en realidad, decrece; en cambio, cuando escribe la letra D de decrecer, significa que crece. ¡Justo al revés!

Y era precisamente en esas noches en las que ella dibujaba letras en el cielo, cuando más me gustaba volar a oscuras panza arriba.

Cuando la Luna hacía una D, en cuarto creciente, me daba la impresión de que el cielo me sonreía dulcemente. Si la Luna trazaba una O, a mí me parecía verla boquiabierta de admiración ante mis proezas acrobáticas.

En cambio, cuando la Luna dibujaba una C, en cuarto menguante, yo creía que estaba molesta conmigo y a punto de llorar.

Las noches de Luna nueva eran un sinvivir porque la buscaba, la buscaba y no la encontraba por ninguna parte.

Así fue como nos hicimos amigas, la Luna y yo.

Y yo, que estaba situada justo en medio del gigantesco espejo, pude ver de refilón, sólo por unos instantes, la cara oculta de la Luna.

Entonces descubrí que, por ese otro lado, ¡la luna era negra sobre fondo blanco!

¡Sonriendo en cuarto creciente!

Y en la punta más pícara de aquella sonrisa había un cuervo.

¡El cuervo de la Luna era como yo: blanco sobre fondo negro!

Juntos tenemos seis hijos. Tres son negros como el carbón.

—Tal y como tienen que ser los cuervos —señaló mi tío paterno.

Dos son blancos como la Luna.

—De tal palo, tal astilla... —dijo mi tío materno con resignación.

¡Y el más pequeño es variopinto!

—¡Adónde iremos a parar! —comentó indignada la tía Viperina cuando lo vio.

Yo también estoy sorprendida. Pienso que es muy diferente de todo lo que he visto hasta ahora. ¡Muy diferente!

Seguro que su historia será extraordinaria.

CARME PERIS

Barcelona, 1941-2018

Carme Peris pasó más de media vida dibujando. A los once años entró en la Llotja, la primera escuela de diseño del país, para aprender dibujo y pintura. Más tarde estudió en la Escuela Massana y continuó su formación en diversos seminarios de la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi.

«¿Que por qué dibujo? Me gusta, me ha gustado toda la vida.»

Artista prolífica y diversa, ilustró más de un centenar de libros, la mayoría infantiles, libros de texto, artículos de opinión para prensa y revistas; también realizó ediciones limitadas con litografías, grabados y muchos paisajes al óleo.

Sobre los libros infantiles, que empezó a publicar en el año 1979, comentaba:

«Pienso que cada libro necesita su propio trazo […], sensaciones de color, de olor, de vivencias cercanas […]. No es fácil dibujar para niños, porque si lo haces desde el prisma del adulto a los niños no les gusta, y tampoco puedes imitarlos…»

Recibió varias distinciones por su trabajo, como el 5º Premio Libros Mejor Editados

(modalidad Infantil y Juvenil) de 1991; el Apel·les Mestres de 1995; el Premio de la Crítica Serra d’Or en 1987 y el Premi Maria Rius de Honor en 2020 por su «largo e intenso compromiso en el ámbito de la ilustración para niños y por su generosa dedicación al mundo del libro infantil en catalán».

TERESA DURAN

Barcelona, 1949

Escritora, ilustradora, diseñadora gráfica, traductora, pedagoga, muy reconocida por su dedicación al libro infantil y juvenil, tanto en el campo de la creación como en el de la investigación, la crítica literaria o diversas formas de docencia y difusión.

Ha escrito infinidad de libros para niños y jóvenes. También ha traducido obras destacadas como los Contes per telèfon de Gianni Rodari o Els últims gegants de François Place. El 2007 recibió la Creu de Sant Jordi y en 2020 el Premi Trajectòria de la Setmana del Llibre en Català.

«Me gusta mucho leer; tanto, que a veces no puedo evitar escribir las cosas que no he conseguido leer en ningún sitio. Entonces, si a algún editor le gustan las historias que yo he inventado, se publican. Así, si hay suerte, las lee mucha más gente de la que yo podría abarcar sólo contándolas de viva voz (que es una cosa que también he hecho durante mucho tiempo, pero en este caso las historias no eran mías). También me gusta mucho mirar. Por eso me embobo ante las películas, los dibujos y las pinturas de los demás y, muy de vez en cuando, dibujo o, bastante más a menudo, hago dibujar a mis alumnos o les comento cosas sobre Arte e ilustración.

Me considero afortunada: tengo una buena pandilla de amigos a quienes gusta lo mismo que a mí. Charlamos de ello a menudo...»

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En una comunidad como otra cualquiera nace un cuervo hembra que lo hace todo al revés del resto: es blanca, vuela boca arriba sin seguir a la bandada, le gustan las preguntas, es intrépida y aventurera, poniendo en entredicho que haya una sola manera de vivir.

Escrito e ilustrado hace más de treinta años y de una vigencia asombrosa, La Luna y yo nos lleva a reflexionar sobre el respeto a ser diferentes, el derecho a la inclusión, la necesidad de pertenecer y ser aceptados con todas nuestras particularidades y preferencias.

Una historia bellamente ilustrada que nos anima a observar con mayor atención las fases de la Luna y a disfrutar de sus misterios y transformaciones, sus luces y sus sombras.

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