Ebook (download) La novia chantajeada por los españoles (Bianca) (Spanish Edition) free acces
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Era demasiado tarde para una visita social.Briar Davenport cruz243 inquieta el vest237bulo, el chasquido de sus tacones sobre las polvorientas baldosas de terrazo reson243 en el elevado espacio mientras un presentimiento de que no todo estaba bien en el mundo hac237a estragos en sus nervios.Las visitas de madrugada rara vez significaban buenas noticias.Volvieron a sonar las campanadas y contuvo un impulso desconocido de gritar a quienquiera que fuera para que aguantara. Pero los Davenport nunca gritaban a trav233s de las puertas, ni siquiera cuando sus sentidos estaban en tensi243n por intentar averiguar qu233 reliquia familiar enviar a subasta ya era bastante malo que en aquellos d237as se vieran obligados a abrirlas.Su mano se detuvo un momento sobre el picaporte mientras respiraba hondo, intentando calmar sus nervios y pensar con l243gica. No ten237an por qu233 ser malas noticias. Tarde o temprano su racha de mala suerte ten237a que cambiar. 191Por qu233 no esta noche?Entonces abri243 la puerta y la mala suerte empeor243.&161T250 Diablo Barrentes se inclin243 hacia la puerta abierta, con un brazo por encima de su cabeza, su torso vestido de negro arque225ndose sobre el de ella, y fue todo lo que pudo hacer para no retroceder ante la fuerza de su cuerpo. A la luz de la entrada, parec237a m225s una prolongaci243n del cielo nocturno que un hombre, oscuro y lleno de peligros incalculables. Esta noche llevaba el pelo negro hasta los hombros recogido en una coleta corta que no le restaba nada de masculinidad y acentuaba su aspecto de bucanero dram225tico, pero fue el destello de triunfo en aquellos ojos iluminados de negro, la ligera curvatura de las comisuras de sus labios carnosos, lo que hizo que sus pensamientos se convirtieran en p225nico repentino y que sus dedos ansiaran meter aquel trozo de madera por donde hab237a salido. En lugar de eso, se oblig243 a mantenerse firme, levantando la barbilla como si eso pudiera aumentar su ya de por s237 considerable estatura. Con los tacones, sus ojos se quedaron a un palmo de los de 233l.191Qu233 quieres?Me sorprende& dijo 233l, con un lado de la boca levantado como si le divirtieran los esfuerzos de ella por igualar su estatura. Casi esperaba que me dieras con la puerta en las narices&Oh, Se241or, lo 250ltimo que necesitaba era que le recordaran lo mucho que le picaban los dedos. Ya se le hab237an puesto blancos los nudillos al agarrar la puerta, mientras templaba la voz para ser cort233s. &Entonceno hace falta que te diga que no eres bienvenido aqu237&A250n as237, estoy aqu237.Cuatro palabras, cuatro simples palabras, y sin embargo pronunciadas con los restos de aquel rico acento castellano como una amenaza. El miedo recorri243 un camino de ara241a por sus venas.191Por qu233?&Yqu233 alegr237a verte a ti tambi233n, Briar& dijo 233l, ignorando su pregunta mientras enfatizaba su incivilidad. Pero ser cort233s no era una preocupaci243n para ella en este momento. No cuando