

Algunosmetros depoesia
SamanthaSuazo




En la vida nos pueden arrebatar todo, pero jamás nos quitarán el don de sentir a través de un lápiz y sus letras. Si bien, la poesía, más allá de ser un ancla para nuestros seres, nos revive y nos impulsa. Algunos metros de poesia demuestra la importancia de la cultura, los saberes ancestrales y la utilidad del pasado como herramienta para imaginar y construir un futuro más justo.
La obra es una colección física desplegable inspirada en el formato acordeón prehispánico y en 5 metros de poemas de Carlos Oquendo de Amat. Este formato no solo evoca la riqueza de los saberes tradicionales literarios, sino que actúa como una metáfora del movimiento constante que define las experiencias migrantes y las resistencias culturales.
La colección combina poesía e imágenes para explorar las cuatro temáticas principales del curso: lenguajes, identidades, saberes y ecologías. Cada sección incluye aproximadamente dos poemas que dialogan con el concepto central del módulo y con un autor específico. A través de esta estructura, la obra resalta cómo la poesía, en su forma más pura, no solo resiste, sino que también reescribe historias, desafía estructuras de poder y honra memorias invisibilizadas.
Para mi, la poesía revive lo que ha sido olvidado y, al mismo tiempo, nos impulsa a imaginar nuevos horizontes. Como bien nos enseñan los autores estudiados en este curso, la cultura, los saberes ancestrales y la memoria histórica son motores que nos permiten resistir y reinventarnos.
¿Eselspanglishunidioma? –RobertoGonzálezEchevarría


Mi lenguaje quebrantado
Soy esa esquina del reflejo que la luz del sol asomete cada mañana, que, mientras la ves de lejos, parece magistral, pero de cerca te das cuenta: es un simple triángulo de un espejo quebrado, que aún persiste, sirviendo, reflejando, y ayudando a los demás a verse a sí mismos.
Voy por el mundo, ahogándome entre mis letras, tratando de encontrar mi reflejo, pero mi reflejo no aparece; yo no me veo.
Soy un espejo quebrantado, que cada día se parte un poco más, intentando confabular nuevas palabras y entender un mundo visto a través de dos lentes, que se aman y se odian simultáneamente.
Quizás, para algunos, mi lengua es solo un reflejo de lo que soy, según Echeverría.
Pero mi reflejo no refleja sus palabras; mi reflejo narra una historia de raíces.
Raíces que se extienden hacia lo exquisito, que se alargan en quebraduras, pero que no dejan de reflejar la luz del sol, así como yo no dejo de contar y representar una memoria histórica. Yo soy ese reflejo: el puente entre dos naciones, el puente de la comunicación de mi padre, que no habla inglés, y este mundo idealista; el puente entre un hijo y un hospital, entre un mundo y un núcleo familiar.
Mi lenguaje está quebrantado, pero en esa fractura hay belleza. Mi lenguaje está hermosamente arrugado, y es un reflejo de un contexto social que me ha traído hasta aquí, desde el primer momento en que se me negó la educación en mi idioma natal.
Mi lenguaje quebrantado es entendible, es dinámico, es interesante.
No refleja la pobreza de mi gente, sino la riqueza infinita de mi mente: una mente y un pueblo flexible, capaz de habitar dos mundos y encontrar un lugar en ambos.
Soy esa esquina del reflejo, mi lenguaje no es una rendición al imperialismo; es una celebración de luz, de esa luz que brilla en los fragmentos de este espejo.
De esa luz que sol asomete cada mañana, que, mientras la ves de lejos, parece magistral, pero de cerca te das cuenta:
es un simple triángulo de un espejo quebrado, que aún persiste, sirviendo, reflejando, y ayudando a los demás a verse a sí mismos– mientras en ellos, aquellos que ama también se ve reflejado.


Lenguas cruzadas
Cuando llegué a Estados Unidos, sin darme cuenta, comencé a cambiar mi lenguaje. De la nada, “edificio” se convirtió en building, “almuerzo” en lonche, y el microondas pasó de ser simplemente “un microondas” a convertirse en maicrowei. No creo que esto sea necesariamente una asimilación de mi parte, pues me siento aún muy atado a mi propio lenguaje; creo, más bien, que es un abrazo a mi nuevo estilo de vida y un intento de sobrevivencia en este lugar que me hace sentir tan solo y tan vivo simultáneamente.
Borrando la frontera: How art allowed me to erase borders
-Ana Teresa Fernández


El grillete es mi frontera
Mientras nadaba por el Río Bravo, sentía incertidumbre. Mi mente pensaba en mil cosas: "¿Será cierto que aquí la gente se ahoga? ¿Hay cocodrilos? ¿Cómo haré si algo le sucede a mi hijo?" Mis pies tocaban el agua verde mientras mis manos se agarraban de la llanta que me mantenía en la superficie. Mis ojos solo podían enfocar el final del río, ya que ese era mi único destino en ese instante: salir del agua, salir del agua, salir del agua.
Pensaba que este era el peor momento, Que ingenua fui, Este solo era el comienzo del tormento, Pero parte importante de mi historia toma lugar ahí. Me atraparon los agentes, Me llevaron a la hieleras, Encontré a mucha de mi gente, Luchando por escapar las guerras, Pero para el hombre con pistola estas no eran suficientes razones, No les importaban nuestras situaciones,
Y aun así había esperanza en nuestros corazones.
Después de la interrogación, Pensé haber ganada el caso, Resulta que la única solución, Era monitorear mis pasos.
El grillete le llaman, Fuerte y pesado, Las autoridades lo aman, Es su forma de marcarme culpado.
En el pie derecho me lo pusieron, Preparandome hacia mi destino, Con el alma rota me dijeron, Levántate estás lista para emprender tu camino.
Pero un camino a que?
A las burlas y malas miradas, El maltrato y lágrimas rodadas? La sociedad me ve como una criminal,
Por un grillete que me ha hecho quedar mal,
Pero este plastico negro la batalla no me ganara,
Y si es cierto muchas veces lloro,
Pero el día que le diga adiós a este grillete pronto llegará.


Templo de Dios
Soy mitad agonía y mitad esperanza. Mi cuerpo no es un simple objeto, no es un lugar para saciarse, botar o dejar ir, mi cuerpo es un templo.
Arca La ciborg poshumana que Donna Haraway quería para nosotras
-Juan Carlos Castro-Domínguez


Vino y Barcelona
Muchas veces sentada en esta silla incómoda en su madera, mientras recibo el frío seco y raramente reconfortante que entra por las grietas de mi ventana, me alejo de escribirte a vos.
Porque de tu ser me emociona explicarle a los demás de tus ocurrencias, tu sonrisa, tu mirada, tus cariños, del amor que me das. Les quiero contar de esas pecas tan sutiles que complementan mi piel canela, de la manera en que mis dedos se sienten fríos mientras un entrelace con los tuyos esperan.
Les quiero contar de tus ojos cafecitos, de tus manos bien cuidadas, de tus chocoyos, de tus labios tus besitos, tu amor, tu fachada.
Les quiero contar de vos.
De tu exquisita manera de cocinar, de tus chistes malos y buenos, de tus increíbles outfits con ese porte tan perfecto, y al mismo tiempo tan peculiar.
Quiero describir lo feliz que me hace ponerme de puntitas para alcanzar tus labios y darte un beso, abrazarte por detrás, prenderme en el fuego que vive en tu cuello, ahogarme en el proceso.
Que me lleves entre sábanas con ardor y locura, reclamando lo que es tuyo envueltos en pasión pero con la firma mía: sin falta de ternura.
Que sepan que soy tuya, y solo tuya quiero ser--- que cada esquina en mis pechos, cada rincón de mi abdomen, mi boca y mis besos ya tienen dueño, uno para siempre al parecer.
Quiero contarles de la manera en que me cargas como si fuera el único peso que quisieras llevar, como si tus brazos fueran el refugio al que siempre quiero volver, donde siempre quiero aterrizar. Es tu tacto, tu aliento, tu alma lo que me consume y me hace querer perderme en vos una y otra y otra vez. En fin, quiero contarles como tus manos recorren cada rincón de mi ser, y como cada ves en nuestra pasión desatada volvemos a nacer.
Y mientras quiero gritarle estas mil cosas al mundo, me las quedo yo porque lo que siento a tu lado es tan intenso y real no necesita testigos solo los ojos que por un segundo me dejaste ver en Barcelona, tu alma, la mía, tu piel, la mía, solo un poco aunque sea un poquito abrir esa puerta completamente para podernos amar.
Porque no negaré que la primera mirada al verte después de extrañarte es la dosis a cada uno de mis problemas. El primer beso es el más ansioso y en el último solo puedo pensar sobre la siguiente ves que te besaré de nuevo.
Y es que, cada noche contigo está compuesta por una varita mágica que en mi alma se manifiesta.
Y cada abrazo que nos damos tan puro y necesario, como el aire que respiro, fresco y involuntario.
Cómo te meto en esa memoria que tú amor despierta en mí un mundo infinito?
Un lugar donde el dolor ya no tiene su grito.
Y así, en cada instante, te vuelves mi destino, la magia de esa bendita bara que transforma cada paso en mi camino.
Y mientras en mi soledad, y mi frío seco te escribo en esta silla de madera, me doy cuenta que a tu lado existo enfocándome en un sentimiento; ese sentimiento que nunca me permito vivir, pero que a tu lado comienzo a volar me doy el espacio a sentir.
Dentro de estas cuatro paredes vacias me pregunto “cómo es que es tan fácil “ser” a su lado?” Porque cada memoria me traslada a Barcelona, a aquella mesa- aquella silla— el con su copa yo con la mía, mientras en la acidez del alcohol en su mirada me perdía?
A ese día en que abrí solo una pequeña esquina de la puerta del alma mía, y mientras este mundo, cada vez más, voy abriendo con mayor prisa, cada vez que beso tus labios, tocando con los míos cada horizonte, la vida me alimenta y mientras con mi tinta lo firmo, en la piel tu recuerdo me eriza. Que te digo muchacho, con vos el alma se siente completa, como un río que fluye sin final ni meta. Y repito que no te mentiré, en mi soledad he dudado, si le he quitado el seguro a esa puerta demasiado.
Es que temo a la incertidumbre, al dolor que desarma, a las lágrimas que inundan y desgastan mi alma. No insinúo que contigo será igual que ayer, pero este pasador refleja lo que llegué a temer.
Son medidas del pasado, cicatrices en mi ser, un eco de precaución, un deseo de mi yo proteger.
Pero con esta tinta azul y estas páginas viejas, escribo lo que siento, aunque me quedé sin quejas—- que en el futuro pueda utilizar quizás herida tu recuerdo tratando de olvidar.
Pero tus ojos, tus ojos son las llaves que ya tienen mi prisión, y me pierdo en tu calor soñando con evitar la confusión.
Y así, de nuevo sentada en aquella mesa en Barcelona, con tu copa y la mía, mientras tu mirada me aprisiona, supe que esa puerta que tanto temí abrir, ya no era un límite, sino un camino por vivir.
Hoy dejo la puerta abierta, sin llave ni pasador, porque quizás de una manera o otra en el riesgo nace el amor.
Esta silla incómoda, estas paredes vacías, se llenaron de tus risas, nuestras idiotas ocurrencias, un niño y una niña sin miedo alguno existiendo en mis días.
De nuevo aquí, a través del vidrio de mi copa en Barcelona, te miro y me abandono, te entrego lo que soy, sin barreras ni encono. Así como en nuestro color todo cobra sentido, te doy mi alma entera, lo que soy y lo que he vivido.
Vida precaria: El poder del duelo y la violencia
-Judith Butler


¿A dónde se fue don Toño?
Hoy, hoy me levanté pensando en la vida de don Toño. Una vida que, inherentemente por su condición humana, tuvo valor, más valor nunca se le otorgó. “Ay, don Toño, cómo se metió al vicio”, le criticaban aquellos que por la misma carretera caminaban. “Ay, don Toño, ¿cómo es posible que se haya dejado perder así?”, se apenaban mientras en la calle sucia le miraban, mas no le ayudaban.
Y cuando don Toño murió, nadie le lloró. Quedó tirado en una esquina, con una bolsa negra encima, extasiado por la sobredosis, por la amargura del alcohol. Como hojas arrastradas en otoño, su presencia se desvaneció.
Una mañana con un sol quemante, que prometía un viento andante, a don Toño lo trasladaban, mientras su familia buscaban, más ningún rastro de su linaje encontraban. Sin darse cuenta de que mucho antes de que diera su último suspiro, la vida de don Toño ya había sido olvidada.
Sus familiares habían aceptado su falta de existencia, y sus conocidos, mostraban indiferencia, pues don Toño en su dolor, se desvaneció, como una bolsa plástica que el tiempo se llevó.
Y así, su risa y su voz de memoria de los suyos desapareció, dejando solo un eco vacío, sin importar, ya que nadie escuchó. Quizás, en algún rincón, su recuerdo se marchitó, como una rosa roja que nadie rego.
Don Toño estaba presente, caminaba entre la gente, pero entre aquellos que lo vieron, nadie le abrazó y en su ausencia, la vida simplemente continuó.
Hoy, me duele admitir que lo vi y no lo vi, que en mi prisa lo esquivé, como una sombra en la acera. ¿Por qué no le lloramos a don Toño, si don Toño alguna vez nos alegró? Con sus chistes mal hechos, sus regaños insensatos y su risa contagiosa el alma nos tocó.
¿Por qué su condición de indigente lo borró de nuestra pintura? Don Toño, con su andar errante y sus recuerdos fracturados, también fue hijo, también fue hermano, también fue amigo. También tuvo sueños, quizás algunos que nunca alcanzó.
¿Fue su última borrachera la que el corazón nos cerró? ¿Por qué no le lloramos a don Toño?
Dicen que era mujeriego, pero merecía compasión. Nadie de la morgue lo recogió. Ahí quedó; no se sabe si lo enterraron. Su vida se esfumó. ¿A dónde se fue don Toño?
Hoy, me pregunto cuántos otros “don Toño’s” están ahí afuera, invisibles, tratando de comprender lo que les espera. Hoy me pregunto cuántas vidas no he llorado, atada a mi rutina ¿a cuántos habré olvidado?
¿Quién es responsable en esta sintonía lineal? No dudo que he hecho también mi parte, atada a lo individual.
Le pido disculpas, don Toño; me he convertido en esclava del sistema.
Nadie lloró y yo me siento culpable. ¿A dónde fui, qué hacía? Qué pena.
Su muerte ha sido mi reflexión; le mandó este mensaje desde las venas de mi corazón. No es suficiente, no es un homenaje, pero ya no tengo mucho que ofrecer.
Quizás un suspiro de conciencia, un latido fuerte en mi corazón, un reconocimiento tardío a su existencia, usted ahora forma parte en mi oración. Adiós, don Toño; le deseo lo mejor.


La Chevy oxidada y la llorona
Perderte se refleja en el aroma metálico del óxido, en combinación con la gasolina que se quema y mis lágrimas saladas, mientras manejo esta asquerosa troca Chevy vieja, roja y oxidada.
Este camino de tierra interminable se ha convertido en mi búsqueda sin fin.
Escucho Cómo duele de Ricardo Arjona, tratando de agarrar un poco de fe en sus armonías.
Miro por el retrovisor fracturado, y solo veo fragmentos de un pasado irrecuperable.
Cómo te extraño, hijito mío, Me siento como esta troca: vieja y sin esperanza alguna, como el rojo apagado que fluye por su cuerpo de metal, como una cicatriz que no termina de sanar.
Te recuerdo de bebé, y me hundo en la nostalgia, tratando de abrazar a mi hijito, cuidándolo, manteniendo su cuerpo intocado.
Sueño con librarte de tanto dolor.
¡Cuánto daría porque fuera yo la perdida,
y no tú, mi amor!
Soy un mapa arrugado en el asiento delantero, marcado por rutas que ya no tienen sentido, sin camino ni final.
Reclamo tu recuerdo, reclamo tu identidad.
Eres la constelación que nunca tocaré, pero que le pido a mi Dios me permita ver. Eres, hijito mío, el aire que respiro, ya no te tengo físicamente, pero te busco en la luz del sol, en mis viajes interminables, manejando esta troca, buscando tu recuerdo.
Dónde estás?
Somos esta vieja troca y yo, en busca del tesoro.
Progresamos hasta que se nos acabe la gasolina y nos quedemos en medio de la nada, rodeados de un paisaje que no me devuelve a mi hijo.
Te extraño, hijito mío, y no soy capaz de dejarte ir.
Te busco bajo el cielo,
Como te extraño, hijito mío.


Sed de saber
Lo más difícil de seguir este camino no es mi falta de agua en este desierto seco e interminable, sino mi falta de conocimiento sobre cómo navegarlo. Cómo entablar una relación contigo desierto inquebrantable si siempre que te dirijo la palabra siento que no puedo encontrarte.
Si tan solo tuviera una pequeña huella de los saberes que tuvieron mis ancestros, no me quejaría tanto de esta sequía y de estas quemaduras. Y qué triste por mis hijos, esos niños que dejaré atrás, porque mientras yo apenas sobrevivo esperando el día que llueva, ellos jamás conocerán la composición química del agua. La buscarán y la buscarán, buscando algo que los mantenga a flote, pero jamás sabrán qué es en realidad.
Así como yo perdí los saberes de mi padre, ellos perderán los míos porque no tengo un papel y un lápiz para darles instrucciones para sobrevivir– tampoco podre mandarles un email porque se irá a spam y pensaran que soy un loco tratando de molestarlo, sin darse cuenta que algo innombrable les quiero advertir.
Y así voy por el mundo, cruzando de desierto en desierto quejándome con agradecimiento — sabiendo que estamos mal, muy mal, pero podríamos estar peor — y, al mismo tiempo, lidio con los muros de empatía que en mi cabeza se convierten en visiones de mis hijos luchando por el agua cuando solo pueden saciar su sed por medio de sus propias lágrimas.
Ellos solo serán testigos de la luz al momento de nacer y, al crecer, poco a poco morirán, no físicamente, sino que morirá su conciencia, morirá su saber, morirá mi saber. De esa manera muero yo, atascado en el futuro, tratando de digerir el presente, y nostálgico por el paso del tiempo, por lo que nunca conoceré.
Entonces qué hago yo, un simple hombre en el desierto caluroso, desarmado no sin pistola pero sin métodos de compartir con esta tierra, con estos dolores.
El abrazo de la serpiente
- Ciro Guerra


Quizás no soy Karamakate
Quizás no soy Karamakate, el sabio guerrero que protegió la memoria de su gente, que luchó contra la agonía de perderlo todo sin entregarse al olvido.
Quizás no soy fuerte como él. Mi mirada hacia la naturaleza es menos sabia, menos firme; simplemente encuentro paz en la frescura de sus hojas, en la fuerza rigida del viento y en el sonido de los ríos. No soy el indicado para hablar de ecologías. Me siento desarraigado, lejos de mi tierra, de mi gente, de las huellas que no alcanzo a reconocer. No sé quién soy, ni de dónde vengo.
Soy una mezcla de todo y de nada, pero aun así, un poco de mí está atado a la tierra, a su silencio y su vida.
Y si no soy Karamakate, ¿qué haré cuando me toque proteger lo que nos sostiene?
Y si no soy Karamakate, ¿cómo cuidaré la flor que otros codician y explotan?
Y si no soy Karamakate,
¿quién levantará la voz por las vidas que desaparecen, puestas a trabajar hasta desvanecerse? No sé quién soy, ni de dónde vengo. Pero entiendo esa tristeza: la de cerrar los ojos y dejar ir lo que alguna vez fue nuestro.
No soy Karamakate, pero me duele el aire herido, el suelo roto, el hábitat donde no crecerán mis hijos. Me importan los pasos que doy, y hacia dónde nos llevan.
No soy Karamakate, ni lo seré jamás. Pero me importa, me duele, y me preocupa a dónde vamos.
Work cited
Butler, Judith. Vida precaria: El poder del duelo y la violencia.
Castro-Domínguez, Juan Carlos. “Arca: La ciborg poshumana que Donna Haraway quería para nosotras.”
Echevarría, Roberto González. “¿Es el spanglish un idioma?”
Fernández, Ana Teresa. “Borrando la frontera: How Art Allowed Me to Erase Borders.”
Guerra, Ciro, dir. El abrazo de la serpiente. Ciudad Lunar Producciones, 2015.
Guzmán, Patricio, dir. Nostalgia de la luz. Atacama Productions, 2010. Krenak, Ailton. La vida no es útil.
Laviera, Tato. “Spanglish” and “My Graduation Speech.”
Con todo mi amor y gratitud, dedicando cada página a mis padres y mi hermana, quienes son mi mayor inspiración y fortaleza.
Samantha Suazo
