VIDA DE MADRE ELISA JARAMILLO BOTERO

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En una pintoresca región antioqueña de dilatados horizontes, de verdeantes campos; en la vereda “El Buey”, cerca de la apacible población de Abejorral, Nació Elisa, un

31 de diciembre de 1884, en el hogar formado por Don Fermín Jaramillo y Doña Pilar Botero Campuzano, quienes tuvieron once hijos.


Al día siguiente, 01 de enero de 1885 fue bautizada por el señor Cura, Don Jesús María Uribe, en la Iglesia parroquial de Abejorral y recibió el nombre de Elisa de Jesús. La niña creció en un ambiente familiar muy cristiano, caracterizado por el amor a Dios, a María Virgen, a los Santos y por su espíritu de caridad al prójimo. Una familia integrada profundamente a la vida parroquial


Siendo niña, fue matriculada en la escuela de las Mejías, hijas del poeta Epifanio, autor del himno antioqueño.

Más adelante, sus padres la llevaron a Medellín a estudiar en el colegio salesiano de “María Auxiliadora”. Fue excelente estudiante; muy buena compañera, fervorosa cristiana, amante seguidora de María Auxiliadora. Tenía su corazón abierto a los pobres.


Elisa se fue transformando de niña en joven. Alegre, festiva, piadosa; gustaba participar en la Eucaristía frecuentando los sacramentos de confesión y comunión. Con entusiasmo colaboraba en la catequesis parroquial y en la ayuda y servicio a los más necesitados.


Desde muy joven demostró gran seguridad en sí misma; optimista, positiva, tranquila, trabajadora; siempre estaba haciendo algo. Dueña de un carácter firme, pero extremadamente bondadoso, sabía comprender las debilidades de los demás.


El 14 de mayo de 1904, en la Iglesia parroquial de La Ceja, Antioquia, teniendo tan solo 18 años de edad, contrajo matrimonio con José María Ramos, unión que Dios bendijo con dos hijos: Lucrecia y José María. Elisa, alma de profunda fe, descubrió en el sacramento de la alianza matrimonial, la gracia divina que eleva, ennoblece y santifica!


Madre solícita, amorosa y tierna en el cuidado y educación de sus hijos. Hizo de su hogar un templo en el que se oraba a Dios; una escuela donde se enseñaban y aprendían las virtudes; un taller de trabajo honrado, constante y liberador.

Con su ejemplo y testimonio estimuló a sus hijos a practicar y vivir las virtudes cristianas. Como la mujer fuerte de la Biblia, fue siempre dinámica y emprendedora; nunca ociosa, siempre sensata y alegre.


Después de cuatro años de feliz matrimonio, el 6 de mayo de 1908, en Sonsón Antioquia, Don José María fue llamado por Dios a la casa de la eternidad; auxiliado con los santos sacramentos que le administró el Padre Daniel F. Sánchez. De repente la vida de Elisa cambió, fue grande su pena. Se dedicó entonces por entero a la crianza y educación de sus dos hijos.


Sin descuidar sus deberes de madre, Elisa, movida por la caridad, se dedica entonces a las obras de misericordia: visitar a los enfermos, proteger a los niños y acoger a los jóvenes, a quienes catequizaba inculcándoles el amor a Dios, a la Virgen María, al prójimo y a ellos mismos. Su celo apostólico, se extendió también a los seminaristas, especialmente a los más pobres


Inspirada por el señor funda en La Ceja, Antioquia en 1908, una obra social, para proteger a las niñas en peligro físico o moral; entregándose a ella con ternura de madre y gran celo apostólico, ésta, por designios de Dios, le fue arrebatada años más tarde.


Impulsada por le celo de salvar almas, organiza en Medellín, en el año 1934 un internado, conocido con el nombre de “Mater Dei”, para amparar con sin igual ternura y bondad a las niñas de La calle, para formarlas en sanas costumbres cristianas y enseñarles a ganar el pan, trabajando dignamente.


Concluida la crianza y educación de sus hijos, cuando estos formaron sus propios hogares, Elisa piensa en hacerse Religiosa. Empezó un largo camino de búsqueda, ingresando en diferentes congregaciones: El Buen Pastor (1929), Orden de la Visitación (1930), Sagrada Familia (1933), Bernarditas de Lourdes (1942). Pero en este peregrinar, no encontró una respuesta clara; Dios tenía para ella un admirable designio.


Poco a poco, el Señor fue preparando a Elisa, para la realización de una gran obra, dar luz a una nueva familia religiosa para la Iglesia. Elisa, abriga en su corazón el deseo de fundar una congregación que pueda garantizar la continuidad de la obra emprendida. Aunque la tarea no es fácil, inicia un arduo camino, siempre obediente a la voluntad de Dios.


Después de realizar varios intentos de fundación en Medellín, su proyecto no es acogido por ésta Arquidiócesis. Humildemente acepta esta negativa, pero se mantuvo firme su confianza en el Señor. Ella seguiría insistiendo.


Como en Medellín no tuvo eco su proyecto de fundación, con ánimo confiado y profunda fe, se dirige a Popayán, Cauca, en el año de 1946, donde es acogida paternalmente por Monseñor Diego María Gómez Tamayo, arzobispo de esa ciudad, y orientada por el Reverendo Padre Heriberto Santamaría, sacerdote Dominico.


Santuario de Belén. Antigua edificación que data desde 1717, ubicada en una pequeña loma de la ciudad de Popayán. Construida con el propósito de entronizar en ella la imagen del Santo Ecce Homo. Significativo lugar para el nacimiento de una congregación, que al igual que el Divino Niño de Belén, nacería


25 de Marzo de 1946. A las 6 a.m. el Excelentísimo Arzobispo Diego María Gómez Tamayo, acompañado de los padres: Heriberto Santamaría, dominico y Pedro Gómez, Jesuita, da principio a la ceremonia de toma de hábito de las hermanas, que inician la nueva congregación con el nombre de:

“Dominicas Siervas de la Eucaristía y el

Rosario”. Fundación que había sido autorizada días antes (19 de Marzo de1946), por el mismo Señor Arzobispo.


En este gran día de la fundación de la nueva congregación, visten el hábito dominicano, la Madre Elisa Jaramillo, y las señoritas: Eva Valencia, Lucila Tobón, Judith Suárez, Bernarda Londoño y María del Carmen Gómez. La ceremonia resultó conmovedora y de inmensa satisfacción, para todos los que presenciaron este acto. El 20 de octubre de 1947, el nombre de la congregación sería cambiado por el de:

Siervas de la Madre de Dios.


Con gran júbilo y esperanza, la Madre Elisa vio crecer su congregación. Pronto se unieron otras compañeras; entre ellas: Hnas. María Del Rosario, Trinidad, Eucaristía, Chantal, Teresita, Pasión, Catalina, María De los Ángeles, Santa Cruz, Lucía, Lourdes, Cecilia, Montfort, San Cayetano, Gertrudis y algunas más.


La vida de la Madre Elisa estuvo marcada por singulares rasgos espirituales: Radicalismo Evangélico Búsqueda Despojo Cruz aceptada con Amor Gran Sentido Eclesial Amor a la Eucaristía Servicio a los Sacerdotes Amor a María Madre de Dios Actitud Apostólica y Misionera Servicio a los niños y jóvenes necesitados


Radicalismo Evangélico La madre Elisa fue radical en el seguimiento de Jesucristo, dio testimonio de su acendrado amor a Dios: PADRE, HIJO y ESPIRITU SANTO, a quien amó sobre todas las cosas. Fue radical en el servicio a la niñez y juventud necesitadas, entregándose a ellas con todas sus fuerzas, todo su amor y toda su dedicación. Fue radical en su proceso de santificación personal, la cual tomo muy en serio durante toda su vida.


Búsqueda La vida de la Madre Elisa, fue una búsqueda permanente de su tarea definitiva en la Iglesia. Buscó a través de las diferentes etapas de su vida, hasta su encuentro definitivo con el Padre. Oración, estudio, diálogo, encuentros, entrevistas, proyectos, todo era poco, con tal de saber lo que Dios quería de ella en la Iglesia y para la Iglesia.


Despojo Su camino de amor a Dios estuvo caracterizado por el Despojo. Ella Tomó en serio las palabras de Jesús: “Todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna” (Mt. 19,29). Su incansable labor y su acendrado sacrificio los llevó a cabo con gran generosidad y despojo.


Cruz aceptada con Amor Jesús dijo: “Si alguno quiere venir conmigo, niéguese y tome su cruz.” (Mt. 10,38). En Madre Elisa, hubo la aceptación libre y gozosa de una cruz con crucificado por amor, “El señor no ha dejado su cruz, cayó, pero se levantó para seguir adelante”, estas palabras suyas, fueron como una consigna para ella y sus hijas religiosas. La cruz redentora proyectó su sombra sobre su vida.


Gran sentido Eclesial Madre Elisa experimentó un intenso amor a la Santa Madre Iglesia. Ella era su preocupación constante. Se distinguió por una devoción piadosísima al Santo Padre; por un delicado amor y atención a los sacerdotes, como ministros de Jesucristo. Con su oración, sacrificio y apostolado, respondió prontamente, a todo a cuanto redundaba en bien de la Iglesia.


Amor a la Eucaristía Su espíritu de fe, su gran devoción a la Sagrada Eucaristía, su interés por el culto Litúrgico, su celo por la Santa Misa y la comunión fueron los grandes distintivos de su espiritualidad. Pasaba largos ratos de oración abismada en la contemplación de la Eucaristía, mirando fijamente al Sagrario. A Jesús Eucaristía invocaba en sus mayores aflicciones, llamándolo cariñosamente. “Mi Rey”


Servicio a los Sacerdotes Por su espíritu de fe y su gran sentido eclesial, cultivó amistad con varios sacerdotes, quienes le brindaron luces y apoyo, la guiaron durante toda su vida, fueron siempre sus consejeros y a su vez oró asiduamente por todos ellos. A muchos ayudó como consejera prudente o como benefactora.


He aquí algunos nombres de sacerdotes que estuvieron muy ligados a la vida de la Madre Elisa: Jesús María Piedrahita, Manuel José Sierra, Germán Montoya, Martín Jové, Juan Punset, Monseñores Vallecilla y Piedrahita de Popayán, Heriberto Santamaría, Monseñor Diego María Gómez, Silvestre Apodaca, entre otros.


Amor a María Madre de Dios El título de Madre de Dios, encerraba para la Madre Elisa, todas las grandezas de María. Su piedad mariana estuvo siempre de acuerdo con la Iglesia y con la tradición del pueblo cristiano, el rezo cotidiano del rosario, del ángelus, las celebraciones de las fiestas de nuestra Señora, con las tradicionales novenas; todo esto constituía para ella y para los suyos, gran gozo y crecimiento espiritual.


Actitud Apostólica y Misionera Durante toda su vida, Madre Elisa, se identificó y distinguió como apóstol y misionera. Estas son sus propias palabras: “El apostolado es una obra Divina” En el corazón cristiano de la Madre Elisa, ardía el fuego del apóstol y del misionero. ¡Quería Salvar a muchos para Dios!


Servicio a los niños y jóvenes necesitados “Los niños son pedazos de mi corazón”. “Celo ardiente por la niñez y juventud necesitadas”. Por su esencia apostólica y experiencia de madre, Elisa comprendía la amargura de la orfandad, el desamparo de la pobreza; esto marcó el centro y la razón de su carisma: extender la mano a los más necesitados.


Lo que en la Madre Elisa apareció como una pequeña semilla al crear una casa de beneficencia para niñas pobres, se convirtió en una maravillosa realidad de amor y de servicio a la niñez y juventud más necesitada. Su Obra, fue creciendo con la apertura de otras casas como: Niño Pobre de Palmira y Escuela Hogar de Popayán. Su fuerza de apóstol, se contagiaba; amigas y voluntarias, contribuyeron con entusiasmo a la realización de su obra.


Durante su vida, Madre Elisa, tuvo que sufrir muchas dificultades, especialmente durante los cuatro años que duró al frente de su naciente congregación. Soportó críticas, incomprensiones, calumnias, desprecios, humillaciones, estrechez, pobreza y además su quebrantada salud. Pero en todo esto se manifestó siempre, su aceptación amorosa, a la voluntad de Dios.


Los altibajos de su salud la hicieron presentir que sus días estaban contados y naturalmente sentía tristeza, pero mantenía encendida su confianza en Dios y en su Santísima Madre. A ellos encomendaba su incipiente congregación, con la seguridad de que permanecería a través del tiempo, más allá de su muerte.


A mediados del año de 1950, al llegar las vacaciones, la casa de Palmira permanecía colmada por la presencia de los niños, que venían a sus juegos después del catecismo. Ella, sobreponiéndose a sus dolores, Salía al patio para recibirlos, abrazarlos y bendecirlos. ¡Niños y Niñas se sentían felices y la amaban mucho!


El ocaso de su vida. En los primeros días del mes de septiembre de 1950 la Madre Elisa se sintió muy mal. Debía someterse a una operación de vesícula, pero se temía por su delicado corazón. “Ofrezco a Dios mis dolores y rindo mi vida por la salvación de mis hijos y por el progreso de mi comunidad.” “Que se haga la voluntad del Señor. “Estoy en sus manos.” Con éstas palabras decidió someterse a la operación.


El 9 de septiembre, hizo su confesión general y emitió su profesión perpetua, que recibió el Padre Carlos Madrid. Dictó una especie de testamento con relación a la Casa Mater Dei de Medellín. Una vez más, pidió a la Virgen María, protegiera a sus hijos y diera prosperidad a su pequeña congregación. Lucrecia, su hija, vino de Medellín a pasar con ella, unas horas que se preveían, eran las últimas.


El 10 de septiembre fue llevada a la clínica Palmira y sometida a una larga y delicada operación. Poco a poco fue volviendo, pero durante la noche su estado de salud se agravó. En la madrugada la Madre Elisa entró en agonía, la respiración fatigada, los ojos cerrados. Un suspiro, y entregó su alma al Creador. Sus hijas, Siervas de la Madre de Dios, la rodeaban.

Era el 11 de Septiembre de 1950


Así terminaría esa vida tan sufrida, tan trabajada, tan colmada de méritos. Mujer fuerte, heroína del dolor. Dejaba en la Iglesia una Familia Religiosa, dedicada a la Madre de Dios y al servicio de los niños pobres. Fue velada en su casa del Niño pobre. Su féretro fue llevado al cementerio rodeado de innumerables niños; los que fueron objeto de su amor.


Tres días después del fallecimiento de la Madre Elisa, Monseñor Diego Ma. Gómez llamó a la Hna. María Del Rosario, para que reuniera la pequeña comunidad. Había que elegir una Superiora General. Después de dirigir unas palabras de consuelo y aliento, las invitó a votar por la sucesora de la Madre Elisa. El resultado fue unánime, la Superiora General sería la Madre María Del Rosario.


La vida fecunda de la Madre Elisa, ahora en la Casa del Padre, obró un maravilloso milagro, su Familia Religiosa “Siervas de la Madre de Dios”, seguiría creciendo y dando frutos para el bien de la Iglesia. El número de Religiosas aumentó, así como el número de casas de Apostolado.

¡En el campo de la Iglesia la semilla fructificó!


El 25 de Marzo de 1955, la congregación es aprobada como Diocesana, por Monseñor Jesús Antonio Castro Becerra, Obispo de Palmira, por medio del Decreto No. 124

El 1 de Enero de 1983, la congregación de Siervas de la Madre de Dios, recibe el Decreto de alabanza, otorgado por El Papa Juan Pablo II. Que la reconoce como Derecho Pontificio.



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