Correspondencia Internacinal Nro.30

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Libia La intervención imperialista Fidel Castro, en su columna “Reflexiones” del 4 de marzo, explica que las relaciones entre Kadafi y el imperialismo eran “excelentes” antes de las revoluciones en Egipto y Túnez. Castro explica que el régimen libio ha privatizado el petróleo y varias empresas públicas de importancia y que su gobierno cooperaba estrechamente con la OTAN. Esta realidad, reconocida por Fidel Castro, echa por tierra los alegatos patéticos de Chávez cuando asegura que el imperialismo interviene para “apoderarse del petróleo libio”. Hace años que las transnacionales imperialistas se apoderaron del negocio petrolero libio. El reformismo latinoamericano se niega a apoyar al proceso revolucionario árabe y plantea que se trata de un movimiento en gran medida patrocinado por el imperialismo para reforzar su dominio en la región (tal y como afirma el Partido Comunista de Venezuela en su Proyecto de Línea Política para el XIV Congreso). Los hechos han demostrado que se trata de un proceso que ha derribado a estrechos aliados del imperialismo. Fidel contradice a Chávez en lo que se refiere al pillaje del petróleo como móvil de la intervención de la OTAN. Ahora bien, ¿qué busca la intervención imperialista, autorizada por la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU? La política del imperialismo hacia Libia no puede ser examinada únicamente a partir del inicio de los bombardeos. Desde que Kadafi intenta aplastar la rebelión popular a través de una sangrienta contrarrevolución y se produce el enfrentamiento armado, el imperialismo ha procurado evitar un triunfo de la insurgencia. Ha aplicado un embargo de armas que ha perjudicado principalmente a los rebeldes, mientras que las fuerzas de Kadafi se encuentran fuertemente apertrechadas con armamento sofisticado suministrado por sus socios europeos. A través de Israel y otros países aliados en la región, se le ha suministrado miles de mercenarios a la dictadura, los cuales se convirtieron en su principal fuerza. Los petrodólares imperialistas fluyeron de manera constante a las arcas del régimen, mientras se desarrollaban las más alucinantes masacres

y el propio Kadafi vociferaba que liquidaría a sus opositores cazándolos “casa por casa”. Contando con este apoyo, la dictadura pudo revertir la marea de la guerra contra las fuerzas inexpertas y mal dotadas de la revolución libia. Los capitalistas respiran con mayor tranquilidad al alejarse la posibilidad de una revolución triunfante cuya dirigencia había proclamado que nacionalizaría el petróleo. No obstante, quedaba claro que Kadafi había dejado de ser garante de la gobernabilidad burguesa y de la seguridad de los negocios imperialistas en el país. Para conjurar la posibilidad de un conflicto prolongado, el Consejo de Seguridad de la ONU vota un plan militar bajo la consigna cínica de “proteger a los civiles”, pero cuyo verdadero propósito es forzar una salida negociada al conflicto que garantice los intereses del imperialismo en Libia, y al mismo tiempo escarmentar al conjunto de los pueblos árabes que se rebelan contra sus gobiernos autoritarios y corruptos. Los bombardeos contra fuerzas rebeldes por parte de la OTAN, los esfuerzos de la ONU por forzar a los rebeldes a hacer propuestas de diálogo a Kadafi, y las declaraciones de los responsables de la intervención, en las que sentencian que la única salida al conflicto es la negociación, corroboran el papel reaccionario de la intervención yanqui y europea. Además, la intervención intenta apuntalar a lo más retrógrado de la dirección rebelde, y ya un sector ha declarado su disposición a respetar los acuerdos internacionales suscritos por Kadafi, en otras palabras mantener las concesiones petroleras en manos de las transnacionales. Los revolucionarios condenamos los bombardeos de la OTAN, pues forman parte de una política que tiene por objetivo acorralar a la revolución libia y liquidarla en la mesa de negociaciones. Junto con la invasión de Bahrein por parte de las fuerzas de la monarquía saudí, forma parte del intento de colocar un dique invasor frente a los pueblos árabes insurrectos. La única manera de derrotar a la dictadura y poner fin a la intervención es a través de la solidaridad internacionalista de los pueblos árabes, especialmente los de Egipto y Túnez, que deben brindar armamento y voluntarios a las fuerzas rebeldes.

¿Por qué Chávez y Fidel no apoyan a los pueblos árabes? Para muchos resulta inexplicable que Chávez y Fidel apoyen a un sanguinario contrarrevolucionario como Kadafi, que abandonó el nacionalismo burgués de inspiración nasserista de sus primeros años para convertirse en un incondicional aliado de EEUU y Europa. La clave de esa orientación está en la política interna. Mientras que Cuba ha avanzado en las últimas dos décadas en el desmontaje de las conquistas sociales de la revolución y ha involucionado hacia una economía de empresas mixtas con inversiones europeas, canadienses e israelíes, Venezuela, por su parte, ha entregado sus yacimientos petrolíferos a Chevron, Total, Eni, Repsol, y otras transnacionales, por la vía de las empresas mixtas. Para estos gobiernos, que aplican duros planes de ajuste para descargar sobre el pueblo los efectos de la crisis económica mundial, resulta peligroso el ejemplo de los pueblos árabes alzados en demanda de derechos democráticos y por reivindicaciones sociales como la congelación de los precios de los alimentos, aumentos salariales y fin al desempleo. América Latina no escapa a la crisis. En Bolivia, los trabajadores también se han alzado en huelgas y movilizaciones exigiendo aumentos salariales, y la respuesta de Evo Morales ha sido utilizar las fuerzas policiales y pedir a los trabajadores “pensar en la Patria y no en sus propios intereses”. En Cuba, el Congreso del Partido Comunista ha aprobado la eliminación paulatina de la libreta de consumo de alimentos, privando de un importante subsidio a la población, y ha comenzado a ejecutar el despido de un millón de trabajadores del sector público. En Venezuela, la inflación y una devaluación monetaria del 100% en los últimos dos años corroen los salarios y condenan a la miseria a millones de personas; los trabajadores, campesinos e indígenas que luchan por sus derechos son criminalizados. Chávez, Fidel y Evo están en contra de la revolución árabe porque están en contra de la revolución en sus propios países, apoyan regímenes capitalistas autoritarios porque son el espejo en el que aspiran a reflejarse. Pero tanto en el mundo árabe como en Latinoamérica, la última palabra la tendrán los pueblos. 11


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