Revista87

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DOSSIER

El miedo guía nuestras vidas CARLOS GONZáLEZ

L

os compañeros de Al Margen nos proponen hablar del miedo, pero no del miedo a la soledad, al dolor... sino del miedo a perder el trabajo, el miedo al cambio, etc. Lo que ocurre es que con los miedos pasa como con las cerezas, que quieres coger una y salen muchas porque en sus orígenes los miedos se entrecruzan. Hablar de miedos es hablar de personas y de su socialización en la familia y luego en la sociedad, por lo tanto nos afectan a todos, ejercen su poder desde el inconsciente y por eso sólo se pueden combatir desde dentro de cada uno, es decir, es un camino interior. Desde la militancia política se piensa que concienciando a la gente la podremos sacar de la ignorancia y así se rebelarán contra la injusticia, sin embargo es un error bienintencionado que hemos comprobado que sirve de muy poco porque el miedo es como una venda en los ojos que te impide ver. Cuando se dice que no hay peor ciego que el que no quiere ver, en realidad es que no quiere ver, y como hemos visto tantas veces, negarán que dos más dos sean cuatro. Desde hace miles de años, los reyes y los poderosos han utilizado el miedo para someter a sus pueblos, eso sí, con la ayuda del miedo a los dioses, para así, activar otros miedos personales. Centrándonos en Europa, tuvieron que pasar XV siglos de oscuridad de la mano del cristianismo, para que en el Renacimiento empezara a verse algo de luz. Y es del siglo XVI de donde tomamos como introducción el texto de La Boétie donde en el Discurso sobre la servidumbre voluntaria nos dice que el hombre es naturalmente libre, pero que se amolda a la educación que se le quiere dar, que el primer impulso de la servidumbre voluntaria es un efecto del hábito que contrae en la niñez, y que en cuanto tiene uso de razón, le dicen que es vasallo de un soberano, que sus padres también lo son y que ha de aguantar todo mal... La Boétie nos da esas pinceladas pero no llega a ninguna conclusión y acaba invocando al todopoderoso Dios, porque no se da cuenta de que si estos mismos padres no te exigen obediencia ciega, te respetan y te demuestran que no eres siervo ni de ellos ni de nadie, las cadenas se romperían. Pero cuando los padres son tiranos con los

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hijos y los manipulan, cuando los padres se creen siervos, entonces criarán siervos o tiranos de otros más débiles y así la cadena continúa generación tras generación. Fue en este siglo cuando empezó a separarse la ciencia de la religión, cuando Copérnico y Galileo demostraron que la Tierra no es el centro del universo, luego, siglos después fue Darwin quien demostró que el hombre no es el centro de ninguna creación, sino de una evolución y por último fue Freud quien demostró que la razón no lo es todo y que como un iceberg, tenemos un inconsciente que guía nuestras vidas. Hoy día la psicología ha dado múltiples autores y distintos enfoques, algunos de ellos, como no, se han puesto al servicio del sistema, cayendo en la trampa de sus propios miedos. El miedo se define como una perturbación angustiosa del ánimo, debido a una amenaza real o imaginaria, el ser humano es el único animal que se paraliza por un miedo que sólo existe en su imaginación. Fue W. Reich el primero que nos mostró las implicaciones políticas del miedo, diciendo que el miedo, unido a la represión sexual producía sumisión y que siempre triunfa el fascismo por nuestra incapacidad de ser libres. Sin embargo, luego hemos visto que con permisividad y sin represión sexual también hay sumisión y violencia. Fueron sin embargo A. Janov y A. Miller quienes se atrevieron a señalar sin tapujos el origen de todos los males, señalando a la familia, cuna del amor y en otros casos del horror. El niño necesita seguridad afectiva, respeto y amor y cualquier privación le produce dolor. Si esto continúa en el tiempo, el miedo a ese dolor le lleva a autoengañarse, creer que no lo merece y empezar a reprimir esas necesidades. Luego empezará a esconder la verdad, a empezar a sentirse culpable para protegerse, a olvidar lo que pasó, diciendo que lo hicieron por su propio bien y, como no, exculpando a los padres. De este modo tan sencillo, la rabia inconsciente hacia los padres que tenemos que obedecer, se transforma luego en sumisión y miedo a decidir, el miedo a ser libres, miedo a luchar para cambiar las cosas, etc. Y así, ese miedo que nos pone de rodillas, es un

reflejo del miedo al castigo de la infancia. La gente tiene miedo a perder el trabajo porque necesita seguridad, la que no tuvo y ahora se conforma con sucedáneos. La sumisión continúa ahora en otro padre, es decir, en un líder político, y la enmascara

ideológicamente en un partido político, una religión, un totalitarismo, y si es necesario descargará esa rabia contenida en algún chivo expiatorio. La gente no se mueve, porque cumple un mandato interiorizado en el inconsciente: para ser buenos hay que obedecer y hacer lo que nos digan. Sin embargo, miedo y cobardía no tienen por qué ir unidos y se puede ser sumiso cuando toca y luego matar en nombre de la Patria o de Dios. Los mismos que gritaban “Vivan las caenas” a Fernando VII, mataban a los liberales de la época y los mismos que gritaban “todo el poder para el pueblo” en nombre del comunismo, mataban a los libertarios y críticos que se les cruzaban. Los líderes y los poderosos de ahora usan el miedo para desmovilizar y usan las grandes palabras como Dios, Patria y sobre todo Democracia y Libertad, para manipular miedos y creencias infantiles que llevan a


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