Los niños el miedo y los cuentos.

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Los niños, el miedo y los cuentos ana gutiérrez – pedro moreno gilancia de los padres eran constantes. Los padres, maestros de profesión, tenían un horario que fácilmente podían compaginar con el tiempo familiar, por lo que disfrutaban de mucho espacio compartido y de actividades en conjunto que les agradaban y satisfacían plenamente. Hasta el momento de acudir a nuestra consulta todo lo que había ido sucediendo lo manejaban bien, su experiencia en la educación fue de gran ayuda para cultivar la paciencia, en los primeros momentos de vida en común, con dos bebés al mismo tiempo y sin experiencia previa como padres. ¿Por qué acudieron entonces? Los niños lloraban y lloraban y sus rabietas crecían y crecían cada mañana en el momento de coger las llaves del coche para ir a la escuela infantil, a la guardería. Lo habían intentado todo, pero nada funcionaba. Los recursos habituales para ayudar a que se expusiesen al hecho de quedarse solos no iban bien. De hecho, contaban la anécdota de que, cuando estaban en el patio, en espacios diferentes, separados por una pequeña verja, se agarraban los deditos como podían (introduciéndolos por los agujeritos) llorando “a moco tendido” y exclamando al unísono “¡hermano… neeena…!”. La imagen debía ser muy tierna. Pero claro, también muy dolorosa para ellos y sus padres. Por lo que decidieron no volver a llevarlos hasta que esa angustia desapareciera de sus hijos. Motivo éste por el que los conocimos en la consulta. Las pautas que les dimos fueron informarles de la necesidad, sabida por otro lado, de la independencia en los niños. De cómo debían ir instruyéndolos en estar día a día con las conductas modeladoras; de cómo a nosotros, los padres, esto nos cuesta pues nos da miedo que sufran, que se hagan daño, que se asusten y entonces “se les genere un trauma”. En definitiva, que todos estos cambios nos pueden producir más ansiedad a nosotros que a ellos. Y es que, sin lugar a dudas uno de los miedos que poseemos los padres es el de que nuestros hijos no sean felices, o el de sentir infelices a nuestros hijos. Aunque suene un poco egoísta, en el fondo nuestra felicidad depende de la de ellos por lo que aunque al principio nos cueste, debemos darles herramientas para que se maneje con las emociones y se independicen emocionalmente, que no significa que se alejen y que dejen de querernos. 102


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