Las historias de Tata - Paula Mariel Liveratore
Tata dormía como un bebé cuando lejano en sus sueños una estampida, parecida a rinocerontes corriendo ante el acecho de leones, la desveló: —¡Tata, tata, despierta! —dijo en su mente Luke, saltando en la cama suspendida que se balanceaba como cuna de bebé, en el medio de la habitación. —¡Ya llegamos! —gritó telepáticamente John. —Todo el día juntos, ¡yupiiii! —festejó Jane poniendo su música preferida con un abrir y cerrar de ojos. Tata era la tatarabuela Mary y tenía los domingos enteros reservados para sus tataranietos Luke, Jane y John. A simple vista, no podía decirse que tuviera 203 años. Era verdad que su cara parecía un mar de arrugas cuando sonreía, pero conservaba todos sus dientes; digno prodigio de una alimentación equilibrada y una estricta higiene dental. Y, claro resultado de la transformación genética que había recibido... hacía mucho tiempo. —¡Buenos días mis adorables mosqueteros! Así da gusto despertarse. ¿Me vais a preparar el desayuno? A veces echo de menos la casaordenador, que lo hacía todo por nosotros. —Venga Tata, que para eso estamos. No tienes por qué preocuparte. Te haremos un rico y nutritivo pastel de brócoli y... —no pudo terminar Jane de explicar, que John la interrumpió: —¡Zumo de uvas! Vale, yo tenía en mente un dulcífero grasásolo, pero veo que debo cuidarme. ¿Cómo lo pasasteis ayer con los bisabuelos? —No pudimos ir, estaban de vacaciones en unas cabañas, en unos árboles, en un planeta de la galaxia del Sombrero -dijo Jane con voz de estar un poco molesta. —No me digas más, a través del tele-materport —comentó Tata. —Sí, ¡una injusticia que los menores de doce años no podamos
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