80 de 2984 - Eva Albiol
360,898 - 379,832 Sabía de sobra que estaba solo, pero, aun así, comprobó que las ventanas absorbentes estuvieran desconectadas y, en un acto reflejo, miró por encima del hombro. Había hecho la solicitud esa misma mañana a través de Rayo, y contaba con 18,934 minutos, el tiempo diario máximo permitido para los actos recreativos autónomos. Karzei no planeaba dedicarse a tales menesteres, sino a otros más peligrosos, para los que era imposible pedir permiso. Tenía que darse prisa. Abrió el armario, levantó el falso fondo y sacó la máquina. Pasó el dedo índice por la superficie antes de sentarse en el escritorio. Era una imitación casi perfecta de las viejas máquinas de escribir del siglo XX, como las que habían desenterrado recientemente en el yacimiento de HipanisO. Hacía al menos trescientos años, que los objetos metálicos se habían convertido en un lujo; la máquina de Karzei estaba construida con bericidio de primera calidad. Por supuesto, hecha en un criptotaller, al igual que la tinta, ya que cualquier reproducción de artilugios antiguos precisaba también de un permiso especial. Quizá Karzei, como maestro arqueólogo, lo hubiese podido obtener tras unas cuantas explicaciones. Pero la autorización de uso era otra historia. Los mensajes en papel eran contrarios a la Transparencia, y estaban totalmente prohibidos, excepto para fines museísticos o educativos. Karzei Zōm sabía lo que se jugaba. Aun así, se puso a escribir. Le quedaban 16,472 minutos. Obvió la fecha y empezó directamente: Querida Falgai.
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