hecho audible. Si amamos la verdad, estudiaremos detenidamente cada evento de su vida y el significado de sus palabras. Si amamos la verdad, reconoceremos su gran valor. Jesús relató la historia de un hombre que un día araba en el campo. De repente, descubrió un objeto duro que estaba enterrado en el suelo. Era un cofre que contenía un tesoro de inmenso valor. El hombre sin vacilar vendió todo lo que tenía y compró aquel campo. Y Jesús dijo que lo hizo con “alegría” (Mateo 13:43). Y ¿por qué con alegría? Porque reconocía el valor de lo que había descubierto. Sabía que valía mucho más que todas sus posesiones terrenales. El campo en esta historia representa la Biblia, la Palabra de Dios; el tesoro es la verdad que ella contiene. Si en realidad amamos la verdad, experimentaremos ese mismo gozo, esa misma alegría al estudiar la Biblia y descubrir la belleza de sus enseñanzas (1 Corintios 13:6). Será pan nosotros más preciosa que el oro y la plata (Job 2:15; Proverbios 16:16), de más valor que la vida misma. Si amamos la verdad, ella transformará nuestra vida (Gálatas 5:7; Romanos 2:8). La Biblia aclara que no es realmente verdad para nosotros si no afecta la manera en que vivimos y lo que hacemos (Mateo 7:21‐27). Está bien que hayamos sido capaces de reconocer la verdad cuando la descubrimos. Y ¡qué bueno que la abrazamos con gozo! Pero este gozo que disfrutamos en nuestra comunión personal con Dios a través de su Palabra, tiene que ser más que una emoción pasajera. Si hemos hecho propia la verdad, si en realidad la hemos amado, entonces ella irá con nosotros a la oficina y al taller. Afectará nuestra vida también en el punto donde el clavo se dobló y el martilló cayó en nuestro dedo. Se verá reflejada en nuestro amor por los que no son amables y en nuestra paciencia con los toscos e irrazonables. Recursos Escuela Sabática ©