Ser o no ser

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Ser o no ser: la Vida Religiosa del siglo XXI

Cuando los discípulos le piden a Jesús que les enseñe a orar, Jesús dice: Cuando oren digan “Padre”, lo cual no es una simple invocación, sino que ha de brotar del corazón de quien ha experimentado la ternura y se siente hijo/a muy amado/a. Con todo, la imagen de la semilla todavía resulta insuficiente porque lo que ha nacido en nosotros es de un orden muy superior, es la vida de la gracia, la relación personal con Dios. En un acto libre de su amor invita al hombre a la participación en la propia vida divina. Y suscita en él una inclinación interior hacia la comunión personal con Dios que termina en la autodonación.

Consagración al Hijo El bautismo exige responder al ofrecimiento de salvación que Dios hace al hombre y pasar a ser pertenencia de Cristo y comprometerse en su seguimiento. Cristo es el apóstol, el enviado del Padre: “Yo no vengo por cuenta propia, sino enviado por Él”. (Jn 8, 42). El envío, la misión es la que define quién es Jesús (Mt 15, 24; Jn 3, 17; Jn 3, 34). “Como el Padre me envió así los envío a ustedes”. Y el envío que Él hace de los Apóstoles es para que “hagan discípulos” (mazetéusate) que implica una respuesta personal de adhesión vital a la persona y a la palabra del Maestro, y la búsqueda de identificarse con Él y con su misión. Es identificación interior que lleva a asimilar sus criterios, actitudes, sentimientos, “revestirse del hombre nuevo con sentimientos de tierna compasión, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia” (Col 3, 10-12). Y es identificación dinámica y vital “que se va siempre renovando” (Col 3, 10) con la muerte al pecado, al hombre viejo y a las prácticas de la carne (Rm 6, 1-14; Col 3, 5-15). 28


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