MEXICANAS POESÍA
ANÁBASIS
Mexicanas Poesía
INDAUTOR: Número de Registro: 03-2023-092712441100-14
Editorial Anábasis
Impreso en México
Octubre 2023
El encierro de la pandemia fue una maravillosa circunstancia para sanar mis deudas con Sigüenza y Góngora, y ponerme al día con el novohispano. El “mexicanista” Sigüenza vivió como su amiga Sor Juana la tercera peste, pero determinó que no era consecuencia de la perversidad de los astros. Recordé que por ahí andaba Méndez Plancarte y hurgué en la biblioteca encontrándome con un viejo poemario de los años ochenta sepultado por el consejo de Octavio Paz, que al presentárselo una tarde lluviosa en su departamento de Reforma, me expresó como el Adonai de los Poetas: “éste soy yo”. Lo que para mí significaba un halago a su ingenio imitándolo, para él encarnaba la conseja a los creadores jóvenes. Su propuesta inmediata fue que buscara mi propia voz, viniendo de una gran tradición con Rubén Darío, Salomón de la Selva y ese ingenioso Martínez Rivas, merecía sazonar mi propia vena. Sobre el creador de la Insurrección Solitaria tuvo frases de elogio inmenso reconociéndolo como un poeta significativo de su generación, desafortunadamente el talento de Carlos no se exigió disciplina para la trascendencia de sí mismo. Encontrar mi palabra era para Octavio Paz, experimentar la versificación con Henríquez Ureña y Tomás Navarro; en tanto hacía periodismo, volcarme en la crítica de poesía. Consideraba Paz la economía del lenguaje una transgresión de los nuevos poetas por alejarse del ensayo y la traducción, vertiente que mitigaría el impresionismo creativo que Alfonso Reyes cuestionaba en la falta de (est)ética poética: la inspiración debe educarse, la
prosa es la escudera del verso. Evite, afirmó Paz, que el periodismo lo devore como sucedió con Salvador Novo y deje que estos poemas maduren a su tiempo. Así permaneció varias décadas sepultado este poemario que originalmente tenía un título tomado de un verso de Lope de Vega, hoy descartado, así como muchos poemas-espejo del autor de Piedra de Sol. La instrucción de Paz fue un obituario que décadas después exhumo de sus buenas intenciones y divulgo como un auto de fe: sobrevivió al tiempo y a la peste.
Desploma tu alzada
altiplano jugoso El sol tiñendo rebozos
enhebra mis manos Hilos
jalados al filo de tu desbordada soltura
Truenos emplumas
Trepidante tezontle
Al silencio concebiste ombligo
Hablas y hablas
Se juntan en gajos los dejos de tu queja y tu sudor descifra menos de ti
Esa mujer cidra recién cortada
arenga y creo escucharla
En sus vocales como aljibe
amoroso asomo
viéndome en lo único que veo Tus tañidos azahares desprenden
ombligos deslumbras
Esa tez en reposo eriza tus latidos
Me miro por completo al mirar cómo te deseo
El cabello de mi mujer es grito de hierba
Puedo beber la ilusión en sus rodillas sin temor
Su cabello es sazón de primavera
Nada vale que la begonia se crea liebre en su estilo
El cabello de mi mujer es sueño que la claridad tercia
Suelo rodarme escarabajo entre sus piernas
El cabello de mi mujer se alumbra con mis besos Cazarlo menguante y brotar helecho en sus bríos
Su cabello es grifo goteando un pájaro
Mas vertiginosas mis ansiedades en su ombligo
Su cabello es el jugo del trópico que las horas cantan
En su cabello el furor lava mis retratos
Al cabello de mi mujer por mi amor se llega
cuando vuelvo de la paciencia de las rosas del agua de los sueños emerges cuando vuelvo del aroma callado del suspiro tu cuerpo insinúas y me llamas como la mañana su coral arquitectura mis voces invisibles cayendo una a una en tibieza de jueves acopias milagros ante su OJO nuestra casa ardiendo cuando vuelves
Tu nombre golpeaba puertas y lapidaba lumbreras
Badajos en lajas confesos
Tu alias susurrado como un soplo sin verbo
Concebida en peldaños la negada porción mentida del real
bajo la lengua
Y la plaza sin bandera gritaba sus lágrimas
Y frituras cobrizas leudaban portales
Y un frío salitroso cuajaba campanas
Retablos de milagros rotos en tilma pequeña
Tus nombres
Ese delgado tallo tuyo
Arco de juegos para una
Juego de arcos para otra
Transparente sombra entre amantes
Como columna en medio
Echo mi peso encima
Y quemo
Ese delgado talle
Alguna deberá marcharse
la niña escucho agigantarse
la mujer sin rencor aguarda
Entre seres de un solo cuerpo
Ese delgado tallo
En alto
Meces
Mi espera Incubas
Transparencia
Agitada
De lado a lado
Tenaz
En ires y venires
Acomodas
Primaveral cantata
Tus pechos
Grandes órganos del mar a través
Grandes travesaños marinos en los órganos
Me equivoqué muchas veces repetí las cifras
Más una de ellas se perdió por las nuevas reglas
Dos veces dos dos veces ni una
Grandes pianos del deseo a través del desierto
Grandes pianos desiertos a través del deseo acuoso
Grandes deseos del piano del líquido desierto
Hasta las rodillas sus botas con ojos en todas partes
Tras el jaguar, la ceiba y el jabalí
Líquidos grandiosos del piano el desierto atravesando
Orgánicos marítimos grandísimos a través del salero
Las uñas contra los cedros estese en paz
Con su vestido en olas sienta mi amor
Ese animal recibe todas las noches
Olvidó su licor oscuro
La nuca tibia atrajo caricias
Grandes acordes de la pasión lunar cruzando el estío
Grandes teclas del estío a través de la lunática mirilla
Grandes cilindros lunares a través de la hastiada luna
Grandes acordeones pasionarios en el hastío de la pasión
Y pensar mi niña que este es un poema de amor.
Fue bajo un gran aguacero atravesando aires, gente su pecho fue velero y su cadera inclemente. Y al llegar la lluvia, trunca.
ágil, mi mano rotunda
dijo ahora, otra vez, nunca.
-En trozo oscuro se funda
al centro todo el misterioRelámpago en los cristales, rápido como cauterio. cicatrizaba vitrales.
Fue bajo un gran aguacero
Carbón encendido su gozo, bracero el mío, refiero.
Fue bajo un cielo lloroso.
Una sonrisa secular
Y un delgado oro
Tu cuello rayando
Lunares son en tu pecho
Las infinitas estelas doradas de mi voz
Cómo no errar en el laberinto de tu boca
Y cuándo esclarecer al ángel en la alcoba
Y heme aquí de tus poses bordando giros
Si vuelves a hablar de lo que fue no será
Es sólo un pez criado luz del espejo
Demasiado ibérico el ritmo y a ti te gustan rancheras
Esos helechos tocan mejor sin sus índices el arco de tu espalda
En fin tantas cosas nos podemos imaginar de un poema
Ayúdame a recordar qué es eso de abajo que no me olvida
Desde tus hombros
el mundo
Declarada indiferencia
Sobre mi rostro
días de adioses y azúcares rosas
Los ritos del cocodrilo cenizas
Los ánimos conduces
Soy tu primera sílaba
Y en el ocaso tu pensamiento
Hacia las torres del corazón
multiplicada vas una y otra vez como la marea regresas
Mi sangre sacrifica tus cuerpos
tus cuerpos mi sangre electrificaban
Un árbol de luz tus pupilas
chasqueas tus dedos y nos precipitamos
Allá las desmesuras de los artificios
Aquí demasiado cerca para tarde
Cálida vendas mis cejas
Manos alfiles tus pechos estiban
Tréboles de corazones
Los caballos arando los triunfos blancos
Profanos nuestros cuellos al insondable
Naturales en el transtierro
El pavorreal cantaba la ruina de los goznes
Como el desbalance de tu signo
Hacia ti estoy viniendo
El día que grita ensalmos suéltalo
Y aguardemos las termitas del aguacero
Patria ciega la lluvia traerá a nuestros besos
Como desnuda selva
solitaria te tiendes mercando lustrados vaivenes
Grito y plegaria
solar de mi casta
Cicadas fieles
Pretendimos sombra
Diluido el sesteo
enardecido el deseo Como la montaña que se alza y nombra versos de yedra en la furiosa piedra
Dos gotas de candor
Tuyas sin que degustara mi boca
Esa voz melosa colgada
Y de pronto cruda
Sordo a tus labios ácidos prendabas
Oírte venir con tus agujas trepanando
Y ese mutilado adiós de los rieles
Tu clemencia aparecida
Penetré su vigilia de indeclaradas noches
Aposento tu deseo sin llaves ni picaportes
Sus orugas roen mis sueños hilados sueños de los nueve andamios
Sellados en su provincia sumergida organillos del placer aéreo con acantilado
Acantilados de aires placenteros
placeados sus acantilados peligraban mis instantes
Amantes ciegos acarreamos nuestras sombras
Aquellas sombras arreaban a los ciegos
Y la piel al tacto horadaba el gozo
Detrás de un árbol
Bajo la piedra
Entre las ramas
Tras los muros
De la rama apedreada y del árbol del muro encima
liturgias brotaban
Perpetuas tundras
abrieron sus pestañas de enlodados rojos
Rodillos sin tambor remueven mi ahogo
Buenos días Señora
Buenas noches todos ustedes
El aire
Rastro de pájaros
Y rutas vírgenes
Iluminando pensamientos
Horizonte arriba
Esquife la extrañeza
Logro ver nada
Si reaparezco estás
Los primogénitos del tiempo
Ascienden abajo
Y más allá el aserrín
A cuestas las reliquias del ego
Acuestas las guacamayas
Precipitando su plumaje
Mis brazos prendidos
Mis manos como dioses
En tus adentros mucho más
Grecando limaduras del tigre estrechado
El eco en conos húmedos levantará al sempiterno
Seducida por el viento
El viento seduciéndote en las frondas de tus hombros
Junté mis favores y tus eslabones nublaron comisuras
En los temblores destilabas inexplicable hielo
Ardían los cristales en tus belfos agitados
Nada te fingía salvo el imprudente enigma
Río cual sonríes al horizonte agotado
Crucé mis dedos en tu nudo ciego
La arena de tu cintura desató el reloj de sombras
Ajustado a tu delta
encandilaban tus tajos
Ahí detallé cimas a tu bajura
hilvané el cabal giro
Apeteciendo adagios
sospechabas aquello inalcanzado
A tu compás
balbucías otras lenguas
Renombrando lo dulce
el acanelado resplandor de la flor atrevida el flanco satinado de especiada vainilla y el meridional cacao derretido en bucles
Guarnecida pieza bruñías o lustraban tus jadeos
Los promisorios arribos de tu ventura
Humor de mieles acumuladas
Grita menos cita
Esa vertiente entre sílabas
Una por una
La redondez de tu fortuna
El lunar anónimo de tu labio
Una sombra curvada en velos
Ese amor que asomas
Instinto tu bronce
lo toco y me tocas
En ramos lo que está siendo
Faldas falsas desaguándose
Suena tanto
Sueña
Esperada no aparece
Espía mientras acecha
Vislumbres revienta
El rostro centella
Siempre acogido
Discurriendo quedo
Vertiente y lecho
Sotos en mata
A la noche
Devine quitando El broche
Que las manejaba
Unidas
Cuatro se hicieron
Sus ancas
Ocho yeguas
Perseguidas
Las arenas
Sin costuras
Con enormes piernas
Francas
Querían volverse
Duras
Rezaban urgentes
Labios
Escalerilla incompleta
Mi mar la sobaba
A cambios
Sus cansancios eran
Meta
Sobre el silencio los ayes
Tiraban brechas y calles
En las intenciones
Orlas
Paladar sin dunas
Entraña adentro
Ensimismadamente extraña
Flecos de recogida luna
Tocamos incluso los vórtices
Eterna la calle barriendo arraigo
Batían tristezas las azotadas puertas
Mi propio cuerpo ajado parecía una siesta
Verjas de un Oriente en cumbres marchitas
Entrelazadas las púrpuras insinuaban
la estación de los estrenos
Pulcros de bestia enamorada
Enamoradamente turbios desasentados
Los volúmenes indispuestos
Un paisaje lunar sin antenas
Un deseo sin grasa en los dedos
Un gemido entre muslos como entre rocas
Narrando nada el silencio inspira
La prisión ribereña a tu costado
Edificando el azar en poema
En el verano incomprendido desde la infancia
Más bien fijado en ascuas era primavera
Purpuraba longeva nuestra deriva
Pregunto
Tu cuerpo responde
Eco de otro
Responso
Hemisferios infieles
Exclamaste
Naciente
Repito
Te soy
Más hueco pide tu pecho al mío
Golpear dos tres veces
Tirado por tus caminos
Fluyes y vuelves
Pardean las azoteas
Sin uñas herirte
Tiene halo la luna
La luna tiene marido
Dos latidos pulsan
Dos tres veces
Tu pecho al mío
Como el río al agua ahogaré en caricias
Hasta la raíz mirando el ojo espuma
Tus filos al aire vidrios borraré
El cuello al beso
al labio el roce Comerás mis vides
en ruidos repartida beberé tu copa
Desnudaremos aires guardaremos tiento
La sal remota de los caracoles
Las doce astillas del amor obligan Arderá el silencio
Arderá tu sangre
Ámbar tras tus párpados
Mujer sin fin
Como el pez al río Me traes
Sólo queda un reflejo de canciones
Y una cintura de nubes sin cielo
Un coral de amor, un furor de duelo
Sola queda de ti sólo intenciones
Reconstruir la violencia en las espumas
Deconstruir el lecho es pintar las lunas
Los ruidos, los peces, tus bellas dunas
Revivir, fundar, sólo quedan plumas
Ciegos de luz doloridos listones
Arriba soltamos gracia
Abajo
enlazamos duelo
Escenario de ayes trazan
Plisados pendones
Una máscara
Una más cara allá de tus olas
Paloma vencida el mar
Amarillo tifón a tu cintura
Cada sol que metes bajo la almohada
Que se junten o que se encuentren
Con tu geografía vasta
Con o sin luna en la piel trémula
Verte desnuda como al principio
En tu mañana desde ayer siempre
Te guardo como una pizca de sed
La mascada del viento en el puerto
Tus muslos en el desaguadero celando
Soy tu juglar de aspada vendimia
La mañana anda sus caminos
Mis caminos tus cuerpos
La mañana puso leche en los labios
Mis labios alba a tus pechos
La mañana es arena
Tu torso bahía
El mediodía inventa un pájaro
Mis manos cielos
El mediodía suda verde
Tu frente soles
La tarde a cántaros entre tus muslos
La tarde fábulas tostaba
Desde mi puente
Pastores a tus almenas
Litorales uncidos
El viento donde borbotea
En tus ingles
Memorial de sonrisas
Sin camisa el día
Desde mi puente
Trazando el camino
Este mar como tu cuerpo
Tus olas cascan avenidas
Ese barco de cabellera fugitiva
Hacia el ombligo
Tu rosa amanecida
Y el deseo cabalgado
Parece un hombre
La aguja apunta a tu cintura
La ruta más breve a los besos Cómo anhelo poner mi corazón
Despojado tu torso
De tabaco en las sedas
Mi tiento pronuncia tu adagio
Un horizonte de astas embebidas
Tu faro chorro de soles
Tu faro jaspe encantado
Al espejo descalza rizándolos
Y en mi pupila
Revuelve el escaparate tus líneas
Sobre tu vientre
Desangras tempestades
Un sinfín de luciérnagas
Hacia tu faro
Tu faro sin párpado azorándome
Tu faro manantial de obsidianas
Tu faro páramo sonámbulo
Tu faro ciénaga de los deseos
Tu faro alarido de acequias
Tu faro vértigo divertido
Tu faro mi puente
Mi puente eres tú
El bronceado ascendente de las columnas
Rubrican la brutal oscuridad
A tu figura
Arde el pabellón sereno
Desatadas apostasías
Menguante tu noche
Atrapabas mis
Roces
Doblaba la sangre
En bisel tus límites
Filo de luz inclinaba
La pasión en el desquicio
Su desnudez desnudaba
Silencioso precipicio
Parcelado y solariego
Tras mi solar desolado
Su claridad le navego
Hasta viajar constelado
Entre el sudor de sus piernas
Hundiendo lengua y pupila
Ardores de agujas tiernas
Luz que su vientre destila
Llamarte tifón o tormenta
Renombrar tus pliegues oscuros
Gira en mí tu girar perpetuo de mar grávida
Extensiones se arquean por el peso húmedo
Y mi cuerpo igual como tú antes por el mío
Esplendores púberes tu luz gotea
Débil entre hojas de té y sahumerios
Dichoso el satín de tu piel especiada
Mi tacto responde las recompensas
Despegas mensajera ganando maneras
Pierdes peso en el eje deleitado
Importa que te llame aluvión o tornado
Gira y gira y no dejes de girar
Dentro de mí como enormes latitudes
Maduro tu pecho
Desgrana la espiga
Himno en llamas
Eco de hielo
Entre tu voz y mi voz
Cantadas centellas
Duro has de tener el corazón
Como de cielo
Vegetación de palabras
tu monzón de enredadera
Desollando crestas
avenidas en tu jungla herida
Tierra de tu carne
mi denso resuello espesa
Desde un frondoso brocal de claridades
cantas reverdecida y devuelves
ramas a la vida encendiendo tatuados líquenes
Estro el astro de melosas sales
Bríndame un vaso
Secular de tu aura
Como inmenso bostezo
Sacado de otro sílice
Soplaré abundancias
Sin pichones diáfano
Largo brazo el bajel
Rayando dudosas cumbres
Hundiste tu mano aguda
Extrajiste el alba de mis sienes
A la hora justa la fuente
Cimbran tus reflejos y mi sed escamas
Desnuda pasas mis desvelos
Pasan íngrimos los abalorios
amonedadas tus caricias ruedan
Testimonial la morena festiva
empedrabas su atrio calzando insomnios
Velaba sin velas tus velámenes y tus dedos repasaban mi alfabeto
Silabando y aspirando un siglo sucedías una a otra como páginas de agua
En sábanas prendidos de sirenas trozos de cielo estallaban las súplicas
La espada trazando el sarro advertido
Vaporosa la fuente tiritaba
A esta hora la plaza
Dormido su lecho al sueño, figuras entretenidas sus pies al amante.
Y no hace falta ver el palpitante infinito, sus nichos sobre duras esquinas donde el viento vez
alguna
derramó sus dones tras una roca
madura en color y aromas de loca seña. No repares esta fortuna de derramadas luces. En celada el triunfo como el revuelo creciente
al tiempo gritaría
combatiente
tras rústicos reires en almohada.
Versión digital comprimida para Flipp Ciudad de México
Octubre 2023
Vladimir Rothschuh es autor de los libros Breviario al Alba, Ciudadano Global, Ayotzinapa tu Violencia y Alegoría del Deseo. Ha sido desde 1985 ensayista, editorialista y articulista para revistas y periódicos tales como: Revista Vuelta, El Heraldo de México, La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, Boletín Bibliográfico Internacional Azteca del FCE, El Sol de México, La Prensa, Revista Siempre!, Revista Impacto, El Heraldo de Puebla, El Heraldo de Aguascalientes, La Opinión, El Diario del Yaqui, Gaceta de la Escuela Nacional Preparatoria, UNAM, Rumbo, El Financiero, Impacto Diario, Revista Tribuna, Kaosenlared, Las2orillas y León Noticias, entre otros.