Revista Momento Septiembre 2019

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Ha obtenido reconocimientos nacionales por su trabajo

cho reconoce que su esposa y sus hijas le ayudan en este oficio, porque “hay que estar tejiendo todo el tiempo. Trabajo diario. Si no, nos da tiempo cuando nos hablan para pedir los encargos”. A veces descansan un poco los domingos, aunque la mayor parte de las veces la dedican a alguna de las faenas del proceso: recolección, emparejado, oreo o tejido. La venta la realizan en su propia casa, ya que carecen de un local. Añade que ha dejado de ir a las expo-ventas por el alto costo para tener un puesto. Por ello, pide a las autoridades que brinden más apoyos y facilidades a los artesanos, que se ven rebasados por los gastos. Considera que sus precios favorecen a la clientela. Por ejemplo, una bolsa la vende en 150 pesos, a pesar

de que les lleva ocho días hacerla. Un florero grande ha sido la pieza más cara que ha vendido, ya que la comercializó en 2 mil pesos. De ahí, el resto de los productos los vende en 800 o 500 pesos. “Esos son los más caros”. Además, resalta que son creaciones personales, diseñadas por él mismo.

—¿Qué es lo más difícil que ha hecho?

—Las lámparas. Son un poco difíciles. Es el mismo tejido, pero se tarda más. A veces me las llegan a pedir, aunque lo que más hacemos es cestería para recuerdos. Todo está difícil. No es fácil de hacer algo. Se ven las piezas que están bonitas, pero para armarlas no es tan fácil. Son muchos procedimientos que llevan. Lo más difícil del proceso es la preparación, desde ir a cortar la palma, orearla, cortarle el filo, lavarla. Es un trabajo

de tiempo completo. Hasta ahora han mandado a otras entidades, como Guanajuato y la que elabora justo mientras da esta entrevista, que acabará en San Luis Potosí.

Reconocimiento al esfuerzo

Antes de dedicarse de lleno a la cestería, Felipe Hernández trabajó como albañil. “Aquel trabajo era pesado. Aquí no se gana más, pero es más descansado y es propio. Y en la albañilería hay que trabajar con patrones y hay que andar duro y duro”, acota. Ahora, tras dos décadas y media de tejer con la palma de sotol, ha cosechado varios reconocimientos. Recuerda que en 2005 obtuvo un segundo lugar en un premio nacional convocado por el Fondo Nacional para el Fomento de 15

las Artesanías (Fonart). “Hice un canasto en forma de abanico en lo de abajo y lo llevé al concurso de Fonart. Después me avisaron que me tenía que presentar en México, porque mi pieza se había ganado un segundo lugar nacional. Es bueno. Es bueno que haya ganado en México. Eso fue en 2005. Después, en 2011 obtuvo una mención honorífica en el Concurso Gran Premio Nacional de Arte Popular. En esa oportunidad presentó un frutero, también hecho con palma de sotol. Además, ha obtenido reconocimientos en certámenes estatales. Para cerrar la entrevista, recuerda que cuando acudía a las expo-ventas, aprovechaba para seguir tejiendo, detalle que llamaba la atención de los visitantes, ya que otros artesanos sólo se dedicaban a mostrar y comercializar sus productos.

—¿Alguien de aquí le ha pedido que le enseñe?

—No, nadie. No les llama la atención, aunque de otros lados sí me lo han pedido.


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