Revista Momento Febrero 2022

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Editorial

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cien años del natalicio del Maestro Desiderio Hernández Xochitiotzin. Revista Momento lo recuerda con una entrevista realizada en el municipio de Huamantla, donde radica uno de sus hijos: el único que estuvo muy cerca aprendiendo las técnicas de cómo pintar un mural. Hablamos de Cuauhtlatohuac, cuyo significado es “el que habla con voz de verdad” y quien es el séptimo hijo de la familia Hernández Xochitiotzin, nos comparte como es ser hijo de un personaje tan importante en nuestro estado. Su inquietud de mirar a su padre trabajando muchas horas, le permitió poco a poco involucrarse en tareas modestas, pero al fin, de gran peso artístico. Fue hasta que una empresa privada poblana le pidió hacer un mural, donde se convirtió en el asistente principal de su padre durante un año y nueve meses. La carrera de Cuauhtlatohuac ahora está enfocada a un procedimiento plástico al que llamo “fresco real transportable”; un procedimiento igual que el de un mural pintado al fresco, pero en un soporte movible (como el que exhibimos en la portada). Por otro lado, presentamos una entrevista con el historiador Armando Díaz de la Mora quien hace un recuento de lo que significa que un artista como el maestro Desiderio haya elegido Tlaxcala para dejar una de las obras más importantes: los murales del Palacio de Gobierno. A pesar de que se confirma que Desiderio nació en la ciudad de Puebla, su descendencia y amor por la cultura Tlaxcalteca lo lleva a pintar los murales que reflejan nuestra historia. Agradecemos el apoyo del Director del Instituto Tlaxcalteca de Desarrollo Taurino (ITDT) José Luis Angelino y del Secretario de Cultura Antonio Martínez Velázquez para llevar a cabo el conversatorio en el marco del natalicio del matador Rodolfo Rodríguez el Pana; además de la presentación del paso doble compuesto por Carlos Cea. Lo anterior es parte de las celebraciones que llevaremos a cabo durante este año que Revista Momento cumple 15 años; recordando entrevistas que nos han permitido ganar premios, como la que hizo Carlos Avendaño en octubre 2008 y que fuera nuestro segundo premio como mejor entrevista.

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170 XIV Año

Portada: federico rÍos macÍas

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Contenido

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Tras los pasos de Xochitiotzin Cuauhtlatohuac Xochitiotzin Ortega

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A cien años del natalicio de Desiderio Hernández Xochitiotzin

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El tiempo no pasa solo por pasar. Confidencias de la memoria en la calle Periodistas

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Las personas perfeccionistas

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Tras los pasos de

Xochitiotzin. Cuauhtlatohuac Xochitiotzin Ortega

Por: Yassir Zárate Méndez, Marisol Fernández Muñoz

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Fotos: Federico Ríos Macías, Melisa Ortega Pérez

finales de Enero, el Congreso del estado declaró a 2022 como el Año del Centenario de Desiderio Hernández Xochitiotzin. De esa manera, los legisladores buscan rendir homenaje al tlacuilo que se dio a la tarea de investigar sobre la historia de Tlaxcala y luego llevar ese relato hasta los muros del Palacio de Gobierno. Los murales de Hernández Xochitiotzin retratan los testimonios de numerosos cronistas, que abundaron sobre parte de la historia de Tlaxcala. Testigo directo de esa labor fue Cuauhtlatohuac Xochitiotzin Ortega, parte de la numerosa descendencia del pintor y cronista. En esta entrevista, da cuenta del minucioso trabajo desarrollado por su padre, un hombre de profundas creencias religiosas, tradicionalista en su trazo y en el discurso pictórico que desarrolló en su principal obra. A través de la memoria de Xochitiotzin Ortega nos asomamos a la personalidad de un personaje singular en la vida de la entidad.

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—¿Qué significa su nombre? —Mi nombre, Cuauhtlatohuac, es el nombre original de Juan Diego, a quien se le apareció la virgen del Tepeyac. El significado de mi nombre, textualmente traducido al español, es «El que habla como águila». La interpretación de las personas que aún hablan náhuatl sería «El que habla con voz de verdad» —¿Cómo está conformada su familia? —Mi familia se conforma, primeramente, con la unión de mi señor padre, el maestro Desiderio Hernández Xochitiotzin, y mi señora madre, Lilia Ortega Lira de Xochitiotzin, y una serie de diez hermanos en total (siete varones y tres mujeres), de los cuales todos, o al menos la mayoría de nosotros, tenemos nombres prehispánicos: mi hermano mayor, de nombre José Guadalupe, en honor a la virgen Guadalupe, quien posteriormente hace llamarse Cuicatzin; después siguen mis dos hermanas Xóchitl y Citlalli. De ahí sigue mi hermano Xicohténcatl, que es sacerdote; luego Motenehuatzin, quien actualmente vive en la Ciudad de México. Mi otro hermano, que también es sacerdote, Nezahualcóyotl, y luego sigo yo, el séptimo de la familia, Cuauhtlatohuac. Detrás de mí siguen mis hermanos Topiltzin y Tecayehuatzin, y finalmente mi hermana Cicueltzin. Todos tenemos nombres prehispánicos, sobre todo, por el cuidado que tenía mi papá de seguir con la tradición familiar de resaltar la cultura tlaxcalteca a través del uso del náhuatl, lengua nativa de Tlaxcala, en nuestros nombres, misma acción que llevó a cabo para consigo mismo; debido a que su apellido paterno era Hernández, él de alguna manera pensó que el apellido materno Xochitiotzin era el que debería perpetrarse. De hecho, en Europa lo empezaron a conocer como Xochitiotzin y a su regreso todos comenzaron a llamarle “El maestro Xochitiotzin”. De modo que a todos nosotros nos coloca nombre prehispánico y el apellido también, aunque todos nosotros debimos haber tenido por apellidos Hernández Ortega, él decidió

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hacer arreglos con el juez para poder implantar en todos nosotros el mismo apellido que él y así todos nosotros pudiéramos ser reconocidos de manera pública como sus hijos. El Hernández se comprimió únicamente a la H, con lo cual mi padre bromeaba más tarde, diciendo que la H. era por honorables. —¿Cómo ve la decisión que su padre tomó en ese momento? —A mi manera de pensar es una decisión muy buena. Debido a que con los apellidos Hernández Ortega no nos sentíamos muy identificados con él. Lo cual le preocupó y decidió darnos la oportunidad de seguir con el legado Xochitiotzin. Este apellido es muy antiguo y sobre todo con gran tradición prehispánica. Mi padre, siendo un hombre muy apegado a la tradición cultural mexicana-tlaxcalteca, se preocupó en ese sentido y nos hereda a su vez esta manera de pensar. —¿Dónde nació su papá? —Mi padre nace en San Bernardino Contla, específicamente en el barrio de Tlacatecpa, barrio muy antiguo de Contla Tlaxcala. Nace el 11 de febrero de 1922. Para esas fechas la familia de mi papá estaba viviendo en Puebla, pero semanas antes del parto mi abuela pide regresar a Tlacatecpa y ahí es donde tiene a mi papá. En ese lugar todavía existe una casa donde se encuentra una placa, donde se especifica que ahí nació mi padre. —¿Ahora, usted específicamente, cómo recuerda su niñez? —Hay varios aspectos, pero tomaré como punto de partida mi niñez en relación con mi familia. Mi niñez rodeada de mi familia era muy

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interesante en el sentido de que teníamos un padre que la mayoría del tiempo se la pasaba trabajando (tenía conferencias, clases, entrevistas, platicas, asesorías); era una persona muy activa. Pero los momentos que podíamos compartir con él, era para empaparnos de historia. Durante las horas de comida, él hablaba siempre de historia, hechos históricos como acerca de los revolucionarios, la historia de Tlaxcala, anécdotas históricas. Al principio era como que muy empalagoso el hecho de escuchar siempre las mismas historias, pero ya con el tiempo empieza uno a absorber conocimientos y, sobre todo, a valorar realmente lo que nos platicaba. En otro sentido, los hermanos, como éramos muchos, estábamos como jerarquizados en lo que eran las élites familiares: los tres hermanos mayores eran los que tenían la vara alta, por decirlo de alguna forma. Eran los que mandaban; luego los tres siguientes, quienes también

tenían una gran influencia; y los últimos tres, quienes teníamos que hacer todo y seguir las ordenes de los hermanos mayores, aunado a las ordenes de mis padres. Con el tiempo eso fue cambiando, al surgir en nosotros la necesidad de aprender y poder compartir con mi padre un diálogo que resultara enriquecedor en cuestión de conocimientos históricos, propiamente. Es como pudimos dirigirnos con él directamente y ya no a través de los hermanos mayores, quienes llevaban la batuta de todos nosotros. Mi padre era una persona muy parca, en el sentido de que era muy serio con sus hijos, nosotros como hijos lo veíamos trabajar. Pero no era lo mismo ver al señor trabajar allá en los murales o verlo trabajando en el caballete cuando sabías que ese era su espacio sagrado, al grado de que si llegabas a hablar o interrumpirlo, se molestaba muchísimo. A mí de pequeño me gustaba mucho sentarme en una silla pequeña, cerca de donde él estuviera trabajando, a


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ver cómo pintaba. Sabía que no tenía que estar de preguntón o hablando, porque eso le molestaba, a menos que él me preguntara algo es como podía hablar. Era muy interesante ver cómo de los lienzos blancos empezaban a aparecer colores y figuras; era impresionante para mí, porque la creatividad que él manifestaba era algo muy importante. Sobre todo, me daba curiosidad cómo creaba las cosas, pues no cualquiera tiene la facilidad de crear cosas de la nada. Cuando me daba la oportunidad de hablar, yo le preguntaba: “¿De dónde sacas esas figuras? ¿Cómo sabes que ese personaje debe de llevar esa ropa?”. Él contestaba: “Hay que estudiar, usa la biblioteca, su biblioteca era de unos 15 mil libros, aproximadamente; busca ‘x’ o ‘y’ libro, y ahí están las formas de la vestimenta. Me decía el lugar donde estaba el libro y en algunas ocasiones la página exacta en donde podía corroborar lo que él me decía. Me sorprende la capacidad mental que tenía. Recuerdo bien una anécdota que nos contaba: cuando fue chico nunca tuvo los recursos económicos suficientes

para comprar libros de un solo tajo; lo que hacía era irse a la Ciudad de México y en la calle Donceles, que era donde estaba la mayoría de tiendas de libros, caminaba y se metía a la tienda número dos, por ejemplo. En esa tienda buscaba el libro, no sé, La historia de Tlaxcala, y lo empezaba a leer ahí mismo, dentro de la tienda, hasta que los vendedores se percataban de ello y lo corrían porque obviamente debía comprar el libro para poder leerlo. Lo que él hacía era memorizar la

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página del libro, salir de esa tienda, caminar un poco más y entrar en otra, donde preguntaba por el mismo ejemplar para retomar la lectura en la página que se había quedado. Así de tienda en tienda, recopilando información que memorizaba sin necesidad de adquirir el libro. Eso en verdad me sorprendía y me resulta muy interesante. —¿Usted recuerda cuál fue la plática de cómo él empezó a involucrarse con esto de los murales? —Recuerdo que al respecto mi padre

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siempre le dio el crédito a Miguel N. Lira. Él nos llegó a mencionar que en cierta ocasión N. Lira lo citó y le preguntó “¿Por qué no pintaba un cuadro acerca de la grandeza de Tlaxcala?”. Entonces él se propuso a hacerlo. Pero al momento de empezar a investigar, recopilar datos y apoyándose de historiadores de la época, se percató de que la historia de Tlaxcala es muy amplia. De todo lo que había recolectado se dio cuenta de que un solo cuadro no era suficiente para plasmar la grandeza de Tlaxcala. De modo que se empezaron a hacer los movimientos culturales con el gobernador de esa época y se creó el proyecto para comenzar los murales del Palacio. En el Palacio de Gobierno de Tlaxcala capital podemos percatarnos de que la parte inferior, donde uno camina normalmente, es la primera época (prehispánica). Muchos de los aspectos de esos murales de la parte baja, mi padre nos platicaba que tenían que ver con la época antigua, pero no como se es concebida en los libros. El investigó por cuenta propia, la situación histórica vista desde los tlaxcaltecas; también investigó la forma en que se pintaba en la época antigua. Y aquí sucede algo curioso, cuando él ya estaba trabajando en los murales de Palacio de Gobierno, en 1973-75 aproximadamente, se descubre Cacaxtla. Mi padre acude a observar los murales que están en Cacaxtla y los compara con su trabajo. En ese momento se da cuenta de que no estaba tan equivocado con la estética antigua y la que él estaba trabajando. Si puedes ir y visitar el Palacio de Gobierno, te darás cuenta de que los murales

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de la planta baja están realizados con una paleta de colores al estilo prehispánico. Y si posteriormente visitas Cacaxtla podrás percatarte de que la similitud en ambos murales en cuanto a colores, estilos y trazos es muy similar. Lo que mi padre quería lograr con ello es que, al observar su mural, realizado con esa paleta de colores similar a la de Cacaxtla, la gente pudiera tener esta unificación visual y estética con el mundo prehispánico que nos antecede. —¿Qué es lo que más le impactaba del trabajo de su padre? —Aparte de la manera en cómo creaba las figuras y cuál era la concepción de las piezas. Me impactaba su manera de adentrarse a lo histórico. Él tenía mucha inquietud en el querer rascar

más allá, es decir, dentro de lo que es la pintura de caballete o mural. Él buscaba que no solo fueran pinturas y ya, sino que estas tuvieran un trasfondo importante, pero desde el mundo antiguo. Todas las composiciones o trazos que hacía siempre tenían una estructuración detrás. No nada más se trataba de pintar por pintar; de alguna manera lograba fundamentar sus pinturas. Al igual que un arquitecto construye una casa, para que esta se mantenga en pie durante mucho tiempo, necesita de buenos cimientos. Detrás de una obra mural o pictórica, también. Lo que él hacía era contemplar los elementos geométricos detrás de cada una de sus obras. Para así lograr hacer de ellas algo atractivo y balanceado


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(con centros, laterales, profundidad). Todo eso a mí me cautivaba y llamaba mucho mi atención, porque había cuadros que él hacía, los cuales tenían esa magia muy peculiar. Cuadros que daban una impresión gráfica, la cual parecía ser mística, que cuando uno los ve detenidamente, la impresión que te dan de inmediato parece ser de algo sagrado. —¿Cuál fue la forma en que se involucró directamente con el arte de su padre? —Comencé ayudando a mi padre a hacer diplomas que instituciones públicas y privadas le encargaban. De más pequeño solo me dejaba ayudarle con la elección de pieles donde se plasmaría el contenido del diploma. Mi padre era de la

idea de que es el padre de familia el único que ha de encargarse del sustento económico de la familia. Sin embargo, yo realmente sentía feo el ver que eran las 2 de la mañana y él seguía trabajando. Me comencé a acercar más a él y demostrarle que era capaz de ayudarle a hacer un diploma casi igual a los que él hacía. Tiempo más tarde, cuando finalmente logré convencerlo, me dejó ayudarle con la elaboración de las letras. Nos alternábamos él y yo; mi tarea era hacer todo lo que eran letras y él se encargaba de hacer todos los ornamentos laterales (el arte verdadero). Él ponía la firma y, sobre todo, él cobraba. Con el tiempo ya comenzó a darme una pequeña parte del pago.

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Posteriormente, comencé a elaborar también los ornamentos de los diplomas, o sea, trabajar las tintas en colores sobre la piel, que es muy difícil de trabajar. Los clientes de mi padre se comenzaron a percatar de que alguien más hacía los diseños de escudos dentro de los diplomas y comenzaron a contactarme. Hice escudos de Tlaxcala y Puebla. Tiempo después me contactaron para realizar un escudo para el Museo Hidromineral. Me puse a trabajar el escudo de Tehuacán, que es la embotelladora Peñafiel. Cuando lo terminé, se lo mostré a mi padre para que me diera el visto bueno, pero todo me lo deshizo corrigiendo cosas que no debían de ir en el escudo. Así sucedió de tres a cuatro veces, hasta que logré el escudo adecuado y lo aprobó. Con el tiempo estas mismas personas me dicen que en el mismo museo van a querer un mural con la historia del agua de Tehuacán. Hice maquetas con dibujos, como aprendí en la escuela cuando cursé la licenciatura de arquitectura y les entregué el proyecto, con maquetas y dibujos, a los gerentes de la embotelladora. También les entregué un libro con las pinturas que se encuentran en el Palacio de Gobierno, a manera de persuadir a los gerentes con que el mural quedaría con esa misma calidad estética. Claro que fue una mera presunción de mi parte en esos momentos, porque yo nunca había realizado un mural. Dos semanas después me contactan los gerentes para que decirme que sí se va a realizar el mural, fijamos costos y todo. Pero al final, me dicen que quieren que sea mi padre quien

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lo pinte. Evidentemente dicha noticia me cayó como balde de agua, porque el autor iba a ser yo. Le tuve que decir a mi papá para que me apoyara en el proyecto, a lo cual tardó en acceder. Pero finalmente decidió pintar el mural y asesorarme en el proceso. Yo creí que sería demasiado fácil pintar un mural, lo veía todo el tiempo pintar, sin embargo, estaba muy equivocado. La forma en que pintaba mi padre era un proceso sumamente complejo y detallado, con lo cual conseguía ese nivel estético en todas sus pinturas.

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Tardamos un año y nueve meses en terminar el mural de Tehuacán. —¿Fue el único hijo que se interesó por el muralismo? —Sí, porque es algo muy complejo. Y yo veía que mis hermanos tenían inclinaciones diferentes y formas de pensar distintas. Yo desde pequeño me interesé por el dibujo al ver a mi padre pintar, aunque no sabía dibujar. Eso me trajo algunos problemas en la escuela, porque me decían: “¿Cómo es posible que siendo tu papá Desiderio Xochitiotzin, tú no sepas dibujar?”. Entonces tienes que

empezar a hacer algo, en este caso, quise empezar a intentar dibujar. Pero no es tarea fácil, como todo arte, es algo que debe ser cultivado y reforzado día a día en la práctica. Recuerdo que mi padre al estar siempre ocupado, con diferentes labores que realizaba, no tenía tiempo de enseñarme. Tampoco hice el intento de pedírselo, pues siempre lo veía ocupado. Así que lo que hice fue empezar a dibujar por mi cuenta. En una cierta ocasión, en mi habitación tenía una mesa en donde solía dejar mis dibujos. Un día llego de la escuela y veo que mi papá tiene en su escritorio todos mis dibujos. Y me dice: “Encontré esto en tu mesa, a ver, ven para acá”. Me dirigí con él y con un plumón de tinta permanente que tenía, empezó a rayar mis dibujos haciendo muchas correcciones y diciéndome: “Este árbol está mal estructurado, esta perspectiva ni siquiera existe”. Yo quedé sorprendido y a la vez molesto porque nunca le pedí que me enseñara; sin embargo, mi padre a pesar de ver mis expresiones siguió rayando todos y cada uno de mis dibujos. Con el coraje y la sorpresa le dije: “Bueno, Okey, está mal todo. Ahora dime qué es lo bueno, para partir de ahí y perfeccionarlo”. A lo que él me contestó: “Lo mejor de todo esto, hijo, son tus hojas en blanco”. Me enojé muchísimo, porque pensé que no tenía sentido lo que estaba haciendo. Sin embargo, no dejé de dibujar y ahora tomé precauciones: cerraba mi cuarto con llave. Pero de todas formas mi padre consiguió la forma de meterse a mi cuarto, con su propia llave y lo volví a en-


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contrar con mis dibujos, haciendo exactamente lo mismo, rayando todos mis dibujos. Me daba mucho coraje el hecho de que una gran persona como mi padre me dijera: “No sirve lo que estás haciendo”. Pero no dejé de hacerlo, llegó la ocasión en que estaba yo dibujando un águila que me estaba gustando muchísimo, de hecho, aún la tengo. Un día llegué de la escuela y lo vi con mis dibujos nuevamente; el águila estaba hasta debajo de todos. Entonces empezó a rayarlos. Cuando agarra el águila, lo detengo y le digo: “¡Espera, espera!”, a lo que él me contestó: “¿Por qué? Esta águila está mal dibujada, tiene los ojos mal, el semblante está chueco”. Y le dije: “¡No! Esta águila me gusta. Es mía y así la quiero”. Mi padre me dijo: “¡Hasta que por fin te diste cuenta! Tú eres el único que

debe defender tus cosas, tus dibujos, porque nadie más lo hará por ti”. Era una manera muy especial de enseñarme. Me daba coraje, en efecto, pero no me percataba de que también me estaba enseñando, a su manera, claro. Me enseñó entonces que si el día de mañana el maestro ‘x’ de gran talla me dice: “Es que tu obra está mal”. A mí no me ha de importar, porque es mía y es lo que sé hacer. Pintar esto es lo que a mí me da alegría. De esta manera empecé a tomarle un cariño diferente a una persona como él. Su forma compleja de vivir era muchas veces silenciosa entre la gente. —¿Qué significa para usted ser hijo de Desiderio Hernández? —Es algo muy honorable. No es lo mismo llegar y decir, mi padre es, no sé, “Juan Pérez” sin demeritar. A mi padre lo vi muy accesible, muy sereno, sencillo y por lo mismo diría:

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“Si él fue tan sencillo y tan humilde con la gente ¿quién soy yo para andar con una bandera diferente?” Es un gran orgullo que Desiderio sea mi padre, una persona que trabajaba todo el tiempo (no por necesidad u obligación) por mero amor a su tierra tlaxcalteca. Mi padre no fue conocido solo en Tlaxcala, hay que reconocer que fue un personaje realmente grande, importante e influyente. —¿Ahora a sus 52 años hacía dónde va dirigida su obra con todo este aprendizaje que le dejó su papá? —Tiene varias vertientes, una de ellas es cumplir una tarea que mi padre dejó inconclusa. Los murales de Palacio de Gobierno están inconclusos. En la parte de las escaleras falta una sección que es cuando él enferma y ya no puede terminarla. Entonces por un lado sería concluir ese fragmento. Y, por otro lado, es despegar lo que es mi trabajo artístico del trabajo de lo que es el maestro. Porque muchas veces es para mí honor, claro que sí, pero llego hasta cierto punto de decir: “Me estoy haciendo la caravana con un sombrero ajeno”. No sería algo digno hacer eso. Por otro lado, sería entonces, crear mi propio nombre, en el sentido de mis proyectos, mis trabajos. Así que realicé un nuevo procedimiento plástico al que le llamé “fresco real transportable”. Es un procedimiento igual que el de un

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mural pintado al fresco, pero en un soporte movible. Entonces en lugar de que te dirijas a una institución a pintar un mural, tú puedes pintar esos murales en soportes especiales y darles un cierto matiz de antigüedad con procedimientos naturales. Lo que se llama una meteorización natural. Esto se hace dejando las piezas trabajadas en exteriores por un periodo de tiempo (sic) y esto hace que la obra empiece a deteriorarse de manera natural. Entonces todo lo que yo he aprendido de mi padre quise plasmarlo en estos nuevos procedimientos, los cuales han dado buenos resultados. De hecho, hay piezas que se han llevado a Alemania, hay otras que están en Austria y Barcelona. —¿Qué cree que le diría ahora su padre? —Yo creo que me diría lo mismo que me dijo cuando ya estaba enfermo: “Estás empujando fuerte”. Recuerdo

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que cuando ya estaba muy enfermo, él me pidió un favor. Tenía un cliente que le había pedido un cuadro, pero ya no podía pintar de la misma manera, porque sus manos ya estaban muy mal. Así que me pidió terminar el cuadro en su lugar, ocupando el mismo estilo que ocupaba él en todas sus obras. A lo cual accedí sin problema alguno. Él me proporcionó el lienzo y los materiales para llevar a cabo el cuadro con el cual se había comprometido a entregar. Se trataba de pintar la guerra de los tlaxcaltecas contra los texcocanos. Empecé a pintar el cuadro y recuerdo que cuando estaba a punto de terminar, soñé que a los tres días de entregarle el cuadro terminado a mi padre, él moría. Entonces pensé en no terminar el cuadro, o al menos postergar su entrega, por miedo a lo que había soñado. Después de tres meses de aplazar la entrega del cuadro, sucedió lo que tanto

temía. Llevé el cuadro a mi padre y, en efecto, justo tres días después, muere. Lo que hice después de eso, fue rastrear al señor del cuadro y decirle: “Te pinto lo que quieras, no me pagues nada, pero devuélveme el cuadro por favor”. Por fortuna, el señor aceptó. Me pidió que pintara a su madre o algo así, nada similar a lo que le habíamos entregado. Logré recuperar el cuadro, aún lo tengo, y es muy importante para mí porque prácticamente ese fue el último cuadro que mi padre pudo ver antes de morir. —Y a cien años de su natalicio ¿qué le diría a la gente de su padre? —Mi padre fue una gran persona, hablando en pasado, lamentablemente. Sin embargo, pues estamos de paso. Yo le comento a las personas que no es tanto la leyenda de lo que vemos en sus murales, sino es la persona quien lo hizo. Aquel maestro que fue muy allegado con las personas. En Contla me he encontrado con personas que me cuentan: “Yo un día acompañé a tu papá a comer unos tamales”. “Un día tu papá pasó por el parque y me quedé platicando un buen rato con él”. Cosas como de ese estilo. Todas esas personas que tienen esos recuerdos y que todavía los mantienen vivos. Es lo que mantiene viva la memoria de él. Entonces digamos que hoy día, a cien años de su nacimiento, la gente tiene una gran concepción de lo que fue el maestro. Con mi padre, a diferencia de otros pintores, se genera una cercanía tremenda con las personas. Yo podré ser una persona muy humilde, muy amable. Pero nunca voy a ser el gran maestro Desiderio Xochitiotzin.




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A cien años del natalicio de Desiderio Hernández Xochitiotzin Por: Yassir Zárate Méndez

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urante la segunda mitad del siglo XX, la narrativa en torno a la historia de Tlaxcala estuvo marcada por la obra de Desiderio Hernández Xochitiotzin. Desde que el tlacuilo comenzó a pintar los muros del Palacio de Gobierno, sede del Poder Ejecutivo local, en la ciudad de Tlaxcala, se impuso la lectura personal que hizo de autores como Diego Muñoz Camargo, Juan Buenaventura Zapata y Mendoza y fray Toribio de Benavente Motolinia. Así, a medida que avanzó la obra, se fue construyendo un relato prácticamente inamovible. Se construyó un mito, que incluso alcanzó a la figura del propio autor. Por ejemplo, se alteraron datos para reivindicar el origen tlaxcalteca de Hernández Xochitiotzin, a pesar de la evidencia documental que apunta hacia Puebla como su lugar de nacimiento. Pesquisas efectuadas por investigadores como el historiador Armando Díaz de la Mora han permitido desmontar estas versiones, al tiempo que ofrecen luz sobre el legado del muralista y escritor. Momento conversó con Díaz de la Mora, sobre la obra y la figura de Desiderio, como también se le conoce al autor nacido el de febrero de 1922, en el número 205 de la avenida 3 Oriente, de la ciudad de Puebla, y no en el barrio de Santa María Tlacatecpa, de San Bernardino Contla, como se afirma en algunas de las biografías escritas por familiares del artista. A este artículo lo acompañan las actas de registro y de bautismo de Hernández Xochitiotzin, cedidas por Díaz de la Mora.

Los verdaderos orígenes de Desiderio A propósito de esta polémica, el investigador recalca que Hernández Xochitiotzin nació en Puebla: “Todos los documentos lo confirman así”. Sin embargo, el investigador pone de relieve que el propio artista “se asumió como tlaxcalteca. Me parece que ese es el gran valor, porque pudo venir a Tlaxcala, hacer los murales, ganar dinero, volverse a ir y buscar fama en otro lado o buscar otros horizontes. Sin embargo, decidió quedarse en Tlaxcala y hacerse tlaxcalteca, porque era la tierra de sus mayores. Me parece que ese es el gran valor que no hemos querido o no hemos podido aceptar y entender”. Díaz de la Mora es particularmente incisivo en el punto, al argumentar que Hernández Xochitiotzin pudo seguir en Puebla, habitando la zona de confort que se había creado en sus treinta y cinco años de residencia en la Angelópolis. Por ello, le reconoce que se haya aventurado a cruzar los límites entre ambas entidades, con apenas algunas recomendaciones y sin tener una trayectoria en Tlaxcala, haciendo caso al escritor Miguel N. Lira, con el que había trabado contacto. “Pudo haber fracasado, pudo haber sido que después de los primeros murales, le hubieran dicho ‘Sabes qué, pues muchas gracias por participar y ahí nos vemos’. Sin embargo, él se la jugó. Casi de 35 años se vino a Tlaxcala, se la jugó y le resultó, porque además hizo una obra impresionante. —Esto quiere decir que su infancia, su adolescencia, su juventud, su primera madurez

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la tuvo fuera de Tlaxcala. —Sí, él se forma en Puebla, sabemos lo del Barrio del Artista, que él tiene participación allá y donde desarrolla su primera etapa; esa etapa primaria la hace en Puebla. Eso está fuera de toda duda. Románticamente dicen que se fue muy niño, que se fue a estudiar allá y que allá se formó. También por ahí alcancé a leer que era costumbre de la época irse a bautizar a Puebla o ir registrarse a Puebla. Pero bueno, buscamos cómo resolver algo que de verdad que no le encuentro necesidad de defender; es algo que no va a afectar, ni va a modificar, ni va a cambiar la obra de Desiderio en Tlaxcala. Que se debe aclarar, se debe aclarar y esto, insisto, es un bien incluso para él mismo. Hay que señalar que él es descendiente de tlaxcaltecas y que la tierra de sus mayores lo llamó. Él se asume como tlaxcalteca, aunque no haya nacido en Tlaxcala; él se asume como tal y es un gran valor haberlo hecho. Nada de experimentos; nada de La obra en Tlaxcala: los murales de duda ejerció una notable influencia en el estilo y el sentido que iba a abstracción ni de ensayar con las Palacio de Gobierno Todas las versiones coinciden en destacar que el arribo de Desiderio Hernández a Tlaxcala se debió a la invitación que le hizo el escritor y político Miguel N. Lira, para que se hiciera cargo de pintar los murales del Palacio de Gobierno. El autor de La Escondida había convencido al entonces gobernador Joaquín Cisneros Molina para que la sede del Ejecutivo local contara con un acervo parecido a Palacio Nacional, donde Diego Rivera había pintado Epopeya del pueblo mexicano, en 1935, una obra que sin

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desarrollar Hernández Xochitiotzin dos décadas más tarde, cuando en 1957 comenzó el trabajo del artista recién llegado de Puebla. Sobre la naturaleza de los murales, el primer signo que salta a la vista es el figurativismo. Desiderio es heredero de una larga tradición, que se remonta a las cuevas de Altamira y Lascaux, y luego tiene una andadura de milenios, pasando por la Antigüedad grecolatina, se estaciona en el Renacimiento y luego transita al academicismo de los siglos XVIII y XIX.

vanguardias, que para esas horas ya formaban parte de los manuales de historia del arte. Apegado a la tradición de los pintores del Barrio del Artista de Puebla, pinta lo que ve… con sus matices. “Sin duda estamos ante un artista que es realista en su presentación; no hay surrealismo, no hay elementos abstractos, no hay estridentismo en su obra. Más bien estamos hablando de realismo, pero además él presenta sus personajes con un estilo muy diferenciado de los muralistas populares o tradicionales del país. El


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XX, asienta Díaz de la Mora. “Si lo comparamos con Chávez Morado, con Diego Rivera, es una estilística y una estética diferente. Es una manera de narrar los acontecimientos históricos de otra manera”.

El perfil político

acabado estilístico y estético de sus personajes, de la interpretación de la arquitectura y de los elementos utilitarios, los objetos prehispánicos, lo van distinguiendo”, abunda Armando Díaz de la Mora. Y añade que el artista se niega a hacer una copia de lo que ve. Para el investigador, Hernández Xochitiotzin desarrolla un estilo muy particular, destacando la expresión facial de sus personajes, “esos rostros morenos” que tachonan las paredes del recinto oficial. Díaz de la Mora argumenta que el tlacuilo no copia el Lienzo de Tlaxcala, “ni se va al extremo del estridentismo

o del muralismo de mediados del siglo XX, cuando comienza su obra. Esto hace una singularidad y una particularidad que no se ve en otras partes. Sus rostros son muy acabados, muy terminados; se trata de rostros morenos, rostros donde le impregna esta identidad nacionalista, esta identidad tlaxcalteca, esta identidad de indigenismo que es poco encontrado en otros murales que reseñan épocas prehispánicas o hablan de pueblos indígenas. Es una de las cosas que distinguen particularmente a la obra de Desiderio en estos murales”. Es así como se aparta del muralismo “ortodoxo” de mediados del siglo

Pero hay otro rasgo fundamental que lo aparta de sus grandes predecesores. A diferencia de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros o de José Clemente Orozco, que se distinguieron por un intenso activismo político, que los llevaron a confrontarse con el poder e incluso a acabar en la cárcel, el tlacuilo poblano-tlaxcalteca optó por un rumbo muy diferente, fruto en buena medida de sus convicciones religiosas —era un declarado católico— y de sus preferencias políticas. En toda línea se le podría considerar como un conservador en términos políticos, como lo demuestra la devoción que muestra hacia personajes como el emperador Maximiliano de Habsburgo y Miguel Miramón, considerados como traidores por la historia oficial mexicana, escrita por el bando liberal triunfador, narrativa que se impuso a lo largo del discurso posrevolucionario. Al respecto, Díaz de la Mora apunta que “mientras otros grandes muralistas de este país son luchadores sociales y sus murales impregnan un desafío al gobierno, reflejan unas voces que están en contra de la desigualdad y tantas cosas, Desiderio se enfoca con una particularidad muy propia: hablar de la historia de Tlaxcala, de la historia del pueblo de sus mayores. Y lo hace de una manera muy, muy diferente. Estructura de manera

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adecuada su trabajo, ya que es un hombre talentoso, sin duda alguna, y esto lo hace ser un muralista diferente, con lo que nos deja un legado impresionante”. Expone que “no es ese luchador social que refleja en sus murales el problema del pueblo o la falta de empleos. Él no habla de eso. Él se dedica más bien a realizar una narración en su obra y sin duda alguna él no es de izquierda, no va por ese rumbo. Desde el principio se nota que sus últimos murales son ya del hombre que rebasa los sesenta años y que está en una etapa muy consolidada de pensamiento conservador, pero no de conservador político, sino que mantiene un conservadurismo en su obra pictórica. Sin duda alguna lo mantiene y por supuesto es una persona muy identificada con el clero, es una persona muy identificada con sus creencias religiosas, que además las plasma. Él no tiene problema en defender sus creencias religiosas y lo hace, que además también es de reconocerle. Un artista es difícil que pueda plasmar creencias religiosas, porque siempre entendemos que el artista es ateo, que el artista está en otra posición, cuando a lo mejor los artistas tienen convicciones religiosas muy importantes y no lo pueden decir porque se salen del esquema artístico y se salen del gremio, y entonces pueden tener problemas. No podemos evitar decir que Desiderio sí es de convicciones religiosas y muy cercano al clero católico”. Externa que en otros estados del país también son frecuentes los murales en casas de cultura y oficinas de gobierno, donde se cuenta la historia de esos sitios.

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“Sin embargo, y sin duda, la obra de Desiderio está por encima de estos muralistas, hombres y mujeres en otras partes del país”. El historiador acota que Tlaxcala cuenta con este “impresionante” legado cultural que son los murales, la “obra máxima” de Hernández Xochitiotzin, más allá de su obra de caballete, sus grabados y de otros murales que realiza en otros sitios. “Este es el gran legado de Desiderio Hernández Xochitiotzin y otra cosa que no podemos negar: abre las puertas al replanteamiento de la historia de Tlaxcala. Esa compilación que hace desde el 57, estamos hablando de hace 65 años, que se cumplieron precisamente este 15 de Enero, 65 años que

él empezó sus murales, fue con la información que tenía en la época, con los documentas que tenía en la época, con la tradición que había en la época, aunque no fuera totalmente la verdad histórica, y esto provoca muchos trabajos, muchos estudios, y eso hay que reconocérselo”. Y eso nos lleva hasta el asunto de las fuentes con las que se nutrió el pintor para darle una justificación a los murales que ejecutó.

Las fuentes históricas Varios son los autores con los que Hernández Xochitiotzin documentó su propuesta. El primero de todos fue Diego Muñoz Camargo, cuya obra más importante, la Historia de Tlaxcala, tenía nueve años de ser


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publicada por El Ateneo y Andrés Angulo Ramírez, consigna Armando Díaz de la Mora “También se comenta que utiliza a [Juan Buenaventura] Zapata y Mendoza, que él tenía una copia del documento, que yo dudo mucho de esto. En alguna ocasión escuché que él mencionó que tenía una copia, pero lo dudo, porque no lo utiliza mucho”, sostiene nuestro entrevistado. “Sería muy, muy amplio mencionar tantas fuentes, pero esa tradición de mediados del siglo XX, que ocupan Melitón Salazar Monroy, Candelario Reyes y Román Saldaña, a la que se añade una serie de informaciones tradicionales, de ideas que se vi-

nieron acumulando desde la época de los Degante, en la década de los 20 [del siglo XX], de Crisanto Cuéllar. Había la construcción de un discurso histórico, en donde había algunos añadidos, donde encontramos algunas tradiciones orales, que se fueron convirtiendo en esa construcción del discurso”, añade Díaz de la Mora. Luego vendrá un salto cualitativo, gracias a nuevas investigaciones y al hallazgo de más documentos. “Después de los ochenta [del siglo XX], hablamos en particular de marzo del 81, hay un rompimiento, hay un cambio, porque empiezan a aparecer documentos. Pero sin duda Desiderio utiliza aquellas

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fuentes locales, esa tradición que se vino repitiendo a través de diversos documentos que tenemos, que conocemos y que hablan de un pasado histórico muy importante y rico, pero muy localista”. —¿Hay un carácter reivindicador de la historia de Tlaxcala en la obra de Desiderio Hernández? —Ese discurso y la reivindicación que hace Desiderio a través de su texto es impresionante y muy importante. Además, hay que entender algo, él es el artista y es el que concibe la obra, pero sin duda hay otras personas a su alrededor. Estoy hablando del primer gobernador que le dio la oportunidad de concebir esto, que además también le gustaba la historia

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y también era defensor, trabaja esto, que era Joaquín Cisneros, que sin duda alguna también influenciaron la obra de Desiderio; sin duda este grupo de personas que defendían la posición tlaxcalteca, pues influyeron, como el propio Miguel N. Lira. Desiderio se inserta en esta idea de defensa, en esta idea de reivindicación, en esta idea de identidad. Uno de los legados de Desiderio es este aspecto de identidad, un nacionalismo tlaxcalteca, por decirlo de alguna manera. Esto es importante, porque regresamos al localismo. Yo creo que Desiderio originalmente no pensaba que fuese a ser este trabajo tan grande, sino que lo fue concibiendo y lo fue ampliando poco a poco, porque si vemos la primera etapa de murales, si lo comparamos con el Siglo de Oro, nos damos cuenta que sí ya hay un cambio en

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la presentación del discurso, y hay un cambio en la percepción de lo que quiere presentar. Encontramos murales no pequeños, porque no hay pequeños o grandes, sino murales en un espacio menor, a eso me refiero cuando digo menores, y con una estructuración también menor, es decir, no están tan acabados como los últimos murales, donde ya se ve un esplendor de la obra pictórica.

La piña de Desiderio Arrinconada en el mural dedicado al mercado de Ocotelulco, pintada al costado izquierdo de una anciana marchanta, se encuentra una rozagante piña. De acuerdo con el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera del gobierno de México, la piña “es una especie originaria de Sudamérica, proba-

blemente de la región entre el sur de Brasil y Paraguay”. Su arribo a tierras mesoamericanas se iba a dar gracias al intercambio impulsado por los europeos. En otras palabras, en tiempos del mercado de Ocotelulco, de la época de la confederación tlaxcalteca, no había piñas en el altiplano. A manera de anécdota, durante una visita a los murales, se le preguntó a uno de los guías que ofrece sus servicios allí sobre ese detalle. El guía se limitó a decir que hay piñas nativas mesoamericanas. La anécdota sirve para cuestionar si hay inexactitudes históricas en los murales o si el autor se tomó licencias artísticas en su obra. “Hay un punto, y no es la primera vez que lo digo de manera abierta, está hasta publicado desde 2007. Lo que percibo es que Desiderio empieza a pintar con los escritos que tenía a la mano. Ese es el primer punto. Estamos hablando de hace 65 años, con documentos que tienen 70 y 80 años cuando él comenzó a pintar. En estos documentos que él tuvo para hacer sus murales, que insisto, son de hace 80 años, cuando menos, o 75, 70 años de haberse escrito, no teníamos la abundancia de documentos que se tiene el día de hoy. Él tuvo que recurrir a las fuentes que había en su momento. Esa es una de las limitantes que él tiene. Y esa es una de las limitantes que va a tener el historiador de hoy: dentro de 50 años van a aparecer más documentos y va a haber otra visión de la historia. Esto es lógico. Es dinámico”, indica Díaz de la Mora. “Alguien decía, la historia es especulativa. No. La historia es


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una ciencia por la certeza de sus conclusiones. Lo que sucede aquí es que se tiene que ir reconstruyendo el discurso a partir de la aparición de documentos. Esas inexactitudes que encontramos en los murales parten, fundamentalmente, de esta limitación que se tuvo para hablar de ciertas épocas, de ciertas etapas de la historia”, expone, al tiempo que reconoce que abundan los ejemplos en los murales, como es el caso de la piña sudamericana trasplantada al mercado de Ocotelulco. Otro ejemplo es el caso del colegio instituido en Tlaxcala que de acuerdo con “la tradición no fundamentada” fue obra de Alonso de Escalona, en 1561, y así lo pinta él. En contraste, autores como Motolinía y Zapata y Mendoza, sumada a la información de los archivos franciscanos, nos permiten darnos cuenta que “desde finales de 1524 ya había una escuela en Tlaxcala. Alonso de Escalona llega en 1531, pero llega a continuar la obra, tan es así que Benito ltzcacmacuextli, ya en 1528, envía un texto en náhuatl a Europa”. Esa situación la atribuye el historiador a “la falta de documentos”. Por otra parte, y como hicieron otros artistas antes que él, no resistió la tentación de pintarse a sí mismo en los murales, además de amigos suyos, e incluso aparece “el rostro

de políticos de la época. Él se toma licencias. Sin duda alguna que además no tienen grandes problemas que se tomen estas licencias. La obra no es una obra dolosa, no es una obra de mala fe, sino realmente es una obra honesta, que se hizo con lo que se tenía en su momento y con la apreciación, de que Desiderio imprime rostros muy particulares, imprime objetos utilitarios, por ahí se habla de que hay elementos toltecas, por supuesto que sí. Él tiene que hacer esta compilación para poder plasmar las ideas que traía y que quería transmitir a través de sus murales”. Sin embargo, acota que “no es la idea de exhibir a Desiderio como una persona equivocada”. —¿Es hora de revisar ese legado, en términos de la lectura histórica que hace de los acontecimientos de Tlaxcala? —La verdad es que esta revisión se ha hecho continuamente desde antes de que él dejara de estar físicamente con nosotros. Ya desde principios de este siglo había muchas voces, muchas publicaciones de investigadores tlaxcaltecas y de investigadores de fuera de Tlaxcala, que empiezan a hacer planteamientos diferentes al discurso de los murales. Por razones, quizás de difusión turística, quizás de tradición cultural, de gente que de buena fe cree a pie juntillas lo que él plasma, defienden la posición

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de que todo lo que está plasmado ahí es la verdad absoluta, porque además así se ve todavía el día de hoy. Sin embargo, insisto, desde hace ya muchos años podemos encontrar numerosos ejemplos de que se van haciendo replanteamientos, simplemente con publicaciones, ensayos, ponencias, trabajos, donde ya no es el discurso de los murales, sino que hay nuevas aportaciones, nuevos elementos que nos van llevando hacia otra manera de enfocar la historia de Tlaxcala y de modificar algunos de los planteamientos de los murales. Además, no es posible contar la historia de Tlaxcala, una historia tan extensa, tan maravillosa, nada más en los murales. No. Es una representación gráfica fundamental, muy rápida. Se puede aprender historia de Tlaxcala muy rápidamente con el recorrido de los murales, pero sí con cierto cuidado en algunos aspectos, que, al día de hoy, con lo que se ha encontrado, no son ya la verdad absoluta. —¿No es necesario hacer estas acotaciones? —Por supuesto que sí. Tlaxcala requiere que se diga su verdad, Tlaxcala requiere que tengamos un legado cultural artístico histórico adecuado, pertinente para dejárselo a las generaciones futuras, con un sentido de identidad, de pertenencia. Sí es necesario hacer esto porque,

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sin dejar de lado que es una gran obra artística, sin dejar de lado que fue un gran trabajo de investigación el que tuvo que realizar, porque finalmente hay que reconocer eso, tuvo que leer mucho, investigar mucho, repensar y reflexionar mucho para poder plasmar sus murales, también es necesario no perpetuar inexactitudes o algunas inconsistencias en la historia. Sí es importante estructurar una historia, pero lo más apegado a lo que se tenga, a la realidad con lo que se tenga documentos, porque es lo que estamos dejando de legado hacia las futuras generaciones. De hecho, nosotros mismos debemos tener esta seguridad de que lo que tenemos, de que lo que conocemos es nuestro legado histórico y es el motivo que nos debe dar orgullo. Sí hay que hacer replanteamientos, sí es necesario, sin dejar de lado, insisto, que es una obra impresionante, porque eso es lo que nos da miedo. ¿Cómo vamos a poder decir que está equivocado el gran maestro? No, no, de ninguna manera. Podemos decir que fue un gran artista, que hizo su mejor esfuerzo, que lo hizo bien, pero que, como todo, tiene una evolución. Yo no creo que él no aceptara, en algún momento dado, que se le dijera, “Oye, esto no es así, debemos modificarlo”. Esto es un acto de honestidad que tenemos que hacer.

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—¿Cuál es el papel que tiene Desiderio Hernández Xochitiotzin en la cultura de Tlaxcala? —La figura de Desiderio Hernández Xochitiotzin desde hace muchas décadas, estamos hablando de finales de la década de los 50, cuando llega a Tlaxcala, a través de la intercesión de Miguel N. Lira, ha sido importante y ha sido, además, muy vista y emblemática su presencia, a través de estas décadas, porque la elaboración de los murales atrajo la vista del ciudadano, y también atrajo la vista de investigadores y de académicos que empezaron a visualizarlo como ese personaje estudioso de la historia y que además la estaba transmitiendo. No es fácil lograr esta presencia,

y más que en su momento había grandes personajes como el propio Lira, como Crisanto Cuéllar o Ezequiel M. Gracia, Candelario Reyes, Teófilo Pérez, Román Saldaña, en Chiautempan, que eran investigadores muy importantes, pero sin duda, el carisma, la habilidad y el talento artístico de Desiderio permiten que él vaya tomando esta preponderancia, que vaya asumiendo este rol protagónico en la cultura. Hoy, en 2022, y a 14 años de su fallecimiento, al llegar casi a su centenario que es en este mes de febrero, debemos entender y aceptar que Desiderio sigue siendo una figura de referencia, un marco referencial en la cultura, en la vida cultural del estado de Tlaxcala.



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El tiempo no pasa solo por pasar.

Confidencias de la memoria en la calle Periodistas ... segunda parte Por: Yassir Zárate Méndez,

¿

Fotos: Federico Ríos Macías, Archivo: Don Alfonso

El tiempo de la radio Cuál periódico le leía usted a su papá? —El Universal y en ocasiones el Excélsior, que era casi el periódico tradicional. Luego, se iba mi papá con vecinos que tenían sus comercios por ahí, para comentar la época de Hitler, de Mussolini… de todo eso que se mencionaba en el Excélsior y en El Universal. —¿Llegaban diario? —Diario, diario llegaban en el tren. Primero llegaban a Apizaco y de ahí lo llevan hasta Huamantla. No llegaba muy temprano, el tren creo que llegaba a las 12, doce y media, por ahí así, y llegaba con el periódico. El que vendía los periódicos era don Facundo, que tenía en el centro de Huamantla su puesto de revistas y periódicos. —¿Cuánto costaba un periódico de esa época? —Diez centavos. —¿Usted recuerda alguna noticia importante de esa época que le

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haya leído a su papá? —Estoy haciendo memoria… lógicamente le leía los sucesos que tenían lugar durante el día. Me impresionó, creo que más a mí que a los mayores, el ataque a Pearl Harbor. Será por su dramatismo, por la forma en que fue, por las fotografías. Escuchaba alarmados a los mayores. Y luego creo que estaba yo soñando con Pearl Harbor y se me quedó en la cabeza. —Usted nació en 1928 y la guerra empezó en 1939, usted tenía 11 años, ¿cómo vivió la gente esa época? ¿Qué sentía la gente? ¿Qué decían sus papás de la guerra? —Encontraba uno de todo. Había de entre las amistades de mi papá, que iban a la casa o los visitaba, quienes simpatizaban bastante con Hitler y con Mussolini. Algunas gentes veían en Hitler a un reformador de la humanidad, digo, lo veían en ese aspecto, por su libro Mi lucha y por todas las cosas que hacía. “Otros [eran] completamente con-

trarios, naturalmente, pues iban de acuerdo. Esa fue la época de Manuel Ávila Camacho y coincidían con la manera de pensar de la gente más conservadora y la gente allegada a lo nuestro, no lo tan alejado. Pero era interesante para uno escuchar esas opiniones”. —También coincidió con la época de Lázaro Cárdenas. —Sí, cómo no, Lázaro Cárdenas. —¿Qué opinaba su papá de Lázaro Cárdenas? —Ahí surgía el ingenio de la gente de ese tiempo. Al presidente de la República, hasta la fecha, todo mundo le encuentra defectos y pocos hablan de sus cualidades. Hablando de Lázaro Cárdenas, que nace en Michoacán, con el idioma aquel [el purépecha] le decían Trompendécuaro, el nombre coincidía con el estilo del idioma, pero bueno, lo digo como un detalle, a lo mejor no muy honesto, depende de la interpretación que uno le dé. “Por otro lado, Lázaro Cárdenas se va ganando el afecto de la gente por su trabajo, aquel trabajo que llega hasta la expropiación petrolera. Por cierto, en la expropiación petrolera, cuando él hace el famoso discurso, cerca de él, en las fotografías, está el ingeniero [Manuel] Santillán, tlaxcalteca, que luego fue gobernador de acá. Lázaro Cárdenas lo hace gobernador de Tlaxcala. El ingeniero Santillán era muy cercano al presidente en esa época, en los discursos, en la expropiación, en todo aquello. —¿Cómo reaccionó la gente en Huamantla cuando Cárdenas expropió el petróleo? —No lo recuerdo desde el punto de vista material, de la gente sí, principalmente cuando se lleva a cabo


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esto, porque existía el antecedente de la explotación de los ingleses. Pero simpatizantes, sí, bastantes, de todo, como hasta la fecha [Risas].

El tiempo de la radio —Cuéntenos de su papel en la fundación de Radio Huamantla en 1948? —Ahí es una cosa curiosa, porque los fundadores y pioneros fueron Alfonso Macías, Mario Pardo y Miguel Corona Medina. Yo tenía amistad con ellos. Era un grupo cuyas edades iban de los 19 a los 25 años. Fue un choque, un encuentro con un tipo de mentalidades raras, fabulosas, geniales. “Por ejemplo, Alfonso Macías ya había sido locutor en Torreón, Coahuila, y en otras estaciones. Él tenía el sueño de poner una radio en su tierra, en Huamantla. Pero para eso tenía que encontrar las personas idóneas, y una de ellas fue Mario Pardo Bretón, el técnico, el ingeniero. Otro fue Miguel Corona Medina. “Así es que Mario Pardo Bretón, Miguel Corona y Alfonso Macías son los pioneros, a partir de la idea de Alfonso Macías. Miguel Corona en esa época era cuñado del gobernador y contaba con ciertas posibilidades. “Resulta que se empieza a madurar la idea de la estación y como yo tenía amistad con ellos, los escucho desde los comienzos. Después, reúnen a un determinado número de jóvenes, para escoger a dos locutores. “Me toca en suerte conocer desde el pensamiento de Alfonso Macías y el desarrollo de esa aventura, muy interesante, porque no era tan difícil como ahora, pero consiguen la concesión a través del apoyo del gobernador.

“Después llega un momento complicado, con la planta transmisora. Las plantas transmisoras eran importadas de Estados Unidos y se cotizaban en dólares, por lo que costaban un dineral en pesos mexicanos. “Encuentran ese obstáculo, pero Mario Pardo, un genio en electrónica, les dice una mañana: ‘¿Qué pasó, qué novedades traen?’, ‘No, pues nada, fíjate que el transmisor sale en quién sabe cuántos millones de pesos’, ‘No, pues les tengo una noticia. Yo voy a armar la planta transmisora’, ‘¿Cómo?’. ‘Sí, yo la voy a armar’.

“A mi hermano José, que tenía el taller por la heredad paterna, muy amigo de todos ellos, Mario Pardo el ingeniero, lo va a ver y le dice: ‘Quiero que me hagas un armazón con ángulo de tres cuartos de pulgada, ángulo acerado’. Mi hermano lo hace y Mario Pardo comienza a hacer el transmisor. “Para eso ya había un plazo, que era 1948, para inaugurar la estación. Quedaban casi meses y si no se cumplía, se perdía la concesión. Mario, desvelándose, pidió a sus hermanos que lo ayudaran y se pusieron a armar el transmisor. “Lo curioso, si cabe la pena de

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presumir, es que tienen que hacerse las memorias descriptivas, que son los planos, y tienen que esperar a la llegada de los ingenieros de la Ciudad de México, de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, para ver si aprobaban el transmisor. “Llegan los ingenieros y empiezan a ver el transmisor y las memorias descriptivas. Llevan ellos una calificación de 5 a 10; lo revisan con lupa, se queda, y se regresan a México. ‘Les vamos a mandar los resultados’. “Llega un momento en que llaman al ingeniero y le dicen ‘Pues les tenemos una buena noticia: el transmisor está calificado con calificación de excelencia, con el 10’. “Hasta la fecha se conserva el transmisor, Raúl Romero lo donó al museo de la ciudad de Huamantla.

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“Es un detalle curioso, pero entre otras cosas curiosas, resulta que Mario quiso comprar todas las cosas que debe llevar un transmisor. Tiene todo y, de pronto, resulta que los tubos necesitaban algo que le llamaban linaje metálico. Ya faltaban no sé cuántos días. Pero dice Mario: ‘Ahorita vemos’. Se va a la cocina de su casa, encuentra botes vacíos de chiles, los limpia y hace el linaje de los tubos. Son cosas curiosas. “Sale a transmitir perfectamente bien. Se hace el control remoto, porque la cabina transmisora está en la casa del señor Carlos Romero, papá de Raúl, cerca de la iglesia de La Caridad y la inauguración fue en el teatro-cine Rivera. “La radiodifusora de Huamantla se inauguró en 1948.

Vale la pena decirlo, antes que se pierda, que con el apoyo de Héctor Pardo, hermano de Mario, el ingeniero, y de otros artistas de México se logran hacer el primero, segundo y tercero aniversario de la radio, pero en una forma fastuosa. En el primer aniversario llegan Sofia Álvarez, Manolín y Shilinsky y otro elenco muy bonito, digno de presentarse en cualquier teatro. En el segundo aniversario se logra traer a artistas de primera magnitud. El elenco lo encabeza José Alfredo Jiménez, que, por cierto, no actuó de charro, sino de catrín. En su turno, en la tarde, José Alfredo ya se había ido al billar y regresa y se pone a platicar conmigo, en la cabina, sobre cosas cotidianas. —¿De que hablaron? —Le pregunté si podría dejar su autógrafo en la pared, y respondió “Sí, cómo no”. Y ahí esta su autógrafo. Dilató años. La cabina sigue existiendo, pero sin el autógrafo de José Alfredo Jiménez. “Llega el tercer aniversario, y ahí sí se viene abajo todo. Fue un elenco de primera que lo encabeza Pedro Infante. Él ya era un triunfador con Nosotros los pobres, Ustedes los ricos, la Chorreada. Era el ídolo. Héctor Pardo era pianista y arreglista de Pedro Infante, que lo trajo gratis. “Fue un tumulto. Pedro Infante regala su sombrero a una persona; luego se quita el gasné y se lo da a una chica, que lo conserva como una reliquia, ahora ya es una persona grande. Fue el acabose. “Eso es parte de la historia artística y bonita de esos tiempos. Después yo tomo otros caminos en otras radiodifusoras y la estación sigue.


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Éxodo y triunfo —¿En qué año se fue usted de Huamantla? —Salí en 1968. Por las relaciones con gente de la radio, trabajo en Córdoba, Veracruz y Martínez de la Torre, Veracruz; en Teziutlán, Puebla, y en la ciudad de Puebla. Después de haber estado en alguno de esos lugares, me llegan a ofrecer trabajo en una estación de Puebla, Radio Fiesta, en 1968. Allá en Puebla trabajé nueve años, aunque no dejé de extrañar La Malinche; fue un cambio muy radical, muy grato, porque naturalmente te relacionas con personas que tienen otra cultura, otra aspiración, que ven el mundo de otro modo. —¿Por qué se interesó en la radio? —La cuestión mía fue la música. Yo no podía soltar la radio. En el comedor, en la sala estaba el clásico radiosote, donde se acercaban a escuchar las radionovelas. Ahí escuchaba yo. “En mi buró yo tenía un radiecito, no me faltaba en ningún lado. Luego iba en el coche con mi papá y estaba la radio; me aficioné y me aprendí de memoria los nombres de esos grandes locutores de radio de esos tiempos: Luis Ignacio Santibáñez, Manuel Bernal. Seguía sus programas. Luego me relaciono con Mario Pardo y con todos los de la estación y ellos hacen un concurso, nos escogen a diez jóvenes para definir a los locutores de Radio Huamantla, en 1948. La planta de locutores iba a ser de tres, uno llegaría de la Ciudad de México y dos seríamos de allá. Afortunadamente nos escogen a José Adrián de la Vega, que en paz descanse, y a tu servidor. Nos dicen

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que quedamos en la planta de locutores; me gustaba tanto que me llegó como saco a la medida. —¿Cuáles estaciones escuchaba? La W. Recuerdo muy bien aquellos programas con don Luis Arribas y don Pedro Rivera. Posteriormente, ya como locutor y representante de algunas radiodifusoras, me toca estar cada año en una reunión de radiodifusores en la Ciudad de México. Me relaciono con ellos, los conozco y empiezo a tratarlos, entre ellos a Jacobo Zabludovsky y otros tantos. En el libro que acabo de escribir puse “La radio que soñé”, y lo soñaba, hasta que se hizo realidad. —¿Cuáles era su artista favorito? —Agustín Lara, indiscutiblemente, por su música, por su manera de ser, porque era un poeta de la música. Para mí cada canción de Agustín Lara es un tesoro. No me perdía La hora azul, de Agustín Lara en la XEW. Era yo feliz. La radio en donde estuviera yo, la jalaba. —¿A qué hora pasaban La hora azul? —A las nueve de la noche.

vuelto, Alfonso. No exactamente a tu tierra natal, a tu querida Huamantla, pero casi. Es 1979. Llevabas once años fuera. Fue un ir y venir que se mide en décadas. La última la pasaste en Puebla, como locutor en Radio Fiesta. Ahora estás de vuelta. Estás a unos minutos de entrevistar al gobernador del estado, Emilio Sánchez Piedras, que acaba de dar su último informe de labores. Con el tiempo, la gente afirmará que ha sido el mejor mandatario que ha tenido Tlaxcala. Tirios y troyanos así lo consideran. Tú esperas, Alfonso, con el micrófono en la mano, a que se acerque don Emilio. Atrás de ti está la cámara de televisión. Ahora también trabajas en la tele, que ha competido tan duramente con la radio que tanto amas, en la que has pasado toda tu vida. Pero hay que adaptarse a los tiempos. Y eso también te convertirá en el decano de la televisión en Tlaxcala. Algo más que agregar al palmarés. Ahí viene el gobernador. Tlaxcala, 1979. Vuelta a la tierra Te preparas para entrevistarlo. Después de tantos años fuera, has Has vuelto para ya no irte más.

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—¿Cuándo regresó usted a Tlaxcala? —A Tlaxcala regresé en 1979. Es el último año del licenciado Emilio Sánchez Piedras. Me toca la primera transmisión de televisión en Tlaxcala entrevistando a Emilio Sánchez Piedras en su último informe de gobierno y posteriormente a Tulio Hernández Gómez cuando toma posesión, y ahí nos vamos con lo demás. No como grandes cuates, con mucho respeto a todos, pero amigo de todos ellos. Hasta la fecha la licenciada Beatriz Paredes se acuerda y llegamos a platicar y alguna tarjeta. Ahí tengo un grato recuerdo. —Cuando regresa en 1979 ¿ya se había fundado Radio Tlaxcala? —Sí. Los dueños eran Alfonso Macías y Miguel Corona. Alejandro García Arenas les renta la estación. Yo estaba en Radio Fiesta de Puebla. Me busca Alejandro: “Fíjese que me aventé a dirigir la estación y no sé nada. A mi papá le gusta, pero tampoco sabe nada. Por eso vinimos a verlo”. Tuvo que sentarse la oferta y pensando también que

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yo regresaba a mi tierra, a Tlaxcala, dije que sí y ya me vine como gerente de operaciones; como gente general estaba Alejandro García. —¿Es difícil hacer radio, don Alfonso? —Para mí la carrera más bonita es la radio. Yo creo que si tiene uno la buena voluntad, si tiene uno el gusto por ese oficio, por esta carrera, lo vas a hacer bien. “Uno de los artículos de mi libro se titula “Locutor”. Con todo el respeto que me merecen los locutores actuales y todo existió un locutor famoso y él creó el decálogo de los locutores, que era lo que exigían para que fueras locutor. “Tenías que pasar tres exámenes de cultura general, con los respectivos sinodales, que no eran los de Cambridge, pero de todos modos eran buenos. Primero escuchaban tu voz y aunque estabas joven y si tenías una voz grave te hacían el examen y si no, no. La piedra angular era la voz, que con el tiempo y la educación tiene que convertirse en una voz

elegante, una voz bonita. “La escuela de la XEW habla del examen. Te hacían el primer examen, pasabas al segundo y luego al tercero, que incluía pronunciación en inglés de los altos compositores, todos aquellos que a veces es difícil pronunciar y si sales en el tercero, ya te daban tu autorización y te sacaban tu foto de la autorización que desde 1948 la tengo. Los dos que escogieron la estación de radio nos probaban como locutores. —¿Cuáles programas propuso para Radio Tlaxcala? —Instituí un programa que se llamaba 14:30. Resulta que ese programa, que era un noticiero, se transmitía a las 14:30 horas. en la frecuencia 1430, de AM. Luego hicimos unos programas para niños, el inicio en la mañana y programas dedicados a las amas de casa. Buscamos gentes idóneas, todo se puede hacer y encontré un campo propicio. Trabajé muy a gusto. —¿Cómo surge la idea de hacer 14:30? —Entre los locutores llega Rubén Mazariegos, una voz muy educada. Me plantea la idea del noticiero. En esa época tus fuentes iban a ser el periódico, como las demás radiodifusoras, aunque ya existía el teletipo. “Me dice: ‘Vas a oír un buen noticiero, si es posible, yo le puedo servir. Un noticiero que tenga visos de profesionalidad. Así es como nace 14:30, con buena aceptación de la gente a las dos y media de la tarde.

A propósito de 14:30 Apunte para la historia moderna de Tlaxcala: durante varios años de la década de los ochenta, miles de personas sintonizábamos aquel noticiero instituido por Alfonso

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Hernández Castillo, quien era el conductor principal también. De lunes a viernes, como refiere, a las dos y media de la tarde, prendíamos la radio y la poníamos en el 1430 de amplitud modulada, donde se encontraba y sigue aún Radio Tlaxcala, ahora como parte de la Coordinación de Radio, Cine y Televisión de Tlaxcala, y luego de decenas de cambios y ajustes en su orientación y en su propuesta musical. Fin de la acotación del entrevistador. Además de ese emblemático noticiero, en sí el primero que se realizó en Tlaxcala, Hernández Castillo echa a andar otros programas musicales, como uno de grandes bandas para recordar a Glenn Miller y otros más. “También tuvimos un programa de rock, para el que me ayuda un joven, con una discoteca estupenda y un gran conocimiento sobre el rock. Yo me vine adaptando a la música y eso me ayudó de tanto escuchar la música. “Me gustó muchísimo desde el blues y el pop. Consideré el gusto de la gente para armar la programación de la estación y en ese entonces el rock reinaba. Además, encontré a la persona idónea. “Me sorprendió mucho, porque en esta zona el rock no es tanto del gusto de la gente, pero tuvo buena aceptación. “Naturalmente, pues empiezas con el rock en español, posteriormente el rock, era Señor Rock, que ya quitaron esos programas. Tuvo muy buena aceptación por los reportes, por la gente. “Desafortunadamente, no sé por qué razón, aunque debe haber una, se desprendieron de él.

—En 14:30, ¿qué notica le causó más impacto? —Nos toca un eclipse de sol y se nos ocurre transmitirlo. Aunque algunas personas creyeron que era un tema muy árido, Armando Díaz de la Mora —colaborador e historiador aficionado— me dice “Vamos a transmitirlo desde afuera, donde veamos el eclipse y lo podamos describir”. Transmitimos dentro de ese tiempo. Ese programa me dejó muy gratos recuerdos. Armando Díaz de la Mora ya escribió algo sobre eso. —¿Qué tal el terremoto de 1985? —Pues de eso, algo muy fuerte. Naturalmente con la forma de encadenarse con los medios locales, pero sí fue de las noticias espectaculares. —¿Cuál es el género de música que le gusta más? —Me ha gustado siempre la música instrumental, la música clásica, sin que sea yo conocedor de ese género, pero la asimilo muy bien. Y en momentos de rélax, procuro ponerla, alguna pieza clásica o música ligera o instrumental. Sí soy de la época de la balada, la época del bolero. Total, la fuerza del trabajo la he venido asimilando hasta la fecha escucho la tambora y no me gusta. “Un artista que me dejó gratos recuerdo de sus presentaciones, porque tuve oportunidad de presentarlo, fue don Pedro Vargas, que fue uno de los grandes interpretes de Agustín Lara. Don Pedro era un hombre muy cordial, muy accesible. —¿A todos ellos los conoció personalmente? —Sí tuve la oportunidad. Resulta que estaba yo en Córdoba cuando se le rinde un homenaje a Agustín Lara, que se sentía jarocho, sin serlo. Le

ENTREVISTA

hicieron un gran homenaje, de ahí el trato con él. Ese evento me dejó dos recuerdos: uno medio trágico y otro medio chusco. “Resulta que se anuncia la llegada de Agustín Lara y se hace valla con los alumnos y con gente de Córdoba. Entonces empieza a lloviznar y nos ponen una tabla a los locutores que íbamos a transmitir. Me advierten: ‘Alfonso, no se mueva de esa tabla ni se vaya a agarrar del tubo’. Pero se me olvida y se me sale una palabra completita en todas las estaciones. La otra fue la satisfacción de platicar con Agustín Lara, con sus representantes y estar en un homenaje fabuloso. —¿Cómo era Agustín Lara? —Un poco seco, pero muy platicador. Dicen que en el trato más cercano tenía mucho ingenio, era un gran observador, pero no me tocó a mí ese momento, pues iba a lo que iba. —¿Conoció usted a Pedro Infante? —Lo presenté en el tercer aniversario de Radio Huamantla. —¿Pudo platicar con él? —Poco antes de entrar a su espectáculo. El hombre era muy accesible y me dice “Ya me di una vuelta por tu tierra y me está gustando”. Es cuando llegó con su sombrero y lo regalo, y todo eso con sus mejores canciones de esa época, principalmente “Amorcito, corazón”; por poco se cae el cine. Un poco platiqué con él. —¿Qué es la radio para usted? —La radio es algo mágico, la radio viene a ser indiscutiblemente un elemento que te hace soñar, recapacitar y pensar. La radio es algo que llegó para quedarse, no obstante, con todo respeto para los hablantes que existen, pero la radio seguirá para sus seguidores.

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ARTÍCULO

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Las personas perfeccionistas

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Por: Psic. Cristina Figueroa.

ntre muchas tipologías de personalidad en el ser humano, voy a mencionar a las personas perfeccionistas. Son aquellas que trabajan de manera incansable y se esfuerzan día con día en sobresalir. Siempre buscan la manera de obtener reconocimientos y estar por encima de los estándares de exigencia de su entorno social. Es decir, si es un trabajador, será el más responsable, el que se quede horas extras, porque algo en su trabajo no le resulta a la perfección; en su familia, se preocupará por ser el miembro con más logros; de hecho, constantemente se está comparando con otros miembros de su familia, especialmente con sus iguales, entiéndase hermanos, primos, esto con la finalidad de siempre considerarse el mejor. En este proceso de comparación será la persona perfeccionista la que busque tener el mejor trabajo, el mejor sueldo, la mejor familia, lo mejor en términos materiales, como casa, coche, e incluso aspectos como vacaciones, deberán ser las mejores. Si es docente de alguna escuela, buscará ser apreciado por todos, necesitará la aprobación constante no solamente de sus jefes, sino de sus alumnos, y cuando llegue un docente nuevo con otras habilidades, tal vez diferentes a las suyas, se sentirá amenazado. El obtener admiración de los demás es un aspecto vital en estas personas, de aquí que cuando no la tenga, podrá sentirse insatisfecho consigo mismo. Estas personas pueden tener muchos logros

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laborales y personales, esa es la parte positiva, sin embargo, si no logran canalizar adecuadamente sus emociones pueden llegar a tener altos niveles de estrés y de frustración personal; de hecho, pueden llegar a ser candidatos para depresión. Otro aspecto relevante de mencionar es que a estas personas se les puede dificultar el trabajo en equipo, precisamente porque buscan ser el centro de atención o porque se niegan a pedir ayuda. Este tipo de personalidad es el resultado de nuestra sociedad que busca educar sujetos individualistas y premia los logros personales y no los logros en conjunto. Tal vez sería pertinente replantear algunos aspectos educacionales, precisamente porque las exigencias laborales buscan la tan preciada competencia de trabajo en equipo. Insisto, ser perfeccionista no es malo, buscar ser mejor es estar en un proceso de mejora continua, esto es un aspecto positivo. Pero la suma de conducta perfeccionista + individualista es la que puede dar como resultado una persona con mucho estrés, con tendencia a la depresión y dificultad para integrarse a equipos, ya sea laborales o familiares. Así que los invito, lectores, si se identifican con estos rasgos, olvidarse del individualismo y comprender que buscar ser mejores, en conjunto, es mejor. Psicoterapeuta cognitivo-conductual psicologiaclinicaintegral@gmail.com Tel. 246 45 803 93



Revista Momento y el Instituto Tlaxcalteca de Desarrollo Taurino (ITDT) organizaron Conversatorio en el marco del natalicio del matador Rodolfo Rodríguez “El Pana”.

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ara recordar uno de los premios que revista Momento ha ganado en sus casi 15 años, el pasado 2 de febrero el director del Instituto Tlaxcalteca de Desarrollo Taurino (ITDT) José Luis Angelino y Marisol Fernández Muñoz directora de Revista Momento llevaron a cabo el conversatorio en el marco del natalicio del matador; además de la presentación del paso doble compuesto por Carlos Cea, con arreglos del musicólogo Heriberto Acuña. La orquesta de Tlaxcala fue la encargada de interpretar dicha composición. Ante aficionados taurinos, amigos cercanos del matador como el periodista Carlos Yarza, Alicia Dorantes juez de plaza, Rafael Gil Rafaelillo y su hermano Francisco Esquivel compartieron parte de sus experiencias.


Recibe Hogar San Luis A.C. más de 666 mil pesos, de la campaña Redondeo OXXO

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l pasado miércoles 19 de enero, directivos de la empresa OXXO hicieron entrega del donativo correspondiente a los meses de octubre, noviembre y diciembre con la cantidad de 666 mil 397.76 La recaudación fue recibida por el padre José Misael Rodríguez Vargas del MDR Hogar San Luis A.C. quienes atienden a niños de escasos recursos con hospedaje y educación En el mismo acto se hizo entrega de la estafeta a la delegada estatal de la Cruz Roja, Silvia Elena Rodríguez de Espino, La delegación Tlaxco será beneficiada por el programa Redondeo OXXO.


Ante la presencia de la nueva variante ómicron del COVID-19, apliquemos las medidas preventivas:


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