Revista Momento Abril 2022

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Escena, historia y el Lienzo de Tlaxcala. El legado de Guadalupe Alemán

Manual para mamás y papás de niños con cáncer, de Celia Carro Aviña

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No me quiero casar

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Directorio DIRECTORA GENERAL Marisol Fernández Muñoz COORDINADOR DE REDACCIÓN Yassir Zárate Méndez DISEÑO GRÁFICO Y PUBLICIDAD Arturo Vázquez Muñoz FOTOGRAFÍA Federico Ríos Macías Melisa Ortega Pérez SUSCRIPCIONES Alejandro Fernández Muñoz COLABORADORES Juanita Aguilera Dalia Sánchez Dávila Horacio López Muñoz Cristina Figueroa Oswaldo López Sánchez Vanessa Quechol Mendoza Leandro Emmanuel Alemán Hernández Vanessa Castillo Pérez Analine Ordoñez Sanchez Karla Villamontes de Florentino Momento ahora o nunca. Revista mensual, Abril 2022 Editor responsable: Marisol Fernández Muñoz. Número de Certificado de Reserva otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor: 04 2009–021117565 700–102. Número de Certificado de Licitud de Título: (en trámite). Número de Certificado de Licitud de Contenido: (en trámite). Domicilio de la publicación: 16 de septiembre No. 200 Altos 3 C.P. 90300, Apizaco, Tlaxcala. Tel: (241) 418 3258 241 418 3258 www.revistamomento.com.mx Distribución: Revista de Tlaxcala S.A. de C.V. 16 de septiembre No. 200 Altos 3 C.P. 90300, Apizaco, Tlaxcala. revista.momento.tlx@gmail.com Imprenta: IMPRESORA Y EDITORA INFAGON: Calle de la Alcaicería No. 8. Col. Zona Norte Central de Abastos C.P. 09040 México D.F. www.infagon.com.mx

Editorial

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espués de postergar por varios meses, por fin, tenemos en esta edición a la maestra Guadalupe Alemán. Referente importante de la cultura dentro de nuestro Estado y ¡cómo no serlo! si es una de las precursoras de la cultura en Tlaxcala, quien, junto con Alejandro Jara, fueron los que iniciaron con el actual Festival Internacional de Títeres Rosete Aranda. Como toda una actriz, preparada, entusiasmada y agradecida nos esperaba en su casa para realizar esta entrevista, la cual nos permitió escuchar las anécdotas que vivió desde su llegada a Tlaxcala. Retirada ahora, de los eventos públicos, contempla lo mucho que ha avanzado el Estado en materia cultural. Alemán, es una mujer que deja un legado muy importante dentro del Estado. El cual, ella misma divide en tres facetas: como docente de teatro, como gestora e impulsora de nuevos artistas y cofundadora de lo que hoy es el Festival Internacional de Títeres Rosete Aranda, así como editora del mega libro El Lienzo de Tlaxcala. Por otro lado, cuando uno se enfrenta por primera vez a una enfermedad, necesitamos saber toda la información posible, para saber qué podemos hacer para contribuir a una mejora en la salud de nuestros familiares. Lo anterior, a propósito, de la gran aportación de la maestra Celia Carro Aviña, quien después de jubilarse decidió ser voluntaria en el Hospital Infantil de Tlaxcala. Convivir de cerca con los niños con cáncer y familiares, fue la pauta para producir con sus propios recursos un “Manual para mamás y papás de niños con cáncer”, una guía que acompaña a familiares desde el diagnóstico, terapia, rehabilitación y tristemente cuando el desenlace es trágico para las familias. “No me quiero casar” es un artículo que vale la pena leerlo, independientemente de que seas hombre o mujer. Un día no es suficiente para salvar la inocencia de los niños, incluso la que está ahí guardada muy dentro de usted.

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Momento

ahora o nunca

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172 XIV Año

Portada: federico rÍos macÍas

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Escena, historia y el Lienzo de Tlaxcala. El legado de Guadalupe Alemán

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Manual para mamás y papás de niños con cáncer, de Celia Carro Aviña

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No me quiero casar

Ichigo-Ichie

Encontrando a mi niño interior

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Tlaxcales con mantequilla

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Escena, historia y el Lienzo de Tlaxcala. El legado de Guadalupe Alemán Por: Yassir Zárate Méndez, Fotos: Federico Ríos Macías,

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uadalupe Alemán es una trashumante. Muy pocas personas saben que nació en Oluta, Veracruz, “de donde se dice que es Malintzi”, presume, ahora que se ha resignificado la figura, la memoria y el papel que jugó aquella mujer indígena, en el brutal choque que fue la irrupción de los europeos en esta parte del mundo, hace poco más de cinco siglos. “De esa zona es que proviene mi apellido: Alemán”, agrega esta artista, creadora escénica, promotora cultural y editora, quien recaló en Tlaxcala en 1981, tras recorrer varias partes del país. Es así como la suya ha sido una vida de viajes y de exploraciones. A ella y a Alejandro Jara se debe la institución del Festival Internacional de Títeres, que algunos se han querido apropiar. De su experimentación con el arte dramático brotó la más sólida generación de actores y directores originarios de estas tierras, donde se empezó a ensayar con el teatro de evangelización apenas unos años después de la derrota militar de los pueblos originarios.

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Guadalupe Alemán nos recibe en su casa de La Joya, colonia de la ciudad de Tlaxcala, donde ha construido un santuario de libros, fotografías y recuerdos, muchísimos recuerdos, que acechan a la memoria de esta extraordinaria mujer. Coronada por una hermosa trenza, se encuentra flanqueada por los libros que ha editado, entre los que descuella la monumental versión del Lienzo de Tlaxcala, con su ciclópea portada de tapas duras, cubiertas en tela roja, que de inmediato atrae la mirada. Esta edición recupera la versión de 1773, debida a Juan Manuel Yllanes del Huerto; asimismo, incluye la celebérrima versión del historiador Alfredo Chavero, que ha anclado la iconografía de la llamada Conquista a esas láminas en las que se aprecia a los tlaxcaltecas en su versión de conquistadores, exploradores y colonizadores. Esas son las andanzas tlaxcaltecas a lo largo de lo que acabará siendo la Nueva España pergeñada por Hernán Cortés, mientras el extremeño y sus aliados indígenas preparaban el asedio de aquella ciudad construida sobre un lago, y que a los ojos de los invasores europeos parecía cosa salida de una novela de caballerías. Este libro monumental, que reunió a especialistas como Miguel León-Portilla, Ángel García Cook, Andrea Martínez Baracs y Jaime Cuadriello, es el legado que Guadalupe Alemán le ofrece a Tlaxcala. “Creo que he tenido muchas facetas, pero me gustaría que me recordaran como editora”, confiesa. Además del Lienzo de Tlaxcala, a los afanes editores de Guadalupe Alemán se debe el rescate de un manuscrito náhuatl del siglo XVI, descubierto por el historiador Luis Reyes, un texto que es “posiblemente el único que hay en México y posiblemente en América Latina”, por sus características y que rompió paradigmas en el ámbito de la investigación histórica. —¿Qué la animó venir a Tlaxcala? —Antes de llegar a Tlaxcala estuve recorrien-

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do varias partes de la República Mexicana. Estuve en la Ciudad de México, en Ensenada, en Chiapas y en Oaxaca. Andaba buscando un lugar, así como los mexicas, donde encontrara el águila sobre el nopal. Llegué a Tlaxcala y descubrí a Miguel N. Lira; poco a poco me fui convenciendo de quedarme en Tlaxcala. Y aquí estoy, pasando la última etapa de mi vida y aquí me quedaré. En esta errancia antes de llegar a Tlaxcala, estuve 50 años como docente, en Tlaxcala 30 años. Los demás años estuve impartiendo clases en preparatoria, en Ensenada y en la Ciudad de México; también di talleres de arte para niños. Siempre he estado inmersa en todo lo que el arte implica. —¿Qué fue primero, el arte o la docencia? —Fue primero el arte y el arte me llevó a la docencia, porque actualmente no se puede vivir del arte. Eso fue lo que me encaminó a la docencia y verdaderamente me

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encontré muy a gusto como docente y seguí adelante. Después empecé con todo lo que es la promoción y gestoría cultural. Yo divido mis cuarenta años en Tlaxcala en tres etapas: la primera fueron tres años que estuve trabajando en comunidades marginadas (de extrema pobreza) dentro del estado, formando grupos de teatro campesino junto con Alejandro Jara Villaseñor. Fue así como llegamos a Huamantla, conocemos a don Panchito [Rosete] y comenzamos con el festival de títeres. La segunda etapa fue como docente y formadora de jóvenes interesados en el arte, apoyándolos para que estudiaran carreras relacionadas con esa disciplina, sobre todo con el teatro. La tercera etapa sería en la que verdaderamente me siento muy a gusto. Desde pequeña era muy curiosa, me interesaba mucho la historia; ahora, en esta etapa de mi vida he tenido la oportunidad de profundizar en la historia, de

conocer mucha gente con el mismo interés que yo tengo. En todas las etapas de mi vida he obtenido muchas satisfacciones, pero en esta ultima es en la que me siento más cómoda y más a gusto. Esta etapa es en la que he obtenido satisfacciones muy importantes y significativas para el estado de Tlaxcala. Por ejemplo, la publicación, en 2010, de un manuscrito del siglo XVI. Ahí es donde conozco al Dr. Miguel León-Portilla. Se trata de un manuscrito que encontró Luis Reyes García. Antes de fallecer, Luis me platicó de la existencia del manuscrito, el cual le fue entregado a uno de sus alumnos para resguardarlo y me dijo que lo localizara. Sentí como un encargo que Luis me estaba dando, porque yo no sabía la importancia del manuscrito. Cuando Luis fallece, empecé a buscar a su alumno, que para ese entonces ya no vivía en Tlaxcala. Lo localicé en el estado de Hidalgo. Me comuniqué con él y le platiqué todo lo que Luis me había encomendado, junto con la reciente noticia de su fallecimiento. Nos pusimos de acuerdo para que me entregara el manuscrito y posteriormente le hablé al Dr. León-Portilla, comentándole que en Tlaxcala el maestro Luis Reyes había encontrado el manuscrito en un archivo municipal. Luis me había dicho que por las características del manuscrito y el estudio que realizó sobre este, parecía indicar que era del siglo XVI. León-Portilla me dijo que no había manuscritos de obras de teatro referentes a ese siglo. Sus palabras


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fueron: “Maestra, se han hecho extensivos estudios al respecto; le voy a compartir bibliografía donde se habla de ello, revísela y después hablamos”. Comencé a leer y leer. Después de cierto tiempo volví a contactarlo para decirle que ya había leído todo y que en efecto varias cosas de lo que me había compartido ya las sabía previamente. Le propuse que se diera la oportunidad de conocer el manuscrito. Aceptó y se lo mandé; luego me comentó que lo iba a analizar con su equipo de trabajo. Mi gran sorpresa es que tiempo más tarde me llaman de la oficina del Dr León-Portilla para decirme “Sí, maestra, el manuscrito es original: por el tipo de tinta, por la escritura. El que exista este manuscrito es un gran hallazgo para Tlaxcala”. Desde ese momento el manuscrito quedó considerado como posiblemente el único manuscrito que hay en México, y tal vez en América Latina, con estas características pertenecientes al siglo XVI, y lo tenemos en Tlaxcala, desde luego avalado por el Dr. Miguel-León-Portilla —¿Cómo fue su acercamiento inicial a las artes? —Mi madre era una mujer con mucha personalidad, de carácter muy fuerte, pero tenía una gran sensibilidad, aparte cantaba muy bonito. Me encantaba escucharla cantar. Pienso que heredé mis gustos por las artes, de ella. Yo desde pequeñita cantaba, actuaba, recitaba.

Y de igual forma era curiosa, me interesaban los datos históricos. Posteriormente entré a los Talleres de Danza Contemporánea de la UNAM, porque uno de mis sueños de niña era ser bailarina. Justo enfrente de este taller se encontraba el de danza folclórica, donde tenían un taller de investigación de la cultura popular y la danza en México. Me acerqué a ese taller y me interesó mucho, por lo que me cambié. Quería estar también en el ámbito de la investigación. Empecé a estudiar la cultura de México y todo eso me motivó a recorrer la República Mexicana. En esos años estuve en Chiapas y en Oaxaca, hasta que llegué a Tlaxcala y fue aquí donde decidí que era el lugar que estaba buscando. —¿Esos recorridos por diferentes

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sitios del país estaban motivados por la investigación coreográfica? —Sí, tenía ese interés, pero poco a poco me fui involucrando en todo lo que son los rituales. Por ejemplo, estuve en Chamula y lo que sucedió allí me marcó. Estar allí en la iglesia de Chamula, en uno de los rituales que hacen los tzotziles, marcó mi vida. El ritual consiste en que a los habitantes se les divide en grupos, llevan música para cada santo, visten a su santo y le rinden homenaje. La iglesia se llena de humo, de música y toman un licor que es muy fuerte. Lo toman como los griegos, cuando en las fiestas para festejar al dios Dionisio, no bebían para emborracharse, sino para estar en éxtasis cerca de ese dios. A mí me pasó lo mismo; comencé

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a sentirme como en otra dimensión, que estaba en concordancia con los tzotziles: llevaba el pelo suelto, las otras mujeres del grupo tocaban mi cabello. Empecé a sentir un escalofrío. Fue algo mágico. Entendí que el arte es una energía, y si uno no tiene esa energía, no podemos transmitirle nada a nadie. Antes de empezar una función, me ponía en un estado de concentración para poder transmitírselo a mis alumnos. Pero si no creemos en esa magia o en esa energía, no puede existir esa comunión. —¿Cómo eran esas comunidades marginadas de Tlaxcala que visitó? —Eran comunidades muy pobres. La gente dormía en petates o, cuando mucho, en hamacas. En muy pocas casas donde llegaba a quedarme tenían una cama pequeñita. Pero, por otro lado, cuando me aceptan en las comunidades, y tengo la oportunidad de entrar a sus casas, conozco el alma del tlaxcalteca, constituida de una gran generosidad. Sin embargo, al inicio hubo un poco de rechazo, pero cuando llegan a aceptarme, me enamoré por completo de las personas tlaxcaltecas. —¿Qué la llevó a esas comunidades? —Cuando llegamos Alejandro y yo, a quien conocimos primero fue al hijo mayor del maestro Desiderio Hernández; se trataba de José Guadalupe, quien era músico y cuyas composiciones y poemas eran sobre la época prehispánica. Empezamos a platicar con él y nos hicimos amigos. Él vivía en la calle Muñoz Camargo, donde por un corto periodo fue también nuestro lugar de residencia. Un día nos invitó a su casa y nos

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llevó a conocer al maestro Desiderio, que de entrada nos veía súper raro, porque veníamos con el cabello largo y yo con faldas largas; teníamos toda la facha de unos hippies. Poco a poco empezamos a platicar con él; nosotros previamente habíamos hablado con José Guadalupe sobre hacer un pequeño espectáculo de poesía prehispánica. Esa idea se la comentamos al maestro Desiderio, a quien le pareció un buen proyecto, porque incluso nos dijo que debíamos incluir a

Nezahualcóyotl; sacó un libro y comenzó a leernos la poesía de ese autor texcocano. Posteriormente, en el 86 me pasé a vivir al Portal Grande. La casa se ubicaba en lo que actualmente es el segundo piso del restaurante Jardín Plaza. Era una casa enorme. El maestro Desiderio me dijo: “Oye, Lupita, ya que está tan grande tu casa, vamos a hacer aquí las reuniones, ¿no?”. Accedí sin problema alguno. Empezamos en esa casa, desde ese año del 86, a hacer reuniones.


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Allí nacieron unos talleres literarios que impartieron Juan Bañuelos, Germán List Arzubide y los poetas de aquella época. Conseguimos que el ISSSTE, que tenía como un tour de poetas, nos hiciera llegar a semejantes personajes a Tlaxcala. Si una cosa tengo es que soy muy perseverante. Conseguimos esa ayuda y cada semana nos mandaban poetas, quienes nos daban talleres ahí en mi casa. Años más tarde hice un escrito, al que titulé Una faceta poco conocida del maestro Xochitiotzin: su acercamiento a las artes escénicas. El maestro formó un grupo de teatro en 1965, que se llamó Tlaxcaltecayotl y también pintó escenografías. En el ensayo que escribí pongo el programa de

mano de esa etapa del maestro, como escenógrafo y como actor. Además, incluyo fotografías inéditas, en donde aparece el maestro pintando y toda la cosa. También montamos Vuelta a la tierra, con las escenografías originales realizadas por el maestro y con mis alumnos; de estas reuniones salieron muchas cosas, que nosotros hicimos. Eran grandes pachangas las que hacíamos. La esposa del maestro, doña Lilia Ortega, era muy buena cocinera y cuando estaba de buenas, en algunas ocasiones hacía pozole, lo llevaba a mi casa, junto con su anafre para que todos comiéramos. Nos la pasábamos bailando, platicando, bebiendo y comiendo hasta largas

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horas de la madrugada. —¿Qué otros proyectos salieron de esas reuniones? —De ahí salió esa puesta en escena que ya comentaba y que fue maravillosa. Porque, además, nos conjuntamos con el maestro Juventino Sánchez de la Vega y con la maestra Isaura Ramos, una investigadora de danza. Invité a la maestra porque la obra llevaba danza de concheros; fue el maestro Desiderio quien me pidió que la invitara, para que ella, con los alumnos de su escuela, montaran las coreografías. Fue una reunión muy padre y constructiva que hicimos para el montaje de esa obra. Ahí también se gesta y se fortalece el festival que ahora es el Festival Internacional de Títeres “Rosete Aranda”. El segundo cartel de esos festivales está diseñado por el maestro Xochitiotzin. Montábamos las exposiciones, el maestro iba y nos ayudaba, junto con los demás compañeros con los que nos reuníamos. Entre todos hacíamos grandes cazuelas de comida en mi casa, donde se les daba de comer a los grupos que se presentaban en el festival. Alrededor de la fiesta es que sucedió todo esto. Si no hubiera sido por eso, por la perseverancia y el apoyo de los compañeros, no existiría actualmente el Festival Internacional de Títeres de Tlaxcala y tampoco el Museo Nacional del Títere. Siempre he sido constante en la defensa de que todo esto de los títeres se originó aquí en Tlaxcala, porque los de México han venido y han querido adjudicarse todo el trabajo que nosotros hicimos para que esto se concretara. Lo peor es

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que lo lograron, pero ahí estoy yo evidenciando el trabajo para que se regrese el origen de los títeres a Tlaxcala. —Durante muchos años el taller de teatro que usted dirigió en el Colegio de Bachilleres fue un semillero de actores y actrices de Tlaxcala. Platíquenos sobre esa parte de su trabajo creativo. —En 1985 empecé a trabajar en el Colegio de Bachilleres con un taller de teatro, impulsado mucho por el maestro Xochitiotzin. Recuerdo que años antes vinieron unas personas del Instituto Nacional de Bellas Artes y empezaron a hacer modificaciones a lo que ahora es la Pinacoteca del estado. Uno de ellos me dijo: “Mira, Guadalupe, a estas personas les dan mucho dinero para hacer cosas y luego ya ni saben qué hacer. Ustedes tienen que cuidar su patrimonio; por otro lado, no tienen profesionales del teatro. Tienen que hacer un esfuerzo y empezar a lanzar gente a Xalapa y la Ciudad de México, e impulsarlas para que estudien carreras artísticas”. Muy acertado aquel hombre. Y ahí empecé yo, entonces si veía a alguien con talento, no dudaba en ayudarlo. Como pasó con José Luis Castilla, quien quería estudiar teatro, pero no tenía el recurso suficiente. Lo que hice fue solicitar una entrevista con la gobernadora Beatriz Paredes, para hacerle la petición de una beca, (en ese momento no existía ningún tipo de beca), con la finalidad de ayudar a mi alumno y hacerle notar a Beatriz que ese tipo de ayudas eran necesarias en el estado. Beatriz, con esa sensibilidad que la caracteriza, accedió a darme la

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beca. José Luis estuvo becado durante toda su carrera, en la Universidad Veracruzana, en Xalapa. Fue la primera beca que se dio en Tlaxcala para estudiar una carrera de arte. José Luis también puso mucho de su parte, porque sus calificaciones siempre fueron de diez. Ya de ahí varios se animaron y yo con gusto los apoyaba en todo lo que estuviera a mi alcance para que se prepararan y estudiaran este tipo de carreras. Ese taller tocó muchas fibras de los jóvenes del Colegio de Bachilleres. Yo detectaba talento con esa intuición tan peculiar que me caracteriza. —¿Nos podría hablar de alguna obra, que por las razones que usted considere, haya marcado su vida? —Serían dos. Una fue a raíz del levantamiento en Chiapas. Eso me movió mucho, porque yo había estado en las comunidades y las conocía. Tuve como un rayo de esperanza. Me puse a escribir y encontré una obra pequeñita de media cuartilla que había sido escrita en Colombia

cuando empieza a surgir allá un movimiento de dramaturgos que querían hacer un nuevo teatro y tener un lenguaje propio de América Latina. El teatro que hacemos está basado en los cánones del teatro griego: la comedia, la tragedia. Empieza a surgir ese movimiento, donde se propone realizar algo propio. Esa obra se llama La Maestra, y con un poquito de texto hice una obra como de media hora. Actuó ahí José Luis Alfaro. Esa obra me marcó mucho, porque era poco el texto y mucha la imagen. Yo trabajo así, de esa manera; trabajo mucho con la imagen y la música. Para mi la imagen es como un lenguaje del alma. Alguna vez me dijo José Luis Alfaro: “Maestra, lo que usted hacía era performance. Todavía no se conocía aquí el performance, pero usted ya lo hacía”. Tuvo un gran impacto la obra, pues todo el público estaba conmovido. Eran imágenes de cómo

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eran las comunidades en Chiapas y en América Latina. Fue una cosa impactante; era un ritual. La otra obra fue El Rastro, de Elena Garro; es una obra corta, de muy pocos personajes, pero yo la hice con cien alumnos, con Erick Barba como protagonista. Pero lo que hice para que pudieran participar cien alumnos fue un ritual nuevamente, con todos los textos de Elena Garro, los cuales son muy profundos. Hice un ritual en el escenario, la gente veía acá, veía allá y estaban extasiados. Yo veía en cada alumno qué es lo que podían hacer. Se me ocurrió hacer un ritual con Adrián Barajas [el protagonista], que era un abusador de las mujeres. Era un ritual con música de Xochipitzahuatl. Erick aparecía peinando a las chicas; todo era imagen y música. Otra escena incluía a una alumna que tenia un poder de concentración enorme, a la que le puse una mesa con muchas cosas mexicanas, entre ellas un pescado de tamaño considerable. Esa imagen fue impactante, porque cada vez que Adrián Barajas maltrataba a la mujer, a Delfina Ibáñez, la alumna siempre estaba con una concentración que con cada maltrato que recibía, ella le daba un machetazo al pescado que estaba en la mesa y este saltaba. La obra termina cuando le da el machetazo a la cabeza del pescado, simbolizando que le corta la cabeza a Adrián Barajas. Hubo una señora, que era tía de una de mis alumnas, que se tuvo que salir, la llevaron al baño y estuvo en shock, llorando, porque su esposo abusaba

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de ella y se veía reflejada ahí, en la historia que estábamos contando. Mi alumna me dijo: “Dice mi tía que ya nunca más va a dejar que su esposo le pegue”. Todo eso fue sumamente impactante y conmovedor. —¿Qué la animó a hacer una nueva edición del Lienzo de Tlaxcala? —Me animó lo polémico que es el Lienzo, cuya historia es algo que me maravilla, al igual que las imágenes. Se hizo en 1550. Yo ya tenía previamente investigación y entre más me adentraba en el tema, más cosas iba descubriendo. Yo amo Tlaxcala y hoy día considero que este es mi legado más grande que dejo para el Estado. Con esa intuición tan mía, percibí la importancia de realizar esta nueva edición del Lienzo, me propuse a mí misma que tenía que dejar esto para Tlaxcala. Esto no es algo solo dicho por mí, sino por los investigadores más

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importantes que ayudaron en la publicación de este, como fue Federico Navarrete, quien menciona que esta es la edición más completa que se ha hecho desde el siglo XIX a la fecha, porque tiene las dos versiones: la más antigua, que es del siglo XVII, de Juan Manuel Yllanes del Huerto, y la de Alfredo Chavero. Como yo había estudiado previamente la versión de Chavero, me di cuenta que si ponía la de él, en esta nueva edición, se complementaría aún más la investigación. Conseguí entonces el presupuesto necesario para que aparecieran las dos versiones. Este libro es de suma importancia histórica, Navarrete ya lo decía: “Lo más importante para conocer el proceso de Conquista está en el Lienzo de Tlaxcala”. El proceso de edición comenzó con un acercamiento al Dr. Miguel León-Portilla y llegar a acuerdos. Cuando él me dice que seré la

encargada de editar la versión del siglo XVIII, que es poco conocida, debido a que no se había completado, me propuse no solo describir las láminas, sino hacer el Lienzo de Tlaxcala en su historia y contexto. A partir de ahí es cuando hago todo el contenido, me encargo de revisar qué necesito y a qué especialistas debo invitar para abordar los temas que me interesaba resaltar. Así fue como empiezo a invitar a investigadores y especialistas, como Jaime Cuadriello. Ahora que veo todo lo que realicé, pienso que esto es mágico, porque sin conocerme los especialistas confiaron en mí. Me costó mucho trabajo, pero lo logré. Cada especialista fue invitado de manera muy formal, a través de una carta redactada y firmada por la Secretaría Educación Pública del Estado, a cargo en ese entonces, del Dr. Tomás Munive. Fue maravilloso trabajar con el equipo del doctor, sobre todo con su asesor, Martín Hernández, un señor muy culto, con quién percibí que ambos compartíamos el mismo tipo de intuición, porque él fue capaz de darse cuenta de la importancia que tenía trabajar en este texto. Mucho de este libro se lo debo a él. Si hubiera más servidores públicos como este hombre, México sería otra cosa. —¿Cómo se llamaría la obra sobre la vida de Guadalupe Alemán? —Yo la llamaría Pasión, porque encaro la vida con pasión. Le pongo alma, espíritu y magia a todo lo que hago. Sería también una obra, en ese ambiente rulfiano que tanto me gusta. Así sería mi obra de vida.



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Manual para mamás y papás de niños con cáncer es una guía que lleva de la mano a las familias desde el día del diagnóstico, pasando por la terapia, rehabilitación y el fin de la enfermedad.

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Manual para mamás y papás

de niños con cáncer, de Celia Carro Aviña La publicación es independiente y lo recaudado será donado a pacientes del Hospital Infantil de Tlaxcala.

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Por: Yazmín Zarate Foto: Archivo Celia Carro Aviña

elia Carro Aviña es originaria de la Ciudad de México, aunque lleva más de 30 años viviendo en Tlaxcala. Estudió ingeniería Química Farmacéutica Industrial. Fue becada por el Conacyt a Laboratorio Lepetit en Italia. Ha sido docente investigadora de la UAM Xochimilco. Cuenta con una maestría en Educación Superior en la UAT. Fue directora académica del Colegio de Bachilleres de Tlaxcala; directora de Educación Media Superior y Superior de la USET; y delegada del Instituto Nacional de Educación para los Adultos en Tlaxcala. Egresó del Instituto Mexicano de Tanatología de la Ciudad de México. Actualmente es tanatóloga voluntaria en el Hospital Infantil de Tlaxcala, donde su atención se ha centrado principalmente en el ámbito oncológico, con niños y familiares de los pequeños. El Manual para mamás y papás de niños con cáncer, de Celia Carro Aviña, es una guía que lleva de la mano a las familias desde el día del diagnóstico, pasando por la terapia, la rehabilitación y, para algunos casos, el fin de la noche oscura: la pérdida de algunos pacientes. Poder ayudar a padres y a niños con diagnóstico de cáncer e insuficiencia renal, ha sido

el día a día de los último doce años de Carro Aviña. En el 2010 ingresó como voluntaria al Hospital Infantil de Tlaxcala, donde pudo conocer y vivir de cerca la historia y peregrinar de pequeños y sus familias, que carecen de ayuda o guía para enfrentar dicha situación. Sin embargo, por más que alguien se intente colocar en los zapatos de los familiares, nunca se podrá lograr dicho cometido, comparte la escritora. Para ella es indispensable sensibilizar al equipo médico y a los familiares, ante la noticia del padecimiento de cáncer o de insuficiencia de renal en niños y adolescentes, pues esta resulta ser una noticia devastadora que debe tratarse con mucho amor y paciencia. El dolor y sufrimiento no solo están en los pequeños, de quienes se cree no alcanzan a comprender lo que atraviesan, sino que también impacta de manera directa a los padres, amigos y familiares cercanos. Todos se quiebran emocionalmente ante el diagnóstico de cáncer e insuficiencia renal, que suele asumirse como sinónimo de muerte. Nadie está preparado para sobrellevar el proceso de estos padecimientos y como padres también solemos equivocarnos. De modo que el Manual para mamás y papás de niños con cáncer es un parteaguas en el tratamiento, atención y

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diagnóstico para niños y adolescentes con estos padecimientos. El día para Celi, como la conocen en el Hospital Infantil, inicia a las ocho de la mañana. Ataviada con su bata blanca, realiza un recorrido por las diferentes salas y se acerca con los pequeños y adolescentes diagnosticados con los que platica, lee, canta y ve películas. La convivencia resulta ser muy cercana, al grado de que poco a poco se convierte en la confidente de los pacientes. ―Cumplimos los deseos de conocer algunos lugares, personajes o acudir a eventos (torneos, conciertos, convivencias) con el apoyo siempre de

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gente generosa. Dios es grande ―señala Carro Aviña con suma dulzura. Voluntaria, tanatóloga, gestora, pero ante toda humana, Celia Carro tiene días que son muy pesados y complicados para los pacientes y para ella. ―Algunos días son tristes, porque soy humana. A veces me rebasan las emociones, salgo al estacionamiento y en mi auto lloro, me desahogo. Al día siguiente me preparo y hago mi recorrido con el único objetivo de dibujar una sonrisa en cada uno de mis pacientes. Para así brindarles un poco de luz y esperanza. Sin embargo, cuando alguno de sus pacientes ha de abandonar

el hospital y no precisamente por recuperación, este resulta ser un hecho sumamente nostálgico. ―Recuerdo bien a un paciente de cinco años, su nombre era Mau. Un día en que sus familiares no se encontraban con él en el hospital, me llamó para que pasara un momento a su lado. De repente me dice: ”Celi, estoy muy cansado, hasta aquí llegué. ¡Ya no quiero venir al hospital!”, exclamó Mau, abatido. Algunos autores mencionan que a la edad de cinco años, los niños no tienen un concepto claro de lo que es o representa la muerte. Pero ante la historia que compartió la maestra tanatóloga con nosotros, parece ser que aquellos autores están errados, pues ese día Mau tenía claro que había de abandonar el hospital y no quería hacerlo estando solo. ―Minutos más tarde Mau decidió marcharse, apagar su lucecita ―describe con nostalgia la tanatóloga. Celia Carro nos comentó que a una década como voluntaria en el Hospital Infantil de Tlaxcala, luego de jubilarse, su labor la ha hecho madura, ser más sensible, comprender mejor los procesos que atraviesa cada persona y el tiempo límite que nos da la vida. ―Me siento agradecida y feliz por mi labor. Esta publicación representa para mí una ayuda para quienes viven y padecen cáncer. La publicación del manual fue un regalo de mis hijos que financiaron el proyecto, de modo que lo recaudado será donado para los pacientes del Hospital Infantil ―nos explica la maestra Carro. En entrevista con Celia Carro, platicamos de forma amena en una cafetería del municipio de Panotla,


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donde actualmente radica, y compartimos un delicioso chocolate caliente para mitigar el frío del invierno. Celi abre sus recuerdos y comparte con nosotros su gran pasión como voluntaria en el Hospital Infantil de Tlaxcala. ―¿Cómo recuerda su infancia? ―Fui la quinta de seis hijos, el “jamón del sándwich”; pesó sobre de mí la carga que tuve hacia arriba y un poco menor hacia abajo. Me vi obligada a resolver mis propios conflictos, con mis propios recursos; esto me hizo independiente y desapegada. ―¿Qué leía cuando era niña? ―Leía el periódico y disfrutaba de leer mis libros de texto. Yo fui la generación

del inicio de los libros gratuitos, aún recuerdo cuentos que ahí leí. ―¿Una anécdota que nos comparta de su adolescencia? ―No me gustaba que me obligaran a acompañar a mi hermana la mayor, era muy guapa y me decían: “Adiós, cuñada”, “Cuídame a tu hermana”. ―¿Cuándo se da cuenta de su vocación por la docencia? ―Cuando era niña tuve dos maestras en la primaria que admiré mucho y soñaba ser como ellas. ―¿Cuántos años tenía cuando inicia a trabajar como docente y dónde? ―Hice examen en la Nacional de Maestros y no quedé. Ingresé al Instituto Politécnico Nacional y

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cuando cursaba el primer año (a los 18 años), Inicie a trabajar en un laboratorio de una secundaria. ―¿Cómo decide trabajar en la administración pública? ―Nunca me lo propuse, el destino me colocó ahí. Y tuve que ser profesional, abrí una brecha de género, había muy pocas mujeres en la administración pública en Tlaxcala, no fue fácil, pero lo logré. ―¿A qué retos se ha enfrentado como mujer? ―En muchos casos me ha tocado ser la primera mujer en el cargo y fui objeto de descalificaciones desde lo oculto, sin dar la cara “grilla”. ―¿Cuál es su libro favorito? –La rueda de la vida, de Elisabeth Kübler-Ross, es el legado de esta extraordinaria psiquiatra y primera tanatóloga; La madre, de Máximo Gorki; Ensayo sobre la ceguera, de Saramago. ―¿Cree en el destino? ―Sí, cuando era mucho más joven, siempre decía: “Nunca trabajaré en un psiquiátrico, ni en un reclusorio, ni en un hospital, y menos con niños”, y mira. ―¿Ser docente implica vocación y por qué? ―Ser docente es un gran compromiso social, es darle forma a la nueva mujer o nuevo hombre en este país. ―¿Cómo decide ser voluntaria en el Hospital Infantil de Tlaxcala? ―Después de jubilada, quería contar cuentos a los niños hospitalizados.

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Estudié tanatología en la Ciudad de México y, en 2010 ingreso como voluntaria al Hospital Infantil de Tlaxcala. ―¿Qué la alentó a escribir un libro de ayuda para los padres de niños con cáncer? ―Dejarles a ellos una guía inspirada en anécdotas, historias, reclamos, confesiones, vivencias y sabiduría de mis grandes maestros: mis pacientes, mis niños. ―¿Quién edita su libro? Háblenos del proceso de publicación. ―Apenas había empezado a arrastrar el lápiz y lo compartí con uno de mis hijos, quien me alentó a seguirle. Al término del primer borrador mis hijos me ofrecieron darme de regalo la impresión. Quien se encargó de todo fue la editorial Malix, desde luego bajo mi supervisión. ―¿Qué ha significado para usted escribir este libro?

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―Un reto, un compromiso con mis niños, los que recuperaron su salud y los que brillan en el firmamento. ―¿Qué espera de esta publicación? ―Que llegue a los papás y mamás de niños enfermos que caminan solos, pretende ser, de manera modesta, una guía que los aliente a seguir y les advierta los peligros que puedan encontrarse. ―¿Dónde se puede adquirir? ―En eso estamos, por ahora solo conmigo. Mi Facebook es Celi Carro y mi celular es 2461114870. ―¿Cuál es su reto en la vida? ―Atender a mis pendientes, cerrar círculos e irme en paz cuando llegue mi fin. ―¿Cómo ha vivido la pandemia? ―Como a todos, nos tomó por sorpresa, nos obligó a reaccionar, a enfrentar y madurar. Cuidarnos y cuidar a los demás es tarea conjunta como sociedad.

―¿La contingencia sanitaria influyó en su proceso creativo? ―Sí, me dio tiempo para reflexionar sobre la finitud de la vida. ―¿Habrá un antes y un después para los padres que conozcan su publicación? ―Yo esperaría que sí, las opiniones de madres y padres, personal de salud y quienes lo han leído, son favorables. ―¿Si tuviera la oportunidad de guardar en una cápsula del tiempo algo suyo, para abrirla en 50 años, qué guardaría? ―Guardaría frases con las que crecí, frases que se repitieron en lo verbal y tuvieron un efecto muy importante en mi vida, como: “Hay que prepararte y estudiar para servir a tus semejantes”, “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, “Sueña ahora y conviértelo en realidad”.



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No me quiero casar

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Por: Horacio López Muñoz

i usted tiene más de cuarenta años, seguro se acuerda de las Flans, un grupo de electro pop en toda la regla de mediados de los ochenta que cambiaron las reglas del juego con letras sencillas, divertidas y bailables en una época en la que escuchábamos mayoritariamente baladas. Y si es mujer, quizá incluso decidió en algún momento vestirse como ellas. Cuando pensamos en música popular, generalmente creemos que, al ser música de consumo, no tiene valor alguno. Sin embargo, me parece que menospreciamos el género musical —como muchas cosas en la vida—, sin detenernos a pensar un poco. Aunque no es el objetivo de este artículo defender la música pop, permítame detenerme un minuto en ello. En mi experiencia, por mucho que digan que es fácil de hacer, en realidad es algo muy complicado por la cantidad de detalles que tiene y la fineza que necesita el sonido. Escuche con atención y verá la cantidad de cosas que están atrás de los instrumentos principales. Además, el pop tiene una característica maravillosa: nos regala letras hermosas.

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Pienso en compositores como Manuel Alejandro y su amada esposa Ana Magdalena —seudónimo de Purificación Casas— que nos dieron auténticas joyas del pop en los sesenta y definieron la música de los ochenta de la mano de intérpretes como Emmanuel o José José. Desde mi punto de vista, esas eran canciones escritas por adultos para adultos y por eso las Flans fueron tan importantes, porque rompieron el molde al hacer masiva la música para adolescentes con letras divertidas, pero profundas en muchos casos. Tenemos bastantes ejemplos de letras fantásticas y profundas: “Susana” habla sobre la soledad y vacío emocional de una prostituta, la obsesión enferma y la dualidad se aborda en “¿Quién eres tú?”, hasta cosas que atentaban contra el amor romántico que se supone era la base de sus letras juveniles como en “No preguntes más”, donde ella le corresponde una infidelidad a su pareja… con otra, pero en calidad de iguales y no por venganza. Todo esto viene a colación porque hay una canción en específico de ellas que se llama “No me quiero casar”, de su tercer álbum Luz


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y sombra. Esta canción trata sobre una mujer que le dice a su novio que pues no se quiere casar con él. Hay varias razones para ello: la principal es que tiene metas que cumplir, que no quiere estar con alguien que tampoco está seguro de querer casarse y que lo que en realidad quiere es seguridad de tenerla y controlarla. Cuando escuché por primera vez esa canción, allá por 1987 a la tierna edad de 13 años, estaba sin poder entenderlo. ¡Las chicas declaraban que no querían casarse! ¡Declaraban que no querían hacer lo que se supone que las mujeres deben hacer! Tenían el control de su vida y sabían lo que querían. No se trataba de resignarse a las expectativas del género femenino, sino de declararse mujeres que buscaban una plenitud. No, este artículo no trata sobre feminismos. Y no porque esté mal, sino porque pertenezco al género masculino y me parece que además de ser un movimiento legítimo, es una batalla de mujeres que debe ser escuchada y atendida con prontitud y al no sufrir la violencia de género que ellas pasan, sería muy iluso de mi parte pretender que sí entiendo a cabalidad el movimiento. Pero sí quiero hablar de cómo nos afecta como comunidad el aceptar esos roles. Hace unos días, platicaba con un matrimonio joven que tiene cinco o seis hijos. El mayor nació cuando ella tenía alrededor de unos 15 años si mis cálculos no me fallan. Con 19 a cuestas, el primogénito ha abandonado la preparatoria en el primer semestre y desde hace dos años trabaja como macuarro —dice

su mamá con cierta vergüenza—. Sin embargo, está buscando la posibilidad de irse de mojado a los Estados Unidos, porque aquí no podrá hacer nada. Ambos progenitores están comprensiblemente preocupados por el futuro de su hijo, y evidentemente no quieren que se vaya. Sin embargo, saben que la situación en el país, en estos momentos es complicada y probablemente, en el momento que escribo esto y según los indicado-

Un anillo no arregla el amor, lo complicará Vestida de blanco mis sueños no cambiarán Flans – “No me quiero casar” – Luz y sombra – 1987 Baqueiro, Aguirre, Azali y Villafañe

res macroeconómicos, vaya a peor. Parece que no hay otra elección. Uno podría argumentar, desde el nicho de quien lo sabe todo, que no debió abandonar sus estudios y que, si continuara, tendría más oportunidades. Pero uno nunca sabe. Hay muchos profesionistas que no tienen más remedio que trabajar en empleos muy precarios. Basta echar un vistazo a las estadísticas de INEGI para darnos cuenta. Por supuesto que tendría más oportunidades con un título profesional, pero mi punto es que eso no garantiza que pueda hacerse de una vida clasemediera al menos. Es un tema muy complejo con muchas aristas y que los economistas nos vienen

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advirtiendo desde hace años. El caso es que la preocupación da paso a la acción: me pidieron que hablara con el hijo varón o que les explicara qué decirles. No tengo hijos y, por lo tanto, no puedo entender lo que están sintiendo, sino que solo puedo tratar de entender racionalmente. Me limité a explicarle tanto a los padres como al hijo lo que a mi parecer podría suceder en su trayecto a los Estados Unidos, los riesgos y qué pasaría con su identidad familiar, que les importa mucho. Finalmente, a pesar de los riesgos, concluyeron que no quieren que se vaya, pero es hombre y necesita hacerse de sus cosas. Si aquí no se puede, que así sea entonces. ¿Se imagina qué significa esto? Que están no solo dispuestos a alejarlo de su tierra, de sus lazos familiares y de su identidad posiblemente en aras de cumplir lo que un hombre debe hacer. Y es que, cuando le pregunté a su hija, de apenas 17 años, qué quiere estudiar, me di cuenta de que la situación era terriblemente diferente, pero igual de trágica: está en quinto semestre del bachillerato y no sabe qué quiere. Eso sin contar que cuando habla, lo hace casi como si susurrara. Uno pensaría que esas cosas ya no pasan, pero siguen sucediendo; las mujeres aún no tienen el derecho de hablar libremente. El padre no dijo cosas como “Para qué va a seguir estudiando si se va a casar”, afortunadamente, pero sí noté que no les importaba mucho si continuaba o no. No quiero dar lugar a confusiones: se ve que ambos aman profundamente a sus hijos,

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pero la comunicación no es la misma y, por lo tanto, las expectativas de género fluyen libremente. Cuando noté que ella era incapaz de articular una razón válida para ella de forma que pudiese convencerse de no estudiar la universidad, le pregunté si sabía qué quería hacer o qué quería alcanzar. No hubo respuesta. Y eso es trágico, no solo por la parte personal y lo que será de ella, sino porque entiendo que hay un gran porcentaje de la población que está en la misma situación. ¿Cuánto desarrollo económico, político y social podríamos alcanzar si las mujeres no tuvieran esas cadenas impuestas? Y no, no se trata de que ellas se las autoimponen. Eso es un consuelo machista. Nosotros se los ponemos.

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La charla continuó y me di cuenta de que los padres están también preocupados por su hija, pero no al mismo grado del hijo. Y eso también es terrible. No le habían preguntado a su hija si tenía planes, qué quería hacer como adulta y a dónde quería llegar. ¿Viajaría? ¿quiere tener hijos o no? ¿quiere estudiar o no? Lo noté porque se lo pregunté y simplemente no pudo contestar a nada. Le comenté que era importante que pensara en ello. Y que continuara sus estudios. Eso le permitiría que logre lo que quiera y evitar casarse con el primero que se atravesara en el camino y le hablara bonito para terminar como una trabajadora sin salario muy probablemente —cosa que no les gustó a sus padres ni

tantito, por cierto—. Entiendo que uno podría suponer que esas cosas solo pasan en entornos rurales… pero es que Tlaxcala en su mayoría es un entorno rural. Creo que minimizamos las tragedias para sentirnos bien con uno mismo y no dimensionamos lo que sucede. Por supuesto, puede pensar que estoy haciendo lo mismo, pero es necesario que se visibilice esta situación tantas veces como sea necesario para que pensemos qué estamos haciendo y cómo podemos solucionarlo. Dicen las Flans que no se quieren casar porque la historia de amor se complicará. Es cierto. Estamos en una época en la que se añoran los viejos valores del amor. Escuchamos frecuentemente decir que las personas


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ya se casan y se divorcian tan rápido como un suspiro y, aunque no lo parezca, demeritamos las nuevas formas de relacionarnos que tanta falta nos hacen para deconstruir el amor. Permítame explicarme: hoy en día, las relaciones amorosas están cambiando conforme avanzamos en derechos, igualdad y conocimiento en temas supuestamente sensibles como género e identidad. Eso hace que las personas más jóvenes comiencen a preguntarse y a determinar cómo quieren vivir sus relaciones amorosas y eróticas. No se trata ya de un amor que culmine con un contrato civil o religioso, sino de un amor que contribuya a hacerlos más felices. Así pues, aunque sigue siendo muy difícil, ya es más visible que una per-

sona se asuma como trans y busque a otra que le ame sin importar su género independientemente de su sexo de nacimiento. Las personas homosexuales también pueden vivir sus relaciones más abiertamente que hace apenas unos años, cuando la agresión era el pan de cada día. ¿Recuerda cuando apenas hace unos veinte años se escuchaban historias terribles de golpizas y asesinatos que sufrían las mujeres trans y los integrantes de la comunidad homosexual? No estamos tan lejos como parece. ¿Así que de verdad es necesario que censuremos que las relaciones ya no sean como antes? Quizá es un buen momento para pensar que las relaciones emocionales no se cierran únicamente

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a un universo, sino que son tan vastas y extensas que vale la pena reconocerlas en aras de un mayor entendimiento y de una mejor comprensión a nuestros vecinos. El amor no tiene que ser de una forma para ser válido. Por eso invoco a las Flans: no necesitamos estrictamente contratos que aten, sino relaciones que sean liberadoras. Por favor, no me interprete erróneamente. No estoy en contra de la institución que es el matrimonio, sino que digo que no debería ser lo único válido para entender que el amor vive, se manifiesta y alcanza niveles de muchas formas. Si no se quiere casar, no lo haga. El amor es libertad, no una cárcel potencial.

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Ichigo-Ichie

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Por: Tomás Galicia

ún recuerdo la primera vez que escuché la eterna historia del abuelo sobre su compañerita de primaria: Yolanda su inolvidable Yolanda. Yo era una adolescente enamorada quejándose del cambio de residencia de Luis, mi primer novio. Y solo podía sentir coraje hacia él. Pero el abuelo siempre sabio y tranquilo, aun con la fortaleza para valerse por sí mismo, fue por una botella de vino y dos copas. Nos sentamos en el comedor a charlar y poco a poco el despecho que sentía se fue diluyendo. -No es tan malo que las personas se alejen –decía. -A veces no depende de ellos. Y la gente que realmente amamos, no se va nunca, se queda en un huequito de nuestro corazón, terminó diciendo con la voz entrecortada.

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Y esa tarde de abril escuché el mejor consejo de mi vida: “Nunca dejes de decir te quiero a las personas que te importan; diles hasta el último momento que los quieres, porque puede ser el último instante que los veas”. Volví a recordar esa tarde con el abuelo cuando fui a una conferencia sobre un método japonés para vivir la vida, que se llama “Ichigo Ichie” y significa “Un único encuentro en la vida”, el conferencista decía que no sabemos cuándo se terminará la vida, cada día puede ser el último, así que hay que vivir el momento. Los japoneses usan la expresión en dos situaciones: cuando se encuentran con un extraño por primera vez y cuando se encuentran con conocidos, para enfatizar que cada ocasión es única. En ambos usos, la expresión pretende mostrar gratitud y apreciar un momento compartido

en nuestras vidas. Y ahora he sentido nuevamente ese enojo contra una persona que se aleja de mi vida. Ahora es contra mi amiga Lucy, porque hace una semana de manera discreta ha dicho que va a renunciar al trabajo y yo completamente enojada decidí dejar de hablarle. No era el enojo contra ella, sino dolor por todos los momentos que dejaremos de compartir. Se acabaron los minutos tomando café por la mañana. Intenté convencerla de que no renunciara y actué de manera egoísta durante los últimos días, pero recordé la historia de la Yolanda del abuelo Beto, pensé en que ya no habrá más emparedados sorpresa en mi escritorio. En los mensajitos dándome animo en los momentos difíciles. Lucy era para mí lo que Yolanda fue para el abuelo Beto. Una luz en los momentos


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difíciles y un complemento de mis limitaciones. Pero creo que ahora estoy más preparada para enfrentar esa despedida. He llegado a visitar al abuelo Beto, ahora yo he traído el vino Cabernet que tanto nos gusta. Don Beto ahora baja más lentamente de la escalera y se sienta en la sala y yo le digo que me cuente nuevamente la historia sobre Yolanda. Ahora la escucho con más atención, él recalca que en esa época eran tiempos difíciles en su casa y lo enviaban sin almuerzo a la escuela. Yolanda primero comenzó compartiendo su emparedado y después llevaba uno extra y luego añadió una gelatina de limón. El abuelo cuenta de ese extraño calorcito que sentía cuando ella lo tomaba de la mano y también recuerda que ella tenía la suficiente paciencia para explicarle como

atarse los cordones de los zapatos. Se le nublan nuevamente los ojos por las lágrimas contenidas cuando habla de cómo dejó de hablarle los últimos días que la vio, cuando ella le explicó que su familia cambiaría de casa. Siempre termina su historia mostrando una nota que lleva en su cartera. Yolanda la escribió como despedida con la siguiente frase: “Te recordaré eternamente Atentamente Yolanda...” El abuelo siempre decía que hace algunos años intentó buscarla, fue a su vieja primaria y pidió los datos. Yolanda Martínez Echegaray. Así se llamaba, pero es como si no hubiera existido, él nunca pudo encontrarla. Y solo conservaba ese viejo papelito que ella le escribió y

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una copia ilegible de su boleta de calificaciones, donde se pueden ver lo rasgos de la niña Yolanda en una foto blanco y negro. El ruido del timbre de la casa nos interrumpe, voy corriendo a abrir la puerta porque ahora he preparado una sorpresa. Hace unos meses emprendí esa misión casi imposible y busqué a esa extraña niña llamada Yolanda. Fue una tarea difícil pero lo logré y en la puerta se encuentra una señora de 80 años. Es una persona fuerte y sonriente, ha llegado con dos emparedados y una gelatina sabor limón. El abuelo se sorprende al escuchar esa voz diciendo: -Betito, ¿ya sabes amarrarte las agujetas? El abuelo vuelve a ser niño otra vez y con sus ojos desbordados de lágrimas alegres corre hacia ella gritando: -Yolanda…Yolanda has vuelto, sabía que volverías. Ambos vuelven a platicar emocionados, hablan como si fueran esos niños de ocho años. Y yo creo que nunca envejecemos en realidad, solo nos vamos construyendo ese disfraz de adultos que a veces nos estorba, sobre todo para ser felices. Mientras doy un sorbo a la copa de vino, saco la libreta para organizar la despedida de Lucy, pero algo hace que la cierre. Escucho el canto de los pájaros en el jardín, veo los rayos del Sol que llegan a la ventana porque se acerca el atardecer y me siento con una extraordinaria calma y paz interior. Veo la cara de felicidad de una de las personas que amo y pienso que eso es un Ichigo –Ichie, porque ese es un momento que no se repetirá nunca.

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Encontrando a mi niño interior

E

Por: Psic. Cristina Figueroa.

n el artículo pasado escribí acerca del Día del Niño, y comentaba que precisamente nuestra costumbre ese día es festejar a los chiquitos con algún evento, celebración, darles un regalo o salir a pasear. ¿Pero cuántas veces vemos que los adultos que acompañan a los niños lo hacen de mal humor? Yo creo que muchas veces. Muchos adultos acompañan a los niños con desagrado esperando que el día se acabe y sea lo más corto posible. Y es entonces cuando me pregunto: ¿Dónde está su niño interior? ¿Enterrado en lo más profundo de su ser? Seguramente. Y no solamente ese día, sino los demás días del año. ¿Dónde guardan a su niño interno? ¿Lo dejan salir de vez en cuando? ¿O nunca? ¿Ser adulto significa no reírse? ¿No divertirse? ¿Es usted de los que creen que los adultos exclusivamente trabajamos y los niños son los únicos que se divierten? Dentro del estudio de la psicología tenemos exponentes importantes que años atrás hablaban de buscar, cuidar y, en su caso, rescatar a ese niño interno. Carl Gustav Jung lo llamaba “el niño divino”, mientras que Donald W. Winnicott se refería a él como el “yo auténtico”. El niño que llevamos dentro se refiere a esa parte de cada uno de nosotros, llena de energía, que denota alegría y creatividad.

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Es nuestro yo auténtico lo que somos realmente. Quienes no han enterrado a su niño interior son personas que suelen ser más espontáneas en su trato y, por supuesto, ríen con mayor facilidad, encontrando adaptabilidad y entusiasmo en sus relaciones personales y en sus metas profesionales. En general son personas que disfrutan más de la vida. La Dra. Lucia Capacchione nos dice lo siguiente sobre el niño interior, para darnos una idea de lo importante que es: “Para ser plenamente humano, el niño que llevamos dentro debe ser abrazado y se tiene que manifestar”. Así que dejar salir y disfrutar a tu niño interior no solamente te permitirá convertirte en una persona más feliz, sino te ayudará en tu relación con otros niños, ya sean tus hijos o, si eres docente, en el trato con tus alumnos. “Un hombre infantil no es aquel cuya evolución se ha interrumpido, sino que, por el contrario, es un hombre que se ha dado la oportunidad de seguir evolucionando mucho después de que la mayoría de los adultos se hayan envuelto en el capullo de los hábitos y los convencionalismos de la madurez”, refiere Aldous Huxley. Psicoterapeuta cognitivo-conductual psicologiaclinicaintegral@gmail.com Tel. 246 45 803 93



Receta

Tlaxcales con mantequilla Chef: Juanita Aguilera

Ingredientes: 1/2 kilo de maíz ligeramente recio (sazón) molido con: 1 huevo

50 gramos de mantequilla 100 gramos de azúcar 1 raja de canela

1/2 cucharadita de rayadura de naranja

1 cucharadita de polvos para hornear.

Procedimiento: Amasar todos los ingredientes de la lista anterior después de molidos y proceder a elaborar los Tlaxcala ayudán-

dose de una cuchara pues está masa queda espesa y debe colocarse por cucharadas sobre un sartén de teflón ligeramente engrasado de mantequilla, a fuego medio,

voltear para que se doren parejo, quedarán como gorditas pequeñas ligeramente doradas, guardarse en recipiente tapado después de enfriar. Buen provecho. 30




Celebra, Revista Momento 10 años de realizar ediciones especiales de mujeres

A

lrededor de doscientos invitados se dieron cita en el Salón Cantabria del Hotel Posada de Apizaco para celebrar 10 años de contar historias de Mujeres

tlaxcaltecas. Con una cena y el concierto del violinista Tlaxcalteca Isaac Martínez del Ángel se llevó a cabo la celebración, donde la Directora Marisol Fernández Muñoz dio la bienvenida y Marina Aguilar, síndico del ayuntamiento de Apizaco hizo el brindis para festejar las ediciones especiales de mujeres que se realizan en el mes de marzo, en el marco del día Internacional de la Mujer. Revista Momento agradece a los patrocinadores para que este evento se llevara a cabo donde hubo regalos de nuestros patrocinadores; Grupo Gora, Lía Regalos, Granja de Burros la Esperanza, Alan Varela, Yudelka Huerta, Pro-Age, Hyundai Apizaco, Boutique Norma, Aldebaran Casa, Medical Bosntato Apizaco, Marino Armas, el artista Enrique Pérez y los diputados Lupita Cuamatzi y Rubén Terán Águila.





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