Vista al Sur 01

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VISTAALSUR Revista de Cine y Fotografía

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Sue単a no aplican restricciones

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Una campa単a de vistaalsur


Nuestra próxima

vistaalsur ya tiene tema...

FRON

TERAS

Una cadena, una línea pintada en el suelo o en un mapa, tu ropa, el color de la piel, tu barrio, una calle, un río, un prohibido, tu piel, una pared, el “no te quiero más” o una ventana. Cuéntanos, muéstranos tus FRONTERAS.

revista@vistalsur.com

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VISTAALSUR

editorial

Con velas, consignas, tambores y bailes, cientos de mujeres y hombres provenientes de todo el continente y de muchos rincones de Colombia, recorrieron las calles de Barrancabermeja hasta llegar a el Parque de la Vida, donde a través de un emotivo acto cultural se recordaron los cientos de víctimas del conflicto social y armado colombiano. "Mi cuerpo es mi casa, mi casa es mi territorio. No entrego las Llaves", Encuentro Internacional de Mujeres contra la Militarización, 21 de Agosto 2010, Barrancabermeja. Foto: Daniel Alfonso León

Contacto revista@vistalsur.com Colaboran:: Andrea Echeverri J. Carlos Mario Pineda Carlos Reyes LePaliscot Cybele Haupert Daniel Alfonso León Henry Posada Losada Iván Darío Hernandez Iván Gallo Jack Casablanca Leonor de Lohle Mario Niños Villamizar Mauricio Laurens Nelson Cárdenas Oswaldo Osorio Distribución gratuita

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¿Tienen uds. amigos de esos que aunque pasen los años, cuando vuelven, aunque los encuentren cambiados, se saludan como si fuera ayer que les dejaron de ver?. Nosotros sí que los tenemos: ¡¡ Son uds ¡¡ Casi 400 cartas de felicitación sincera, más de 1800 visitas individuales al sitio ISSUU desde lugares tan distantes como China, México o Australia. Han viajado ¡eh?. En fin, el caso es que nos alegramos de saber que la espera les valió la pena y esperamos seguir en su corazón. Hemos hecho cambios, como verán: además de incorporar columnas y secciones nuevas, establecer los textos en 12 para facilitar la lectura, tenemos nuestro propio sitio www.vistalsur.com, donde irán viendo a lo largo del mes, además de la revista (y casi todas las ediciones antiguas) cositas varias que ya iremos desarrollando. También adecuamos ahí un lugar para subscribirse, para no andar cansando con correos a quien no le interesa y, en aras de abrir la edición más aún, hemos convocado un pequeño concurso para escoger la portada de nuestro siguiente número, el cual, volviendo a la usanza de cuando fuimos impresos, tendrá tema definido. Los dejamos, pues, con esta edición de septiembre, a ver que tal les va. Saludos


¿Y que tal si nos haces la portada de vistaalsur/Fronteras?

Ve, que seguro tienes una foto que nos sirva para la portada de Vista al Sur / Fronteras. Aquí atrás no más te la hemos dejado clara sobre lo que tenemos en mente. de modo que anímate y ¡ sorpréndenos ¡ No temas, que no tendrás que cambiarte de barrio con el premio que tenemos para la foto escogida: una tarjeta SD de 8 gigas donada por un secreto benefactor. Las reglas son fáciles: 1. Que podamos usarla en vertical. 2. Que sea tuya. 3.Que no nos las mandes de 50 Mb porque nos tientas a venderla a Fotocolombia. ¿Listo? Adelante, te esperamos antes del 8 de octubre en revista@vistalsur.com. Advertencia: Si nadie envía, la tarjeta se la queda el director de la revista. Punto


CONTENIDO Buzón. 7 CINE MÁS El Cuerno de la Abundancia. Comedia en la provincia cubana. 09 Por Mauricio Laurens

La ciudad de las tormentas. Una guerra se hace con mentiras. 11 Por Oswaldo Osorio

Cerezos en flor. Un alemán en el Japón. 13

Por Carlos Mario Pineda El Séptimo Cielo. ¿Aman físicamente los mayores? 17 Por Carlos Mario Pineda El dulce porvenir. El provecho de la tragedia. 21 Por Andrea Echeverri Jaramillo. La Sociedad del Semáforo. Retratos de lo (in)visible. 23 Por Carlos Mario Pineda. El escritor fantasma. El paroxismo eficiente. 27 Por Jack Casablanca. Líbano. De héroes y terroristas. 29 Por Nelson Cárdenas.

Las películas no son hoteles. 32 Por Oswaldo Osorio

¿En qué tono se lo digo? Maíz pira en primera clase y sushi en general. 33 Por Iván Darío Hernández Jaramillo. Solaris de Andrei Tarkowsky. 35 Por Iván Gallo. Maldeojo. ¡ El Súper 8 vive ¡ 39 Por Mario Niño Villamizar Arrepentimiento. 41 Por Henry Posada Losada.

FOTOGRAFÍA Desarraigo. 43

Fotos de Leonor de Lohle Vida Minadas. Cuando la fotografía revela la dignidad de las víctimas. 51 Por Cybèle Haupert. La India queda en Colombia. El sentido común frenteando la guerra. 60 Por Nelson Cárdenas


Imagine there's no countries Imagina que no hay paĂ­ses

It isn't hard to do No es difĂ­cil de hacer

Nothing to kill or die for Nada por quĂŠ matar o morir

And no religion too Ni tampoco religiones

Imagine all the people Imagina a toda la gente

living life in peace. viviendo su vida en paz.

Imagine John Lenon (1940-1980)

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Buzón ¿Twitter? Que buena noticia que salgan de nuevo! ¿Y si abren cuenta en Twitter? Pueden darse a conocer más y comparten el contenido de la revista. Slds,

difundiendo la revista (me di cuenta de ella por casualidad)? Un saludo, quedo atento. Ronal Castañeda Encargado de prensa Festival de Cine Colombiano

Es un placer ver de nuevo la revista Vista al Sur. Cuando existió su versión en papel Gracias, German. Respecto a (agradable diseño, excelentes Twitter y Facebook y similares, imágenes, aguzados artículos) déjeme decirle que aunque yo era un gusto por sí mismo personalmente renuncié a ellas, tenerla en las manos y pues desbordan mi capacidad de compartirla con otras personas. información, sí sé que son buenas Aun lo digital no nos herramientas de comunicación para proporciona igual placer que el medio mundo. No obstante, no sé si papel, pero la tecnología tiene se note, somos bien poquitos en sus ventajas: es económica (y esto y no tenemos aún quien pueda también ecológica, al menos hacerse cargo de tamaño encargo respecto al papel), llega a más (generar contenidos, responder personas y su inmaterialidad preguntas) y nos da vaina quedar permite una mayor circulación. mal. Tal vez es que, como dice mi Celebro con ustedes esta nueva hija, no se manejar la cosa, pero, etapa de Vista Al Sur bueno, oímos consejos, recibimos voluntarios. Felicidades!! German Peñaloza

¿Reciben artículos? Estuve ojeando tu revista Vista al Sur por sugerencia de Carlos Mario Pineda. Mi comentario es que me pareció excelente. Espero que te consuele que te diga que está muy, muy bonita, y, sobretodo, muy interesante. Los artículos están muy buenos. Me gustaría escribir para la revista, ¿cómo lo podría hacer? ¿Tienen temas para cada edición? ¿Cómo se está

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PD: Me gustaría saber si reciben artículos de cine y si es así, que requerimientos se necesitan para enviarlos (cantidad de palabras, tamaño de letra, etc) Juan Manuel Barrera Hola, Ronal y Juan Manuel,que muchas gracias por leernos y por opinar de la Vista al Sur. La revista es exclusivamente electrónica por ahora, sí, y el consuelo es, además de sus buenas palabras, el hecho de que sólo moriremos de nuevo si nos falta el aliento, no la plata, aunque,

claro no dejamos de soñar con el papel. ¿Escribir? propongan no más, que somos todo oídos. Aunque no íbamos a manejar temas por edición, nos han pedido que lo hagamos y pues le haremos a ver que tal cuela. Cuenten bien uds, todos uds, con nosotros para lo que se les ocurra, que el objetivo primario es ese, escuchar muchas voces. ¿Palabras? No sé, no tenemos límites claros en eso, vamos de poemas a ensayos y si se excede, pues lo dividimos en partes. Denle una mirada a los textos y ahí se orientan, eso sí, nos ayudan muchísimo, si corrigen lo más posible, que aquí siempre salimos cortos de eso. Cerramos los días 10, para salir el 15, y no sobra aclarar, por ahora no pagamos ni un peso, aunque esperamos que esto no sea por siempre ¿bueno?

¿Será que vieron otra película?. Me llegó su revista no supe ni porqué ni de donde, pero muchas gracias. Sin embargo tiene mucho huevo el que escribió el texto sobre esa obra de Nolan, El origen, que francamente a mi me dejó sin aliento. ¿cómo es que dice semejante cantidad de cosas sobre ella ¿Será que vio fue otra película? Saludos. Daniel Reyes


revista@vistalsur.com

Hola, Daniel. Sí, a muchos les sorprendió la llegada del correo. Incluso a algunos malamente, tanto que no faltó quien amenazara con denunciarnos como spam. Lo sentimos, por eso el mensaje de advertencia al principio, que pedía excusas por adelantado. La razón de esto es que usamos nuestras bases de datos generales, y claro, hay personas con quien uno se ha escrito por motivos distintos a la cosa cultural, y estábamos expuestos a ello, pero consideramos que valía la pena, la verdad. Igual, a quienes nos pidieron, en el tono que fuera, que los borrásemos, los borramos. En cuanto a lo de El Origen, pues bueno, a mi tampoco me gustó, pero aquí la cosa, más que de gustos, se trata de argumentar esos gustos. Creemos firmemente en la argumentación y en la discusión de pareceres como ejercicio de convivencia. Escuchar lo que otro dice, incluso absolutamente opuesto a lo que creemos, nos engrandece. Esa frase con la que a veces se cierran las discusiones “respeto tu opinión pero no la comparto” tras de lo cual se cambia de tema nos parece, paradójicamente, irrespetuosa en la medida en que no le da al otro siquiera la validez como para confrontarlo. Quizás fue por eso que, no sé si fue que no lo vio, incluimos un texto de Iván Gallo que sí la aplaude, por las razones que tenga. Igual, ahí están los correos de cada uno, por si se anima a compartir sus puntos.

El unanimismo, Daniel, es peligroso, a pesar de lo que diga el Matrix en el que vivimos.

De modo que mil gracias por la disposición, ya veremos cómo le hacemos.

Conexiones

La cartelera está incompleta.

Felicitaciones y ánimo, hay que volverse a subir al caballo las veces que sean necesarias. Recuerdo que leía mucho la revista que llegaba a la biblioteca del Colombo Americano de Medellín donde trabajaba. Espero podamos hacer alianzas y colaboraciones con Extrabismos, pronto en una sección de publicaciones recomendadas, tanto bibliográficas, como virtuales, para poder colaborar en la difusión de la revista. Un saludo pues.

Buenas¡ Saludo a su empeño en hacer una revista de cine. Sin embargo veo que no está toda la cartelera y en particular mis películas (trabajo con una distribuidora). Creo que debieran tener eso en cuenta. Saludos.

PB

Gracias por leernos. Y sí, estoy seguro de que buena parte de la cartelera se nos queda por fuera, eso es un hecho, que, por una parte, apenas estamos comenzando y pues no queríamos hacerla con textos de los cuatro o cinco que escribimos de cine en este número (más teniendo en cuenta el ad Wilson Montoya. honorem de su participación). Pero Extrabismos también debo decirle que el criterio de la revista no va a ser ocuparse de Gracias Wilson por su recuerdo y su las películas haciendo inventario de cartelera, que, por una parte hay disposición. Viceversa, para Ud. y para todos aquellos que anden en la películas que ni merecen ni necesitan, aclarando que la jugada de la cultura y el escogencia de una u otra no va pensamiento. Una de las intenciones depender de quién la distribuye sino de Vista al Sur es la creación de de sus contenidos. Por supuesto, redes, reales o virtuales, espero que para este número que permitiendo a la gente acercarse sigue podamos, ya curados del susto por encima o por debajo de los de la segunda primera vez, habrá medios de comunicación más películas y fotografía. tradicionales. Para unirnos en lo que nos parecemos o nos diferenciamos.

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EL CUERNO DE LA ABUNDANCIA de Juan Carlos Tabio, 2008, Cuba

Comedia en la provincia cubana Por Mauricio Laurens / laurens@etb.net.co

La vigencia del cine cubano en las pantallas comerciales de los últimos 15 años se mide por dos apellidos reincidentes: Tabío y Perugorría. Mientras que el primero sigue los pasos de las críticas comedias habaneras patentadas por Gutiérrez Alea, el segundo se convirtió en estrella no del todo rutilante a partir de Fresa y Chocolate -codirigida, al igual que Guantanamera en estado de postración, por el legendario Titón-. Huellas que no son gratuitas: el humor coloquial de crisis familiares o sentimentales sobrellevadas con agudeza, la tendencia a burlarse de sus propias carencias locales y... una directa autocrítica a las penurias del

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sistema originadas en su muy largo bloqueo económico. El realizador Juan Carlos Tabío, en El cuerno de la abundancia, se complace en repetir los esquemas de farsas anteriores que él solo ha dirigido (desde los líos entre vecinos de Plaff y Se permuta, al absurdo transporte intermunicipal en Lista de espera). Su más reciente título, derivado del nombre de una pastelería, puede calificarse de utopía inalcanzable y simboliza el fantasma externo de la sociedad de consumo. Techos que se desploman; carros balseros que se aventuran hacia Miami; tiendas clandestinas de video (VHS años 90) y contrabando de cemento para afrontar las necesidades básicas de un


cine más mejor vivir. Recurre al recurso del narrador (Jorge Perugorría), quien mira a la cámara y comenta sin demasiada gracia los pormenores. Lo que mueve semejantes enredos de preocupaciones monetaristas reposa sobre la lejana posibilidad de conseguir una fortuna para efectos de emprender reformas locativas, abrir una microempresa y poder lanzar la casa por la ventana, so pretexto de celebrar una boda por interés. Aunque se deje ver el divertimiento menor de quienes esperan que les llueva una fortuna del cielo, o del pasado al poseer el mismo apellido (Castañeiras), algunas exageraciones interpretativas ahogan su trama -el bobo feo y enamoradizo del pueblo, las cabalgatas cuando hacen el amor y una que otra confusión surgida al sabor del danzón-.

Da finalmente la impresión de haber presenciado un sainete televisivo, muy del gusto de asiduos espectadores de dramatizados y telenovelas populares de la isla. Se peca de cierta ingenuidad, puesto que las redes sociales y los ganchos publicitarios de las telecomunicaciones actúan como carnadas, para engañar así a quienes creen que pueden obtener grandes dividendos y comprometer sus halagüeños ingresos en inversiones o trampas mercantiles del poderoso enemigo de hace más de medio siglo. Tabío, repito, suele hacer reír y poner a pensar no obstante acudir a sobreactuaciones, frases destempladas y modismos habaneros.

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LA CIUDAD DE LAS TORMENTAS de Paul Greengrass, E.U., 2009.

Una guerra se hace con mentiras por Oswaldo Osorio / www.cinefagos.net

Los fanáticos del cine de acción tal vez salgan decepcionados de esta película. Y es que está siendo anunciada como una cinta de acción y, para ajustar, es protagonizada y dirigida por los mismos que hicieron la exitosa saga de Jason Bourne. Sin embargo, de acción tiene muy poco, prácticamente solo la secuencia del clímax. En lugar de eso, el espectador se encontrará con un intenso y contundente thriller de espionaje ambientado en la guerra de invasión a Irak y con un marcado tono de denuncia política. El director inglés Paul Greengrass ya tenía un reconocimiento en el cine político con filmes de gran fuerza

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como Domingo sangriento (2002), Omagh (2004) y Vuelo 93 (2006). Las dos últimas entregas de la saga de Jason Bourne fueron una sorpresa para quienes lo conocían, porque no se le veía como un director de cine de acción, y aún así, supo hacer la diferencia y crear dos películas que tomaron distancia de las convenciones del género, sobre todo por la estética realista con la que fueron concebidas. Esta nueva película, que es una adaptación del libro de un analista político y corresponsal del Washington Post en Bagdad, es la perfecta combinación de esas dos facetas del cine de Greengrass: la


cine más envolvente acción realista que se le vio con Jason Bourne combinada con la solidez y complejidad de su contenido político. Pero sobre todo, el tono de denuncia es el que se impone en la propuesta de esta cinta. Porque tal vez sea la primera producción comercial que habla claro y en voz alta sobre la gran mentira de las armas de destrucción masiva que supuestamente tenía Irak, que fue con lo que Estados Unidos justificó la invasión en 2004. La administración Bush, junto con la vergonzosa complicidad de la prensa, son aquí puestos en evidencia, así como las contradicciones que se dieron al interior de las agencias del gobierno y del mismo ejército. Lo significativo aquí es que estos cuestionamientos políticos son hechos por una película de consumo masivo, que además llega luego de que el gran público y la Academia de Hollywood le dieran su bendición a una película como Zona de miedo (Katherin Bigelow), con su discurso patriotero y la

idealización del héroe descerebrado que valientemente lucha en Irak por la democracia. La cinta de Greengrass, en cambio, propone un héroe pensante y cuestionador, cuyo patriotismo está más cerca de la búsqueda de la verdad que de seguir ciegamente las inconsistentes órdenes. La dupla Matt Damon y Paul Greengrass, entonces, sorprenden de nuevo con una película que no es lo que parece, que si bien está cimentada en el cine de género y construida a partir de elementos muy atractivos para el gran público (incluyendo algunas dudosas concesiones), también es un filme que trasciende el mero entretenimiento y que, justo cuando acaban de salir las tropas gringas dando fin –al menos oficialmente– a la invasión, presenta sus argumentos y plantea un alegato sobre las dudosas razones que originaron esta abusiva guerra . Publicado el 5 de septiembre de 2010 en el periódico El Colombiano de Medellín.

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CEREZOS EN FLOR de Doris Dörrie, Alemania, 2008.

Un alemán en el Japón por Carlos Mario Pineda / fotogramasalaire@hotmail.com

¿Soy bonita? (¿Bin ich schön?, 1998) es una película que no se puede dejar de lado con facilidad y que presenta a Doris Dörrie, una directora que tiene una visión bien particular acerca de la familia alemana contemporánea. Llena de un humor asociado a las desgracias de sus personajes, la película nos va develando los conflictos de una familia. En la escena más impactante, un hombre que cree disfrutar de una relación extra marital se encuentra ante la engorrosa situación de limpiar la sangre de una vivienda decorada con muebles blancos. En esa obra los personajes eran habitantes de una gran ciudad y por ello, cosmopolitas. Al año siguiente Dörrie filma Iluminación garantizada (Erleuchtung garantiert 1999) en la cual, de nuevo,

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cuestiona las convicciones de la sociedad contemporánea. Esta vez sus personajes son dos hermanos que deciden ir juntos a Japón, pero cada uno con un motivo diferente: uno a buscar las bondades de la filosofía japonesa y el otro, para evadir una situación emocional. Como un chiste satírico, la película nos propone que quien halla las bondades de esa forma de vida es aquel personaje que no las buscaba, mientras el otro, sale defraudado. En Cerezos en flor (Kirschblüten – Hanami, 2008) la directora cambia –en parte- el entorno de sus personajes y se acerca a una pareja casi campesina: tradicional, apegada a la rutina y con creencias poco flexibles. Su vida está marcada por los hábitos aprendidos tras décadas de matrimonio, hijos que viven


cine más lejos de su casa y reiteración de actividades. Pero como la mayoría de las películas necesita de un giro dramático, en ésta se generará cuando se recibe un diagnóstico médico y empujará a la pareja a emprender un viaje. Adicional, se convierte en un road movie que también tiene como estándar hacer evidentes los cambios de los personajes. El título de este filme se relaciona con el encanto que le genera a la mujer la cultura japonesa y un interés específico por el monte Fuji, mientras que a su marido, le parece un monte más, similar a aquellos nevados de las cordilleras germanas. Dörrie aprovecha a sus personajes para recrear la presencia de la danza y el teatro japonés al interior de la cultura alemana y luego, invirtiendo la situación, pone a su personaje masculino en el entorno japonés conviviendo con una joven cuasi indigente en un parque. Aquí repite la fórmula mostrada en Iluminación garantizada: del personaje que se espera muy poco cambio y sensibilidad el espectador obtiene una gran transformación. La película está narrada en dos momentos muy diferenciados: la primera parte en Alemania, tanto en el campo como en la ciudad; la segunda, en Japón. Siguiendo una estructura clara la imagen no busca ser bella en el sentido de arrancar exclamaciones de sorpresa a los espectadores, sino en el de ser eficaz en los contenidos que muestra. Los planos se podría decir que están divididos en dos: los de los personajes que se alternan entre

primeros, medios y generales y, otros mucho más cerrados como los close-ups o muy abiertos: grandes planos para contrastar la naturaleza o la ciudad con los objetos humanos. Es una suerte de composición musical pero realizada con imágenes que contrasta los paisajes humanos con los paisajes del campo, de la ciudad o de objetos inanimados. Como dos melodías que se alternan pero sin darle mayor prelación a una que a otra. La segunda parte de la película, en Japón, refuerza ese contraste pero para resaltar el descubrimiento: el hombre que no había sido afecto a esa cultura se encuentra viviéndola como una compensación. Es inevitable la comparación con dos directores: Win Wenders con su documental TokyoGa (1985) y Yasujiro Ozu, homenajeado por Wenders. Yasujiro Ozu es considerado el más japonés de los directores japonés y el gran cineasta del siglo XX; Wenders por su parte, hace un homenaje a Ozu con ese documental que mira con ojos de sorpresa la combinación entre tradición cultural y cambio tecnológico. Ver los filmes de Ozu es adentrarse en la médula de la cultura japonesa no sólo en el conocimiento de las tradiciones, de las costumbres, de las creencias, los hábitos y las relaciones personajes sino también, en la estructura visual: la composición del encuadre, la fotografía que emplea, la ubicación de la cámara mucho más baja que en occidente, en el encuadre estático que

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cine más

compone el fotograma como una estampa japonesa… Doris Dörrie retoma a ambos directores al hacer una mezcla de lo alemán y lo japonés usando como recurso a esa joven japonesa y a un padre alemán. Es un buen recurso para tomar la tradición y el cambio, lo occidental y lo oriental, lo habitual en la vida diaria y lo extraordinario del arte. También sus personajes le son útiles para evidenciar los pequeños afanes sin sentido y los momentos contemplativos, que no producen resultados en la economía ni en la producción de la globalización, pero que hacen de la vida un instante perenne. En el maremágnum de la sociedad abigarrada y multitudinaria aparece el parque como un oasis – para nada metafórico-, oasis para el descubrimiento de lo simple tanto en la relación entre dos desconocidos y de lo maravilloso que ofrece el arte. Los colores de la flor del cerezo se trasladan a la vestimenta de esa japonesa y la presencia de la mujer del hombre alemán se materializa de un modo que recuerda a Glen o Glenda (1953) de Ed Wood. Sin caer en el ridículo o en lo bizarro, el hombre usa prendas de su esposa, casi siempre bajo su ropa, en parte como fetiche, pero más que nada como una manera de tenerla cerca y presente y de conseguir lo que ella deseaba: conocer el Japón y allí, el monte Fuji. De la misma manera que un color determinado irrumpe en la fotografía, la música cambia un poco. Durante toda la película ha

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aparecido una música de piano acompañada de instrumentos de viento. La mayor parte del tiempo transmite dulzura y tranquilidad pero, cuando se modifica, aparecen otros registros más cercanos a la melancolía o la presencia de una cultura rica en representaciones teatrales. Es necesario reiterar la presencia de la danza en la parte que transcurre en Alemania, pues va a encontrar un correlato en Japón. En Alemania, la danza aparece como una rica manifestación artística de una cultura milenaria mientras que la misma danza en el interior de Japón es prueba de la nueva mirada del extranjero. Para terminar la película Dörrie decide emplear el maquillaje y el vestuario del teatro y la danza japonesa que serán el gran descubrimiento de ese hombre mayor, que al comienzo del filme es presentado como un hombre árido sin posibilidad alguna de sorprenderse por nada e inamovible en su cotidianidad. La película que había sido intimista en la relación de la pareja pero que permitía dar paso a la vida de la ciudad, se va cerrando lentamente para ser casi un monólogo en el que se da la comunión entre el monte Fuji, el arte teatral y la ausente presencia de la esposa. La parte final da pie a la fantasía en la cual todo se vale y que el espectador recibe de grata manera puesto que, el anuncio de la muerte hecho al comienzo ya no es una tragedia como se creía sino el punto final de una vida que se sabe plena.



EL SÉPTIMO CIELO de Andreas Dresen, Alemania, 2008

¿Aman físicamente los mayores? Por Carlos Mario Pineda / fotogramasalaire@hotmail.com

Andreas Dresen tiene una obra que va abarca dos décadas y media. Hace muy poco se pudo ver Whisky y vodka (Whisky mit Vodka, 2009) en la cual, se cuestiona la postura de los actores de cine que se han convertido en grandes estrellas, pero cuando el espectador considera que la crítica hace justicia a la petulancia y arrogancia de los actores consagrados, la película da un giro inesperado y devela un factor decisivo: el trabajo del actor, aparte de lo que hace fuera del set de filmación, es impecable. Sólo su presencia ante la cámara ilumina el plano, llena el encuadre, cambia la concepción general del argumento que se va a mostrar al espectador. Dresen demuestra que hace pocas concepciones a ese cruel juez que es

el mercado y que es un director inteligente. Pe r o c o m o e l m e r c a d o l o entienden solamente los distribuidores (encargados de llenarnos las pantallas de basura o de diamantes pulidos y sin pulir) a Medellín aun no ha llegado En el séptimo cielo (Wolke Neun, 2008) una película que es de un año anterior a Whisky y vodka. Es necesario aclarar que esta última tampoco se exhibió en cartelera comercial: hizo parte de una de las muestras llamadas festivales y se pudo ver en esa única ocasión, sin que la sala llena y los elogiosos comentarios sirvieran para remover la dura corteza de esos personajes que deciden que va a las salas de exhibición y que no. Dresen invita a los espectadores a un relato en el cual, los protagonistas no


cine más son el modelo impuesto por el glamour de Hollywood: los protagonistas tienen 70 años, no se hacen cirugías y no viven un amor otoñal con una ausencia de deseos físicos sino que sufren uno con necesidades carnales como las de cualquier otro ser sexuado. De hecho, los personajes son desnudados en pantalla, se les pone en situación de ejercicio sexual acorde con su edad y con los cambios que la misma trae, y quizás, una de las líneas de diálogo más arriesgadas sea la de un chiste verde, que debido a la traducción del español peninsular suena extraño para nosotros. Si el relato es poco frecuente la fotografía de la película se eligió en función de ese relato, no de la comodidad del espectador. Pero, nos dejan ver que podrían haber embellecido la película y que decidieron no hacerlo: los close-ups iniciales de la máquina de coser dejan colegir que hay conocimiento del oficio y herramientas materiales para hacerlo de otro modo. Así que, la fotografía se queda en una paleta de colores en tono pastel u opacos, con lo que se suprime la tentación de quedarse en una imagen publicitaria tanto para los paisajes como para los personajes. De paso, queda como si fuera un elemento documental lo que puede generar mayor incomodidad en el público puesto que, lo representado –la ficción- es menor “desagradable” que lo documentado. La iluminación tiene una exposición que rebasa el nivel normal y por momentos, los blancos se salen del rango esperado para llevar la imagen a una sobreexposición que deja visible parte de aquello

que hay en el encuadre, pero no permite ver lo que hay desde el lugar de dónde se supone que viene la luz. Las primeras escenas “sexuales”, en las cuales la desnudez sorprende por lo inesperado, se ven con esa luz adicional que le agrega el matiz documental mencionado. Así como la luz induce a reconocer cierto matiz documental, los movimientos de cámara que cuidan poco la composición, que dejan el encuadre como un espacio para mostrar el argumento, van consiguiendo que la unidad formal se consolide. El encuadre se sale de la estabilidad inverosímil del relato comercial para dar paso a un ligero movimiento que incomoda de todos modos. La estabilidad está en los espacios neutrales: el tren en el cual viajan, la iglesia con el coro, el coro mismo pero en el resto de situaciones, el encuadre que se altera sutilmente es una constante. Se eligió un rango reducido de planos para poner a los personajes en situación. Siguiendo la intimidad que supone este argumento, los tres personajes principales aparecen sólo en primeros planos, planos medios y planos generales. Poco importa que no sean “bellos”. Y si la fotografía, la composición y el movimiento del encuadre invitan a “leer” la película de una manera a la tradicional, la ausencia de música extradiegética*, de cualquier tipo de salida emocional por esa vía, es otra radical decisión. El cine más convencional ha echado mano de la música como una gran muleta que facilita la identificación del público mermando de paso, cualquier efecto agresivo, cruel, triste o trágico. Bien es sabido que


cine más las emociones que debe despertar el cine deben alcanzarse por los medios más cercanos a su materia más específica: la actuación, el argumento, el montaje, los movimientos de cámara o el encuadre, pocas veces la música. Pero la ecuación se ha invertido. Es la música la que despierta el efecto emocional en los espectadores y, la gran mayoría de las veces no son los demás elementos los que lo logran. Dresen emplea sólo la música al interior del relato: la mujer hace parte de un coro y ella, tanto en las presentaciones en la iglesia como en los ensayos se va a ver delineada por esa música. También se acompaña de otro elemento sonoro que se supone obvio pero poco necesario para tener en cuenta en un análisis: el ruido. Como clave de esa importancia inusual del ruido, un personaje tiene como hobby escuchar el ruido de los trenes, incluso en grabaciones. De la misma manera en que un melómano le dedica tiempo a la comprensión de su músico predilecto, este personaje está en capacidad de definir sonidos que para otros oídos son mero ruido. El cine alemán de los 70, conocido como el Nuevo Cine Alemán no era ajeno a las problemáticas de la clase media, a la distancia emocional que existía entre las parejas, a la brecha o social o étnica que existía en la Alemania de la posguerra. De modo que cuando se mira esta película sería injusto decir que es un tópico novedoso. Es una película que está enmarcada dentro de la tradición del cine de la segunda mitad

del siglo XX. En El séptimo cielo es una continuación, si se puede, de obras como El miedo devora el alma (Angst essen Seele auf, o Todos nos llaman Alí, 1974) de Rainer Werner Fassbinder. En ese filme del 1974, la sociedad alemana era reacia a asumir que una mujer mayor tuviera un compañero más joven, muy a pesar de que ella fuera viuda. Y era peor aún, cuando se sabía que ese compañero era un extranjero: un marroquí. Como un eco, los personajes protagónicos de Dresen tenían 30 años en los años 70, son esos mismos que no aceptaban el matrimonio de una mujer mayor. Son ellos los que con total desinhibición se desnudan y disfrutan de su sexualidad, y hacen chistes sexuales propios de su edad. Si el cine de entretenimiento ha (de) formado un gusto particular por un modelo físico que poco se parece al de cualquier habitante promedio del planeta, esta obra busca hacer explotar el modelo, invitar a que se proyecto cada espectador en un futuro en el cual sólo el quirófano puede hacer cambios drásticos, para que se piense en su sentido de humanidad más realista, menos consumista o comercial. De alguna manera, guardando las distancias debido a las diferencias de contenido, mexicanos como Carlos Reygadas o Amat Escalante se habían atrevido a cuestionar ese modelo de personajes hegemónicos, que existen en el imaginario de Hollywood pero están restringidos a la pantalla, nunca pueden pasar a la realidad.


¿Por qué no viniste? Me hiciste comprar inútilmente una barra de Halls Mentol-Lyptos para perfumarme el aliento y estrené en balde la camisa con el dibujo de un dragón que tenía reservada para el día en que el Deportivo Independiente Medellín ganara el campeonato nacional de fútbol. ¿Por qué no viniste? Me quedé en la puerta del teatro hasta el final de la película y luego regresé a mi casa por las calles más oscuras y solitarias como si fuera un gato ciego obligado por su condición a comprar un bastón blanco puesto en venta por una pandilla de ratones y que para conseguirlo entregó a cambio dos boletas inútiles, una barra de Halls Mentol-Lyptos ligeramente usada, dos chocolatinas derretidas y unas inmensas ganas de llorar. Jairo Aníbal Niño (Moniquirá, 1941 - Bogotá, 2010)

Pon una poesía en el ascensor Una campaña de vistaalsur

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EL DULCE PORVENIR Atom Egoyan, Canadá, 1997

El provecho de la tragedia Por Andrea Echeverri Jaramillo / andreacine.wordpress.com

Atom Egoyan siempre nos regala historias con una atmósfera muy particular. El dulce porvenir es sombría, quizá, pero sobre todo misteriosa y envolvente, a pesar de su hermetismo. Y es este universo singular, principal rasgo de su sello personal, lo que une esta película a la maravillosa Exótica, así como a los demás filmes anteriores y posteriores de este director canadiense. La diferencia está marcada, probablemente, por el hecho de que El dulce porvenir está basada en la novela de Russell Banks, un argumento sólido e interesante, que el cineasta recrea con inteligencia y soberbia. El conflicto, abordado desde diversos ángulos, es desgarrador aunque aparentemente simple. Un accidente

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del autobús escolar ha dejado despoblado de prácticamente todos sus niños a un pequeño pueblo canadiense. Un infalible abogado de la gran ciudad aparece en el lugar para incitar a los dolidos adultos, huérfanos de sus hijos, a buscar culpables y lograr una compensación económica. Pero el abogado (un contenido Ian Holm, única figura internacional del reparto) esconde su propio drama familiar: la latente pérdida de su propia hija en manos de la droga y el sida. Como es habitual en la filmografía de Egoyan, resulta mucho más importante la forma de narrar, nunca lineal, que lo narrado. Igual, las emociones son las que definen sutilmente a los personajes, más que sus acciones. A través de aquellas,


cine más

expresadas en gestos y en concisas líneas de diálogo, nos enteramos de su historial emotivo, que dibujado por este director no podía dejar de ser truculento y complejo. En algunos momentos, la frialdad con que se retrata esta tragedia contemporánea puede hacer que se pierda por completo la conexión del espectador con la historia narrada. No hay identificación posible (salvo, sobra decir, en el caso de haber sufrido un drama de similares características), nexo usualmente necesario para el aplauso del público. Pero está claro que Atom Egoyan no lo busca. A pesar de haber ganado numerosos premios con su filmografía, y de haber conseguido el favor comercial con algunas de sus cintas, este director parece no estar dispuesto a dar su brazo a torcer en cuanto a su radical punto de vista narrativo, hermético y sintético. Todo el tiempo parece estar claro que es él quien cuenta la historia, y que eso es lo

fundamental. De algún modo, paradójicamente, trata de igual a igual al espectador: se presenta como emisor y busca una respuesta, que usualmente sólo puede darle la crítica especializada, como prueban sus premios en Cannes y demás festivales. Pero si somos capaces de romper todas estas barreras, de atravesar la megalomanía de Egoyan y enfrentamos sin mediaciones la trama que nos presenta, no podremos quedar indiferentes. El dulce porvenir es una parábola, a veces tristemente irónica –para la muestra, su título-, de la pérdida de la inocencia, del manejo impropio del dolor humano, de la pérdida de la esperanza en un mundo mejor. Y no queda más remedio que tomar una posición personal, puesto que Egoyan no nos proporciona fáciles posturas preestablecidas y “políticamente correctas”, sino que parte de una singularidad sin patrones morales convencionales.

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LA SOCIEDAD DEL SEMÁFORO Rubén Mendoza, Colombia, 2010.

Retratos del mundo invisible Por Carlos Mario Pineda / fotogramasalaire@hotmail.com

En la Fiesta del Libro manifestaba Marta Rodríguez que ella en los años 60 se atrevía a decir lo que creía que debería decirse, que hoy, muchos consideramos que es la denuncia. Chircales, documental que como opera prima convirtió tanto a Marta como a Jorge Silva –su compañero de trabajo y esposo- en referentes ineludibles del documental etnográfico y político en Latinoamerica. A más de 4 décadas de su primera experiencia Marta Rodríguez sigue incansable en su labor de defensora del audiovisual que “dé voz a los que no la tienen”. Jorge murió a finales de los años 80, sin cumplir 50 años. Y aunque Rubén Mendoza no es realizador de documental y quizás ni tenga interés

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en “denunciar”, su cine ha mostrado una clara tendencia a relatar el país que conoce y el que recuerda sin haberlo vivido. La Sociedad del semáforo es la película que se estrena (o estrenó, depende del momento en que se lea esto) el 24 de septiembre en todo el país. Anunciada desde hace mucho, finalmente ve la luz una obra que va a incendiar las pantallas de cine y televisión. Las de cine con la película, las de televisión con las polémicas. Lo que vive la gente que retrata la película es un villancico, en comparación con lo que es la realidad que soportan, es una paráfrasis de lo que considera este joven director, pues como dicen las mamás, es factible que en la película


cine más

no quede títere con cabeza. Mendoza recurre al humor cáustico para relatar las relaciones y peripecias de las personas que piden en los semáforos, Aquellos seres que deseamos volver invisibles para que no perturben nuestra cotidiana tranquilidad. Sorprende en la presentación de créditos la importancia de algunos de los productores como el Ministerio de rRelaciones Extranjeras de Francia, Ibermedia y los festivales de Cannes, Berlín y FondSud. Y la sorpresa se debe a lo radical de la propuesta a la que se tiene que enfrentar –y se espera, que afronte- el público. Sin concesiones ante la realidad que la televisión maquilla convirtiéndola en morbosas series, o la que aparece como decorado en otras producciones nacionales, LSD S es un laboratorio de los desechos de país y de los relatos posibles que aun siguen ocultos (y que podrán quedarse allí) debido a las negociaciones que hacen todos los del ámbito audiovisual para conseguir la pauta, el apoyo, las bondades del mercado. Rubén Mendoza tiene en sus cortos una obra consolidada, clara, de autor. Intitulada Los paramédicos también se mueren, la obra recopila desde La Cerca, hasta sus videoclips para Velandia y la Tigra, grupo de Piedecuesta encargado de hacer la música de LSD S (ver artículo en la edición anterior de esta

prestigiosa revista). El largometraje le permite elaborar sus inquietudes ante el país que lo desvela, y él devela rostros, situaciones, personajes, condiciones, causas y consecuencias de una sociedad que se ha negado y se sigue negando que pasear el fin de semana, poder salir a la finca o viajar de vacaciones por carretera no son soluciones para los graves problemas que tienen ya 60 años. Desde los planos iniciales el espectador puede estar seguro de que el director sabe lo que quiere y que, en esa medida, es capaz de emplear los recursos con la precisión necesaria: encuadres que aumentan lo abigarrado de ciertos espacios derruidos y desolados; planos cerrados, haciendo énfasis en la ausencia de belleza estandarizada de sus personajes; unos diálogos que el espectador cree conocer pero que escapan del cliché. Las pocas escenas idílicas -se sugiere- son las de un espacio perdido de manera irremediable, El sueño americano aparece como una mentira que se dice con cierta dificultad por medio de un teléfono público, contrastando las miserias de la capital con las supuestas bondades del inmigrante en Nueva York. En los encuadres aparecen fragmentos de la gran ciudad que engulle a todos los que no tienen la mínima oportunidad. Como el monstruo que engulle y vomita sin procesar, la

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urbe alberga los desechos de una sociedad que no los quiere ver, pero que se los tiene que soportar. El montaje de una de las secuencias finales testimonia la condición anárquica de un colectivo, reducto de la gran sociedad que nada en ofertas de consumo sin importarle la condición de precariedad de otros. Sin temor, la película salta de planos cerrados a otros muy abiertos. De las expresiones de los rostros poco embellecidos resultado de un casting que se hizo entre invitados desconocidos, se pasa al caos de una esquina identificable en Bogotá pero poco efectiva en la promoción turística del distrito post mockusiano. El diseño de sonido presenta un cuidado excesivo. El personaje principal encuentra a un vendedor de cd´s de silencio. Ese silencio que la calle no permite, y ante los oídos del espectador se despliega un silencio moderado, que aumenta hasta el silencio ensordecedor. Nada de lo dicho se escucha. Prueba de que estamos saturados y avasallados de tal manera que, cuando el silencio hace presencia es insoportable. Asimismo, la música que se emplea en la película tiene un registro que puede no acompañar nada en particular, hasta el punto de robarse la atención. Se escucha una pieza interpretada con cobres, al estilo y con la calidad sonora de las bandas de pueblo de tal suerte, que se espera, en vano, que eso soporte imágenes asociadas a algo específico. Se frustra la espera porque se pasa a otro asunto que no tiene nada que ver con esa pieza. El resto de la música integra rap callejero –ése que se hace sólo con la boca y las manos-, canciones con letras que elogian ciertas sustancias usadas por los habitantes de los semáforos, coro infantil para nada inocente o con canciones para enternecer abuelos. Como un delirio la película tiene diversos momentos, diversos niveles fotográficos, diversas opciones que convergen en una sola: la sociedad está perdida de modo irremediable. Una calle nocturna, vacía a excepción de un monumental embotellamiento de ambulancias, todas haciendo sonar sus sirenas, todas “atropellándose” para intentar salir antes ésa que viene atrás hace de introducción. Parte de un sueño transformado en pesadilla. Esa introducción sugiere que se puede asistir a otro argumento que nunca aparece. Es otro argumento que, a lo mejor, sería más tranquilizador para un espectador que busca anestesiarse en las salas de cine. La sociedad… “no tiene minutos en el celular para mandar mensajes”, como dice su director. Lo irreductible de esta propuesta es que no difiere de lo que está pasando en Grecia: huelgas y destrucción debido a las políticas que buscan salir de la crisis económica, en París: protestas y asonadas debido al asesinato de un inmigrante africano, en México: allanamiento de la policía para destituir policías corruptos aliados con los narcos, en Jamaica: ciudadanos que se atrincheran una semana en contra de la policía para defender a un narco o en Medellín: jóvenes sin oportunidades que sitian todo un gran sector, a sangre y fuego, y que con ello devela que esa sociedad que los ha excluido tiene tanta responsabilidad como el que oprime el gatillo. Rubén Mendoza es aventurado en sus cortos: propone maneras narrativas sin temor al tedio del espectador adormecido por un modelo dominante que se impuso en las pantallas de cine y televisión. En esta opera prima, se arriesgó más porque está en lo más medular de su creación. No es capaz de hacerlo de otro modo y los espectadores somos invitados de un testigo de excepción de la sociedad del semáforo. La sociedad en la cual maduró Marta Rodríguez quien puede no pensar como Mendoza pero tiene un eco de la irreductibilidad de la postura ante los sin voz.


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EL ESCRITOR FANTASMA de Roman Polansky, Francia- Alemania, Inglaterra, 2010

El paroxismo eficiente por Jack Casablanca / www.cinestesia.org

No hay nada que no esté muy bien hecho en la última película de Polanski. Por fin Ewan Mc Gregor da con un guión que le permita algo parecido a la interpretación desde Trainspoitting, y Pierce Brosnan, que en una que otra de vaqueros logra transmitir una interioridad demencial, aparece aquí bajo la piel del primer ministro británico, inalcanzable en términos histriónicos. Un diseño de producción sobrio y elegante, adjetivos precisos con los que puede expandirse lo siniestro. Un guión que por fuera perfila un sosegado ritmo, sin prisas ni afectaciones y en cuyo interior, en una dinámica enloquecida por la música delatora y las puntuaciones dramáticas del relato, desarrolla a grado creciente

el paroxismo eficiente, como un perturbador secreto en la noche de bodas. Un último plano, sorprendente y encantador. Un tratado del género que borra de la mente la irregular, casi mala, La novena puerta (1999), y la convencional Oliver Twist (2005). Sin embargo, la historia adolece de una ingenuidad atronadora. Un thriller político, con misterio retorcido que para nada desestima las expectativas que poco a poco va generando, pero cuya premisa, muy de la mano de la teoría conspirativa, podría en otras manos resultar exasperante. Y es que el mérito está en la orquestación. El director polaco escribió el guión con el autor de la novela en que se basa la


cine más historia, Robert Harris, y es muy probable que éste material sea el tipo de literatura que gusta a las muchachas que a veces leen algo por la noche y ganan más que sus maridos, que están bien escritas y resultan ser muy entretenidas, que venden y no son más que un sistemático y cándido efluvio trágico. A pesar de los diálogos punzantes, la fría concatenación de los hechos o la dosificación matemática del suspenso, el misterio finalmente descubierto no resulta ser muy creíble en términos de verosimilitud, pero sí totalmente acoplado a la naturaleza enrarecida de la narración. Y por eso es que puede decirse que no hay nada que no esté muy bien hecho en la película. Funciona sola, sin la realidad como referente o como un marcaje al que el código rindiera obcecada pleitesía, aunque muchos críticos se rompan la cabeza con asociaciones inteligentísimas en la que los hechos de la

actualidad componen un espejo en el que la producción se refleja con un autismo discreto. Polanski crea un universo particular de sutilezas casi surreales y evocaciones drásticas que ensanchan la mente del espectador con una suprema coherencia interna. Eso lo intentó también el director, con La novena puerta (1999) y El bebé de Rosemary (1968) y sólo en una de las dos lo logró. A mí me importa poco si el diablo existe o no existe, no soy un sentimental, pero sí me importa su lugar en el relato, la ambientación sonora que lo sospecha, el diseño visual que lo desfigura. Y lo mismo vale con los banqueros, con los primeros ministros del primer mundo, con el visitante profiláctico y fascista de Marte, con los escritores que hicieron del fracaso una excusa para burlarse de ellos mismos. Claves para una emancipación clínica y visceral de lo Verdadero.


LÍBANO Samuel Maoz, Israel, 2009

Sobre héroes y terroristas por Nelson Cárdenas / Vista al Sur Semana

Oyendo hace unos días la radio informativa escuché como el periodista hablaba del asesinato de 14 policías por parte, supuestamente, por la región de los sucesos, de la guerrilla. La indignación era subida pues no sólo murieron sino que sus cuerpos resultaron incinerados. “Héroes que entregaron su vida en cumplimiento del deber” creo que dijo más tarde el presidente o el ministro, no los distingo bien. Unas horas más tarde esta vez la radio y el locutor decía que la Fuerza Aérea había propinado un golpe rotundo a la guerrilla, bombardeando uno de sus campamentos y dando de baja a 15 terroristas. Y se queda uno pensando, por enésima vez, que esto no es nuevo, ¿por qué si el resultado es el mismo –cuerpos de colombianos pobres vueltos un

chicharrón humeante- los adjetivos son distintos? Se justifica la violencia del Estado que es cosa de golpes propinados por héroes a terroristas y se rechaza (y con razón) los de la guerrilla que es terrorista y sanguinaria? ¿cuál es la diferencia? ¿el uso de la tecnología?¿el color del uniforme?¿el salario recibido por la labor?. Estas dudas mías, estúpidas y sospechosas a ojos de muchos, cuyo absoluto convencimiento les permite alegrarse de unas muertes y dolerse de otras, no son realmente dudas, sino certezas que sólo se obtienen cuando uno deja de percibir y entender la guerra a través de los medios de comunicación, que con intención o pasividad, terminan siendo meras máquinas de propaganda, y


cine más se da el incierto lujo de conocer de frente y sin censura moral lo que significa estar en ella. Líbano es una aproximación extraña, perversamente real y tensionante de lo que puede ser el heroísmo o la maldad de los que participan en la guerra, desde la óptica casi invulnerable de las entrañas de un tanque de guerra. Los protagonistas, soldados y oficiales recién salidos de la adolescencia, protegidos pero al tiempo encerrados en el acero y con el poder omnipotente de su cañón que es operado a través de una mirilla robotizada, descubren de la manera más salvaje lo que es la guerra. El pánico, el horror, la locura que produce el hecho de destrozar la vida de otros y exponer la vida propia. La cabeza no les alcanza para asumir lo que ven por el vidrio reglado que les da la puntería y es así como poco a poco esta se niega a pensar. Terrorista, civil, compañero muerto, un burro, hombre o mujer o niño. Ni siquiera aunque ellos, los héroes según la información acostumbrada, están a salvo física y legalmente dentro del tanque, porque moralmente, ellos lo saben, no lo están. Sus padres ancianos, sus recuerdos eróticos de infancia, un cigarrillo o una afeitada psicótica que afloran en medio de la caneca de basura que es el interior del tanque de guerra, son salidas posibles a la tensión que producen la inminente muerte propia o ajena y a las órdenes difíciles de cumplir en la medida en que se tiene conciencia del resultado simple de

un oprimir de un gatillo. No hay forma fácil de ser héroe o terrorista en este juego salvaje del que no se puede salir con sólo quererlo. Sólo se puede estar más o menos loco, quizás, cómo el falangista cristiano -¡cristiano, hágame el favor¡el paramilitar de esa guerra, que le promete a un soldado sirio sacarle un ojo, cortarle un brazo y ponerle sus miembros en la boca, como cualquier Águila Negra en finca de Córdoba. Es tan fuerte la película, tan bien construida que uno se vuelve un tripulante del tanque y cada vez que el comandante externo, el que indica los blancos, da una orden, uno participa del drama del disparo. Los escasos sonidos en los que se mueve la película se llenan de las explosiones y gritos que aunque no suenan se adivinan. Puede que uno crea que la solución al plomo sea el plomo. Que la violencia armada es causa y no consecuencia. Y que nuestros héroes mueren y matan por un bien superior a ellos mismos. Pero la posibilidad de que la verdadera cara de la muerte nos toque por vía directa, bien matando, bien muriendo, que cómo dice ese poema “pero ahora es muy tarde por que vienen por mi” es cada vez más alta. Ojalá no haga falta tanto para entender que la guerra nos despedaza, sin importar si terminamos en una fosa o nos ponen medallas sentados en una silla de ruedas, si uno u otro nos llama héroe, chulo, terrorista o libertador. La muerte nos mata por igual.


Las películas no son hoteles Por Oswaldo Osorio / cinefagos.net

Una muchacha con aire inteligente miraba el periódico para decidir qué ver en cine. La magnífica “El hombre que nunca estuvo”, de los hermanos Coen, aparecía con sólo dos estrellas, mientras “Cálculo mortal”, él último trillado y triste thriller de Sandra Bullock tenía tres estrellas. La muchacha entró a ver a Sandra Bullock y su aire inteligente se quedó afuera del teatro, desvaneciéndose. El cine es entre todas las artes la más accesible para todo el público. Pero esta característica, que se considera una virtud, es también el origen de muchos de sus vicios y problemas, como el carácter de mercancía que adquiere, con su consecuente y atávica pugna entre arte e industria; o esa convicción de casi todos aquellos que a él tienen acceso de considerarse competentes para pontificar y emitir juicios sobre cualquier película. Total, ver “El ciudadano Kane” demora dos horas, mientras leer “El Quijote”, al menos, una semana. Aunque muchos de los que opinan sobre cine, incluyendo aquellos que ponen estrellas a las películas como si de hoteles se tratara, es probable que no hayan tenido nunca noticia de Orson Welles. La práctica de poner estrellas (o sillas de director o crispetas o cualquier otra chuchería) para “calificar” las películas, es una vieja costumbre que cada vez está cobrando una mayor y desconcertante fuerza que la legitima como voz de autoridad. Esta legitimación es reforzada y certificada por un medio impreso y la –todavía para un increíble número de lectoresincuestionabilidad de lo que aparece en letra de molde: “Si lo dice tal periódico o cual revista, por algo será”. Muy pocos se detienen a reparar en que el mismo periodista que hace unos meses le hablaba de los goles del domingo o del último reinado de belleza, puede que ahora le esté

imponiendo sus gustos en el cine con su arbitraria clasificación de la calidad de las películas por medio de estrellas. Es como una suerte de censura, pues muchas buenas películas son silenciadas por el oscurantismo del criterio que es aplicado por los asignadores de estrellas. En una obra cinematográfica, por esquemática que sea, intervienen muchos elementos que son manejados con mayor o menor fortuna, y por eso resulta irresponsable y reduccionista dar cuenta de ella de un sólo plumazo con unos símbolos, que son sólo una calificación tajante sin argumentación alguna. ¿A quién se le ha ocurrido ponerle estrellas a Cien años de soledad o al Guernica? Aun los hits radiales están exentos de esta especie de gradación degradante. Por eso, en este sentido el cine sigue siendo el paria de todas las artes.

Estrellas Vs. crítica La función de un medio de comunicación en estos casos es la de informar al lector y potencial espectador: suministrar una idea general del contenido de la película (sin contarla), su género, director, reparto, etc. Con este tipo de datos el lector tiene una buena idea de lo que le ofrecen y, de acuerdo con el tipo de cine que le gusta, puede elegir. Pero cuando se califica con estrellas ya alguien está eligiendo por él: nadie que se esté “informando” sobre el contenido de la cartelera de cine con este tipo de calificación va a preferir un filme con dos estrellas sobre otros con tres o cuatro, no importa que a una película pirotécnica y hueca como “Códigos de guerra” (John Woo) le hayan regalado cuatro estrellas, mientras “Alí”, la convincente biografía que Michael Mann hizo del mítico boxeador sólo tenga dos. Y es que poner estrellas a las películas implica emitir un juicio, que es legitimado por el periódico, por la letra de molde. Lo ideal es que ese juicio esté respaldado por unos elementos


fundados en cierto criterio y por una argumentación, si no rigurosa, al menos convincente. Eso es un deber de todo medio periodístico. Claro que si se argumenta la opinión sobre una película, ya las estrellas se hacen innecesarias. Ésa es justamente la labor que cumple la crítica de cine, que también juzga, pero se

supone que lo hace a partir de la argumentación, de la exposición de unos elementos teóricos y técnicos, de unos criterios bien sustentados, y el lector decide si está de acuerdo o no con el crítico. El problema de la crítica es que ha perdido credibilidad con el espectador medio, con ése que sabe quién es Steven Spielberg pero no Francois Truffaut, porque muchos de los críticos de grandes medios escriben para los otros críticos y para los cinéfilos iniciados, cuando no para ellos mismos, no para esa masa de lectores que lee diarios y revistas de gran tirada, que es justamente el público de cine.

No es de extrañar, entonces, que por facilismo o desencanto con los críticos, ese público le siga el juego a la calificación del cine con estrellas. Pero supongamos que todas estas razones no importan, que esto es sólo una rabieta de crítico de cine que resiente que muchos hagan crítica imponiendo olímpicamente unos simbolitos. Aún así, por más acertado que sea el criterio de quien impone estrellas, nunca considera (ni podrá hacerlo, porque este sistema no se lo permite) los distintos tipos de cine que hay y su público correspondiente. No se puede calificar dentro del mismo escalafón una película de autor y una de acción descerebrada, porque siempre se le quedará debiendo a una de las dos clases de cine y de espectador. De ahí que también es un desacierto ponerle sólo dos estrellas a una película como “El huésped maldito”, que es pura acción y efectos especiales, porque si para un seguidor de Woody Allen es basura comercial, para ese gran público del cine de acción es una película que goza de ciertas virtudes sobre todas las demás de su género. Entonces, si la razón de ser de este sistema de imponer estrellas es supuestamente brindarle un servicio al público, ¿Qué clase de imperfecto y amañado servicio es éste?


MAÍZ PIRA EN PRIMERA CLASE Y SUSHI EN GENERAL Por Iván Darío Hernández Jaramillo ¿como hacerlo?, si medito sobre ese famoso consejo que le dicen a uno a veces: “si no tienes nada bueno que decir de alguien mejor no digas nada”, pero si a uno le preguntan algo sobre alguien o algo y uno se queda callado ¿no es obvio el insulto? Por eso no me aguanto, no se callarme las cosas lobas con las que me toca lidiar, aquí unos ejemplos:

De promesa de año nuevo me puse muchas metas, vieran: dejar de rajar de la gente con la que me topo a veces, ir a Egipto, comprarle una casa nueva a mi mama, pagar mis deudas, dejar de fumar, dejar de tomar, dejar de comer maíz pira en cine, ponerme a régimen. Pero de esas promesas cumplí las que creo yo eran las más fáciles, no cusquiar (fumar cigarrillo) lo que no fue difícil porque no lo hacia tanto. Pagar mis deudas, las pague todas, principalmente una jugosa con el director de esta revista. Dejar de tomar también, ahora solo tomo té helado, pero del resto no, nada, no he podido: ir a Egipto cuesta mucho y si no hay para Egipto tampoco para la casa de mi mama, ni menos para irme al gimnasio del barrio para adelgazar. Me niego rotundamente a cumplir ahora una adelgazada en gimnasio, si eso implica trotar en maquinitas al frente de la ventana que da a una avenida principal donde venden perros y hamburguesas, y en donde las señoras bonitas lo ven a uno con una risita socarrona. Sobre hablar mal de la gente evidentemente no he cumplido, pero

- La invitación a la función para medios de comunicación de Sin tetas no hay Paraíso. La Película, cuyo eslogan reza: LO QUE NO PUDO VER EN LA TV y con un afiche de las mismas modelos, esas que uno se encuentra en La Piscina, El Castillo, Las Paisas, Linares, La 49 o como dicen los viejos putongos la fori naig, pero no es que yo haya entrado a uno de esos antros, es que uno se va juicioso para la casa y se monta en el Transmilenio y se esta obligado a ver por la ventana estos sitios indecorosos. - Ir a una firma de autógrafos de RBD, Marlon Moreno, Oscar Borda, Margarita Rosa, Iván y sus BAM BAM, Vilma Palma e Vampiros, Natalia Paris, Ricardo Arjona, Galy Galiano y su cruz milagrosa, Darío Gómez, Carla Giraldo, Giovanny Ayala y todos esos personajes que dicen que triunfaron en Miami, pero vaya a ver si fue que triunfaron en el estacionamiento de algún supermercado. - Ir a esa cafetería al lado del centro Andino y pagar 6 mil pesos por un tinto expreso o chiquito y maluco. Por Dios, ¿a quien hay que impresionar, al mesero, al acompañante? Con esa plata uno fácilmente compra un tarro de Nescafé y lo prepara todos los días o con 1000 pesos o menos se puede pagar un tinto bien rico o una aromática o simplemente lo más fácil es ir a la oficina de algún amigo a tomarse el tinto de la greca. - En cine, ya que me gusta hablar de cine, que pereza ir a comer sushi en un cine,


¿En qué tono se lo digo? gas, que asco el sushi con olor a maíz pira de teatro y la gente haciendo fila por una agua sucia de 20 mil pesos y uno lo más de campante comiendo sushi y esperando entrar a la opera con un juguito de caja en el bolsillo o una teterita con champán para dar el efecto que se está en el palco de un teatro cachesudo de Nueva York. - Irse un fin de semana a un centro comercial con maleta y libros para parecer un lector furibundo y un intelectual asiduo al Festival Malpensante. - Asistir a un seminario dictado por Alberto Posso, el equivalente en cine a Poncho Rentería, ambos frenéticos amigos de la movida del whisky gratis en los eventos multitudinarios. - Leer cualquier cosa de Adolfo Zableh. Que jartera Adolfo, jactándose de lo mucho que ha viajado, que a Shakira mejor le hubiera ido de comunicadora social que de cantante. Que odia a todo el mundo, que odia a los amigos del Facebook, que odia saludar en la calle, odia todo este tipo, que pereza leer a alguien que odie de todo. - Al señor de Cinemagazin, el gordito ese que habla como un niño quejetas reseñando películas y como si fuera un gran conocedor de algo. - Al programa de cine del Canal 1 que nunca ha podido modernizarse y cuyo sentido audiovisual se quedó en los años noventas. - A todos esos reseñadores de películas que les da miedo, pavor, decir la verdad de lo que ven. Que se sabe que en el fondo odian la película pero que se quedan callados por cualquier regalo o invitación. Que le dicen a uno que algo es malo, pero en público dicen que es bueno. -A algunos de los que escriben de cine cuando dicen que nunca compran pirata, que la piratería de lejos y uno los ve siempre rebuscando en la calle películas. Tristemente sacan lo de siempre, las mismas cosas que pasan en cine clubes, o si no van en busca de Los Climas y Tres Monos porque alguien los enteró de Nuri Bilge Ceylan pero ignoran sus otras obras. Preguntan por Fatih Akin pero solo tienen como referencia Contra la Pared y Al otro lado. Su cultura cinematográfica es muy limitada y no conocen a los autores ni las películas más allá de lo que las distribuidoras de cine traen. A leerme a mí que se me olvida poner comas y punto y comas y adiós. Próximamente.Preguntas idiotas en las ruedas de prensa

VISTAALSUR

OTRO PUNTO DE VISTA


SOLARIS de AndreiTarkovsky

Por Iván Gallo / elateneista.blogspot.com

Según las últimas noticias recibidas algo extraño pasa en la estación espacial que gravita sobre el océano de Solaris. La tripulación parece haber perdido la razón, dicen ver deambular sobre los pasillos de la nave conocidos del pasado, gente que vuelve de la muerte para pasar una temporada con ellos en la soledad del espacio.


SOLARIS En la Tierra los científicos están nerviosos, por eso en vez de mandar a un poeta envían a un ingeniero, alguien que se ocupe las cosas prácticas y evalúe si es conveniente seguir teniendo esa estación flotante o si es mejor desmantelarla. Kris Kelvin parece ser el hombre indicado para efectuar la misión. Es un tipo que no cree en muertos en vida, el clásico hombre de ciencia, metódico, frío. Al llegar a la nave puede constatar que sólo quedan dos tripulantes. Grigorian acaba de suicidarse y su cuerpo inerte yace en un cuarto frío bajo el constante cuidado de una jovencita muy atractiva. Los otros dos sobrevivientes no parecen estar en sus cabales. Sartorius el jefe de la misión convive en su cuarto con un enano que suele tener ataques de furia si se le deja solo y Snaw, el fisiólogo, a pesar de sus ojos desorbitados, es el que parece tener todavía en claro porque se está allí. Kelvin se inquieta al ver el grado de abandono de la estación, algo pesado flota en el ambiente, él ha visto a la joven y al enano y ninguno puede explicarle que hacen esos seres allí. Se recuesta sobre la cama y en la duermevela puede ver como en uno de los rincones del cuarto se delinea una hermosa figura femenina, ella se acerca y él se deja abrazar y besarse. Es Hary, su esposa, él se levanta asustado “Es imposible que estés acá ¿Cómo llegaste?” Ella parece aturdida, no lo sabe, no entiende porque su amado esposo en vez de alegrarse de verla se asusta. “Tu te suicidaste hace diez años, estás muerta” Ella se mira al espejo y no sabe de quién es el reflejo. Kelvin es un hombre de ciencia, sabe que ese ser no puede ser su esposa, por eso le pide que la acompañe hasta la sala de cohetes, por medio de un engaño la deposita en uno de ellos y la expulsa al espacio sideral. Sin embargo antes de dormirse vuelve a ver a la figura de Hary, ella no es una alucinación, es real y lo ama. Él baja la guardia, nadie puede rechazar el amor de alguien que vuelve de la tumba. Hary es una joven y hermosa renevante de las muchas que abundan en el arte y la literatura

desde tiempos inmemorial. Según Pilar Pedraza en su libro Espectra las renevantes se caracterizan por ser “muertas prematuramente, mal enterradas, víctimas de alguna ofensa imperdonable, vuelven a pedir cuentas, o bien son llamadas por el viudo que desea su regreso y a veces se hace con una copia para que ocupe en su cama el lugar que le corresponde, preservándole de la invasión de las nuevas pretendientes”. A diferencia de la Clarimonda de Gauthier o la Brunhilda de Tiek, Hari no quiere hacerle daño a su esposo, al contrario, lo busca no para vengarse sino para que le explique qué hace ella en un mundo que no entiende. Hace diez años ella se suicidó porque creyó que su esposo no la amaba lo suficiente, eso ha pesado sobre la conciencia del científico y ahora no despreciará esta segunda oportunidad que tiene ante sus ojos. Está claro que ella no es la verdadera Hary. Abajo el espeso e inquieto océano de Solaris ha empezado a atacar a los intrusos terrícolas que piensan estudiar el planeta. Por eso ha enviado a esos visitantes compuestas por partículas sub atómicas, es decir materia casi inmaterial. Ellos en vez de estar compuestos de átomos están hechos de neutritos. Estos se activan ante la presencia del ser querido. En cierto sentido son un reflejo del pasado del terrícola algo que puede llevarlo a la locura pero en el caso de Kelvin lo ha llenado de una nueva felicidad. Sin embargo ten presente algo, hombre de ciencia: Ella no es real. Pero acá surge una pregunta ¿Nosotros podemos ser solo las proyecciones mentales de otras personas? ¿Hay alguien detrás de la capa espesa de ese mar que es el universo soñándonos? Esas preguntas las formuló el escritor checo Stanislaw Lem en su novela Solaris, una de las joyas de la fantasía científica de carácter filosófico, la construcción más colosal que se ha escrito jamás sobre el enigma de Dios creador o, lo que es lo mismo, la relación del sujeto y el objeto, lo de dentro de la mente y lo que está fuera del vasto universo. En esta novela se basó Andreí Tarkovsky para


SOLARIS hacer una película que escapa al canon de la ciencia ficción para centrarse, así sea en los confines del espacio, en todas las obsesiones que desperdigó el llorado autor ruso en sus ocho películas. La añoranza de la madre, la infancia, el pasado que te persigue y la soledad en la que todos estamos inmersos. Realizada en 1972, Solaris fue considerada en su momento la respuesta soviética a la descomunal 2001 odisea del espacio. A Tarkovsky esa comparación lo enfurecía y era enfático al decir que jamás había visto la película de Kubrick – su director de fotografía Vadim Yusov decía que la vieron juntos y comentaron sus bellezas- sin embargo Tarkovsky tiene razón porque las películas en nada se parecen. El filme de Kubrick es depurado, limpio, preciso, detallista, espectacular. La obra del ruso en cambio es sucia, descuidada, pesada, agobiante. A él poco o nada le interesaba los avances tecnológicos que podían ocurrir a raíz de los viajes interestelares, emparentando con Dostoyevsky a Tarkovsky, lo obsesionaba el hombre y el absurdo de pretender vivir sin un Dios. A pesar de ser financiada por el gobierno de Breshnev, Solaris – como toda su obra- es una búsqueda incesante de el creador, Él puede estar en esas plantas que flotan en el río al principio de la película, en el hermoso rostro de Hyra o en la escena final cuando cansado de recordar, Kelvin

decide bajar hasta el océano de Solaris y encontrarse de nuevo con la vieja casa y mirar desde la ventana el envejecido rostro de su padre que bien podría ser el mismísimo Dios. Ese misticismo no solo molestó a Lem – el autor de la novela- sino que le trajo innumerables problemas con la censura soviética que hizo todo lo posible por impedir que se estrenaran sus películas y que llevaría al autor a adoptar la penosa decisión de exiliarse. Nunca más volvería a su amada Rusia, muriendo lejos de esa tierra que añoró tanto. La Solaris de Tarkovsky es una película de ritmo lento, exasperante, fatigoso pero que otorga la recompensa de adentrarse en una de las mentes más brillantes del siglo XX. Es como asistir a una liturgia, posee ese poder sanador de lo sagrado, poder que deberían tener los ritos religiosos pero que por suerte lo encontramos en las películas de este místico genial. En tiempos de velocidad, de atropellos e injusticias que bien nos hace visionar sus filmes y pensar así sea por un par de horas que el mundo es un lugar maravilloso por el que vale la pena luchar.



Maldeojo Por: Mario Niño Villamizar/ rodandolo@yahoo.com

A finales de los 60’s se introdujo al mercado el formato de cine Súper 8 mm, formato práctico que tuvo la infraestructura técnica necesaria para su desarrollo: cartuchos de fácil carga en color y B/N, cámaras con óptica intercambiable, nagras, moviolas, pegadoras, proyectores, etc. Andamiaje que permitió que algunas familias con algo de solvencia e interés por la captura de imágenes en movimiento adquirieran estos equipos para realizar sus pequeñas películas caseras. Esta nueva forma, fácil y económica, también hizo que algunos cineastas reconocidos valorarán su uso: Guillermo del Toro, Pedro Almodóvar y actualmente Emir Kusturica (Super 8 stories), Oliver Stone (JFK) y otros muchos que iniciaron su etapa de cortometrajistas con este formato como soporte para narrar sus historias. Pero el idílico sueño duró menos de tres décadas, pues debido a la aparición del formato de video, el Súper 8 mm fue relegado, dejando de lado la exploración y experimentación que se había alcanzado en su momento. Actualmente la disputa dada por el soporte digital frente al soporte químico, -disputa en la que seguramente se impondrá el digital como ya lo hizo en la fotografía fijaaún es fuerte. Hay quienes defienden el proceso tradicional y hay quienes en medio de la oferta (confusa y saturada) optan por la “practicidad” y “bondades” de los formatos digitales. En

éste sentido el video ayudó a democratizar la producción audiovisual pero también ha permitido que el oficio del cineasta se degenere, pues en algunos (muchos) casos, las nuevas generaciones no quieren saber de rigor ni de mística hacia el oficio y el quehacer cinematográfico. En la escena nacional, como en un mundo paralelo y adimensional, existe en Bogotá un grupo sui géneris de cineastas y artistas plásticos, que aunque no quieren ni buscan revindicar el formato de súper 8 mm como la verdad oculta, si buscan la experimentación, la autonomía y la verdadera independencia a la hora de narrar sus historias; logrando estéticas y formas expresivas que nos evocan el buen oficio del cineasta. Por esto, hoy, desde éste nuevo espacio de difusión de trabajos audiovisuales creado para la revista, quiero rendir una especie de homenaje o si lo quieren


llamar culto hacia esta manera de contar historias, hacia el formato de Súper 8 m.m. como soporte vigente y a su exquisita textura de celuloide.

Entonces, los invito a ver el cortometraje “CORTO” de Dairo Cervantes, cortometraje que ha tenido un recorrido en circuitos de festivales (IV Cambridge Super 8 International Film Festival, Inglaterra 2010, Premio a mejor cinematografía) que cualquier realizador “choco-loco” armado con una Canon D5 o una “HD” desearía tener en su experiencia de vida. http://corto-short.blogspot.com/ http://adioselcorto.blogspot.com/ Sinopsis: Dos disonantes, comunes y rutinarios personajes envueltos en una fantasía idílica que logra hacerlos sonreír y llorar, voltaje oscilante que distrae, apasiona y enloquece. ÉL, nada raro, un número más, uno que camina; ELLA, nada raro, una más, triste y silenciosa; disparidad conjuntiva, fuerza atractiva de soledades, suspiros, silencios elocuentes, angustia innecesaria, expectativa fatua. La delgada línea fronteriza entre la realidad y la no realidad es cruzada consciente e inconscientemente; la vida o momentos de vida en la ciudad, atrevida, fugaz o duradera; finita o infinita…no hay dilemas, hay voltajes.

FICHA TÉCNICA Título original: CORTO Género: FICCIÓN Año : 2009 Duración : 8 MINUTOS País : COLOMBIA Formato de Rodaje: SUPER 8 MM B/N ASA 200 Formatos de Exhibición : HDV - BETA SP - MINI DV - DVD Sonido : STEREO Revelado: Kinolab

¡¡Rodandolo pues¡¡ Queremos invitar a las personas, animales o cosas, en cualquier lugar del mundo, que deseen mostrar aquí sus trabajos (si no desean, sus mamás también pueden envíarlos) realizados en cualquier formato de captura, a que los manden; sea argumental, documental, experimental, video clip, ruptura etc., trabajos que deben tener en lo posible mínimo 1 minuto y máximo 8, y que deben estar necesariamente publicados en cualquier sitio de la red. Los enlaces pueden enviarlos a rodandolo@yahoo.com. Deben adjuntar sinopsis, ficha técnica y algunas fotos de promoción. Se valorará el riesgo, la originalidad y la pertinencia del lenguaje audiovisual, y como no es un concurso, pues paila, no hay premio diferente a ser rotados en las páginas de esta prestgiosa publicación. Rótelo, pues, no se lo quede


ARREPENTIMIENTO Ficción real por Henry Posada Losada.

In memoriam del padre, Tiberio Fernández Mafla Todos me conocen aquí en Trujillo, mi nombre es Daniel Arcila Cardona, he asesinado el sueño, condenado a la vigilia, vago sin sosiego por las calles de éste pueblo. Sus habitantes dicen haber oído un quejido espeluznante en las madrugadas de Sonora, Andinápolis, Venecia, soy yo que camino por éstos promontorios de montañas, por sus hondos abismos, agitando las ramas de sus cafetales; mi llanto lo arrastra el tumultuoso Cauca dejando en el aire un eco que estremece las copas de los árboles, inquieta el tranquilo sueño de los animales, convoca las sombras de los muertos. No hay paz en mi corazón. Regresé aquí con apenas 27 años, era reservista del Ejército Nacional, había entusiasmo en mi semblante, los ímpetus de un hombre que quiere forjarse un porvenir. Sobreviví a un oscuro atentado en Pereira. Un episodio propiciado por el azar o el destino me revelaría mi verdadera naturaleza: la delación. Recuerdo vagamente aquella tarde, fui a Sonora a cargar una mora. Íbamos en la camioneta cuando nos sorprendió a mi amigo y a mí un comando guerrillero que quería emboscar al Ejército, quienes ejecutaban su Plan Pesca. Nos retienen y piden que los transportemos. Vi cómo entraban y salían de las casas donde guardaban armas. Sugerí algunos nombres, omití otros. Así me convertí en guía del Ejército y como una obscura maldición hice alianzas con el mismísimo demonio. Soy un alma en pena y debo expiar lo que hice. No tienen perdón, igual que yo, mi mayor Urueña, el tío y El Alacrán, fueron ellos quienes a La Peladora y a un cambuche que llamaban irónicamente El Cielo, llevaban sus víctimas, entre súplicas y sollozos. “¡Juro que no soy colaborador de la guerrilla! No me mate, mire que tengo hijos como Uds.!” Algunos de rodillas, abrían los brazos implorando al cielo les concedieran la vida. El horror para quien no lo haya vivido es sólo una palabra. Mis ojos no olvidan la brutalidad del aquellas escenas, la indefensión parecía excitarlos y ya no podían parar en su macabro


ritual. Vi arrancarles las uñas con tenazas, empalarlos con varillas al rojo vivo, asfixiarlos con chorros de agua a presión o utilizar sopletes de gasolina para quemarles los ojos y la piel. El furioso bramar del río Cauca, ahogaba el estridente sonido de la motosierra y erizaba la piel los aullidos de dolor de quienes como animales iban mutilando para arrojarlos sin misericordia a las negras profundidades del Cauca. la soledad se hacía cómplice de la infamia. Eran campesinos, jornaleros, tenderos, ebanistas, maestras, enfermeras, puedo ver sus rostros, reconocer los colores de su ropa, sus hábitos, sus más recónditos anhelos, el número de sus zapatos, las cicatrices de sus cuerpos, el fervor en sus oraciones, el tamaño de sus penas. Con la meticulosidad de un entomólogo tomaba nota de sus vidas. Cuando se llevaron a José Norbey Galeano, el hijo de Ana Rosa Cuartas, fui quien le dijo a El Alacrán que estaría esa mañana con el padre Tiberio. Vi a su madre asomarse angustiada por la ventana todas las mañanas atisbando el regreso de su hijo. Nunca volvería. Esther Cayapú, enfermera de La Sonora aparecía en mi libreta. 59 años. Sana guerrilleros. Líder comunitaria. Enfrentamiento con la Policía en marcha campesina el 29 de Abril. Una tarde El Tuso y Chigüiro, a la salida de misa de 6 me abordaron. “Necesitamos, Danny, algunos cilantros y perros”, dijeron entre risas, “pa´pelar éste fin de semana”. Señalé algunos nombres en mi lista. Amparados en las sombras de la noche fui con una cuadrilla de 30 hombres, a los corregimientos de La Sonora y El Tabor, quitamos la luz, era estratégico, y sacamos a empellones de sus casas los hermanos Arias Prado, Arnoldo Cardona, el tendero a quien le había cogido fiado unos víveres, Esther, la enfermera que ya mencioné y otros que no recuerdo. Hicimos el mismo recorrido buscando Las Violetas, era allí donde se repetía de nuevo el festín del diablo, su sólo recuerdo me horroriza…la insania con que realizaban la macabra tarea de descuartizamiento me asfixiaba y hubo ocasiones en que huí de ése aquelarre del infierno. El dolor se cebó en éste pueblo, se oscurecieron los espejos como una maldición, el surco está abandonado, ya nadie quiere reemprender la faena que otros habían empezado. Algunos han muerto de pena moral, otros se suicidaron incapaces de respirar el aire envenenado de Trujillo, algunos están postrados en sus camas mortalmente enfermos. “No me quedan ilusiones aquí” dicen otros con sus ojos secos y vacíos. He vuelto como testigo de la infamia, estoy arrepentido. Quizá si viviera el padre Tiberio, encontraría en su regazo alivio a mi tristeza, era como un gran samán bajo el que todos encontraron cobijo, la iglesia sin él es un jacalón vacío donde un Cristo roto en su altar es su vívida imagen. Vi cómo lo castraron, degollaron, cortaron sus manos. Fue con él con quien quisieron escarmentar al pueblo, profanaron ése templo de su cuerpo despedazándolo. Dicen que es un mártir, como Monseñor Arnulfo Romero en El Salvador. Ambos fueron la voz de los desheredados de la tierra, los sin pan, sin trigo ni zapatos, eso dice la gente en voz baja y oran en silencio para que les ayude; dicen también que los asesinos asesinaron el sueño. Condenados a la vigilia como yo. Aquel día de su muerte enmudecieron los animales, todo estaba pavorosamente en silencio, sólo se oía el sonido de la motosierra, las risas de los engendros que lo descuartizaron y los gritos de Ana Isabel su sobrina a quien violaron y mutilaron sus senos. Fueron arrojados en costales a las mansas corrientes del Cauca, que ése día también calló horrorizado……noche a noche mi voz se confunde con el viento que es apenas un débil lamento en las madrugadas de Trujillo. Es el castigo que debo cumplir, soy una sombra entre las sombras que quiere el perdón y no lo encuentra. Dicen los habitantes de éste pueblo, oír en las madrugadas un grito estentóreo que viene de Las Violetas, soy yo, Daniel Arcila Cardona, el informante de El Alacrán.


VISTAALSUR

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Fotografías de

Leonor de Lohle

rraigo !lohle@une.net.co

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Uno puede pensar lo que quiera. Que se exagera, que no son 4 sino sólo 2 millones, que algo harían, que no son desplazados sino migrantes. O puede abrir los ojos y ver esa realidad que va al lado cada día. Leonor de Lohle, fotógrafa, 72 años, se encontró con que estos que para muchos no existen, no sólo sí, sino que muchos son adultos mayores, viejos y viejas que ni siquiera pueden constituir un estallido social, una fuerza laboral o un problema de orden público. Lejos del lugar donde aprendieron a vivir, donde podían sacar un pescado, cortar un plátano o vender un chance. Arrimados, hacinados o bajo un puente, acuden al comedor comunitario, donde obtienen su almuerzo de lunes a viernes. Ni desayuno ni comida. NI sábados ni domingos. Y sólo si se completan los requisitos para estar en la lista. Y lo que ocurre en Medellín, ocurre en todo el país. Así uno piense lo que quiera

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“Salimos de huida por matanzas.” Doña Ana Libia (San Rafael, Antioquia) 45


“Si vamos a hablar de desplazamiento, hablemos de mi mamá cuando yo tenía siete años.” Don Francisco Luis 46

Emisora comunitaria La Voz de la Inmaculada, Rionegro, Santander (San Francisco, Antioquia)


“La casa que hice con mis hijos en el Popular la tuvimos que abandonar.” Doña Ana Celina (El Popular No. 2, Medellín) 47


“El que está pagando es el campesino. Allá no aguantábamos hambre.” Doña Pepa (Curiquidó, Chocó) 48


“Me dieron 10 días para desocupar.” Don José Antonio (Vereda Cañaveral, Segovia, Antioquia) 49


“Toda mi familia es desplazada.” Doña Ana Leonilde (Vereda el Morro, Granada, Antioquia)

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“Echaban bala de día y de noche.” Doña Arnobia (Villa del Socorro, Medellín)

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Vidas Minadas Cuando la Fotografía revela la dignidad de las víctimas. Por Cybèle Haupert

Una mujer boca abajo recostada sobre una tela a ras la tierra descansa en sueño profundo, su niña junto a ella duerme; se ven elegantes, enrolladas en sus paños africanos. Emana de esta imagen en blanco y negro una sensación de ternura por la intimidad que desprende la madre y su infante. De repente, el ojo se percata que bajo el paño de la madre ligeramente levantado en el lugar piernas aparecen prótesis. Como en la sacudida de un terremoto, se desvanece la sensación de tranquilidad, se da paso a la dura realidad, a la que se enfrentan las víctimas de minas antipersonas. En esta imagen se condensa extrañamente la lucha por la vida con el dolor de las víctimas. Es un retrato del fotoperiodista español, Gervasio Sánchez, las protagonistas son Sofia Elface Fumo de

Mozambique y su hija Alia. La foto pasa a ser un emblema de un trabajo de sencillez y constancia. Gervasio ha captado historias de víctimas en los varios conflictos del mundo, recorrió en más de 25 años un centenar de países, él se auto define como un “especialista en conflictos armados”. Es en 1996 cuando, a su gran sorpresa, una revista “del corazón” en España le ofrece realizar un reportaje sobre las víctimas de minas anti personas que empezó su largo trabajo, la serie fotográfica “Minas Vidas”. El fotógrafo vio en la propuesta “un sueño” pero impuso inmediatamente sus condiciones que determinan su trabajo; “Les dije que sí, pero sólo si no tocan una sola fotografía ni recortan ninguna historia” enfatiza Gervasio en la presentación de su exposición en Bogotá este 13 de enero. Trato hecho, desde ese entonces, retrató víctimas de minas anti personas en los países que sufren de esta plaga humana (Mozambique, Angola, Salvador, Afganistán, Cambodia, Bosnia, Colombia, entre muchos otros). En 1997 publicó un libro dedicado a ese trabajo “Vidas Minadas”. Como un padre inquieto por registrar el crecimiento de sus hijos, se empeñó en realizar una serie de retratos con diez víctimas diez años después de su primer encuentro y abarcar aún más países. El generoso espacio de la Biblioteca Pública Virgilio Barco de Bogotá hospedó las imágenes de víctimas recogidas en la nueva serie fotográfica “Vidas Minadas – 10 años”. En el discurso pronunciado en mayo de 2008 al recibir

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uno de los más destacados premios de fotografía de España, el premio Ortega y Gasset convocado por el diario El País, Gervasio resumió con humildad su responsabilidad humana como periodista: “aunque tengo un hijo natural (…) puedo decir como Martín Luther King, (…) también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas anti personas”. Se refiere a Sofia de Mozambique, Sokheurn Man de Camboya, Adis Smajic de Bosnia, y finalmente la pequeña Mónica Paola Ojeda de Bucaramanga. Gervasio Sánchez se diferencia de los reporteros de guerra – categoría a la cual no pretende pertenecer -: no se hace esclavo de las luces de la actualidad, se dedica a contar historias a largo plazo. Porque las historias de las víctimas que mueren “continúan con los supervivientes”. Relata que “a mis cuatro hijos adoptivos los he visto al borde de la muerte, los he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad. Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad”. La fuerza de la obra del artista reside allí: el capturar con su lente el valor de la dignidad de los civiles que sufren la violencia de los conflictos. Gervasio afirma que “los periodistas debemos pensar en las víctimas, en sus derechos, y en la fuerza de sus historias, que entremos a formar parte de la lucha por la dignidad de las víctimas”. Por ejemplo en la imagen del irakí, Fanar Zekri de 19 años, orando en su tapete de rezo reposado sobre sus dos muñones. También en la representación de Mónica Paola, su hija adoptiva colombiana, quien con ocho años sufrió el accidente de minas cuando regresaba de la escuela, descansando en una hamaca, el brazo levantado tapándose de la luz con una mano inexistente. Estas tomas nos introducen en intimidades que enaltecen la belleza de la vida a pesar de los sufrimientos. Otras fotografías expuestas salen del lo cotidiano para entrar en el mundo médico de esta tragedia donde aparece el valor de las víctimas en su “incansable lucha por la supervivencia”. Pero aún esos instantes, sea en una mesa de

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quirófano o en un hospital, son retratados con la delicadeza que el fotógrafo nos lleva a un acercamiento con la víctima, con el gran reto de no aparecerse a una instantánea de cliché amarillista. Ninguna representación gráfica deja que la morbosidad gane sobre la dignidad. Y esto se debe sencillamente al hecho que considera que las víctimas no son números sino que “todas las víctimas tienen nombres y apellidos”. El fotógrafo impresiona por su capacidad de vivir con las historias de sus víctimas. En diciembre pasado cuando se cruzó en Cartagena (donde expuso su obra en el marco de la Cumbre de Cartagena por un mundo libre de minas) con la protagonista de una de sus obras recordaba los detalles del accidente de Nancy Ceballos a quien retrató hace cuatro años junto a su bebé de 53 días, ambas recién accidentadas en una explosión de mina en Antioquia. La imagen está ahora expuesta: Nancy de 20 años está sentada en una silla de ruedas con una pierna desvanecida y la otra inmovilizada en incrustaciones de tornillos, la hija sentada en sus piernas. Gervasio de nombre, Sánchez de apellido, quedara en nuestra memoria como símbolo de un artista que lucha por la dignidad de las víctimas. Valor casi extinto en este mundo de la instantaneidad frenética. Felicitaciones, Don Gervasio. Para ver y leer a Gervasio: http://blogs.heraldo.es/gervasiosanchez/

Nancy Ceballos, de San Luis Antioquía, con su foto atrás arriba de ella. Su pierna voló, junto con su hija, cuando corrió a auxiliar a su papá que acababa de pisar otra mina. Tres generaciones en un sólo momento de horror.

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Por Nelson Cárdenas

La India, corregimiento de Landázuri, Santander, pero más cercano a Cimitarra, libra desde hace mas de 20 años, a orillas del río Carare, una batalla sin armas en sus manos.. Una lucha por el respeto a la vida, al trabajo y a la dignidad, que frentea, con el mero sentido común, a la gente de la guerra.

Por allá en 1990 en Cimitarra, Santander, uno de tantos asesinatos de los que ocurren en Colombia, no pasó desapercibido. Miguel Ángel Barajas, Josué Vargas, Saúl Castañeda, fundadores de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare (ATCC) y Silvia Dussan, periodista de la BBC, fueron ultimados a tiros en un café esquinero de la plaza del pueblo, a manos del MAS, Muerte a Secuestradores, grupo para militar que combatía ilegalmente a las guerrillas izquierdistas.. El hecho habría quizás pasado desapercibido para los medios de comunicación en medio de las tantas muertes violentas de personajes hijos de vecina de no ser porque incluía la desaparición de una periodista, que para completar, era de buen apellido y por si fuera poco, representaba a un medio extranjero. Para asombro de buena parte del país, los otros tres muertos, campesinos por nacimiento o adopción, no eran otros tres cuerpos más. Se trataba de tres de los creadores de un invento que de lo puro extraordinario era casi increíble. Para las comunidades campesinas de todo el país, y para las de esta región del Magdalena Medio, la violencia política era tan antigua que prácticamente nadie, ninguna generación había vivido sin conocer el significado de la palabra paz como vivencia. Sabían de la falta de paz, de la necesidad de paz, pero era la guerra y los hechos de sangre los que siempre los habían acompañado. La gente en armas, bien desde el Estado, bien desde las fuerzas opositoras (que fácilmente podrían haber sido en el pasado parte del Estado) habían contado con el campesino siempre desde la óptica maniquea del “conmigo o contra mi” en el que las personas solo podían pertenecer a un bando o ser sus enemigas. Por entonces las cosas no eran diferentes. Ya las cosas no eran entre liberales y conservadores como lo fue en los años 50, ni tampoco de la Colombia Estado vs la insurgencia comunista – liberal, como lo fuera en los 60 y 70, sino de guerrillas contra paramilitares y militares, todos a una infiltrados por los dineros de los narcos, que no sólo permeaban la guerra para su propio beneficio, sino a todo los niveles estatales y privados del país. Dinero por todas partes, plomo por todas partes. Y dentro de esa dinámica, paras y guerrillas les habían planteado a los habitantes de La India cuatro alternativas para sus vidas: o unirse a la guerrilla, o unirse a los para-militares, o irse de la

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La India queda en Colombia

Tarde, ya entrando la noche, la canoa con los votos de la ATCC vuelve de La Pedregosa con las urnas que serรกn escrutadas en La India esa misma noche.

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De todas las veredas del área de influencia vienen los campesinos, a pie o por el río, a horas de distancia muchas veces, de todas las edades aptas para votar. Su voto define un cargo sin sueldo. SU voto define algo más importante. Su voz que dice de su derecho a vivir en paz.

región o morir en ella. Cada opción igual de dolorosa, pues la muerte era factor común en ellas. O mataban o morían, o se les moría el alma dejando la tierra que a les pertenencia. No se sabe bien de que boca surgió, o en que reunión o almohada brotó un sueño absurdo, un quinta opción en donde la dignidad y el sentido común no tuvieran olor a pólvora. Cuentan los que saben, o lo que oyeron a los que sabían, que a Josué Vargas, un campesino acomodado de la región la idea le venía rondando en la cabeza y que en algún momento, de tanto ver caer gente, de tanto voltear la cabeza para no ver, se cansó de decir “sí, señor” y se preguntó, junto a algunos vecinos, que pasaría si ellos no quisieran ni irse, ni dejarse matar, ni matar a otro. Que pasaría si pudieran conseguir que la gente de la guerra se fuera a pelear su guerra a otra parte, si era que tanto se odiaban. Que pasaría, se preguntó, si le hiciéramos un paro a la guerra. Cuentan los que los vieron, que esa idea de lo puro ingenua les resultó a los oídos de los que la escucharon de lo más interesante. Y no sólo interesante como quien dice “ojalá y se pudiera”, sino viable y necesaria. Cuentan que así decididos se fueron a hablar con la guerrilla, que era por entonces fuerza dominante, para contarles de su intención. La intención que los sacaran del conflicto, que a ellos no les apetecía dejarse matar, ni irse de su tierra, ni coger un fusil derecho o izquierdo, porque para ellos la muerte era la muerte, no importaba quien la diera o quien la sufriera y que preferían la vida y que la vida la veían como poder trabajar, criar sus hijos, sonreír de vez en cuando y morir de viejos cuando se les acabaran los años. Y cuentan que el comandante guerrillero se rió del asunto, pero que sin embargo los vio tan entusiasmados, tan transparentes, que les dijo que si conseguían que el Ejército hiciera los mismo, ellos “le jalaban al cuento”. Fueron entonces a ver al comandante militar, que a su vez también comandaba las fuerzas para-militares (y esto, que entonces se negaba, no lo digo yo, lo dicen las investigaciones posteriores de los mismos organismos del Estado), para contarle la misma historia, la loca idea que tenían de creer que ellos tenían derecho a una quinta opción.

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La votación para elegir la junta directiva de la ATCC se hace con rigor y seriedad. El secreto del voto, los jurados y testigos y un voto simbólico adicional que todos los pobladores, miembros o no miembros, pueden hacer: el voto por la paz.

Se dice que el coronel no se rió tanto, pero que les ofreció más bien algunos fusiles y entrenamiento militar para que se defendieran del enemigo. Ellos insistieron en su empeño y finalmente se llevaron la promesa de que si conseguían que la guerrilla hiciera lo mismo que le pedían al Ejército, ellos también les respetarían su tal “derecho a la vida”. Y tal parece que lo consiguieron en verdad. Al fin y al cabo qué importaban unos cuantos orates que les daba por creerse que no había enemigos de los que defenderse. En tanto que siguieran por allá, en ese lugar llamado La India y nadie se enterara, no importaba. Allá ellos. Pero resultó que la noticia, que de lo puro increíble se contaba como quien cuenta de duendes y dragones, comenzó a esparcirse, de boca en boca, “que dizque por allá en La India consiguieron una tregua”. La gente contaba el cuento y se lo decían preguntándose al mismo tiempo, cuanto demorarían en matar a sus líderes. No creían que alguien pudiera levantar su dedo contra un fusil y lo mandara callar. Pero así era. Cuentan también que el rumor le llegó a Miguel Ángel Barajas, un agrónomo del Estado, con vocación de poeta y político, rara mezcla. Y quiso conocer de primera mano que tan locos y que tan ciertos estaban las gentes de La India. Dicen que se quedó por allá y que además, con lo que conocía del funcionamiento del Estado ayudó a conformar la ATCC y que desde ahí intentaron, sin grandes resultados la gestión de dineros y apoyos para su causa, para su ilusión. Las respuestas fueron claras al respecto: “Si no quieren nuestra guerra, no esperen nuestra ayuda”. En algún momento se dieron cuenta de que podían cambiar algo más las cosas si lograban, además de tener la razón, tener algo de representatividad en el aparato estatal. Finalmente la democracia, al menos en el papel existía y si lograban, como estaban seguros de lograrlo, los votos suficientes, podrían ser oídos, ya no como unos locos por allá en la montaña, sino como autoridad. Y entonces, ni bien les dio por lanzar a Miguel Ángel al concejo de Cimitarra, llegaron las amenazas de muerte. No podían correr el riesgo de que estos personajes les diera por hacer plaza pública. Sus ideas peligrosas lo eran mil veces más si salían de las lejanías en que vivían.

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La ceiba talada sigue en el Salón Comunal de La Pedregosa, como un símbolo doloroso e inalterable de la vida frente al horror de la guerra.

Cuenta la esposa de Josué, que su marido, que para entonces se estaba quedando un poco ciego del ojo que le quedaba bueno, no dormía tranquilo. Que sabía que su vida peligraba, pero que también sabía que su vida no servía si sabiendo qué había que hacer no lo hacía. Y dice su hija, Damaris, que cuando las amenazas fueron ya no sólo contra él, sino contra su familia, él decidió sacarlos de allá para Bucaramanga y se vino con todo a contar su cuento en toda la región del Carare. Ya para entonces los nombres de Josué Vargas, Miguel Ángel Barajas y Saúl Castañeda eran bien conocidos por las organizaciones sociales de la región y comenzaban a trascender las fronteras, tanto que hasta la BBC llegó la noticia del invento. Eran casi tres años de andar por ahí diciendo que el enemigo era la guerra, no los hombres, que la vida no se negociaba, que el diálogo, por sobre todo, era el camino y que más que fusiles, hacían falta carreteras, escuelas y servicios públicos. Sus voces eran serenas pero firmes. Firme como era la convicción de su discurso y la coherencia de éste con su actuar. No eran intelectuales de academia hablando sobre los problemas de otros, sino que eran filósofos de la tierra, hablando de su propia vida. Y así llegó un día Silvia Dussan, otra amenazada, a escuchar la historia de un acto de resistencia civil al conflicto con algún grado de éxito. Y al parecer con su llegada se rebosó la copa de la paciencia de los del gatillo cobarde y disfrazado. Según relatan los que saben, un miembro del MAS había sido infiltrado en la ATCC y él mismo, la noche del 26 de febrero de 1990, se encargó de señalar con su saludo a los que debían ser ejecutados. Saludó y dijo que iba a mirar un partido de copa que pasaban esa noche y que volvía en un rato. Nunca volvió. Ni bien sonaron los tiros ya estaba siendo embarcado lejos de ahí. Josué, al principio del movimiento, cuando por allá en La Pedregosa, dos horas río Carare arriba, se había propuesto construir una casa grande que fuera sede del movimiento. Y donde fue el terreno escogido había una ceiba talada por el antiguo dueño del terreno. Los obreros la quisieron arrancar de raíz para la nueva construcción, pero Josué se opuso. “Será el símbolo de nuestra causa, será la señal de nuestra pertenencia a la tierra y de nuestra decisión de quedarnos” Su

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La India vive su paz en todos lo sentidos. Gentes de todas las etnias, todas las religiones y todas las vertientes políticas son aceptadas en la ATCC y su votación.

símbolo, que aún sigue allí, estremece ahora por el sentido que le dieron las balas que acabaron con su vida, pero no con su obra. La ceiba talada que talada se mantiene con sus raíces clavadas en la tierra. Troncha su vida, vivo su ejemplo que aún, con el pasar de los años, sus pobladores, los herederos de una bandera de lucidez frente a tanta locura, siguen defendiendo. Su vida se murió pero su idea resonó en muchos rincones del país con una fuerza que sólo los medios y el gobierno pueden ignorar. Luego de su muerte, y con la llegada del premio Nobel Alternativo de Paz, otorgado ese mismo año, el mensaje tuvo ecos en muchos lugares y aunque para la gente de las ciudades el asunto se olvidó, para la gente de cada una de esas nuevas comunidades, de La India en particular, la tarea continua todos los días Haciendo lo que a diario se nos dice como imposible, la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare,(ATCC) le apostó al diálogo con todos los actores armados (guerrillas, paras y militares) con un único argumento: la razón. No tienen nada para negociar distinto a su convencimiento sobre su derecho a existir en su tierra de nacimiento y labranza. No ofrecen nada a cambio de su garantía de que lo mismo le exigen a todos los otros. Muchas vidas les ha costado, derribadas por unos y otros. Su historia, entrecruzada por todos los juegos perversos de guerra sin rostro, es la historia de la lucidez contra la locura, del pájaro tirándole a las escopetas, que por esas cosas raras de la vida, o de la terquedad del pájaro, sigue sonando duro a pesar de los golpes. Contra toda circunstancia su invento sigue en pie, contra toda probabilidad, cada mañana su emisora, Ecos de Paz, suena para recordar el empeño y su esperanza. Cada dos años se vuelve a votar para elegir junta directiva de la ATCC, para reafirmar su derecho a existir sin la boca cerrada, sin el cañón apuntando a su pecho. No ganan nada en ello, nada como decir un bulto de cemento, un mercado o una promesa falsa de pavimentación de una calle. No ganan nada diferente al grito simbólico de “seguimos unidos”. La India queda en Colombia, sí, pero parece que fuera otro lugar. Allá se forja lo que debiera llenar de asombro los noticieros de los medios “informativos”. Un lugar, como otros varios en el país, que desde el mero sentido común hacen su paz, sin necesidad de los grandes intelectuales, de reformas

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Damaris Vargas, hija de Josué, la noche del conteo de elecciones.

constitucionales, sin muchos doctores que les diagnostiquen su mal. Sólo lo hacen y ya. Todos los días. Quizás por eso es que no son noticia, porque si bien sí hay muertos, no son muchos ni son gente “bien”. Hace unos días no más, tuvieron que ir río arriba, 350 pobladores de La India a La Pedregosa porque las AUC, los nuevos para militares, luego de un combate con la guerrilla en cercanías de la región, vinieron por un campesino y lo hicieron, literalmente, picadillo. Los paras advirtieron que nadie podía subir el río hasta nueva orden, pero ellos no se inmutaron. Con colectas recogieron lo que hacía falta para la movilización y remontaron el río para ir a buscar lo que quedaba del cuerpo del hombre, que no era mucho la verdad. “Ustedes no saben de nosotros, ni de lo que hacemos. No conocen los resultados positivos de muchas comunidades que están participando activamente en esta lucha por la vida. Entre ustedes los intelectuales y nosotros los hacedores de realidades, existe una especie de divorcio que debemos acabar. De esta manera, nos fortaleceríamos mutuamente y todas nuestras voces tendrían más resonancia y nos equivocaríamos menos; integrados nos acompañaríamos para acabar con tantas soledades y años de soledad que ya son más de cien” Desde que Miguel Ángel Barajas escribiera esto en una carta de respuesta a un diagnóstico elaborado por los intelectuales del país, ha pasado mucho tiempo, pero sus palabras suenan como dichas ayer. De hoy en más, en este país que desangrado sigue siendo llevado por sus gobernantes y disidentes por la senda de las armas y de la violencia, se hace necesaria un alto para ver si, como los campesinos del Carare de entonces y de ahora, tenemos el valor civil para exigir nuestro derecho innegociable a la vida.

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Piensa verde

Una campa単a de vistaalsur

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