Bautizada como la isla del viento, navegar su litoral es mirar a los ojos de un marinero al entrar al impresionante puerto natural de Maó; emoción en estado puro. La brisa marina se convierte en una inseparable compañera de viaje, incluso cuando nos adentramos en los infinitos caminos rurales donde los caballos de raza menorquina campan a sus anchas. Menorca fue declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco, debido a la respetuosa relación de sus habitantes con el entorno natural. Menorca conserva los parajes naturales mejor conservados del mediterráneo, con sus playas y calas de cristalinas aguas como auténticas protagonistas. Sin olvidarnos de una albufera visitada por miles de aves, de un fondo marino mágico, de sus impresionantes barrancos o de sus curiosas especies animales y vegetales autóctonas: un auténtico espectáculo de la naturaleza.
La isla tiene historia, y muy antigua. Todavía hoy perdura el misterio en sus milenarios monumentos de piedra, que parecen haber sido levantados por gigantes. La situación estratégica de Menorca provocó, en siglos posteriores, la visita de multitud de civilizaciones que dejaron fastuosas construcciones como prueba de su paso, así como el asedio de despiadados piratas en busca de su botín. Hoy la isla del tesoro se ha convertido en un destino idóneo para quien busca su propio paraíso. En los pueblos de la isla encontramos la verdadera sabiduría de la vida: la calma. Hay muchos rincones de sus calles en los que vale la pena perderse, aunque lo bonito de la isla es descubrir sus entresijos por uno mismo.Menorca no se parece ni recuerda a ningún otro lugar; es auténtica y grandiosa.
Fotografía: IBATUR
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