Relatos de Egresadas/os 70 años EEUC 2021

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REgresadas/os elatos de

1953 -2020


Editoras M. Cecilia Campos Sandoval Profesora Titular Escuela Enfermería (R) Pontificia Universidad Católica de Chile Sonia Jaimovich Pérez Profesora Titular Escuela Enfermería (R) Pontificia Universidad Católica de Chile Autor Capítulo Recuerdos Estudiantes Varones Marcelo Lizana Ovalle Exalumno Generación 2009 Académico Carrera Enfermería Universidad del Desarrollo

Diseño Ana Carolina Soliz Díaz Revisora de edición Alicia Carola Oyarzun Lobo Fotografías Aportadas por exalumnos pertenecen a los autores de los relatos, quienes han autorizado su publicación. Agradecimientos a la Dirección de Extensión y Educación Continua, a la Dirección de Pregrado de la Escuela de Enfermería de la Pontificia Universidad Católica de Chile y a los exalumnos que aportaron sus recuerdos.


Relatos de Egresadas/os 1953 -2020


Índice

1. Prólogo

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2. Introducción

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3. Evolución Planes de estudios

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4. Relatos

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5. Recuerdos estudiantes varones

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6. Ceremonia de Investidura

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7. Premio Espíritu de la Escuela de Enfermería

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8. Yenny Barra Rosales (en memoria)

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9. Reflexiones finales

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10. Anexos: Anexo 1 Plan de Estudios inicial Anexo 2 Plan de Estudios Carrera Enfermera/o - Matrona/ón Anexo 3 Plan de Estudios actual Anexo 4 Generaciones que participaron en este texto

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Prólogo

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Prólogo El solo nombre de esta publicación, Relatos de egresadas/os, nos hace recordar nuestras propias vivencias de la época de estudiante, al mismo tiempo que despierta nuestra curiosidad por saber cómo era la Escuela en períodos anteriores y cómo ha sido su evolución posterior. La memoria es frágil y a veces solo nos quedan imágenes de las mejores experiencias o de las más difíciles de nuestra etapa estudiantil. Por ello, contar ahora con un pequeño pero significativo conjunto de recuerdos de cuarenta generaciones que se han formado en la Escuela nos enriquece aun más, nos proporciona una memoria colectiva que nos representa y que nos une, porque venimos de la misma fuente. Tal es el caso de los valores y sello de la formación que se ha mantenido en el tiempo, creando un lazo figurativo del colectivo, sello valórico que se ha resguardado en nuestra querida Escuela de Enfermería UC y que nos hace sentir orgullosas (os) de haber sido formadas (os) en ella. Es emocionante encontrar en este libro entrevistas a enfermeras egresadas de las primeras generaciones que estudiaron en la época del internado en el Instituto de la Congregación Esclavas del Amor Misericordioso de Jesús y María. Ellas describen con minucioso detalle aquel período, lo que constata que lo vivido en la universidad y en nuestra Escuela marca una huella profunda en nuestra historia de vida. ¡Gracias a Relatos de Egresadas/os, estos hermosos recuerdos permanecerán para siempre! Asimismo, este libro constituye un valioso aporte a la historia de nuestra Escuela, pues aporta lo más difícil de obtener: la


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perspectiva de las vivencias de los estudiantes sobre los hechos, situaciones y cambios que ocurrieron en su etapa de estudiante, acorde al contexto histórico de la época. Con su relato, los egresados que dieron su testimonio nos regalan un sinfín de emociones, experiencias, anécdotas y detalles que le dan vida a la narrativa de la historia, ilustrando el efecto que tuvieron ciertos acontecimientos en las alumnas (os), personajes centrales del proceso formativo. Como punto final quisiera destacar a las autoras, M. Cecilia Campos Sandoval y Sonia Jaimovich Pérez, distinguidas profesoras, por la originalidad de esta iniciativa, obra que nace desde su profundo amor a la Escuela y a la enfermería. Este espíritu se siente en este escrito y por eso es una verdadera joya que nutre la historia de nuestra unidad académica, con el recuerdo de la vida estudiantil de quienes aceptaron compartir sus recuerdos y vivencias, a través de los 70 años de vida de la Escuela de Enfermería UC. Cecilia y Sonia nos han regalado Relatos de Egresadas/os, un libro que, por su naturaleza, estoy segura será leído y disfrutado por la comunidad Escuela de Enfermería UC de todas las generaciones que se han formado en ella. ¡Invito a todos a leer esta historia, que es nuestra propia historia!

Ángela Castellano Salas

Profesora Titular Escuela Enfermería UC


Introducción

“Los recuerdos son el perfume del alma” (George Sand escritora francesa)

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70 años de cuidado humanizado en salud

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Introducción Con motivo de la celebración de los 70 años de existencia de nuestra Escuela hemos querido recoger los principales recuerdos que conservan en su memoria las diferentes generaciones que aquí se han formado y darlos a conocer en este libro que hemos llamado Relatos de Egresadas/os. El propósito de esta recopilación es atesorar y transmitir a las nuevas generaciones, vivencias de épocas anteriores. La Escuela de Enfermería de la Pontificia Universidad Católica de Chile fue creada por la Congregación Religiosa Esclavas del Amor Misericordioso de Jesús y María, a mediados del siglo XX. Su objetivo principal era preparar preferentemente a religiosas para que, a través del ejercicio de su profesión de enfermeras y especialistas en cuidados, con una sólida base teórico-práctica producto de una formación superior, realizaran con sus enfermos una misión evangelizadora.1 En aquellos años en Chile existían solo cuatro escuelas de enfermería; si bien ya había transcurrido casi medio siglo de la consolidación de la enfermería como profesión de formación universitaria, el número de tituladas era insuficiente para satisfacer la demanda, por lo que gran parte del cuidado de los enfermos en los hospitales estaba en manos de religiosas o de empleados sin formación profesional.2

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Cubillos L, Castellano A & Camus P. Historia de la Escuela de Enfermería “Isidora Lyon Cousiño” 1950-2000. Santiago: Pontificia Universidad Católica de Chile; 2000. 310. 2

Campos S Cecilia (1994). Cuenta Dirección de la Escuela de Enfermería: marzo 1990-abril 1994. Educación Médica UC,12 (94), 377-383.


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Nuestro país tenía una población de 6 millones de habitantes, el porcentaje de su población que vivía en condiciones de pobreza superaba el 60%; el analfabetismo era de 23% y la escolaridad promedio solo de 2 años; la deserción escolar al finalizar la educación básica era de casi de 70%.3 La situación de salud se caracterizaba por altas tasas de mortalidad, predominio de enfermedades infectocontagiosas, expectativas de vida no superior a los 56 años; atención profesional de baja cobertura, acelerado crecimiento demográfico, concentración de la población en zonas urbanas e insuficientes recursos sanitarios básicos.2 El acontecimiento de mayor relevancia en Salud Pública fue la creación del Servicio Nacional de Salud (SNS) en 1952, siendo ministro de Salud el Dr. Jorge Mardones Restat.3 En este contexto, la creación de una nueva escuela para formar profesionales de la salud era una necesidad Imperiosa. La matrícula del primer ingreso de trece alumnas el año 1950 estuvo conformada por dos religiosas y once seglares, de las cuales ocho se titularon. En los primeros años, el régimen de internado era obligatorio para las alumnas seglares. La exigencia

de cualidades espirituales al ingreso, y la formación religiosa, constituían aspectos cruciales del ambiente universitario y católico en que se desarrollaba la formación de la futura enfermera. Hasta mediados de los 60 se mantuvo un número reducido de tituladas. A inicios de los 70 la Escuela aumentó significativamente las vacantes con el objetivo de mitigar el déficit de enfermeras a nivel nacional y también se abrió a la incorporación de estudiantes hombres. Fue así como, hasta inicios de los 90, esta Escuela fue la que entregó el mayor número de profesionales al país, ya que como se señaló, en Chile solo existían muy pocas escuelas de enfermería hasta antes de esta fecha.4 La situación que caracteriza la época actual dista mucho de la que predominaba en los años en que se creó la Escuela. Hoy existen 42 carreras de enfermería en el país, y nuestros egresados representan solo el 2% del total nacional. Por otra parte, la expectativa de vida es de más de 80 años y el riesgo que tiene un niño de morir al nacer se ha reducido sustancialmente. También hay que considerar que, como consecuencia del envejecimiento de la población, de los problemas del medio ambiente y de la crisis

3

Goic G, Alejandro. (2015). El Sistema de Salud de Chile: una tarea pendiente. Revista médica de Chile, 143(6), 774-786. https://dx.doi.org/10.4067/S003498872015000600011

Enfermeras: profesionalización y cuidado sanitario (1906-1950) - Memoria Chilena. http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-100622.html

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de valores, han surgido nuevos problemas de salud asociados a la forma cómo las personas se cuidan y conducen su vida. Es así como la enfermera y el enfermero de hoy, deben estar preparados para responder a una alta y creciente exigencia ética, conceptual y técnica, y, enfrentar nuevos campos de trabajo y escenarios de cuidado, lo cual requiere de una constante revisión y actualización de los conocimientos y aptitudes profesionales que garanticen un cuidado de calidad.5 Transcurridos 70 años de trayectoria y de grandes transformaciones en todos los ámbitos, aún sigue vigente el espíritu de sus creadores, el que es necesario cautelar para mantenerse fiel a la misión de la Escuela y de la Universidad, que como institución de iglesia está llamada a “formar a todos los estudiantes de manera que lleguen a ser hombres insignes por el saber, preparados para desempeñar funciones de responsabilidad en la sociedad y a testimoniar su fe ante el mundo”.6 En la actualidad, la Escuela cuenta con acreditación nacional e internacional. El año 2020 fue acreditada por la Asociación Canadiense de Escuelas de Enfermería 5

Campos C., (2015) Enfermería: diálogo entre profesión y disciplina. Revista Horizonte de Enfermería, 26 (2): 29-35. 6

Cubillos L, Castellano A & Camus P. Historia de la Escuela de Enfermería “Isidora Lyon Cousiño” 1950-2000. Santiago: Pontificia Universidad Católica de Chile; 2000. 310.

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(CASN) por el máximo de siete años. Durante su existencia ha contribuido al país formando profesionales de enfermería de excelencia y a nivel de pregrado se han entregado 3.397 títulos profesionales hasta el año 2019. Sus egresados se desempeñan en los más variados ámbitos laborales, a nivel público y privado. Son muy valorados por los empleadores quienes manifiestan que los titulados de la carrera tienen un excelente desempeño profesional. Los atributos más apreciados por los empleadores siguen siendo el alto nivel de conocimiento de los graduados, su formación y coherencia ética y su actitud humanitaria al proporcionar cuidados de enfermería (última encuesta empleadores7). Para cumplir con el propósito de este libro, recopilar recuerdos, se envió una carta vía correo electrónico a egresadas/os de las diferentes generaciones* invitándolas/os a participar para que junto a compañeras/ os con las/os que se pudieran contactar, recogieran las experiencias que marcaron a su generación. Concretamente se les solicitó que escribieran un relato en el que contaran algunos aprendizajes significativos, valores internalizados, profesores recordados, 7

2019 CASN ACCREDITATION PROGRAM REPORT for the PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE SCHOOL OF NURSING. * Para efectos de este libro se considera generación a todas/ os los estudiantes que recibieron su título profesional en el año que se señala.


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anécdotas vividas, o aquello representativo de su generación.

más

Posteriormente, se hizo un llamado vía redes sociales y así se obtuvo la respuesta de exalumnas/os y que representan a 40 generaciones. Además, a los egresados varones, con el propósito de explorar recuerdos respecto al significado de haber estudiado una carrera de tradición femenina, se les envió una encuesta que fue respondida por 16 exalumnos. La aceptación a esta invitación fue positiva y en la mayoría de los participantes se generó una instancia de reencuentro entre compañeras y compañeros. Un número importante ha manifestado interés en formar una red de exalumnos y colaborar en la formación de las nuevas generaciones, que esperamos este libro contribuya.


Evolución de Planes de Estudio

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Evolución de Planes de Estudio Periódicamente se ha perfeccionado y modernizado el plan de estudios en respuesta al progreso del conocimiento, las necesidades de atención de salud del país, avances de la disciplina y nuevos lineamientos de la Universidad. Como un aporte a los recuerdos de las diferentes generaciones, incluimos una breve descripción de los principales cambios curriculares con la finalidad que los lectores relacionen la formación recibida con las experiencias vividas. Hasta el año 1978 al término del programa de estudios se otorgó el título de enfermera/o, luego a partir de 1979 el título de Enfermera/ o-Matrona/ón y desde 1993 junto al título profesional el grado de Licenciado/a en enfermería. Actualmente desde el año 2005 al finalizar el IV año de la carrera, los estudiantes optan por el título de Enfermero/a-Matrón/a, o por el título de Enfermero/a. El primer plan de estudio vigente hasta el año 1967 de modalidad anual tenía una duración de 4 años, al término de los cuales y después de rendir un examen y presentar un seminario de título se otorgaba el título profesional de Enfermera. (Anexo 1) El segundo plan de estudios vigente desde el año 1968 a 1974, de modalidad semestral, surge en repuesta a los cambios producidos por la reforma como resultado de la toma de la Pontificia Universidad Católica en 1967 y que impulsó la modernización de las estructuras académicas, la flexibilización de los planes de estudio, la creación del sistema de créditos y una mayor participación de los profesores y estudiantes en su conducción. Su estructura fue semestral, su duración de 9 semestres (4 1/2 años).


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El tercer plan de estudios vigente desde 1975 al 2004 obedeció a la puesta en marcha de la formación de la enfermeramatrona/on. Esta propuesta curricular tenía como propósito ofrecer al país un profesional capaz de proporcionar atención de enfermería integral incluyendo la salud materna. (Anexo 2) En octubre de 1991 se aprobó el grado de Licenciado en Enfermería, el que se otorgó junto al título profesional de EnfermeraMatrona. Este logro, además de constituir un reconocimiento a la calidad de la formación y al carácter de disciplina de la enfermería, permitió la progresión a estudios conducentes a grados académicos superiores y ubicó a nuestros egresados, en justicia, en igualdad de condiciones con respecto a los de otras escuelas del país y Latinoamérica. Producto de estas modificaciones, en 1993 se entregaron los primeros 49 grados de licenciados en enfermería, junto a los respectivos títulos profesionales (Cuenta de la Dirección de la EE marzo 1990/abril 1994). El actual plan de estudios, derivado del currículo 2000, ofrece a los estudiantes la posibilidad de optar entre el título de Enfermera/o-Matrona/ón, y el título de Enfermera/o con Certificado Académico en un área de la Enfermería: Enfermería del Adulto, Enfermería del Adulto Mayor,

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Enfermería del Niño, Enfermería en Salud Mental y Psiquiatría, y Enfermería en Salud Comunitaria. El currículo 2000 ha tenido varias modificaciones posteriores (2002, 2005, 2009, 2010 y 2016) con el fin de actualizarlo de acuerdo a las necesidades de salud del país. La última versión del programa, vigente desde el año 2016, obtuvo la acreditación internacional de la Asociación Canadiense de Escuelas de Enfermería (CASN), proceso que culminó el 11 de septiembre del 2020 con el otorgamiento de la máxima acreditación por 7 años y sin recomendaciones. En el año 2012 se inició un nuevo proceso de Rediseño del Itinerario Formativo (RIF) que se ha trabajado desde entonces y que está pronto a ser aprobado por la Vicerrectoría Académica este año (2021).


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Los relatos

A veces no conoces el verdadero valor de un momento hasta que se convierte en memoria. (Dr. Seuss)

4.


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1953 Relato de las editoras

C

omo se ha señalado, la matrícula del primer ingreso en 1950 fue de trece alumnas de las cuales solo ocho se titularon: Elba Alvear Donoso, Teresa Estrada Fenieux, Olga Melkonian Cadi, Eliana Moreno Concha, Lilia Muñoz Schoettge, Elisa Palma Cataldo (religiosa), Alicia Peña Erices y Adita Rodríguez Ojeda.

Dr. Rencoret entrega título de Enfermera a Srta. Olga Melkonian C., alumna de la primera promoción (1953).

Lamentablemente, no fue posible ubicar a ninguna de ellas para obtener sus recuerdos. Sabemos que Elba Alvear falleció en 2017 a la edad de 87 años y que Eliana Moreno y Lilia Muñoz están vivas, según los datos aportados por el Registro Civil. Por otra parte, Adriana Ilabaca ex alumna de la generación 1954, nos aportó algunos recuerdos: “ellas no fueron muy acogedoras, se sentían superiores a nosotras; se preocupaban, tal vez por encargo de las instructoras, para que cumpliéramos con todas las exigencias, especialmente el uso correcto del uniforme y las normas del internado”. También nos cuenta que Alicia Peña trabajó en el hospital Salvador, que fue una destacada enfermera del servicio de medicina del Dr. Ducci y que falleció muy joven.


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Erma Barrientos, ex alumna de la generación 1956, nos informó que Eliana Moreno fue ayudante alumna en la práctica clínica y era muy cariñosa con ellas, pero que el resto de las alumnas en general, socializaban poco con las de otras generaciones. También nos dijo que Teresa Estrada, había fallecido. Ninguna de las primeras egresadas de este año trabajó en el Hospital Clínico de la UC, por lo que el cuidado de los enfermos siguió en manos de las religiosas.

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Juramento de alumnas de la primera promoción en Ceremonia de Graduación (1953). Cena en honor de las alumnas de curso fundacional , con motivo de su titulación. Las acompañan autoridades directivas y docentes (1953).


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1954 Adriana Ilabaca G.

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oy Adriana Ilabaca González, proveniente de Requínoa, pueblecito de la VI región, y pertenezco a la segunda promoción de enfermeras de la Escuela Isidora Lyon Cousiño de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ingresé a primer año en 1951 y me gradué el 17 de diciembre de 1954. Con el ímpetu de la juventud abracé mi carrera con el alma y siempre he dicho que, de volver a nacer, elegiría con gusto ser enfermera. Hoy, ya con 88 años de vida acuden a mi mente tantos recuerdos y lo muy feliz que me sentía, además de dar satisfacción a mis queridos padres, que gracias a sus esfuerzos titánicos, vieron a su hija recibida. Vaya para ellos mi eterna gratitud, recuerdo y cariño. Rumbo al cielo mi saludo. Lo primero que se me viene a la mente es la preciosa mansión sede de mi Escuela en calle Dieciocho esquina Vidaurre, que fuera mudo testigo todos los fines de semana, de las carreras de los universitarios que debían llegar a horario a otras escuelas de la misma calle, incluida la Escuela Militar, so pena de quedar sin salida la semana siguiente por el atraso.


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El curso estaba compuesto por 14 alumnas y se graduaron solamente cinco: Sor Paula Puelma, Mirna Estrada, Eliana Santibáñez, Yolanda Smith, y la que escribe estas nota, pero las recuerdo a casi todas ellas. Este grupo era guiado espiritualmente por el padre Ramiro Ramírez, quien una vez al año realizaba un retiro espiritual que tomábamos como un feriado más y lo aprovechábamos para meditar, reflexionar, conversar nuestras cosas, además de algunas diabluras como fumarse un cigarrillo a escondidas. Durante el primer año íbamos diariamente al hospital de la Universidad, a iniciar las prácticas relacionadas con el confort del paciente. Esto incluía baño, ejercicios físicos y mentales, combinado con las clases teóricas en la propia Escuela. Los años siguientes fueron más intensos y se aumentaron las idas y venidas a los diversos centros de salud dispersos por Santiago. Así conocí y recuerdo mi paso por Psiquiatría en calle Los Olivos, Obstetricia en la Maternidad Carolina Freire en calle Maturana, Pediatría en el Sótero del Rio, Oftalmología en el J.J. Aguirre, Enfermedades Infecciosas en el Trudeau, Tisiología en Hospital El Peral y el Hospital San José de Maipo. Muy importante para mi vida futura fue la Casa de Socorro de Puente Alto, cerca de la Plaza de Armas de la localidad, pues en el último

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año de la carrera, debíamos decidir en qué campo queríamos desarrollar nuestros conocimientos. Elegí Salud Pública, autorizada por la dirección de la Escuela e ingresé a mi práctica en dicho lugar que contaba, entre otras dependencias, con un hogar para enfermeras, donde fui recibida como una profesional más, participando en todas sus actividades, tales como clínica infantil, vacunaciones, visitas a terreno y domiciliarias a diversos puntos del sector. Como dije anteriormente, lo importante que fue para mí la decisión de quedarme en la Casa de Socorro, pues una vez recibida oficialmente como enfermera, logré ahí mi primer contrato. Del régimen de internado de la Escuela tengo recuerdos. Muy temprano en las mañanas éramos despertadas por Sor Benedictina, luego el baño, desayuno, correctamente de uniforme y de ahí rumbo a la Universidad


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en bus propio. Los fines de semana los cerrábamos dejando preparadas todas las cosas necesarias para nuestro desempeño, que incluía el uniforme completo, bata, delantal, cuello, puños, corbata negra, zapatos de gamuza blancos y hechos a la medida para cada una, medias, tocas, etc. Todo esto supervisado por la instructora Carmen San Martín (sargento), y cualquier falla significaba suspensión inmediata de la salida, sin teléfono (llamadas a los pololos), sin música ni entretenciones, solo ESTUDIAR. La vigilancia de las castigadas la cumplía Sor Benedictina. Las que regresábamos a la Escuela el día domingo, justo a las 21 horas, debíamos presentar la Libreta de Comunicaciones debidamente firmada por los padres o apoderados autorizados.

Antes de terminar estas breves notas de recuerdos inolvidables de mi querida Escuela, deseo dejar testimonio escrito del agradecimiento hacia mis instructoras y profesores, muy especialmente a Lilian Viveros Patrito, que con mano firme pero afectuosa, pudo lograr que coronara mi tarea; asimismo quiero expresar el orgullo que siento de haber sido compañera de curso de Sor Paula Puelma. De los profesores, guardo muy buen recuerdo del Dr. Lorenzo Cubillos y de mi amada Escuela, forjadora de ideales, que me cobijara bajo su alero protector, dándome la oportunidad de formarme como profesional. Alumnas generación 1954.


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1955 Nelly Henríquez M.

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oy chillaneja, ingresé a la Escuela de Enfermería de la Pontificia Universidad Católica de Chile el año 1951. En aquel tiempo, la Escuela contaba con un internado, donde recibían a las alumnas que llegaban de provincia. Este internado estaba a cargo de religiosas con un reglamento interno riguroso y celosamente custodiado. Al ingresar me dieron a conocer todas las reglas y exigencias del internado, entre ellas el horario de ingreso del domingo después de la salida de fin de semana (19:00 horas). Todo funcionó bien hasta las primeras vacaciones de invierno. Al regresar de mis vacaciones debía presentarme el domingo a las 19:00 horas. Tenía que viajar en tren, único medio de transporte de esa época. Cuando llegamos a la estación, era un mar de gente. El tren venía de Puerto Montt ya completo con alumnos de todas las ciudades anteriores, que regresaban al igual que yo, de las vacaciones de invierno. Mi padre que me acompañaba, no me dejó subir por el peligro que significaba irse en la plataforma del tren y me dijo: “Yo llamo a primera hora a la Escuela justificando tu atraso”. Me presenté al día siguiente a medio día y les conté lo sucedido,


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pero fue en vano. El castigo consistió en un mes sin salida los fines de semana. Cuando las religiosas supieron que yo estaba sola en la Escuela cumpliendo mi castigo, me invitaron a participar en sus tareas y a ayudarlas en la confección de tortas y pasteles que fabricaban y vendían a particulares como una forma de obtener ingresos para la congregación. A los quince días de cumplido mi castigo, me llamaron a la oficina de la directora y me lo suspendieron. Nunca supe cuál fue el motivo de esa suspensión, si fue porque había subido de peso o porque el castigo se había convertido en algo demasiado bueno y agradable. Aprendí repostería, algo que hasta el día de hoy practico y agradezco. ¡Bendito castigo!

Alumnas generación 1955.


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1956 Erma Barrientos A. Eliana Gaete Q.

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as actividades académicas se iniciaron en el mes de marzo y éramos 15 estudiantes. En julio se realizaba la Ceremonia de Investidura, se nos imponía la toca y vestíamos el uniforme para la práctica de hospital; el uniforme debía ser llevado siempre completo e impecable. Habíamos pasado un tiempo de prueba y ya estábamos en condiciones de iniciar las primeras experiencias en el hospital. Estas consistían primordialmente en hacer todo tipo de camas y lo que más nos abrumaba era el “Aseo de Unidad”, vale decir la limpieza terminal de la cama y el velador del paciente dado de alta. Esto implicaba llevar a las salas baldes con agua en cada mano, diarios para proteger el piso, agua y jabón. Nos sentíamos algo incómodas haciendo esto frente a las personas que estaban en la sala y a los estudiantes de medicina, ya que más de alguno nos simpatizaba y además, esperábamos una experiencia más excitante.

En el curso del primer año varias compañeras se retiraron por problemas académicos o vocacionales. Formábamos un grupo muy unido y muy cercanas a nuestras profesoras que nos inculcaron valores que Colaboraron en este escrito: nos han acompañado a lo largo de nuestra Clara Ferrada S. y vida personal y profesional: el respeto a la Teresa Miguel R. persona, especialmente al enfermo por la indefensión en que éste se encuentra, el


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Compartimos alegrías y sinsabores, los recuerdos son muy gratificantes y llenos de aventuras...

amor a la verdad, la confiabilidad y el secreto profesional con el paciente que se confía a nosotros, la responsabilidad en el actuar, la puntualidad y el trabajo en equipo. En ese tiempo estábamos internas bajo la tuición de las religiosas del Amor Misericordioso en una hermosa casona ubicada en la calle Dieciocho. Compartimos alegrías y sinsabores, los recuerdos son muy gratificantes y llenos de aventuras; especialmente, cuando llegaban “remesas” de las casas de nuestros padres y lo celebrábamos en los dormitorios con risas y cuchicheos para no ser sorprendidas por nuestra “celadora”, Sor Virginia, todo un personaje que alegró nuestros días. Las clases se realizaban en la Casa Central de la universidad donde teníamos la oportunidad de compartir con otros estudiantes. Los profesores fueron connotados médicos y las clases de enfermería las dictaba Lilian Viveros en conjunto con otras enfermeras que supervisaban nuestras actividades clínicas en el hospital. Los mejores recuerdos para nuestras formadoras, especialmente Lilian

Viveros, modelo de rectitud y sabiduría en su actuar profesional. Entre los profesores médicos merece especial mención el Dr. Lorenzo Cubillos, nuestro amigo y confidente de las “vicisitudes” que teníamos. Generoso y de gran corazón ingresaba a personas enfermas en situación de calle, en pésimas condiciones higiénicas, y recurría a nosotros en busca de ayuda para entregar un cuidado digno. Una experiencia muy marcadora fue el internado en el Hospital San Juan de Dios que atendía a personas con diferentes enfermedades en distintos grados de complejidad, lo que requería de muchos cuidados de enfermería. La programación del internado consideraba que el grupo de internas se hiciera cargo del servicio, su administración y el cuidado de los pacientes, con la presencia de la enfermera del servicio que nos asesoraba ante cualquier problema. Fue una excelente experiencia clínica que nos dio las bases para nuestro futuro desempeño profesional. Al término de la carrera, tras la aprobación de las exigencias académicas, se realizaba la Ceremonia de Titulación donde hacíamos, con lámpara encendida, el Juramento Profesional de Florence Nightingale y recibíamos el título de manos de las autoridades de la universidad y de la Escuela. Agradecemos a Dios, la


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Universidad, la Escuela, nuestros padres y a quienes colaboraron en nuestra formación. Esto permitió realizarnos en esta hermosa y abnegada profesión e incentivarnos a aspirar a ser personas íntegras con vocación de servicio y entrega a los demás, un regalo que pudimos entregar a las nuevas generaciones junto con ayudar a forjar el desarrollo de la enfermería en nuestro país.

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1959 Lucía Pavez S.

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unque hace muchos años que no tengo contacto con mis compañeras de curso, destacaré lo que creo que fue más relevante para nosotras en esa época, y algunas experiencias. Ingresamos a la Escuela de Enfermería en 1956, éramos 22 alumnas, y la directora era Sor Paula. En 1959 egresamos solo ocho y ese año la directora era Lilian Viveros, ambas eran excelentes personas. El primer día de clases las alumnas del curso superior nos hicieron una prueba con preguntas de doble sentido, una de las que recuerdo era: ¿Qué es una melena? Todas respondimos “un corte de pelo” y después nuestras respuestas fueron motivo de chacota. Al entrar a primer año yo recién había cumplido 17 años, algo inmadura. En la primera práctica con enfermos había que hacer confort, lo que no me agradaba, y además, tenía un “pololito”, estudiante de medicina que también estaba en práctica y no me gustaba que me viera en esas tareas, me escondía cuando lo divisaba, nunca supe si me vio o no. Solo sé que cuando uno egresa se da cuenta que esos conocimientos son necesarios para enseñar y supervisar al personal a nuestro cargo.


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Fue un curso tranquilo, estudioso, no recuerdo nada especial que nos destacara, nunca hubo grandes problemas. De todos nuestros profesores tanto enfermeras como médicos, debemos estar agradecidas. Fuera de los conocimientos de las diferentes materias, nos entregaron valores y conceptos de vida en que prima el respeto al prójimo y anteponer ante todas las acciones la honestidad, la bondad y saber lo que realmente importa priorizar en esta vida. Con los conocimientos y experiencia que obtuvimos, nos proyectamos al futuro y sinceramente creo que la mayoría logramos una carrera muy satisfactoria.

Alumnas generación 1959.


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1960 Adriana Oyarzún S.

E

l año 1957 empecé en forma singular mi primer año en la Escuela de Enfermería. Iniciamos los estudios de esta profesión veinte alumnas en la primera semana del mes de abril. Éramos pocas y muchas de diferentes regiones. Al segundo o tercer día hubo un fuerte estallido social (Batalla de Santiago o sucesos del 2 de abril) y se suspendieron las actividades por casi una semana. A nuestro regreso nos enviaron al Servicio de Urgencia de Puente Alto. Imposible olvidar esta primera experiencia en que al segundo o tercer día nos llevaron a presenciar el parto de una mujer, probablemente campesina. Tuvo un trabajo de parto sumamente largo y sin anestesia. Nació un niño muy grande y felizmente sano. Quedé no solo conmovida, sino que también algo traumatizada por esta experiencia, para la que no estaba preparada. Tenía 17 años y no muchos conocimientos sobre esta materia. En los días siguientes, aún en Puente Alto, me ofrecí a bajar al primer piso una bandeja con muchos vasos que habíamos utilizado las alumnas en nuestro almuerzo. Me caí en la escalera, se quebraron los vasos y un pedazo de vidrio se me enterró en la parte inferior de la pierna. Me hicieron algunos puntos y me enviaron en ambulancia a mi casa. Así finalizó abruptamente esta primera experiencia. Luego tuvimos lo que para mí fue un período interminable de hacer camas en el Hospital Clínico de la UC. Meses de aprender y practicar


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hacer diferentes tipos de camas: cerradas, abiertas, para pacientes post operados etc., etc. Viví un período muy angustioso y agotador. Yo no tenía una vocación clara y había desechado entrar a estudiar Odontología, escuela en que había quedado seleccionada. Era el sueño de mi mamá, pero no era el mío. Pasaba el tiempo y yo seguía haciendo camas. Al regresar a mi casa algunas veces se me caían lágrimas de angustia en mi viaje en “trolley” (la movilización de esa época). A fines del primer semestre se retiraron varias alumnas y a fines de año otras tantas. Si mal no recuerdo, solamente ocho terminamos los estudios. Como positivo, recuerdo que tuvimos muy buenos profesores. Por fin, antes de terminar el tercer año tuve oportunidad de realizar una práctica que me hizo feliz. Fue en el Hospital Psiquiátrico en la sección enfermos agudos. Recuerdo con mucho cariño y agradecimiento a la enfermera Rina Pérez. Fue nuestra instructora de Enfermería Psiquiátrica. Ella me enseñó que es legítimo sentirse feliz en una actividad. Para mí lo normal había sido esforzarme por realizar actividades que no me gustaban o que me resultaban indiferentes. ¡Hoy lo encuentro terrible! ¿Herencia del estoicismo de la cultura judeo cristiana?

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Como anécdotas recuerdo algunas muy simpáticas: en una ocasión revisando signos vitales le pregunté a un paciente varón de mediana edad: "¿Ud. obró ayer?" y él me respondió: "Sí señorita, yo rezo todas las noches". Estaba en una pieza de 4 pacientes y hubo muchas risas sofocadas y el paciente más próximo le explicó la pregunta en voz baja de manera que la comprendiera. En otra ocasión, en práctica de Salud Pública, le pregunté a una señora si era casada y me respondió que no, pero que sí tenía “vida marítima”. A fines del cuarto año encontré mi vocación en la última práctica. Fue en Salud Pública y la realicé en el Consultorio de Lo Valledor Norte. La disfruté y además, me gustó la docencia que se practicaba en esta especialidad. ¡Mi paso por la escuela fue un largo y complejo recorrido, pero con un final feliz! Con orgullo puedo decir que tengo una hija, Adriana Varela, que estudió en la misma Escuela y se recibió de enfermera matrona en 1985. Su experiencia como estudiante fue excelente, muy diferente a la mía. Solo mantuve contacto por un tiempo con una de mis compañeras, que actualmente vive fuera de Santiago, por lo cual no fue posible compartir mis recuerdos.


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1961 Berta Ortiz M. Wilma Masini B.

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uestro período en la Escuela de Enfermería de la UC lo recordaremos siempre, porque ahí junto con la formación profesional, aprendimos valores como la ética, el compañerismo y lo importante que es el trabajo en equipo, así como inspirar confianza para la seguridad del enfermo. Todo esto lo aplicamos en nuestra experiencia laboral, pues trabajábamos por igual, sin importarnos las horas de salida que dependían de las necesidades del enfermo. Además, nos importaba la buena comunicación con los familiares del paciente, en cuanto a su estado y sus necesidades. Respecto de las asignaturas del currículo, si bien aprendimos lo enseñado, en la práctica nos dimos cuenta que era muy básico y el avance científico nos motivó para seguir ampliando nuestros conocimientos. Tal es el caso de la incorporación del tratamiento de diálisis en el que el Hospital Clínico de la Pontificia Universidad Católica fue el segundo en el país en tener un riñón artificial y nuestra generación se preparó para usarlo. Recordamos con cariño y admiración a Sor Paula, directora de la Escuela; a las profesoras Lilian Viveros, Elba Mateluna y en general, a todas las profesoras/instructoras que nos inculcaron amor por la profesión. Mención especial merecen el doctor De La Lastra, Profesor de Fisiología, una asignatura difícil, pero que gracias a su extraordinaria personalidad,


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la aprendimos fácilmente; el doctor Juan Fortune, profesor de Traumatología, que nos enseñaba ilustrando las materias con ejemplos de su experiencia cotidiana. De este modo, quedamos capacitadas para desempeñarnos en cualquier servicio. Hay que reconocer que éramos un poco desordenadas, pero muy unidas siempre. Nuestra generación empezó con 23 estudiantes que ingresamos a primer año en 1958, pero solo nueve egresamos en 1961. Siete de nosotras fuimos a hablar con el director del Hospital de la Pontificia Universidad Católica para trabajar un año gratis, con el objetivo de seguir juntas, y todas fuimos contratadas. Cada una eligió el servicio que le gustaba más, en los cuales todavía quedaban religiosas a cargo. El día que entramos a trabajar, para nuestra sorpresa, supimos que las religiosas se habían retirado del hospital durante la noche anterior. Fue una gran experiencia, porque hasta ese momento no teníamos práctica en jefatura de servicio. Por ejemplo, en el Servicio de Medicina existían unos acuarios para distracción de los enfermos, que necesitaban mantención diaria, por lo que destinamos una auxiliar a cargo. Una enfermera tenía que atender a 36 enfermos hospitalizados. Después de muchos años trabajando, hoy ya estamos todas retiradas, satisfechas con lo

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realizado y orgullosas de nuestra profesión. De nuestra promoción han fallecido Inés García y Cira Puyó. En Santiago viven Angélica García y Wilma Marini; en Talca, Berta Ortiz; en Osorno, Alice Kunstman; en San Felipe, Carmen Ross; en San Bernardo, Gregoria Bascuñán y en Estados Unidos, Ljubica Glasinovic.


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1962 Camila Chodowieski W. (†)

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legué a Santiago desde Gorbea un poco desorientada, pero con la intención de estudiar medicina. Entre varias opciones que "vitrinié", visité la Escuela de Enfermería UC. Debo confesar, que al ser recibida y conocer a la carismática directora de la Escuela en aquellos tiempos Sor Paula Puelma, me conquistó el alma, tomé la decisión y me inscribí de inmediato. Éramos varias alumnas las que nos aventuramos y comenzamos emocionadas nuestro estudio en 1959. Algunas se perdieron en el camino, emprendieron otra vida y terminamos siendo 10 alumnas de la promoción las que obtuvimos el título, el año 1962. De mis compañeras ya han fallecido, Rosa Vidal y M. Angélica Céspedes, con el resto perdí contacto. Tengo buenos y lindos recuerdos de esa época. La Escuela ubicada en la calle Lira, era como nuestra segunda familia. Nos conocíamos e intercambiábamos experiencias entre los distintos cursos. Con los alumnos de medicina compartimos algunos cursos generales. Tres de las recién recibidas (Angélica Céspedes, Rosa Vidal y yo), iniciamos nuestra vida profesional en el Hospital Clínico de la UC, el cual había comenzado a implementar la enfermería profesional en la clínica. Tuvimos el privilegio de ser acogidas y apoyadas por


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parte de las enfermeras de los cursos que nos precedieron. Esto también nos permitió continuar relacionadas con la Escuela, colaborar con la formación de las futuras generaciones, y significó esforzarnos constantemente para mantener los estándares de calidad de atención en nuestro quehacer. Muchas enfermeras permanecimos en este hospital hasta que llegó el momento de retirarnos. Felicito a toda la comunidad de la Escuela por su aniversario número 70 y agradezco la formación recibida. Si bien mi primera prioridad era estudiar medicina, nunca me he arrepentido de la decisión que tomé: estudiar y ejercer la enfermería por más de 50 años.

Primer año, 1962.


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1965 Maria Luisa Glasinovic R.

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a gran mayoría de las 25 mujeres (no era carrera para hombres) que entramos a la Escuela en 1962, nos sentimos muy acogidas por la entrevista con Sor Paula, que en ese momento era la directora, y también por el grupo de “instructoras”, como eran llamadas en esa época las profesoras de enfermería. Éramos muy jóvenes (17- 20 años) y no teníamos muy clara nuestra vocación, la que se consolidó a través del tiempo y terminamos juntas la carrera, apoyadas por el cuerpo docente en lo teórico y, en especial, en la práctica. Esto nos permitió tener una visión amplia y global de la salud y afianzar los valores para desarrollarnos en nuestra profesión. Como resultado, esta promoción se ha destacado en la vida profesional, ocupando cargos de relevancia en distintas entidades del país.

Había un ambiente bastante parecido a un colegio de monjas, hasta su directora lo era; ella inspiraba mucho respeto, se imponía con su presencia, mantenía una estricta disciplina, pero también se interesaba en nosotras como personas y en especial Colaboraron en este escrito: en los “pololeos”. También teníamos Cecilia Campos, Cristina profesores que eran médicos o estudiantes Castro, Ana María González, de medicina que, en general, eran buenos Yolanda Haase, Patricia Palma docentes y varios de ellos buenos mozos. y María Eugenia Prieto. Del primer año nos acordamos de los


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Nos marcó el ser responsables, mantener los valores morales en todo orden de cosas, respetar al otro y en especial, al enfermo como persona.

doctores Croxato, Viviani, Montiel, Cruz y Galofré. De las instructoras, de excelencia académica, recordamos a Madeline Álvarez, Lilian Viveros, Elba Mateluna, Rina Pérez, María Luisa Arriagada y Erma Barrientos. Nuestro curso fue un grupo bastante homogéneo, teníamos un espíritu idealista y de superación, queríamos ayudar a nuestros semejantes sin pensar cómo ganar más dinero, vivíamos en un mundo que sentíamos seguro. Nos marcó el ser responsables, mantener los valores morales en todo orden de cosas, respetar al otro y en especial, al enfermo como persona. Aprendimos de la enfermera Fredy Rodó que los cuidados de enfermería dependen mucho más de nuestra capacidad de identificar las necesidades de los pacientes, que del diagnóstico o indicaciones médicas. Fuimos privilegiadas de estar en la UC y en una época en que éramos pocos alumnos, y todo era más personalizado, sin grandes problemas. A las clases teóricas íbamos bien arregladitas, de falda escocesa, bonitas

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chombas o chalecos, en verano primorosos vestidos, bien peinadas y algunas maquilladas; ni pensar en usar pantalones. Para las prácticas en hospital, era uso obligatorio el uniforme: delantal blanco almidonado, medias y zapatos blancos, por supuesto toca (también muy almidonada) a la que cada año se le agregaba una línea negra. Para las prácticas de Salud Pública teníamos uniforme color gris burro de falda y chaqueta larga (al parecer era para que no nos miraran), el cual nos hacía sentir muy desgraciadas. Había muchas ocasiones para celebrar en la Escuela y no podía faltar el guitarreo con coplas hechas para la ocasión, tonadas y canciones festivas entonadas por el dúo “Las comadres” (Ana María González y María Luisa Glasinovic, grandes amigas). Nuestra principal fan era Sor Paula. Experiencia inolvidable en primer año era subir las escaleras del hospital con baldes, lavatorios y otros para el aseo de los pacientes, lo que era muy engorroso, y peor aún cuando se nos caían dando bote y con mucho ruido. En una ocasión, llevando una bandeja con tomas de muestra en las manos, a alguna de nosotras se le deslizó el portaligas hasta el suelo a la salida del ascensor.


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A algunas nos tocó la práctica de Salud Pública en Maipú, que era bastante rural en ese tiempo, con gente muy cariñosa y amable tanto en los consultorios, como en los domicilios. Otras en cambio, tenían que hacer visitas domiciliarias en la zona de la “calle San Camilo”, de conocida mala fama. Es de consenso general que estábamos muy orgullosas de estudiar en la Escuela de Enfermería de la UC y esa sensación se ha mantenido en el tiempo durante nuestra carrera profesional. Queremos rendir un homenaje a nuestras compañeras y amigas, grandes mujeres que han partido: Ximena Barrios, Ximena González y Ximena Ferrer.

Tituladas, 1965.


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1966 Blanca Vial L. ¡Podría escribir mil vivencias de aquellos lindos años!

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l dar una mirada 54 años después, inevitablemente comenzamos a desgranar recuerdos, anécdotas, experiencias, sentimientos y emociones que aún perviven. Respecto a los aprendizajes, hay que destacar su amplitud y universalidad, pues nos dieron herramientas para enfrentar la vida laboral en diferentes áreas, especialmente en las áreas clínica, docencia, salud visual, administración e investigación. Los valores que internalizamos fueron el respeto y amor al paciente, dando siempre lo mejor de uno mismo.

Nos acordamos de nuestros profesores de los ramos básicos, como el Dr. Juan de Dios Vial en Anatomía, que nos enseñó con todo detalle la extremidad superior durante el primer semestre, conocimiento indispensable para realizar las punciones intravenosas; el Dr. Víctor Maturana, que nos mostró el sistema respiratorio con Colaboraron en este escrito: un cigarrillo en la mano y una paciencia Blanca Müller, M.Eugenia inolvidable. Sus conocimientos nos Arancibia, M.Eugenia Cruzat y acompañaron toda nuestra vida profesional Solange Vernon. al hacer el examen físico a los pacientes. Por


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Lo más representativo de nuestra generación, fue el alto nivel de compañerismo que logramos...

su parte, Elba Mateluna y sus enseñanzas sobre materno infantil fueron claves para nuestro trabajo en las clínicas de niño sano en el consultorio; los doctores Armando Roa y Ernesto Figueroa quienes demostraron gran sabiduría para darnos a conocer la psicología humana y sus trastornos; también Rina Pérez nos comprendía y nos apoyaba en momentos difíciles de nuestras prácticas del Hospital Psiquiátrico; y Sor Paula, en sus clases de administración, nos entregó principios que aplicamos toda la vida profesional en las instituciones de salud, tanto públicas como privadas, donde nos ha tocado ejercer. Hay muchas anécdotas que nos ocurrieron en el transcurso de los cuatro años de la carrera y que aún recordamos. En una ocasión le pedimos reunión a Sor Paula para quejarnos por los horarios en segundo año, porque no podíamos pololear ni comer con nuestras familias. Tuvimos éxito y logramos salir más temprano. Cuando organizamos un paseo a Pirque con pacientes y fuimos con la profesora Rina Pérez a la Vega Central a pedir insumos para el almuerzo, todas con nuestros delantales blancos y nuestras

tocas. Llovían los piropos y también las donaciones. El día del paseo, un paciente que se había enamorado de una compañera, llevó su guitarra y todo el viaje desde Santiago hasta Pirque le cantó la misma canción. ¡Todo esto en la misma micro de la Escuela! El almuerzo fue todo un éxito con partido de fútbol incluido. Otro recuerdo es en cuarto año, cuando nuestra compañera Eugenia Cruzat hizo una apendicitis aguda y todas la cuidamos en el post operatorio, hospitalizada en una camilla en el pasillo del Hospital Clínico. Lo más representativo de nuestra generación, fue el alto nivel de compañerismo que logramos, ya que siempre las alumnas más aventajadas apoyaban a las más débiles en las diferentes materias. Son muchos los recuerdos y agradecimientos por la formación que nos dieron, integral y sólida.

¡Un orgullo haber sido alumnas de esta Escuela!


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Alumnas generación 1966.


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1967 M

María Cristina Cevo C.

e acuerdo mucho de la directora de la Escuela de Enfermería de entonces, Elba Mateluna, y también de Lilian Viveros.

De la Escuela me acuerdo de haber sido presidenta del centro de alumnas y de cuánto me encantó esa etapa. Con varias compañeras de curso (que era un curso pequeño), hacíamos obras de teatro en la sede de calle Lira. Era el curso entero y lo pasábamos fantástico. También compuse una canción que cantábamos con Loreto Janzana. El estribillo decía así: En mi boca una sonrisa En mi corazón amor Porque quiero aprender A sanar, a ayudar A sanar ayudar Soy estudiante de enfermería y yo quiero aprender A sanar, a ayudar A sanar ayudar

Espero poder ver la edición de tantas imágenes de tiempos anteriores que formaron parte de mi vida. En la foto aparece Cecilia Pirotte, posiblemente en su cumpleaños.


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1971 María Teresa Cortés D.

E

n marzo de 1967 llegamos a Lira 41 aproximadamente 40 jovencitas. Fuimos la primera generación que rindió la Prueba de Aptitud Académica después de años de haberse hecho el ingreso a la universidad a través del Bachillerato. La Escuela era nuestro segundo hogar, una casa antigua y fría, pero muy acogedora, a la que no le faltaba la calidez del numeroso grupo de alumnas y profesoras que le imprimían un ambiente especial. En primer año teníamos clases en la Escuela y también en la Casa Central. Compartíamos con los alumnos de medicina, algunas clases, alianzas en la semana universitaria y muchas actividades y experiencias docentes. Tenemos los mejores recuerdos de esa época. Imposible olvidar los viajes al Sótero del Río y otros lugares de prácticas en las micros amarillas que la Escuela disponía para nuestro traslado.

Dentro del historial de nuestra generación está el gran hito que fue la Reforma Universitaria en la Pontificia Universidad Católica de 1967, después de Colaboraron en este escrito una larga y participativa toma universitaria Wendy Bontá C. y Liliana exigiendo una multitud de cambios, algo Véliz P. inédito en nuestro país hasta ese momento. La reforma se tradujo en una modernización


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Todas las profesoras fueron importantes, cada una con su sello profesional y personal. muy importante de la Universidad con cambios significativos en educación, investigación y extensión. Dio paso a la flexibilización de las mallas curriculares, la creación del sistema de créditos y muchas otras modificaciones que ayudaron a hacer de esta casa de estudios la prestigiosa institución que es actualmente. En esa época, con currículum fijo, uno pertenecía a una promoción con la que comenzaba y terminaba sus estudios. Por este motivo se compartía mucho con las compañeras en las clases y en las prácticas clínicas, lo que contribuyó a una gran cohesión del grupo que ha perdurado hasta hoy. La Escuela nos dio una formación profesional y humana de primer nivel, la cual ha sido fundamental para desenvolvernos en la vida. Además de los conocimientos relacionados

con la prevención y recuperación de la salud física y mental, nos impartió conocimientos de antropología, sociología, psicología, entre otros, que nos dieron una visión muy integral de todos los aspectos del ser humano y sus necesidades. Todas las profesoras fueron importantes, cada una con su sello profesional y personal. Entre nuestras compañeras, varias han sido enfermeras destacadas. Por ejemplo, Sonia Jaimovich llegó a ser directora de la Escuela de Enfermería de la UC entre los años 2002 y 2004; Patricia Grau hoy continúa siendo profesora de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Chile; Marla Solari es directora hasta hoy del Cesfam Cristo Vive; Patricia Cifuentes fue empresaria en el área médica, creando una Central de Esterilización que da servicios a centros asistenciales de Santiago; María Inés Sáez fue co-fundadora de uno de los primeros Servicios de Enfermería domiciliario, Serproen; Claudia Lieberman y Gloria Godoy hicieron carreras notables en EE.UU. Así como ellas, hay muchas otras de nuestras compañeras que han ejercido su vocación de servicio en distintos lugares en forma silenciosa, pero no por ello menos importante, y otras que han seguido caminos diferentes donde también les ayudó la formación recibida.

¡Eternamente agradecidas, generación 1971!


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1972 Pilar Alegría C. María Soledad Rivera M.

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uimos una generación que se formó entre los años 1968-1972, mientras el país se encontraba en proceso de reorganización social a través de validar la cooperación y participación ciudadana, mediante centros de madres, juntas de vecinos y sindicatos, entre otros. También había un clima de controversia entre opositores políticos. Destacaban el activo papel de la Iglesia Católica, representada por el Cardenal Raúl Silva Henríquez, y en nuestra Universidad, el sello dialogante y democrático del rector Fernando Castillo Velasco, quién validó la voz del alumnado representado por los Centros de Alumnos y la FEUC como activos participantes del cambio social. Las experiencias clínicas se desarrollaron en el Hospital Sótero del Río, Barros Luco Trudeau, Roberto del Río y Luis Calvo Mackenna. A nivel de Salud Pública, las experiencias se realizaron en los consultorios de Puente Alto y Pirque. A través de estos, como de otros campos clínicos, la Escuela logró no solo contactarnos, sino que impregnarnos de la realidad socioeconómica y sanitaria de ese momento en el país: pobreza, desnutrición, vulnerabilidad, tuberculosis, etc. Este contexto estimuló nuestra creatividad y solidaridad para, por un lado, superar las limitaciones económicas de insumos del sistema de salud y, por otro, para entregar cuidados de excelencia clínica y humana superando las adversidades.


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En el transcurso de nuestra formación recibimos un conjunto de valores que moldearon nuestro comportamiento e hicieron de nosotras profesionales profundamente comprometidas con los pacientes y la comunidad, siempre acompañadas de un juicio ético para determinar reflexivamente la conducta profesional y personal más apropiada. Cabe destacar un conjunto de valores como respeto por la dignidad de las personas, responsabilidad vinculada a nuestros deberes y compromisos con el paciente y la comunidad, solidaridad para ayudar a cualquier persona, en especial en situaciones de vulnerabilidad, y, empatía frente al sufrimiento y dolor de los demás. Tengo especial recuerdo del triunfo -por primera vez- de la Alianza Medicina/ Alumnas generación 1972.

Enfermería en la semana universitaria, en la que se coronó reina a nuestra compañera Angela Castellano. Imposible olvidar las peñas, el Shigella (kiosco-sandwichería) del Sótero del Río donde almorzábamos junto a los alumnos de medicina, el bar de la Alameda en el que tomábamos café poniendo música en el Wurlitzer, mientras los hombres tomaban un m2 de “pilsen”. También recuerdo las cimarras para ir al Cine Normandie o Huelen a ver las películas de Raphael en medio de su fan club. Profesoras que nos marcaron fueron Hortensia Arizabalo por su excelencia en clínica integral y consideración solidaria hacia las personas, y Eliana Horta, por su inspiración reflexiva sobre el status teórico y práctico autónomo de enfermería desde la filosofía de las necesidades y del cuidado humano.


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1973 Cecilia Byrne A.

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ecuerdo con nostalgia esa casa de calle Lira que nos cobijó durante los primeros años de la carrera, con ese living desvencijado donde nos reuníamos frente a una chimenea apagada. Nuestra sala de clases del primer piso daba a la calle, lo que nos permitía durante los recreos, conseguir autógrafos de personalidades que llegaban al Canal 13, ubicado justo al frente. Desde el comienzo consolidamos un grupo de amigas, las CAMBAC, por las iniciales de nuestros nombres: Cristina Malbrán, Ana M. Chávez, Marisol Pérez, Blanca Feíto, Adriana Gutiérrez y Cecilia Byrne; juntas realizamos todas las actividades académicas hasta nuestra titulación. Después la vida nos fue separando y solo con Marisol Pérez hemos permanecido unidas. Hay muchas anécdotas que marcaron nuestra vida universitaria. En tiempos de elecciones de delegados FEUC, como humorada, ideamos la lista Moralista de Tendencia Sexual presentando a Sexylia Byrne como presidenta, con un programa que ofrecía anticonceptivos y orgías, entre otros. Colocamos una docena de


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afiches en nuestra Escuela, patios y casino de la Casa Central, que nadie destruyó. Algunos estudiantes llegaron a la Escuela a conocerme y el día de las elecciones, encontramos que entre los votos nulos habían cinco que tenían escrito el nombre de esta lista. ¡Cuántos votos habríamos logrado con más propaganda! Nuestra generación vivió una época marcada por los Beatles, los hippies, Woodstock, el Drugstore, el consumo ilegal de marihuana, la guerra de Vietnam y grandes cambios políticos en nuestro país. Ingresamos a la universidad durante la presidencia de Eduardo Frei, vivimos el gobierno de Salvador Allende y el golpe militar. Nuestro rector, don Fernando Castillo Velasco, era muy cercano a nosotras, nos saludaba en los pasillos y soñábamos con el día en que nos entregaría el Título de Enfermera, pero el 18 de enero de 1974, fue su sucesor, el almirante Jorge Swett, quien nos tituló. Siento que las principales fortalezas de la formación recibida radican en el énfasis dado a la visión holística de las personas: la importancia de la empatía, el respeto y la aceptación para establecer una relación de ayuda significativa, personalizada y humanizada, y, la constante preocupación por entregar contenidos educativos relevantes para la promoción de la salud. Las docentes, como modelos a seguir,

reforzaron mi vocación de servicio, especialmente Sonia Jaimovich en comunitaria, Erma Barrientos en cirugía infantil, Maruja Cartagena en investigación y Leticia Marzolo como mi tutora académica. Los planes de estudio contemplaban las horas de práctica necesarias para adquirir las competencias requeridas para el desempeño profesional, y se hacían en los mejores centros asistenciales de la época. Al titularme comenzó mi carrera docente en el Departamento Materno Infantil de la Escuela, donde compartí oficina con quién se transformó en mi mejor amiga: Roser Casassas, mi modelo docente. El trabajo en diferentes instituciones educacionales, me dio la oportunidad de realizar una labor docente asistencial y al mismo tiempo, mantenerme actualizada. Hoy, a pesar de estar jubilada continúo trabajando en la Universidad de Playa Ancha, pues siento que aún tengo mucho que entregar a las futuras generaciones de enfermeros/as.


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1975 M. Isabel Armendáriz A.

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uisiera decir que gracias a la Escuela de Enfermería de la UC he podido llevar a cabo la llamada de Dios, el encargo con el que nací. He realizado profundamente mi naturaleza y he desarrollado mi ser personal, y mi intimidad de persona humana. Nos enseñaron a servir, a salir de nosotras y cuidar con esmero a personas necesitadas de ayuda. Maravillosa misión que ha llenado mi corazón, al poder ayudar a tantas personas y sus familias a recuperar su salud, o bien, a partir preparada a la casa de nuestro Padre. Aprendimos a manejar muchas variables de desarrollo en las distintas instituciones, y desde allí, haber podido influir en la sociedad, en nuestro país y en el mundo. Así, he estado muy contenta para querer a mi marido, hijos, padres, seres queridos y amigos. A través de los años de estudio en nuestra querida Pontificia Universidad Católica aprendí la importancia de cuidar la vida de las personas. Inyectaron a nuestra generación el cariño, la unidad entre las alumnas y el servicio al necesitado.


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Quiero decir que los años de alumna en la Escuela de Enfermería fueron muy felices, agradezco a mis compañeras de promoción todo su cariño y ayuda. También quiero reconocer a cada profesor su dedicación y esfuerzo puesto en nosotras. Decirles que ha dado fruto y que los recordamos con gran afecto. La profesión que me enseñaron ha sido clave en mi vida en todos los aspectos. Hasta el día de hoy es parte vital en mi día a día para ser feliz dando gloria al Creador ocupándome de todo para lo cual nací. Alumnas generación 1975.


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1976 Lidia Ximena Gutiérrez U.

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ngresé a la carrera en el año 1972 y empecé a conocer bien esta disciplina. A medida que avanzaban los años de estudio, sentí que la disfrutaba y entendí la gran importancia que tiene la enfermería en la calidad de vida de las personas. La Escuela de Enfermería estaba en la Casa Central, a la cual se llegaba subiendo varios pisos. Tuve diversas compañeras de estudio y de práctica, y algunas anécdotas inolvidables, como la de pabellón donde el nerviosismo hacía que, al pasar el instrumental al cirujano, éste se nos cayera con el consabido llamado de atención, con respeto. Las primeras prácticas de Enfermería Básica son las que más recuerdo porque era Pediatría, lo que constituía un gran desafío al tener que atender niños y aplicar técnicas. Siempre recuerdo a profesoras como Hortensia Arizabalo y Madelaine Álvarez, por su alto grado de eficiencia en la docencia. De mis compañeras de generación, solo recuerdo la gran diversidad de colegios de los cuales proveníamos, lo que hacía que se formaron grupos de estudios afines a cada colegio. Otro hecho importante durante mi formación universitaria fue el golpe militar que generó significativos cambios en la rutina diaria.


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Fue muy importante para mí que, al titularme, opté por trabajar en Atención Primaria de Salud Pública, donde estuve más de 30 años. En esa función comencé una etapa como tutora clínica de la Universidad del Desarrollo, donde trabajo hasta ahora, aún cuando estoy pensionada. En esta función educativa, asigno una gran importancia a la atención humanizada y con acuerdos con el paciente, para lograr cambios que lo lleven a mejorar su calidad de vida.


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1977 Patricia Fernández D.

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uestro ingreso fue en un año difícil: 1973. La Escuela ubicada en el cuarto piso de la Casa Central, tenía escaleras de piedra y madera que eran agotadoras. La Escuela no se cerró, ni se suspendieron las clases. La Casa Central de la Universidad fue epicentro de momentos difíciles y refugio ante desórdenes.

El primer año incluía estudiantes diversos en edad y estado civil, ingresaron auxiliares de enfermería becadas por el gobierno después de una estricta selección y se incluyeron hombres. Fue difícil adaptarse a este año tan convulsionado políticamente: huelgas de transporte y colegios, marchas, saqueos, Colaboraron en este bombas lacrimógenas y golpe militar. Uno escrito: Cecilia Bravo R., de los resultados de esta convulsión fue Mónica Cervilla O., María la eliminación de la asignatura Desarrollo Rebeca Corvalán L., Rita Económico y Social. En este contexto Galdames G., Amelia Goñi político, una situación triste que vivimos, E., Amelia Lavín C., Ana fue la de una compañera detenida Elisa Leniz M., Maria Isabel desaparecida, Yenny Barra. Palma E., María Rebeca

Pacheco O., Nadia Padilla B., Yolanda Recabarren C., Estela Riquelme M.

Recuerdo que nos juntábamos en el casino de la Casa Central, obligadas a ver la teleserie “Muchacha Italiana” en blanco y negro, y


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Nos enseñaron la importancia del respeto, cuidado integral, amor al prójimo, formación ética, solidaridad, excelencia y seguridad en atención, educación rigurosa y humanizada, amistad, comunicación, igualdad, acogida, y, a atreverse a tomar desafíos. a escuchar comentarios de estudiantes de cursos superiores sobre la experiencia del lavado de pies, pelo, baños y otras prácticas. Fueron inolvidables las clases de matemáticas en el Campus San Joaquín, recién en construcción, donde caminábamos mucho para llegar a Aulas Lassen; el edificio era de concreto y nos congelábamos. Cómo no recordar las micros amarillas de la Facultad que partían muy temprano hacia los Hospitales Sótero del Río o Josefina Martínez, cuando aún era campo y se veían vacas. Nuestro uniforme era de color blanco albo, muy planchado, usado a un largo a mitad de rodilla (medido por las profesoras con regla), con medias color Gatsby. La toca tenía muchas complicaciones para el pelo largo y los pinches blancos eran difíciles de conseguir. El uniforme de terreno era traje sastre, color ratón. Los profesores eran altamente exigentes, rigurosos, verdaderos modelos en docencia, con amplia experiencia clínica; nos

enseñaron a valorar al equipo de salud. Nos entregaron conocimientos y habilidades comparables a las mejores universidades del mundo. Aprendimos a entender que la enfermería es una disciplina transversal a lo largo del ciclo vital. En la práctica, con la guía docente, podíamos elegir nuestra área de interés. Nos enseñaron la importancia del respeto, cuidado integral, amor al prójimo, formación ética, solidaridad, excelencia y seguridad en atención, educación rigurosa y humanizada, amistad, comunicación, igualdad, acogida, y, a atreverse a tomar desafíos. La malla curricular incluía Psicología, Filosofía, Religión y otras materias que nos sirvieron para crecer como persona, ser compasivas y aceptar al otro. Nuestros caracteres se iban “moldeando” para llegar a ser profesionales con valores éticos y morales. A continuación incluimos algunas anécdotas y recuerdos del grupo: cuando me caí en las escaleras de la Casa Central por andar pegando afiches; cuando imitábamos las clases de Juanita Cartagena y sus papelógrafos; el uno en la prueba de Química por estar pasando un torpedo. En Anatomía Patológica con Martín Etchart, reprobamos el 90% y, dado los reclamos, nos subieron a todos un punto. En práctica en Servicio de Medicina, la enfermera solicitaba que los urocultivos se tomaran


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dentro de la tina con la paciente en cuclillas. Al realizar la técnica con una anciana, no pude sacarla de la tina y me dio ataque de risa, y tuve que meterme adentro y sacarla con ayuda. En este servicio, la docente nos revisaba presentación personal, y en una oportunidad, al planchar mi uniforme quemé un bolsillo y tuve que sacarlo, tiritando para que no se diera cuenta, me puso un 4,0.

Para la práctica en Maternidad, recorríamos los pisos del hospital, para “robarnos ropa” para las puérperas.

Llegamos a odiar el jabón Lux, ya que se nos obligaba a hacer aseo personal a los pacientes con esa marca. En una evaluación de Pediatría me preguntaron por las condiciones para una punción exitosa, y como me faltaba una, puse “suerte”. Cuando la profesora entregó las notas, me felicitó por el buen humor. En la práctica en el hospital Félix Bulnes, hice la primera punción a un recién nacido en fontanela posterior; como me resistí, la enfermera insistió, pero fue muy traumático puncionar la cabecita de un bebé. Para la práctica en Maternidad, recorríamos los pisos del hospital, para “robarnos ropa” para las puérperas. Atendiendo un parto,

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la guagua “salió violentamente” y aunque traté de tomarla, cayó en un recipiente. La Maternidad Hospital UC nos marcó hasta hoy, impactadas por el trato indigno que recibían las pacientes de puerperio, por parte de profesores y estudiantes de medicina. En visitas colectivas, y sin respetar su pudor, las destapaban hasta los pies, solicitándoles que abrieran las piernas, dejándolas expuestas, mientras se revisaba y discutía su condición. En práctica de Urgencia, en época de influenza, había muchos fallecidos y, como no alcanzaban a retirar los cuerpo, estos quedaban en los pasillos. Para la práctica en el Consultorio Los Castaños, llevábamos papel de diario para poner nuestro maletín; muchas veces nos perdimos en una población buscando una dirección; recuerdo el primer parto en box de control de embarazo, ayudando a la matrona. La práctica de Psiquiatría me marcó negativamente, por el tipo de pacientes, las actividades y “castigos” si no cumplías y cierta presión para fumar marihuana. En el Internado en Pirque, en la posta El Principal, en una ocasión nos fuimos de paseo al río, incluida la auxiliar. Cuando llegó la docente a supervisarnos y no nos encontró, fue a buscarnos al río. En el Servicio de Cirugía nos dimos cuenta de que los pacientes tenían la misma temperatura


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Nuestro curso fue muy unido, compartíamos tiempo de estudio en la biblioteca de la Casa Central. Nos acompañábamos en prácticas y viajes largos en micro al campo clínico o al Campus San Joaquín, fomentamos la amistad y creamos fuertes lazos que se mantienen hasta hoy.

y presión arterial todos los días. Al consultarle a la auxiliar de enfermería, nos dijo: “desde los pies de la cama, los miro y sé de inmediato los rangos de sus signos vitales". Lo que pasa, es que “yo soy viva”. Denunciamos este hecho a la profesora Pilar Alegría y tuvo positivos resultados. Aprendimos a poner inyecciones con jeringas de vidrio y agujas metálicas romas, los pacientes se quejaban de dolor. La primera generación del indispensable Venoject, la trajo el Hospital UC. Nuestro curso fue muy unido, compartíamos tiempo de estudio en la biblioteca de la Casa Central. Nos acompañábamos en prácticas y viajes largos en micro al campo clínico o al Campus San Joaquín, fomentamos la amistad y creamos fuertes lazos que se mantienen hasta hoy. Los compañeros hombres nos cuidaban con mucho celo y respeto. En nuestra titulación, el rector

Swett nos dijo: “llevan el sello UC en la frente”, lo que no hemos olvidado hasta ahora. Abrimos el Hospital Militar como campo clínico de internado, el primer semestre de 1977. Recordamos a Cecilia Campos por su entrega y apoyo, siempre dispuesta a ayudar con su gran experiencia; a Leticia Marzolo, “la Tía Leti” por lo aprendido en Administración, por su amor a la comunidad, la gestión de recursos, el modelaje a sus estudiantes, el cariñoso trato y respeto al otro; a Cecilia Moya y Clara Amigo, por sus conocimientos, gran humanidad y su cariño; a Nené Sáez, Hortensia Arizabalo y Madeleine Álvarez por su dinamismo, su exigencia y buenas clases. A Pilar Alegría, Cecilia Bascuñán, Lidia Celis, Juanita Cartagena, Soledad Rivera, Erma Barrientos, Hedy Mautner, Maruja Cartajena, Roser Casassas y Lilian Viveros; a Raquelita Mundaca a quién le gustaba ver la suerte en las líneas de la mano; a Eliana Gaete, por el apoyo en buscar soluciones alternativas para un mismo problema y también porque nos estimulaba a investigar.


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Alumnas generación 1977.

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1979 Luz Galdames C. Marcela Hidalgo G.

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er parte de la primera generación de Enfermeras-Matronas constituyó un hito que nos marcó en la construcción de nuestra identidad profesional. Sin duda, cada una de nosotras recuerda experiencias vividas con una o más docentes que influyeron en nuestro desarrollo como personas que cuidan a otros de forma profesional. Como sello de nuestra formación, destacamos el respeto por el paciente, el actuar con sentido ético y el trabajo bien hecho. La primera experiencia clínica es una de las más recordadas y la que más influye en la decisión de avanzar en la carrera. Un ejemplo de esto es la llegada de Marcela Hidalgo a Enfermería Básica en el Hospital Clínico de la UC, con mucho miedo a enfrentar a las primeras pacientes: no saber cómo iniciar una conversación, cómo tratarlas, cómo realizar un buen acercamiento, y con la gran duda de hacerlo bien. A esto se suma el temor del enfrentamiento con los médicos, que en ocasiones eran muy mal genio. Con el pasar de los días, esto se fue tornando cada vez más amigable, y la práctica terminó con la alegría enorme de haber superado con éxito esta primera etapa. Esto fue gracias a la profesora Mercedes Concha, una gran mujer y enfermera, que con su sabiduría y templanza logró encantar a Marcela con esta gran profesión.


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Otra de las experiencias que nos marcó como generación fue la práctica clínica en la maternidad de un hospital público, en especial en las unidades de preparto y sala de parto, lo que no fue fácil. Era un ambiente hostil, sin embargo, esta situación nos hizo desarrollar habilidades que nos permitieron sobrellevar la actitud de las matronas, quienes no miraban con buenos ojos la formación de una profesional enfermeramatrona. Esto nos hizo valorar aún más lo importante que es el cuidado y el estar ahí cuando el otro nos necesita. A medida que avanzamos en la práctica clínica, fuimos capaces de ganarnos la confianza del equipo de salud, quienes finalmente validaron nuestra formación, lo que se evidenció al permitirnos atender

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partos con autonomía. El aprendizaje en un ambiente adverso fue posible por las herramientas, los conocimientos y valores recibidos a lo largo de nuestra formación. A lo anterior, sumamos los recuerdos de las vivencias en la Escuela ubicada en el cuarto piso de la Casa Central, el recorrer sus pasillos y subir las empinadas y estrechas escaleras día tras día. Cómo olvidar las escapadas ocasionales al set de grabación del Canal 13 que tenía sus dependencias en el Campus.

¡Agradecemos la formación recibida y expresamos el orgullo de ser parte de esta Escuela!

Titulación, 1979. Internado en Pirque.


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1981 Patricia Masalán A. Paz Soto F.

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os viajes al hospital Dr. Sótero del Río y las prácticas clínicas:

En esta generación la Escuela de Enfermería estaba ubicada en el cuarto piso de la Casa Central de la Pontificia Universidad Católica de Chile, lugar que llamaban “La Pajarera”, donde crujían las tablas del piso de madera siempre muy encerado y cuidado. Durante todo el primer año fue nuestra sede. Sin embargo, debíamos ir al Campus San Joaquín a clases de Química y Matemáticas. Con posterioridad, nos trasladamos definitivamente a un ala del Centro Médico San Joaquín. A partir del tercer año de la carrera empezaron las prácticas clínicas que en su mayoría se realizaban en el Hospital Sótero del Río, momentos inolvidables que permanecen entre nuestros recuerdos más valiosos. En esa época, ir a este hospital implicaba literalmente salir de Santiago: quedaba lejos y debíamos tomar una micro por Vicuña Mackenna hasta la Rotonda del paradero 14; ahí bajarnos y tomar otra micro que continuaba hacia Puente Alto y pasaba por el hospital. Era una travesía que hacíamos muy temprano en la mañana para llegar a tiempo.


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Ese era un momento muy estresante, ninguna había practicado antes procedimientos como hacer una cama, bañar en cama o hacer aseo genital.

Esos viajes al Hospital Sotero del Rio nos parecían eternos; todavía no existían edificios, centros comerciales ni casas como actualmente. En ese momento, lo único que nos ubicaba era el número que indicaba las paradas de micros en Avenida Vicuña Mackenna. Una vez que llegábamos, corríamos por los pasillos hasta llegar a los vestidores, donde nos sacábamos el “sobre delantal” que protegía el uniforme y nos dirigíamos al servicio clínico donde nos esperaba la docente, lista para interrogarnos sobre el procedimiento que se practicaría ese día con un paciente. Solo en ese momento, nos llevaba donde el paciente hospitalizado en el servicio, que había aceptado participar en la demostración; lo rodeábamos en su cama y la profesora escogía a uno de nosotros para que demostrara cómo se debía hacer. Ese era un momento muy estresante, ninguna había practicado antes procedimientos como hacer una cama, bañar en cama o hacer aseo genital.

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Cómo no recordar aquella vez en que nos tocó conocer por primera vez una colostomía y aprender a cambiar su bolsa. Era una mujer joven que debía mantenerla en forma permanente para controlar su enfermedad y esto nos impresionó muchísimo. La profesora, como siempre, escogió a una compañera que en esa época era muy tímida y delgada, que con su cara de preocupación, empezó a realizar el procedimiento de aseo de la colostomía. Esto implicaba el retiro de la bolsa que estaba con deposiciones de intenso olor. De pronto, sucedió algo inesperado, se puso pálida y se desmayó cayendo al suelo. La profesora se preocupó mucho por la impresión que esto le produjo

En ese momento aprendimos de la trascendencia de nuestro trabajo y lo valiosas que eran esas actividades por el impacto que tenían en las personas.

a la paciente. Por lo tanto, la profesora le solicitó a la estudiante visitar a la paciente la tarde siguiente y explicarle que el desmayo no se había producido por su tratamiento con colostomía, sino que había sido un hecho fortuito. Estuvo toda la tarde tratando de convencerla y, para lograrlo,


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tuvo que involucrase en los sentimientos de su paciente y ponerse en su lugar. Para finalizar, no podemos dejar de relatar esos momentos en que, en grupo, volvíamos en micro al Campus San Joaquín después de las prácticas matutinas. Nos sentábamos en la última fila y hablábamos mucho, con ansiedad y desahogo, sobre las experiencias vividas. Compartíamos situaciones de las prácticas y de los pacientes, a veces graciosas, otras muy duras y dolorosas. No teníamos ninguna conciencia de que la micro iba llena de pasajeros que nos escuchaban, hasta que un día paramos de hablar y nos dimos cuenta que la micro venía en silencio absoluto, y todos nos miraban con gran desconcierto y hasta con susto. En ese

momento aprendimos de la trascendencia de nuestro trabajo y lo valiosas que eran esas actividades por el impacto que tenían en las personas. Fuimos aprendiendo, día a día, con nuestros pacientes, lo que nos hizo surgir una vocación muy fuerte por el cuidado de las personas, que nos acompañará para siempre porque se quedó en nuestros corazones! Hoy, después de 37 años de profesión, podemos decir con mucho orgullo y agradecimiento que tuvimos la mejor oportunidad para ser felices: estudiar una profesión como la Enfermería y en la Escuela de Enfermería UC.


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1984 Heidi Hevia C.

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er ex alumna de la Pontificia Universidad Católica es algo que nos enorgullece. La formación académica que recibimos, el rigor científico, el saber cuestionarse las cosas, el buscar la evidencia y el fundamento para poder hacer las intervenciones, nos marcó en forma significativa. Un aspecto que nos marcó, fue el valor y respeto a la persona humana por sobre todas las acciones.

Con mucho sacrificio, teníamos que desplazarnos largos tramos para poder acceder a las prácticas de diversas asignaturas y sin posibilidad de transporte. Los profesores fueron excelentes formadores que no solo nos traspasaron los conocimientos, sino que nos enseñaron a ir a las fuentes y buscar las evidencias. Varios profesores (no daremos Colaboraron en este nombres para no dejar a alguno fuera) escrito: Pilar Aspillaga, influyeron positivamente en nuestras vidas. Cecilia Arteaga, Isabel Cox, Nos incentivaron a ser personas íntegras, Patricia Enei, Alejandra a priorizar por sobre todo, el desarrollo de Flores, Cecilia Fano, la familia, destacar el valor humano y el Edith González, Claudia corazón en todo lo que hacíamos.

González, Macarena Guzmán, Eliana Schagth y Verónica Von Johnn.

Recordamos anécdotas como la de las profesoras que nos inscribían para participar en la corrida inter facultades, en


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representación de la Escuela; y la de otra profesora, que cantaba con su guitarra en el rincón de la Escuela donde estaba la virgen. Fueron exigentes durante la práctica hospitalaria, pero agradecemos ese valor. Nos motivaron a usartodas las oportunidades que la Universidad nos ofrecía: la pastoral, trabajos de inviernos, jornadas de reflexión, competencias deportivas, conciertos, gymkanas, celebraciones inter facultades en San Carlos de Apoquindo, trabajos de invierno y verano en poblaciones y retiros, entre otros. Fuimos incansables en la búsqueda de oportunidades que nos modelaron como personas sacrificadas, exigentes, responsables; y nos enseñaron a trabajar en equipo y a ser solidarias en el trabajo y la vida misma. Hoy, nos sentimos orgullosas de ser ex alumnas de la Pontificia Universidad Católica. Todas nos casamos, tenemos

Lo aprendido en el transcurso de los años lo llevamos dentro y nos ha guiado y nos ha ayudado a solucionar muchas instancias complejas en nuestras vidas; nos sentimos comprometidas con la sociedad y con quienes tenemos a nuestro lado.

lindas familias, algunas con numerosos hijos otras con menos. Lo aprendido en el transcurso de los años lo llevamos dentro y nos ha guiado y nos ha ayudado a solucionar muchas instancias complejas en nuestras vidas; nos sentimos comprometidas con la sociedad y con quienes tenemos a nuestro lado. Siempre hay que dar una respuesta o buscar una solución a alguien que nos consulta por algún problema de salud. Somos las ex alumnas de la generación 1984, un grupo de amigas que nos queremos y estamos unidas hasta el día de hoy, nos visitamos con cierta frecuencia, hemos disfrutado los matrimonios de nuestros hijos y ahora algunas estamos gozando a los nietos. Los años han pasado, pero nos Alumnas generación 1984.


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sentimos las mismas chiquillas que nos reuníamos en la fuente del patio de Casa Central o en el quiosco de San Joaquín. Solo nos queda agradecer a Dios por la oportunidad de habernos formado en la Pontificia Universidad Católica. Durante el transcurso de esos lindos años universitarios, encontramos grandes amigas y esperamos mantenernos unidas por muchos años más. A nuestros profesores, un profundo agradecimiento y reconocimiento por su entrega y abnegación.

¡Finalmente queremos decir que somos y seguiremos siendo enfermeras con el sello UC grabado en el corazón!

Ex alumnas generación 1984.

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1985 Mónica Mella O.

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uestra llegada a la Escuela de Enfermería-Obstetricia UC en 1980 fue en un país convulsionado y con una efervescencia social importante. Sin embargo, en la Escuela reinaba la paz y el buen clima. Nos tocó debutar en Casa Central; nuestras clases eran en los auditorios imponentes del segundo piso; siempre recordaremos la “242”, por la visión de cerca de 80 mujeres y 5 valientes varones, todos dispuestos a iniciar esta carrera llenos de ilusiones e incertidumbres. Alumnado y docentes solíamos fumar sin ningún control, y nuestros espacios recreativos eran los escasos prados cerca del estudio de TV del Canal 13, un pequeño kiosco atendido por un par de mujeres y las risas de los niños del Colegio Luis Campino, vecinos alegres y bulliciosos. En el segundo semestre nos trasladamos a la nueva Escuela en el Campus San Joaquín, amplio y luminoso, lo que fue un excelente cambio.

Colaboraron en este escrito: Astrid Oucilleon Antognioni, Carmen Rebolledo Juica y Katerine Biancardi Avendaño.

Hay que recordar que en ese tiempo ingresábamos con escaso conocimiento de la carrera, la malla curricular o su campo clínico. Por este motivo, todo para nosotras era nuevo e impredecible, y también tuvimos que acostumbrarnos a las medias color Gatsby, al vestido blanco y la toca con cinta azul.


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maternidad del Hospital Sótero del Rio, por el ambiente hostil y cargado de resentimiento que había hacia nuestra Escuela. Es de esperar que eso haya cambiado, ya que este hospital es un excelente campo clínico. A nuestra promoción (al parecer la única), nos tocó hacer una práctica rural de obstetricia en el Hospital de Buin y fue una excelente experiencia.

Recordamos nuestras primeras profesoras: Mila Urrutia, Raquel Mundaca, Maruja Cartagena, Cristina Cevo, “Punto” Rivera, Luisa Sánchez, Lily Vidal, Elba Mateluna, Hedy Mautner, Rina Pérez, Cecilia Campos, Erma Barrientos, Leticia Marzolo y al profesor Alfredo Opgard. Destacamos su sello particular, marcado por la importancia de reconocer al paciente como un ser bio-psico-social que requiere de nuestra atención humanizada, empática y rigurosa. Creemos que eso nos marcó profunda y eternamente. Personalmente, ingresé atraída por obstetricia, pero desde la primera práctica clínica me enamoré de la enfermería en todo el ciclo vital, duro a ratos, frustrante y aterrador en otros, pero inmensamente gratificante la mayoría de las veces. Para muchas de nosotras, la obstetricia perdió todo atractivo después de las prácticas en la

Pensamos que el modelamiento más importante lo obtuvimos en los internados, tanto en el Hospital Clínico UC (Verónica Muñoz; Susana Almendares; Angélica García; Berta Ortiz) como en el Sótero del Río (Marilyn Palma; Silvana Jaramillo; Angélica Muñoz, Victoria Arquez). Agradecemos la formación recibida en la Escuela, con sus luces y sombras; nos ha permitido desarrollarnos y destacarnos en nuestras áreas de trabajo. Agradecemos también la pertenencia e identidad y, lo más importante, el haber encontrado a las amigas del alma que hasta el día de hoy atesoramos.

¡Felicidades en sus 70 años y éxito siempre!


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A continuación, el relato de María Isabel Núñez H. El ramo de Recién Nacido fue marcador por el significativo aprendizaje integral que nos aportaba. También recuerdo un ramo de salud mental que teníamos de 18:00 a 20:00 horas, una vez a la semana. Había dos secciones, una con Soledad Rivera y la otra con Alfredo Opgard; ambas eran muy enriquecedoras a nivel de conocimiento personal y salíamos con muchos temas para reflexionar cada semana. Entre los valores que internalicé destaco el respeto en la atención a todos los pacientes, sin distinción, y el interés permanente por el conocimiento y desarrollo profesional. En el plan de estudio estaba considerado tomar ramos de otras carreras que nos parecieran atractivos. Uno de ellos era La Ciudad en la Historia, que se impartía en el campus Lo Contador donde estaban las carreras relacionadas con arte. Cuando llegamos a la primera clase, el profesor nos comentó que cada semana, tendríamos que hacer una maqueta de alguna ciudad, lo que nos llevó a eliminar el ramo inmediatamente. Fuimos la última generación que estudió en el tercer piso de la Casa Central, con un piso de madera que crujía mucho cuando uno caminaba. Las clases de Química y

Matemáticas eran en el campus San Joaquín, que en esos tiempos era muy despoblado, con pocas carreras y todas ubicadas en la parte de atrás del campus. La biblioteca estaba en la Casa Central, donde hoy se encuentra un salón de actos; tenía tres pisos y pasábamos mucho tiempo en ella. También, estaba el Canal 13 y veíamos pasar a muchos famosos. En el segundo piso de la Casa Central hicieron un pasillo con mesas y bancas para estudiar, le llamábamos “el Burger”, por su parecido con las mesas y sillas del restaurante. En San Joaquín, la Escuela estaba en el primer piso del CEDIUC, al lado de Savory, y caminábamos por largos senderos despoblados, hasta llegar a la biblioteca de San Joaquín. Año tras año, se fue poblando, hasta que todas nuestras clases se desarrollaron en este campus. Recuerdo con mucho cariño a muchas profesoras que, sin lugar a dudas, fueron formando la profesional que soy. Recuerdo a Lidia Célis con el respeto que nos hacía recibir y atender a las pacientes; nos podía retar, pero siempre a la paciente la trataba con una sonrisa. Aprendí mucho con Lily Vidal, con su forma de hacernos razonar durante todo su curso, y tantas cosas de la vida misma que compartía con nosotras, cosas que hasta hoy he podido aplicar.


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1987 Ximena García R.

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no de los aprendizajes más importantes en la Escuela fue demostrarme a mí misma que era capaz, que tenía más de lo que creía y que valía lo mismo que mis compañeros, muchos de ellos con muchos recursos; nunca me sentí inferior, y este aprendizaje me impulsó en la vida. Aprendí de mis pares la tolerancia, la valentía de decir y declarar la verdad, y por sobre todo, el apoyo y la retroalimentación permanente. Me relacioné con todos de la misma forma y la transversalidad fue fundamental. Entre los valores que internalicé destaco el trabajo en equipo y apoyo recíproco, el compromiso social, la bondad por el que sufre y el que necesita. Estudié un año Enfermería en la Universidad de Chile, sede Salvador, fue un año duro, al cual sobreviví después de poner en marcha muchas de mis escasas herramientas. Luego decidí cambiarme a la Universidad Católica, donde descubrí otro mundo: relajado, al ritmo de las alumnas, preocupado por la inducción y orientación a la universidad y a la carrera. Me recibió Mila Urrutia, y ahí entendí que en esta universidad y escuela formaría los primeros pilares de mi profesión, de mis valores y mi sello. Creo que la Escuela fue visionaria en esto: marcar un sello personal en cada uno.


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1988 Claudio Robles T.

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a Pontificia Universidad Católica ha marcado con fuego mi trayectoria profesional y laboral. Me siento perteneciente a una universidad de excelencia, con altos estándares y con la búsqueda continua de perfeccionamiento. La impronta que da la universidad se manifiesta en todas las facultades. He tenido la experiencia en la Escuela de Enfermería en pregrado y en la Escuela de Administración en postgrado. Lo mismo sucede en sus instituciones: trabajé 22 años en Red Salud UC. Por ello, el principal aprendizaje es la búsqueda y superación constante para ser mejor y aportar más a la sociedad y al país. Los principales valores internalizados son: compromiso social, servicio (directo al paciente o bien “servir al que sirve", según nivel de jerarquía del puesto), e impecabilidad (excelencia del trabajo y de los resultados). Nosotros reconstituimos el centro de alumnos de la Escuela de Enfermería UC, donde ocupé el cargo de vicepresidente. Este proceso no estuvo exento de resistencias, y marcó un hito en esa época. Recuerdo especialmente las diferentes “negociaciones” que como alumnos tuvimos que hacer con la Dirección para conseguir un espacio físico, que terminamos pintando y habilitando con muebles donados.


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La generación nuestra estuvo marcada por el ambiente político y social del país de esa época. Vivíamos en dictadura, y fuimos testigos de la emergencia de líderes políticos, tanto a nivel de centros de alumnos como a nivel nacional, período que culminó con la vuelta a la democracia. Sin embargo, puedo destacar que lo más representativo de nuestra generación fue su componente social y de conexión con el servicio, valores “faro” en mi trayectoria profesional. Mercedes Concha fue una de las profesoras que me conectó con el servicio y la atención humanizada que debe proporcionar todo profesional de enfermería en su quehacer, y Lily Vidal con la excelencia del conocimiento, rigurosidad y disciplina.

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Los principales valores internalizados son: compromiso social, servicio (directo al paciente o bien “servir al que sirve", según nivel de jerarquía del puesto), e impecabilidad (excelencia del trabajo y de los resultados).


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1990 María Eugenia Vergara P.

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a nuestra es una generación con vocación de servicio, que encuentra en la enfermería una forma de brindar cuidado sin distinción alguna. Nos marcó fuertemente el sentido social que nos entregó la Escuela, el mirar más allá del dinero que se pudiera ganar. Profesoras como Mila Urrutia, Mercedes Concha o Hedy Mautner nos enseñaron a enfocar nuestra preocupación en el paciente y nuestro cuidado en la persona humana, ayudadas por nuestras herramientas, conocimiento y trabajo en equipo.

Estudiamos con sacrificio, no existía el metro ni internet, cargábamos enormes libros y nos anotábamos en largas listas de espera para imprimir en la única impresora que existía en el Campus, en la sala CRISOL. En el Hospital Lucio Córdova, con mucho miedo, pero también con curiosidad Participaron en este y ganas de aprender, conocimos al primer escrito: Carmina Domic, paciente afectado de SIDA. Aprendimos a ser María Gloria González, leales, esforzados, solidarios, responsables, Vilma Allendes, respetuosos, comprometidos y compasivos Maximiliano Toledo, Emilia gracias a los valores que nos transmitió Solís, Ximena González, nuestra Escuela.

Patricia Escudero, Ernesto Torres.

Aprendimos el valor de la incondicionalidad en el cuidado y que ser un aporte a la


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sociedad a través del trabajo colaborativo debía ser nuestra meta. Somos una generación profundamente orgullosa y agradecida de la formación recibida a través de nuestros profesores y de los valores que la Escuela de Enfermería de la Pontificia Universidad Católica de Chile, nos entregó. María José Martínez recopiló los siguientes recuerdos:

Claudia Retamal y Claudia Arregui dicen: Los valores, rigurosidad y conocimientos adquiridos en la Escuela, nos dieron la fortaleza y seguridad para guiarnos en un camino desconocido, innovador, pero sin duda muy gratificante, que no nos hizo dudar ni un minuto que lo que estábamos realizando sería un gran aporte a nuestra sociedad y también a la de otros países. Terminando nuestra carrera de enfermería, un grupo de 4 amigas decidimos realizar una tesis que dejara un aporte concreto a nuestra sociedad. Entonces, con la guía de la profesora Roser Casassas, elaboramos un “Manual Educativo para Niños Diabéticos Insulino-dependientes”, basado en el autocuidado y en el desarrollo de habilidades y competencias para lograr

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Los valores, rigurosidad y conocimientos adquiridos en la Escuela, nos dieron la fortaleza y seguridad para guiarnos en un camino desconocido, innovador, pero sin duda muy gratificante, que no nos hizo dudar ni un minuto que lo que estábamos realizando sería un gran aporte a nuestra sociedad y también a la de otros países. mayor autonomía y conocimiento de los niños respecto de su patología. En esos años no había material desarrollado sobre el tema en Chile. Tomamos contacto con la Fundación de Diabetes Juvenil de Chile, que en esos tiempos se iniciaba como organización. Participamos en su primer campamento juvenil para probar nuestro Manual y entregar educación a este grupo de niños. El Manual fue premiado por una sociedad científica chilena y publicado por dicha fundación. Hasta el día de hoy se entrega como material educativo a niños recién diagnosticados de diabetes tipo 1. Esta experiencia nos puso en contacto con fundaciones en Estados Unidos. Nos llena de orgullo haber aportado a nuestra sociedad de manera concreta y altruista, haber generado conocimiento y trabajo comunitario y solidario entre varios países, sin otro interés que el entregar confianza,


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seguridad y autonomía a niños y familias que requerían nuestro apoyo.

Irene Lukács recuerda: En mis años de estudio me marcó el desarrollo del pensamiento científico, el análisis crítico, la innovación y la ética médica. Me dediqué a la Obstetricia y mi maestra fue la profesora Lauren Poupin, quien fue un modelo y ejemplo a seguir, y m enseñó que la base de mi quehacer profesional era el conocimiento profundo y la evidencia. Validarse a través del conocimiento, la innovación, el desarrollo de la investigación, la ética, la cercanía con los pacientes, y el trabajo en equipo son valores que me entregó la Escuela y me acompañan hasta el día de hoy.

Marcela Maass recuerda: En nuestros años de Escuela, Ilta Lange fue la líder en convocar a muchas de las alumnas para trabajar en autocuidado. En mi caso particular pude realizar educación a pacientes con patologías crónicas en CEDIUC a través de charlas grupales, sesiones individuales y creando folletos para el mismo fin. El año 1986 viajamos a la Escuela de Enfermería Arzobispo Loaiza en Lima, donde compartimos experiencias en este ámbito con las alumnas de esa Escuela; pudimos visitar los campamentos y hospitales donde realizaban atenciones en salud, además de hacer algunas presentaciones en la misma Escuela sobre diferentes programas de autocuidado. Fue muy interesante mostrar nuestro programa de vacunación en esa época, y se transformó en mi motivación para hacer el internado en CEDIUC y un impulso, en ese momento sin saberlo, para desarrollarme en el mundo ambulatorio.


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Carolina Delgado recuerda: Al finalizar el tercer año de carrera hice una práctica profesional de verano en el antiguo Hospital Roy H. Glover en Chuquicamata, lo que fue una interesante y enriquecedora experiencia en el norte del país.

Alumnas generación 1990.


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1991 Ana Verdugo C.

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uestra historia comienza un día de diciembre en el que nos levantamos muy temprano para ir a comprar El Mercurio al quiosco de la esquina y ver nuestro puntaje de la Prueba de Aptitud Académica; postularíamos a Enfermería-Obstetricia en la Universidad Católica, y de ahí a la matrícula en el Campus San Joaquín, fue sólo un soplo. El primer año estuvo lleno de emociones e incertidumbres, el Campus San Joaquín era una verdadera ciudad universitaria. Cómo olvidar las peñas y recitales en los Campus Oriente y Lo Contador, y nuestros romances con los estudiantes de construcción civil, agronomía e ingeniería.

Primer año y los cursos de química, corríamos desde la Escuela hasta la biblioteca en busca de un libro que nos pudiera ayudar a develar el misterio de los enlaces de carbono. En la Casa Central, el quiosco de “Las Gordas” nos daba la oportunidad de ver pasar a los actores de Canal 13, como unos muy jóvenes Cristian Colaboraron en este relato: Campos o Bastián Bodenhöfer. Olga Garrido, María Virginia

Estay, Cynthia Yáñez y María Soledad Hidalgo.

En Chile, la venida del Papa Juan Pablo II en abril de 1987, marcó el hito de fe más


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importante de la época, algunas de nosotras participamos activamente como guardias papales. Durante su visita a la Universidad Católica, se le regaló a su Santidad un presente trascendente: la beca Fundación Juan Pablo II, un beneficio para jóvenes universitarios con necesidad de apoyo económico. Con esta beca algunas pudimos continuar nuestros estudios. La vuelta a la democracia nos enfrentó a un Chile polar y eso se reflejó en nuestras prácticas clínicas en las que, ante todo, los valores de la Universidad nos fortalecieron para cuidar al ser humano más allá de su condición social, política o del liderazgo que ejerciera. Corrían los semestres y profesoras entrañables nos iban dejando su huella. Leticia Marzolo, conocida por el traje dos piezas con tres tablitas, medias Gatsby, taco medio y un maletín en el que no podían faltar los cucuruchos de papel de diario para el “área sucia”, todo listo para ir a los rincones más recónditos de nuestra capital. No fueron fáciles nuestras prácticas de obstetricia en el “Soterror” o San Bernardo. Otras mujeres entrañables que nos marcaron la pauta: Mila Urrutia, Sole Rivera, Rina González, Ilta Lange, Hedy Mautner, Rosina Gianelli, Paty Masalan, María Silvia Campos, Lili Vidal y nuestra directora de

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Escuela, Cecilia Campos. Y las queridas secretarias que tipiaban nuestros trabajos a “máquina”, Inés y Antonieta, muchas veces salvándonos para poder entregar los trabajos a tiempo. Fuimos mujeres privilegiadas, que estudiamos con diversos beneficios y vivimos una época de cambios que nos forjó la responsabilidad, la flexibilidad y el respeto al ser humano, más de lo que pudimos percibir en esa época. La falta de enfermeras de los años 90 y el sello UC, nos permitieron elegir dónde queríamos desempeñarnos y a qué queríamos dedicarnos, y la formación recibida nos abrió todas las puertas.

Fuimos mujeres privilegiadas, que estudiamos con diversos beneficios y vivimos una época de cambios que nos forjó la responsabilidad, la flexibilidad y el respeto al ser humano, más de lo que pudimos percibir en esa época.

Hoy estamos repartidas a lo largo del país y en diferentes ámbitos del desarrollo


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profesional, tales como gerencia de centros de salud, docencia e investigación, áreas públicas y privadas, Ministerio de Salud e Isapres, jefaturas clínicas, áreas de administración y negocios, área de misión y pastoral. Desde estas áreas hemos enfrentado la pandemia, la falta de recursos y las dificultades de nuestra sociedad. En estos 30 años hemos dado lo mejor de nosotros porque tenemos la formación y el lema que nuestra querida Escuela grabó en nosotros: “un corazón abierto para servir a los demás”.


Generación de tituladas/os año

1992 - 2008

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on la aprobación de la licenciatura en enfermería en 1991, se empezó a exigir un proyecto de título (tesis) como requisito de titulación. Por esta razón, quienes egresaron durante este periodo se titularon uno o más años después de su egreso. No disponemos de la fecha de egreso de estas generaciones por lo que se utilizó su año de titulación, como criterio para agruparlas. De ahí que, en muchos casos, los relatos no corresponden necesariamente a los años de ingreso.


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1992 Ilse González O. Lilian Carrera D.

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a mayoría de nosotros ingresamos a la Universidad en los años 1986 y 1987. Algo que marcó nuestra generación fue la mayor diversidad de género, ya que en 1986 se produjo el ingreso más masivo de hombres (18), lo que sin duda influyó en el cambio de mirada de gran parte del equipo docente de la Escuela de Enfermería y campos clínicos. Nuestra época universitaria fue un periodo muy politizado, vivimos la transición hacia la democracia, estaban los simpatizantes del régimen militar y quienes querían volver a la democracia. A pesar de las fuertes divisiones en ideologías políticas entre nuestros compañeros, siempre hubo respeto y nos escuchábamos unos a otros. Nuestro objetivo en común nos unía, hacer el bien, ser un aporte en enfermería era lo más importante.

Colaboraron en este escrito Rodrigo Valero, Gloria Ortega, y fue aprobado por todos los integrantes del grupo WhatsApp de la generación.

Solo existían dos líneas de metro, la estación San Joaquín era un sueño. Nuestra Escuela era el ala sur del actual edificio del Centro Médico San Joaquín, llamado en esa época CEDIUC, lugar muy pequeño comparado con el actual edificio de la Escuela.


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Los veranos eran muy calurosos y los inviernos muy lluviosos y fríos, la Avda. Vicuña Mackenna se transformaba en un rio y cruzarla era una odisea. Si tenías una moneda (cosa muy difícil) podías pagar un triciclo para cruzar y, si tenías suerte, te cruzaba una camioneta de buena voluntad. Más de una vez muchos quedamos completamente mojados y así nos quedábamos en clases o en las prácticas. La asistencia exigida era 100%. El uniforme de los primeros años era muy estricto, en especial el de las mujeres, era solo un modelo y había que mandarlo a hacer en forma especial: vestido blanco con cuello bebé y largo bajo la rodilla, medias color Gatsby, zapatos azules y chaleco azul. Había que cambiarse al llegar al hospital, nunca usarlo en los traslados, excepcionalmente, si se usaba, había que usar un delantal sobre el uniforme para no contaminarse. No disponíamos de casilleros, por lo cual había que llevar todo en la mochila. La toca blanca era obligatoria (fue un curso aparte aprender a usarla y afirmarla, para que no cayera ¡justo en el ojo del paciente!), el número de cintas a uno de los lados de la toca indicaba los años cursados. Era emocionante agregar una cinta más cada año y, especialmente, el listón grueso del internado. Nuestros compañeros vestían pantalón y chaleco azul, camisa blanca, zapatos negros (¡qué suerte! se salvaron

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Era emocionante agregar una cinta más cada año y, especialmente, el listón grueso del internado. de la toca y el desafío de encontrar zapatos azules). Nos distinguíamos al llegar a las prácticas, todos iguales, muy juntos, sin cuestionar y asumiendo contra viento y marea lo que viniera por delante. Grandes profesoras marcaron nuestra vocación y amor por la profesión: Mercedes Concha, Hedy Mautner, Cecilia Campos, Lilia Vidal, Lidia Célis, Roser Casassas, Aixa Contreras, María Sylvia Campos, Gema Pino, María Angélica Piwonka, Leticia Marzolo y Soledad Rivera, entre otras. Nuestras pasantías fueron en grandes centros de salud como: Hospital Sótero del Río, Lucio Córdova, Salvador, Posta Central, Roberto del Río, Josefina Martínez, Hospital Clínico UC y Parroquial de San Bernardo. Atendimos a los primeros pacientes con SIDA en Chile, cuando aún no se sabía mucho de la enfermedad, ni había tratamiento ni cura; algunas hicimos nuestra tesis en este tema incipiente. Vivimos y colaboramos en el manejo de un brote de cólera a nivel nacional. La homosexualidad aún era tabú, los embarazos adolescentes una realidad frecuente, algunos fuimos testigos de una niñita de ocho años embarazada que jugaba con su muñeca mientras estaba


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hospitalizada, del aborto no se hablaba, sin embargo, fuimos testigos de muchos abortos sépticos y madres que morían por ello. No existían los celulares ni internet. La biblioteca era nuestro aliado, reservando libros y pagando multas cuando se entregaban fuera de plazo. Las fotocopias eran caras, por lo que en la Escuela existía una central de apuntes mimeografiados. Enfermería-Obstetricia solo se impartía en universidades tradicionales, no existía en las universidades privadas y había una gran oferta laboral. Las clínicas privadas estaban recién emergiendo, por lo tanto, nuestra generación completa egresó con trabajo, incluso antes de titularse. Éramos altamente cotizados como profesionales por el excelente perfil con el que egresamos. Aunque no nos sentíamos totalmente preparados, sí estábamos con ansias de apoyar a los servicios y en los distintos ámbitos de salud, aportando todo lo que habíamos aprendido, ya que nos sobraban las ganas de trabajar y dar lo mejor de nosotros. Es así como pronto destacamos en lo laboral. Tomábamos todos los desafíos, lo que nos permitió asumir cargos de más responsabilidad, y un gran número

Éramos altamente cotizados como profesionales por el excelente perfil con el que egresamos.

ha realizado Diplomados, Post Títulos, Magister y Doctorado en Enfermería. Actualmente nos desempeñamos en altos cargos administrativos, en empresas privadas y hospitales, enfermera/os jefes, docentes, investigadoras/es, consultores y colaboramos en políticas de salud a nivel nacional e internacional, protocolos, normas y acreditación en salud. Siempre estamos pendientes de aportar en el mejoramiento de la salud en Chile y el mundo, y en la formación de las nuevas generaciones de profesionales de enfermería. Gracias a las redes sociales, hoy seguimos conectados con nuestra generación, nos ayudamos y colaboramos en proyectos y a nivel personal. Queremos recordar con especial cariño a quienes ya no están entre nosotros: Diana Flores, Claudio Calderón, y especial mención a Daniel Muñoz Oñate, quien siempre fue nuestro docente, inculcando y fortaleciendo la importancia de mantenerse al día. Nos ayudaba a estudiar, a conseguir salones de seminario y cubículos, consiguiendo la mejor información del último paper y fotocopias más baratas, así todos podíamos estudiar en mejores condiciones. Tenemos hermosos recuerdos de una formación íntegra y sólida, que hasta hoy nos hace amar nuestra profesión.


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1996 Marta Simonetti D.

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scribimos estos recuerdos entre varias compañeras, en medio de la cuarentena por COVID-19, reunidas todas a través de una pantalla. Al empezar a hacer recuerdos, a cada una se le vienen cosas distintas a la memoria, y, escuchando a las demás, nos damos cuenta de algunas “pérdidas de memoria”. Se hace patente que se van a cumplir 25 años desde que salimos de la Universidad. Seguimos siendo amigas, y seguimos ejerciendo la Enfermería, profesión que entramos a estudiar en 1991.

Colaboraron en este escrito: Loreto Brantes, Claudia Bustamante, Pamela Gallardo, Claudia Morales, Gloria Parada, Rosita Parraguez, Magdalena Ríos, Noelia Rojas, Ximena Salcedo, Nicole Signorelli, y Camila Villela.

Entre los valores que marcaron la enseñanza de nuestra generación destacamos la conceptualización de la persona y la importancia de reconocer su dignidad y el trabajo bien hecho, con un sólido sustento teórico. Aprendimos que la esencia de la enfermería es el cuidado, sabiendo adaptarlo a todas las etapas y situaciones del ciclo vital, incluidas las relacionadas con el embarazo y maternidad. Analizando lo que caracteriza la práctica profesional de cada una, nos damos cuenta de que


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uno de los sellos de nuestra formación es la integralidad con la que tratamos de ver a nuestros pacientes. Nos ayuda a pesquisar necesidades de muy variado orden y a darnos cuenta de que la enfermería es tan amplia que podemos dar solución a muchas de ellas. Otro sello que identificamos en nuestra formación es la capacidad de gestión y liderazgo. Aunque hablar de liderazgo en enfermería era algo novedoso durante nuestros años de formación, en el ejercicio profesional hemos constatado que todas tenemos muy buen dominio en gestión y mucha capacidad para liderar equipos de trabajo. Recordamos con cariño a muchos profesores. Nos acordamos especialmente de Astrid Ourcilleon en la asignatura de Enfermería del Adulto con problemas médico-quirúrgicos. Con ella aprendimos, con bastante estrés de por medio, lo importante que era enfrentar el cuidado de un paciente entendiendo en profundidad todo lo relativo a su condición.

Otro sello que identificamos en nuestra formación es la capacidad de gestión y liderazgo. No olvidamos la línea roja que trazaba a las 8.00 en punto en el cuaderno de asistencia ni esas interrogaciones en las salas del Hospital Sótero del Río, en las que anotaba en una hoja si habíamos obtenido, uno, medio, un cuarto o cero puntos. Lo notable es que, pese a nuestro terror frente a las interrogaciones, establecimos un vínculo de cariño con Astrid en su esfuerzo por exigirnos y sacar lo mejor de nosotras. Recordando cosas más anecdóticas, podemos decir que en nuestros años de estudio había muchos factores que demandaban un esfuerzo extra. No existía la línea de metro al campus San Joaquín ni al hospital Sótero del Río. Los traslados eran largos para la gran mayoría de nosotras y más de alguna seguía de largo, dormida en la micro, más allá del Paradero 30 de Vicuña Mackenna. Entrar al campus San Joaquín en días de lluvia era otro desafío y requería el pago de “servicios de traslado” para atravesar la calle en carrito. Lo que era impagable era tener calefacción en las instalaciones de la Escuela en el CEDIUC. En nuestras prácticas de comunidad, con falda y chaqueta azul, llegábamos a recónditos sectores de Santiago para hacer visitas domiciliares. En nuestras prácticas


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hospitalarias es notable pensar que en algún campo clínico nos tocó usar jeringas de vidrio re-esterilizadas. Más de alguna sufrió, con horror, la caída del émbolo que se salía por la parte de atrás perdiéndose jeringa, muestra y todo. Lo increíble, mirando hacia atrás, es la normalidad con que enfrentábamos todo. Quizás son cosas

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que dejaron en nosotros una disposición a considerar normal esas cosas que suponían un mayor esfuerzo.

Alumnas generación 1996.


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1997 Kareen Berger V. Patricia Wegner C.

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n el año 1992 comenzó a gestarse, lo que nosotros hemos autodenominado la “Mejor Generación de la Escuela de Enfermería UC”, conformada por personas provenientes de muchas realidades y lugares diferentes del país, quienes llegábamos llenas de emoción, con el sueño de empezar un gran desafío. Aprendimos año a año a estudiar en equipo, a sobrellevar las angustias, los sustos, y a salir de cada turno felices, con la sensación del trabajo bien hecho. Esta generación también se caracterizó por tener un Centro de Alumnos que no solo dejó el legado de una fotocopiadora, sino que, sobre todo, dejó valores inquebrantables como el servicio, la unidad, el compromiso y el trabajo con la comunidad. Respecto a las anécdotas: cómo olvidar el llegar a la Escuela los días de lluvia, teniendo que cruzar Vicuña Mackenna en triciclo, y pasar la primera hora de clases a “pata pelada”, con los zapatos y calcetines secándose en el radiador; o cómo no recordar que el auto que algunas tenían servía para llevar a algunas profesoras y compañeras, e incluso se convertía en vestidor para alcanzar a llegar al Sótero del Río, a recibir turno con el uniforme puesto. En cuarto año empezamos a atender partos, siendo el gran reto hacer una episiorrafia o seguir la indicación que nos daban: “si alguna mamá empieza a pujar, avisen”. ¡Cuántas no miraron la


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cabeza de la madre primero que la de la guagua coronando cuando la matrona nos gritaba “la cabeza”! Hay tanto más que podríamos contar, conversaciones, idas a albergues después de una inundación, trabajos recorriendo calles de La Pintana, largas noches de internados, congresos en Valdivia y Antofagasta, o las visitas de alumnas de enfermería de Brasil. Vivimos juntas penas y alegrías, acompañamos a compañeras embarazadas, estuvimos para apoyarnos en momentos de dolor y dificultad, despedimos juntas a seres queridos. Fuimos comunidad, compañeras/ os, y amigas/os. Cada día recordamos a nuestra querida Escuela de Enfermería, que nos formó profesionalmente, nos instó a mirar con pensamiento crítico, a no conformarnos con las cosas que siempre se habían hecho de la misma manera, a no limitarnos por la falta de recursos, a pensar siempre que podríamos cuidar de otro. Recordamos con cariño a todas nuestras profesoras, entre ellas Astrid Ourcilleon, Erika Caballero, Angela Castellano y Patricia Fernández, quienes nos enseñaron, nos acogieron, nos animaron y nos desafiaron a ser mejores.

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La Escuela de Enfermería nos dio mucho más que conocimientos, nos dio un grupo de amigas/os maravillosos, que ha sabido decir “estoy contigo” hace más de 20 años. Esto, y mucho más, nos hace reforzar la idea que somos la Mejor Generación de la Escuela de Enfermería UC.

Escrito por Patricia Wegner y resumido por Kareen Berger, en representación de las historias relatadas por la Generación 97.

Ex alumnas generación 1997.


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1998 María del Pilar Ureta F.

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ace 27 años, sentadas en una silla poníamos atención cautelosa a las palabras de nuestra directora y profesora de la asignatura Bases Conceptuales de la Enfermería, Cecilia Campos. Muchas nos preguntábamos ¿qué hacemos aquí, será el lugar correcto para mí? Otras en cambio, estaban muy seguras de su elección, pero lo cierto es que ninguna conocía el real significado de lo que habíamos elegido y lo que aquella elección traería a nuestras vidas.

Durante los 5 años que duró la carrera, adquirimos aprendizajes muy valiosos para nuestra vida personal y profesional. Gracias a las oportunidades que la Escuela diseñó, pudimos forjar una sólida base científica, humana, disciplinar y técnica que nos permitiría desarrollar valores sustanciales para el buen ejercicio de nuestra profesión. Nuestra Colaboraron en este relato: experiencia fue altamente significativa por Claudia Ávila, Desnia el estudio constante, la preparación de Baeza, Lilian Ferrer, Denise trabajos grupales, procesos enfermeros Kreisberguer, Angela y educación a la comunidad, además del Molina, Melan Peralta, aprendizaje acumulado en las prácticas Sandra Sanza, Viviana clínicas, la diversidad de personas, Segovia, Vexsy Toro, situaciones, creencias y desafíos atendidos Alejandra Zambrano. junto a nuestras valiosas profesoras. Todo esto, contribuyó a forjar en nosotros la


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vocación de servicio, la calidad humana, el pensamiento crítico, la capacidad reflexiva y la búsqueda del perfeccionamiento, no solo en lo profesional, sino también en lo personal.

Fue una generación marcada por la diversidad de pensamiento y el respeto, la camaradería, el esfuerzo y el trabajo bien hecho.

Grandes personas, enfermeras y enfermeros, madres y padres han salido de esta generación. Sin duda nuestra Escuela estuvo involucrada en ello, pues supo cómo desafiarnos a sacar siempre lo mejor de nosotros. Algunas anécdotas que vienen a nuestros recuerdos son la fiesta del ombligo, donde celebrábamos la llegada a la mitad de la carrera: la música mala y repetida, poca comida, no hubo onda y nos quisieron cerrar el local muy temprano. ¡Un verdadero desastre! Sin duda, aún no estábamos preparadas para organizar un evento de esa categoría, ya lo estaríamos más adelante. En lo académico, imposible olvidar el sonido de los tacos de la profesora Hedy Mautner cuando llegaba al servicio de cirugía del

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Hospital Clínico de la Universidad, en segundo año. Todas corríamos a nuestros lugares a demostrarle lo afanosas que estábamos haciendo examen físico o bañando pacientes. También recordamos la llamativa línea roja que ponía la profesora Astrid Ourcilleón, a las 8:00 en punto en la lista de ingreso al servicio. ¡Cómo recordamos esas carreras por los pasillos del Hospital Sótero del Río, para alcanzar a escribir nuestro nombre antes de la línea roja! Mirando hacia atrás, recordamos con mucho cariño a nuestras compañeras y compañeros. Fue una generación marcada por la diversidad de pensamiento y el respeto, la camaradería, el esfuerzo y el trabajo bien hecho. Algunos compañeros de regiones contribuían otros puntos de vista, y cómo olvidar a los tres hombres regalones de toda la generación. Muy amigos de todas y siempre aportando con el humor que los caracteriza. Por último, quisiéramos reconocer a Astrid Ourcilleón, una profesora que pasó por nuestras vidas dejando huella y que se destacó por modelar en nosotras el amor al conocimiento, la exigencia en el trabajo, la claridad y el trato digno hacia los pacientes. Todos estos recuerdos quedarán atesorados en nuestra memoria. Continuaremos


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trabajando para colaborar en la formación de muchos más enfermeras/os, que iluminen la vida de las personas, acompañándolas en la salud, la enfermedad y el dolor. Alumnas generación 1998.


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1999 Francisca Márquez D.

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s un orgullo ser parte de estos 70 años de historia, en los que afloran sentimientos y experiencias que nos transformaron en personas que tocan tantas vidas y corazones a su paso. Todos, de una u otra manera, entramos a estudiar Enfermería-Obstetricia para ayudar y servir a los demás. Cómo olvidar nuestras dotes histriónicas en Bases Teóricas, con nuestra querida Cecilia Campos, que hacían menos larga la espera para la práctica clínica. Profesoras como Astrid Ourcilleón, Sonia Jaimovich, Lauren Poupin, Cecilia Arechabala, Rosina Cianelli, Angela Castellano, Rina González, Mila Urrutia, María Sylvia Campos, Ilta Lange, y tantas más, con su ejemplo y dedicación nos formaron con excelencia, exigiendo tanto una impecable presentación como sólidos conocimientos, lo que agradecemos hasta hoy.

Colaboraron en este escrito: Pilar Rivera, Alejandra Muñoz, Claudia Martínez, Paola Carrasco, Marcela Andía, Violeta Villarroel y Karen Aros.

Jamás olvidaremos las punciones entre nosotros, con más o menos éxito, pero punciones al fin, momento que también enfrentaron valientemente nuestros primeros pacientes. Los sorteos habituales para elegir docente, servicio y rotación, hacían aflorar nuestro espíritu de justicia.


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Siempre recordaremos nuestro amor y empatía con los primeros pacientes VIH+, jamás los vimos con miedo ni los discriminamos. Con ellos aprendimos a poner nuestras primeras vías venosas, lo que era una gran responsabilidad.

Nos sentimos felices y orgullosos de lo que somos ahora, y de haber sido parte de esta Escuela de Enfermería, que día a día trabaja por hacer la diferencia en la gestión del cuidado.

Como generación, nos caracterizó el sentido del deber y la generosidad, siempre buscando y compartiendo el último apunte o fotocopia. Las prácticas e internados dejaron huella en nuestras vidas. Sin duda, el paso por el Hospital Sótero Del Río nos marcó, como lugar en que la realidad que se presentaba ante nuestros ojos con mucha crudeza. El desafío era llevar a la práctica, con amor y conocimiento, el cuidado de quien estaba a nuestro cargo, y a la vez, hacer un esfuerzo por ser un aporte al resto del equipo de salud. No podemos dejar de mencionar a una de nuestras compañeras, Marcela

Andia, que fue madrina de una pequeña prematura de tan solo 900 gramos, que hoy tiene 21 años, estudia y tiene una hija de 5, y que actualmente llegó a completar la familia de nuestra compañera. Historias como ésta ejemplifican cómo nuestro quehacer toca corazones y nos compromete de por vida con quienes cuidamos. Fuimos inmensamente bendecidos con amigos que mantenemos hasta el día de hoy, acogimos a quienes venían de lejos, fuimos familia y nos cuidamos entre todos. Esto nos hace recordar a la secretaria que muchas veces guardó el bolso de la que partía a ver a su familia el fin de semana. Y damos gracias a Dios por todos aquellos que confirmaron su fe durante su paso por la Universidad. Durante el tiempo que estudiamos e hicimos prácticas, y a lo largo de estos 22 años de egreso, vemos que valió la pena todo lo vivido y lo agradecemos. Nos sentimos felices y orgullosos de lo que somos ahora, y de haber sido parte de esta Escuela de Enfermería, que día a día trabaja por hacer la diferencia en la gestión del cuidado. La Escuela nos entregó las herramientas para que cada uno eligiera su manera única de servir: formando nuevas generaciones (desde la academia o recibiéndolos en nuevos lugares de trabajo), trabajando con embarazadas, recién nacidos, niños, adultos,


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hombres o mujeres; sanos o enfermos, siempre conscientes de la responsabilidad que implica trabajar con personas. Más que un trabajo, nuestra profesión es un compromiso, una misión de vida y de amor. Ser instrumentos, entregar lo mejor de nosotros mismos, hacer realidad la idea de que la enfermería es el arte de servir con amor y conocimientos, crear con lo que somos y tenemos a nuestro alcance, poniéndolo al servicio de los demás y de nuestro país.

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2000 Daniela Fuentes O.

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aniela Fuentes recuerda: Mirando hacia atrás, nunca olvidaré en primer año de la carrera, en un curso que se llamaba Enfermería, Profesión y Disciplina, cuando la Profesora Paz Soto nos pidió buscar una muñeca y vestirla a la usanza de los tiempos de Florence Nightingale en la Guerra de Crimea. Nos explicó que el uniforme de la enfermera ha evolucionado a lo largo de los años, y que era muy importante conocer de qué manera se veía influenciado por el contexto histórico. Mayor fue mi sorpresa cuando nos explicó que, además, ¡se realizaría una exposición con todas las muñecas mejor vestidas!

Si bien al inicio no comprendí el sentido de esta actividad, (debo reconocer que me causó mucha risa tener que jugar a las muñecas y coser como cuando era una niña, con los años entendí su sentido y que nunca olvidé. Me permitió mirar nuestra Me permitió mirar nuestra imagen como un símbolo, fiel reflejo imagen como un símbolo, fiel de los tiempos que vivimos y que va reflejo de los tiempos que cambiando en forma permanente. Este vivimos y que va cambiando en símbolo transmite cercanía y confianza, forma permanente. lo que denota nuestra esencia. Cuando un paciente te mira, reconoce en ti (en tu imagen), la mano que ayuda, la


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que defiende sus derechos y que releva su naturaleza doliente, pero autónoma. Nunca pensé que vestir a una muñeca me permitiría ver todo esto.

Daniela Fuentes O. (2000).

Carla Arqueros S. Carla Arqueros recuerda: Cuando estábamos en segundo o tercer año de la carrera teníamos el curso Proceso de Ayuda Interpersonal (PAI). Fue vital en nuestro desarrollo como personas y me permitió conocer a las que hasta hoy son mis mejores amigas. Han pasado 20 años y sigo pensando que nuestra carrera nos dio la oportunidad de tener una gran profesión y de conocer excelentes personas.

Centro de alumnos presidido por Delfín Levicoy (2000).

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2002 Tatiana Astengo E.

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e titulé el año 2002, pero fue en 1993 que hice la mayor apuesta de mi vida. Siempre supe que quería estudiar una carrera universitaria, a pesar de la adversidad que vivía en mi entorno, y aunque no pude hacerlo al salir del colegio, 4 años después ingresaba al campus San Joaquín, sede de una de las universidades más prestigiosas, la Pontificia Universidad Católica de Chile. No sabía cómo podría pagarla, pero mis deseos de salir adelante eran mayores que las piedras que pudiese encontrar en el camino. Sin pensarlo dos veces seguí con la convicción de que algo sucedería para ayudarme a estudiar, y así fue. Frente a mi casa, el cartero con la carta que más esperaba por esos días, de la Fundación Juan Pablo II; con manos temblorosas la abrí y mi grito de alegría alertó a mi madre. Finalmente pude ratificar que el camino se estaba abriendo para mí y que las oportunidades sí existen, me había adjudicado la mejor beca de la Universidad. Con nuevos bríos y esperanzas de un futuro mejor me comprometí a ser la alumna merecedora de este premio. Mi paso por la universidad fue infinitamente más que aprender a ser una buena enfermera, muy teórica y de técnica impecable, dado que aprendí los valores que se necesitan para ser una persona de bien.


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Ahí tuve mi primera lección de vida: toda ayuda prestada con el corazón es valiosa.

En mayo de 1993 ocurrió un hecho lamentable: el aluvión de la quebrada de Macul. Participé con los equipos de rescate y sentí mucho orgullo de ser uno de ellos y prestar mi ayuda, ya que solo llevaba 2 meses de clases. Trabajé en un colegio que se adaptó como albergue y, como es lógico, al ser estudiante de enfermería, quedé a cargo de organizar la farmacia y pasar turno con el médico. Veía a compañeros con pala y overoles sacando barro, y los camiones nos llevaban de regreso al campus al finalizar la jornada. Ahí tuve mi primera lección de vida: toda ayuda prestada con el corazón es valiosa. Seguí cultivando este pensamiento a lo largo de los años, ya que participé en varias campañas de ayuda a través de la Fundación, pintamos colegios, capillas e hicimos celebraciones para niños en hogares. Mis pasantías por el “Soterror” fueron de gran aprendizaje, hasta se hablaba de fantasmas en las salas de maternidad, por lo que nos daba miedo tener que pasar la noche ahí. Todo era nuevo y digno de incorporarse para una formación integral.

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Recuerdo que lloré con la primera niña que ayudé a traer al mundo, María José, que hoy debe ser una adolescente. También aprendí de mis docentes, todas de excelencia: Patricia Masalán, Patricia Fernández, Astrid Ourcilleón, Isabel Catoni, Angélica Cazenave, Angela Castellano, Aixa Contreras, Cecilia Arechabala, Rina González, Luz María Herrera, Paz Soto, Mila Urrutia, María Teresa Valenzuela, Erika Caballero, Cecilia Campos y Sonia Jaimovich. Espero no olvidar a ninguna, todas y cada una desde su sabiduría, colaboraron en la profesional que soy. Tuve la gran oportunidad de conversar con Monseñor Fresno en charlas muy enriquecedoras, y mi Confirmación la presidió Monseñor Oviedo. Como se ve, mi paso por la UC, fue mucho más que aprender a ser una buena Enfermera-Matrona, hoy soy directora de carreras de salud en Duoc UC y transmito toda esa esencia a mis alumnos. Soy una agradecida de la vida por todo lo que me ha dado a partir de esa decisión.

¡Muchas gracias y felicitaciones por estos 70 años!


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2003 Báltica Cabieses V.

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ecordar mis cinco años de estudio en la Escuela de Enfermería UC es, sin lugar a dudas, una experiencia de contrastes. Muchos de mi generación compartimos el recuerdo de ese pasillo largo, cuando la Escuela era un pequeño rectángulo oscuro al lado del Centro Médico San Joaquín, con salas siempre ocupadas para los alumnos y oficinas estrechas para los profesores. Ingresé el año 1997 y me titulé el 2003. El primer día de clases me fue a dejar mi hermano mayor, para enseñarme la ruta en micro y metro siguiendo la Línea 5, que luego se convirtió en mi mejor amigo para el estudio apurado de pruebas o puestas al día con amigas, una vez que los celulares llegaron a nuestras vidas. El primer año de estudio saqué notas muy buenas en todos los ramos, que en su mayoría eran de ciencias básicas como Matemáticas, Química y Bioquímica. Anatomía fue un descubrimiento, en esos salones inmensos de la Casa Central, donde había que memorizar todas las partes del cuerpo. También recuerdo mi primer ramo disciplinar, “Enfermería profesión y disciplina”, liderado por Cecilia Campos. Casi lo reprobé, no le veía el sentido, no lo entendía. Lo pasé porque ella me dio la oportunidad de una prueba especial justo antes de terminar el semestre. Creo que seguí en esta carrera, al menos en parte, por ese gesto que ella tuvo conmigo; me hizo sentir que creía en mí.


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Recordando estas experiencias, te ves de 18 años vestida de enfermera, con toca en la cabeza por supuesto, que se caía a cada rato y en los momentos menos afortunados. Te ves con tu lápiz, tu cuaderno de apuntes, tu sonrisa y la compañía de tus amigos y con quienes aprendiste, te reíste a carcajadas y también lloraste.

Los siguientes años, del segundo al cuarto, pasaron volando. Se estudiaba mucho y se dormía poco. Veías con algún recelo a amigos y compañeros de colegio que habían elegido otra carrera y que disfrutaban de paseos a parques y de tiempo libre en la semana, mientras te enterrabas en libros grandes y pesados, te levantabas al alba y pasabas al menos una hora y media en un micro para llegar al campo clínico para tu práctica. Cuando llovía era aún peor, pues cruzábamos en un carrito metálico el verdadero río en que se convertía Avenida Vicuña Mackenna, por 500 pesos, para poder entrar al Hospital Sótero del Río desde el paradero de micro, que luego se convirtió en parada de metro. Este ítem era un presupuesto aparte cuando era invierno y no tenías auto, como era el caso de la

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mayoría de nosotros. Recordando estas experiencias, te ves de 18 años vestida de enfermera, con toca en la cabeza por supuesto, que se caía a cada rato y en los momentos menos afortunados. Te ves con tu lápiz, tu cuaderno de apuntes, tu sonrisa y la compañía de tus amigos y con quienes aprendiste, te reíste a carcajadas y también lloraste. El nerviosismo era pan de cada día, los controles, tareas y pruebas abundaban. No había tiempo libre. Se esperaba tu silencio y obediencia, diligencia y eficacia a toda prueba. Aprendías rápido la verticalidad del sistema de salud, cuando podías y no podías hablar, lo que debías saber y la importancia de parecer seguro de ti mismo para aprobar una práctica. De mis primeros años recuerdo a personas bellísimas, amigas que quise mucho y que aún atesoro en mi recuerdo, como Paulina Larredonda, Marianella Bertolotto, Loreto Stuven y Paula Alarcón. No todas terminaron la carrera, algunas siguieron otros rumbos profesionales. Las que lo hicieron, son hoy


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profesionales de excepción que admiro mucho. El crisol de ramos diversos, propios de la enfermería y de otras disciplinas, en los primeros años de la formación de Enfermería-Obstetricia, como se llamaba en esa época, permitía una panorámica, con una comprensión general de educación, psicología, antropología y biomedicina. Era una parrilla temática para guerreros, diversa y compleja, a ratos poco interconectada, pero siempre exigente y demandante de nuestro tiempo. Con dudas y temores, y también muchos buenos momentos con amigos y amigas, llegó el quinto y último año de internado. La decisión de dónde realizarlo, con quién, qué turno te tocaría, entre otras, era muy importante. Yo elegí irme al sur, al internado rural de Villarrica, con mi querida y siempre recordada Claudia Saavedra. Pasamos aproximadamente 4 meses allá, llegamos un día en que llovía en forma torrencial y muy entusiasmadas con la experiencia que venía por delante. Aprendimos mucho sobre la vida, la ruralidad, la interculturalidad y el ser humano. Pasamos meses arriba de un viejo jeep rojo con un coordinador técnico encantador, que nos llevaba a sitios completamente desconocidos para el turista del sur de Chile. Caminábamos horas para llegar a una casita perdida en el cerro verde y boscoso, hasta que nos encontrábamos con una anciana

mapuche, quien nos dejaba entrar a su casa a conversar de diversos temas. En esos meses ayudé a armar invernaderos para frutillas, coseché papas, fui a rituales mapuche, conocí a líderes jóvenes y ancianos de la comunidad, por mencionar algunas cosas. Fue una experiencia maravillosa, desafiante, compleja. Tuve la fortuna de seguir yendo algunos años después mientras trabajaba como instructora asociada en la Escuela de Enfermería UC y volvería sin dudarlo. Por necesidad, a lo largo de la carrera trabajé en distintas áreas, incluyendo ayudante de docencia y de investigación en la Escuela. Como ayudante de investigación, me tocó por un año ir dos veces a la semana al subterráneo del Centro Médico San Joaquín a retirar fichas clínicas, donde conocí a personal administrativo que trabajaba desde hace años escondido en ese lugar tan desconocido, con muros completos de fichas que se movían con manillas pesadas. Las fichas iban y venían y yo ayudaba a buscarlas en ese subterráneo. Me entretenía conociendo a quienes trabajaban allí y también revisando fichas, entendiendo la forma de registrar que tenemos en salud y sus inconsistencias. Ahora miro ese recuerdo de hace 20 años atrás, cuando ni imaginaba que sería el primero de muchos proyectos de investigación en los que trabajaría y a los que dedicaría mi vida profesional. Agradezco el haber tenido esa oportunidad y todo lo


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que me regaló, así como el haber tenido mentoras extraordinarias en mi desarrollo profesional inicial en la Escuela, como mi querida Mónica Muñoz, quien creyó en mí cuando nadie más lo hizo; Ilta Lange que demostró una integridad y sentido de justicia a toda prueba; Lilian Ferrer con su gran capacidad intelectual y enorme corazón; y Rosina Cianelli con una fuerza y visión de futuro excepcionales. Recuerdo a muchas

Alumnos generación 2003.

profesoras. Todas fueron importantes en mi aprendizaje de formación de pregrado de grandes contrastes, pues en la suma final, haber estudiado Enfermería-Obstetricia en la Escuela de Enfermería UC fue pieza gravitante en la profesional que soy en la actualidad.


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2007 Dennisse Brito P.

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a época de la universidad ha sido de las más hermosas de mi historia, porque no solo aprendí enfermería, sino que aprendí a ser una mejor persona, aprendí a cuidar a otros. Tengo muchos recuerdos de esta época, algunos relacionados con las queridas amigas que aún continúan en mi vida y las primeras atenciones a pacientes. Crecí en conocimientos y también conocer la realidad, la vida frágil, lo esencial de lo humano, y que no somos nada sin el lado espiritual. Cómo olvidar, que en cuarto año, camino a la universidad desde una práctica en el Sótero del Rio, con algunas compañeras tuvimos un accidente vehicular. Nos llevaron al mismo Sótero y llegaron de inmediato algunas profesoras, entre ellas Luz María Herrera, una docente cálida y preocupada. Ella fue un ejemplo de aquellas profesoras que me enseñaron que las palabras en el pizarrón pueden ser muchas, pero los actos son los que valen. La Escuela dejó huellas en mi corazón, como que el cuidar a otros debe ser con amor y con ejemplo. Hoy intento que ese sello esté presente en mi trabajo como enfermera docente e investigadora. Para mí es un orgullo ser enfermera de la Escuela de Enfermería de la UC.


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Tania Bocaz C.

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ace algunas semanas, en nuestro grupo de WhatsApp de compañeros de generación Enfermería UC empezamos a compartir fotos de esa época, donde la nostalgia caló hondo, pero también reflexioné sobre otros aspectos de esos años tan significativos en mi vida. Creo que el hecho de estudiar enfermería ya conlleva un compromiso y vocación hacia otras personas, buscando la humanización de nuestra salud y gestión del cuidado tan característica de la carrera, pero ese sello humanitario y de excelencia lo resalta Enfermería de la UC. Esto lo digo después de más de 10 años ejerciendo docencia en otras casas de estudio y compartiendo con otras colegas que egresaron de la UC, donde me enorgullece mostrar ese espíritu y sello humanitario y de excelencia que trasmitimos a las futuras generaciones de estudiantes de enfermería.

Marisieska Torres

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uando entré a enfermería pensé en lo difícil que podía ser la adaptación, pero la Escuela tiene un sistema de apoyo entre alumnos; un compañero de segundo año es padrino o madrina de uno de primero, así te orienta, te enseña, te apoya y te guía en tu primer proceso adaptativo. Fui feliz, conocí a una amiga con la cual, hasta hoy, después de más de quince años, sigo en contacto. La Escuela de la UC me dio una carrera, pero también me dio fraternidad y conocí grandes personas.


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María Luisa Cortes

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reo que una vivencia que marcó muchísimo mi vida universitaria fue una bella conversación con Paula Vega en el Hospital Roberto del Río. En aquel momento, por algunas malas evaluaciones y comentarios pensé en retirarme de la carrera, pero ella me motivó a seguir adelante, a empoderarme como alumna y futura enfermera. Esto fue en tercer año de carrera y desde ese momento todo fue perfecto. Hoy en día estoy feliz de ser enfermera y de todo lo vivido, desde primer año hasta mis años de ejercicio profesional, todo es un aprendizaje que me ha llevado a ser quien soy en la actualidad.

Bárbara Pradenas A.

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studiar enfermería en la UC fue una hermosa experiencia, me entregó muchas herramientas para poder desarrollar mi carrera de forma integral, lo que creo es algo que nos caracteriza y nos destaca. Recuerdo con mucho cariño unas tutorías que nos hicieron al comienzo; los profesores nos apadrinaban y acompañaban, particularmente a la profesora María Teresa Urrutia, quien nos inculcó la energía, la proactividad y el trabajo en equipo, que hoy son fundamentales para el ejercicio de nuestra profesión. Pero sin duda, lo que recuerdo con más cariño, es el gran grupo de amigos que formamos en nuestra generación, muy diverso en todos los sentidos, y unido hasta el día de hoy, 19 años después de habernos conocido.


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Víctor Contreras I.

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a idea de formarme en una Escuela de Enfermería marcada por la imagen de la Virgen María ayudó a que los aspectos formales de participación en la comunidad, a través de las misiones católicas y otras acciones de ayuda, fuesen un pilar para lo que es mi trabajo. Durante la formación de pregrado encontré amigas inseparables, que aún frecuento, y con las cuales hacemos familia extendida muchas veces, compartiendo lo bueno y lo malo. Para la celebración del aniversario de la Escuela, no faltaba el disfraz para participar en las actividades programadas y en las galas con la Escuela de Medicina. Nuestra generación fue marcada por los primeros atisbos de cambios curriculares producto de la “revolución pingüina” y los cambios sociales del país. Nuestra educación fue personalizada, con mucho espíritu crítico y liderazgo, características que hoy se observan en las personas que están llevando a cabo las innovaciones en enfermería en Salud Primaria, Cuidados Intensivos y aquellas que lideran los equipos multidisciplinarios. Muchas profesoras marcaron mi paso por la escuela: Anke, María Sylvia Campos, Lily, Marisol Cantwell, “las Claudias” de Atención Primaria, y tantas otras que hicieron este tiempo de formación, un camino para convertirme en quien soy profesionalmente. Además de Carmencita y Martita, que me ayudaron mucho con todos los asuntos propios del pregrado y postgrado.


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Generación de tituladas/os año

2009 - 2020

A

partir del año 2009 el requisito de titulación fue modificado. Se implementó un examen que se rinde en el mes de enero de cada año, resultando el año de titulación uno posterior al de egreso. Para este texto se utilizó la fecha de titulación para clasificar a las generaciones.


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2009 María José Testón N. Marcelo Lizana O. La experiencia de crear:

D

esde el primer día en la Escuela, empezamos a recibir invitaciones a participar en diversas actividades que complementarían nuestra formación, y consideramos que estas experiencias definieron nuestro perfil profesional. En general, nuestra generación fue muy activa en la vida universitaria, muchos nos involucramos en uno o más proyectos. Tuvimos la oportunidad de participar en la Pastoral UC a través de diversos proyectos solidarios, el primero de ellos fue Calcuta UC, donde varios estudiantes de enfermería y medicina, nos unimos para participar en Calcuta Hospitales. El fin era llevar un momento de acogimiento, compañía y ayuda a las personas hospitalizadas, en especial a las personas mayores, personas privadas de libertad o personas abandonadas, que por distintos motivos no recibían visitas. Con el tiempo este proyecto fue creciendo y en este contexto se forjaron grandes amistades que perduran hasta el día de hoy. Tuvimos instancias de capacitación o formación donde participaron varias profesoras de nuestra Escuela, las cuales siempre nos brindaron apoyo para emprender estos desafíos y nunca nos pusieron trabas, sino que siempre nos alentaron a seguir.


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Posteriormente, vinieron las misiones de invierno con Medicina y Ciencias Biológicas, o en verano, el proyecto Misión País. Compartimos con otras comunidades y así conocimos distintas realidades de nuestro país, ayudando tanto como misioneros como profesionales de la salud. A esto se agregó, la propuesta de reorganizar la Pastoral de la Carrera, lo que fue muy bonito porque significó hacer un llamado no solo a nuestra generación, sino que a estudiantes de distintos niveles con quienes habíamos trabajado en los distintos proyectos previos en un proyecto directo para nuestra propia carrera. Aprovechamos todas las experiencias que tuvimos y asumimos este nuevo desafío en conjunto. Siendo estudiantes aprendimos a armar equipos y convocar, mención especial en ello para Matías Osorio, Alejandra Urzúa, Catalina Infante y Alexis Rivera, con quienes desarrollamos un proyecto con objetivos, presupuesto y actividades, el que presentamos a Paz Soto, profesora y directora de la Escuela en ese entonces, quien revisó la propuesta y luego nos permitió presentar el proyecto ante el Consejo Interdepartamental de la Escuela. Nos apoyaron en todo, lo que para nosotros fue muy relevante. Nos hizo sentir que lo que nos enseñaban no se quedaba en la sala de clases, sino que se hacía vida, pues no era solamente llegar y hacer actividades, significaba que había que organizar y dedicar

Nos hizo sentir que lo que nos enseñaban no se quedaba en la sala de clases, sino que se hacía vida, pues no era solamente llegar y hacer actividades, significaba que había que organizar y dedicar tiempo a cada una de estas instancias... tiempo a cada una de estas instancias, como Belén UC o las Jornadas de San Lucas en La Legua. Sentimos que nuestra formación como profesionales de enfermería nos daba las herramientas y habilidades necesarias para coordinar cada instancia, hacer difusión, invitar y lograr encantar a otros compañeros con cada proyecto. Toda esta experiencia nos sensibilizó al dolor del otro, tomamos conciencia de las distintas realidades y contextos económicos, sociales y culturales de nuestros futuros pacientes, no solamente por la práctica clínica, sino porque estuvimos con ellos en terreno, en sus barrios y en sus casas. Muchas veces nos quedamos compartiendo lo poco que tenían, en un ambiente de cariño muy grande que se manifestaba en cada uno de nuestros corazones. Se suponía que nosotros los íbamos a ayudar a ellos, pero ellos nos entregaron siempre el doble o más. Nos regalaron recuerdos y


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experiencias imborrables que nos ayudan a reconectar con ese fuego interno que hace que amemos nuestra profesión, y con los compañeros y amigos hasta el día de hoy que sabemos están ahí para cada uno de nosotros. Desarrollamos habilidades para nuestra profesión y la vida, como son la empatía, el trabajo en equipo, liderazgo, organización y escucha activa. Esto nos diferencia y nos ayuda a aportar hoy en día, desde nuestras labores, a la sociedad. Siempre estaremos agradecidos de nuestra formación.

Alumnos generación 2009.


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2011 Yasna Palmeiro S. María Francisca González F.

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n el aniversario 70 de nuestra querida Escuela de Enfermería, recordamos con mucho cariño algunos aprendizajes y valores que adquirimos durante nuestra formación, así como también algunas anécdotas. Esperamos que estas palabras representen a la generación 2011. Si hay una palabra que describe nuestro paso por la universidad, es la palabra felicidad. A nuestros casi diez años de egresadas, concluimos que los primeros recuerdos que se vienen a la mente siempre están llenos de buenas experiencias, compañerismo, amistad y, sobre todo, de un gran crecimiento personal y académico. No dejamos de lado la sensación de que fueron años difíciles, esforzados, exigentes, pero siempre acompañados de una gran satisfacción por haberlo logrado y porque la enfermería sacó lo mejor de nosotras.

Colaboraron en este escrito: Angie Harlowe, Daniela Barrionuevo, Alejandra Arellano, Nicole Aguayo, Macarena Amthauer, Mitzi González y Cristóbal Padilla.

Fueron muchos los aprendizajes y valores que adquirimos, incluyendo aquellos propios de la formación profesional y también algunos “extracurriculares”. Desde que ingresamos a la universidad se nos inculcó la importancia de ser buenas personas, de ser empáticas, interesadas en nuestros pacientes y sus


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familias, de sustentar nuestro cuidado en el conocimiento y de ser entregadas en nuestra profesión. Hoy, después de años de haber egresado, nos damos cuenta de que todas esas enseñanzas que nos parecían tan de perogrullo, son el sello que nos destaca en nuestro quehacer profesional.

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Cómo olvidar nuestras primeras prácticas, el terror a los primeros procedimientos, los primeros acercamientos a los pacientes, nuestro querido Hospital Sótero del Río, el estrés que antecedía a las interrogaciones, nuestras visitas domiciliarias y en atención primaria, nuestros viajes interminables para llegar a los campos clínicos, los trabajos en grupo y lo difícil que era llegar a un acuerdo, nuestras largas noches de estudio, y por sobre todo, cómo olvidar los lazos que sin querer fuimos creando y la amistad que nos acompaña hasta la actualidad.

organizar y participar en estos trabajos con el fin último de ayudar a quienes más lo necesitaban. Quizás muchos recuerdan la felicidad y gratitud de las personas, niños y niñas cuando nos desplegábamos en los colegios y/o postas rurales. De manera similar, supimos responder como equipo para el terremoto 27F del 2010, y un grupo de nosotros se puso a completa disposición para ir en ayuda de las personas necesitadas en el sur de nuestro país. Esta experiencia nos enseñó a trabajar con otros, a estar ahí poniendo el hombro en momentos difíciles, a escuchar y valorar experiencias y perspectivas diferentes a las nuestras. Finalmente, no podemos olvidar lo vivido en las Olimpiadas de Enfermería (ODE), donde surgieron liderazgos innatos y se fomentó el trabajo en equipo. Así, estrechamos lazos con estudiantes de otras universidades de Chile.

Algunos de los aprendizajes más memorables incluyen la capacidad de responder ante situaciones poco convencionales, como lo fue el primer OSCE que tuvimos en el Centro Médico San Joaquín. Estábamos nerviosos antes de comenzar y nos reímos al finalizar. También recordamos con mucho orgullo todos los aprendizajes y valores que adquirimos derivados de la participación en los Trabajos de Salud Rural (TSR), donde muchos compañeros y compañeras entregaron su valioso tiempo para planificar,

Son muchas y variadas las anécdotas que recordar, debido a la diversidad de personas que conformamos esta generación. ¿Recuerdan el épico paseo del ombligo? Quizás lo dejaremos en secreto. Una ocasión muy especial fue lo vivido para la Semana Mariana 2010, cuando recorrimos casi medio Santiago para tomarnos las fotos vestidas de huasas. Basta ver las fotos para recordar lo bien que lo pasamos. Al final de nuestra carrera nos unimos como generación, dejamos diferencias de lado y


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disfrutamos nuestros últimos momentos juntos. Sin duda hubo docentes y profesores que dejaron una gran huella en nosotros. Espontáneamente recordamos a Noelia Rojas, Nivia Cruz, Rina González, María Teresa Valenzuela, Roberto Arancibia, María Sylvia Campos, Pilar Espinoza, Anke Dois, Silvia Barrios, Paz Soto y muchos más. Es muy injusto elegir solo a una persona, porque la verdad es que cada profesor, docente clínico o supervisor de internado, nos dejó huellas importantes y gracias a todos ellos somos lo que somos hoy. Sin duda, la generación 2011 recordará en sus corazones a esas personas y quizás esta sea una buena oportunidad para enviarles un cariñoso saludo.

Alumnos generación 2011.

Solo nos queda agradecer enormemente a la Escuela de Enfermería UC por darnos las herramientas que hoy nos permiten ser profesionales al servicio del país, por entregarnos conocimientos y herramientas para nuestro futuro. Gracias por contribuir a que seamos mejores personas y grandes profesionales y, sobre todo, gracias por darnos una segunda familia.

¡Felicidades a nuestra querida Escuela por los 70 años de vida!


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2013 M. Ignacia León V.

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n marzo de 2008 ingresamos a estudiar Enfermería con muchas ilusiones y sueños, y felices porque al fin comenzaba la anhelada etapa universitaria. Fuimos 120 novatos de Enfermería que llegamos al campus San Joaquín, donde todo era enorme, desconocido y enredado. Fuimos recibidos con mucho cariño por los profesores y funcionarios de la Escuela, y al poco tiempo estábamos familiarizados con el funcionamiento de la universidad y de nuestra Escuela.

Los primeros años nos tocó sufrir con los ramos que creíamos eran los más difíciles. Jamás olvidaremos el miedo a Anatomía, estudiando hasta altas horas de la noche, inventando canciones para poder memorizar todo y no fallar en las famosas gymkanas. Sobre todo, recordamos nuestras primeras experiencias en el Hospital Clínico UC, en el ramo de ciclo, cuando nos interrogaban. Nos marcó profundamente Colaboraron en este la enseñanza de la profesora Silvia Barros. escrito: Bernardita Siredey, Y la hermosa experiencia en los jardines Macarena Yob, Cecilia infantiles, la que a muchas/os nos hizo Zegers, Catalina Gormaz, enamorarnos del cuidado infantil; siempre Macarena Rojas, Carolina recordaremos a las profesoras Nicole Garay Bähre y Andrea Bordachar. y Francisca Márquez.


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Siempre recuerdo con mucha alegría el congreso de cuidados de UCI pediátrica, al cual pude ir junto a mis compañeros de diploma.

En tercer año nos comenzamos a separar, se formaron muchos grupos de amigos y de estudio, pasando por los famosos “planes”. Jamás olvidaremos nuestras idas al Hospital Sótero del Río, donde aprendimos a hacer mucho con poco. Descubrimos que podíamos jugar un papel muy importante en la estancia de los pacientes en el hospital, al comienzo temerosas, pero al final empoderadas en nuestro rol. Siempre recordaremos nuestros viajes en el metro, llenas de papeles y cuadernos, estudiando y preparando las interrogaciones. Recordamos con mucho cariño a la profesora Paula Vega quien nos mostró como brindar un cuidado amoroso a los niños del hospital Roberto del Rio, quienes no podían estar acompañados por sus padres. Nos hizo jugar un rol fundamental en el proceso de recuperación por el simple hecho de acompañarlos. Compartimos paseos a la playa, fiestas, semana Mariana, trabajos de voluntariado como Calcuta UC, y trabajo de salud rural (TSR), además de congresos.

Hemos seguido caminos diferentes, pero la amistad y compañerismo continúan. No solo se formaron amistades, si no también parejas, que actualmente ya son familias. Al final, nos dimos cuenta de que entrar al mundo laboral es partir de cero, pero que partimos con una base sólida que nos ha permitido actuar de forma responsable y ética. Cada uno ha dejado en su trabajo el sello que nos trasmitió la Escuela, que se caracteriza por entregar un cuidado respetuoso, cariñoso, responsable y empático. Muy agradecidos de todo lo que nos permitieron aprender, del apoyo y del cariño recibido en los cinco años de carrera, los ejemplos recibidos nos hicieron amar nuestra profesión y vivirla en todos los ámbitos de nuestra vida. Además, agradecidos por haber conocido a hermosas personas que hoy son amigos para toda la vida.

¡Recordamos con mucho cariño los cinco años en la Escuela de Enfermería UC!


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Alumnos generación 2013.

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2014 Camila Valdés M.

H

an pasado seis años desde nuestro egreso y es muy reconfortante mirar a mis compañeras/os y ver que se han convertido en excelentes profesionales, pasando de novicios a lograr definir su quehacer, su experticia y el lugar donde ejercer su vocación. Algunos no solo han ejercido como enfermeras/os clínicos, sino que también en roles de confianza como jefes de programas, supervisores y jefes de turno, lo que demuestra la capacidad de liderazgo que siempre nos caracterizó. También han crecido en el ámbito personal. Me hace feliz compartir sus logros, sus familias, el nacimiento de sus hijos y ver como crece y se mantiene el vínculo de amistad. Una característica que nos identificó como generación fue el interés por desempeñarse en el área pública y una alta conciencia social. Recuerdo una pequeña apuesta con Diego Quevedo, que al desafiarlo y no creer sus intenciones de trabajar en la atención pública, me hizo hacerlo firmar un compromiso que decía: “Al egresar trabajaré en el sistema público”, papel que aún conservo y me alegra verlo como se ha desarrollado en la Atención Primaria y pública de Chile. Ver también que nuestra compañera Natalia Montaldo se motivó a viajar a Haití con América Solidaria, para fomentar el rol de la enfermera matrona, y María Paz Palma y yo tuvimos la fortuna de ser las únicas enfermeras del Archipiélago de Juan Fernández.


70 años de cuidado humanizado en salud

Me alegra ver que somos una generación comprometida con la formación de pre y postgrado, con una presencia significativa de docentes...

¿Cómo fueron los cinco años? ¡Intensos! Si bien como alumnos no vivimos situaciones como el estallido social y la actual crisis sanitaria, siempre intentamos dar lo mejor de nosotros, formando parte de voluntariados, centro de alumnos y federación de estudiantes. A veces, cometíamos errores, como por ejemplo, cuando decidimos como intervención en el ala de mujeres del Hospital Psiquiátrico Horwitz, hacer una sesión de belleza cortando el pelo con peligrosas tijeras y pintando las uñas que era contraindicado en las terapias electro convulsivas. O cuando no chequeamos la anticoagulación de una paciente y al hacer un procedimiento parecía película de terror. Sin embargo, eso no nos detuvo, y nuestras queridas profesoras a quienes recordamos con amor, Paula Vega, Paola Carrasco, Marie Jessie Carrillo, Nicole Garay, Angélica Farías, Daniela Fuentes, Giselle Riquelme, Dayann Martínez, Claudia Alcayaga, Claudia Bustamante, entre muchas más, lograron guiarnos por el buen camino e incluso nos recuerdan como una generación estudiosa, comprometida y autoexigente, participativos e involucrados y, pese a que

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nosotros no éramos conscientes de ello en ese minuto, nos ha llevado a ser lo que somos hoy. Me alegra ver que somos una generación comprometida con la formación de pre y postgrado, con una presencia significativa de docentes como Esmeralda Abarca, Patricio Medel, Magdalena Mayorga, Bárbara Vásquez y Camila Valdés, y tutores clínicos y de internados hospitalarios y ambulatorios, donde se destacan Fernanda Urzúa, Daniela Aguirre, Eilinee Oviedo, Jeanne Marie Poillot, André Millán, Muriel Aguilera, María Paz Concha, Sebastián Machuca, Ana Abarca y muchos más, quienes guiamos a los futuros enfermeros de nuestra querida Escuela.


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Alumnos generación 2014.

Alumnos en Trabajos de invierno 2012.


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2016 Antonia Sateler V.

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ómo olvidar ese marzo de 2011, nuestro primer día en la universidad, por fin éramos estudiantes de enfermería. Todas y todos estábamos muy contentos e inmediatamente comenzamos a formar lazos y amistades entre los distintos compañeros. En ese primer año, el paso por Química fue bastante traumático para varios. Tampoco es fácil olvidar Anatomía, con sus temibles evaluaciones, las gymkanas, con la cuerda en la puerta y nuestros glamorosos trajes de panadero.

A pesar de estos sentimientos iniciales, con el pasar de los semestres, comenzamos a acercarnos más a lo que era realmente la Enfermería. Muchos ingresamos a la carrera sin saber bien de qué se trataba o con el afán de ser médicos. Pero con el tiempo, cada uno fue encontrando su vocación. Recuerdo la emoción de nuestro primer día en el hospital, y las primeras pasadas clínicas en el ramo de “Cuidados de Enfermería en el Ciclo Colaboraron en este Vital”; la emoción y nervio que se sentía al escrito: Camila Gómez, realizar las primeras entrevistas, preparar Javiera Spicto, Claudio y administrar medicamentos y por fin lo Trujillo, Constanza tan esperado, aprender a pinchar y a sacar Olivares, Loreto Montoya y sangre; nadie olvida la primera vez que pudo Michelle Morán. canalizar una vía venosa. También recuerdo


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Agradecemos la educación que recibimos, que sentimos fue mucho más allá de lo técnico, nos mostraron la importancia de la empatía con nuestros pacientes y nos enseñaron a ser mejores personas.

cuando se realizó la investidura, todos mis compañeros muy emocionados, primera vez que utilizábamos con tanto orgullo el tan esperado uniforme azul, estábamos cada vez más cerca de transformarnos en enfermeras/os. Luego vinieron los planes, otro paso importante en nuestras vidas de estudiantes de enfermería. En esos años tuvimos importantes experiencias que nos marcaron como profesionales, como formar relaciones con los primeros pacientes, y ver a algunos morir, y acompañarlos en ese momento tan especial. Fue el primer acercamiento a la muerte de muchos de nosotros. La vida en la Escuela de Enfermería no era solo estudio, vivimos inolvidables momentos de “carretes”, intensas actividades en la esperada Semana Mariana (como el baile del taxi que muchos deben recordar, el baile de Miley Cyrus y el Thriller en pleno centro de Santiago). También recordamos con alegría las celebraciones de fiestas patrias, donde

nos alimentaban, y era un buen momento para compartir con todos los integrantes de la Escuela. Agradecemos también los sillones de la entrada de la Escuela, que fueron testigos de muchas siestas y almuerzos. Como mención honrosa, hay que recalcar que nuestra pasada por la Escuela nos dejó a muchos con una importante adicción a la Coca Cola y al café (le haríamos una oda), todo para resistir esas noches de estudio y luego los primeros turnos de noche como internas. Siempre tuvimos el apoyo de nuestras profesoras y profesores. A muchos de ellos los recordamos con cariño por todo lo enseñado, más allá de lo profesional. Paula Vega, por ejemplo, nos enseñó cosas en todo ámbito, traspasándonos el cariño que tenía por la enfermería y los pacientes. Eso nos marcó muchísimo como estudiantes e incluso en nuestro quehacer actual como profesionales. Ella siempre estaba dispuesta a acoger nuestras inquietudes y a apoyarnos en todo. Agradecemos la educación que recibimos, que sentimos fue mucho más allá de lo técnico, nos mostraron la importancia de la empatía con nuestros pacientes y nos enseñaron a ser mejores personas.

¡Muchos cariños!


Recuerdos estudiantes varones

5.


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Marcelo Lizana Ovalle1

Introducción En el contexto de los 70 años de Enfermería UC, se quiso dar un espacio particular a los hombres que decidieron estudiar enfermería, con el objetivo de explorar sus recuerdos, y también el significado y la experiencia de haberse formado en nuestra Escuela desde el año 1970 en adelante. Este ejercicio resulta interesante en la medida que, históricamente, enfermería a nivel mundial y nacional ha sido una carrera eminentemente femenina. En el caso de la UC, esto comenzó a cambiar en el año 1970 cuando se permitió el ingreso de varones. Significó un avance para la época, abriendo las puertas para que en cada generación se fueran incorporando hombres, de entre 1 y 3 en los primeros años, luego entre 3 y 4 en los años 90, hasta llegar a entre 4 y 10 durante la última década. Se contactó a los egresados de sexo masculino de distintas generaciones y se obtuvo un listado de 252 exalumnos entre las generaciones de 1970 y 2015. Acusaron recibo 40 egresados, de los cuales 16, entre las generaciones de 1975 y 2018, aceptaron participar con sus experiencias. Si bien todos comparten el hecho de haber

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Egresado Enfermería UC Generación 2009, Académico Enfermería, Universidad del Desarrollo.


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estudiado en la UC, cada generación ha vivido una época y contexto social distinto, donde las concepciones de lo masculino y femenino han cambiado, y por lo tanto, la mirada de la sociedad hacia la enfermería y su rol, también. Se consideraron como dimensiones para explorar los recuerdos: la motivación para estudiar enfermería, el significado de estudiar enfermería como persona del sexo masculino y los aportes desde lo masculino a la enfermería. A partir de estas dimensiones se construyó un set de preguntas libres que se les entregó a quienes aceptaron participar y dando un tiempo prudente para su respuesta, estas preguntas eran abiertas con el fin de poder dar espacio a los relatos de los participantes, para luego realizar un análisis con enfoque cualitativo de las respuestas en relación con las dimensiones declaradas Motivación para estudiar Enfermería en la UC Con respecto a la principal motivación para estudiar enfermería en la UC, el prestigio y la trayectoria de la Escuela fueron factores fundamentales al momento de considerar la preferencia, y son transversales en las distintas generaciones. A continuación se entregan algunas respuestas:

“Lograr un mejor nivel profesional en Enfermería”. (Participante nº 12, promoción 1975). “En esos años la UC era la mejor universidad y permitía tener un conocimiento del más alto nivel”. (Participante nº 09, promoción 1989). “La UC era una institución con tradición, trayectoria y la mejor universidad de Chile y Latinoamérica”. (Participante nº 01, promoción 1999). “Era la mejor Escuela del país”. (Participante nº 10, promoción 2009). “La UC tenía la mejor Escuela de Enfermería del país”. (Participante nº 05, promoción 2015). “Excelencia académica y su plan de estudios”. (Participante nº 04, promoción 2018). A lo anterior, se agregan motivaciones de índole personal como el interés por el área de la salud, la enfermería, la obstetricia y el hecho de provenir de otra carrera del área. También la recomendacion de los padres fue una razón importante. Aquí presentamos un par de respuestas: “Quería estar en el área salud y Enfermería me pareció una muy atractiva opción”. (Participante nº 15, promoción 1996).


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“El antecedente de que mi madre es enfermera de la misma casa de estudios”. (Participante nº 16, promoción 2015).

Significado de haber estudiado enfermería como persona del sexo masculino

Otro punto muy relevante al momento de elegir la Escuela de Enfermería de la UC, es la importancia que esta asigna a la humanización del cuidado en enfermería, dejando muy en claro que este es un punto crucial en la práctica profesional, un sello distintivo de la Escuela en relación con otras universidades, como se expresa a continuación:

Se invitó a los participantes a contestar de acuerdo al año de su egreso, ya que la concepción de género ha cambiado con el tiempo. Los avances en materia de reconocimiento de derechos humanos fundamentales, en torno a la identidad de género, no son ajenos a quienes estudian esta profesión cuyo foco principal son las personas. En especial, cuando la sociedad en general y la chilena en particular, tienden históricamente a asociar profesiones con género. Lo interesante y relevante en el caso de la enfermería es que para muchos significó un desafío, mientras que otros se vieron favorecidos, y en algunos casos no significó una diferencia.

“Sentí que la formación en la un sentido más humanista y en la relación interpersonal que universidades”. (Participante promoción 2015).

UC tenía enfocado en otras nº 16,

El cuerpo académico tiene un rol importante, por su aporte respecto a la orientación para el mundo laboral. “…en primer año me gustó mucho la carrera y recuerdo con satisfacción que varias profesoras me motivaron con sus clases”. (Participante nº 03, promoción 1984).

Los que pertenecen a las primeras generaciones, y hasta la década de los ´90, consideran como un desafío tanto positivo como negativo, el haber cursado una carrera considerada de género femenino: “Haber sido el primer enfermero varón egresado de la PUC y lograr el primer lugar en mi promoción”. (Participante nº 12, promoción 1975). En términos negativos, se describen factores como el hecho de ser una carrera


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predominantemente femenina y asociada a un nivel de ingresos bajo. Esta percepción se da, principalmente, al inicio de la carrera:

Tuve compañeras excelentes, muy capaces, muy luchadoras y de alto profesionalismo”. (Participante nº 03, generación 1984).

“Significó sentirme parte de una minoría dentro de un grupo mayoritariamente de sexo femenino”. (Participante nº 11, promoción 2012).

“Para mí fue una excelente experiencia. Los y las docentes de la Escuela siempre trataban de utilizar lenguaje inclusivo, que aún no se consideraba mucho en la época”. (Participante nº 16, generación 2015).

Los que describen la experiencia como algo que los favoreció, sobre todo al momento de enfrentar el mundo laboral, señalan: “…en el mundo laboral, ser varón fue un plus y una oportunidad para que los empleadores eligieran a enfermeros de sexo masculino; me vi privilegiado en términos de empleabilidad y desde el año que egresé me he visto favorecido y he tenido puestos de jefatura”. (Participante nº 01, promoción 1999). Al mismo tiempo, lo favorable se experimenta como una oportunidad de crecimiento personal a través del encuentro con lo femenino, como el apreciar distintos puntos de vista en las opiniones o haber encontrado acogida e inclusión por parte de las compañeras. De esta manera, para los enfermeros, la experiencia del cuidado no tiene que ver con el sexo biológico o género: “El haber estudiado con tantas mujeres me dio gran conocimiento y capacidad para ver las cosas desde muchos puntos de vista.

Con el cambio generacional, desde el 2000 en adelante, el estudiar una carrera considerada tradicionalmente femenina por parte de la sociedad, adquiere un carácter diferente. No existe diferencia por parte de una persona de sexo masculino, lo cual se fundamenta en la forma de relaciónarse a la par con el género femenino previo al ingreso a la carrera, simplemente se considera irrelevante establecer una diferencia y así lo expresan: “… para mí no significó nada distinto a cualquier carrera del área de la salud”. (Participante nº 02, promoción 2007). “No tuvo ningún significado especial, me sentí cómodo estudiando lo que quería estudiar”. (Participante nº 06, promoción 2009). “Nada en particular, ya había cambio de mentalidad”. (Participante nº 13, promoción 2014).


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Siguiendo en esta línea, se considera que es irrelevante tratar de establecer un aporte desde lo masculino a la enfermería profesional. No deberían haber diferencias en la actualidad, pues el superar las barreras establecidas por los sesgos de género es en sí mismo un avance para el desarrollo de la profesión, ya que personas de ambos géneros son capaces de entregar un cuidado de calidad y humanizado de la misma manera. Así lo indican algunos ex alumnos: “Hombres y mujeres hacemos aportes al desarrollo de la sociedad. El aporte de lo masculino es tan valioso como el femenino”. (Participante nº 03, promoción 1984). “Yo creo que los aportes no se diferencian entre hombres y mujeres, ambos cuidamos con cariño, disciplina y estudio”. (Participante nº 04, promoción 2018). “Me parece irrelevante la discusión de género en la profesionalización o no de una disciplina”. (Participante nº 10, promoción 2009).

Los avances que se suelen considerar como aporte de lo masculino a la enfermería desde su incorporación, se asocian principalmente a la apertura de nuevas áreas para la profesión. Esto obedece al sesgo propio de cada época que, en agunos momentos, impedía que las mujeres pudiesen optar a ciertas áreas, privilegiando a los hombres para nichos donde las enfermeras hasta el momento no habían podido ingresar. Por lo tanto, se trata de un sesgo de género y no de la capacidad de la enfermera, como queda claro con las siguientes declaraciones: “A mi parecer, el incorporar la equidad o paridad de género a la carrera hace que ésta se transversalice en cuanto al desarrollo de oportunidades, las que décadas atrás no se pensaban para profesionales de enfermería”. (Participante nº 07, promoción 2012). “Me impresiona que no pocas enfermeras y enfermeros se desarrollan en otros campos laborales en forma espectacular”. (Participante nº 03, promoción 1984). Situación o experiencia destacada

“La enfermería como profesión no puede tener un sesgo de género. Mujeres y hombres son capaces de ser profesionales destacados en el arte del cuidar.” (Participante nº 12, promoción 1975).

En término de situación o experiencias que hayan marcado la etapa de formación, se destacan oportunidades de crecimiento tanto en lo personal como laboral, vividas durante la época de estudiantes. Se


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recuerdan como muy motivadoras, lo que se ejemplifica a continuación: “La participación en representatividad estudiantil, las actividades extracurriculares en la universidad, TSR”. (Participante nº 04, promoción 2018). “Cursos de la carrera con modalidad de aprendizaje más servicio, eran muy gratificantes porque le daban un sentido distinto al estudio”. (Participante nº 05, promoción 2015). “El apoyo de mis profesoras para salir adelante durante toda la carrera”. (Participante nº 12, promoción 1975). “Cuando empezamos prácticas en hospitales y consultorios fui viendo el rol de la enfermería y lo encontré muy relevante”. (Participante nº 03, promoción 1984).

Conclusión El rescatar los recuerdos y experiencias de varones egresados de Enfermería UC, permite desmitificar temas relacionados con el género y la profesión de enfermería por parte de la sociedad.

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Existen aspectos transversales en las distintas generaciones y se destaca que el espacio femenino de la carrera ha significado una instancia de crecimiento para ellos a nivel profesional y personal. El haber estudiado Enfermería, y en particular en las aulas de la UC, por la humanización del cuidado y trabajar a la par con sus colegas, sin sesgos de género, los ha caracterizado hasta el día de hoy. Además, las experiencias y aprendizajes durante la carrera, el curriculum formativo, las compañeras y el cuerpo académico, han jugado un rol clave.


Ceremonias de Investidura

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Ceremonias de Investidura La Ceremonia de Investidura es un rito tradicional y muy significativo, en que los alumnas/os reciben los símbolos profesionales bendecidos por un sacerdote.

E.U. Sra. Lucrecía Rakela coloca toco a alumna de primer año Srta. Silvia Krebs Alfonso (1950).

En los inicios de la carrera, las alumnas que ingresaban a estudiar enfermería se mantenían como postulantes durante el primer semestre, período en el cual se evaluaban las aptitudes y valores personales que se requerían para esta profesión. A inicios del segundo semestre, aquellas que cumplían con estos requisitos, eran seleccionadas para proseguir la carrera. En la Ceremonia de Investidura1 se ratificaban los méritos de las alumnas seleccionadas y se les entregaban dos símbolos bendecidos por el sacerdote: la toca y la lámpara encendida. La Ceremonia de Investidura de las primeras trece estudiantes que ingresaron a la carrera, se realizó el viernes 7 de julio de 1950, en el Salón de Honor de la Universidad Católica y fue presidida por el Rector Mons. Carlos Casanueva. Esta ceremonia, que por un tiempo se descontinuó, se retomó durante la dirección de la profesora Paz Soto. Actualmente se realiza a inicios del segundo año de la carrera, antes que los estudiantes empiecen las experiencias clínicas, por tanto, es la primera vez que visten el uniforme. 1  Carrera de Enfermería Primera Promoción 1950-1953. Horizonte de Enfermería Año 2 (1): 5-6, 1991.


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E.U. Srta. Nelly Rodó N. entrega lámpara a la alumna delprimer año del ccurso fundacional, Sor Paula Puelma C.

Alumnas de la primera promoción de la Escuela al final de la Ceremonia de Investidura (1950).

Alumnos en Ceremonia de investidura (2019).

Es una ceremonia formal que se realiza en la capilla del campus, en la cual se bendice a los estudiantes vestidos con uniforme portando las “lámparas”, las mismas que años más tarde encienden el día de su titulación. Padres y profesores acompañan a los estudiantes en este emotivo ritual. Tal como lo manifestó M. Isabel Catoni en su discurso del año 2010: “... al recorrer la historia de la Enfermería y de nuestra escuela, descubrimos que con la ceremonia de investidura se quiere significar que el estudiante ya está preparado para recibir el alto honor o dignidad de cuidar a los enfermos...”2.

2

Discurso Ceremonia de Investidura de M. Isabel Catoni, Directora de Pregrado, año 2010.


70 años de cuidado humanizado en salud

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Discurso de Ceremonia de Investidura 2020 Fernanda Ponce

Estudiante 2°año Ceremonia Investidura, año 2020

E

stimadas María Isabel Catoni, Directora de la Escuela de Enfermería, Silvia Barrios Araya, Directora de Pregrado, Luz María Herrera, Sub Directora de Pregrado, Profesoras, administrativas(os), familiares, amigos, compañeras y compañeros, tengan todos muy buenas tardes. Antes de comenzar con mi discurso, quiero agradecer a Carolina Hermosilla y Germán Vergara por haber colaborado con estas bellas palabras para ustedes. Tengo el honor y agrado de estar aquí presente y dirigirme a todos ustedes en este día tan especial y esperado por todos nosotros y nosotras, para intentar expresar todas estas emociones y sentimientos que nos embargan en estos momentos que sin duda las palabras se hacen pocas. Hoy nos encontramos lejos, pero unidos por un momento que quedará en nuestros recuerdos por siempre, nuestra investidura. Cuántos de nosotros nos proyectamos en nuestras y nuestros compañeros más grandes, luciendo sus uniformes con respeto y honor. Solo queríamos lucir ese uniforme azul marino que destacaba en el mar de estudiantes de la UC.


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Y bueno… aquí estamos, luciéndolo para nosotros mismos y nuestra familia, este uniforme que con tanto cariño anhelábamos usar. En estos momentos se me vienen muchos recuerdos a la mente, como, por ejemplo: el primer día de universidad, donde muchos de nosotros y nosotras no conocíamos a nadie, donde algunos y algunas de región, teníamos que salir de la casa con el Google Maps para saber qué línea de metro tomar, o bajarnos del metro con el mapa de la universidad para saber dónde quedaban las salas de clases, sin duda un nuevo y gran desafío para todos. Poco a poco fuimos adaptándonos más, conociendo y compartiendo con más compañeras y compañeros, formando parte de grupos de amigos que, sin duda, son un gran apoyo en todo momento, también nos fuimos acercando más a nuestras queridas profesoras de la Escuela, a quienes agradecemos por todas las horas invertidas en nuestra formación y enseñanza integral, por darnos herramientas y valores esenciales que nos ayudan a crecer tanto a nivel personal como profesional, y por nunca dejarnos desamparados. También queremos dar agradecimientos a la Directora de Pregrado, Silvia Barrios, y la Coordinadora de Asuntos Estudiantiles, Elizabeth Nahuelan, quienes estuvieron presentes y preocupadas ante cualquier

inquietud que tuviéramos como alumnos y alumnas, y como curso en general, donde nunca nos dejaron de lado y siempre pudimos contar con su apoyo. Es así como fuimos formando un ambiente muy favorable y acogedor. Nada hacía presagiar que la pandemia llegaría y cambiaría los planes de todos. Modificó núcleos familiares, su estructura, muchos debieron enfrentar dificultades muy duras, muchos perdieron a sus seres queridos, muchos sufrimos con el cambio, y por eso quiero felicitar a cada uno de ustedes, porque a pesar de la adversidad, a pesar de los difíciles momentos que hemos vivido, de los cambios y momentos amargos, hemos podido salir adelante, hemos podido pasar obstáculos y ahora ¡Miren donde estamos! En un par de días comienzan nuestras tan anheladas y temidas prácticas. Con esto quiero dejarles una frase que remarca mucho lo que estamos experimentando. Estos últimos meses han sido muy distintos, atrapados en este oscuro encierro, con mucha incertidumbre en lo que viene, pero creo firmemente que nos han ayudado a conectarnos con una parte de nosotros que no conocíamos y hemos podido aprender de ello. Nos ha ayudado a dejar ese estilo de vida tan ajetreado y nos ha obligado a parar y sentar la cabeza para así reflexionar sobre cada una. Esta


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frase puede ser inspiración para muchos de nosotros, y me gustaría que la recuerden cuando se presenten otras dificultades: “Amaré la luz porque me enseña el camino, pero soportaré la oscuridad porque me muestra las estrellas”.

atención digna y de calidad para cada uno de nuestros futuros pacientes. Esto recién comienza, nuestros pequeños pasitos cada vez van dejando huellas más profundas que debemos llevar con seguridad y con la vocación de servicio.

Estoy muy segura de que al final, saldremos de esta situación fortalecidos y con nuevas energías para volver a nuestras actividades presenciales y continuar armando el futuro que queremos.

Estoy muy feliz de estar en este minuto con mi uniforme, de comenzar dentro de poco nuestra primera experiencia más cercana a lo que hace un enfermero/enfermera. Quiero desearle mucho éxito a mis queridos compañeros y queridas compañeras, se que lograrán todo lo que tienen en mente y nunca dejen de soñar.

Sé que nos queda un largo camino por recorrer aún, que estamos recién iniciando esta linda etapa, pero con todas nuestras experiencias, con todo lo que hemos aprendido en este periodo. Gracias a nuestras queridas profesoras, tenemos identificado cual es el rol de enfermería, el cual es crucial en el cuidado: la interacción, la atención que brindamos, el buscar las necesidades y problemas que tiene cada paciente, y no solo de él, sino también del círculo de personas que lo acompañan, lo que nos lleva a ser una parte importante en salud. Vamos a ser la generación que realizó su primera práctica en pandemia, y sin duda esta práctica nos enseñará una gran virtud: la valentía, necesaria para tomar la mejor decisión en el futuro, para hacer frente a la injusticia y para velar por una

Hoy y siempre, me siento y sentiré orgullosa de pertenecer a esta Escuela, y de decir: Soy estudiante de la Escuela de Enfermería de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Muchas gracias.


Premio Espíritu de la Escuela de Enfermería

7.


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Premio Espíritu de la Escuela de Enfermería1 Este premio fue creado en el año 1990 con el propósito de destacar al alumno egresado de cada promoción que mejor represente los valores formativos de la Escuela de Enfermería UC. Estos valores se expresan, según lo estipulado por el premio, en vocación de servicio, respeto al ser humano, responsabilidad, honestidad, alegría, optimismo, creatividad, liderazgo y compromiso con la Escuela y la profesión. Esta distinción se entrega anualmente en la Ceremonia de Titulación para distinguir al egresado/a que, a juicio de sus pares y del cuerpo académico, mejor encarna dichos valores. El año de su creación coincide con la promulgación de la Constitución Apostólica sobre las Universidades Católicas Ex Corde Ecclesiae (ECE), del Sumo Pontífice Juan Pablo II. A la fecha lo han recibido 34 egresadas/os. M. Cecilia Campos entrega Premio “Premio Espíritu Escuela Enfermería UC” a la alumna Aintzane Gallastegui Braña (2012).

Profesora Claudia Alcayaga junto a la alumna Margarita Yuraszeck, "Premio Espíritu Escuela Enfermería UC” (2020).

1 Campos C., Castellano, A., (2015) Premio Espíritu de la Escuela de Enfermería U.C. Revista Horizonte de Enfermería, 26 (2): 11-18.


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Tabla 1. Ganadores del Premio Espíritu Escuela de Enfermería UC 1990 – 2020

Ganadores Años 1990 – 2005 Miguel A. Morales Pardo (1990) María S. Hidalgo Foweraker (1991) Cherie Zúñiga Vásquez (1992) Patricia Carvallo Holz (1993) Pascale Pagola Davis (1994) Sylvia Navarro Cabezas (1995) Pamela Valdevenito Aravena (1996) Kareen Berger Vila (1997) Claudia Zúñiga Ramírez (1998)

Ganadores Años 2006 - 2020 María Fernanda Torres Gálvez (2006) Víctor Contreras Ibacache (2007) Cecilia Gómez Gajardo (2008) Nathaly Juacida Martínez (2009) Dayann Martínez Santana (2010) Macarena Amtahuer Rojas (2011) Aintzane Gallastegui Braña (2012) Lisette Ossio Abarca (2013) Camila Valdés Martinic y Maximiliano Sanhueza Guerra (2014) Magaly Mora Ulloa (1999) María José Tapia (2015) Delfin Levicoy Almonacid (2000) Pilar Sánchez Vio (2016) Paulina Alarcón Orellana (2001) Denisse Sepúlveda Hermosilla (2017) Ana M. Martínez Nicolas (2002) María Antonieta Villablanca y Alvaro Olivos Vergara (2018) María Magdalena Rodríguez Campusano Karla Labra Urra (2003) (2019) Violeta Godoy Martínez (2004) Margarita Yuraseck Krebs y María Jesús Figueroa Bauzá (2020) Nicole Garay Unjidos (2005)


Yenny Barra Rosales (en memoria)

8.


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Yenny Barra Rosales (en memoria) Exalumna detenida - desaparecida en octubre de 1977 Yenny Barra R. ingresó a estudiar enfermería el año 1973 y debía titularse junto con la generación 1977, pero esto no sucedió. Desapareció cuando cursaba su internado en enfermería comunitaria, en octubre de 1977, pasando a integrar la nómina de detenidos desaparecidos de esa época. Sus compañeras recuerdan lo sucedido como una situación muy dolorosa que les tocó vivir. Después de 35 años de búsqueda, el Servicio Médico Legal pudo identificar sus restos y su familia y amigos pudieron velarla y darle sepultura. Sus restos fueron enterrados el 10 de noviembre de 2012 en el Memorial del Cementerio General. Como un homenaje a ella y acto reparativo, quisimos incluir en este libro su memoria. Leticia Marzolo -su profesora guía del internado comunitario realizado en Puente Alto- recuerda su excelente desempeño en el consultorio, en colegios y en la comunidad: “Yenny se destacaba por su empeño en ayudar a las personas, enseñarles los cuidados de la salud física y mental y en mejorar la vida comunitaria.” Algunas de sus compañeras de generación recuerdan que era una joven tranquila, tímida, muy callada y estudiosa. “Estábamos en tercer año, ella informó a la escuela que la seguían unas personas extrañas, por lo que su mamá la mandó a vivir a una


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casa en el centro de Santiago (vivía en San Bernardo)”, cuenta una de sus compañeras. Añade otra de sus compañeras: “Un par de veces la fuimos a dejar para acompañarla hasta su casa.” Una vez que desapareció, según cuenta su compañera Virginia Hevia, sus padres fueron a la escuela y se reunieron con algunas alumnas para saber si tenían algún dato de ella, y cuando visitaron a su mamá, ella les pidió que no fueran más porque también les podía pasar algo. El año 2013, como acto de reparación, nuestra universidad en una ceremonia organizada por la FEUC y la Dirección Superior homenajeó a 28 personas, entre estudiantes, profesores y funcionarios ejecutados y detenidos desaparecidos vinculados a la universidad. Se entregaron títulos a las familias de tres egresados, además de certificados de avance significativo y diplomas de pertenencia extendidos por la Federación. El rector Ignacio Sánchez cerró la emotiva ceremonia de homenaje póstumo con estas palabras: “Entregar este reconocimiento ha sido para mí un acto inolvidable”. El año 2018, gracias al trabajo del Colectivo Memoria PUC, la FEUC, el Centro de alumnos de Enfermería y Obstetricia (CAEO) y la Dirección de la Escuela de Enfermería UC, realizaron una ceremonia en su memoria. En dicha ocasión los estudiantes de la Escuela,

de forma unánime, decidieron instalar una placa en su memoria en la Sala del Centro de Alumnos, la que desde esa fecha (2018) se llama Sala Jenny Barra. Ahí se señaló: “Aunque con este acto no podemos hacer verdadera justicia por lo que pasó, tenemos la certeza y hacemos el compromiso que su nombre y su historia jamás serán olvidados”, fueron las palabras de María Gracia Pavéz, presidenta del CAEO 2018. La directora de la Escuela de Enfermería, María Isabel Catoni, expresó: “Nos sentimos afortunados por haber tenido a Jenny como alumna. Su historia nos impulsa a continuar con la misión de trabajar por la excelencia de esta Unidad Académica, en un espacio de unidad, de tolerancia y de respeto por las personas”. Su hermana Susana Barra, destacó: “Ella creía en el hombre nuevo, que formaría una nueva sociedad. Para eso, había que preparase, había que estudiar,


| 140

había que ser mejor persona, mejor mujer, mejor revolucionario. Es por eso, también, que estudió la carrera de enfermería, por su profunda conciencia social”. Su recuerdo está presente en el Colegio de Enfermeras, en la plaza Guarelo de San Bernardo y en el Museo de la Memoria. Giannina Richeda, compañera de generación señala: “Yenny es una estrella que brilla en la oscuridad del pasado”.


Reflexiones finales

9.


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Reflexiones finales Los relatos de exalumnas/os de 40 de las 66 generaciones que se han formado en esta Escuela dan cuentan de la gratitud e inmenso amor por la formación recibida, lo que les ha permitido ser profesionales insignes, distinguiéndose en los diferentes campos en los que se han desempeñado. En sus palabras dicen: “ser ex alumna de la Escuela de Enfermería de la Universidad Católica es algo que nos enorgullece, la formación académica que recibimos, el rigor científico, la capacidad de análisis crítico, el buscar la evidencia y el fundamento para hacer las intervenciones de cuidado, son algo que nos marcó profundamente”. Expresan que la Escuela les imprimió un corazón abierto para servir a los demás y que la enfermería más que un trabajo, es un compromiso, una misión de vida y de amor. Estos aprendizajes se entremezclan con los valores internalizados, entre los que se destacan: la conceptualización integral de la persona como ser biopsicosocial y espiritual, la importancia de reconocer y respetar su dignidad, la responsabilidad vinculada a deberes y compromisos con las personas necesitadas de cuidado y la comunidad, la solidaridad para ir en ayuda de cualquier persona, en especial en situaciones de vulnerabilidad, y la empatía, frente al sufrimiento y dolor de los demás. También agregan haber aprendido que la esencia de la enfermería es el cuidado, saber adaptarlo a todas las etapas y situaciones del ciclo vital, incluidas las relacionadas con el embarazo y maternidad, a desarrollar la creatividad y a no limitarse por falta de recursos. Muchos destacan el modelaje recibido por


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parte de las profesoras, así como el enfoque integral del cuidado. Una de las principales fortalezas de la formación recibida radica en el énfasis dado a la visión holística de las personas, la importancia de la empatía, el respeto y la aceptación para establecer una relación de ayuda significativa, personalizada y humanizada. Rescatar los recuerdos de varones egresados y sus experiencias como estudiantes de Enfermería en la UC, permite desmitificar aspectos relacionados con el género y la profesión. De esta manera, destacan que el espacio femenino de la carrera ha significado una instancia de crecimiento, no solamente a nivel profesional, sino que también a nivel personal. Destacan numerosas, divertidas y entretenidas situaciones que narran como anécdotas vividas. A continuación, destacamos algunos ejemplos: • Escenarios que vivieron las primeras generaciones bajo el régimen de internado, situaciones tales como la llegada de “remesas” de las casas de sus padres, lo que se celebraba en los dormitorios con risas y cuchicheos para no ser sorprendidas por su “celadora” Sor Virginia, todo un personaje que alegró sus días.

• Subir las escaleras del hospital con baldes, lavatorios y otros utensilios para el aseo de los pacientes, lo que era muy engorroso, y peor cuando se les caían dando bote con mucho ruido, agregado a la vergüenza de ser vistas por los estudiantes de medicina. “En una ocasión, llevando una bandeja con tomas de muestras en las manos, ¡a alguna de nosotras se le deslizó el portaligas al suelo a la salida del ascensor!” • Respuestas de pacientes frente a sus preguntas, por ejemplo: "¿Señor Ud. obró ayer?" "Sí señorita, yo rezo todas las noches”. • Lo ocurrido producto de las exigencias al realizar actividades recreativas para los enfermos del hospital psiquiátrico; las aventuras en las prácticas de salud pública; y en los inviernos lluviosos, cruzar Vicuña Mackenna arriba de un triciclo. • La vez que un grupo decidió como intervención en el Hospital Psiquiátrico Horwitz, en el ala de mujeres, hacer una sesión de belleza cortando el pelo con peligrosas tijeras y pintando las uñas que era contraindicado en las terapias electroconvulsivas. • Inolvidables momentos de “carretes” e intensas actividades en la siempre esperada Semana Mariana.


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Los relatos dan cuenta de la importancia de las amistades forjadas durante los años de estudio, que en muchos casos han perdurado a lo largo de sus vidas. También destacan la participación en muchas actividades extracurriculares (voluntariado, pastorales, trabajos comunitarios, apoyo en catástrofes, semana universitaria), instancias que enriquecieron su formación y que fueron estimuladas y apoyadas por profesoras/es de la Escuela. Con satisfacción podemos decir que la Escuela en sus 70 años de existencia ha contribuido a mejorar el cuidado de la salud en Chile. Nuestros exalumnos están repartidos a lo largo del país, desempeñan labores en diferentes ámbitos en áreas públicas y privadas, en hospitales, clínicas, centros de salud, en docencia e investigación, y en la gerencia de centros de salud. Muchos ocupan altos cargos en diferentes instituciones de salud y educación, así como en organizaciones humanitarias y como consultores, colaborando en políticas de salud a nivel nacional e internacional. Hoy día, año 2020, enfrentan la pandemia, la falta de recursos y las dificultades sociales presentes en el país. Estamos seguras que traer a la memoria recuerdos de tantas/os exalumnas/os que aceptaron participar en la aventura de publicar este libro, reforzará el compromiso

de la comunidad de la Escuela para continuar con la formación de las nuevas generaciones. A los estudiantes les permitirá conocer la evolución de la enseñanza de la Enfermería, y valorar la fuerza con que el proceso formativo marca a fuego los valores de esta noble profesión.


Anexos

10.


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Anexo 1 1er PLAN DE ESTUDIO EN ESCUELA DE ENFERMERÍA Año 1950 PRIMER AÑO: PERÍODO PRECLÍNICO 4 MESES – PERÍODO CLÍNICO 6 MESES Religión Ciencias Físicas y Biológicas Anatomía, Fisiología, Microbiología, Química Fisiológica Enfermería y Artes Afines Arte de Enfermería, Nutrición Normal Ciencias Sociales Psicología, Sociología, Historia de la Enfermería, Ética, Adaptación Profesional Ciencias Sanitarias Introducción a la Salubridad

45 horas 255 horas 100 horas

100 horas

30 horas

SEGUNDO AÑO: PERÍODO CLÍNICO 10 MESES Religión Ciencias Sanitarias Higiene, Enfermería Sanitaria Ciencias Médicas Medicina, Cirugía, Obstetricia, Otras Especialidades Terapéuticas, Anatomía Patológica Enfermería y Artes Afines Enfermería Médica, Enfermería Quirúrgica, Enfermería Obstétrica, Enfermería en Infecciosos, Enfermería Sanitaria Dietética

60 horas 40 horas 291 horas 136 horas 50 horas


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TERCER AÑO: PERÍODO CLÍNICO 11 MESES Ética Profesional Ciencias Sanitarias Salud Pública, Medicina Social, Enfermería Sanitaria Ciencias Médicas Psiquiatría, Higiene Mental, Venéreas, Tuberculosis, Pediatría, Primeros Auxilios Enfermería y Artes Afines Enfermería en Tisiología, en Venéreas, en Pediatría, en Psiquiatría, Enfermería Avanzada, Asistencia de Salas

25 horas 72 horas 114 horas 196 horas

CUARTO AÑO: PERÍODO CLÍNICO 9 MESES Unidad Sanitaria

3 meses

Especialización. Tesis

6 meses


| 148

Anexo 2 3er PLAN DE ESTUDIOS DE LA CARRERA ENFERMERO/A - MATRÓN/A Año 1975 Semestre y Asignaturas

Siglas

Créditos

MAT 101 QUI 101 BIO 105 ENF 100

10 9 14 12

QUI 151 ENF 104 ENF 141 PSB 140 ENF 140

9 8 8 6 4

BIO 130 ENF 148 ENF 151 BIO 135

8 18 6 14

ENF 190T ENF 152 ENF 153 ENF 154 BIO 140

6 6 5 5 10

I semestre Matemáticas Química General Anatomía Enfermería y Ciencias Sociales II semestre Química Orgánica Bioestadística Salud y Desarrollo Económico y Social Psicología de la Personalidad Evolución y Tendencia Profesional III semestre Química Biológica Necesidades, Crecimiento y Desarrollo Humano I Enfermería Básica I Fisiología IV semestre Interacción Humana Enfermería Básica I Enfermería Básica II Enfermería Básica III Farmacología


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Fisiopatología Anatomía Patológica Microbiología e Inmunología

MEB 201 MEB 201 BIO 145

6 6 10

MEB 206 ENF201 ENF 202 ENF 203 ENF 204

6 8 10 10 10

ENF 149 ENF 218 ENF 221 ENF 215

14 8 14 10

ENF 223 ENF 224 ENF 225

6 10 6

ENF 226

6

ENF 227

12

ENF 235 ENF 236 ENF 237 ENF 241T

16 20 12 6

ENF 245 ENF 270 ENF 281T

15 8 10

V semestre Parasitología Atención de Enfermería en Pacientes Médico-Quirúrgicos I Atención de Enfermería en Pacientes Médico-Quirúrgicos II Clínica Médico-Quirúrgica I Clínica Médico-Quirúrgica II VI semestre Crecimiento, Desarrollo y Necesidades Humanas II Enfermería Ginecológica Enfermería Psiquiátrica Adulto Enfermería del Individuo con Problemas Infecto-contagiosos VII semestre Enfermería del Niño con Problemas de Salud Enfermería Médica del Lactante, Preescolar y Escolar Enfermería Quirúrgica del Lactante, Preescolar y Escolar Enfermería del Recién Nacido con Problemas Médicoqirúrgicos Enfermería Infantil en Comunidad VIII semestre Ciclo Materno Clínica Obstétrica I Clínica Obstétrica II Taller de Análisis Profesionales IX semestre Clínica Obstétrica III Enfermería de Urgencia Seminario de Título


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X semestre Internado de Enfermería 1 Requisitos de Egreso Currículo Mínimo Currículo Optativo Currículo Facultativo

397 42 15

TOTAL CRÉDITOS

454

REQUISITOS DE TITULACIÓN • Aprobar los créditos mínimos, optativos y facultativos establecidos en el plan de estudio • Aprobar el Internado • Aprobar el Examen de Grado

1

Posteriormente se le asignaron créditos al Internado de Enfermería.


70 años de cuidado humanizado en salud

151 |

Anexo 3 PLAN DE ESTUDIOS ACTUAL Título Profesional Enfermera(o) Matrona(ón) Título Profesional Enfermera(o) con Certificado Académico en un área de la Enfermería: Adulto, Adulto Mayor, Niño, Salud Comunitaria o Salud Mental y Psiquiatría. Semestre y Asignaturas

Siglas

Créditos

ENF1116

10

QIM100

10

ENF1119

10

MEB103F

10

PSB118

10

I semestre Enfermería: Profesión y Disciplina Química General Prevención y Manejo de Accidentes Anatomía General y Del Desarrollo Psicología de la Personalidad Examen de Comunicación Escrita

0

Test de Inglés II semestre Bioquímica Celular Cuidados de Enfermería Salud Intercultural

BIO136C

15

ENF1132

10

ENF1126

10

Electivo en otra disciplina

10

Electivo en otra disciplina

10

III semestre Fisiología Microbiología e Infectología

BIO135F BIO149E

10 15


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Cuidados de Enfermería en el Ciclo Vital Bioestadística

ENF2201

15

EYP1083

10

Teológico

10

IV semestre Enfermería en Salud de la Comunidad I Fisiopatología General y de Sistemas Farmacología Clínica

ENF2205

15

MED821 MEE200E

10

Electivo en otra disciplina

10 10

V semestre Cuidados de Enfermería de la Mujer y Recién Nacido Proceso de Ayuda Interpersonal en Enfermería

ENF2302

30

ENF2306

06

Electivo en otra disciplina

10

Electivo en otra disciplina

10

VI semestre Cuidados de Enfermería en la Infancia y Adolescencia Fundamentos Antropológicos y Éticos de la Enfermería

ENF2310

30

ENF2324

10

ENF2318

30

ENF2406

10

ENF2314

10

ENF2400

10

ENF2321

10

ENF2412

05

Electivo en otra disciplina VII semestre Cuidados de Enfermería del Adulto y Adulto Mayor Investigación en Enfermería Optativo de profundización VIII semestre Enfermería en Salud Mental y Psiquiatría I Gestión de Enfermería en Servicios Clínicos Enfermería en Salud de la Comunidad II Seminario Profesional Optativo de profundización


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Enfermera(o) Matrona(ón) IX semestre Cuidados de Enfermería en la Mujer con Problemas de Salud Gineco-obstétricos Cuidados de Enfermería del Recién Nacido

ENF2500

20

ENF2544

20

ENF2504

25

ENF2508

25

ENF2528

10

X semestre Internado Ambulatorio en Salud de la Mujer Internado Hospitalario en Salud de la Mujer Enfermería en Urgencias

Enfermera(o) con certificado académico en un área de la Enfermería IX semestre Internado de Enfermería Hospitalario Internado de Enfermería Ambulatorio

ENF2512

25

ENF2516

25

ENF2520

20

ENF2524

20

ENF2528

10

X semestre Curso mínimo de profundización Curso mínimo de profundización Enfermería en Urgencias

ENFERMERÍA DEL ADULTO ENF2520 20 ENF2524 20 ENFERMERÍA DEL NIÑO ENF2540 20 ENF2544 20


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ENFERMERÍA EN SALUD MENTAL Y PSIQUIATRÍA ENF2552 20 ENF2556 20 ENFERMERÍA EN SALUD COMUNITARIA ENF2548 20 ENF2436 20 ENFERMEÍA DEL ADULTO MAYOR ENF2536 20 ENF2532 20


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Anexo 4 Generaciones que participaron en este texto:

Años de las generaciones 1953 1954 1955 1956 1959 1960 1961 1962 1965 1966 1967 1971 1972 1973 1975 1976 1977 1979 1981 1984

1985 1987 1988 1990 1991 1992 1996 1997 1998 1999 2000 2002 2003 2007 2009 2011 2013 2014 2016



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