La estanquera de Vallecas

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La estanquera de Vallecas. Invención de un final alternativo.

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La estanquera de Vallecas

CUADRO IV (Al día siguiente por la mañana, Leandro observa atentamente todas las paredes y las golpea una por una. Ángeles en la cocina, la abuela en la camilla con las cartas y el Tocho arriba. Es domingo y ha salido el sol, dentro de lo que cabe.) ABUELA.—¿Qué haces, Leandro? Te repito que no tengo un pico y que ni se te ocurra destrozarme la casa. LEANDRO.—(Riéndose.) ¡Que no, coño, que solo estaba observándolas! Pero con un pico... ABUELA.—Que no. Que además, ¿cómo pretendes que yo tenga un pico en mi estanco? LEANDRO.—Bueno, bueno, tampoco se ponga así. Cualquiera diría que he roto algo. ABUELA.—Pero lo tenías en mente. (Se levanta.) Voy a ver qué hace Ángeles.

(Justo cuando la Abuela se marcha llega Leandro con una caja enorme entre los brazos.) TOCHO.—Ayer os oí hablar a la Abuela y a ti sobre un pico que si tenía o no tenía y mira lo que he encontrado.

(Le entrega la caja. Leandro la abre y se le queda cara de asombro al ver un pico dentro.) LEANDRO.—(Riéndose.) Y la Abuela decía que no tenía ningún pico... (Llama a la Abuela.) ¡¡¡¡ABUELA!!!! ABUELA.—Pero bueno ¿Qué pasa? ¿por qué gritas así?

(Llega al estanco donde están los dos, mira el pico que tiene Leandro en las manos y se queda pálida.) LEANDRO.—¿Cómo es que no tenías ningún pico y hemos encontrado esto? ABUELA.—¿Dónde lo habéis encontrado? TOCHO.—En un cuarto de arriba.


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ABUELA.—No tenía ni idea de que estaba ahí.

(Llega Ángeles.) ABUELA.— (A Ángeles.) ¿Tú sabías que este pico estaba en esta casa? Porque yo no. ÁNGELES.—Sí. Lo encontré hace dos o tres años en el estudio del abuelo. ABUELA.—¿Por qué no me lo dijiste? ÁNGELES.—Pensaba que tú ya lo sabías. (Pausa.) TOCHO.—Por cierto ¿Dónde está el poli? ÁNGELES.—Antes le he visto subir al wáter.

(Desaparece Leandro escaleras arriba como un galgo y vuelve a los pocos segundos cabizbajo.) LEANDRO.—Se ha largado por el balcón. (Se sienta en una silla.) TOCHO.—Será cabrón. (Pausa.) ÁNGELES.—Perdón. Yo no sabía que podría saltar desde el balcón, es mucha altura. LEANDRO.—Le habrán puesto una lona o algo.

(Con todo, llega la hora del almuerzo. A la Abuela le suenan las tripas sonoramente y todos ríen descaradamente.) ABUELA.—Ángeles, ve a preparar el almuerzo, por favor, y vosotros dejad de reíros que a vosotros también os suenan las tripas ¿O no? TOCHO.—(Entre risas.) Tan sonoramente no. LEANDRO.-Es que tus tripas se podrían usar de alarma nuclear. (Más risas.) ABUELA.—(Malhumorada.) Sois unos exagerados. Voy a ayudar a Ángeles porque si no la ayudo yo... (Entre dientes.) ¡Par de vagos!

(La abuela se va. Leandro se levanta y empieza a dar vueltas por la habitación tocando las paredes.) TOCHO.—¿Qué pretendes hacer? LEANDRO.—Pretendo agujerear una de las paredes para poder escapar sin que la pasma se entere. TOCHO.—Y... ¿cómo pretendes hacerlo? LEANDRO.—Con este precioso pico.

(Llegan la abuela y Ángeles con una bandeja llena de comida y todos se sientan alrededor de la mesa para poder comer a gusto.) TOCHO.—¡Qué bueno está esto! ÁNGELES.—La abuela es la que mejor cocina del barrio. LEANDRO.—Pues debes tener razón porque muy bueno tiene que estar lo que los otros cocinan para estar más bueno que esto. ABUELA.—(Se ruboriza.) Anda, callaos que me vais a sacar los colores. ÁNGELES.—Un poco tarde para eso. (Risas.)


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(Se terminan el almuerzo y las dos mujeres se levantan para recoger todo. Cuando desaparecen, Leandro se levanta y empieza a ojear las paredes.) TOCHO.—Dudo que la Abuela te deje agujerear sus preciadas paredes. LEANDRO.—Intentaré convencerla. Además, si nos fugamos a la noche, la Abuela tiene la opción de decir que nos hemos escapado sin que se enteren y puede quejarse al ayuntamiento. Con un poco de suerte le reforman la casa. TOCHO.—Y todos contentos.

(Llegan la abuela y Ángeles.) LEANDRO.—(A la abuela.) Hemos decidido que esta noche no dormiremos aquí. (Señala la pared

con la mano en la que lleva el pico.)

ABUELA.—¿Qué? ¡Ni hablar del peluquín! ¡Te dije que no me destrozarías la casa con el pico! TOCHO.—¿Pero es que no lo entiendes? Si nos vamos por la noche podréis decir al día siguiente a la pasma que nos fuimos sin que os enterarais y si os quejáis al ayuntamiento, puede que os reformen la casa. (Pausa.) ABUELA.—Es una buena idea. Pero ¿Y si la policía está por detrás de la casa? La policía no es tonta, seguramente ya la ha rodeado. ÁNGELES.—Todavía no la ha rodeado. Mirad por esa ventana. Da a la parte de atrás de la casa.

(Todos miran por la ventana y, efectivamente, no hay nadie detrás de la casa excepto las personas que habitualmente pasan por allí.) TOCHO.—(A Ángeles) Eres la más lista, por eso me pones a mil. (Risitas.) ABUELA.—(Al Tocho.) Dejad de hacer manitas o te las corto.

(Se separan inmediatamente. Ángeles se ruboriza y el Tocho se enfada.) TOCHO.—Déjame disfrutar de la buena vida que después de esta noche no la voy a ver más. A no ser que... ABUELA.—¿A no ser que qué? TOCHO.—A no ser que nos llevemos a Ángeles. ABUELA.—¿Qué?¿Estás loco o qué te pasa? TOCHO.—Tranquila, que solo era una broma. Pero cuando pasen unos años, podremos volver aquí. ÁNGELES.—Eso sería genial. ABUELA.—(Irónicamente.) Sí, sería genial. LEANDRO.—Bueno, bueno, primero tenemos que pensar la mejor forma de escapar sin que se enteren. Porque hacer un agujero en la pared no es fácil y mucho menos silencioso. ABUELA.—Eso es verdad. ¿Cómo podemos empezar? TOCHO.—Primero tenemos que ver dónde hacer el agujero. ÁNGELES.—Sí, pero si empezamos a hacer el agujero ahora, por el otro lado se va a notar. LEANDRO.—(Con tono de superioridad.) Yo ya he pensado en eso. Sabemos que la pared mide 27 cm. Por eso, no podemos hacer el agujero a cachos porque, como bien ha dicho Ángeles, se notaría por el otro lado. Así que he pensado que si vamos quitando poco a poco, centímetro a centímetro por toda la superficie del agujero, que lo dibujaremos antes, cuando nos falte un


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centímetro o medio, pararemos para seguir a la noche. Cuando hayamos hecho el agujero, nos podremos ir sin que nadie se entere.

(Todos se quedan callados ante el perfecto plan propuesto por Leandro.) LEANDRO.—¿Qué me decís? TOCHO.—(Sorprendido.) Con todo el tiempo que llevo conociéndote, todavía me sorprendes. ABUELA.—(Sorprendida también.) No sabía que alguien tan... tan como tú pudiera planear un plan tan perfecto como ese. LEANDRO.—(Rojo de vergüenza.) Es que he estado mucho tiempo pensándomelo. (Pausa.) Bueno, pues manos a la obra.

(Como si de repente despertaran de un profundo sueño todos se ponen a trabajar: Leandro con el pico, el Tocho con la pintura y el metro, la abuela preparando limonada y Ángeles con la aspiradora para quitar todos los escombros. Cinco horas más tarde.) LEANDRO.—(Al Tocho.) ¿Cuánto mide? TOCHO.—26 cm y medio. Ya hemos terminado. ÁNGELES.—(Resoplando.) Por fin, hemos tardado 5 horas. (Apaga el aspirador.)

(Llega la Abuela con la cena en una bandeja.) ABUELA.—Justo para la cena. TOCHO.—Menos mal porque con tanto esfuerzo me muero de hambre. LEANDRO.—¿Esfuerzo?¿Tú? Pero si solo has pintado y medido el agujero. Yo sí que he hecho esfuerzo con el pico.

(Todos se sientan para comer.) ÁNGELES.—(Con tono de disgusto.) ¿A qué hora vais a salir? TOCHO.—Tranquila. (La acaricia.) Que después volveremos. LEANDRO.—Saldremos hacia las dos de la madrugada, para asegurarnos de que no nos encontramos ningún imprevisto. ABUELA.—Pues entonces todos a la cama. (A Leandro) Mañana hacia las nueve de la mañana avisaré a la policía. LEANDRO.—Vale.

(Todos suben para dormir. La abuela se retrasa. Leandro la mira con cara de interrogación.) ABUELA.—Yo me quedaré a hacer la guardia.

(Sin hacer ninguna pregunta Leandro se va.)

OSCURO


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CUADRO V (Muy lentamente y sobre todo muy silenciosamente llegan las dos de la madrugada. Leandro, el Tocho y Ángeles se levantan. La abuela se ha quedado dormida durante su guardia. Delicadamente Ángeles la despierta.) ÁNGELES.—(En un susurro.) Abuela, despierta. Que ya son las dos de la madrugada y los chicos ya se van. ABUELA.—(Medio dormida todavía.) Déjame diez minutos más por favor, mamá.

(Todos se quedan sorprendidos pero pronto empiezan a reír.) TOCHO.—(Aún riéndose.) Si tu madre todavía vive hay que verla. ABUELA.—(Despierta del todo ya.) ¡Cállate, bocazas! A ver si la vas a liar el ultimo día. LEANDRO.—(Cambiando de tema.) Todavía hay que terminar el agujero. Tenemos que procurar no hacer mucho ruido. ÁNGELES.—Pues manos a la obra.

(Como el día anterior, todos empiezan a trabajar: Leandro con el pico, el Tocho con el metro, Ángeles supervisando la obra y la abuela preparando comida para el viaje. Media hora después.) ABUELA.—Ya os lo he preparado todo y os lo he metido en esta mochila. LEANDRO.—Gracias Abuela. Nosotros ya casi hemos terminado. ¿Cuánto mide? TOCHO.—26 cm y tres cuartos. Diez minutos más y terminamos.

(Dicho y hecho. Diez minutos después ya está el agujero hecho.) LEANDRO.—(A la Abuela.) Apague la luz para que no nos vean fuera.

(La abuela apaga la luz y les da la mochila con la comida. Ángeles abraza desesperadamente al Tocho.) TOCHO.—(Sorprendido.) Tranquila, volveremos dentro de un par de años. Te lo juro. ÁNGELES.—Mejor. LEANDRO.—Bueno, ha sido todo un placer. ABUELA.—Lo mismo digo.

(Leandro y el Tocho desaparecen por el agujero.) ABUELA.—Vamos a la cama, hija, que es muy pronto.

OSCURO


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CUADRO VI (Dan las nueve de la mañana y la abuela todavía está dormida. Por suerte, Ángeles está levantada y la despierta.) ÁNGELES.—Abuela, despierta que hay que ir a avisar a los policías de que Leonardo y el Tocho se han ido. ABUELA.—(Se despierta de golpe.) Es verdad. Tenemos que ir corriendo a avisarles. Ante todo hay que poner cara de felicidad. Porque se supone que ellos han intentado matarnos. ÁNGELES.—Vale.

(Las dos mujeres se visten y salen corriendo al balcón para avisar a los policías.) ABUELA.—(Chillando.) ¡¡¡¡SE HAN ESCAPADO!!!! UNA VOZ.—¿Qué? ÁNGELES.—(Chillando también.) ¡¡¡¡QUE SE HAN ESCAPADO!!!!

(Se forma un revuelo por toda la plaza. Todos los policías corren en todas direcciones.) OTRA VOZ.—¿Cómo se han escapado? ABUELA.—Ayer nos amordazaron para que ellos pudieran hacer un agujero con un pico que han encontrado en mi casa. Hoy por la noche nos han desatado y nos han dicho que se iban. OTRA VOZ.—¿Y por qué no nos habéis avisado por la noche? ÁNGELES.—Porque nos hicieron tragar unos somníferos. Y bueno, todo el mundo sabe lo que pasa cuando te tragas unos somníferos... ABUELA.—¿Quién va a reparar mi casa? OTRA VOZ.—Tranquila, mañana contrataremos a unos obreros para que te la reparen.

(La Abuela y Ángeles vuelven a entrar en casa.) ABUELA.—Venga a recoger.

CUADRO VII (Han pasado 18 meses. La abuela sigue con el negocio y Ángeles sigue ayudándola. A las dos se les ha olvidado lo sucedido hace año y medio. Entran dos muchachos a la tienda: uno, con gorra y otro, con gafas de sol.) MUCHACHO CON GORRA.—(A Ángeles, que está en el mostrador.) Un paquete de tabaco, muñeca. ÁNGELES.—Son cien pesetas. MUCHACHO CON GORRA.—¿No me vas a descontar nada por ser un amigo? ÁNGELES.—(Sorprendida.) Yo no le conozco de nada. MUCHACHO CON GORRA.—¿Estás segura?


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FIN

Eylon Ortiz de Murua

La Estanquera de Vallecas (Al día siguiente, por la mañana, Ángeles y la Abuela se encuentran haciendo el desayuno, mientras, Tocho y Leandro hablan con cierto nerviosismo en sus palabras.) TOCHO. Leandro, ¿qué hacemos? La poli nos va a pillar y de la cárcel salimos a los 80. LEANDRO. No tengo ni idea, Tocho. Solo sé que esto lo veo más negro que la equipación del Rayo. No tenemos salida, deberíamos entregarnos… TOCHO. Venga, Leandro no te me rayes, ¡que te meto una hostia que te mando al otro mundo! Tú estate tranquilo que ya encontraremos una salida. ABUELA. (Sale de la cocina con una sartén en la mano y con cara de pocos amigos.) ¿Queréis dejar de protestar? Venid a la cocina que el desayuno está listo. ÁNGELES. (Coge una servilleta y se limpia la boca.) Venga, Abuela, yo creo que ya es hora de decírselo. ABUELA. Sí, tienes razón hija, diles tú que a mí no me sale de dentro. TOCHO. ¿De qué estáis hablando? No me jodas que vais a ir a la poli. No me jodáis, hombre, que cuando salgamos de esta os devolveremos todos los gastos causados, no sé cómo pero os lo devolveremos, os lo prometo. ÁNGELES. Que no, hombre. Es que mi Abuela y yo estuvimos hablando ayer a la noche y hemos pensado que os vamos a decir como podéis escapar. TOCHO. (Se levanta de la silla tirándola al suelo y haciendo gestos de victoria. Luego se abraza con Leandro.) Sí, ¡joder! Te lo dije, Leandro te lo dije, de esta salíamos seguro. ¡Que les jodan a la poli y a toda la madre que les parió! (Se dirige a Ángeles y a la Abuela y les da un beso en los morros a cada una.) ¡Os quiero, joder, os quiero! ¡Somos libres! ABUELA. Venga, menos festejar y vayamos al grano que he quedado para jugar al mus. ÁNGELES. La cosa es que tenemos una puerta escondida en el desván. Ahora estad atentos que esto es lo que vais a tener que hacer. Cuando abramos la puerta bajaréis unas escaleras que os conducirán al trastero. De ahí habrá otra puerta que abrirá al garaje. Buscaréis nuestro coche y huiréis. TOCHO. ¿Vuestro coche? ¿Y qué antigualla tenéis? ABUELA. Menos cháchara. El coche es un Renault azul de cinco plazas. ¡Anda que no habré hecho carreras urbanas yo con él! TOCHO. ¿Oyes, Leandro? Nos vamos a dar el piro a 200 por hora, como en las pelis. Leandro, ¿qué hostias te pasa? ¡Estás muy callado! LEANDRO. No te confundas, Tocho, yo estoy muy feliz. Pero, ¿ellas qué? La poli les encarcelará por dejarnos escapar. ABUELA. No te preocupes, chaval, anda que no me habré librado yo de estas así. (Hace un gesto de mucho con dedos.) Gracias por preocuparte Leandro, se nota que eres un buen chaval. No como tu colega.


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TOCHO. ¡Eh! ¡Menos insultar, vieja! ABUELA. ¡Cállate, zopenco! Pero te vuelvo a repetir, no te preocupes, que sé mentir muy bien. ÁNGELES. ¡Eso es verdad! La Abuela es la que mejor miente de todo el barrio. TOCHO. (Abriendo los brazos.) Ven aquí, Leandrito y dame un abrazo que hoy va a ser el mejor día de nuestra vida. ABUELA. Menos cantar victoria y a fregar los platos. Mientras, nosotras vamos a preparar todo. TOCHO. ¡Mira que eres aguafiestas, eh vieja!

(Una vez fregados los platos, Tocho y Leandro salen a donde se encuentran Ángeles y la Abuela. Se les ve felices, van abrazados y con una sonrisa de oreja a oreja.) ABUELA. En esta mochila os he puesto un par de bocatas, una botella de agua, alguna fruta y una botella de whisky para que lo festejéis a lo grande. LEANDRO. Gracias Abuela, no sé como agradecéroslo. ÁNGELES. A ver, esta llave azul es la que abre el coche. El coche está saliendo de la puerta del desván, giras a la izquierda y en el primer cruce hacia la derecha, a partir de ahí seguid recto hasta que veáis el Renault azul de matrícula 7342. ABUELA. ¡Sin rayarlo! TOCHO.Tranquila, Abuela. Que yo he ganado el campeonato callejero de tuning de Vallecas 4 veces consecutivas. Soy el nuevo Michael Schumacher. ¡Los coches son lo mío! ÁNGELES. ¡Ah sí! ¡Que se me olvidaba! Nosotras, dentro de 2 horas saldremos y le contaremos a la policía lo sucedido. Estábamos durmiendo cuando al despertarnos vosotros no estabais y tampoco estaban las llaves del coche. TOCHO. ¡Está bien! Oye una cosita, ¿unas perricas no tendréis, no? Porque nos vamos a tener que dar el piro lejos y para la gasofa y hasta que encontremos curro nos va a hacer falta. LEANDRO. ¡Tocho, no te pases! ABUELA. Os hemos metido unas pelas para que podáis ir tirando. Venga, vayamos hacia el desván para que os abramos las puertas.

(Una vez abierta la puerta y llegado al trastero, se produce un cierto silencio y las 4 personas se miran mutuamente.) ÁNGELES. Bueno, ha llegado el momento de despedirse. (Con los ojos llorosos y cayéndole alguna lagrimilla se dirige hacia Tocho y le da un apasionado besos en los labios.) ¿Vendrás a visitarme algún día? TOCHO. Claro que sí, muñeca. Vendré y tú y yo nos casaremos, y serás la mujer más privilegiada de todo el mundo.

(Mientras Tocho y Ángeles se besan y hablan, la Abuela y Leandro se acercan para despedirse.) ABUELA. Pues nada, Leandro, espero que te vaya bien en la vida, y te voy a dar un consejo: píllate un trabajo y no te metas en más líos como estos, que de esta te has librado pero podías haber terminado en la cárcel. LEANDRO. Lo sé, Abuela. Estese segura de que le haré caso, estese segura. (Leandro, muy

emocionado, le da un largo y emotivo abrazo a la Abuela.)

TOCHO. Venga, Leandrito, deja a la vieja en paz que ya tiene sus tacos para estar ligando contigo.


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ABUELA. No hay quien te cambie, ¡eh chaval! Y mira que tienes suerte que te has librado de esta. TOCHO. ¡Y todo gracias a usted, Abuela! ¡Venga y deme un abrazo! (Abre los brazos y abraza tan

fuerte a la Abuela que casi la tira al suelo.)

LEANDRO. Bueno, ya va siendo hora de que nos vayamos. ¿El coche está por ahí, no? ABUELA. Sí, sí, por ahí y luego seguid recto hasta ver un coche azul Renault de matrícula 7342. ÁNGELES. Os acompañaríamos, pero es que nos verían las cámaras. Pero no os preocupéis que es fácil de encontrar. TOCHO. Bueno, venga, nosotros nos vamos. (Leandro y él empiezan a andar en dirección hacia el

coche.)

ABUELA. ¡Dentro de unos meses, cuando todo se haya calmado venid a visitarnos eh! TOCHO. ¡Claro que sí, Abuela! ¡Claro que sí! ABUELA. ¡Pero que no se os olvide el coche y el dinero que nos debéis, eh cerdos! TOCHO. ¡A ti sí que no hay quien te cambie, Abuela! ¡A ti sí que no!

(Las 4 personas se despiden levantando las manos. Aunque Ángeles a duras penas lo consigue, ya que no para de llorar.

Álvaro Goñi

La estanquera de Vallecas CUADRO CUARTO (Al día siguiente, por la mañana, descubren que el policía ha escapado por el balcón. LEANDRO habla por teléfono con su mano vendada. El TOCHO, a su lado y ÁNGELES, detrás. La ABUELA, en la camilla con las cartas. Es domingo y ha salido el sol, dentro de lo que cabe.) LEANDRO. …Hola, sí, soy yo… sabe perfectamente que no vamos a salir si ustedes no se retiran… no, claro, no hemos robado nada… sí, todos están bien. ¿Quiere hablar con ellos?... ¿No?... Oiga, perdone, déjese de pamplinas, ahora le toca escuchar. La Abuela está dando la vara con que quiere ver a un cura para confesarse. Así que ya sabe: deje entrar al cura del pueblo y no les pasará nada… (dirigiéndose al TOCHO con cara de aburrimiento). Dice que se va a poner el cura para hablar con nosotros, ¡y a ver si esta abuela se calla de una puta vez! (se pone serio y vuelve a hablar por el teléfono)…Sí, sí… La Abuela que se siente mal por no sé qué chorradas y que le ha dado por confesarse, oye… Sí, ya sé que no es fácil que te dejen entrar, pero es por la salud de la abuela, y de los demás como no se calle inmediatamente… ¿Sí?... ¿Que va a entrar? Bien, le esperamos. (a TOCHO) Tú, coge la pistola y abre la puerta, que va a entrar el cura y no quiero que estos nos la metan doblada… TOCHO. ¡A mandar! ABUELA. ¡Gracias a Dios! Por fin podré confesarme… y a vosotros dos también os convendría hacerlo, que no sois más que dos delincuentes de poca monta… ¡Mira que no saber ni robar a una indefensa anciana y a su nietecita!


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TOCHO. (Desde la puerta y con el puño amenazante) ¡Mecagüen con la abuelita de los cojones! ¡Cómo no te calles ahora mismo te meto un viaje que te mando a Roma a ver al Papa y que te confiese sin intermediarios! ¡No te jode la vieja esta! ÁNGELES. ¡Tranquilízate, Tocho! Déjale a la pobre que se confiese y que sea feliz. LEANDRO. Ya me gustaría a mí que con confesarse se solucionaran todos mis problemas… Yo con trabajar de albañil me conformo, y dejaría este trabajo, si es que se puede llamar así.

(Entra el cura con la sotana, con el bonete, el rosario y la Biblia en mano.) CURA. ¡Alabado sea Dios! (haciendo el nombre del padre) Arrepentíos, hermanos, lo mejor es que os entreguéis. TOCHO. ¡Eeeeiii! Usted en sus asuntos y a confesar a la Abuela, ¡hombre! Y arreando que es gerundio, majo. LEANDRO. Espero que no se lo tome a mal, pero le tengo que atar a una silla porque no estamos para confiar en nadie, como usted comprenderá. (Con una cuerda en la mano y señalando a una

silla).

CURA. Pues si no hay otro remedio… Venga aquí, hermana, acérquese… Ave María Purísima… TOCHO. Déjese de aves Marías y leches y al turrón. CURA. Aquí uno no puede trabajar en paz, ¿o qué? (Se enfada y da un suspiro). Bueno recomencemos. Dios le oye, diga sus pecados y él se los perdonará. ABUELA. Pues mire usted, estos días he estado jurando mucho y me he cagado muchas veces en Dios… CURA. ¿Quéeeeeeeeeeeeee? (Alarmado por lo que acaba de oír) Ay Dios mío de mi vida y de mi corazón… ¿es verdad lo que he oído?... (y se desmaya) ABUELA. ¿Padre?...¿Se encuentra usted bien?...¿Padre? TOCHO. Pues vaya mierda de cura, un pecadito de nada y ¿ya está así? No me quiero ni imaginar cómo se pondría al oír mis pecados (A carcajada limpia). ÁNGELES. Pues aquí habrá que hacer algo porque si preguntan por él… TOCHO. Tú no te preocupes, bomboncito. Ahora ven aquí y dame un beso, guapa. Aprovechando que no nos ve el cura… (Haciéndole gestos para que se acerque y con cara maliciosa) ÁNGELES. Ya sabes que por mí lo haría… pero va contra la voluntad de la Abuela.

(Mientras todo esto ocurre, LEANDRO ha estado sumergido en sus pensamientos y dando vueltas por la habitación. De repente, sobresaltado, se dirige a TOCHO) LEANDRO. ¡Tochoooooooooo! Vas a pensar que soy el puto amo, ¡tengo el plan perfecto! Mira, tú vas a quitarle la sotana al cura y te la vas a poner. La abuela va a fingir que le ha dado un ataque de ansiedad y entonces salís los dos de la casa y os vais al hospital en ambulancia. Mientras vosotros dos despistáis a la policía, Ángeles y yo tiraremos un colchón por el balcón por donde se ha escapado el policía y nos tiraremos sobre él. Nos reuniremos en las afueras de la ciudad. TOCHO. Leandro, tío, ¡eres el mejor! Ahora explícaselo a la abuela y yo iré a hablar con mi chica. (Se dirige a donde está Ángeles y le explica el plan. A Ángeles) ¿Lo has entendido, mi terroncito de azúcar? ÁNGELES. Por supuesto. Y puesto que no lo preguntas lo diré yo… ¡me parece genial! Lo único que habrá que convencerle a la Abuela… TOCHO. Por eso no te preocupes. Leandro es el mejor convenciendo a la gente para que hagan lo que él quiera. ¡Ya lo verás! Mira. (Habla con Leandro) Jefe, ¿has hablado ya con la vieja?


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LEANDRO. Eh, sin faltar. Que ahí donde la ves, nos va a dejar unos ahorrillos que tiene para escaparnos y empezar una nueva vida los cuatro juntos. (Con una sonrisa de oreja a oreja.) TOCHO. ¿Me estás vacilando? ¿En serio? ¡Vamoooooooossss! (Ahora habla con Ángeles que ha estado oyendo la conversación). ¿Has oído, cariñín? ¡Vamos a vivir juntos! He pasado de no tener nada a tenerlo todo! ÁNGELES. Es que mi abuela cuando quiere es la mejor del mundo mundial. (Se dirige a la Abuela gritando y con gran felicidad). ¡Te quiero, abuelita! (Ahora se dirige a TOCHO, que lo ha visto con envidia) ¡Y a ti también, guapo! ABUELA. ¡Yo también te quiero, mi vida! LEANDRO. Vamos a dejarnos de tonterías y comencemos el plan. Vístete con la sotana, Tocho. Y usted, Abuela… no sé lo que tiene que hacer pero que parezca que está mal. ÁNGELES. De esto no te preocupes, que la Abuela es la mejor del barrio actuando).

(Tocho y la Abuela se preparan y se disponen a actuar. Unas voces de fuera hablan con ellos). TOCHO. Oigan, ¿me oyen? El cura al habla. Perdonen, que a la Abuela le ha dado un ataque de ansiedad y tenemos que ir al hospital. Llamen a una ambulancia. Nos disponemos a salir. VOZ DE FUERA. Está bien… La ambulancia ha llegado, por favor salgan inmediatamente, pero solo el cura y la Abuela.

(El TOCHO y la ABUELA consiguen llegar a la ambulancia y se dirigen al hospital. Por el camino, obligan al conductor a salir del vehículo y se escapan a las afueras del pueblo a 140 Km./h. Una vez allí, se juntan con ÁNGELES y LEANDRO consiguieron escapar, pero de milagro.)

Maialen Oteiza

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LEANDRO. Venga, vamos. (Se acerca a la puerta y grita hacia fuera.) ¡Eh!. ¡Nos entregamos! VOZ DE AFUERA. ¿Cómo?¿Qué? LEANDRO. Que vamos a salir.


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VOZ DE AFUERA. ¿Qué? LEANDRO. Ahora están sordos. ¡Que nos entregamos! (Se oye cierto revuelo y consultas a la

superioridad.)

MEGÁFONO. Muy bien, mejor para todos. Ahora haced lo que os digamos: lo primero, abrid despacio la puerta y echad fuera todas las armas que tengáis. ¿Entendido? LEANDRO. Eh, eh, nos entregamos pero sin exigencias. MEGÁFONO. Está bien, lo único que os pedimos es que tiréis todas las armas que tengáis. Lo demás lo haremos a vuestra manera. LEANDRO. Vale, tomad las armas (Leandro echa al suelo las armas que tienen y las empuja hacia

fuera, todas excepto una, que se la guarda Ángeles en el bolsillo.)

MEGÁFONO. Ahora disponte a salir lentamente. Y luego tu compañero, ¡venga!

(Leandro sale hacia fuera.) EL POLICÍA. (Saca las esposas y lo detiene.) ¡Lo tengo! MEGÁFONO. ¡Venga! ¡Ahora tú, como quiera que te llames! TOCHO. Voy, voy… (Tocho sale del estanco.) EL POLICÍA. ¡Ya está! ¡Tengo a los dos criminales! Jajaja ¡Para que luego digan que los malos siempre ganan! Jajaja os hemos engañado pero mucho. TOCHO. No estés tan seguro... EL POLICÍA. ¿Qué? TOCHO. Nada, nada… EL POLICÍA. ¡Vamos! ¡Llevémosles a comisaría cuanto antes!

(Ángeles y la Abuela salen de la tienda y van hacia los policías.) ÁNGELES. ¡Un momento! EL POLICÍA. Dinos, muchacha ÁNGELES. Quiero asegurarme de que os los lleváis a comisaría y que esto no es otro jueguecito que hayáis planeado. EL POLICÍA. Está bien, vente conmigo, yo te llevaré a comisaría, ellos van en otro coche. ÁNGELES. No, no, porque así me podéis llevar a mí a otro lado y quitarme de en medio. ¡Exijo ir en el mismo coche que ellos! EL POLICÍA. Jodé con la niñita… nos ha salido pedigüeña… está bien… yo llevaré a los delincuentes y a la niña. ¡Vamos! ¡No hay tiempo que perder! ¡Quiero verles ya entre rejas! ÁNGELES. Me parece bien. (Tocho y Leandro se ríen.) Jajajaja ¡Qué tontos! EL POLICÍA. ¿Qué os hace tanta gracia? No me parece que estéis en un momento de vuestras vidas en el que sea muy gracioso, os vamos a acusar de robo, secuestros, daños a la autoridad… así que ¡menos risitas! TOCHO. ¡Lo sentimos, señor policía! Jajajaja. EL POLICÍA. Anda, que ya os vale… ¡Venga! ¡A la furgoneta!

(Camino hacia la comisaría Ángeles saca la pistola y apunta al policía.) ÁNGELES. No muevas la mano del volante, que como cojas la radio para avisar ¡te pego un tiro! EL POLICÍA. Pero, pero…


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ÁNGELES. Vamos, que no tengo hasta mañana. Pero, pero ¿qué? Ya no soy tan niñata ¿no? EL POLICÍA. Pero… ¿tú? Si lo único que hemos hecho ha sido ayudaros a ti y a tu abuela… ¡esto qué es! ¿Una broma, no? ÁNGELES. Ya te gustaría que fuera una broma ya… ¡anda! Cállate y llévanos al aeropuerto más cercano, como no lo hagas… TOCHO. ¡Muerte al policía! Jajajaja. LEANDRO. ¡Eso, yo estoy con Tocho! ¡Muerte! ÁNGELES. ¡Callaos! ¿No me ibais a dejar hacer esto sola? TOCHO. Sí… ÁNGELES. ¡Pues ya está! (Al policía.) ¡Y tú! ¡Venga! ¡Cómo no cambies ya de dirección te pego un tiro sin ninguna piedad! ¡Que he tenido buenos profesores mientras no movíais ni un dedo por salvarnos! EL POLICÍA. De acuerdo, ya vamos camino hacia el aeropuerto. Y respecto a lo que no hacíamos nada… Te recuerdo que estoy aquí por ti. ÁNGELES. ¡Pues eso! Que si supierais hacer bien vuestro trabajo ¿estarías aquí? LEANDRO. ¡Jajajaja! EL POLICÍA. ¿Y? ¿Qué pensáis hacer en el aeropuerto? Todos se habrán dado ya cuenta de que no hemos llegado, ¡y al primer sitio que irán es al aeropuerto! Si aunque sea fuerais más originales, y cogierais el tren, pero nada, ¡que no os da la cabeza! LEANDRO. Oye, oye, el policía este tiene razón. Ahí nos van a pillar. ÁNGELES. ¡Cuidadito con lo que dices, poli! Te recuerdo que tienes un arma a dos centímetros de tu cabeza. En cuanto a lo que ha dicho, sí, puede que tenga razón. ¡A la estación! ¡Rápido! EL POLICÍA. Me vais a volver loco.

(Pasadas dos horas.) ÁNGELES. ¿No deberíamos haber llegado ya a la estación? TOCHO. Sí, estaba a una hora como mucho. LEANDRO. ¿A dónde coño nos llevas? EL POLICÍA. Es que estaba la estación cerrada, y no quería despertaros, así que he pensado que estaría bien llevaros a la de autobuses. ÁNGELES. Esto me huele a timo. Gira hacia la derecha, por ese caminito, que parece llevar a un sitio apartado y tranquilo. EL POLICÍA. ¡Esto lleva al monte! TOCHO. ¡Que le hagas caso, joder! ¡Qué manía con contestar a todo!

(El policía se mete a la derecha.) ÁNGELES. ¡Así me gusta! EL POLICÍA. (Para el coche) Ya estamos. ÁNGELES. Bien, ahora ponte de rodillas. EL POLICÍA. ¿Qué? ÁNGELES. ¡Lo que has oído! EL POLICÍA. ¿Para qué? LEANDRO. ¡Que le hagas caso! EL POLICÍA. (Se pone de rodillas.) ¡Ahora no me iréis a matar, después de todo este viaje! TOCHO. ¿No has oído eso de que nunca te fíes de la gente? Pues eso…


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(Ángeles dispara al policía, y a continuación se oyen sirenas.) TOCHO. ¿Cómo nos han encontrado? Maldito policía, no llega a estar muerto, y le mataba con mis propias manos asfixiado, para que sepa bien lo que es sufrir. ÁNGELES. No hay tiempo para tonterías ¡corramos!

(Los policías se pasan una semana buscándoles por todo el bosque, pero no les encuentran.) TOCHO. ¡Qué fiera, Abuela! ¿Cómo sabías que estábamos aquí? ¿Y el helicóptero? ABUELA. Una que sabe buscar. Respecto al helicóptero… qué decir, que me han gustado vuestras técnicas, robando es todo mucho más barato y rápido. ÁNGELES. ¡Esa es mi abuela! ¡Sí señor! ABUELA. Ya está, este es un sitio seguro. Os deseo buena suerte. He de admitir que tampoco lo he pasado tan mal con vosotros. TOCHO. Bueno, parece que ha llegado la hora de separarnos… ¡Buena suerte también a vosotras! LEANDRO. ¡Un placer, señoritas! ¡Nos vemos pronto! ÁNGELES. ¡Adiós! Y lo dicho, ¡hasta pronto! ABUELA. Adiós. LEANDRO. Adiós. TOCHO. Adiós.

Amaia Glaría


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La estanquera de Vallecas CUADRO IV ÁNGELES-(Desde la cocina.) ¡Leandro, tráeme de la despensa los macarrones, por favor! LEANDRO-Ahora voy, un momento.

(5 minutos después…) TOCHO- Date vida, Leandro, que a este paso no cenamos ni mañana.

(Leandro hace un mal gesto a Tocho, quien se lo devuelve con una risita un tanto desafiante.). ÁNGELES- Muchas gracias. LEANDRO- De nada, mujer, de nada.

(Desde el cuarto.) ABUELA-Ángeles hija, cuando esté la cena lista, me avisas que me voy a dar un baño. ÁNGELES- Está bien, abuela.

(Cada uno va a lo suyo, Ángeles cocina mientras los dos chicos se entretienen viendo el Telediario. La Abuela, mientras tanto, se relaja dándose un calentito baño.) ÁNGELES- ¡Chicos, la cena está lista! LEANDRO Y TOCHO-(Al mismo tiempo.) ¡Voy!

(Ángeles le llama a la Abuela desde la cocina.) ÁNGELES- ¡Abuela, la cena está encima de la mesa!

(La Abuela no contesta.) ÁNGELES- Abuela, te lo repito, ¡se te va a enfriar la cena! (Pausa.)

(La Abuela no contesta y Ángeles empieza a preocuparse. Va hacia el cuarto de baño.) ÁNGELES- (Abre la puerta del baño. Grita.) ¡Pero qué te ha pasado, abuela!

(Tras este grito Leandro y Tocho van rápidamente al lugar.) TOCHO- ¿Qué ocurre, Ángeles? ÁNGELES-(Llorando.) La abuela…la abuela…se ha…se ha… TOCHO-Tranquila Ángeles, tranquilízate. ÁNGELES-(Desconsolada.) La abuela…se ha muerto.


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(Los tres comienzan a llorar tirados en el suelo del cuarto de baño. Los llantos se escuchan fuera de la casa. Los policías, ante esos ruidos, comienzan a preguntar lo que pasa ahí dentro.) MEGÁFONO DE LA POLÍCIA- ¿Señores, pasa algo por ahí dentro? TOCHO- (A Leandro.) Ya están tocando los cojones…siempre igual. LEANDRO-(Al policía.) Sí. Ha ocurrido una cosa muy grave. La Abuela ha fallecido.

(Los policías extrañados de lo que han oído vuelven a hacerles la misma pregunta.) MEGÁFONO DE LA POLICÍA- ¿Ocurre algo ahí dentro?

(Tocho da un bote desde el suelo y se dirige como un energúmeno hacia la puerta de entrada a la casa. Leandro intenta retenerlo, pero cualquier esfuerzo ante Tocho, que está fuera de sí, en ese momento no sirve para nada.) TOCHO-(Al cuerpo policial.) ¡Me caguen to´ lo que se menea, lameculos más que lameculos! ¡Ya está bien de que vengáis siempre a joder en los momentos más oportunos! LEANDRO-¡Tocho Tocho, tranquilízate hombre! MEGÁFONO DE LA POLICÍA- Tranquilo, hombre, tranquilo…no te pongas así de histérico que no hemos hecho más que una pregunta. Ah por cierto, ¿es necesario que tiremos la puerta abajo y entremos a por el cadáver de la Abuela? TOCHO- (A Ángeles.) ¿Qué les digo, cariño? ÁNGELES-(Entre sollozos.) Diles que no hace falta que tiren la puerta abajo para entrar. Ahora mismo voy a ir yo y voy a dejarles entrar. Es mejor que le hagan algo a la abuela lo antes posible.

(Tocho acata las órdenes de Ángeles.) TOCHO-(Al policía.) Podéis entrar siempre y cuando respetéis una condición. POLICÍA- ¿Cuál es esa condición? TOCHO-(Responde.) La condición es que cuando entréis a por la abuela nosotros dos podamos escaparnos de este eterno infierno sin que nos pase nada. ¿Qué te parece ‘’señor policía’’? (En tono irónico)? POLICÍA- De acuerdo. Trato hecho.

(Ángeles coge las llaves y abre la puerta de la casa. La policía examina en el mismo cuarto de baño a la Abuela y la traslada a un centro especializado para hacerle la autopsia de su muerte.) ÁNGELES- (Al policía.) Muchas gracias por lo de mi abuela, por lo demás, en cambio, no tengo nada que agradecerles. POLICÍA- De nada, muchacha. De lo segundo que me has comentado, habrá que hablarlo en comisaría. ÁNGELES- ¿A qué se refiere con lo de comisaría? POLICÍA-Me refiero a que los tres vendréis con nosotros a comisaría para investigar el caso que ha causado todo este revuelo estos días. ÁNGELES-(Extrañada.) ¿Se refiere que nos va a llevar a los tres a declarar a comisaría? POLICÍA-(Al mismo tiempo que atrapan a Leandro y a Tocho por la espalda para ponerles las esposas.) Correcto, señorita.


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(Ángeles, enfurecida, le da un golpetazo en la cabeza al policía con un jarrón de su abuela. El policía cae al suelo. Después, Ángeles amenaza a los otros dos guardias con un par de cuchillos. Los policías se ven obligados a liberar a los dos chicos.) LEANDRO-Muchísimas gracias, Ángeles. ÁNGELES-(Mientras abraza a Tocho.) De nada majo, de nada…

(Tocho, mientras tanto, observa cómo huyen los dos policías que quedaban en ese momento y en ese lugar.) TOCHO-(Gritando.) ¡Por fin!, ¡ya era hora de quitarnos a estos pesados de vista por un tiempo! ¿No es así chicos? LEANDRO-(A Tocho.) Pues sí, Tocho, pues sí, tienes toda la razón del mundo…ya era hora. Toda la vida hemos estado perseguidos por estos cobardes que siempre van en manada. ¿Qué te parece si ahora desconectamos de la rutina y empezamos con una nueva vida? ¿Qué te parece si cambiamos totalmente el rumbo de nuestras vidas y en vez de estar manguteando por las tiendas nos buscamos un curro digno y en vez de vivir en Vallecas nos vamos a una casa de campo?

(Tras unos segundos, Tocho se gira y contesta a Leandro.) TOCHO- Tienes razón, Leandro. En esta miserable vida no nos ha pasado mucha cosa buena, igual resulta que si cambiamos de aires tenemos algo de fortuna y nuestras vidas se convierten de algo miserable a algo admirable, ¿quién sabe, no es así?

(Tras unas milésimas de segundos, la ya tranquilizada Ángeles entra en escena.) ÁNGELES- Una pregunta chicos, en esa casa en el campo no cabrá otro más ¿verdad? TOCHO- Pues claro, Ángeles. Aún no hemos pensado nada sobre la casa… ¿Pero a qué te refieres con eso? ¿Quién es ese otro? ÁNGELES-¿Os importaría que me fuera yo también con vosotros? LEANDRO-Por mí, bien. TOCHO-Por mí, de puñetera madre. ÁNGELES-Pues ya está, asunto zanjado. Mañana mismo, después de recoger todo esto un poco, nos pondremos las pilas e iremos a buscar terrenos. ¿Qué os parece?

(Dicho y hecho. Los tres jóvenes se ponen manos a la obra y empiezan a recoger toda la suciedad que había tanto en la casa como en el estanco.)

CUADRO V (Tras varios días de intensa búsqueda, Ángeles ha encontrado el terreno ideal. Este terreno es de unos 800 metros cuadrados y tiene tomas tanto para el agua como para la luz. Sin perder tiempo se ponen manos a la obra con la construcción de la casa.)


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ÁNGELES-Chicos, tenemos que organizarnos. Veamos…yo me encargo de los planos de la casa, tú (señalando a Leandro) te encargarás de comprar los materiales necesarios y tú, Tocho, me ayudarás con la distribución. LEANDRO- (Bromeando.) Totalmente de acuerdo ‘’Jefa’’. (Risas.) TOCHO- Yo también estoy de acuerdo. Pues nada, ahora no queda más que cada uno haga su quehacer y listo. ÁNGELES- Muy bien. Voy a por unos papeles para empezar con el diseño de la casa. ¿Bien, chicos?

(Los dos muchachos dicen que sí con la cabeza. Todos se ponen a trabajar.)

CUADRO VI (Han pasado 10 meses desde el día que comenzaron con la obra. La construcción ha ido bastante bien. La casa está lista para que puedan irse a vivir todos juntos.) ÁNGELES-¡Por fin un día de descanso! Hacía casi un año que no tenía esta sensación de tranquilidad. Mejor dicho, esta sensación de tranquilidad no la había sentido nunca ya que en Vallecas la tranquilidad no existe. Si no son las sirenas de la policía, son las de la ambulancia, si no grita alguien porque está saludando a alguien, grita porque le han robado algo… ¡Aquello es agotador!… ¿Qué os parece a vosotros chicos? LEANDRO-(Con poco ímpetu.) Tienes razón, Ángeles, tienes razón… (Resopla de cansancio.) TOCHO-(Con una jarra de cerveza en una mano y un cigarro en la otra. ) Ya te digo que esto es vida… ¿Qué más se puede pedir?

Jesús Mari San Juan

La estanquera de Vallecas CUADRO IV (El domingo por la mañana, Tocho habla por teléfono. Leandro a su lado y Ángeles detrás. La abuela en la camilla con las cartas.) TOCHO.- ...Sí, sí, estamos bien. Sí, están bien...No, no podemos salir, la policía nos estará esperando afuera y nos llevarán a comisaría...de alguna manera tendremos que salir... LEANDRO.-¿Y si pedimos que nos pongan un coche en la puerta?

(Tapa el auricular del teléfono y susurra a su amigo.) TOCHO.-Leandro, ya sabes que estos no juegan limpio y harían cualquier cosa por pillarnos.


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LEANDRO.-Ya , pero... Si salimos con los rehenes y con una pistola cada uno no creo que nos intenten atrapar ya que si no, las mandaríamos al otro barrio.

(Destapa el auricular. ) TOCHO.-Ya sabemos qué vamos a hacer. Lo único, necesitamos que les digas que nos pongan un coche en la puerta, que saldremos con los rehenes, si ahí no hay ningún coche, pasará lo que no quieren que pase, y si no hay trampas, las dejaremos en paz...Muchas gracias. LEANDRO.-¿Qué? ¿Qué te ha dicho? TOCHO.-Pues ¿qué me va decir?

(Unos minutos de silencio.) ABUELA.-¿Y cuándo intentaréis salir? TOCHO.-Pues cuando nos avisen por el megáfono, que esperemos que sea pronto, porque tengo un hambre... Al salir de aquí, si todo sale bien, me pondré ciego de comer y de beber. ABUELA.-¡Pues sí, a ver si es pronto, sí! Que a ti no te aguantaría ni un día más metido aquí. TOCHO.-¿Tú crees que yo a ti sí o qué? ¡Vas lista! LEANDRO.-¡Basta ya! Yo sí que no aguantaría aquí un día más.

(Suena el teléfono y Tocho contesta rápidamente.) TOCHO.- ¿Sí?... Entonces, ¿podremos salir con el coche y sin ninguna trampa, no?...¿Tan tarde?...Bueno... aquí esperaremos hasta que llegue el momento, avísales a los de afuera, que más les vale no hacer ninguna trampa, que será lo mejor para ellos.

(Cuelga el teléfono, y se escuchan un par de preguntas.) LEANDRO.- ¿Qué, a qué hora saldremos?¿Habrá trampas? TOCHO.-Me ha dicho que a las 9 de la noche tendremos el coche fuera. LEANDRO.-¿Qué van a traer, el mejor coche que hay en el mercado o qué? Con que nos pongan un coche nos vale, como si es un seiscientos. TOCHO.-¡No te quejes tanto, que por lo menos nos ponen uno!

(Se escuchan unos pasos y Ángeles se acerca a ellos.) ÁNGELES.- ¿Os quedáis a comer entonces, no? Tenemos para comer sopa, pollo y de postre... no compré nada pero ya os daré un par de puros para los dos, sin que la abuela se entere. TOCHO.- Pues sí.

(Ponen la mesa para comer y empiezan con la sopa.) LEANDRO.-¡Qué rica está! TOCHO.-No creo que la haya hecho la abuela, seguro que es sopa de sobre. ABUELA.-¡Cállate, drogadicto! TOCHO.- ¡Uy, cómo está ésta...!


La estanquera de Vallecas. Invención de un final alternativo.

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(Durante una larga comida de discusiones entre la abuela y Tocho, llegan las 8 de la tarde.) LEANDRO.-Dentro de una hora estaremos saliendo, no nos queda nada para ver la luz de la calle, aunque para las 9 que serán no habrá muchos rayos de sol. TOCHO.-Es verdad, exactamente nos quedan... 58 minutos. ABUELA.-¡Si sabes contar! ÁNGELES.-Déjale abuela, no te ha hecho nada esta vez.

(Pasan cinco minutos y Ángeles sube las escaleras, coge las cartas, y baja donde estaban los tres.) ÁNGELES.- ¿Qué, un chinchón? TOCHO.- Sí, muñeca, pero después nos tendremos que echar los últimos bailes aquí dentro, ¿no?

(Ángeles sonríe y le mira a su abuela.) ÁNGELES.- Ve abuela, es buen chico.

(La abuela le mira con cara de desprecio y empiezan la partida.) TOCHO.-¡Qué mano de cuto tienes, Leandro! LEANDRO.-Ya lo siento, tío.

(Un par de partidas y los dos muchachos, al ver que la abuela gana todo el rato, se ponen a bailar con Ángeles.) MEGÁFONO.-¡Vosotros, os quedan 10 minutos. Aquí tenéis el coche!

(Tocho y Leandro se miran ilusionados y siguen bailando las últimas canciones que podían bailar con Ángeles.) LEANDRO.-Venga Tocho, es la hora. MEGÁFONO.-Cuando os digamos ya, salid despacio y ahí tendréis el coche.

(Tocho coge a Ángeles y Leandro coge a la Abuela, cada uno con una pistola en mano y empiezan a salir.) TOCHO.-Ahí está el coche, montaros y saldremos de aquí zumbando.

(Los cuatro ya listos en el coche. Tocho de conductor. Arranca y corre a toda velocidad por las calles de Vallecas. La pasma va detrás, siguiéndoles, incumpliendo el trato.) LEANDRO.- Tenías razón, no han jugado limpio así que.. ¿ya sabes lo que nos toca, no? ÁNGELES.-¡Noooooooooooooooooooooo, por favor! TOCHO.- No las podemos matar, lo que querían ellos era atraparnos, les da igual qué hacemos con ellas, no les podemos hacer nada, Leandro.


La estanquera de Vallecas. Invención de un final alternativo.

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(La abuela le mira a Ángeles y le sonríe.) LEANDRO.-Tienes razón, no les podemos hacer nada. Tocho, cuidado con la velocidad, quizás vayas demasiado deprisa. TOCHO.-Tranquilo, no pasará nada. ÁNGELES.-Entonces... ¿no nos haréis nada? TOCHO.-No. LEANDRO.-La pasma viene detrás, no nos van a dejar en paz. Tocho, nos tenemos que esconder en cualquier lado. TOCHO.-No se me ocurre ningún lado. ¿Y a ti? LEANDRO.-¡Ya sé! Cuando fuimos a robar al otro estanco de Vallecas, en la persecución ¿dónde nos escondimos? TOCHO.-En una churrería. LEANDRO.-Es verdad, ¿ahí iremos entonces, no? TOCHO.-Claro que sí.

(Se oyen sirenas detrás de ellos.) LEANDRO.-¡Tocho,cuidadoooooooooooooooooooooooooo!

(De repente se escucha un ruido tremendo. No saben dónde están. Han tenido un gran accidente pero por suerte aparecen los cuatro en el hospital. Transcurridos unos días, les dan el alta.) LEANDRO.- Ya te dije que ibas con demasiada velocidad, te lo avisé y mira qué pasó. TOCHO.-Todos tenemos fallos, Leandro. Era un momento que había que correr, si no, nos mandarían a todos a comisaría, y ahí nos cantarían las cuarenta... Y mira, con esto no hemos pisado todavía la cárcel. LEANDRO.- Tocho, es verdad que no nos pasó nada a ninguno de los cuatro, pero ¿si hubiera pasado, qué? ABUELA.-Tiene razón Leandro, Tocho, pero en parte, si no hubiera pasado esto, ahora no estaríamos aquí. ÁNGELES.-Ya... LEANDRO.-Bueno, pues eso, ¿qué hacemos esta tarde? TOCHO.-Lo que queráis.

(Y así es la vida de los cuatro, al final se hacen amigos y se van a vivir juntos a una casa de un pueblo cercano a Vallecas.)

Iciar Cervera


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