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DESCANSO Y REPOSO DEL VIAJERO ALOJAMIENTO Brocal, sueño y ventura en la Casa de la Torre En parada y reposo tras los pasos del Hidalgo Caballero, visitamos la hospedería rural dedicada a Cervantes en El Toboso Sobria, adusta y castellana, en una seca y gélida mañana invernal, nos recibe la Casa de la Torre. De formas sencillas y solariegas, mimetizadas en el entorno limpio de una villa, por la que discurren viajeros y quimeras, ideales eternos y referencias comunes a la más universal de las novelas. Quien acude en la visita de El Toboso es sabedor de los encantos de lisonja cervantina escondidos en cada rincón de sus coquetas calles, impolutas en el paso del tiempo. Certera y real, y la vez imaginaria, la cuna de la musa del Quijote esconde aquellos secretos y bellezas que uno mismo quiera imaginar (descifrar), soñando (y buscando) a su propia Dulcinea. Quien traspasa el umbral de la Casa de la Torre lo hace para seducir sus sentidos, y quizás, sucumbir a la misma demencia febril, literaria y soñadora, que Alonso Quijano. De hecho, tras cruzar las primeras estancias
Fachada actual de la Casa de la Torre
Patio exterior de la Casa de la Torre
la mirada se posa en un lugar que, hechiza y contagia, al punto, ecorazón viajero. Es el despacho de Don Quijote. Aquellos mismos legajos, novelas y manuscritos que secaran el seso y nublaran el juicio de aquel noble hidalgo “de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”, hoy arrancan la empatía peregrina sin distinción de patria, sexo, patria y cultura.