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EDITORIAL Los primeros pasos Todo proyecto vital está sujeto a un ciclo evolutivo. Lo marca la naturaleza, que tan sabiamente nos dicta sus ritmos en la propia vid, sujeta a su vez, al dictado orgánico y estacional de los meses del año. Uno de los momentos más ilusionantes y entrañables si cabe, reside, precisamente, en los inicios. En nuestra laxa memoria, no somos conscientes quizás, de recordar aquel instante más tierno en la infancia. Pero sí lo tienen grabado nuestros progenitores. Aquellos primeros pasos, titubeantes, inseguros y a la vez valientes, inconscientes pero naturales e inevitables. Aderezados en rasguño de alguna caída previa, como empírica experiencia del ensayo-error en carnes propias, uno de los hitos más significativos en la naturaleza del ser humano (marcando un estadio evolutivo) contempla justamente esos primeros segundos, ese movimiento que implica la autonomía de los primeros pasos. Así como ningún padre olvida los primeros pasos de su hijo, tampoco quedan borrados de la memoria los primeros balbuceos de la nueva Ruta del Vino de La Mancha. Presentada oficialmente en FITUR a comienzos de año, su puesta en marcha ya es efectiva en los seis municipios que la componen: El Toboso, Campo de Criptana, Alcázar de San Juan, Villarrobledo, Tomelloso, Socuéllamos. De momento, el proyecto arranca, con ilusión, pero sin ambiciones altivas, a pequeños pasos, con firmeza. Comprende a trece bodegas, ocho restaurantes, cinco alojamientos, siete vinotecas además de otros tantos operadores, agencias y guías profesionales de turismo. Diferente tripulación en el mismo barco y con mismo rumbo de destino. La nueva Ruta del Vino de La Mancha recupera un lugar, su lugar en el mundo, que por historia, tradición y propia ideosincrasia le correspondía.
«La nueva Ruta del Vino de La Mancha recupera un lugar, su lugar en el mundo, que por historia, tradición y propia ideosincrasia le correspondía» El viajero enófilo del siglo XXI, ávido de nuevas experiencias, por fin, podrá satisfacer sus demandas para conocer una tierra, imbuirse de sus paisajes y palpar, degustar (y paladear) las raíces y la personalidad de una tierra y su gente que ha vivido (y sobrevivido) durante siglos entre viñedos. Acicates culturales no le faltan a la senda que discurre entre viñedos centenarios, si además rescatamos los pasos del más universal de los caballeros. Porque La Mancha es llanura, vasta en lontananza, franca y noble, siempre acogedora con aquel visitante que sueña molinos para dormir gigante… Bienvenidos,