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Editorial

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Vino y Cultura

Vino y Cultura

Por Santiago y Santa Ana pintan las uvas…

Si nos ceñimos al calendario agrícola, o lo que es lo mismo, al refranero popular de nuestros ancestros, fiel legado antropológico que ha macado el ritmo de generaciones, la llegada del solsticio de verano resulta fundamental para posteriores labores, como la vendimia, en septiembre.

Pero los tiempos cambian y el ritmo no lo marcan las propias festividades ni costumbres más arraigadas, sino la propia naturaleza, es decir, la propia evolución del fruto que terminará por determinar su estado de maduración óptimo para la recogida. En el corazón del estío, vano es realizar conjeturas de previsiones ante una naturaleza y unos elementos que, aunque nos pese (y en pleno siglo XXI), el hombre no puede controlar.

Ha sido una primavera seca en lo climatológico para España. Pero si el calor no es ninguna novedad en la llanura que cabalgara Don Quijote, y donde el pasado islámico bautizara como La Mancha (La seca). Si hay un cultivo que resiste los envites severos de la canícula, ese es la vid. Ciertamente, el agua es vida y muy necesaria para el desarrollo futuro de esta tierra, pero a veces, precipitaciones excesivas implican condiciones idóneas para invitados fúngicos no deseados cuando viene acompañadas de temperaturas no excesivamente cálidas. Si los días siguen su curso, sin sobresaltos de piedra y tormenta, y las noches (eso sí, respetan) moderando sus mínimas, las condiciones para el posterior desarrollo de la uva serán adecuadas. Los técnicos después matizarán las fechas para la vendimia. Nada se deja a la improvisación en La Mancha cuando hablamos de vinos de calidad.

Entramos en los meses estivales cuando media población española dormita en su merecido descanso vacacional. Cerramos un primer semestre muy intenso para los vinos DO La Mancha, tras las sendas giras por Estados Unidos y China. Un esfuerzo promocional también redoblado en el interior con la presencia en FENAVÍN (como vinos anfitriones) y el homenaje primaveral a Cervantes, entre otras citas, marcadas por las altas temperaturas.

El calor puede ser un hándicap para el consumo de vino, y por ello, quizás (huyendo desde el sector de purismos que tanto han lastrado la percepción del vino) es preciso acudir a nuevos conceptos para llegar a un público más joven, probablemente más distanciado del vino, pero también con menos prejuicios. Como ya se ha tratado de llegar en los nuevos lenguajes digitales, también es necesario acudir a sus demandas, receptivos y abiertos. Una buena fórmula puede ser la presencia en festivales musicales o eventos similares. Sin ir más lejos, en el último Festival de los Sentidos, en La Roda, miles de jóvenes millenialspudieron acercar sus paladares a las sensaciones del vino. Es sólo el comienzo en el abanico de posibilidades que se abren para los jóvenes consumidores, que todavía rechazan en ocasiones al vino por considerarlo complejo, anticuado y alejado de sus pautas normales.

Como aquel que descorcha una botella, en trago largo, con sosegado placer e inigualable con la buena conversación en compañía (multiplicado además exponencialmente cuando se disfruta con gastronomía), la promoción debe ser paciente. El vino requiere tiempo. Los resultados promocionales también.

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