Vina Nueva 2012

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Ciencia y Actualidad

ponde a lo que no se ajusta a la norma sexual, lo que es raro, extraño, desviado: en castellano traducciones comunes son marica o bollera. Además, queer hace referencia a un conjunto de teorías y prácticas políticas. El activismo queer surge a finales de los años ochenta en el seno de comunidades como las lesbianas chicanas de California o las lesbianas negras, que se rebelan contra su «extranjería» no sólo de la cultura dominante sino del propio movimiento de gays blancos y de clase media que decía representarlas. Las minorías sexuales excluidas por pobres, por negras, por seropositivas, por plumeras..., siguiendo la estrategia política del autonombramiento para adelantarse a la injuria, se apropian del término y lo utilizan como reivindicación de su ser desviado y dicen somos bollos, maricas, transexuales, osos, transgéneros, intersexuales, sadomasoquistas... somos queer. El término queer es un término paraguas que pretende englobar a todas estas disidencias sexuales. Supone una ruptura (auto)crítica, desde dentro pero desde los márgenes, del movimiento de gays y lesbianas y su defensa de la normalización e integración de las minorías sexuales”. “El movimiento queer es anti-institucional con una crítica a la normalización: uno/a no tiene que volverse normal para convertirse en al-

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guien legítimo.” “Las «multitudes queer» (Preciado, 2003) aparecen en escena con una serie de interrogantes sobre las precondiciones de la identidad (qué elementos hay que tener para ser considerada, por ejemplo, una «mujer») y sus efectos (a quién incluimos y a quién dejamos fuera de esa etiqueta identitaria). El activismo queer no sólo cuestiona que la acción política tenga esa base «natural» y estable (ser «gay», ser «transexual»), sino que va más allá incluso de la defensa de la mera «diferencia» de los gays y las lesbianas y de la «tolerancia» hacia ellos. Los grupos queer rompen el determinismo identitario, que había sido necesario en su momento para la movilización, y se rebelan contra la concepción de las identidades como algo inamovible y contra las relaciones de poder que se establecen en el seno de esas identidades; defienden, en cambio, una visión de las identidades como afinidades del «aquí y ahora» más que como esencias inmutables e incontaminables”.

“Las imágenes de los grupos queer sacan a la luz la pluralidad de identidades, comunidades, subculturas, cuerpos de punky, femmes, transgéneros, intersexuales, drag-kings, ciborgs, FTM, 21 lesbianas, maricas, etc. en los que se inscriben los cortocircuitos de la máquina heterosexual, los «fallos» en la cadena sexo biológico - género - deseo - objeto de deseo – prácticas sexuales. Frente a la idea de que la masculinidad y la feminidad son identidades sexuales originales y la homosexualidad es una imitación, una mala copia, los y las queer resignifican de manera paródica, a lo camp, estas identidades «originales». Con esta resignificación salen de los márgenes de la cultura y de la sociedad e intervienen con códigos y representaciones propias, en un proceso cargado de potencial subversivo. Los grupos queer beben de la obra de Butler (1990) y utilizan su definición de género en términos de performance para desnaturalizar la diferencia sexual: lo masculino y lo femenino son mascaradas, son actuaciones, no son naturales, son aprendidas. Comportamientos que se van adquiriendo al ser repetidos como si fueran casi un ritual.

“Tanto construcción sociocultural como efecto de las primeras experiencias de la infancia, la identidad sexual no es innata ni simplemente adquirida, sino dinámicamente reestructurada por específicas formas histórica El género es una performance y culturalmente hablando”. y las parodias de género constituyen actos corporales subversivos (Butler, 1990). Pero no sólo se trata de una cuestión


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