Tribuna de Querétaro 511. Calzada amaga a panistas/ Despiden a Garrido con abucheos

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Tribuna de Querétaro >> cultura Juan José Lara Ovando

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os películas con sello comercial y con presencia mexicana, que retratan un momento muy diferente del que hemos comentado a nivel de cintas de festival, son las que ahora comentamos. Se trata de Cabeza de Buda, dirigida por Salvador Garcini un prestigiado director de teatro, que de un tiempo acá se ha vinculado a las empresas televisivas realizando telenovelas y recientemente incursiona en la dirección de cine. Ésta es la primera que filma después de Divina confusión (08), y la coproducción española mexicana, Sólo quiero caminar, del español Agustín Díaz Yanez, quien ya ha filmado en México. Con una fórmula que ha mostrado buenos resultados comerciales, Salvador Garcini lleva a la pantalla en Cabeza de Buda, la historia de un exitoso hombre quien aparentemente necesita tocar fondo para revalorar su vida. Parece sencillo: una historia simple con una moraleja que dejará a algunos con qué pensar durante el resto del día. Si a la fórmula se agregan actores reconocidos, como Kuno Becker y Silvia Navarro, podría decirse que la receta es infalible. Sin embargo, hay algo que falla. Como si los ingredientes no aportaran lo necesario para un resultado satisfactorio; lo cierto es que la película está plagada de clichés y escenas carentes de imaginación, además de que culmina por ser totalmente predecible. La película comienza mostrándonos a Tomás Turrent y Magdalena Gaudí, una pareja famosa y perfecta, que un día desciende al mundo de los nacos y decide ir de compras a La Lagunilla, donde ella decide (impulsivamente) comprar una pieza que es la cabeza de Buda, que él ve con cierto desagrado. Al buscar su coche, la pareja es atacada por un joven que apunta su arma directo a la cabeza de ella, en un reflejo, Tomás le asesta un golpe en la cabeza con la escultura recién comprada. A partir de ahí, él comienza a ser atormentado por su conciencia, mientras ella se muestra totalmente insensible por la muerte de un desconocido, hasta que él admite ser culpable del asesinato. Tras una breve estancia en prisión toca fondo y empieza a que replantear su vida, ayudado por una fotógrafa, Angélica (Irán Castillo), con quien va saliendo del hoyo poco a poco. Mientras los lazos entre ambos van fortaleciéndose, Tomás emprende su camino rumbo a la sanación entre las conversaciones que entabla con un extraño niño y la persistente búsqueda del perdón de la madre de su víctima. Garcini emplea al Buda como una metáfora, al ser el testigo mudo del supuesto crimen, que invadirá los pensamientos del actor. Siempre sonriente y silencioso, el busto religioso se vuelve una carga que atestigua cómo la relación superficial de la pareja se fragmenta lentamente. Cabeza de Buda es, al final, un ejemplo de lo ridículo e incongruente que se han vuelto los guiones del cine mexicano. En un principio, la cinta parece una fábula perfecta para un público joven; una historia que, si bien no contada de la mejor manera, tiene como finalidad dejar un mensaje de in-

5 DE octubre DE 2009 • AÑO XIII • No. 511

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Budaquierecaminar

trospección, perdón y las consecuencias de nuestras decisiones. Las interpretaciones encuentran la ironía, pues la mejor actuación de la película es una estatua dorada de Buda, sin diálogos que condicionen su aparición a llantos exagerados o sobreactuaciones insufribles. Cabeza de Buda termina por desplomarse al derrochar una ejecución poco cuidada que acaba por volverla involuntariamente irrisoria. No cabe duda que la vinculación a las televisoras no le ha conferido independencia a Garcini para plantear buenos guiones y dirigir con soltura. En Sólo quiero caminar, el madrileño Díaz Yanez ha vuelto al thriller. En ésta, su cuarta película (ambientada en los dos lados del Atlántico, en Algeciras y chilangolandia), vuelve a aparecer el personaje central de su ópera prima Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto (1995), la ladrona Gloria Duque (Victoria Abril), ahora haciendo de las suyas, al lado de otras féminas españolas, nuevamente en la Ciudad de México. Si el asunto es que el debut de Díaz Yanez era un efectivo drama gangsteril bien tramado, un buen filme de género, algo similar podemos señalar con respecto a Sólo quiero caminar, una heist-movie femenina/feminista inverosímil, aunque se alarga un poco y deja algunos cabos sueltos, pero que sin embargo, no aburre para nada al espectador. España, tiempo presente. Después que un robo de diamantes salió mal, con todo y la castigadora Aurora (Ariadna Gil) enviada a la cárcel, su insegura hermana Paloma (Pilar López de Ayala), su alcohólica cómplice Ana (Elena Anaya), y la jefa de todas ellas, la veterana Gloria Duque, esperan la oportunidad de reagruparse y volver a las andadas. Ana conoce en la Madre Patria a un poderoso narco mexicano, Félix (José María Yazpik, robándose la película), a quien le entusiasma

tanto la felación que ella le receta, que el impulsivo gángster le propone matrimonio, se la trae a México y le organiza una boda de aquellas, con todo y Mijares cantando en buen inglés Pretty Woman. El asunto es que Ana no puede negar la cruz de su parroquia: borracha, puta y alejada de sus hermanas de sangre que se quedaron en España. La mujer empieza a escapársele a Félix, quien, harto de sus infidelidades, la echa de un auto en movimiento, dejándola en estado de coma. Regresan a escena Gloria, Paloma y Aurora (liberada gracias a otra felación que Gloria le hace a un juez: ora sí que puras mamadas), quienes llegan a México a vengarse de lo que Félix le hizo a Ana y, de paso, robarle todo su dinero. Eso sí, siempre y cuando el sicario de Félix, llamado indistintamente el árcángel, baby face o el niño, lo permite. El matón, llamado Gabriel (Diego Luna), no parpadea cuando tiene que matar a alguien, siempre y cuando no sea un niño o una mujer. La película tiene muchos elementos a su favor: una atractiva banda sonora con todo y Paco de

Lucía; un espléndido cuadro de actores secundarios, Dagoberto Gama, entre ellos; y varias secuencias bien montadas por el editor almodovariano José Salcedo (la inicial del fallido robo de diamantes, mostrada en impecable narración paralela en cuatro escenarios distintos). También posee algunos chispeantes diálogos bien hablados en vulgar y misógino mexicano básico (“esas son nalguitas, les das dinero y las coges bien y no te causan problemas”), la presencia de Ariadna Gil y hasta la seguridad interpretativa de un sorprendente José María Yazpik. El asunto es que la historia (escrita por Díaz Yanez) tiene varias inconsistencias argumentales y estructurales: una voz en off que empieza narrando la cinta pero que es abandonada de inmediato; una relación de amistad indisoluble entre Félix y Gabriel que se sobreentiende pero no se justifica dramáticamente, y personajes que aparecen en los intersticios (como la doña mafiosa interpretada por Ana Ofelia Murguía) que no son aprovechados.


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