Maracaibo, domingo, 19 de junio de 2011 DEPORTES VERSIÓN FINAL 15
El Juego Perfecto
C
ontaba yo con 13 años de edad cuando me invitaron a una fiesta de cumpleaños de algún compañero de estudio, con la particularidad de que aquella celebración sería en un campo de béisbol donde los niños fuimos reunidos para jugar una caimanera. Para ese jueguito, los papás del agasajado le pagaron a un viejito para que organizara el juego y le lanzara a los muchachitos. Era un personaje alto, flaco, arrugado y con pinta de medio loco. Muchos lo confundirían con cualquier mendigo de las calles de Maracaibo. Ni yo ni tampoco ninguno de los niños le dió importancia al viejo, sólo escuchábamos sus instrucciones mientras organizaba el partido para amenizar esa calurosa tarde. El papá del cumpleañero de pronto le gritó: "¡Carrao...vamos a apurarnos, ponelos a jugar de una vez porque después hay que picar la torta!" Yo me le acerqué y le pregunté: "¿Señor...usted por casualidad es Carrao Bracho?" "Si mijo...pero ¿Cómo sabéis de mi?" me preguntó con humildad. "Bueno, yo he leído sobre usted" le respondí. "Si usted es el Carrao Bracho, pues usted es el pitcher más ganador del béisbol venezolano" "Paráte ahí entonces pa ver si me bateais el tenedor" me dijo con simpatía. Yo empecé a decirles a mis compañeros de equipo sobre aquel personaje pero a pocos pareció interesarles. Para ellos aquel viejo era un loco que habían buscado para lanzarnos peloticas y yo era un demente al compararlo con Wilson Álvarez, quien brillaba en las Grandes Ligas en esos momentos. Me cuadré en el plato tres veces y le pegué dos hits al Carrao lanzando "bombitas". El parecía sentirse complacido de que al menos uno de aquellos niños conocía medianamente su legado. Al pedirle su autógrafo no estampó ninguna firma, sólo escribió su nombre en la pelota: “José Bracho”. En el olvido Y es que lamentablemente nuestro pueblo sufre de memoria corta. Muchos dicen que por eso es que Venezuela está como está. El Carrao fue uno de los más insignes peloteros venezolanos de todos los tiempos, siendo uno de los tantos zulianos reclutados para jugar y brillar con los equipos del centro del país en esa época dorada del desarrollo de la pelota criolla. Desde su debut con el Cervecería Caracas en 1948, Carrao se perfilaba como uno de los mejores serpentineros y adoptó esa perso-
por Leonte Landino, periodista de ESPN International preguntas y comentarios: www.eljuegoperfecto.com
ÌVoló el “Carrao”
nalidad de "divo" que caracterizaba a la pelota de esa época. Era un galán, un artista de su talento y así lo reflejaba con su actitud. Mientras dominaba en Venezuela sus servicios fueron buscados en el exterior comenzando en 1952 con las filiales doble A y triple A de los St. Louis Browns, el San Antonio Mission y el Toronto Maple Leafs. En 1953 dejó su imborrable huella en la historia de las Estrellas Orientales en la Liga Dominicana donde fue el "Lanzador del Año" y en 1954 lanzó para el Hoston Buffaloes, filial doble A de los St. Louis Cardinals. La experiencia internacional de Bracho aumentaba y sus posibilidades de alcanzar las Grandes Ligas eran cada vez mayores. Era reconocido como uno de los mejores lanzadores latinoamericanos, pero su "fobia" hacia los viajes y vuelos era bien conocida. Sin embargo en 1955 recibió un contrato por parte de los Rojos de Cincinnati que no pudo despreciar, al ser firmado para el Havana Sugar Kings, equipo triple A de esta organización que jugaba en la Liga Internacional y famoso por la cantidad de estrellas de la pelota cubana y cotizados prospectos norteamericanos. El Sugar Kings, fue el intento más cercano de establecer un equipo de Grandes Ligas en Latinoamérica. "Carrao" fue uno de los ases de la rotación junto a su compatriota Emilio Cueche y los cubanos ligamayoristas Vicente Amor y Con-
rado Marrero. En esa temporada recibió un llamado a las mayores para los Reds pero prefirió quedarse en La Habana para la postemporada de los Sugar Kings en lealtad al dueño del club Bobby Maduro. Después de 1956 nunca más quiso el espigado lanzador “arriesgar su vida” en un avión. “Si los gringos quieren que juegue con ellos, que se vengan entonces para acá” dijo en más de una ocasión. En Venezuela brilló con el Caracas, Magallanes, Pastora, Oriente y Orientales, La Guaira, Lara y termina su carrera con las Águilas del Zulia entre 1970 y 1973. En su último año incluso dejó efectividad de 2.37 en 15 juegos. Ningún otro lanzador ha ganado al menos 100 juegos en Venezuela. Sus 109 victorias son un récord, al igual que sus 1768 entradas lanzadas y sus 91 juegos completos. Su efectividad de por vida fue de 3.17 en Venezuela y de 3.22 en cuatro temporadas entre doble A y triple A. Las leyendas criollas del béisbol señalan al Carrao como el inventor del lanzamiento de tenedor. Sin embargo, el verdadero crédito se lo lleva “Bullet Joe” Bush, quien lanzó 17 temporadas en las mayores entre 1912 y 1928 y desarrolló esta técnica. El tenedor es un tipo de cambio de velocidad donde la pelota va incrustada entre los dedos índice y medio impulsándola con la muñeca y produciendo un efecto de caída. Este lanzamiento fue el arma secreta de Bracho durante su carrera, así como también
de grandes serpentineros como Sandy Koufax, Jack Morris y hoy en día Tim Lincecum. Se cierra un capítulo La muerte del Carrao nos deja como reflexión el significativo cambio generacional del béisbol. Mucho se habló y se criticó durante sus últimas décadas de vida sobre el estado de abandono y pobreza en el que vivía una de las mayores glorias del deporte venezolano. Muchos fueron los organismos, instituciones y políticos que le tendieron una mano a Bracho con migajas de pan para congraciarse alrededor de un nombre que significó mucho para el béisbol criollo, pero que al final no resolvían el problema de miseria en el que se encontraba. El Carrao fue un hombre auténtico. Jugó en una época donde el béisbol hacía atletas y glorias, pero no millonarios. Es imposible pensar que su cantidad de victorias fuera proporcional con su chequera. Muchas fueron las críticas hacia la Asociación de Peloteros de Venezuela por un fondo de pensión justo para los peloteros que como Bracho invirtieron su vida en los diamantes y poca fue la remuneración tras su retiro. Todos sabemos la magnífica incapacidad de estas instituciones y no vale la pena detallar ni explicar. La reflexión va hacia los miles de muchachos que hoy en día juegan este deporte profesionalmente. No todos llegarán o se es-
tablecerán en las Grandes Ligas y el talento se termina tal y como el dinero. La vida del Carrao nos deja como aprendizaje que con la gloria no se come y que quienes escogen este camino deben siempre tener un plan alterno. Pero en el dinero no está la felicidad y eso lo sabía el Carrao mientras se alimentaba de sus historias bajo una mata de mango. En el último juego que disputó el Pastora de Occidente en Maracaibo antes de mudarse a Acarigua en 1997, Carrao fue invitado a hacer el lanzamiento ceremonial. Ese día se montó en el montículo del Luis Aparicio por última vez y pidió un guante. Tras hacer el envío y ante el aplauso de los pocos asistentes, le pidió al receptor que le regresara la bola y este asombrado lo hizo. Así se echó para atrás subió a la caja y comenzó a hacer pitcheo tras pitcheo mientras el público le aplaudía de pie. Después de 12 pitcheos los umpires le pidieron la bola para comenzar el partido mientras el Carrao caminaba molesto. “¡Ahora me sacan de mi montículo, de aquí sólo me voy cuando yo quiera nojoda, la gente vino a ver al Carrao y no a los muertos estos!” El momento llegó y el Carrao se fue volando cuando él lo decidió. Nos dejó su gloria, su carácter y el recuerdo de una época imborrable. Honor a su memoria y pronto retiro de su insigne número “10” de las filas de Águilas del Zulia. Saludos desde la distancia.