Prometeo

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Desde la convocación del Concilio, Juan XXIII pondrá al «inclusivismo» como la forma mentís que distinguiría a este concilio de todos los demás. Este sería el primer concilio no dogmático sino «pastoral». Es cierto que todo concilio anterior había querido ser pastoral, pues siempre se convocaron para solucionar los problemas del rebaño fiel, pero la pastoral antigua creía que el primer cuidado consistía en ofrecer a sus ovejas los pastos de la sana doctrina, y se ponía a definir dogmas y a anatematizar. Este sería el primer concilio de una nueva pastoral, que no se reuniría para definir doctrina49, ni para condenar la opinión de nadie50, sino para quitarle al mensaje evangélico el estrecho traje de la escolástica51, devolviéndole la inclusiva amplitud que se necesitaba para volver a abrazar en la unidad a todos aquellos hijos que el escolasticismo anterior había excluido de la Iglesia de Cristo52. La Curia romana no supo interpretar el deseo del Papa y preparó esquemas todavía demasiado impregnados del quasi racionalismo escolástico. Hubo que cederle el lugar al grupo de teólogos del Rin para que le dieran este nuevo modo a los documentos del Concilio. Señalemos solamente algunas de las características de esta nueva metodología: • Se prefiere el lenguaje de la Sagrada Escritura al lenguaje de origen filosófico, con lo que se halla multitud de citas en cada página. • Cuando se incorporan nuevos conceptos, como sacramento, misterio pascual, ecumenismo, colegialidad, etc., no se intenta estrecharlos con una definición. • Cuando se explica alguna noción, no se lo hace de una única manera. Por ejemplo, la Iglesia es explicada por Lumen gentium en función del concepto de sacramento, Reino, Cuerpo Místico, Pueblo de Dios, etc. • Se evitan en lo posible las excluyentes distinciones escolásticas, como entre naturaleza y gracia, potestad de orden y jurisdicción, etc. • Se buscan expresiones amplias que ofrezcan margen para la pluralidad de interpretaciones. Esta nueva manera de pensar y de hablar se fue haciendo cada vez más marcada en el magisterio posconciliar, sobre todo en los diálogos ecuménicos que se entablaron con prácticamente todos los grupos religiosos no católicos. Si a todo esto se agrega la infinita paciencia de las autoridades eclesiásticas para permanecer en diálogo ad intra y ad extra de la Iglesia, sin apurarse en terminar nunca ninguna discusión, puede colegirse la enorme «inclusividad» que adquirió -¡ay!- la proposición de la verdad católica con el Concilio. 3º El «inclusivismo» conciliar no es sino subjetivismo y ambigüedad La «escolástica» no es una manera entre otras de pensar, sino la claridad necesaria del espíritu para iluminar con la verdad revelada toda la realidad humana y defender la fe de todo engaño. No es la contingente «inculturación» del Evangelio en la tradición grecolatina, sino la incorporación purificada de los valores universales que tan generosamente se hallaron en el pensamiento griego. Lo único que excluyó de la Iglesia el Magisterio tradicional fue la infección de la herejía que hubiera acabado con el rebaño. Juan XXIII, discurso Gaudet Mater Ecclesiae en la inauguración del Concilio, 11 de octubre de 1962, n. 14: “Si la tarea principal del Concilio fuera discutir uno u otro artículo de la doctrina fundamental de la Iglesia, repitiendo con mayor difusión la enseñanza de los padres y teólogos antiguos y modernos, que suponemos conocéis y tenéis presente en vuestro espíritu, para esto no era necesario un Concilio”. 50 Ibíd. n. 15: “Vemos que, al pasar de un tiempo a otro, las opiniones de los hombres se suceden excluyéndose mutuamente y que los errores, apenas nacidos, se desvanecen como la niebla ante el sol. Siempre se opuso la Iglesia a estos errores. Frecuentemente los condenó con la mayor severidad. En nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar de la medicina de la misericordia más que de la severidad”. 51 Ibíd. n. 14: “El espíritu cristiano, católico y apostólico de todos espera que se dé un paso adelante hacia una penetración doctrinal y una formación de las conciencias que esté en correspondencia más perfecta con la fidelidad a la auténtica doctrina, estudiando ésta y poniéndola en conformidad con los métodos de investigación y con la expresión literaria que exigen los métodos actuales”. 52 Ibíd. n. 17-18: “La solicitud de la Iglesia en promover y defender la verdad deriva del hecho de que no pueden los hombres, sin ayuda de toda la doctrina revelada, conseguir una completa y firme unidad de ánimo a la que están ligadas la verdadera paz y la salvación eterna. Desgraciadamente la universal familia cristiana no ha conseguido plenamente esta visible unidad en la verdad... Considerando bien esta misma unidad, impetrada por Cristo para su Iglesia, parece refulgir con un triple rayo de luz benéfica la unidad de los católicos entre sí, que debe conservarse ejemplarmente compacta; la unidad de oraciones y fervientes deseos con que los cristianos separados de esta Sede Apostólica aspiran a estar unidos con nosotros; y finalmente, la unidad en la estima y respeto hacia la Iglesia católica de parte de quienes todavía siguen religiones no cristianas... [Así la Iglesia] prepara y consolida ese camino hacia la unidad del género humano”. Entiéndase bien. El Papa sabe que la unidad debe darse en la verdad revelada, pero si no se la ofrece en conceptos más amplios y aggiornados, siempre quedarán fuera herejes y paganos. 49

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