San Isidro, Bogotá

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HISTORIAS DE BARRIOS

DEL 3 AL 9 DE JUNIO DE 2010

Los bramidos de San Isidro Vanessa Ruggiero

REDACTORA EL TIEMPO ZONA

Suenan tiros, mechas de tejo y pólvora. Ruge el vendaval. Sí, vendaval en Chapinero. Un viento fuerte que visita, año tras año, con mayor o menor intensidad, a los residentes de San Isidro, un conglomerado de barrios ubicado en la ladera de los cerros orientales, en la vía a La Calera, que hacen parte de nuestra localidad. La leyenda varía de boca en boca. Dicen que se aparece el domingo de celebración de la Virgen del Carmen, que nace de un reloj encantado, que va a donde la gente está alejada de Dios o que llega cuando puede. Sea cual sea la razón de su aparición, los residentes mantienen una tradición para cambiar el curso de la ventisca: ‘totear’ mechas de tejo, echar tiros al aire y usar pólvora. La última balacera por esta causa ocurrió el pasado domingo 18 de abril. “Yo no creía en eso, pero el viento comienza a patinar, coge por otro lado”, cuenta Gloria Ballesteros, habitante de San Isidro. “La creencia es que al dispararle, se asusta y se va”, narra Olivia de Velandia, quien, con más de 50 años en el barrio, ha prendido mechas en la calle para ahuyentar el vendaval. Y mientras personas como Olivia ‘revientan’ mechas, otras cierran puertas y ventanas de la casa, esconden niños y tendidos de ropa para que el viento no se los lleve, no levante tejas, ni destroce sus pertenencias. Aunque los torbellinos han dejado de ser tan fuertes como hace 8 u 10 años, según relatan algunos sanisidrinos, hay dos recuerdos que no se borran de sus cabezas: una res voladora y una docena de eucaliptos derribados sobre la capilla. “Vi la bendita vaca volando. Fuimos a buscarla y la encontramos más abajo del retén, en Salitre, acostada en el pasto, viva, pero magullada, hace unos 35 años. –cuenta Gloria sobre ese día–. Mis papás me decían, ‘no se vaya para allá que la levanta el viento’”. La otra corriente grabada en la memoria de San Isidro ocurrió hace 8 años, más o menos, cuando los árboles cayeron so-

Vanessa Ruggiero

Sobre la capilla Sta. María del Monte cayó una docena de eucaliptos.

Otras creencias en San Isidro También hay, o había, otros métodos para leer el inicio de la temporada invernal, cuenta Mónica Santacruz junto con Lola Velásquez. “Hace dos años venían miles de pajaritos, revoloteaban con juegos y remolinos. Supuestamente ellos traen la lluvia. Ya no vienen”, afirman las mujeres. Por su parte, Delfina Ramos le hace frente a los días lluviosos con su agüero: “Quemo la cruz de ceniza, cuando hay tempestad y como que va pasando”.

Gloria Ballesteros, Mónica Santacruz y Víctor Manuel Díaz.

El vendaval bramaba. Ya no. Sí hay sonido de viento, pero no es tan fuerte como antes”. Mónica Santacruz, residente.

Vanessa Ruggiero/EL TIEMPO ZONA

Fotos: Vanessa Ruggiero/EL TIEMPO ZONA

Víctor Díaz, residente, ha prendido mechas de tejo para espantar el vendaval.

Este fue el pastizal en donde Mónica creyó ver un gigante dar pisadas, hace 8 años.

bre la iglesia. “Parecía como si un gigante estuviera pisando los cultivos de mazorca –comenta Mónica Santacruz–. En esa época, el vendaval bramaba, ahora ya no. Sí hay sonido de viento, pero no es tan fuerte como antes”. Lola Velásquez, con más de 18 años en el barrio, apunta que a pesar de haber crecido y vivido en el campo, nunca había experimentado la energía de un vendaval y tampoco conocía el método de los tiros para espantarlo. “La primera vez que supe de él venía

en un bus y empezaron a caer pepas que debían ser las balas de la ‘plomacera’”, señala.

El mito y la ciencia Un día despejado y caluroso, que se colorea de repente con nubarrones, representa amenaza de vendaval en este barrio clavado en las montañas de Chapinero. “A veces avisa porque se negrea el día”, narra Patricia Orjuela, quien vive allí hace 34 años. Ella considera además que “casi siempre viene el día de la Virgen

del Carmen, en domingo”. Delfina Ramos, de 98 años y habitante de San Isidro hace 60, no cree que haya una relación entre la fecha religiosa y el fenómeno natural. “Ese llega cuando puede y nace abajo, en un reloj encantado de color blanco, al que nadie puede acercarse, cerca de la capilla”, indica. Para Gloria, la ventisca obedece al choque de temperaturas frías con calientes, más que a un evento divino: “Sucede cuando se termina el verano y empieza

el invierno”, apunta. Su versión es similar a la del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia, Ideam, entidad que asegura que los vendavales pueden responder a una “atmósfera inestable” en donde se da un “calentamiento excesivo y un giro rápido en el viento, con ráfagas de hasta 70 kilómetros por hora”. El Instituto explica que este tipo de fenómenos locales son imposibles de predecir por falta de la tecnología apropiada. Sobre la práctica para detener el avance de este fuerte viento, el Ideam prefirió no dar declaraciones. La Dirección de Prevención y Atención de Emergencias, Dpae, no registra en su página vendavales en San Isidro, excepto el ocurrido en abril de este año.


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