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A. El poder en las relaciones humanas

A. El poder en las relaciones humanas

Las relaciones humanas están basadas en el poder, el cual, al no ser un objeto, no se adquiere, conserva o comparte, sino que se ejerce (Foucault, 1998, p. 56). El poder es una relación entre quien lo ejerce y otras personas. Su ejercicio puede depender de la posesión de algunos recursos, como el dinero, el nivel de estudios u otros, pero esos medios no deben confundirse con el poder (Young, 1990, p. 57), es decir, el poseer ciertos recursos o tener un específico nivel de estudios aumenta la posibilidad de que una persona ejerza mayor poder, sin embargo, ello no es el poder en sí mismo, ya que, como se ha mencionado, el poder no es un objeto, sino una relación en la que una parte posee la capacidad de ejercer dominio sobre otra.

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Las relaciones de poder son dinámicas (Foucault, 1980, pp. 143-144 y Young, 1990, pp. 58-59) y están vinculadas con otros tipos de relaciones como las familiares, sexuales, económicas y productivas en las que juegan un papel condicionante y condicionado (Foucault, 1980, pp. 170-171). La manera en la que se ejerce el poder de unas personas sobre otras está determinada por condiciones de identidad y factores como edad, etnia, nacionalidad, género, orientación e identidad sexual, religión, discapacidad, estado migratorio, nivel de estudios, clase social, entre otras.34

El poder de dominio se refiere, en específico, al conjunto de capacidades que permiten regular y controlar la vida de otra persona, subordinarla y dirigir su existencia (Lagarde, 1997, pp. 68-70). El poder que una persona ejerce es restado de otra, por ende, la jerarquía superior se construye a partir de la subordinación del resto de personas que no pertenecen a ella (Lagarde, 1997, p. 53). El ejercicio del poder se refleja en la presencia de relaciones asimétricas o desiguales, y/o situaciones violentas, donde una persona se sitúa en una posición de desventaja frente a otra.

Todas las personas ejercemos poder sobre otras, y terceras personas ejercen poder sobre nosotras y nosotros (Guillén, 2004, pp. 123-141). Así, una persona que ejerce poder sobre otra puede, a su vez, estar en una posición de subordinación o ser oprimida por una tercera persona. Por ejemplo,

34 Dependiendo de la concurrencia de estas condiciones y otras características, una persona puede experimentar un nivel de opresión o subordinación mayor. Esto se explicará al ahondar sobre la interseccionalidad.

una mujer puede ejercer poder sobre otra que forma parte del equipo laboral que coordina en la oficina, al existir una relación laboral jerárquica. La primera mujer, al mismo tiempo, puede estar inmersa en una relación de poder asimétrica con su pareja, ya sea por factores de dependencia emocional o económica, diferencias de edad o escolaridad, situaciones de violencia en la familia,35 entre otros.

Por lo que hace a la diferenciación binaria entre hombres y mujeres, debe tenerse presente que no es la distinción en sí misma la que crea una distribución desigual de poderes. Lo que origina inequidad en la distribución es la valoración desigual que se hace de las personas en función del sexo que les fue asignado al nacer (Lagarde, 1997, p. 54), lo cual está vinculado con normas sociales y culturales sobre lo que cada uno de los sexos debe o no debe hacer, y lo que se espera de ellas y ellos.

Veamos ahora lo que significa la opresión. La opresión es un fenómeno que se suscita cuando, injustamente, un grupo social es subordinado y otro es privilegiado (Taylor, 2016, p. 1). Ésta puede no ser deliberada, y más bien producirse a partir de un conjunto complejo de restricciones sociales que van desde instituciones hasta sesgos implícitos y estereotipos (Taylor, 2016, pp. 1-3). En ese sentido, la opresión surge como resultado de seguir costumbres, hábitos y normas sociales, culturales y morales que no son —al menos no mayoritaria o significativamente— cuestionadas, las cuales afectan a un grupo social específico.36

El carácter de la opresión es estructural y se replica en las instituciones de la sociedad. No depende de una persona en lo individual, sino que las acciones de las personas en su conjunto son las que provocan su mantenimiento y reproducción, a pesar de que ellas mismas no se asuman como agentes de opresión. Como ejemplos de la división entre grupos oprimidos y grupos privilegiados tenemos al grupo de las mujeres y al de

35 Véase el amparo en revisión 910/2016, 23 de agosto de 2017. 36 Un grupo social se puede considerar un conjunto de personas que comparten un sentido de identidad y la identificación con una categoría social que genera una historia común; es decir, la pertenencia a un grupo no se basa únicamente en atributos externos o accidentales como el color de piel o el sexo. Cada grupo social se diferencia de por lo menos otro grupo mediante prácticas culturales o modos de vida. La identificación como parte del grupo social se hace al contrastarse con otros grupos al advertir las diferencias con otras personas y sus condiciones y factores de identidad. Por ejemplo, la definición de las personas negras como grupo social no consiste en su color de piel (que puede variar en tonalidades), sino la identificación a sí mismas como negras (Young, 1990, pp. 77-85).

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