Valencia City Nº 148 · junio 2019

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DEPORTE/ESPECIAL DE LA COPA SPORT/SPECIAL CUP

LA FIESTA DEL PIJAMA por Rafa Lahuerta

L

AMUNT VALÈNCIA, LA AFICIÓN LO VIVIÓ EXTASIADA, RAFA LAHUERTA EN CASA, CON PIJAMA Y EN ESTADO CERCANO A LA PARANOIA > Fotos D.R.

a épica y yo nos llevamos mal. Lo descubrí hace años, en la final de Copa de 1995. Hasta ese momento vivía el fútbol subido al paravalanchas de la General de Pie. Yo era el del megáfono, el que iniciaba los cánticos en la grada, un joven airado. En la final del agua, sin embargo, la congoja me bloqueó desde que llegamos a Madrid. Algo cambió para siempre. Por inercia seguí en el paravalanchas alguna temporada más. Con perspectiva, hubiera sido más saludable acercarse al diván, pedirle cita al psicoanalista de Woody Allen. En 1999 ya no fui a Sevilla. Quise creer que la pompa de París me curaría, pero me equivoqué de nuevo. Quince minutos antes de empezar ya estaba hundido en la butaca de Saint-Denis, 50 VALENCIACITY JUNIO

incapaz de articular palabra. A partir de esa noche todo fue a peor. La congoja empezó a sacudirme en algunos partidos en Mestalla. Entraba al campo angustiado, irascible, envuelto en una imaginaria nube tóxica de superstición y mal fario. La huida a la última fila del Gol Xicotet tuvo un efecto balsámico relativo y pasajero. Duró hasta el gol de M’Bia. Escribir tampoco fue la solución que imaginaba. Al contrario. Escribir me hizo preso del personaje, “Lagrimitas” Lahuerta. Después quise borrarme. Lo intenté yendo al cine, con paseos por la orilla, a través de la meditación, leyendo a los clásicos. Nada. Entonces me hice adicto al Teletexto. Es una buena solución para los partidos de liga comprometidos, pero una final de Copa contra el Barça te

pasa por encima como un tren de mercancías. El miércoles previo ya estaba enfermo. No es un eufemismo. Los des-

ajustes del tránsito intestinal, el abatimiento del jueves, la fiebre nocturna del viernes, el aparentar que todo va bien para que no piensen que eres un tarado. Tenía claro que íbamos a ganar. Como en Milano, como en París, como casi siempre que perdemos. Decidí que lo mejor sería ver la final solo, en casa, sin dejar que el sonido ambiente de Sevilla me inoculara más tensión. Mi mujer ajustó sus horarios para trabajar sábado noche y dejarme a solas con mis fantasmas. Nunca se lo agradeceré lo suficiente. A las 20:43 bajé las persianas, apagué el ordenador, me senté delante del televisor, intenté silenciar el móvil. Eso fue lo más difícil, no supe hacerlo. Un Nokia del 2006 es un artefacto de una complejidad extrema, hay que ser de Ciencias para ponerlo en silencio. Finalmente opté por la solución más sencilla, reventarlo contra la pared. Ni así se rompió.

LOS JUGADORES DAN LA VUELTA AL VILLAMARÍN


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