"Huellas de Estados Unidos: Estudios, perspectivas y debates" - #16

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Fabio G. Nigra

Secretaria de Redacción Valeria L. Carbone

Comité Editorial Aimé Olguín (UBA) Bárbara Gudaitis (UBA) Darío Martini (UBA) Florencia Dadamo (UBA) Gabriel Matelo (UNLP) Leandro Della Mora (UBA) Leandro Morgenfeld (UBA) Leonardo Pataccini (Univ of Tartu) Malena López Palmero (UBA) Mariana Mastrángelo (UndeC) Mariana Piccinelli (UBA) Martha de Cunto (UBA) Valeria L. Carbone (UBA)

Colaboradores Secretaría de Redacción

Federico Sena Joaquina De Donato Sebastián Diz

Comité Académico Argentina Graciela Iuorno, Universidad Nacional del Comahue. Margara Averbach. Facultad Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires María Graciela Abarca, Universidad de Buenos Aires / Universidad del Salvador Pablo Pozzi, Facultad Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires Brasil Alexandre Busko Valim, Universidade Federal de Santa Catarina Francisco César Alvez Ferraz, Universidade Estadual do Londrina Marcos Fábio Freire Montysuma, Universidade Federal de Santa Catarina Robson Laverdi, Universidade Estadual do Ponta Grossa Sidnei J. Munhoz, Universidade Estadual do Maringá Cuba Jorge Hernández Martínez, Universidad de La Habana Estados Unidos de América Marc Stern, Bentley University Michael Hannahan, University of Massachusetts

“Ajuste Cultural” #16 / Abril 2019 huellasdeeua.com.ar ISSN 1853-6506

España Carmen Manuel, Universidad de Valencia Perú Norberto Barreto, Universidad del Pacífico en Lima


TABLA DE CONTENIDOS

Editorial Fabio G. Nigra | “El ajuste cultural” ... 2

11. Andrés Sebastián Diz La era fundacional de la república estadounidense .................................. 162 12. Roberto García Ferreira Bienvenido a la Argentina Mr. President .......................................... 170

1. Gerald N. Grob & George Athan Billias La Constitución norteamericana: ¿conflicto o consenso? ........................................................................... 6 2. Fabio Luciano Iachtenchen Os historiadores progressistas e a formação da New History norteamericana nas primeiras décadas do século XX 23 3. Guilherme Freire Marques O Grande Gatsby: nativismo dos anos 1920 ou crítica ao American Dream? ............................................................................. 40 4. James W. Loewen La tierra de oportunidad 58 5. Pablo Pozzi Hostos, el Panamericanismo y la Sociedad Política Argentina, 1873-1874 ........ 75 6. Alexander Main ¿América Latina sigue siendo el “patio trasero” de Estados Unidos? ................... 94 7. Alejandro Kurlat Socialismo millennial: el auge del socialismo democrático en los Estados Unidos y el caso de los Democratic Socialists of America (2016-2018)............................................... 103 SECCION LOS INDESEABLES -Estudios sobre minorías silenciadas ................................................. 129 8. Juliana Díaz Lozano y Melina Deledicque Angela Davis en Montevideo: Reflexiones para un feminismo en clave interseccional ....................... 130 9. Amy Goodman entrevista a Valeria Luiselli “En Estados Unidos es muy lucrativo encarcelar a personas indocumentadas que de por sí no tienen voz y cuentan con poca representación"........... 134 10. H. Bruce Franklin La literatura de la prisión estadounidense ........................................................... 140 |#16 | “Ajuste Cultural” | Abril 2019 Web site: www.huellasdeeua.com.ar ISSN: 1853-6506

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hecho de que Obama haya alcanzado la presidencia de la nación -sin perjuicio de lo que evaluemos de su gestión-, es un indicador indiscutible de que los viejos valores se están desdibujando, tras una perspectiva en la que se integraría a la gente de color, a las mujeres y los que tengan diferentes orientaciones sexuales.

Editorial Fabio G. Nigra | “El ajuste cultural”

El proceso en el que Donald Trump fue electo presidente de los Estados Unidos de América debe ser considerado el ajuste, más que la anomalía. Este concepto de ajuste pretende dar cuenta de una adaptación de variables o elementos que estaban fuera del equilibrio que, según determinadas perspectivas, se entendía como una relación adecuada. Ciertamente esta idea puede resultar compleja en tanto se trata de adaptar conceptos de una ciencia social a otra, pero obviamente no es un fenómeno que no se haya efectuado antes. En pocas palabras, Trump expresa el retorno a los valores normales y tradicionales de una sociedad que, desde los años de Bill Clinton, ha ido perdiendo el rumbo tras la desintegración del modelo neoliberal representado por los políticos de Washington (los que entienden las cosas desde esta perspectiva pensarían en el matrimonio Clinton, en Barack Obama, en Al Gore y todos aquellos que expresaban valores levemente diferentes a los considerados tradicionales) en una evolución de zig-zag, pero direccionada hacia el cosmopolitismo de la globalización. El caso más paradigmático es el nuevo posicionamiento que los afroestadounidenses lograron -en la percepción del norteamericano del medio-oeste, por caso-, desde o por los años de Obama. El

Desde los entendidos como valores tradicionales, lo expuesto no solamente es un error, sino que de alguna forma explicaría la decadencia mundial de su país. Algo así como decir “estábamos tan preocupados por los problemas de los negros o los homosexuales que olvidamos a Dios, la familia y la patria; de esta forma, los chinos o los rusos nos están aventajando”. Los supuestos estructurales de esta visión se encontrarían en retomar a la senda que los convirtió en la potencia hegemónica dominante. Para ello, habría que poner las cosas en su lugar. Y en esto se plantea el ajuste: ajustar la relación entre los que mandan y los que han de ser mandados, que en este caso implicaría una ruta tendencial hacia prácticas políticas fascistas. Existe una perspectiva del fascismo que desnaturaliza su esencia, esto es, el fascismo es autoritarismo, barbarie, oscuridad en la toma de decisiones, presos políticos… fenómenos emergentes que no apuntan a lo sustancial, que es el hecho de que las prácticas políticas fascistas buscan imponer un orden social en el que el gran capital, o algunas de sus fracciones aliadas, imponen una regla verticalista al resto de las clases o fracciones. Las décadas de 1920 y 1930 han dejado numerosos elementos e indicios para comprender el fenómeno,

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pero en muchos casos los analistas se quedan en lo emergente y no se reflexiona sobre lo estructural. El principal objetivo político-económico del fascismo es el orden social con el objetivo de seguir garantizando la tasa de ganancia dentro del patrón de acumulación del capital. Y dentro de lo que muchos liberales llaman “sus transgresiones”, Trump es la síntesis, el hombre que alcanza a concentrar y dirigir la demanda de una sociedad condicionada por los intereses del gran capital. Ya lo viene advirtiendo Pablo Pozzi cuando dice que “el sistema electoral norteamericano ha modificado su esencia. Hoy en día, a diferencia de 1960, el tema del voto y el votante es absolutamente secundario, si bien el sistema intenta retener una cierta cuota de apoyo popular. Las elecciones norteamericanas son una fiesta de los ricos. La elección presidencial en sí cuesta cerca de mil millones de dólares.”1 A contramano de los grandes medios de comunicación, de numerosos intelectuales y estudiantes en las universidades, del aparato enorme del que disponen no solamente el partido demócrata, sino también parte del republicano, Trump ganó las elecciones. Adolf Hitler también. Y también Franklin D. Roosevelt. Ante el horror que pueda producirle al lector poner uno al lado del otro, a Roosevelt con Hitler, debe tenerse en cuenta que ambos no solamente se estudiaban, sino que tomaban y copiaban aspectos de su política interna. Hace poco se publicó un libro llamado Pablo Pozzi. “¿Del absolutismo capitalista al fascismo?: ¿cuál es la naturaleza del sistema político norteamericano actual?”; en Revista Huellas de Estados Unidos nro. 9, pág. 30. 1

Hitler’s American Model, del que esta revista publicó una reseña2, en el que se demuestra que los nazis estudiaron con mucha atención las leyes raciales de Estados Unidos, aunque no se animaron a tanto…3 En ambos casos se forzó a los empresarios a desandar la tradicional política económica ortodoxa de despidos y rebajas salariales, a cambio de controlar -de alguna u otra forma- los reclamos de los sindicatos. En ambos casos, la salida de la crisis se produjo luego de un gigantesco incremento del gasto público, más allá del equilibrio fiscal que los ortodoxos recomendaban. ¿Se sostiene aquí que Roosevelt era lo mismo que Hitler? No. Se sostiene que, en una crisis estructural del capitalismo, las prácticas fascistas surgen como opciones a considerar y que, en más de una oportunidad, la misma medida adquiere un formato propio en función del contexto. En algún caso se tomarán ciertas medidas, en otros, y conforme las condiciones y relaciones de fuerza entre las diferentes clases y fracciones, se tomarán otras. Estados Unidos -sostienen los defensores del pensamiento reaccionario- se encuentra en un declive que requiere medidas drásticas para cambiar. Por un lado, convencer a los trabajadores que la senda trazada desde los años ‘90 fue errónea; por Puede consultarse: “Estados Unidos, modelo racial de la Alemania nazi”; Revista Huellas de Estados Unidos, nro. 14, pág. 127-132. 3 Como dice el artículo: “Hay un aspecto en el que las leyes raciales norteamericanas demostraron ser demasiado severas para los nazis. En Norteamérica, reinaba la regla de ‘una gota’. A menudo, se te consideraba negro sólo con tener una dieciseisava parte de sangre negra. Pero la propuesta de los Nazis de línea dura de definir a los alemanes con un abuelo judío como judíos no se aprobó en Nüremberg.” En Idem, pág. 130. 2

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otro reprimir los desbordes de aquellos confundidos que creyeron que les había llegado el momento de la reivindicación (negros, homosexuales, etc.). De esta forma, y nuevamente siguiendo a Pozzi cuando escribió que el KKK “al igual que las milicias y los neonazis, es uno de los instrumentos represivos que ejerce el capitalismo norteamericano en contra de los desafíos que puedan surgir,”4 vemos que lo que la historia nos ha enseñado es que la emergencia de este tipo de organizaciones se produce cuando negros y minorías asumen un rol más activo en pos de sus derechos. En otras palabras, y siguiendo nuevamente a Pozzi, las propuestas supuestamente delirantes de Trump con respecto a los mexicanos y otros sudamericanos “contienen más elementos clasistas que racistas.”5 Valeria L. Carbone lo ha dicho con claridad, cuando sostuvo que la lucha por los derechos civiles “atentó contra un arraigado sistema ideológico de creencias y prácticas en cuyo mantenimiento el gobierno federal se encontraba profundamente inplicado.” De esta forma, el racismo en los Estados Unidos fue teniendo transformaciones de sus resoluciones institucionales, “reconfigurándose, y adoptando formas y Pablo Pozzi. “¿Del absolutismo capitalista al fascismo?”, op cit, página 31. Como sostiene un poco más adelante, “Los que se reivindican abiertamente ‘Klan’ son 186 y 196 son los neonazis. A estos hay que agregar 111 grupos nacionalistas blancos, 98 skinheads, y 93 los neoconfederados. En total el SLPC contabiliza 784 grupos ‘de odio’, lo cual representa un crecimiento de 30% desde el año 2000. Por su parte, los grupos de ‘milicianos’ de ultraderecha han aumentado de 149 en 2008 a 1360 en 2012.” 5 Pablo Pozzi. “Las elecciones de Estados Unidos. Raza, racismo y el electorado”, Revista Huellas de Estados Unidos, nro. 11 pág. 6. 4

prácticas racistas que permitieran la pervivencia de esas barreras estructurales a través del persistente privilegio del poder blanco.”6 Así, el racismo cumple funciones de control de clase, ya que políticas tales como las leyes Jim Crow, el supremacismo blanco, las milicias, los neonazis y todas sus variantes, no son más que la fórmula de la clase dominante para ejercer un control que en los últimos años ha sido desafiado. Es claro por qué Trump la toma con los mexicanos, que es una forma de referir a sectores socialmente subalternos y pasibles de control. Resulta paradigmático que al presidente estadounidense le cueste mucho tanto tomar medidas o manifestarse contra los actos violentos de blancos contra negros o latinos, como cuestionar las expresiones racistas y supremacistas. Nada casualmente puede decirse que, en paralelo a la discusión para la construcción del muro entre México y Estados Unidos, el nivel de desempleo ha disminuido; y que también, entre la pirotecnia verbal con China por una supuesta escalada de guerra comercial, los bienes producidos dentro de Estados Unidos aumentaron. Mientras tanto, desde George Bush (jr.) en adelante, se profundizaron las apelaciones a la derecha religiosa, la que, según Pozzi, es utilizada por la burguesía norteamericana “como elemento de movilización y cohesión en aquellos momentos donde la situación

Valeria L. Carbone. “Racismo y raza ¿el motor de la historia de Estados Unidos?”; en Pablo Pozzi y Fabio Nigra (comps.) Huellas Imperiales. De la crisis de 1929 al presidente negro; Buenos Aires, Imago Mundi, 2013, pág. 296. 6

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social y económica es crítica y puede llevar a una crisis de hegemonía.”7 En suma, con honrosas excepciones (la expresada por la fracción financiera de Wall Street, por ejemplo), el gran capital ha confiado en Trump para ordenar las cosas, para ejecutar el ajuste cultural entre el gran capital y los asalariados levantiscos, mientras a la par se controla el avance chino y se condiciona a los capitalistas a que no invierten dentro de las propias fronteras. Con todo lo ridículo que pueda aparentar ser en función de sus bravuconadas (por caso, Benito Mussolini era bravucón, y así y todo duró no menos de veinte años en el poder), Trump ha ejecutado el ajuste económico (que había comenzado Obama8), pero también como novedad aplica el ajuste cultural. Desde ya continuará la resistencia tanto desde los sectores sociales reprimidos, como las fracciones capitalistas condicionadas, pero en tanto los asalariados adviertan cierta estabilidad y crecimiento económico, en las elecciones presidenciales financiadas y llevadas adelante por los ricos, con candidatos empleados de los ricos, no hay nada por lo que preocuparse, ya que el ajuste cultural está en marcha.

Fabio Nigra 7

Fabio Nigra y Pablo Pozzi. La decadencia de los Estados Unidos. De la crisis de 1979 a la megacrisis de 2009; Ituzaingó, Maipue, 2009, pág. 65. 8 “El mensaje sobre el Estado de la Unión de Obama: ‘Es todo un problema de costos’.”, en el número 4 de esta Revista. |#16 | “Ajuste Cultural” | Abril 2019 Web site: www.huellasdeeua.com.ar ISSN: 1853-6506

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1. Gerald N. Grob & George Athan Billias

La Constitución norteamericana: ¿conflicto o consenso?

L

ABSTRACT

a Constitución es uno de los documentos más polémicos de la historia de los Estados Unidos. Generaciones de jueces de la Corte Suprema la han interpretado una y otra vez de acuerdo a sus propias inclinaciones al emitir dictámenes constitucionales relativos a los problemas de la sociedad estadounidense. Tradicionalmente, presidentes y partidos políticos en el poder han contemplado la Constitución a la luz de sus propios intereses, de sus propios objetivos y de sus propias filosofías de gobierno. También los historiadores han presentado interpretaciones antagónicas de la Constitución en diferentes momentos de la historia de Estados Unidos. Sin embargo, sus desacuerdos se han limitado, en gran medida, a la redacción y a la ratificación del  Original: Gerald N. Grob & George Athan Billias. “The Constitution: Conflict or Consensus?” en Interpretations of American History. Patterns and Perspectives; Vol I, Nueva York, The Free Press, 1967. Agradecemos la colaboración de Joaquina De Donato y de Mariana Piccinelli en la edición al español y revisión del presente artículo.

documento. En general, éstos giraron en torno a los propósitos que albergaban los Padres Fundadores1 al darle forma a alguna de sus partes, y de los motivos que impulsaron a los hombres que participaron de su creación

A menudo, los cambios que tuvieron lugar en la perspectiva desde la cual los historiadores miraron la Constitución, coincidieron con los cambios que se registraron en el clima intelectual de opinión dentro del país. Desde la Convención de 1787 hasta el final de la Guerra Civil, los historiadores consideraron que la Constitución era un documento político polémico a causa de las controversias que generaba en relación con la naturaleza del federalismo. Tanto los políticos del norte como los del sur, se empeñaron en citar la Constitución en defensa de sus posiciones concernientes a la relación entre los estados y el gobierno central, y a los respectivos derechos de las minorías y las mayorías bajo la forma de gobierno federal. Dado que la preocupación más acuciante de los historiadores de ese período era la política, frecuentemente reflejaron este punto de vista en sus escritos sobre la Constitución. En general, interpretaron el documento de acuerdo con

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Se consideran Padres Fundadores de los Estados Unidos a aquellos personajes que lideraron la Revolución por la Independencia en 1776 y la Convención Constituyente de 1787. El término suele emplearse para referir a siete hombres de estado y líderes políticos de dicho período: John Adams, Benjamin Franklin, Alexander Hamilton, John Jay, Thomas Jefferson, James Madison y George Washington.

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dos doctrinas contrapuestas: los derechos de los estados en oposición a la soberanía nacional, o una lectura estricta de la Constitución en oposición a una más laxa. El resultado de la Guerra Civil (1861-1865) pareció resolver la disputa, por fuerza de las armas, a favor de la teoría nacional de la Constitución.

un modo u otro, a la tesis de Beard e intentaron revisarla y modificarla. A pesar de que algunos académicos ya habían atacado la interpretación beardiana de manera individual, los revisionistas no constituyeron una escuela propiamente dicha hasta después de finalizada la Segunda Guerra Mundial.

El siglo que transcurrió desde la Guerra Civil dio a luz a tres escuelas historiográficas, claramente diferenciadas entre sí, que ofrecieron teorías discrepantes sobre el período constitucional; la primera la escuela Patriótica- surgió entre las décadas de 1870 y 1880, y su enfoque de la Constitución estuvo condicionado por el intenso nacionalismo que caracterizó a la sociedad estadounidense en las décadas que siguieron a la Guerra Civil.

Los principales representantes de la escuela Patriótica, que se desarrolló en las décadas posteriores a la Guerra Civil, fueron George Bancroft y John Fiske. Ambos escribieron sus versiones de la historia en términos profundamente nacionalistas. Dentro de un contexto más amplio, creían en la superioridad racial de los pueblos protestantes anglosajones. Ambos suscribieron a la idea de que el progreso ordenado de la humanidad moderna hacia una mayor libertad individual se había logrado, en gran medida, gracias a la extraordinaria habilidad política de los pueblos anglosajones para construir estados fuertes y estables. De acuerdo con estos historiadores, el origen de las instituciones democráticas norteamericanas se remonta a los antiguos procedimientos políticos de las tribus teutónicas que habitaban los bosques de Alemania. Para ellos, la Constitución representó, en la historia mundial, el punto culminante del empeño del hombre por civilizarse y gobernarse. En consecuencia, los adherentes a la escuela Patriótica consideraron que la Constitución no solo era un documento democrático destinado a Estados Unidos, sino también un instrumento de gobierno que podía constituir un modelo para el resto de la humanidad.

En los albores del nuevo siglo, apareció la escuela historiográfica Progresista, que interpretó el documento y su encuadre bajo el marco de los movimientos de reforma populistas y progresistas del período comprendido entre 1890 y los primeros años del siglo XX. Charles A. Beard, el historiador más destacado de esta escuela, consideró la Constitución como un documento concebido para proteger la propiedad privada, y vio en ella el reflejo de los intereses de los grupos privilegiados que integraban la sociedad estadounidense de la década de 1780. Esta tradición se mantuvo en los trabajos de los historiadores de la misma orientación, que han continuado escribiendo dentro de esos lineamientos hasta nuestros días. La tercera escuela -la Revisionista- se formó con los historiadores que se opusieron, de

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Para Bancroft, la Constitución simbolizó la cumbre de la Revolución Norteamericana. En sus dos volúmenes sobre el período constitucional (publicados en la década de 1880), veía el lapso comprendido entre los años 1782 y 1788 como una unidad histórica, dentro de la cual la ratificación del documento constitucional representó el punto culminante de la Revolución.2 A su criterio, los Artículos de la Confederación ratificados en 1781 no habían sido sino un falso comienzo en el camino al autogobierno. El pueblo norteamericano, enfrentado a la necesidad de un gobierno central más coercitivo a causa de las amenazas externas que planteaban Gran Bretaña y España, y de los problemas internos tales como la rebelión de Shays3, exigió un nuevo y mejor instrumento de gobierno. En vista de que la nación norteamericana (según Bancroft) estaba destinada por mandato divino a crear la primera república perfecta sobre la faz de la tierra, la Constitución representaba la coronación del movimiento en pos de un gobierno más popular que se había iniciado con la Revolución. La obra de Bancroft divinizó la Constitución y ayudó a fomentar el respeto reverencial con el cual se contempló el documento en la era posterior a la Guerra Civil. En efecto, el 2

George Bancroft. History of the Formation of the Constitution of the United States of America (2. vols); Nueva York, Appleton and Co, 1882. 3 Entre 1786 y 1787, granjeros del oeste de Massachusetts, liderados por el ex capitán del Ejército Revolucionario Daniel Shays, hicieron cerrar las cortes, liberaron a los deudores encarcelados y se enfrentaron con tropas gubernamentales. Dado que ocurrió meses antes de la reunión de la Convención Constituyente, los Federalistas aprovecharon el episodio para presionar por la creación de un gobierno centralizado.

último párrafo de su History of the Formation of the Constitution of the United States, concluye con un encendido discurso sobre la Constitución: "En América había surgido un nuevo pueblo sin rey, ni príncipes ni nobles” -escribió- "que no conocía los títulos y poco sabía de señores de la tierra ya que el arado estaba principalmente en manos de los libres tenedores del suelo. Ellos tenían una religiosidad más sincera, una mejor educación, una mente más serena, y una moral más pura que los hombres de cualquier otra república anterior. Por medio de una meditación calma y amistosos concilios, prepararon una constitución que (...) superaba a todas las que se habían conocido previamente y que se hallaba protegida contra la violencia y la revolución, al proveer un método pacífico por medio del cual llevar a cabo cualquier reforma que fuese necesaria".4 Oportunamente, Bancroft pasó por alto la sangrienta Guerra Civil que acababa de finalizar. La obra de Fiske, The Critical Period of American History, 1783-1789, ofreció un relato dramático de las diferencias entre la situación previa y la posterior al momento en que se redactó la Constitución. En la mirada de Fiske, el período de cinco años que siguió a la paz de 1783 representó "el momento más crítico de toda la historia del pueblo norteamericano".5 Bajo los Artículos de la Confederación, la nación estaba al 4

George Bancroft. History of the Formation... Op Cit., tomo 2, páginas 366 y 367. 5 John Fiske. The Critical Period of American History, 1783-1789; Boston, Houghton, Mifflin and Co., 1893, pág 55.

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borde del colapso: el débil gobierno central no lograba afrontar los problemas de la diplomacia, ni los enfrentamientos entre los estados, ni la depresión económica de posguerra, ni la semianarquía causada por el estallido de conflictos internos tales como la rebelión de Shays. Pero una vez que la Constitución fue redactada, la situación cambió drásticamente. La mayoría de los problemas desaparecieron cuando el nuevo y poderoso gobierno central se ocupó de ellos, y el país fue rescatado del desastre. El libro de Fiske, publicado un año después de la celebración del Centenario de la Constitución, reflejó el respeto reverencial que inspiraba el documento. El estadista británico Gladstone había llamado a la Constitución "la obra más maravillosa de todas las que surgieron del cerebro y propósito de los hombres". Para no ser menos, Fiske la llamó "esta maravillosa obra, esta Ilíada, o Partenón, o Quinta Sinfonía, del arte de gobernar".6 Su encendida alabanza era típica de la generación de historiadores que se dedicaron a canonizar la Constitución en los años posteriores a la Guerra Civil. La escuela de historiadores nacionalistas, por tanto, fue acrítica en su tratamiento de la Constitución y vio el documento a través del cristal de un devoto patriotismo. A sus

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Idem., pág 223. Una excepción a este casi universal coro de alabanzas hacia la Constitución fue la obra de múltiples volúmenes del historiador alemán Hermann von Holst: Constitutional History of the United States (8 volúmenes., Chicago, Callahan and Co., 1876-1892). Von Holst criticó a los historiadores estadounidenses por vislumbrar el documento como producto divino de la excepcional sabiduría de los Padres Fundadores. Sin embargo, la suya no fue más que una visión minoritaria entre los académicos del período.

ojos, los Padres Fundadores fueron grandes hombres motivados esencialmente por los principios del derecho y la justicia, y cuya única preocupación había sido el bienestar de la nación. El pueblo norteamericano, ellos insistían, estaba unido en torno a la devoción común por estos mismos principios, propios de una sociedad democrática. Y la Constitución era la corporación de los sueños de la nación. En cuanto a aquellos que se opusieron a la Constitución, los historiadores nacionalistas los desestimaron con ligereza, considerándolos como hombres carentes de la fe y la amplitud de visión que había caracterizado a los Padres Fundadores. A comienzos del siglo XX, el avance de los movimientos de reforma populistas y progresistas produjo un marcado cambio en la manera de interpretar la Constitución. Los activistas de los movimientos de reforma, preocupados por los problemas que se habían suscitado a raíz del crecimiento de la industrialización en el país, estaban convencidos de que si no se reparaba el desequilibrio en la distribución de la riqueza y el poder político que caracterizaba a la sociedad estadounidense, la democracia en el país estaba condenada al fracaso. Sólo la aprobación de leyes que regularan la industria y mejoraran la situación del hombre común podía salvar la democracia. En respuesta a estas demandas, entre la década de 1890 y los primeros años del nuevo siglo, los gobiernos de los estados comenzaron a extender el alcance de las leyes que, dentro de sus respectivas jurisdicciones, regulaban diversos aspectos de la economía. Al mismo tiempo, el Congreso intentó seriamente regular

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determinadas industrias -como la de los ferrocarriles-, y desmembrar asociaciones empresariales monopólicas. Se aprobaron leyes laborales con el fin de proteger a los trabajadores y mejorar las condiciones de trabajo, tanto de los hombres como de las mujeres. Para detener el aumento de inequidad en la distribución de la riqueza, los gobiernos de los estados, así como el gobierno federal, sancionaron medidas que regulaban el impuesto sobre la renta. Sin embargo, cuando la Corte Suprema declaró inconstitucionales muchas de estas leyes (tanto de los estados como de la nación), una gran cantidad de gente comenzó a considerar la Constitución a la luz de los nuevos acontecimientos. Ahora la veían como un documento antidemocrático, concebido expresamente para proteger los intereses de los ricos y poderosos, y frustrar las aspiraciones democráticas del pueblo norteamericano. Este sentimiento de desilusión que crecía en torno al documento constitucional, ejerció una gran influencia sobre la escuela historiográfica Progresista, que comenzó a formarse en ese momento. En consecuencia, los historiadores de esta línea trasladaron la visión adversa de la Constitución que se gestaba a principios del siglo XX, a los motivos que abrigaron los hombres que dieron forma al documento en la década de 1780. La Constitución, de acuerdo con esta escuela, lejos de ser democrática era un documento reaccionario. Así como en el período progresista se la usaba para proteger los intereses de los ricos y poderosos contra las aspiraciones del hombre común, los Padres Fundadores, en

su momento, redactaron el documento con el fin de defender sus derechos de propiedad y protegerse contra las reformas sociales que estaban en camino. Para los historiadores progresistas, entonces, la Constitución no era más que un documento reaccionario, redactado por los conservadores de la Convención con el objetivo de frustrar los proyectos de los radicales, es decir, de los sectores que abrigaban ideas políticas más liberales y que aspiraban a llevar a cabo una profunda reforma de la sociedad norteamericana. A fin de fundamentar sus hipótesis, estos historiadores hicieron hincapié en los aspectos antidemocráticos de la Constitución (el sistema de checks and balances7, las dificultades que implicaba el procedimiento para realizar enmiendas, y la concepción del veto judicial que imposibilitaba el gobierno de la mayoría) los cuales volvían imposible el gobierno de la mayoría. A diferencia de los historiadores nacionalistas, para quienes con la Constitución se había dado un paso adelante en el desarrollo de la democracia, los progresistas veían en ella un profundo revés asestado al movimiento que, durante la era revolucionaria, bregó por la instauración de un gobierno popular. Además de recibir la influencia de la corriente reformista imperante, el trabajo de los historiadores progresistas resultó afectado por determinados acontecimientos que se desarrollaban en ese momento dentro de su misma profesión. Uno de ellos fue la aparición de lo que llegó a conocerse 7

Controles y equilibrios entre los tres poderes.

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como "Nueva Historia". En el pasado, afirmaron los seguidores de este movimiento, a la historia la habían escrito los conservadores que se servían de sus investigaciones para respaldar el status quo. Ahora, los "nuevos historiadores" querían reescribir la historia siguiendo lineamientos liberales y utilizar las lecciones del pasado como un medio para lograr progresos y reformas. Muchos de ellos eran participantes activos de los movimientos de reforma de la era progresista y argumentaron desde un punto de vista histórico para defender las ideas de intervención gubernamental y regulación de los asuntos de interés público. En consecuencia, los defensores de la "Nueva Historia", entre los que se encontró Charles A. Beard, consideraron la Constitución desde una perspectiva completamente distinta a la de los conservadores que los habían precedido. Muchos escritores de la escuela Progresista reflejaron otro importante rasgo característico de los círculos historiográficos de ese momento: la tendencia hacia una interpretación económica de la historia. Estaban convencidos de que la motivación más importante del hombre era su propio interés económico y de que los factores económicos eran los principales determinantes en moldear el curso de la historia. Las ideas y acciones políticas de los hombres, increparon, estaban primordialmente determinadas por consideraciones económicas. En consecuencia, numerosos historiadores progresistas plantearon la idea de que la Constitución fue concebida por hombres

con determinados intereses económicos como un medio para proteger sus derechos de propiedad. La interpretación progresista de la historia se basó en el concepto de conflicto de clases visto desde una perspectiva económica; un punto de vista que se había desarrollado a partir de interpretar a la Revolución Norteamericana como un proceso dual. El punto de partida fue la premisa de Carl L. Becker según la cual la revolución había sido una lucha con doble objetivo: lograr un gobierno propio y determinar quién debía gobernar después de la partida de los británicos. En la lucha de clases interna que se desarrolló en ese marco, las clases bajas, formadas por pequeños granjeros de interior del país y los trabajadores de las ciudades litorales del este, se impusieron sobre las clases altas (compuestas por comerciantes, financistas y manufactureros). Una vez que las clases bajas tomaron el control -continuaba la versión progresistaprocedieron a democratizar la sociedad norteamericana mediante la redacción de constituciones radicales para los estados y de los Artículos de la Confederación. Puesto que carecían casi por completo de propiedad, las clases bajas instauraron gobiernos democráticos que legislaron para bajar el valor de la moneda, proteger a los deudores y favorecer a los pequeños granjeros cuyos intereses eran la tierra y los bienes raíces. De acuerdo con la interpretación progresista, los miembros de las clases altas que sobrevivieron a la guerra comenzaron a sentirse cada vez más desencantados con la situación política y económica. Los que

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tenían intereses relacionados con la propiedad personal (valores en dinero y títulos públicos, o inversiones en la industria manufacturera, el transporte marítimo y el comercio) se alarmaron particularmente porque los gobiernos democráticos parecían actuar en detrimento de sus intereses para favorecer a los propietarios de tierras y bienes raíces. Como fracasaron en el intento de enmendar los Artículos de la Confederación de manera tal que sus intereses quedaran a resguardo, las clases altas conservadoras emprendieron lo que, en realidad, no fue otra cosa que una contrarrevolución. En otras palabras, conspiraron para socavar los democráticos Artículos de la Confederación e instituir en su lugar una Constitución conservadora. La obra que mejor expresó la perspectiva progresista fue el libro de Charles A. Beard, An Economic Interpretation of the Constitution, publicado en 1913. Aunque otros académicos -tales como Richard Hildreth y John Marshall en el campo de la Historia y J. Allen Smith en el de las ciencias políticas- ya habían adoptado un enfoque economicista de la Constitución, ninguno había sido capaz de demostrar, de manera tan convincente como Beard, que la economía podía ser el mejor punto de partida para interpretar el documento. La pieza clave del innovador trabajo de Beard fue el análisis, persona por persona, de las posesiones económicas y status social de los autores de la Constitución. Valiéndose de los Archivos del Tesoro, Beard logró demostrar que la mayoría de esos hombres eran propietarios de títulos públicos, un

tipo de propiedad cuyo valor indudablemente se incrementaría si se redactaba una nueva Constitución que fortaleciera al gobierno y mejorara la capacidad crediticia del país. La investigación de Beard también demostró que esos hombres tenían grandes inversiones en otros tres tipos de propiedad personal. Sus hallazgos lo llevaron a concluir que "El movimiento en pos de una Constitución para Estados Unidos fue iniciado y ejecutado principalmente por cuatro grupos de intereses vinculados a la propiedad personal que habían sido perjudicados por los Artículos de la Confederación: la moneda, los títulos públicos, la industria manufacturera, y el comercio y el transporte marítimo".8 La implicación era clara: los autores de la Constitución la concibieron con el objeto de salvaguardar el tipo de propiedad que alimentaba sus bolsillos. Cabe preguntarse cómo, si las clases bajas representaban a la mayoría de la población, la minoría formada por los grandes propietarios logró controlar la Convención Constitucional. La respuesta de Beard se basó principalmente en su interpretación de los requisitos patrimoniales para votar. De acuerdo con él, la mayoría de los pequeños granjeros y trabajadores, o bien estaban endeudados o bien tenían propiedades tan pequeñas que no calificaban para obtener el derecho al voto. "Dados los requisitos exigidos para emitir sufragios, una gran masa que carecía de

8

Charles A. Beard. An Economic Interpretation of the Constitution of the United States; Nueva York, Mcmillan Co., 1935, pág 324.

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propiedades resultó excluida, desde el primer momento, de la posibilidad de participar (...) en la tarea de dar forma a la Constitución".9 Por lo tanto, la Constitución, para Beard, era un documento antidemocrático que había sido impuesto sobre la mayoría del pueblo estadounidense por una minoría propietaria. De acuerdo con Beard, cuando llegó el momento de ratificar la Constitución, las "masas sin propiedad" resultaron excluidas una vez más de la participación política. Por faltarles a unos el derecho al sufragio y a otros el interés por ejercerlo, solo un cuarto de los hombres adultos de la nación votó la ratificación del documento, y el número de votantes a favor de la Constitución no superó la sexta parte del total de los hombres adultos. A su vez, según el trabajo de Beard, los que apoyaron la ratificación en cada estado tenían exactamente los mismos intereses económicos que los que habían redactado la Constitución. Así, el voto por la ratificación (al igual que la Constitución misma) puso en evidencia un conflicto de clases: la pugna colocó por un lado a los grandes propietarios y del lado contrario a los pequeños granjeros y a los deudores. El libro de Beard ejerció una profunda influencia sobre la profesión del historiador. Toda una generación de historiadores estadounidenses se convenció de que la Constitución sólo podía ser entendida desde el punto de vista del conflicto de clases. El libro de Vernon L. Parrington, Main Currents of American Charles A. Beard. An Economic Interpretation… Op. Cit., pág 324. 9

Thought, publicado en 1927, y el de Louis M. Hacker, Triumph of American Capitalism, de 1940, expresaron el punto de vista de Beard, y los libros de texto de historia o de ciencias políticas repitieron literalmente su tesis. No cabe duda de que An Economic Interpretation of the Constitution fue uno de los libros de historia más influyentes que se publicaron en Estados Unidos en el siglo XX. Casi todas las interpretaciones de la Constitución escritas con posterioridad a su publicación en 1913, han tomado posición, o bien a favor o bien en contra de Beard. Uno de los historiadores que continuó escribiendo en esta línea, aunque con algunas diferencias, fue Merril Jensen. La mayor parte de sus investigaciones apuntaron a refutar la noción de Fiske según la cual la década de 1780 había sido un "período crítico". En dos obras muy importantes, The Articles of Confederation (1940) y The New Nation (1950), Jensen se abocó a desarticular la idea de que las condiciones económicas, los problemas políticos y las crisis diplomáticas que se desarrollaron durante ese período hubieran sido tan graves como las pintaba Fiske. Jensen elogió los Artículos de la Confederación como instrumento de gobierno y consideró que, de haber recibido apoyo financiero, la Confederación se habría sostenido sin mayores inconvenientes. Según él, si ese período tuvo algún aspecto crítico, fue porque las clases altas conservadoras y aristocráticas, con su exigencia de un gobierno más centralizado, crearon un clima de intranquilidad. De esta manera, Jensen coincidía con Beard en la idea de que la Constitución era un documento

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contrarrevolucionario que había sido impuesto antidemocráticamente a las masas por una minoría poderosa con intereses creados. Todos los historiadores que, al igual que este último, vieron en la Constitución el resultado de un conflicto relativamente claro entre las clases altas y las bajas, han sido calificados, en general, como neobeardianos. Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial apareció en escena una nueva escuela de académicos revisionistas que se colocaron en una posición contraria a la de Beard. Aunque a menudo no coincidieron en sus interpretaciones sobre la Constitución, todos opinaron que el estudio realizado por este historiador, no era satisfactorio. Algunos de ellos se alinearon con la escuela Neoconservadora, pero otros no lo hicieron. En cuanto a estos últimos, su característica saliente era la propensión a rechazar dos de los supuestos básicos de Beard: en primer lugar, consideraron que la Constitución no probaba la existencia de un conflicto de clases sino de un consenso entre los norteamericanos. En segundo lugar, creían que los períodos de la Revolución y de la Constitución se encontraban en la misma línea de desarrollo, es decir, rechazaban la idea de Beard según la cual hubo una revolución radical seguida de una reacción conservadora. Estos dos temas se vieron reflejados en un sugestivo título, Consenso y Continuidad, 1776-1787, obra de Benjamin F. Wright, escrita en el marco de la tradición neoconservadora y publicada en 1958. Wright, que se desempeñaba en el campo

de las ciencias políticas, no veía a la Constitución como un documento económico, sino político. Según sus afirmaciones, el rasgo característico de los delegados que asistieron a la Convención Constituyente era el amplio margen de acuerdo respecto de cuales consideraban que eran los elementos esenciales del buen gobierno. "Las cuestiones políticas constitucionales de importancia fundamental fueron dadas por sentado sin necesidad de debate, o solo se las discutió brevemente. Entre ellas se incluían temas primordiales, tales como el del gobierno representativo, la realización de elecciones a intervalos regulares, la necesidad de contar con una Constitución escrita que representara la ley suprema y que contuviera una cláusula para enmendarla, la separación de poderes con sus correspondientes contraequilibrios, la creación de un congreso bicameral, de un poder ejecutivo único y de un sistema judicial independiente. En ningún otro país, en el siglo XVIII, podían estos principios darse por sentado ni aceptados en conjunto aun después de debates y votaciones. La naturaleza y la amplitud de este acuerdo básico arroja mucha más luz sobre el pensamiento político y constitucional de los norteamericanos en 1787 que las disputas en torno de temas que, en casi todos los casos, se reducían a matices o que provenían en gran medida de desacuerdos entre las regiones o de las diferencias de tamaña entre los estados". 10 Siendo así, Wright vio en la redacción del documento 10

Benjamin F. Wright. Consensus and Continuity, 1776-1787; Boston, Boston University Press, 1958, pág 36.

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constitucional una evidencia del consenso básico que existía entre los norteamericanos. Wright también mostró la existencia de una continuidad esencial entre el período revolucionario y el de la Constitución en lo que concierne a los hombres y a las ideas. Según él, los mismos hombres que ejercieron cargos de responsabilidad pública en 1787 lo habían hecho previamente en 1776. Otros académicos que llevaron a cabo investigaciones sobre este punto estimaron que un ochenta y nueve por ciento de los hombres que habían ejercido cargos públicos antes de la Revolución, lo hicieron también en alguno de los nuevos gobiernos estatales. Wright señaló, además, que en ningún otro lugar las ideas políticas de la Revolución estuvieron mejor expresadas que en las constituciones de los estados, las cuales, en muchos casos, fueron redactadas por los mismos hombres que habían escrito y firmado la Declaración de Independencia. En vista de esta evidencia, inquirió Wright, ¿cómo era posible considerar que el período constitucional era una instancia reaccionaria con respecto a la Revolución? Una segunda línea de ataque contra la tesis de Beard fue esbozada por el historiador neoconservador Robert E. Brown en su estudio: Charles Beard and the Constitution, publicado en 1956. Brown desafió la evidencia presentada por Beard para fundamentar su interpretación económica de la Constitución. En primer lugar, señaló que Beard había recurrido a archivos del Tesoro fechados varios años después de la Convención Constitucional para probar que

los Padres Fundadores poseían títulos públicos en el momento de redactar el documento. Además, después de estudiar las propiedades de los firmantes, Brown llegó a la conclusión de que éstos tenían más capital invertido en tierras y en propiedades inmuebles que en títulos públicos. Esta prueba asestó un duro golpe a la idea de Beard de que los constituyentes habían redactado el documento con el objeto de proteger su propiedad en títulos contra los que poseían tierras o propiedades inmuebles. Sin embargo, Brown fue aún más lejos y también cuestionó uno de los supuestos que llevaron a Beard a concluir que la Constitución era un documento antidemocrático, a saber, que las "masas sin propiedad", formadas por pequeños granjeros y trabajadores, no tenían posibilidad de participar en el proceso político. De acuerdo con Brown, la sociedad estadounidense de 1780 representaba una "democracia de clase media". La mayoría de sus miembros pertenecían a esta clase social ya que eran propietarios de pequeñas granjas y obtenían de ellas beneficios económicos. La sociedad norteamericana era básicamente democrática, afirmaba Brown, porque la mayor parte de la población estaba formada por pequeños granjeros que poseían tierras suficientes para obtener el derecho al voto. Para este autor, entonces, la Constitución, lejos de ser el reflejo de los deseos de una clase alta aristocratizante, representaba la voluntad de una clase media con actitud democrática. Mediante esta caracterización, según la cual en la sociedad norteamericana predominaba una amplia clase media,

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Brown se colocó en una posición completamente opuesta a la escuela historiográfica de la línea de Beard, cuya interpretación se basaba en el conflicto de clases. Durante el período que siguió a la Segunda Guerra Mundial, la escuela neoconservadora terminó desestimando por completo la interpretación beardiana del documento constitucional. Se hizo cada vez más hincapié en la idea de que la Constitución era un documento de "consenso" y se escribió menos desde la perspectiva que la consideraba antidemocrática. La actitud que se tomó con respecto a los redactores de la Constitución fue mucho más favorable que la que había existido en la generación anterior, cuando a muchos de esos hombres se los había denunciado por tomar posiciones políticas destinadas a proteger los intereses de sus bolsillos. Los libros de texto universitarios hicieron énfasis en los acuerdos que habían existido entre los hombres de la Convención Constitucional y restaron importancia a los desacuerdos. Historiadores constitucionales como Henry Steele Commanger declararon que la Constitución no era un documento económico sino, por sobre todo, uno político cuyo principal objetivo fue lidiar con el problema del federalismo. Numerosos historiadores alabaron el período constitucional describiéndolo como un período constructivo y no ya como una época destructiva en la cual una minoría política de propietarios había robados de sus derechos y libertades a la mayoría del pueblo estadounidense.

Al reconsiderar el período constitucional en términos tan laudatorios, muchos historiadores neoconservadores parecían reflejar la atmósfera de su época. A partir de la Segunda Guerra Mundial, el conservadurismo que se hizo evidente en tantos académicos estadounidenses fue, en parte, una respuesta al reto que suponía la existencia del comunismo en el extranjero. Con el fin de superar la crisis internacional provocada por el enfrentamiento entre comunismo y anticomunismo, numerosos historiadores se sintieron apremiados, conscientemente o no, a demostrar que Estados Unidos había sido una nación fuerte y unida durante la mayor parte de su historia. Por lo tanto, reescribieron un gran tramo de la historia nacional desde la perspectiva de la existencia de un consenso básico entre los norteamericanos. Dentro de este contexto, la tesis del consenso reemplazó a la idea beardiana, según la cual, el documento constitucional representaba un disenso originado en el choque de intereses económicos entre elementos diversos de la sociedad estadounidense). Durante el período de posguerra hubo dos grandes avances, desde el revisionismo, en lo que concierne a estudios acerca de la Constitución. Uno de ellos fue la aparición de numerosos historiadores que abordaron el período constitucional por medio de un enfoque interdisciplinario. En particular, aquellos que emplearon las herramientas conceptuales del campo de la sociología, fueron capaces de desarrollar un análisis más complejo sobre la sociedad estadounidense de la década de 1780. Sus

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conclusiones sugirieron una nueva interpretación que revisaba drásticamente las visiones sostenidas por Beard y otros académicos de la escuela Progresista. Los historiadores progresistas tendieron a ver el conflicto social de la era constitucional bajo el contexto de un dualismo simplificado en exceso, es decir, ricos versus pobres, granjeros versus empresarios, Este versus Oeste y zonas rurales versus urbanas. Aquellos académicos provistos con una orientación sociológica, en cambio, procuraron vislumbrar el conflicto del período en términos más complejos. Al identificar una multiplicidad de grupos dentro de la sociedad estadounidense de la época, volvieron el dualismo previo menos sostenible. Cada uno de estos grupos, sostuvieron, procuraban alcanzar un sentido de identidad de grupo o por lo menos lograr que sus puntos de vista fuesen aceptados en la sociedad. Por lo tanto, los historiadores con conciencia sociológica remplazaron la mirada dualista sobre el período constitucional por una pluralista. El académico que más se destacó por aplicar un enfoque sociológico al período constitucional fue Oscar Handlin, un historiador de Harvard. En un estudio preliminar publicado con su esposa en 1944, Handlin llamó la atención sobre la polarización por medio de la cual los historiadores progresistas (en particular aquellos que mantenían la tradición beardiana) estudiaban la sociedad estadounidense del período previo y posterior a la Guerra de Independencia.

Manteniéndose dentro de la línea de la escuela Progresista, Arthur M. Schlesinger, Sr., por ejemplo, había visto a la Guerra Revolucionaria como parte del conflicto de clases. La Revolución, concluyó Schlesinger, representó una victoria radical para las clases bajas mientras que la redacción de una Constitución Federal fue de una ofensiva contrarevolucionaria por parte de las clases altas conservadoras.11 El punto de vista de los Handlins hacía notar que tan turbia polarización no podía aplicarse a Massachusetts. Las divisiones transversales y horizontales de clase entre los estados en la era prerevolucionaria aun no se habían perpetuado. Un enfoque dualista no podía coincidir con las diferencias sociales propias de cada estado en la era constitucional. Lo significativo fue la creación de nuevos grupos sociales dentro de Massachusetts, atribuible a la movilidad social, conflictos intraclases y otros cambios en la estructura social, y no la continuación de viejos grupos sociales, concluyeron los Handlins.12 El énfasis puesto por estos autores en el pluralismo de la sociedad estadounidense, y en el conflicto surgido de la creación de nuevos grupos sociales, se oponía no solo a la tradición beardiana sino también a los supuestos de historiadores neoconservadores como Daniel Boorstin y Louis Hartz, quienes habían atribuido la inestabilidad de la sociedad estadounidense desde su misma concepción al impacto 11

Arthur M. Schlesinger, Sr. "The American Revolution Reconsidered" en Political Science Quarterly, Vol XXXIV, marzo 1919, páginas 63 a 75. 12 Oscar y Mary Handlin. "Radicals and Conservatives in Massachusetts after Independence" en New England Quarterly, Vol XVII, septiembre 1944, pág. 343 a 355.

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cultural que supuso la llegada a América para los primeros colonos y subsecuentes inmigrantes. Los recién llegados al Nuevo Mundo se encontraron con condiciones totalmente diferentes, y la traumática experiencia de abandonar a familiares y allegados y trasladarse a un lugar extraño los hizo vivenciar una profunda sensación de desarraigo. Los conflictos surgieron a medida que la llegada de inmigrantes, que procuraban insertarse en la nueva sociedad americana, derribaba las viejas jerarquías y patrones de autoridad. El impacto de la migración destruyó el sentido de comunidad que había existido en el Viejo Mundo a medida que las instituciones como la familia, la Iglesia y el gobierno experimentaron profundos cambios. Relaciones intergrupales e interpersonales se vieron alteradas a medida que hombres desarraigados comenzaron a perseguir sus separados y conflictivos intereses y los recién formados grupos sociales luchaban por negociar entre sí en el marco de una nueva sociedad. El resultado fue la inestabilidad social y una sensación de pérdida, alienación y declive del orden. Handlin aplicó este abordaje sociológico a toda la historia norteamericana y sugirió que la temática que atravesaba toda la historia de Estados Unidos era la inestabilidad social. La sociedad estadounidense, sostuvo, se caracterizó por una gran movilidad social, lo que generó que su población estuviese enfrentando constantes cambios de status entre los grupos sociales y se viese forzada a convivir con las tensiones propias de conflictos intergrupales. Lo que sucedió en el período previo y posterior a la Guerra

Revolucionaria (la disgregación de viejos grupos y la creación de nuevos) fue un proceso que se repitió una y otra vez a lo largo de la historia del país, provocando constantemente conflicto y cambio. Hubo historiadores que simplemente se contentaron con tomar prestado este abordaje sociológico pluralista para la sociedad norteamericana durante el período constitucional sin necesariamente abordar el resto de sus investigaciones desde una perspectiva sociológica. Forrest McDonald, en dos libros que lidiaban con la era constitucional, criticó a Beard por utilizar categorías dualistas (clases bajas versus clases altas, propiedad inmueble versus propiedad personal, acreedores versus deudores y comercio versus agricultura) para explicar la redacción y ratificación de la Constitución. En vista de las complejas fuerzas económicas que tuvieron lugar en la época, tales categorías eran demasiado simplistas, sostuvo McDonald. Y concluyó que cualquier interpretación económica de la Constitución que aspirara a ser significativa, debía ser pluralista. Para sus propios estudios, este autor propuso, para explicar la ratificación de la Constitución, una interacción mucho más compleja de fuerzas entre intereses económicos competitivos a nivel estatal y nacional.13 El segundo gran avance en lo que concierne a los estudios sobre la Constitución ocurrió 13

Forrest McDonald. We the People: The Economic Origins of the Constitution; Chicago, The University of Chicago Press, 1958 y E Pluribus Unum: The Formation of the American Republic, 1776-1790; Boston, Houghton Mifflin Company, 1965.

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en la década de 1960 con el surgimiento de los historiadores de la "Nueva Izquierda". Sumamente críticos sobre el argumento neoconservador que sostuvo que la Constitución representó un "consenso" sobre valores fundamentales, adujeron, por el contrario, que la redacción del documento constitucional estuvo marcada por un agudo conflicto. Al mismo tiempo, también hubo historiadores de la Nueva Izquierda que discreparon con la interpretación progresista de la Constitución formulada por Charles Beard. Staughton Lynd, una de las figuras más destacadas de la Nueva Izquierda, fue quien hizo una de las mayores contribuciones a la historiografía de la Constitución. Lynd fue "más allá de Beard" al revisar el énfasis que la escuela Progresista había dado a la Constitución como documento económico. Beard había destacado que la Constitución representó la protección de ciertos tipos de propiedad (los derechos de los poseedores de propiedad personal en detrimento de aquellos quienes poseían bienes inmuebles). Lynd estuvo de acuerdo en que hubo un choque entre intereses económicos, pero sostuvo que el conflicto se libró en un terreno distinto: fue entre quienes eran dueños de esclavos y quienes no. La lucha económica en torno a la esclavitud nunca se resolvió, escribió Lynd, tuvo que haber una "Segunda Revolución Norteamericana" -la Guerra Civil- para que el conflicto se resolviera por la fuerza de las armas muchos años después.14

14

Staughton Lynd. Class, Conflict, Slavery and the United States Constitution; Indianápolis, The Bobbs Merrill Co., 1967.

Las dos tendencias historiográficas recientes que abordaron la Constitución fueron consecuencia, en parte de la presión externa provocada por acontecimientos contemporáneos, y en parte producto de una presión interna surgida a partir de los cambios intelectuales ocurridos dentro de la profesión del historiador. De estas dos, la Nueva Izquierda fue claramente la más influenciada por el contexto que le tocó vivir. Desencantados con el curso que estaba tomando la historia de Estados Unidos (la agresividad del país al intervenir en Cuba y Vietnam, la continua prevalencia de la pobreza, y el prejuicio y discriminación que sufrían los afroamericanos), la Nueva Izquierda escribió acerca del pasado de la nación desde una perspectiva radical y crítica, y analizó la Constitución bajo una luz diferente a la de los historiadores del Consenso de la década de 1950. Los historiadores de la otra tendencia historiográfica reciente, en cambio, al aplicar un enfoque interdisciplinario a sus investigaciones, se vieron más afectados por las presiones internas dentro de la profesión, si bien ellos también produjeron una imagen del período constitucional que se diferenció marcadamente con la presentada por historiadores anteriores. 15

15

El libro de Gordon Wood, The Creation of the American Republic; Londres, University of North Carolina Press, 1969 puede ubicarse en esta última línea y fue de suma importancia porque representó un acercamiento al período constitucional en términos de escuela intelectual. El abordaje "idealista" de Wood acentuó que las ideas eran los mayores determinantes de la historia y que eran las consideraciones ideológicas y no los materiales (como habían sostenido los historiadores de la escuela Progresista) las fundamentales para moldear el curso de los acontecimientos.

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El estudiante de historia que aborda el problema de la Constitución se encuentra frente a una serie de cuestiones complejas: ¿Cuál era el espíritu de la Constitución Federal y de qué manera reflejó su redacción el desarrollo del pensamiento político norteamericano durante la década de 1780? ¿Eran ideológicas o económicas las diferencias que dividieron a los defensores y detractores de la Constitución? ¿Era la Constitución, como argumentaron los académicos de la línea de Beard, un documento antidemocrático producto de una minoría política propietaria que redactó un instrumento de gobierno destinado a limitar las libertades de la mayor parte del pueblo estadounidense? ¿O era, como afirmaron algunos historiadores revisionistas, la prueba indiscutible de un consenso presente entre los norteamericanos de la época? ¿O acaso la Constitución fue producto de una sociedad pluralista marcada por conflictos intergrupales y no por el consenso? Solo después de plantearse estas preguntas podrá el estudiante decidir si la Constitución reflejó un conflicto de clases o si fue la consecuencia de un consenso entre los miembros de la sociedad norteamericana.

Bancroft, George. History of the Formation of the Constitution of the United States of America (2. vols); Nueva York, Appleton and Co, 1882. Beard, Charles. An Economic Interpretation of the Constitution of the United States; Nueva York, Mcmillan Co., 1935. Fiske, John. The Critical Period of American History, 1783-1789; Boston, Houghton, Mifflin and Co., 1893. Handlin, Oscar y Mary. "Radicals and Conservatives in Massachusetts after Independence" en New England Quarterly, Vol XVII, septiembre 1944. Lynd, Staughton. Class, Conflict, Slavery and the United States Constitution; Indianápolis, The Bobbs Merrill Co., 1967. McDonald, Forrest. We the People: The Economic Origins of the Constitution; Chicago, The University of Chicago Press, 1958. McDonald, Forrest. E Pluribus Unum: The Formation of the American Republic, 1776-1790; Boston, Houghton Mifflin Company, 1965. Schlesinger Sr, Arthur. "The American Revolution Reconsidered" en Political Science Quarterly, Vol XXXIV, marzo 1919.

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Von Holst, Hermann: Constitutional History of the United States (8 volúmenes., Chicago, Callahan and Co., 18761892). Wood, Gordon. The Creation of the American Republic; Londres, University of North Carolina Press, 1969. Wright, Benjamin F. Consensus and Continuity, 1776-1787; Boston, Boston University Press, 1958.

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2. Fabio Luciano Iachtenchen  Os historiadores progressistas e a formação da New History norte-americana nas primeiras décadas do século XX

O

ABSTRACT

Movimento historiográfico heterogêneo que surgiu na transição dos séculos XIX e XX, mais ou menos simultaneamente em diferentes partes do mundo, foi denominado genericamente Nova História. Os historiadores a ele ligados tiveram como elemento unificador a rejeição às escolas científicas de pensamento histórico do século XIX, associadas ao chamado “paradigma tradicional”. Este trabalho propõe analisar as características essenciais de um dos grupos que contribuíram para a constituição e posterior repercussão deste movimento geral, a New History norte-americana, denominada também, em uma perspectiva mais ampla, de escola progressista. Apesar da expressão  Professor colaborador do Programa de Pós-Graduação em História da Universidade Estadual de Ponta Grossa. Pós-doutorando em História Social no Programa de Pós-Graduação em História Social, Universidade Estadual de Londrina. E-Mail: fabio.luciano@gmail.com

“Nova História” ter sido observada anteriormente, foi um grupo de historiadores ligados às universidades de Columbia e Maryland, no início da década de 1910 até meados dos anos 1930, quem protagonizou uma proposta de mudança radical, conceitual e metodológica, em relação à historiografia do século anterior. Em um sentido geral, a New History propunha transformar a história (conhecimento, ensino, profissão) em um instrumento positivo de progresso social por meio de uma abordagem das origens históricas de determinados problemas do presente. Isso seria possível pela relação conceitual e metodológica com as ciências sociais emergentes, em uma tentativa totalizante de compreender e interpretar cada aspecto da vida humana no passado. Assim, a proposta central é analisar de que forma a New History se configurou como nova concepção de história, com escopo e propósito particulares, de forma a estabelecer um novo modelo explicativo da formação dos Estados Unidos como substitutiva à frontier thesis de Frederick Jackson Turner e, em segundo plano, perceber a influência da Primeira Guerra Mundial na formação da New History como campo historiográfico. Palavras-chave: Nova História, historiografia norte-americana, escola progressista.

E más

*** L movimiento historiográfico heterogéneo que surgió en la transición de los siglos XIX y XX, o menos simultáneamente en

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diferentes partes del mundo, fue denominado genéricamente Nueva Historia. Los historiadores ligados a este movimiento tuvieron como elemento unificador el rechazo a las escuelas científicas de pensamiento histórico del siglo XIX, asociadas al llamado "paradigma tradicional". Este trabajo propone analizar las características esenciales de uno de los grupos que contribuyeron a la constitución y posterior repercusión de este movimiento general, la New History norteamericana, denominada también, desde una perspectiva más amplia, de escuela progresista. A pesar de que la expresión "Nueva Historia" fue observada anteriormente, fue un grupo de historiadores vinculados a las universidades de Columbia y Maryland, a principios de la década de 1910 hasta mediados de los años 1930, quien protagonizó una propuesta de cambio radical, conceptual y metodológico, a la historiografía del siglo anterior. En un sentido general, la nueva historia proponía transformar la historia (conocimiento, enseñanza, profesión) en un instrumento positivo de progreso social a través de un abordaje de los orígenes históricos de determinados problemas del presente. Esto sería posible por la relación conceptual y metodológica con las ciencias sociales emergentes, en un intento totalizante de comprender e interpretar cada aspecto de la vida humana en el pasado. Así, la propuesta central es analizar de qué forma la New History se configuró como nueva concepción de historia, con alcance y propósito particulares, para establecer un nuevo modelo explicativo de la formación de los

Estados Unidos como sustitutivo a la frontier thesis de Frederick Jackson Turner y, en segundo plano, percibir la influencia de la Primera Guerra Mundial en la formación de la New History como campo historiográfico. Palabras clave: Nueva Historia; historiografía norteamericana; escuela progresista.

T

***

He heterogeneous historiographic movement that emerged in the transition of the nineteenth and twentieth centuries, more or less simultaneously in different parts of the world, was generically called New History. Historians linked to this movement had as their unifying element the rejection of the nineteenth-century scientific schools of historical thought associated with the socalled "traditional paradigm." This work proposes to analyze the essential characteristics of one of the groups that contributed to the constitution and later repercussion of this general movement, the New History in America, also called, in a broader perspective, a progressive school. Although the expression "New History" as noted earlier, it was a group of historians connected to the universities of Columbia and Maryland, in the early 1910s to the mid-1930s, who staged a radical, conceptual and methodological change toward to the historiography of the previous century. In a general sense, New History proposed to transform history (knowledge, teaching, profession) into a positive instrument of social progress by approaching the historical origins of

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certain problems of the present. This would be possible through the conceptual and methodological relationship with the emerging social sciences, in a totalizing attempt to understand and interpret every aspect of human life in the past. Thus, the central proposal is to analyze how New History has emerged as a new conception of history, with particular scope and purpose, in order to establish a new explanatory model of the formation of the United States as a substitute for the frontier thesis of Frederick Jackson Turner and, in the background, realize the influence of the First World War in the formation of New History as a historiographical field. Keywords: New History; American historiography; progressive school.

History: an account mostly false, of events mostly unimportant, which are brought about by rulers mostly knaves, and soldiers mostly fools. Ambrose Bierce, Devil’s dictionnary, 1911

A definição de História cunhada pelo jornalista e ensaísta norte-americano Ambrose Bierce em seu dicionário satírico tem o tom crítico e irônico comum ao gênero, um instrumento linguístico que expõe caricaturalmente as instituições, figuras públicas e costumes. Este dicionário particularmente contém mais de mil verbetes, epigramas e pequenos ensaios que constituem um panorama interessante sobre

as ideias circulantes nos Estados Unidos dos anos 1910 a partir de sua aguçada ironia. Mesmo considerando a aparente despretensiosidade nesta definição crítica da História, tomada em um sentido institucional, ela dirige-se abertamente a uma forma de se pensar e fazer a história, particularmente associada ao século XIX e a determinadas correntes de pensamento do período, ao mesmo tempo em que ilustra um conjunto de críticas dirigidas aos historiadores novecentistas no início do século XX. A definição capta uma parte do entendimento cada vez mais comum à época de que uma determinada forma de escrita e produção da história seria caracterizada por ser uma reunião falsa e\ou artificial de eventos pouco importantes, nos quais figuravam grandes vultos, como governantes e militares de alta patente. É também uma crítica a história essencialmente política, voltada aos indivíduos considerados importantes e a cuja a natureza era factual e episódica. Podemos associar este espírito crítico ao movimento historiográfico heterogêneo e desarticulado que surgiu na transição dos séculos XIX e XX, mais ou menos simultaneamente em diferentes partes do planeta, denominado genericamente “Nova História”. Este grupo teve como elemento unificador a rejeição às escolas científicas de pensamento histórico do século XIX, a partir do diagnóstico de que os modelos explicativos do passado consagrados por estas abordagens europeias, associadas ao chamado “paradigma tradicional”, não

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estariam mais aptas a explicar a dinâmica social e política do início do século XX. Este trabalho propõe analisar um dos grupos que contribuíram decisivamente para a constituição e posterior repercussão deste movimento geral, a New History norteamericana, denominada também Progressive School. Apesar da expressão “Nova História” ser observada anteriormente, foi um grupo de historiadores ligados às universidades de Columbia e Maryland, no início da década de 1910 até pelo menos o final dos anos 1930, quem protagonizou uma proposta de mudança radical, conceitual e metodológica, em relação ao século anterior.1 O termo “progressista” foi consagrado posteriormente por Richard Hofstadter para definir o grupo inicial de historiadores norteamericanos ligados à New History. Em The progressive historians: Turner, Beard, Parrington (1968), Hofstadter analisou três obras que considerou referenciais para a formação do campo nos Estados Unidos entre o final do século XIX e início do XX: The significance of the frontier in American history (1894), de Frederick Jason Turner, An 1

Os argumentos sobre a perda de influência da New History na historiografia norte-americana em meados da década de 1930 estão relacionados à ascensão da chamada “consensus school”, que advogava uma abordagem voltada à unidade dos valores americanos em detrimento às análises sociais e estruturantes. Ocorriam também os primeiros debates sobre História Intelectual, a partir de trabalhos de Paul Lovejoy, como, por exemplo, The great chain of being: a study of the history of an idea, de 1933. É possível considerar também a importância posterior da seriação de dados que deu origem aos chamados “cliometristas”, inaugurando uma abordagem adequada ao quadro geopolítico no qual os EUA estavam inseridos após a Segunda Guerra Mundial. C. f. VASCONCELOS, José Antonio. Quem tem medo da teoria? A ameaça do pósmodernismo na historiografia americana. São Paulo: Annablume/Fapesp, 2005, p. 31-32.

economic interpretation of the Constitution of the United States (1913), de Charles Beard e Main currents in American thought (1927), de Vernon L. Parrington.2 É notável a ausência de Carl Becker, que frequentemente é citado como um dos expoentes do grupo e um de seus idealizadores mais importantes, justificada por Hofstadter pelo fato de Becker não ter escrito nenhuma obra que se assemelhasse às que elegeu como representativas do conjunto de ideias que analisou como historiografia progressista. Isto posto, a introdução do livro faz a ressalva de que ao agrupá-los enquanto progressistas não pretendia defini-los como uma escola totalmente unitária, e menos ainda sugerir que eles adotaram precisamente o mesmo ponto de vista sobre a produção do conhecimento histórico ou mesmo sobre as grandes questões políticas ou sociais do período.3 Ainda que tenham vindo da mesma região, a Costa Leste norte-americana, e tenham pertencido mais ou menos à mesma geração, tiveram experiências diferentes em determinados momentos. Charles Beard, por exemplo, concebia que a tese da fronteira elaborada por Frederick Jason Turner, apesar de estar ligada a alguns movimentos políticos insurgentes nos Estados Unidos das duas primeiras décadas do século XX, estava também recoberta de um certo conservadorismo nacionalista como ideia

2

Neste trabalho uso a edição em espanhol da Editora Paidós, publicada no mesmo ano da edição original: HOFSTADTER, Richard. Los historiadores progressitas. Buenos Aires: Paidós, 1968. 3 HOFSTADTER, Richard. Los historiadores..., p. 12.

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fundante da unidade conceitual americana.4 Tanto Beard quanto Vernon Louis Parrington responderam melhor aos movimentos de esquerda dentro do heterogêneo campo progressista. Justamente por ocasião do New Deal na década de 1930, as teses econômicas e sociais de explicação da constituição dos Estados Unidos se tornaram mais populares, em detrimento a rejeição ao modelo explicativo sugerido por Turner. A partir da afirmação do historiador britânico Jack R. Pole, é possível considerar que a força dirigente do movimento intelectual progressista seja a New History. Para Pole, seu programa pode ser resumido com relativa simplicidade, o que não é necessariamente um demérito aos seus praticantes: a ideia central seria transformar a história (conhecimento, ensino, profissão) em um instrumento positivo de progresso social por meio de uma abordagem das origens históricas de determinados 4

A frontier thesis foi elaborada por Frederick Jackson Turner e primeiramente apresentada como um artigo, The significance of the frontier in American history, endereçado à American Historical Association em 1893. Seu argumento central explicava a constituição da democracia norte-americana pela expansão Oeste das fronteiras, desvinculando das antigas tradições europeias a essência da formação nacional. O Oeste atraia milhares de colonos, que livres das amarras institucionais do Leste, buscavam a liberdade econômica e política, transformando constantemente a democracia norte-americana a partir do avanço geográfico. Segundo Arthur de Lima Ávila, a importância da tese da fronteira está no fato da expansão para o Oeste ser confundida com a própria história da expansão da América ou, em outras palavras, como sendo a própria história da nação em um processo de institucionalização e profissionalização da história no contexto da expansão no ensino superior na última década do século XIX. C. f. ÁVILA, Arthur Lima de. “Da história da fronteira à história do Oeste: fragmentação e crise na Western history norteamericana no século XX.” História Unisinos 13 (1), Jan-Abril 2009, p. 84-85.

problemas do presente. Isso seria possível pela relação conceitual e metodológica com as ciências sociais emergentes, em uma tentativa totalizante de compreender e interpretar cada aspecto da vida humana no passado.5 A proposta central deste trabalho se assenta na tese de que, a despeito desta anunciada ausência de coesão e de um programa mais objetivo, a contribuição da New History na abordagem histórica e crítica dos grandes temas sociais de seu tempo também se propôs a representar uma espécie de nova convenção, que substituiria a “tese da fronteira” de Turner como modelo explicativo hegemônico da formação dos Estados Unidos, uma espécie de novo pacto de desenvolvimento baseado no progressismo construído por uma nova visão histórica. A primeira questão é estabelecer uma diferença entre o que propunham os progressistas norte-americanos e os movimentos semelhantes que receberam também a definição de Nova História. Em A escrita da história, coletânea de textos organizados pelo historiador britânico Peter Burke como summa representativa das tendências da metodologia e prática historiográficas no início da década de 1990, o próprio autor apresenta uma introdução cujo título remete à ideia de uma “Nova História” como conceito representativo de correntes de pensamento históricos passadas. Ao propor uma resposta à questão, “quanto nova é a nova história? ” aponta que 5 POLE, J. R. “The new history and the sense of social purpose in American historical writing.” Transactions of the Royal Historical Society, vol. 23 (1973), p. 222.

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a expressão é mais comumente associada aos movimentos historiográficos observados nos anos 1970 e 1980, quando a reação ao chamado “paradigma tradicional” se tornou praticamente mundial, atingindo contextos que extrapolaram a produção histórica de tradição essencialmente europeia. Para outros, aponta Burke, a nova história deveria ser essencialmente associada aos Annales, pois estes transformaram a aspirações sobre novos métodos e temas em uma revista e um grupo, atitude que promoveu uma institucionalização destes propósitos, antes dispersos, de maneira que puderam oferecer um programa organizado sobre uma possível teoria da história que repensava também o ofício do historiador.6 Partindo destes pressupostos, e na tentativa de mapear as origens da Nova História, Burke cita o historiador alemão Karl Lamprecht como um dos precursores do movimento, ressaltando que ele se tornou impopular na Alemanha no início do século XX ao desafiar os paradigmas tradicionais, e lembra das contribuições de Henri Berr, na década de 1910, para a popularização da história articulada às ciências sociais emergentes. Por fim, afirma que o termo “nova história” foi utilizado pela primeira vez pelo historiador norte-americano James Harvey Robinson, em um ensaio de 1911 chamado propriamente de New History.7

Nas décadas de 1920 e 1930, os novos historiadores trouxeram, em diferentes oportunidades, questionamentos sobre o protagonismo da imaginação histórica norteamericana calcada em Frederick Turner, considerado por alguns como um precursor do movimento por propor uma grande síntese, em olhar perspectivo, com ferramentas da economia e geografia. A questão passa pelo problema de classes não resolvido por Turner, que argumentava que a força-síntese da fronteira seria naturalmente responsável pela destruição de uma determinada aristocracia econômica. Um ponto comum defendido por Charles Beard e seus pares é que o industrialismo e o progresso social configuravam uma força impessoal tão importante na desconfiguração das instituições e tradições quanto foi o avanço físico das fronteiras para a conformação da nação estadunidense. Além da análise desta questão inicial, a intenção é também perceber o que os aproxima da Nova História enquanto movimento generalista, e o que é particular na New History, ou seja, o que essencialmente os caracteriza como um grupo de acadêmicos (em sua maioria), que em um determinado momento apresentou de maneira organizada e relativamente coesa um conjunto de propostas interdisciplinares para a produção e difusão do conhecimento histórico.

A New History norte-americana 6 BURKE, Peter. A escrita da história: novas perspectivas. São Paulo: Unesp, 1992, p. 17. 7 Sobre a Nova História como um movimento mais geral, ver NOVAIS, Fernando; SILVA, Rogério Forastieri. Nova história em perspectiva, vol. 1. São Paulo: Cosac Naify, 2011, SILVA, Rogério F. História da historiografia. Bauru: EDUSC, 2001 e REIS, José

O professor Albert Menthiez, da Universidade de Paris, ao resenhar The Carlos. Escola dos Annales: a inovação em História. São Paulo: Paz e terra, 2000.

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Jacobins, an essay in New History (1930), de Crane Brinton, usou as seguintes palavras iniciais: “A Nova História, que chega até nós dos Estados Unidos, obviamente, declara com orgulho que para atingir seus objetivos os seguidores devem ser, ao mesmo tempo, economistas, sociólogos, filósofos e jornalistas, totalmente oniscientes; em resumo – americanos.”8 Menthiez se tornou conhecido por sua interpretação marxista da Revolução Francesa, e pela ênfase no conflito de classes oriundo do Antigo Regime. Foi, portanto, um historiador que apesar de não estar vinculado aos Annales - pelo contrário, era um Sorbbonist, - tinha uma abordagem da história dependente de conceitos e métodos da economia e estudos sociais. Mesmo assim, sugere que este diálogo interdisciplinar com as ciências sociais, no qual o historiador precisa ser todo de uma só vez, não estava relacionado aos pressupostos historiográficos franceses que compartilhava. Era, enfim, coisa de americanos. Pode-se inferir que um campo em formação, genericamente chamado New History, essencialmente caracterizado por uma reação não orquestrada em relação a um (in)determinado paradigma tradicional, e que não apresentava um receituário conceitual e programático mais aprofundado, não tenha atraído a atenção de Menthiez, que na sequência do texto sequer o relacionou BRINTON, Crane. “The ‘new history’ and ‘past everything”. The American Scholar, vol. 8, n. 2, 1939, p. 144. “New History, which comes to us from the United States of course, declares with pride that to attain its aims it followers must be at once economics, sociologists, philosophers and journalists, altogether omniscient; in short – Americans.” 8

com fenômenos intelectuais semelhantes que estavam em curso na França de sua época. Ou, ainda, é possível sugerir que além da ausência deste programa mais objetivo, estabelecido por parte dos novos historiadores, a relação de outras áreas de conhecimento com a história talvez não parecesse tamanha novidade, ao menos não suficiente para determinar esta condição de nova ou sua novidade. Algumas ideias iniciais da New History podem ser encontradas de uma maneira mais direta no manifesto de 1911 redigido por James Harvey Robinson, no qual expôs, ainda que brevemente, o que parecia ser um conjunto de anseios amplamente compartilhados sobre a produção da história no início do século XX. Logo no primeiro parágrafo, há uma declaração sobre quais seriam as fontes a serem privilegiadas enquanto novas linguagens, dando conta de um alargamento da noção de fonte histórica, semelhante ao encampado posteriormente pelos Annales, além de uma definição sobre qual deveria ser o objeto da história. Em seu significado mais amplo, a história inclui todos os traços e vestígios de tudo o que o homem fez ou pensou desde o seu aparecimento na face da Terra. Ela pode aspirar ao destino das nações ou descrever os hábitos e emoções do mais obscuro indivíduo. Suas fontes de informação vão desde as rústicas machadinhas de pedra de Chelles até o jornal da manhã. Ela é a ciência vaga e abrangente dos assuntos humanos do passado. É de história que se trata quando deciframos uma hipoteca numa placa assíria, calculamos o valor do colar de diamantes ou descrevemos o excesso de massa podre que

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Carlos V devorava ao ponto de passar mal. As trágicas reflexões da nora de Eli, quando soube da derrota de seu povo em Ebenezer, são história; história são também as cláusulas da Magna Carta, as origens da doutrina da transubstanciação, a queda de Santiago, a diferença entre um monge beneditino e um frade carmelita, as tiragens do New York World até 1º de fevereiro deste ano; cada fato tem seu interesse e importância; tudo foi cuidadosamente registrado.9

de perspectiva que atribui mais importância a um jornalista demente como Marat do que a um autor influente como Erasmo.10

1. A inclusão descuidada de meros nomes, que dificilmente podem ter algum significado para o leitor e, em vez de estimular a reflexão e o interesse, apenas sobrecarregam o espírito;

A concepção de uma história viva, socialmente relevante e que produza um sentido de orientação para as pessoas no presente é o propósito central defendido por Robinson. Por isso, o fazer histórico deveria partir de um princípio semelhante ao que rege nossa relação pessoal com o passado, uma correlação íntima entre nossas experiências no tempo e a forma como a contamos, organizando, encadeando e damos sentido sobre o que queremos lembrar como significativo para nossas vidas. A história deveria preencher certas necessidades do presente, e não “se assemelhar àquelas memórias muito ruins que insistem em lembrar fatos que não guardam nenhuma relação visível com as nossas necessidades, e é por essa razão que o valor prático da história ficou obscurecido por tanto tempo”.11

2. Uma propensão mais ou menos insopitável a enfileirar fatos políticos, com a exclusão de assuntos geralmente muito mais importantes;

Para compreendermos algumas características essenciais da New History podemos tomar como ponto de partida a resenha escrita por Carl Becker a respeito do

Robinson sugere que esta revisão temática/metodológica se fazia necessária face ao que definiu como as “peculiaridades da historiografia popular” de sua época, uma alusão ao paradigma tradicional, que definiu em três grandes pontos:

3. O velho hábito de narrar episódios extraordinários, não porque ilustrem a tendência geral dos assuntos humanos ou as condições predominantes de uma determinada época, mas, simplesmente, porque são conspícuos nos anais do passado. Isso resulta numa ridícula falta ROBINSON, James Harvey. “A nova história”. In: NOVAIS, Fernando; SILVA, Rogério Forastieri. Nova história em perspectiva. Vol. 1. São Paulo: Cosac Naify, 2011, p. 519. 9

ROBINSON, James Harvey, “A nova história”, p. 528-29. 11 ROBINSON, James Harvey, A nova história, p. 531. Este trecho foi retirado da minha tese de doutorado defendida no Departamento de História da Universidade Federal do Paraná, em setembro de 2015, acerca da concepção historiográfica do escritor inglês H. G. Wells, especialmente em sua História universal de 1919. C. f. IACHTECHEN, Fabio Luciano. O argonauta de cronos: estratos temporais em H. G Wells historiador. 2015. Tese (Doutorado em História), Universidade Federal do Paraná, Curitiba, 2015. 10

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livro New History and social studies12, publicado em 1925 por Harry Elmer Barnes, aluno de James Harvey Robinson em Columbia, um dos principais expoentes posteriores do movimento e um dos poucos na defesa do seu legado como escola historiográfica na segunda metade dos anos 1930. Becker argumenta que o sentido geral da New History identificado entre seus pares é a recusa a um tipo de escrita da história inspirada em Edward Augustus Freeman, historiador liberal e professor da Universidade de Oxford durante a segunda metade do século XIX. A expressão que emprega é “Freemanesque conception”, que significaria uma espécie de adequação da história aos eventos políticos episodicamente selecionados e expostos. O próprio Carl Becker faz questão de ressaltar que a proposta da New History não é a rejeição integral aos temas relacionados ao poder, mas sim à submissão a esta tradição que concebe o passado como essencialmente político. 12

Nesta obra Barnes faz uma apresentação inicial dos pressupostos orientadores da New History, dividida em propósitos, escopo e interpretação. Em seguida, há uma extensa exposição sobre como cada ciência nova -New Sciences, grupo assim chamado de ciências surgidas ou consolidadas desde a segunda metade do século XIX pode oferecer métodos, técnicas e conceitos para a história. Cada uma delas é abordada em um capítulo, a começar pela geografia e pela influência de Frederick Turner e o conceito de fronteira na historiografia americana do final do século XIX. Sua análise segue com a apresentação da importância da psicologia, antropologia, economia, ciência política, além de um capítulo final no qual se remete a uma social intelligence, traduzida, em linhas gerais, por sociologia. A função destas áreas de conhecimento seria oferecer para a história um alargamento de suas fronteiras de atuação, delimitadas por uma exagerada condução científica que não permitiria uma relação mais dinâmica com os fenômenos passados, além de proporcionar um conjunto de ferramentas de análise social operacional para os novos tempos.

A esta primeira afirmação, Becker acrescenta que outra grande contribuição pode ser verificada na ampliação do escopo do historiador, que passa a conceber a reconstrução das civilizações, em sua totalidade e diferentes dimensões, como modelo preferencial. A ideia de totalidade seria expressa na busca de tudo aquilo que diz respeito a passagem humana pela Terra, um esforço de busca e organização da informação a respeito de tudo que fizemos, construímos, sentimos ou experienciamos. A expansão deste modelo seria, para Becker, o triunfo do que chamou de genetic orientation.13 Em outra obra de Harry Elmer Barnes, History of historical writing (1937), há uma tentativa de expor sinteticamente um pretenso programa da New History enquanto uma das concepções de escrita da história elencadas pelo autor desde a Antiguidade Clássica. Barnes defende que a New History foi responsável por propor não apenas novos temas ligados às estruturas e civilizações, mas que sua contribuição está na formação de um novo profissional da história, capaz de captar as importantes mudanças causadas pelo industrialismo, pelos meios de comunicação e pela relação com a informação. Na tarefa de reconstrução das diferentes fases das civilizações seria importante um equipamento intelectual mais amplo, que preferencialmente estivesse relacionado à biologia, antropologia, psicologia, economia e sociologia. “A nova história implica tanto um novo programa como um novo conteúdo para a história, 13

BECKER, Carl. New history and social studies. Saturday Review of Literature, Aug. 15, 1925, p. 233.

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além de um novo conjunto de qualificações para a prática da história.”14 Enfim, defende que a “novidade” do movimento apresentada nas décadas anteriores está justamente na “orientação genética” mencionada por Carl Becker. A principal aspiração à novidade que a nova história pôde concretizar, no que diz respeito ao escopo de seu objeto, é o grau que esse ponto de vista mais amplo ganhou em termos de aceitação atualmente. (…). Nas gerações anteriores, os escritores da história da cultura eram indivíduos solitários e muitas vezes desprezados. Hoje, talvez a maioria dos historiadores mais jovens tenha abraçado seriamente o prospecto da nova história. (…) O triunfo do ponto de vista evolutivo e da atitude genética, levando o historiador a estar principalmente interessado em mostrar como a ordem atual surgiu, é, além disso, verdadeiramente original e único. 15 Este pretenso “programa” da New History foi sinteticamente apresentado por Gerson Moura, em seu estudo introdutório sobre a historiografia americana, a partir das “The new history implies both a new program as to the content of history and a new set of qualifications for the practice of history.” 15 BARNES, Harry Elmer. A history of historical writing. New York: Dover Publications, 1962, p. 374375. “The chief claim to novelty which the new history can make with respect to the scope of its subject matter is the degree to which this broader point of view has gained acceptance in the present age. (…) In previous generations the writers on the history of culture were lonely and often despised individuals. Today, perhaps a majority of the younger historians have seriously embraced the prospectus of the new history. (…) The triumph of the evolutionary viewpoint and the genetic attitude, leading the historian to be chiefly interested in showing how the present order has come into being, is, moreover, truly novel and unique.” 14

seguintes considerações gerais: primeiro, uma de suas motivações centrais estaria em produzir uma resposta ao processo de cientificização da história, que a tornou por demais especializada e pouco inteligível ao grande público. Sua produção deveria ser pautada por determinados preceitos científicos, mas a apresentação deveria ser literária. A segunda questão estava na necessidade de produzir uma história que fosse além da singularidade do fato, para um olhar sobre os fenômenos do passado sob uma perspectiva mais cultural e social, o que sugere seu caráter precursor da História Social desenvolvida no século XX. Esta abordagem implicaria a necessidade de um alargamento das fronteiras conceituais e metodológicas, abarcando a contribuição de outras ciências humanas e sociais, uma maneira de lidar com problemas contemporâneos e acentuar sua função social, um contraste com as formas consideradas pedantes de erudição histórica, voltadas exclusivamente ao passado e nele circunscritas. Para Moura, (...) um elemento crucial para se entender a “nova história” estava na sua identificação com o espírito reformista que teve grande importância no final do século XIX e início do XX, como resposta à grande transformação urbano-industrial, de magnitude e velocidade sem precedentes na experiência norteamericana. (...) Os historiadores progressistas, queriam não apenas

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explicar a transformação, também participar dela.16

mas

Este espírito reformista mencionado por Gerson Moura, embasado pela relação da história com as ciências sociais, pode ser captado nos novos historiadores a partir de alguns pontos comuns como, por exemplo, a ideia de que a industrialização seria uma força propulsora imanente rumo ao progresso, e responsável pela destruição das elites econômicas tradicionais do século XIX, ligadas à expansão das fronteiras e dotada de privilégios tais que configurariam uma ameaça aos ideais democráticos fundantes da nação. Podemos encontrar uma síntese deste ideal em um dos primeiros livros de Charles Beard, The Industrial Revolution (1901), resultado de pesquisas realizadas na Inglaterra e Alemanha no intuito de compreender aquilo que julgava ser o futuro inevitável da América. Quebrando a tradição de Turner, Beard argumentava que a salvação humana não estaria em escapar para a natureza, mas sim em escapar da própria natureza por meio da transformação cada vez mais eficiente da matéria-prima em riqueza.17 No entanto, estas importantes mudanças no sistema produtivo trouxeram também 16 MOURA, Gerson. História de uma história: rumos da historiografia norte-americana no século XX. São Paulo: Edusp, 1995, p. 20-23. O estudo de Gerson Moura sobre a historiografia americana foi produzido como parte de uma obra maior sobre atuação dos brasilianistas nas universidades dos Estados Unidos, “A leitura brasilianista da história do Brasil”, obra interrompida pelo seu falecimento em 1992. 17 BEARD, Charles. The Industrial Revolution. London: Sonnenschein, 1901, p. 23.

notável desordem social. Apesar de a Inglaterra ter observado um estado daquilo que classificou como “selvageria social”, no qual a pobreza crescente e a competição entre indivíduos fomentada pelo capitalismo industrial atingiram níveis comprometedores. Mesmo assim, esta situação seria apenas transitória: a lei do progresso seria inexorável e o futuro da nação sob a égide do industrialismo estava na necessária organização racional para este caos social. Beard acreditava que este processo se daria em duas fases: a primeira já havia sido experimentada na Inglaterra, ou seja, a transformação dos meios de produção pela introdução de um sistema que substituía a energia e limitações humanas. A segunda teria destino do outro lado do Atlântico no início do século XX, a partir da emergência das instituições sociais e democráticas que atuariam em conjunto com o industrialismo. Um dos efeitos mais importantes para a história seria a necessidade em se criar um modelo de análise que dessa conta dos vários aspectos sociais inerentes a esta complexidade, ao mesmo tempo que uma inevitável nova fronteira, com conformações mundiais, seria criada pelo industrialismo, gerando novos temas e problemas em âmbito mundial. Em outro livro de Charles Beard, em colaboração com James Harvey Robinson, The development of Modern Europe (1907), a questão da força motriz da democracia industrial norte-americana reaparece em um formato mais próximo daquele que caracterizaria a historiografia do movimento posteriormente: uma grande obra de divulgação e educação popular, em

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linguagem mais simples acessível ao grande público. No próprio prefácio, os autores argumentam que este não seria um livro de história comum, seria “New History”, algo diferente da abordagem histórica tradicional porque focaria primeiramente no presente, para então voltar ao passado de maneira a traçar o desenvolvimento dos fatores mais importantes da sociedade contemporânea. 18 A ênfase do livro está no século XVIII, período no qual estariam as verdadeiras raízes da moderna sociedade estadunidense, pois uma dupla revolução pôde ser ali observada: além do novo sistema produção substitutivo da manufatura, uma revolução no mundo das ideias havia sido concretiza pela tradição iluminista que serviria como inspiração racionalista para a nova ordem social. Para os autores as duas revoluções, juntas, trariam a inspiração da consciência social do progresso disseminada pelos philosophes, para que o século XX fosse erigido não apenas pelos elementos materiais do industrialismo, mas também pela popularização de um ideal de comum de progresso.19

A Primeira Guerra Mundial e a New History Ao avaliar os possíveis impactos da Grande Guerra no universo intelectual estadunidense, especialmente entre os historiadores, Peter Novick argumenta que há uma tendência recente na historiografia 18

BEARD, Charles; ROBINSON, James Harvey. The development of Modern Europe, 2 vols. Boston: Ginn, 1907, vol. I, p. 12. 19 BEARD, Charles; ROBINSON, James Harvey. The development…, p. 167.

norte-americana em questionar o papel do conflito como um momento decisivo de mudanças conceituais e metodológicas radicais na produção do conhecimento histórico. Em sua análise sobre os questionamentos à historiografia objetivista publicada originalmente em 1998, Novick nota que muitos dos pressupostos reconhecidos nas ciências, na literatura e nas artes, resultados dos desdobramentos de Primeira Guerra, tem suas raízes em momentos anteriores a 1914. O mesmo se aplicaria à História, pois o fim da guerra teria representado apenas um ponto de inflexão para algumas discussões que levariam algum tempo para se configurarem em mudanças mais profundas, como as teses relativistas da década de 1920. A mudança mais importante estaria em um desafio à postura profissional fundamentada em uma objetividade descompromissada e patriótica, em parte ligada a ainda influente tradição acadêmica germânica, confrontada no pós-guerra por uma tendência emergente mais austera e pretensamente imparcial em relação aos fenômenos, calcada em critérios mais científicos e aberta à influência de ouras áreas do conhecimento. Para Novick, “se antes da guerra os historiadores norteamericanos estiveram amplamente isolados das correntes modernistas de pensamento filosófico, científico e social, depois dela estas correntes se tornaram um fator significativo de reformulação dos temas historiográficos”20.

NOVICK, Peter. That noble dream: the “objectivity question” and the American Historical Profession. New York: Cambridge University Press, 1988, p. 111-112. “Whereas before the war, American historians were largely isolated from modernist currents in 20

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Por volta de 1914, os principais historiadores progressistas estavam em constante atividade, voltados especialmente a promover suas teorias acerca da história, seus métodos e procedimentos, e a convencer seus pares de que participavam de uma espécie de cruzada renovadora dos estudos históricos cuja essência estava definida nos propósitos da New History.

americano. Seu espírito em Columbia era semelhante ao de Turner em sua crença na capacidade do historiador em lançar luz a esta crise, uma função prática e socialmente importante. Sua convicção estava na necessidade de a pesquisa histórica ter maior ênfase nos elementos econômicos e dos historiadores dialogarem de uma maneira mais efetiva com as ciências sociais.

Charles Beard estava às voltas com a elaboração final de seu trabalho acerca da interpretação econômica da formação dos Estados Unidos, An economic interpretation of the Constitution of the United States. Já James Harvey Robinson desfrutava da boa recepção de seus ensaios sobre a New History e formulava sua tese sobre o progresso social da mente humana, materializada posteriormente em The mind in the making, de 1922.

Em 1909 Becker publicou o resultado de uma dissertação, The history of political parties in the Province of New York, 17601776, cuja ideia central era demonstrar, tomando o exemplo de Nova York, que a Revolução Americana esteve fundamentada em dois grandes movimentos: a formação de regras internas voltadas para o processo de independência e a democratização das instituições políticas e sociais americanas. Para Becker, o segundo movimento foi o mais importante, e representou o esforço de um grupo de “pessoas comuns” contra a velha ordem colonial, que ameaçava manter alguns privilégios durante a transição da independência. Para David Noble, a tese de Becker foi o primeiro estudo cuidadosamente documentado acerca de existência de uma luta de classes nos Estados Unidos envolvendo interesses republicanos contra uma aristocracia artificial e com traços coloniais. 21

Carl Becker lecionava na Universidade do Kansas, onde passou quatorze anos de sua carreira, e produzia alguns ensaios sobre educação e sociedade. Alguns anos antes Becker esteve em Columbia, e participou de um seminário com James Harvey Robinson sobre o pensamento europeu no século XVIII, quando pode compartilhar algumas de suas ideias sobre uma present-minded history como fundamental à compreensão dos problemas históricos do presente. Sua formação anterior carregava a influência das aulas que havia tido com Frederick Turner em Winsconsin, naquela época já convencido de que a fronteira democrática estava ameaçada pelo novo industrialismo norte

Mas sua aproximação mais efetiva com a New History se deu no ensaio de 1910,

21

philosophical, scientific, and social thought, after it, these currents became a significant factor in the rethinking of historiographical issues.

NOBLE, David. Historians against history: the frontier thesis and the national covenant in American historical writing since 1830. Minneapolis: University of Minnesota Press, 1965, p. 76-77.

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Detachment and the writing of history,22 texto no qual promoveu uma crítica ao conhecimento histórico que não se preocupava com a compreensão dos problemas do presente. Becker imprimiu um tom bastante incisivo neste ensaio, dirigindose diretamente aos seus pares ao afirmar que alguns deles se contentavam em estabelecer a validade de alguns fatos particulares e reuni-los de maneira confusa, deixando para o leitor a tarefa de encontrar neles alguns padrões de significação que permitiriam qualquer orientação mais geral sobre o passado. Becker argumentava que se os historiadores acreditavam que poderiam escapar da responsabilidade em selecionar, organizar e narrar a história por considerarem o fato histórico como um elemento puramente objetivo, estavam errados. Os historiadores deveriam ser formuladores\definidores dos problemas sociais presentes e, ao mesmo tempo, capazes de oferecerem soluções por meio do conhecimento produzido.23 A Primeira Guerra Mundial representou um impacto importante para o pensamento progressista, na medida em que seus acontecimentos se desdobravam. De um conflito distante envolvendo o Velho Mundo, a presença cada vez mais importante da guerra nos Estados Unidos se tornou uma encruzilhada moral que unia os Aliados entorno da luta pela sobrevivência e pelo futuro das democracias contra forças do passado, tidas como representantes da 22

Este ensaio faz parte da coletânea de textos e cartas de Carl Becker organizados por Phil Snyder em 1958, Detachment and writing of history: essays and letters of Carl L. Becker. 23 BECKER. Detachment and writing of history, p. 7677.

autocracia e da tirania política. Durante o período, Robinson, Beard e Becker participaram em diferentes grupos e instituições encarregados de escrever material, seja de análise conjuntural ou mesmo propaganda, dedicado ao esforço de guerra. Assim como outros historiadores e intelectuais, deixaram em parte suas atividades profissionais para colaborar neste front importante que é a batalha no mundo das ideias. Os direcionamentos do pós-guerra tiveram um importante impacto negativo no movimento progressista, especialmente porque frustraram algumas expectativas em relação às possibilidades de reforma social oportunizadas pelo fim do conflito. Para Ernest Breisach, o fim da Primeira Grande Guerra desvelou um cenário de desilusão cruel para os novos historiadores. Como haviam se dedicado a informar e a analisar aspectos do conflito, nutriam algum entusiasmo pela capacidade de planejamento, coordenação e produção gerados pela guerra, um ciclo de empregabilidade e oportunidades que foi entendido como prenúncio de um novo arranjo social e econômico para os Estados Unidos. No entanto, o que se configurou foi um retorno ao velho laissez-faire e a prevalências das instituições da velha ordem, inclusive na Europa. Em suas palavras, “Historiadores progressistas esperavam que o horror geral sobre a destrutividade da guerra tecnologicamente avançada impediria a restauração da velha ordem internacional. Mas os aliados europeus, na luta por uma nova

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ordem, acabaram por restaurar a velha ordem. O futuro previsto não apenas não foi atingido, como nem chegou perto.”24 Mesmo considerando que após o conflito os historiadores progressistas retomaram suas posições de defesa das proposições teóricas anteriores a 1914, e que no decurso da década de 1920 tornaram a história progressista um campo consistente de interpretação histórica, a formulação e desenvolvimento de um programa melhor elaborado da New History não é mais observável nas obras seguintes destes autores. Talvez com exceção de Harry Elmer Barnes, que manifestou um interesse contínuo em promover uma aproximação da história com as ciências sociais, o que pode ser observado em obras como Social history of Western World (1921) e The New History and social studies (1925), não há uma preocupação evidente, mesmo de James Harvey Robinson, em protagonizar uma defesa pública coordenada da New History.

guerra foram diagnosticados como a perda de uma oportunidade histórica de tornar os dísticos do grande selo dos Estados Unidos (novus ordo seclorum), uma realidade. Com um senso de urgência considerável, seus esforços se voltaram para a crença de que um futuro concreto e palpável estava bastante próximo e que a humanidade passava por um decisivo estágio neste sentido. Tais visões apocalípticas não constituem o ambiente mais favorável a reflexões teóricas acerca de modelos historiográficos possíveis. Eles tendem a minorar as dúvidas em nome de um ativismo intelectual mais direto e objetivo25.

Para Ernst Breisach, nem Robinson, Beard ou mesmo Barnes, um entusiasta posterior, encontraram caminhos alternativos de modo a tornar a New History um modelo historiográfico diferenciado e convincente, de modo a promover uma visão histórica propriamente americana. Os caminhos tomados institucionalmente após o fim da 24

BREISACH. American progressive history, p. 117118. “(...) progressive historians had expected that the general horror over the destructiveness of technologically enhanced warfare would prevent the restoration of the old international order. But the European allies in the struggle for a new order – did restore the old order. The envisioned future had only failed to arrive, it had not even come closer.”

25

BREISACH. American progressive history, p. 124.

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3. Guilherme Freire Marques  O Grande Gatsby: nativismo dos anos 1920 ou crítica ao American Dream?

E

ABSTRACT

ste artigo tem como objetivo situar historicamente a obra O Grande Gatsby, de Scott Fitzgerald como um texto pertencente ao nativismo dos anos 20 nos Estados Unidos da América, diferentemente de uma literatura que viu no romance uma crítica ao American Dream. Alargando o contexto, utilizamos o livro como fonte primária. Além do termo American Dream ter surgido somente em 1931, alguns anos depois da publicação do livro, o texto dialogou com uma literatura que estava em evidência nos anos 1920 e representou tensões que estavam no centro do debate da sociedade estadunidense pós Primeira Guerra Mundial: a chegada dos imigrantes em grandes quantidades, a dificuldade de assimilação, a entrada de novos costumes diferentes dos estadunidenses, mudando os comportamentos, o Renascimento do Harlem e a onda cultural promovida pelos negros estadunidenses dando origem, entre outras contribuições, ao jazz. Essas  Universidade Veiga de Almeida (Brasil). E-mail: guilhermefm77@hotmail.com

mudanças causaram medo nos Estados Unidos Anglo-Saxão, que passou a abraçar teorias raciais, organizações como a Ku Klux Klan, deu força para o estabelecimento da Proibição e de Leis imigratórias restritivas. Procuramos mostrar de que forma essas tensões apareceram no romance, como no discurso nativista do personagem Tom Buchanan, na personagem Daisy Fay como símbolo desse Estados Unidos nórdico branco, na falta de personagens negros, na mudança atribuída aos imigrantes quanto ao caráter da ascensão empreendedora e nas duas faces desse nativismo, uma que invoca o mito da origem nacional e outra que promete um futuro melhor. Palavras-chave: O Grande Gatsby, Anos 1920, Estados Unidos, American Dream

E

***

ste trabajo tiene como objetivo situar históricamente El Gran Gatsby de Scott Fitzgerald como un texto que pertenece al nativismo estadunidense, em oposición a una literatura que ve El Gran Gatsby como una crítica al American Dream. Ampliando el contexto, utilizaremos el libro como una fuente histórica. La palabra American Dream fue creada en 1931, algunos años después del lanzamiento del libro, el escrito hace referencia a varios autores y teorías que eran muy populares nos Locos Años 20 y reflejan las ansiedades de la sociedad estadunidense después de la Primera Guerra: crecimiento en el

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número de inmigrantes y la dificultad de adaptación, trayendo nuevos comportamientos diferentes de los que existían en los Estados Unidos, estimulando cambios como el Renacimiento del Harlem, donde los afroestadunidenses promueven una renovación cultural que produce, entre otras cosas, la creación del jazz. Estos cambios causan miedo, especialmente entre los blancos estadunidenses, que pasan a adoptar teorías raciales, organizaciones como la Ku Klux Klan, dando poder para los Prohibicionistas y para leyes contra la inmigración. Intentamos mostrar cómo estas tensiones aparecen en el libro, como en la forma como Tom Buchanan habla del nativismo estadounidense, el personaje Daisy Fay como un ejemplo de los Estados Unidos blanco y nórdico, hay pocos personajes negros, el cambio atribuyendo a los inmigrantes sobre el carácter del ascenso del emprendedor y en las dos caras del nativismo estadunidense, una que haz referencia al mito de origen nacional y la otra que promete un futuro mejor. Palabras clave: El Gran Gatsby, Los Locos Años 20, EE.UU., Sueño estadunidense

T

***

he purpose of this article is to historically situate Scott Fitzgerald’s The Great Gatsby as a text that belongs to 1920’s American nativism, as opposed to a literature which sees the novel The Great Gatsby as

criticism of the American Dream. In this broader context one, we use the novel as historical source. The phrase American Dream was coined in 1931, a few years before the book launch, the novel dialogues with several authors and theories that became popular in the Roaring Twenties and mirror the anxieties of American society in the Post World War I: a growth in the arrival of immigrants and their struggle to incorporation, bringing new behavior different from the ones that existed in America, stimulating changes as the Harlem Renaissance, where AfroAmericans promoted a cultural wave which leads to, among other contributions, the creation of jazz. These changes cause fear, especially among the White Americans, leading to embrace the racial theories, organizations such as Ku Klux Klan, giving power to the Prohibitionists and Anti-Immigration Laws. We tried to show how these tensions appear in the novel, as well as Tom Buchanan’s Americanism discourse, the character of Daisy Fay as a symbol of this Nordic white America, absence of black characters, the change attributed to the immigrants about the character of entrepreneur uplift and in the nativism Janus-faced logic, one that calls the myth of national origins and the other that promises a better future. Keywords: The Great Gatsby, Roaring Twenties, USA, American Dream

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Fitzgerald, Gatsbty e o contexto histórico No ensino de História é comum que grande parte dos anos 20, sobretudo nos Estados Unidos, passem praticamente desapercebidos. Situados entre a Primeira Guerra Mundial e a Crise de 1929, seu aspecto cultural e social é praticamente ignorado, já que ao falarmos da Crise, tendemos a adotar um viés mais econômico para explicar suas causas e efeitos. Contudo, os “Loucos Anos 20” se constituem como uma época riquíssima em mudanças sociais e culturais, cheia de contradições, mas que também seguiu tendências verificadas em outros países. A experiência da Primeira Guerra Mundial fez com que comportamentos fossem alterados, sobretudo com a saída das mulheres de casa, na conquista do voto feminino, em comportamentos mais liberais em relações aos encontros e ao sexo. O aumento no padrão de vida de uma parcela da população proporcionou acesso a eletrodomésticos, automóveis e uma gama de produtos que eram alardeados através dos avanços na propaganda. Os negros estadunidenses causaram impacto nesta sociedade com uma onda artística, o Renascimento do Harlem1. Na música, esse movimento deu origem ao Jazz, que em pouco tempo caiu no gosto de toda a população e foi um símbolo desde 1

O Renascimento do Harlem, também conhecido como o novo movimento negro ou renascimento negro, começou na cidade de Nova York no fim da Primeira Guerra Mundial numa sessão de quinze quarteirões que continham cinemas afro-estadunidenses, casas noturnas, cabarés, livrarias, escolas e igrejas. Atingiu seu apogeu nos anos 1920 antes de sua popularidade cair durante a Grande Depressão. A Renascença do Harlem foi de grande importância para a literatura dos Estados Unidos, música, política e artes porque incorporou os afro-estadunidenses ao mainstream pela primeira vez. (EVERSOLE, p.59, 2009)

período. Não podemos falar só de avanços nesta época, pois as teorias racialistas ganharam força nos círculos nativistas, legitimaram leis que proibiam a imigração de pessoas de algumas áreas, imigrantes e negros foram olhados de forma inferior, tivemos a Ku Klux Klan2 ganhando força na tentativa de impor um determinado modo de vida para todos, as diferenças econômicas entre a população, além de casos de violação de liberdades civis, ascensão do crime organizado, suborno e corrupção. É nesse período que tivemos uma experiência peculiar, a Lei Seca, também conhecida como Proibição. Fruto de uma cruzada que vinha desde o século anterior, a aprovação da Décima Oitava emenda veio num contexto de reforço dos valores estadunidenses, que aparentemente estavam sendo perturbados por modos de vida, práticas religiosas que os imigrantes traziam consigo. Talvez o grande símbolo deste tempo tenha sido Francis Scott Fitzgerald, a quem muitos atribuem o uso do termo Era do Jazz para referir-se aos anos 20 e creditam como o escritor que melhor retratou esse período. Fitzgerald, antes de lançar O grande Gatsby já 2

A história do klan pode ser dividida em três períodos. Depois da Guerra Civil o Klan foi criado para enfrentar a ameaça lançada pelos escravos recém libertos. Convencida que havia tido sucesso em preservar o Sul de antes da Guerra, os cavaleiros mascarados desapareceram. Outra guerra, a Primeira Guerra Mundial, trouxe a Ku Klux Klan de volta para lidar com mudanças no American Way, incluindo imigrações de estrangeiros para os Estados Unidos e migração do Sul rural para cidades do Norte pelos negros. Uma combinação de corrupção dentro da organização e um sentimento que alguma estabilidade tinha sido alcançada na sociedade leva o "segundo Klan" a um fim abrupto. O terceiro período viu a ressurreição do Klan em resposta a ameaça lançada pelas decisões da Suprema Corte nos anos 1950. (SCHAEFER, Richard, 1971)

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tinha dois livros entre os best-sellers: “Este lado do paraíso”, de 1921, que o tornou famoso e “Belos e Malditos”, duas obras que tem muito em comum com a vida do autor que também publicava contos em revistas populares, uma atividade lucrativa na época. Em O grande Gatsby temos aspectos da vida real que vão inspirar o autor: na época da escrita do romance, Fitzgerald vivia em Great Neck, Nova York, que corresponde ao West Egg e havia o Manhasset Neck, o East Egg da obra. A história de como o autor conheceu sua esposa, Zelda Sayre Fitzgerald, também é muito similar ao modo como Gatsby conheceu Daisy no romance e, assim como Gatsby, Fitzgerald entendeu que a única forma para conquistar sua amada era ganhar dinheiro. Diferentemente do personagem do livro, sua forma de ganhar dinheiro foi muito mais simples e bem mais honesta: o romance que estava escrevendo, “Este lado do paraíso”. O livro foi publicado em abril de 1925 e, diferentemente de suas duas obras anteriores, não chegou ao status de bestseller, apesar de ter vendas significativas. Fitzgerald faleceu em 1940 e não pôde ver o êxito do seu legado para a literatura, que fomentada por novas críticas, biografias e a reedição de suas obras, depois de 1950, fez com que O grande Gatsby se tornasse um grande sucesso e que fosse incorporado ao currículo das escolas para instigar o hábito da leitura. Nem sempre a literatura foi aceita como fonte histórica. A Historiografia e as fontes usadas no processo se modificaram através do tempo, tendo como primeiro objetivo preservar os relatos que eram feitos por

oralidade, passaram para a descrição das guerras que ocorriam, tornaram-se, exemplo para gerações futuras aprenderem com os erros dos antepassados. Não obstante, foi utilizada pela Igreja para dar mais robustez aos relatos bíblicos e foi uma importante ferramenta para encontrar os germes das nações. Somente com o Romantismo que as artes e a literatura se utilizaram da história de forma mais intensa: Alexandre Dumas produziu romances históricos e Victor Hugo a utilizou em escritos de romance, drama e poesia. O teatro e a pintura também buscaram inspiração nela.3 Segundo Adriana Facina4, a revolução conhecida como Primavera dos povos5, ocorrida em 1848 e o caso Dreyfus6, provocaram questionamentos na relação entre literatura e política, fazendo com que aparecesse o papel do escritor, estimularam a politização e o posicionamento dos intelectuais perante as questões da sociedade. 3

Marie-Paule Caire-Jabinet. Introdução a historiografia; São Paulo: EDUSC, 2003, p.88-89 4 Adriana Facina. Literatura e Sociedade; Rio de Janeiro: Jorge Zahar Ed., 2004, p.8, 35. 5 Segundo HOBSBAWM (2002) "Em poucas semanas nenhum governo ficou de pé numa área da Europa que hoje é ocupada completa ou parcialmente por dez estados∗ , sem contar as repercussões em um bom número de outros. Além disso, 1848 foi a primeira revolução potencialmente global, cuja influência direta pode ser detectada na insurreição de 1848 em Pernambuco (Brasil) e poucos anos depois na remota Colômbia." (p.26). 6 Segundo FACINA (2004) "Alfred Dreyfus era um capitão judeu do exército francês que, em 1894, com base em algumas evidências superficiais, foi condenado à prisão perpétua e submetido a uma cerimônia de humilhação pública, acusado de espionagem e traição. Após muitas reviravoltas no processo, influenciadas inclusive por manifestações públicas, Dreyfus seria inocentado e libertado, sendo reabilitado e tendo sua patente restituída sete anos mais tarde" Para saber mais ver SENNET, Richard. O declínio do homem público. Companhia da Letras, São Paulo, 1988.

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Como nota Pesavento7, foi com o surgimento da Escola dos Annales8 que surgiram novas possibilidades de trabalho para o historiador, com novos atores ou grupos que eram deixados de lado, temas, fontes e métodos. Estudos sobre alfabetização foram ser feitos em paralelo com os que tratavam literatura, chamados pelos franceses de “História do Livro”. Robert Mandrou utilizou a literatura de cordel ao estudar a cultura popular, analisando seus títulos. Henri-Jean Martin em conjunto com Lucien Febvre, investigou a invenção e a expansão da impressão. Posteriormente, Martin se interessou pelo público e pelo comércio dos livros no século XVIII na França, procurou compreender quais tendências a produção dos livros seguiu e como se alteraram os gostos dos leitores através do tempo, tendo como foco 7

Sandra J. Pesavento. História e história cultural; Cidade: Autêntica, 2007, p.31-32. 8 Segundo Peter Burke (1992): ”Uma boa parte dessa nova história é o produto de um pequeno grupo associado à revista Annales, criada em 1929. Embora esse grupo seja chamado geralmente de a “Escola dos Annales”, por se enfatizar o que possuem em comum, seus membros, muitas vezes, negam sua existência ao realçarem as diferentes contribuições individuais no interior do grupo [...] Esse movimento pode ser dividido em três fases. Em sua primeira fase, de 1920 a 1945, caracterizou-se por ser pequeno, radical e subversivo, conduzindo uma guerra de guerrilhas contra a história tradicional, a história política e a história dos eventos. Depois da Segunda Guerra Mundial, os rebeldes apoderaram-se do establishement histórico. Essa segunda fase do movimento, que mais se aproxima verdadeiramente de uma “escola”, com conceitos diferentes (particularmente estrutura e conjuntura) e novos métodos (especialmente a “história serial” das mudanças na longa duração), foi dominada pela presença de Fernand Braudel. Na história do movimento, uma terceira fase se inicia por volta de 1968. É profundamente marcada pela fragmentação. A influência do movimento, especialmente na França, já era tão grande que perdera muito das especificidades anteriores.” Para saber mais ver Peter Burke. A Revolução francesa da historiografia: a escola dos Annales 1929-1989.

magistrados do parlamento parisiense e as bibliotecas particulares através de um método quantitativo. A biografia histórica também teve um processo de renascimento com estudos sobre reis ou cavaleiros, como fizeram Jacques Le Goff e Georges Duby e também de personagens comuns, como artesãos e burgueses, como em Vovelle e Daniel Roche pois ela poderia ser um meio de acesso as mentalidades de determinados grupos. Nesse processo, o uso da Literatura como fonte histórica é historicamente recente e nos possibilita fazer um painel de como era a sociedade, com seus embates, dúvidas e costumes retratados através da obra do autor, que está inserido e possui um lugar nessa sociedade, que acaba condicionando sua forma de ver o mundo. O Grande Gatsby, pois, sofreu influência da sociedade em que ela está inserida, do lugar de onde fala o escritor, sua visão de mundo, posição social e suas experiências de vida. Acreditamos que, como diz Jeffrey Louis Decker (1994), a obra está inserida no contexto do nativismo racial dos anos 20, mais do que no contexto do American Dream9, posterior a 1931. Isso corrobora com o que diz Adriana Facina (2004) acerca dos condicionamentos que o escritor está 9

“esse sonho de uma terra na qual a vida deve ser melhor, mais rica e mais plena para todos com oportunidade para cada um conforme com a habilidade ou conquista. É um sonho difícil para as classes superiores europeias interpretarem adequadamente. e muitos de nós crescemos fartos e céticos em relação a ele. Não é um sonho sobre carros e altos salários meramente, mas um sonho sobre uma ordem social onde cada homem e cada mulher deve ser capaz de alcançar a mais completa estatura do qual eles são inatamente capazes, e serem reconhecidos pelos outros pelo o que eles são independentemente de circunstâncias fortuitas de nascimento ou posição.” (ADAMS, 1931).

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sujeito. É na obra The Epic of America, de James Truslow Adams que a definição dessa ideia do American Dream apareceu em um único termo. Assim, ela estaria historicamente situada, dificultando a interpretação de uma obra de 1925 com um termo que só surgiu em 1931. Neste artigo, procuramos mostrar como as questões presentes no livro situam-no nos anos 1920.

Gatsby e o nativismo dos anos 20 O sonho de Gatsby era conseguir dinheiro suficiente para dar a segurança necessária que Daisy, seu grande amor, demandava. Ele foi em busca desse sonho e quase conseguiu alcançá-lo devido ao esforço pessoal e as conexões que ele fez, afinal nem Gatsby e nem sua família possuíam muitos recursos. O termo American Dream foi cunhado em 1931, por James Truslow Adams na obra The Epic of America e, segundo Jeffrey Decker, é um apelo a um senso geral de sonho da nação, sem fazer divisões entre classes e grupos, foi inspirado pelos valores Progressivos de antes da Primeira Guerra Mundial: a ascensão individual e da congregação de etnias, como forma de seus leitores lidarem com a Crise dos anos 1930, inclusive com a presença de uma citação que exaltava o melting pot10 russo judeu. Muitos autores 10

”Em vários contextos e por diversos autores, quer seja subentendido ou por definição, o melting pot foi usado para designar: 1 – a assimilação de sucessivos grupos imigrantes, étnicos e religiosos para um núcleo estadunidense, essencialmente definido por idioma, tradições anglo saxãs e mais; 2 – a mistura de diversas pessoas e credos na presença de um agente catalizador ( o ”espírito” do Novo Mundo) cujos efeitos mudam em todos os elementos embora deixando-os individualmente intactos; 3 - um completo derretimento

defendem que o mito de que qualquer cidadão, seja qual for sua origem, pode perseguir e atingir seus objetivos está presente na carta de fundação dos Estados Unidos, que foi tema na literatura desde os escritos da época colonial e encontrou voz em Benjamin Franklin, Ralph Waldo Emerson, Walt Whitman e outros. A história de Gatsby tem sido associada ao American Dream, que muitas das vezes é percebido como a luz verde que o personagem via na casa de Daisy: E enquanto estava sentado ali meditando sobre o velho e desconhecido mundo, pensei no encantamento de Gatsby, quando viu pela primeira vez a luz verde na extremidade do embarcadouro da casa de Daisy. Ele tinha vindo de muito longe até aquele gramado azul, e seu sonho deve ter parecido tão próximo que seria difícil deixar de alcançá-lo. Não sabia que seu sonho ficara para trás, em algum lugar daquela vasta escuridão que se via além da cidade, onde os campos escuros da república se estendiam sob a noite.11 Podemos ver também a busca de um sonho de forma inabalável e as consequências que isso acarretou para o personagem, que acabou envolvido numa série de ilegalidades, frustrações e culminou com a sua morte. Essa é uma visão próxima da que tem Edwin Fussell, que viu em Gatsby atitudes e valores comuns a sociedade em que ele viveu e que acarretaram sua destruição. Marius Bewley

de cada elemento constitutivo (político, moral, social, cultural, econômico, biológico) e sua fusão num todo completamente novo e homogêneo.“ (LUEDTKE, 1979, p.3). 11 Francis Scott Fitzgerald. O grande Gatsby; São Paulo: Tordesilhas, 2013, p. 233.

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nota nas páginas do romance como o American Dream havia murchado na sociedade industrial.12 O American Dream de Fitzgerald, como disse Roger Pearson, tem um aspecto mais negativo que de outros escritores, pois não é uma visão otimista e nem tem o senso de concretização ou satisfação.13 De acordo com Decker, o American Dream não se aplicaria a história de O Grande Gatsby: A visão intocada de Gatsby sobre o passado dos Estados Unidos não pertence ao American Dream da Grande Depressão. Em vez disso, é um produto da onda de sentimento anti imigrante dos anos 1920, o qual ativou limitações nas definições de brancura e, fazendo isso, enfraqueceu a autoridade moral do mito do selfmade man. Se nós queremos interpretar O Grande Gatsby historicamente, nós devemos parar de usar o American Dream como uma categoria analítica. Ainda, não é o suficiente dizer que o sonho de Gatsby é simplesmente um aspecto do que Fitzgerald cunhou como A Era do Jazz. É também carregado pelo nativismo racial peculiar aos Tribal Twenties.14

Jeffrey Decker. “Gatsby’s pristine dream: the diminishment of the self-made man in the tribal twenties”, em NOVEL: A forum on fiction. Vol.28. No.1 (1994), p.55. 13 Roger Pearson. “Gatsby: false prophet of the american dream”, em The English Journal, Vol. 59, No. 5 (May, 1970), p.638 14 Jeffrey Decker. “Gatsby’s pristine dream: the diminishment of the self-made man in the tribal twenties”, em NOVEL: A forum on fiction. Vol.28. No.1 (1994) p.68. 12

Jeffrey Decker acredita que o american dream não é um termo trans-histórico, e sim que ele pertence ao tempo em que foi cunhado. Além disso, o contexto histórico dos anos 1920, com o aumento do nativismo racial é o que inspira Fitzgerald a criar o personagem de Gatsby como uma figura para os Estados Unidos. A obra “representa a diminuição da autoridade moral nas histórias de ascensão uma época de declínio da fé na capacidade da nação em assimilar novos imigrantes.”15 A dificuldade de Gatsby em ascender socialmente teria sido inspirada por Benjamin Franklin e Horatio Alger Jr., tradicionais exemplos de homens da classe média que alcançaram êxito. A conexão do personagem título da obra com o crime praticado pelos imigrantes em seus negócios seria um outro lado menos louvável na sua corrida para alcançar o sucesso pessoal. Decker vê a obra como “uma história de corrupção empreendedora, acentuada pela linguagem do nativismo, competindo com e enfim frustrando a tradicional narrativa da ascensão virtuosa estadunidense. Desse modo, Gatsby encena uma ansiedade nacional sobre a perda da supremacia anglosaxã nos anos 20.”16 O autor apontou que, em 1922, havia um debate acerca do lugar de Cristovão Colombo na história dos Estados Unidos iniciado no The New York Times e que coincidiu com o período em que Fitzgerald compunha pequenas histórias que acabariam por se culminar no livro. Uma carta acusou o Times de ser anglófilo e conclamou que Colombo fosse substituído na história por Leif Erikson, um explorador nórdico que liderou os pioneiros europeus a pisarem na América do Norte. Foi Leif Erikson que 15 16

Jeffrey Decker. op cit, p.52. Ídem.

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proporcionou a ideia de que os estadunidenses são descendentes dos nórdicos, ideia esta que o personagem Tom defende. As motivações para ler o romance se alinham com o contexto da época: A fusão das novas chegadas e as práticas dos negócios sem ética dá a motivação óbvia para ler O Grande Gatsby de acordo com a ascensão do nativismo e a queda do selfmade man. A associação de Gatsby com o crime imigrante, particularmente na forma de contrabando, compromete não só a pureza de sua identidade branca, mas também a ética da sua ascensão empreendedora. A associação dos imigrantes com a ilegalidade foi cristalizada durante a Proibição, que não foi mais que uma cruzada moral para preservar o jeito estadunidense através de controle social e conformidade. 17 As histórias de Horatio Alger Jr., escritor que se notabilizou por contos de garotos pobres que através do esforço pessoal ascendem socialmente, começaram a perder alcance pois tinham grande popularidade em 1910, num contexto de necessidade em lidar com a grande quantidade de imigrantes que chegavam aos EUA: “A apropriação de Fitzgerald da fórmula de Alger reflete o fato de que a tradicional ideia da ascensão virtuosa, recentemente associada com o modelo melting-pot de sucesso imigrante, foi prejudicado por um crescente interesse em esquemas de fique rico rápido e um declínio

Jeffrey Decker. “Gatsby’s pristine dream: the diminishment of the self-made man in the tribal twenties”, em NOVEL: A forum on fiction. Vol.28. No.1 (1994) p.60.

no esforço para assimilar novas chegadas (de imigrantes) durante os Loucos Anos 20.”18 Decker contrapõe a imagem de Gatsby com Benjamin Franklin. O jovem Ben Franklin possui uma preocupação com seu caráter, ao passo que Gatsby tinha uma lista de atividades para fazer que incluíam exercícios físicos, postura e dicção: A representação jocosa de Fitzgerald acerca da tentativa do jovem Gatsby em ter uma ascensão Franklinesca demonstra a extensão na qual, com a consolidação da sociedade de consumo no século 20, o culto da “personalidade” (baseada na construção da imagem e competitividade) vai eclipsar uma produção orientada de um tempo anterior de caráter (fundado no senso interior de dever e devoção). O deslocamento do caráter pelo novo conceito de personalidade, sozinho, não enfraqueceu as tradicionais narrativas de sucesso virtuoso. Contudo, quando somada com a ascensão da suspeita acerca da retidão dos novos imigrantes, o aparente excesso da mania de personalidade contribuiu para diminuir a autoridade do mito do self-made man nos anos 20. A crise resultante na identidade nacional estadunidense é representada por Fitzgerald através da figura de Gatsby.19 Walter Benn Michaels acredita que a literatura do período está situada dentro da lógica do nativismo. Segundo ele, o maior medo presente nessa literatura dos anos 1920 era o desejo do estrangeiro em ser estadunidense.20 Decker chamou a atenção

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Jeffrey Decker. op cit, p.62. Jeffrey Decker. op cit, p.63. 20 Jeffrey Decker. op cit, p.56 19

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para a falta de personagens negros no romance, que se passa em Nova York, berço da Renascença do Harlem, da cultura e da política negra. A falta de afro estadunidenses e a apropriação da cultura negra, representada através do Jazz, seriam as marcas que situam o texto dentro da Era do Jazz.21 Os negros só apareceram em dois momentos na obra: um “mulato bemvestido” que diz qual a cor do carro que atropela Myrtle22 e na passagem da Ponte Queensboro: Ao atravessarmos Blackwell’s Island uma limusine nos ultrapassou, dirigida por um motorista branco e com três negros muito bem-vestidos, dois homens e uma mulher. Ri alto ao ver as gemas dos seus globos oculares girarem para nós em uma rivalidade altiva. Tudo pode acontecer, agora que nós atravessamos esta ponte, pensei. simplesmente tudo...23 Essa passagem retrata bem a questão racial em que os Estados Unidos estavam envolvidos e a tensão em brancos e negros ocuparem o mesmo espaço, que se intensificou com o empoderamento negro e a ameaça aos privilégios brancos, corroborando para que a segregação racial fosse a saída encontrada para lidar com essa ameaça. Os Nordicistas, que historicamente atribuíram aos europeus do Norte, brancos, como os descobridores da nova terra também excluíram de sua versão a introdução de escravos negros no novo mundo.

Além disso, a outra testemunha do crime além do mulato bem-vestido é o grego Michaelis, um imigrante. Outro ponto foi a representação do estereótipo semita do personagem Wolfshiem: “um judeu baixo e de nariz chato levantou a cabeçorra e me olhou, com dois magníficos tufos de pelo vicejando nas narinas. Depois de um tempo descobri os seus olhinhos na semiobscuridade” 24 “e apontou para Gatsby o impressionante nariz.”25 Em 1924 ainda tivemos a ratificação do Ato Johnson-Reed, que limitou a imigração de certas etnias para os Estados Unidos e pode ser considerado um êxito dos nativistas: A passagem do Ato Johnson-Reed em 1924 cumpriu as demandas dos nativistas raciais, que insistiam na preservação do que eles consideravam como “distinto tipo estadunidense”: o anglo-saxão protestante branco. A lei implementou um princípio de “origens nacionais”. Ao estabelecer cotas de acordo com a contribuição de cada raça nacional para a presente população dos Estados Unidos, a lei garantia que seis ou sete vezes mais imigrantes seriam oriundos do noroeste europeu do que do sudeste da Europa.26 Segundo Decker (1994), Fitzgerald teve contato com as teorias racialistas quando escreveu contos para o The Saturday Evening Post, jornal que publicou editoriais defendendo o racialismo de Madison Grant e 24

Francis Scott Fitzgerald. O grande...; op cit, p.99. Francis Scott Fitzgerald. O grande...; op cit, p.99. 26 Jeffrey Decker. “Gatsby’s pristine dream: the diminishment of the self-made man in the tribal twenties”, em NOVEL: A forum on fiction. Vol.28. No.1 (1994) p.67. Tradução nossa. 25

21

Jeffrey Decker.op cit, p.56. Francis Scott Fitzgerald. O grande Gatsby; São Paulo: Tordesilhas, 2013, p.184. 23 Francis Scott Fitzgerald. O grande...; op cit, p.98. 22

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teve no seu editor, George Horace Lorimer, um proeminente defensor das teorias nórdicas que ganharam espaço entre os nativistas. Essas teorias estão presentes nas falas do personagem Tom Buchanan: A civilização está se despedaçando irrompeu Tom violentamente. - Estou me tornando um incrível pessimista. Você leu A ascensão dos impérios de cor, escrito por um sujeito chamado Goddard? - Não - Respondi, um tanto surpreso com o seu tom. - Bom, é um livro formidável, que todo mundo deveria ler. A ideia é que, se não tomarmos cuidado, a raça branca vai acabar sendo...vai acabar sendo totalmente submersa. É uma coisa científica; foi provada. 27 Bom, esses livros são todos científicos – insistiu Tom, relanceado os olhos para ela, impaciente. -Esse sujeito desenvolveu toda a tese. Cabe a nós, que somos a raça dominante, tomar cuidado, do contrário o controle das coisas ficará com outras raças. Precisamos derrotar essas raças – sussurrou Daisy, piscando ferozmente com o rosto voltado para o sol escaldante. – Você precisa morar na Califórnia...- começou a srta. Baker, mas Tom a interrompeu, mexendo-se estouvadamente na cadeira. – A ideia é que nós somos todos nórdicos. Eu sou, você é, você é e... - Depois de uma hesitação infinitesimal, ele incluiu Daisy com um leve maneio de cabeça e ela piscou pra mim. – E nós produzimos todas as coisas que

compõem a civilização...ah, ciência e arte, e tudo mais. Percebe? 28 “De acordo com a lógica nativista no argumento de Tom, Gatbsy parece menos branco graças a sua ligação íntima com o crime imigrante. Essa associação permite a acusação de Tom que Gatsby coloca em perigo a saúde da família, instituição indispensável para manter a pureza racial branca.”29 Assim, o contato com imigrantes fez com que o indivíduo, ainda que branco, fosse considerado um branco inferior ou fosse visto até como negro. Somado ao perigo dessa “mistura” ou contato acabar degenerando a família e as futuras linhagens, o discurso de Tom seguiu dentro da lógica de pensamento do personagem e dos nativistas, alinhando-se com os autores racialistas. Para compreendermos esta fala de Tom, devemos atentar para o contexto em que ela está inserida. As ondas de imigrantes que atingiram os Estados Unidos no fim do século XIX e no início do século XX trouxeram novas formas de comportamento e religião. Elementos conservadores da sociedade estadunidense começaram a produzir reações: As leis de restrição à imigração de 1921 e 1924 constituíram o resultado legislativo de maiores consequências do frenético nativismo do pós-guerra. Elas converteram em zombarias a Estátua da Liberdade, com sua inscrição de boas-vindas aos pobres e 28

Francis Scott Fitzgerald. op cit, p.34 Jeffrey Decker. “Gatsby’s pristine dream: the diminishment of the self-made man in the tribal twenties”, em NOVEL: A forum on fiction. Vol.28. No.1 (1994), p.66. Tradução nossa. 29

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Francis Scott Fitzgerald. O grande Gatsby; São Paulo: Tordesilhas, 2013, p.34.

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oprimidos. Era justamente essas pessoas que a maioria dos estadunidenses natos e protestantes, e seus representantes legais queriam banir do país. A lei de 1924 foi aprovada apesar das objeções dos grupos imigrantes de que ela os insultava com as implicações de sua inferioridade racial, e também a despeito da oposição de importantes firmas industriais e organizações comerciais que argumentavam com a escassez já existente de mão-de-obra de baixo custo.30 O país que foi constituído por imigrantes, agora estava colocando obstáculos a chegada desses elementos. A recusa dos imigrantes em adotar o modo de vida estadunidense e a questão da divisão dos imigrantes quanto a participação na I Guerra Mundial fomentaram essa postura conservadora defensiva de valores considerados fundamentais. Outra forma também de se diferenciar do imigrante foram as teorias racialistas que estavam em voga no Mundo durante a década de 20: “Livros como The Rising Tide of Color (1920), de Lothrop Stoddard, e The Passing of the Great Race (1916), de Madison Grant, escritos para conclamar os “nórdicos” à ação defensiva, atingiram esse propósito, mas também revelaram profundas e talvez insolúveis razões para o desespero duradouro por parte daqueles que compartilhavam dos valores defendidos por esses autores”.31 Existiu uma crença na época que os estadunidenses 30

Stanley Coben. “Os primeiros anos da América moderna 1918-1933", em Willian Leuchtemburg (Org.). O século Inacabado: A América desde 1900; Rio de Janeiro: Zahar Editores, 1976, p. 278. 31 Stanley Coben. op cit, p. 296.

seriam descendentes dos nórdicos, crença esta que observamos na fala de Tom Buchanan. Os discursos racialistas foram formas de se diferenciar naturalizar a inferioridade atribuída ao outro. Outra dificuldade é identificar o autor que está em questão, pois não foi Goddard que escreveu A ascensão dos Impérios de Cor: A troca levou os críticos literários a especularem que a autoridade o qual Tom se refere é Lothtrop Stoddard, de quem as ideias conservadoras estavam largamente disseminadas no meio dos nativistas após o período de publicação de The Rising Tide of Color. Os críticos esqueceram a possibilidade de que, além do livro de Stoddard, o conhecido geneticista Henry H. Goddard pode ser também a fonte das ideias de Tom. Num livro largamente republicado por volta de 1920, Goddard estudou a degeneração numa família estadunidense que ele chamou de “Kallikaks”. Os Kallikaks são “uma família da classe média e de bom sangue inglês”. Contudo, Goddard explica “um descendente dessa família, num momento de descuido, afasta-se do caminho da retidão e graças a uma garota doente mental, começa uma linhagem de deficientes mentais que é chocante”. A “degeneração” da família Kallikaks é consequência “da deficiência mental e do sangue ruim” da prostituta débil mental, “que foi trazida para o interior de uma família normal de sangue bom”. Goddard conclui condenando os efeitos de misturar genes bons e ruins, julgando que isso só pode produzir desvios morais e mentais, como doentes mentais, loucura, alcoolismo, perversidade sexual, e criminalidade. O trabalho de Goddard e outros geneticistas circulou entre os

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nativistas e era usado para argumentar contra o excesso de democracia, acreditavase que ele se manifestava na falha do melting pot em assimilar novos imigrantes dentro da sociedade estadunidense.32 Assim, a pureza racial se fez presente e era alarmante para os conservadores nativistas o contato com sangue ruim pois este poderia produzir consequências drásticas para o futuro de suas linhagens. A fala da personagem Jordan Baker, que afirmou que Tom deveria morar na Califórnia, fez alusão a outro perigo que assolava os nativistas dos Estados Unidos: Após o Japão ter demonstrado seu poder militar na guerra Russo-Japonesa de 1904, os anglo-estadunidenses da Costa do Pacífico experimentaram uma dupla ameaça: o medo da política externa expansionista do Japão ao lado do perigo da imigração japonesa para a Anglo hegemonia na Costa Oeste (Higham 172). Até Stoddard, que discute o internacional “Perigo Amarelo” ao longo de The Rising Tide of Color, faz referência à crise da Califórnia citando do Los Angeles Times: “Se a Califórnia deve ser preservada para a próxima geração como uma “terra de homens brancos”, deve haver alguma iniciativa que restrinja a taxa de natalidade dos japoneses na Califórnia”. 33

grupo a possibilidade de defesa a essas ameaças aos valores fundamentais: O mais visível defensor da cultura estadunidense dominante, entretanto, não era o Governo Federal, mas o pretenso Império Invisível: o Ku Klux Klan. O Klan, que provavelmente contava na década de 1920 com 4 a 5 milhões de membros brancos, protestantes e anglo-saxões natos do sexo masculino, foi descrito por um talentoso jornalista contemporâneo, que estudou a organização, como “a mais vigorosa, ativa e eficiente força na vida do Estados Unidos, fora dos negócios”. Quase todos os temores que dominavam os mais suscetíveis entre os estadunidenses brancos e protestantes, depois da I Guerra Mundial – ansiedade sobre a mestiçagem racial no país, degeneração moral e, sobretudo, o pavor (tão antigo quanto a história do país) de uma conspiração católica – foram instilados na ideologia do Klan.34 Apesar da ordem não ser muito significativa antes de 1919, o surgimento dessas ameaças aos valores dos Estados Unidos fez com que ela começasse a crescer: Até a crise de 1919-1920, a nova ordem manteve-se pequena, pobre e quase inteiramente limitada ao Sul. Mesmo em Atlanta, um comentarista duvidou de que o Klan pudesse equiparar-se em filiação ou influência à organização judaica B’nai B’rith. Na primavera de 1920, entretanto, dois

Esses medos dos nativistas contribuíram para a onda de defesa dos valores estadunidenses e eles encontraram num 32

Jeffrey Decker. “Gatsby’s pristine dream: the diminishment of the self-made man in the tribal twenties”, em NOVEL: A forum on fiction. Vol.28. No.1 (1994) p.65 33 Jeffrey Decker. op cit, p.65-66.

34

Stanley Coben. “Os primeiros anos da América moderna 1918-1933", em Willian Leuchtemburg (Org.). O século Inacabado: A América desde 1900; Rio de Janeiro: Zahar Editores, 1976, p.292.

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argutos especialistas em relações públicas, Edward Young Clarke e a Sra. Elizabeth Tyler, decidiram que as angústias que geraram o Medo Vermelho, os tumultos raciais, a Lei Seca e os poderosos movimentos em prol da estadunização e das restrições a imigração poderiam ser exploradas em benefício do Klan. 35 Por todo o país, os felizes kleagles esfregavam as mãos de contentes; eles tinham descoberto um profundo manancial de medo dos católicos, judeus, negros e imigrantes recentes. Também encontraram protestantes brancos preocupados com a erosão dos padrões morais e furiosos com a violação geral das leis do país, sobretudo no que se referia à Proibição. A soltura de costumes e a frouxidão moral eram frequentemente atribuídas às minorias étnicas urbanas. As instituições governamentais estabelecidas pareciam incapazes de controlar esses elementos perniciosos.36 Stanley Coben faz uma alusão do nativismo com o pensamento que existiu na época do Imperialismo, da questão do “fardo do homem branco”, que deveria levar o progresso e o embranquecimento para áreas do mundo que estavam atrasadas: Em alguns aspectos, todo o movimento em prol da estadunização total era um anacronismo na era pós-I Guerra Mundial; o Klan à semelhança daqueles que ainda se 35

Stanley Coben. “Os primeiros anos da América moderna 1918-1933", em Willian Leuchtemburg (Org.). O século Inacabado: A América desde 1900; Rio de Janeiro: Zahar Editores, 1976, p.293. 36 Stanley Coben. op cit, p.294.

vangloriavam de que o Sol nunca se punha no Império Britânico, dependia de uma generalizada, mas, não obstante, quase delirante ilusão de que o mundo ainda era o de William McKinley e do jovem Rudyard Kipling. 37 Devido a nebulosidade do passado de Gatsby e entendendo o contexto, onde práticas ilícitas permearam a sociedade, isso nos levou a suspeitar que ele estava envolvido nessas atividades, ainda mais depois do encontro com Meyer Wolfshiem: “-O velho Metropole – repetiu melancolicamente o Wolfshiem. – Cheio de rostos que já desapareceram. Cheio de amigos que se foram para sempre. Enquanto viver, não vou esquecer a noite em que mataram Rosy Rosenthal naquele restaurante.”38 - Meyer Wolfshiem? Não, é jogador. – Gatsby hesitou, depois acrescentou tranquilamente: - É o homem que manipulou o resultado da World’s Series de beisebol em 1919.39 – Manipulou a World Series? – repeti. A ideia me chocou. Eu me lembrava, claro, que a World’s Series de beisebol fora manipulada em 1919, mas se alguma vez tivesse refletido sobre o caso, teria pensado naquilo como algo que tivesse apenas acontecido, o final de 37

Stanley Coben. op cit, p.296. Francis Scott Fitzgerald. O grande Gatsby; São Paulo: Tordesilhas, 2013, p.104. 39 O beisebol começou a década com a revelação que vários jogadores do Chicago White Sox perderam deliberadamente a World Series de 1919, em colaboração com um grupo organizado de apostadores. Outros jogadores em outros times eram suspeitos de corrupção similar, e ainda que o grande júri tenha apontado os jogadores como inocentes, a liga apontou o juiz federal Kennesaw Mountain Landis como um Comissário do Beisebol – uma nova posição criada somente para este propósito. Landis baniu 10 jogadores do Beisebol. (KTE’PI, 2009, p.148). 38

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uma cadeia inevitável. Nunca me ocorrera que um homem pudesse manobrar a fé de cinquenta milhões de pessoas com a mesma determinação de um ladrão que explode um cofre.40 Porém, sobretudo com a Proibição41, as práticas ilegais, tanto de pessoas quanto das instituições foram disseminadas por toda a sociedade e o moralismo propagado na época foi sendo corroído até por elementos que julgavam defendê-lo. Os imigrantes passaram a ser vistos como difusores de comportamentos que contaminaram a sociedade estadunidense e associados a práticas ilegais, sobretudo com a ascensão social de alguns elementos ligados ao contrabando e tráfico de bebidas. Assim, Fitzgerald criou um romance que mostrou a ascensão social de um jovem, tal como nas histórias que fizeram de Horatio Alger Jr. um nome proeminente numa época em que se tentava integrar os imigrantes à sociedade estadunidense e se exaltava o melting pot. Porém, diferentemente do tempo em que essas histórias lograram êxito, o self-made man não se alinhava mais com a moral pregada, partindo para um caminho do culto à personalidade e do fazer dinheiro fácil, com o elemento imigrante aparecendo como 40

Francis Scott Fitzgerald. O grande Gatsby; São Paulo: Tordesilhas, 2013, p.104. 41 Proibição foi o produto final de uma longa cruzada da Liga Contra os Bares de Wayne Wheeler (1869-1927) e de setores cristãos como a União de Temperança das Mulheres Cristãs que viam o álcool como um mal social. O álcool era culpabilizado pela pobreza e violência, particularmente a violência doméstica, e acreditava-se que era a primeira causa da imoralidade nacional. A Proibição era vista como uma cura mágica e importantes evangelistas como Billy Sunday (18621935) pregavam um novo mundo e um novo começo. Ao derrotar o demônio da bebida, a salvação estava nas mãos. (EVERSOLE, 2009, p.51).

quem desvirtua da pureza do sonho, levando para um caminho da ilegalidade. Tom Buchanan, personagem do livro, apareceu como o defensor dessa teoria dos Estados Unidos nórdico aterrorizado pelos imigrantes, negros e as ameaças à moral e os bons costumes. Bem-sucedido economicamente apesar da pouca idade, viveu uma vida de luxo e opulência e contrariou muito dos bons costumes que pregava, traiu a mulher abertamente, foi violento com a amante, não era presente na vida da esposa, tratou e usou pessoas com descortesia. Jay Gatsby, por outro lado, era um jovem militar de poucos recursos econômicos que se apaixonou por Daisy, uma garota de adolescência tipicamente estadunidense e que tinha um alto padrão de vida. Apesar da diferença econômica entre os dois, eles viveram um caso de amor separado pela Grande Guerra e a demora de Gatsby em voltar para os EUA fez com que Daisy procurasse por outras opções, acabando por encontrar em Tom Buchanan a resposta para decidir sua vida rapidamente e o elemento que continha a motivação arrebatadora que ela tanto procurava. Enquanto isso, Gatsby encontrou em Dan Cody, elemento ligado aos controversos saloons, um mentor. Posteriormente, ao se associar com Meyer Wolfshiem, um judeu que foi apresentado como um jogador que manipulou o resultado do maior evento do beisebol dos Estados Unidos, começou a vender bebidas ilegais em drugstores e conseguiu uma rápida ascensão social. Com os recursos necessários para impressionar Daisy, ele comprou uma mansão em West Egg bem de frente a casa que pertencia aos Buchanan, passou a dar festas pomposas regadas a muita bebida e

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com atrações que eram a última novidade com objetivo de atrair Daisy para o local, o que não ocorreu. Apesar disso, sua casa virou um ponto de encontro entre membros proeminentes na sociedade e pessoas que buscavam uma oportunidade de se dar bem de alguma forma. Nick Carraway, primo de Daisy, vizinho de Gatsby, o narrador e personagem principal é quem transitou por esses dois mundos e foi o elo entre os dois amantes do passado. Após o reencontro do antigo casal e de um certo deslumbramento, Gatsby percebeu que a relação entre os dois já não era a mesma. Acreditando que podia reviver o passado ele passou a tentar encontrar o ponto onde ele tinha perdido seu grande amor. A figura de Jay Gatsby é um tanto nebulosa no romance. Essa aura de mistério acabou alimentando diversos tipos de boatos sobre a sua pessoa, dos mais próximos da realidade aos mais absurdos. Apesar do personagem tentar desmistificar alguns dos boatos numa conversa com Carraway, só soubemos a sua real história nas partes finais do livro. A imagem que ele tentou passar era mais importante do que o seu caráter e, segundo Decker, aí existe um contraste que o autor faz com Benjamin Franklin, que prezava pelo desenvolvimento moral.42 A morte de Myrtle Wilson, amante de Tom Buchanan e esposa de George Wilson, ocorrida num acidente provocado por Daisy deu início aos acontecimentos que acabaram levando à trágica morte de Gatsby e ao suicídio de George logo após ao crime. Numa conversa posterior entre Tom e Nick, foi revelado que o Sr. Wilson tinha ido

primeiro atrás de Tom e este afirmou que era Gatsby o dono do carro que atropelou Myrtle Wilson sendo, possivelmente, seu amante. O adeus ao anfitrião das grandes festas de West Egg teve poucos presentes, o que nos leva a levantar a hipótese acerca dos frágeis laços sociais e da impessoalidade do lugar, situação muito diferente da que os personagens encontravam no Oeste, onde havia uma curiosidade sobre as pessoas e as casas eram conhecidas pelo nome das famílias. Decker aponta que o interesse romântico de Gatsby seria “a versão de uma garota totalmente estadunidense, Daisy Fay é um símbolo para a identidade nacional nórdica dos anos 20”43. A luz verde, nessa visão, também tem outro significado “no fim do romance, a luz verde de Daisy nos olhos de Gatsby conjura, para Nick, o avistamento inicial feito pelos exploradores holandeses dos Estados Unidos puro.“ 44 A frequentemente citada conclusão de O Grande Gatsby ilustra o nacionalismo na sua forma generalizada bem como numa manifestação peculiar dos anos 20. De modo geral, Fitzgerald representa as duas faces da lógica nacionalista oferecendo, de um lado, um futuro promissor na profecia: “amanhã correremos mais depressa, estiraremos mais os braços...E uma bela manhã...” e, por outro, um imemorável mito da origem nacional estadunidense imaginado pelos “barcos

Jeffrey Decker. “Gatsby’s pristine dream: the diminishment of the self-made man in the tribal twenties”, em NOVEL: A forum on fiction. Vol.28. No.1 (1994), p.64. 44 Jeffrey Decker. op cit, p.64. 43

Jeffrey Decker. “Gatsby’s pristine dream: the diminishment of the self-made man in the tribal twenties”, em NOVEL: A forum on fiction. Vol.28. No.1 (1994), p.63. 42

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contra a corrente, incessantemente empurrados de volta ao passado”.45 Devemos ter em conta o que diz Adriana Facina sobre os escritores: Nesse sentido, é necessário para aqueles que pesquisam literatura e literatos historicizar radicalmente seu objeto. Por mais que autores como Dostoiévski tenham muito a dizer à nossa época, sua obra é fruto de seu tempo e, portanto, é historicamente situada. E também os escritores são produtos de sua época e sociedade. Desse modo, mesmo o artista mais consagrado, considerado alguém dotado de um talento especial que o destaca dos outros seres humanos, é sempre um indivíduo de carne e osso, sujeito aos condicionamentos que seu pertencimento de classe, sua origem étnica, seu gênero e seu processo histórico do qual é parte lhe impõem. Sua capacidade criativa se desenvolve num campo de possibilidades que limita sua possibilidade de escolha. 46 Ainda que seja possível a interpretação da obra como uma crítica ao American Dream acreditamos ser mais fidedigno compreender O Grande Gatsby como reflexo das questões morais e raciais dos anos 1920 e inserida neste tempo.

Conclusão Procuramos mostrar como O Grande Gatbsy parece estar mais bem situado historicamente no nativismo racial caro aos 45

Jeffrey Decker. op cit, p.52. Adriana Facina. Literatura e Sociedade; Rio de Janeiro: Jorge Zahar Ed., 2004 p. 9-10. 46

anos 1920 através do argumento de Adriana Facina, que afirma que o autor tem um lugar na história, escrevendo e refletindo os dilemas das sociedades onde vivem. Também discutimos a falha da fórmula de assimilação dos imigrantes, as teorias racialistas que circulavam na época, utilizadas como escudo para tentar barrar as mudanças que estavam sendo produzidas na sociedade e que disseminavam medo nos Estados Unidos Anglo-Saxão, a reação aos medos. O presente estudo analisou também o uso do termo American Dream, que surgiu em um outro contexto posterior a elaboração do livro, como possível objeto de crítica do autor. Fitzgerald representou na sua obra as mudanças, questionamentos e inquietudes que assolaram a sociedade estadunidense do pós-Primeira Guerra Mundial, onde os imigrantes chegaram em maiores quantidades aos Estados Unidos, provocaram não só uma mudança nos comportamentos, mas também levantaram o questionamento do que era ser estadunidense e qual o comportamento tradicional deste. O empoderamento negro, com o Renascimento do Harlem, acirrou os incômodos dos estadunidenses anglo-saxões, que abraçaram teorias como a dos estadunidenses descentes dos europeus do Norte, que omitiu os negros nessa versão da história e que provocou reações como a criação da Ku Klux Klan, a Proibição e com leis de restrição a imigração. O sonho que Gastby almejou acabou não se concretizando graças ao seu contato com os imigrantes e com a ilegalidade. Assim, uma das mensagens do livro, seria que os imigrantes não lograriam êxito pois seus valores eram desvirtuados em relação aos estadunidenses puros, com isso a ascensão

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baseada antes no caráter, tinha sido desvirtuada, transformada no fique rico rápido e no culto da personalidade. Daisy era os Estados Unidos nórdico que Gatsby não conseguiu alcançar por suas ligações ilegais e seu contato com o imigrante, o sonho que escapou por muito pouco. Outro aspecto da obra foi a pouca quantidade de personagens negros, que só apareceram duas vezes, ainda que parte da história se passe em Nova York durante o Renascimento do Harlem, no qual houve uma forte presença negra na região. O Grande Gatsby dialogou intensamente com autores, teorias e dilemas caros aos Loucos Anos 20. Ainda que a interpretação de Gatsby como crítica ao American Dream seja compreensível e de fato encontramos momentos de reflexão quanto a impessoalidade nas relações, a solidão, a futilidade e o uso desenfreado do dinheiro na obra, acreditamos que ela seja fruto do novo interesse pelos trabalhos de Fitzgerald surgidos pós 1950, onde o próprio termo já possuía algum tempo de uso, porém com um olhar descolado da sociedade, do lugar onde o texto pertence historicamente.

Adams, James T. The Epic of America; Boston: Little, Brown, and Co., 1931 Burke, Peter. O que é História Cultural?; Rio de Janeiro: Jorge Zahar, 2008. __________. A revolução francesa da historiografia: a Escola dos Annales 1929-1989; São Paulo: Editora Universidade Estadual Paulista, 1991. Caire-Jabinet, Marie-Paule. Introdução a historiografia; São Paulo: EDUSC, 2003 Coben, Stanley. “Os primeiros anos da América moderna 1918-1933", en Willian Leuchtemburg (Org.). O século Inacabado: A América desde 1900; Rio de Janeiro: Zahar Editores, 1976 Decker, Jeffrey. “Gatsby’s pristine dream: the diminishment of the self-made man in the tribal twenties”, en NOVEL: A forum on fiction. Vol.28. No.1,1994, p.52-71 Eversole, Theodore. “Social attitudes”, en Rodney Carlisle (Ed.). Handbook to life in America: The roaring twenties, 1920 to 1929; New York: Infobase publishing, 2009 Facina, Adriana. Literatura e Sociedade; Rio de Janeiro: Jorge Zahar Ed., 2004 Fitzgerald, Francis S. O grande Gatsby; São Paulo: Tordesilhas, 2013

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4. James W. Loewen  La tierra de oportunidad Traducción a cargo de Malena López Palmero

L

ABSTRACT

os libros de texto de historia descuidan en gran medida la historia de las relaciones de clase en los Estados Unidos. Un par de libros hacen referencia a las huelgas sindicales, pero pocos dan un sentido real a la larga historia de explotación y resistencia económica en Estados Unidos, o a los problemas que enfrentan los trabajadores estadounidenses en la actualidad. Es más, la mayoría de los libros de texto siquiera incluyen las frases "estructura de clase", "clase social", "clase baja" o "desigualdad". Al hacerlo, los libros crean la ilusión de que la lucha de clase y las disputas laborales son fenómenos históricos antiguos y sin sentido.

***

 El siguiente es un capítulo del libro del sociólogo e historiador James W. Loewen, Las mentiras que me contó mi maestro. Todo lo que está equivocado de tu libro de texto de Historia de Estados Unidos, New York, New Press, 1995.

H

istory textbooks largely neglect the history of class relations in the United States. A couple textbooks talk about union strikes, but few give a real sense for the long history of economic exploitation and resistance in this country, or of the problems that American workers face today. Indeed, most textbooks don’t even include the phrases “class structure,” “social class,” “lower class,” or “inequality” in their indexes. In doing so, textbooks create the illusion that class struggles and labor disputes are old, meaningless historical phenomena.

*** El trabajo es anterior e independiente del capital. El capital es solo el fruto del trabajo, y no podría haber existido nunca si el trabajo no hubiese existido antes. El trabajo es superior al capital y merece nuestra más alta consideración. Abraham Lincoln2

Alguna vez pensé que todos éramos dueños de nuestro destino, que podíamos moldear nuestras vidas con la forma que quisiéramos… Había superado suficiente sordera y ceguera como para ser feliz, y creí que cada uno podría salir victorioso si se lanzaba valientemente a la lucha de la vida. Pero mientras fui más y más por el país, aprendí que había hablado con seguridad sobre un asunto que conocía poco… Aprendí que el poder de ascender en el mundo no está al alcance de todos. Hellen Keller3

2

Abraham Lincoln citado en Carl Sandburg. Abraham Lincoln; New York, Harcourt, Brace, and World, 1954, página 271. 3 Helen Keller. Midstream: My Later Life; New York, Greenwood, 1968, página 156.

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Diez hombres en mi país podrían comprar el mundo entero y diez millones no pueden comprar lo que necesitan para comer. Will Rogers, 1931

La historia de la nación está, desafortunadamente, escrita demasiado fácilmente como la historia de sus clases dominantes. Kwame Nkumah4

Los estudiantes avanzados de la escuela secundaria tienen ojos, oídos y programas de televisión (demasiados), por lo tanto, saben mucho sobre los privilegios en Estados Unidos. Ellos comparan la posición social de sus familias con la de otras familias, y la posición de sus comunidades con la de otras comunidades. Sin embargo, los estudiantes de clase media, especialmente, saben poco acerca de cómo funciona la estructura de clases, y nada saben sobre cómo esta ha cambiado a lo largo del tiempo. Esos estudiantes no salen de la escuela solamente ignorando cómo funciona la estructura de clases, sino se convierten en pésimos sociólogos. “¿Por qué es pobre la gente?”, le pregunté a alumnos de primer año. O, en caso de que pertenezcan a una clase privilegiada, “¿por qué es rica tu familia?”. Las respuestas que recibí, que los caracteriza como generosos, son parciales e ingenuas. Los alumnos culpan a los pobres por no ser exitosos5. No tienen herramientas para 4

Kwame Nkrumah. Consciencism; New York, Monthly Review Press, 1964, página 63. 5 De forma similar, Cyntia S. Sunal y Perry D. Phillips dicen cómo sus estudiantes entre seis y dieciocho años “parecen incapaces de explicar desigualdades”. Ver “Rural Students’ Development of the Conception of Economy Inequality”, New Orleans, American Educational Research Association, 1988, abstract ERIC ED299069.

comprender por qué las oportunidades no son iguales para todos en Estados Unidos, y no tienen noción de la estructura social que los expulsa, adhiriendo a las ideas que ellos tienen y al modo de vida que tienen. La historia de los manuales del ciclo superior de escuelas secundarias tiene mucho que ver con el estado de estos asuntos. Algunos manuales cubren ciertos aspectos destacados de la historia del movimiento obrero, como por ejemplo la huelga Pullman de 1894 cerca de Chicago, que fuera reprimida por tropas federales por parte del presidente Cleveland, o el incendio de Triangle Shirtwaist de 1911, que mató a 146 mujeres en la ciudad de Nueva York, mientras que el episodio reciente más relevante mencionado en los libros de textos es la Ley Taft-Hartley, de cincuenta años atrás. Ningún manual menciona la huelga de los empaquetadores de carne de Hormel a mediados de la década de 1980, o la de los controladores aéreos quebrada por el presidente Reagan. Tampoco los libros de textos describen a los conflictos obreros que tienen continuidad, tales como los provocados por la expansión de corporaciones multinacionales y la continua creación de empleos en otras partes del mundo. Con tales omisiones, los autores de los libros de texto pueden construir la historia del movimiento obrero como algo que ocurrió mucho tiempo atrás y, como la esclavitud, fue corregida mucho tiempo atrás también. Eso hace aparecer, lógicamente, a los sindicatos como anacrónicos. La idea de que estos deberían ser necesarios para que los trabajadores tengan voz en sus lugares de trabajo pierde validez.

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El tratamiento de los libros de textos a episodios de la historia del movimiento obrero nunca ancló en ningún análisis de las clases sociales6. La tendencia es la de desviar a las notas al pie en lugar del texto en sí. La mitad de la docena de los manuales de historia de Estados Unidos que revisé no tiene en sus índices “clase social”, “estratificación social”, “estructura de clases”, “distribución de los ingresos”, “desigualdad”, ni ninguna otra categoría semejante. Ningún libro indica “clase media” sino es para afirmar a sus lectores que Estados Unidos es un país de clase media. “Excepto para los esclavos, la mayoría de los colonizadores eran miembros de las “filas medias”, dice Tierra de Promesa, y va al punto de que somos un país de clase media al indicar a sus estudiantes “describa tres valores de ´clase media’ que unieron a los estadounidenses libres de todas las clases”. Varios de los libros de texto dan cuenta de la explosión de los suburbios de clase media después de la Segunda Guerra Mundial. Hablar de la clase media es casi equivalente a discutir estratificación social. Sin embargo, de hecho como sostiene Gregory Mantsios- “tales referencias parecen ser aceptables Jean Anyon. “Ideology and United States History Textbooks”, en Harvard Educational Review 49, n° 3, agosto de 1979, página 373. Anyon sostiene que los libros de texto de educación secundaria siempre se concentran en “las mismas tres huelgas”: la huelga ferroviaria de 1877, la huelga del acero de Homestead de 1892 y la huelga de Pullman de 1894”. Cada una fue “especialmente violenta”, escribe ella, y el movimiento obrero perdió las tres, por lo que el énfasis que se pone en ellas es para “arrojar dudas sobre el curso valido de la acción huelguística”. Pero si los libros de texto enfatizaron las huelgas exitosas, Anyon pudo alegar que estos minimizaron la seriedad de la lucha que enfrentó el movimiento obrero. Por el contrario, algunas instancias del conflicto de clases terriblemente violentos quedan sin mencionarse en la mayoría de los libros de texto. 6

precisamente porque ellas silencian las diferencias”.7

ESTA FOTO DE UN TALLER DE MANO DE OBRA EXPLOTADA [SWEATSHOP] DEL BARRIO CHINO DE NUEVA YORK, TOMADA A PRINCIPIOS DE LA DÉCADA DE 1990, ILUSTRA CÓMO TRABAJA LA CLASE OBRERA TODAVÍA, BAJO CONDICIONES NO TAN DISTINTAS A UN SIGLO ATRÁS, Y A MENUDO EN LOS MISMOS LUGARES.

Enfatizar cuán clase media somos es particularmente problemático hoy en día, porque la proporción de hogares que ganan entre el 75 y 125 por ciento de un ingreso medio ha caído en forma continua desde 1967. Las administraciones Reagan y Bush aceleraron ese achicamiento de la clase media, y muchas de las familias que dejaron su rango descendieron, más que ascender.8 Gregory Mantsios. “Class in America: Myths and Realities”, en Paula S. Rothernberg (ed.). Racism and Sexism: An Integrated Study; New York, St. Martin’s, 1988, página 56. 8 Ibid., página 60; Kevin Phillips. The Politics of Rich and Poor; New York, Random House, 1990; Robert Heilbroner. “Lifting the Silent Depression”, en New 7

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Este es el tipo de tendencia que uno pensaría que los manuales de historia tratarían como un contenido apropiado, pero solo cuatro de los doce que he tomado como muestra proveen algún análisis sobre la estratificación social en los Estados Unidos. Aún esos análisis fragmentarios se emplazan mayormente en el período colonial. Tierra de Promesa hace gala de su título al discutir la categoría de “movilidad social”. “Una gran diferencia entre la sociedad colonial y la europea era que los colonos gozaban de más movilidad social”, apunta La tradición estadounidense. “En contraste con la Europa contemporánea, la América del siglo XVIII fue un brillante (y de igualdad y oportunidad), con la notable excepción de la esclavitud”, campanea El desfile estadounidense. Sin embargo, El desafío de la libertad identifica tres clases sociales -alta, media y baja- entre los blancos de la sociedad colonial que, comparada con Europa, “tenía una gran movilidad social”. No importa que los conflictos de clase más violentos de la historia estadounidense -la rebelión de Bacon y la rebelión de Shaystuvieran lugar durante y apenas después del período colonial. Los libros de texto dicen que la sociedad colonial fue una sociedad relativamente sin clases y que estuvo marcada por una movilidad social ascendente. Y que las cosas han ido mejor desde entonces. “Para 1815”, nos asegura El desafío de la libertad, dos clases sociales se York Review of Books, October 24, 1991, página 6; y Sylvia Nasar. “The Rich Get Richer”, en New York Times, August 16, 1992. El trabajo de Stephen J. Rose. Social Stratification in the United States; New York, The New Press, 1992, es un libro-póster que muestra gráficamente el hundimiento de la clase media en la década de 1980.

han desvanecido y “Estados Unidos fue un país de clase media y con metas de clase media”. Ese libro vuelve repetidamente, a intervalos de aproximadamente cincuenta años, al tema de cuán abierta es la oportunidad en Estados Unidos. “En los años posteriores a 1945, la movilidad social movimiento de una clase social a otra- se volvió más extendida en Estados Unidos”, concluye El desafío. “Ello significa que la gente tuvo una mejor oportunidad de ascender en la sociedad”. El acento en la movilidad ascendente es notable. No hay casi nada en esos libros de texto sobre las desigualdades de clase o las barreras de todo tipo para la movilidad social. “¿Qué condiciones hicieron posible para los pobres inmigrantes se volvieran más ricos en las colonias?”, se pregunta Tierra de Promesa. “¿Qué condiciones lo hicieron/lo hacen difícil?”, sigue preguntando. Los autores de los libros de texto presentan, entonces, un país en el cual, tal como les gustaba decir a los predicadores del siglo XIX, los hombres empiezan desde “orígenes humildes” y consiguen “las posiciones más elevadas”.9 La clase social es probablemente la variable más importante de la sociedad. De un extremo a otro, se corresponde con casi todas las otras características de un pueblo que pueden ser medidas. Las mujeres embarazadas de posición acomodada tienen más posibilidades de obtener un servicio médico prenatal, recibir atención médica continua, y disfrutar de una vida saludable tanto por la alimentación como por el

9

Calvin Coton, predicador whig, citado en Howard Zinn. The Politics of History; Boston, Beacon Press, 1970, página 57.

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deporte. Muchas de las mujeres embarazadas pobres o de clase trabajadora tienen su primer contacto con la medicina en el último mes, a veces a las últimas horas de sus embarazos. Los bebés ricos resultan ser más sanos y ganan más peso que los bebés pobres. Los infantes llegan a casa en situaciones muy diferentes. Los bebés pobres tienen más probabilidades de tener altos niveles de plomo venenoso en sus entornos y en sus cuerpos. Los bebés ricos tienen más tiempo e interacción verbal con sus padres y obtienen cuidados de más calidad cuando no están con sus padres. Cuando entran al jardín de infantes, y durante los siguientes doce años, los niños ricos se benefician de las escuelas suburbanas que destinan dos o tres veces más de dinero por estudiante que las escuelas en los centros de las ciudades o de las empobrecidas áreas rurales. Los niños pobres reciben enseñanza en aulas que a menudo son cincuenta por ciento más numerosas que las de los niños acomodados. Diferencias como estas dan cuenta del alto índice de deserción escolar de los chicos pobres en el nivel secundario. Aun cuando los chicos pobres son lo bastante afortunados como para asistir a las mismas escuelas que los chicos ricos, ellos se encuentran con maestros que tienen la expectativa de que solo los niños de familias acomodadas sepan las respuestas correctas. Una investigación en ciencia social muestra que los maestros muchas veces se sorprenden e incluso se afligen cuando los niños pobres sobresalen. Maestros y consejeros creen que pueden predecir quién es “material universitario”. Ya que muchos niños de clase trabajadora muestran falsas señales, incluso en primer grado, terminan

en el tramo de “educación general” de la escuela secundaria.10 “Si eres un chico de padres de bajos ingresos, las posibilidades son altas de que recibas una atención limitada, y a menudo descuidada, de los adultos en tu escuela secundaria”, en palabras del estudio mejor vendido sobre las escuelas secundarias de Estados Unidos: El compromiso de Horacio, de Theodore Sizer. “Si eres un niño de una familia de ingresos medios o altos, las probabilidades de que recibas una atención sustantiva y cuidadosa son altas”.11 La investigadora Reba Page ha provisto relatos vívidos del modo en que los cursos de historia estadounidense de la escuela secundaria utilizan el aprendizaje de memoria para deshacerse de los estudiantes de clase baja”.12 De ahí que las escuelas hayan puesto en práctica la recomendación de Woodrow Wilson: “Queremos que una clase de personas tenga educación liberal, y queremos que otra clase de personas, la clase social necesitada, más numerosa en cualquier sociedad, que renuncie al privilegio 10

Jere Brophy y Thomas Good resumen parte de la vasta literatura sobre clase social, expectativa docente y seguimiento en Teacher-Student Relationships; New York, Holt, 1974, páginas 7-171. Ray Rist observó un seguimiento similar y diferentes expectativas docentes sobre la clase social en el primer grado de escuelas negras, como resume en “The Educability of Dominant Groups”, en Edsel Erickson, et al. Phi Delta Kappan, December 1972, página 230. Dale Harvey y Gerald Slatin mostraron que hay docentes que voluntariamente categorizan a los estudiantes por clase social sobre la base de fotografías y tienen expectativas más altas en los chicos de clase media y alta. Ver “The Relationship Between Child’s SES and Teacher Expectations”, Social Forces 54, n° 1, 1975, páginas 140-159. También ver Richard H. DeLone. Small Futures; New York, Harcourt Brace Jonanovich, 1979. 11 Sizer citado en Walter Karp. “Why Johnny Can’t Think”, en Harper’s 270, n° 1621, June 1985, página 73. 12 Reba Page. “The Lower-Track Students’ View of Curriculum”, Washington D. C., American Education Research Association, 1987.

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de una educación desempeñen en 13 complejas”.

liberal y que se tareas manuales

Como si las inequidades de hogar y escuela no fuesen suficientes, los adolescentes ricos participan del Princeton Review u otras sesiones de entrenamiento para el Scholastic Aptitude Test. Aun sin prepararse, los chicos acomodados tienen ventajas porque sus entornos son semejantes a los aquellos que preparan los tests, por lo que se sienten cómodos con el vocabulario y con los sutiles supuestos subculturales del test. Para sorpresa de nadie, la clase social se corresponde fuertemente con los puntajes del SAT. Todas ellas están entre las razones de por qué la clase social predice la tasa de asistencia a la universidad y el tipo de universidad elegida, más que cualquier otro factor, incluyendo la habilidad intelectual, aunque hubiera sido evaluada. Después de la universidad, la mayor parte de los jóvenes acomodados obtienen un trabajo de cuello blanco, los jóvenes de clase trabajadora obtienen un trabajo de cuello azul, y las diferencias de clases continúan. Como adultos, la gente rica es más propensa a contratar un abogado o a ser miembro de organizaciones formales que incrementan su poder cívico. La gente pobre es más propensa a mirar televisión. Ya que las familias acomodadas pueden ahorrar algo de dinero 13

Woodrow Wilson citado en Lewis H. Lapham. “Notebook”, Harper’s, July 1991, página 10.  Servicio de admisión universitaria. Nota de la traductora.  Test de Aptitudes Universitarias (SAT por sus siglas en inglés). Nota de la traductora.

mientras las familias pobres deben gastar todo lo que ganan, las diferencia en riqueza es diez veces más grande que la diferencia en ingresos. Por lo tanto, la mayoría de las familias pobres o de clase trabajadora no puede ahorrar lo suficiente como para obtener un crédito para comprar una casa, lo cual los excluye además del refugio fiscal más importante que tenemos, que es la desgravación de renta por hipoteca. Los padres de clase trabajadora no pueden afrontar los gastos de vivir en condominios de elite o de contratar guarderías de alta calidad, entonces el proceso de inequidad educativa se reproduce en la nueva generación. Por último, los estadounidenses acomodados también tienen una expectativa de vida más alta que la de clase baja y trabajadora, por el simple hecho de que tienen un mejor acceso al servicio de salud.14 Haciendo eco de los resultados del estudio de Helen Keller sobre la ceguera, la investigación ha arrojado que la salud deficiente no está distribuida de forma azarosa sobre la estructura social, sino concentrada en las clases bajas. La seguridad social entonces se convierte en un enorme sistema de transferencia, usando dinero de todos los contribuyentes estadounidenses para pagar beneficios a los desproporcionadamente más longevos estadounidenses acomodados.15

14

La diferencia es dramáticamente documentada en la película Health Care: Your Money or Your Life (New York, Downtown Community TV Center, c. 1977), la cual compara a dos hospitales públicos de la ciudad de Nueva York, uno dedicado especialmente a la gente pobre, el otro a clientela más pudiente. 15 Datos de encuestas de c. 1979 reportados en Sidney Verba y Gary Orren. Equality in America; Cambridge, Harvard University Press, 1985, páginas 72-75.

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En última instancia, la clase social determina cómo piensa la gente acerca de la clase social. Cuando preguntamos si la pobreza en Estados Unidos es culpa del pobre o es culpa del sistema, el 57 por ciento de los hombres de negocios culpa al pobre; solo el 9 por ciento culpa al sistema. Los líderes sindicales mostraron la tendencia contraria: solo el 15 por ciento dijo que los pobres eran culpables, mientras que el 56 por ciento culpó al sistema (algunos respondieron “no sé” o eligieron una posición intermedia). La única diferencia grande entre nuestros dos partidos políticos principales radica en el modo en que sus miembros piensan acerca de las clases sociales: el 55 por ciento de los republicanos culpa al pobre por su pobreza, mientras solo el 13 por ciento culpa al sistema. El 68 por ciento de los demócratas, por otra parte, culpa al sistema, mientras solo el 5 por ciento culpa al pobre. Algunas de estas afirmaciones son nuevas, lo sé, y por eso no he documentado muchas de ellas, pero la mayoría de los estudiantes de la escuela secundaria no saben o no entienden esas ideas. Más todavía, el proceso ha cambiado a lo largo del tiempo, por lo que la estructura de clases actual no es la misma que en 1890, sin mencionar al período colonial. Aún en Tierra de Promesa, por ejemplo, la clase social sigue sin ser mencionada después de 1670. Muchos maestros resuelven el problema evitando hablar de clase social. Entrevistas recientes con maestros “revelaron que ellos tenían un conocimiento mucho más amplio de economía, tanto académico como vivencial, que lo que admitían en clase”. Los maestros “expresaron miedo de que los

estudiantes puedan descubrir injusticias e inadecuaciones de sus instituciones 16 económicas y políticas”. Nunca culpando al sistema, los cursos de historia estadounidense presentan, pues, la “historia de la república”. Históricamente, la clase social es entrelazada con otros tipos de eventos y procesos de nuestro pasado. Nuestro sistema de gobierno fue instaurado por hombres ricos, siguiendo teorías que enfatizaban que el gobierno era un baluarte de la clase propietaria. James Madison, aun siendo rico, se preocupó por la inequidad social y escribió el número 10 de El Federalista para explicar cómo el gobierno propuesto no sucumbiría a la influencia de los acaudalados. Madison no tuvo éxito completo, de acuerdo con Edward Pessen, quien examinó los entornos de clase social de todos los presidentes hasta Reagan. Pessen encontró que más del 40 por ciento provenía de la clase alta, mayormente del sector superior de ese grupo de elite, y otro 15 por ciento tenía como origen familias ubicadas entre la clase alta y la clase media alta. Más del 25 por ciento provenía de un entorno de clase media-alta, dejando solo seis presidentes, o un 15 por ciento, con orígenes en la clase media-baja, y solo uno, Andrew Johnson, representando alguna parte de la clase baja. Con razón Pessen tituló a su libro The Log, Cabin Mith [El tronco, mito de la cabaña].17 Si el hundimiento del gran barco Titanic trajo tristeza, como dice el estribillo de la vieja canción, la tristeza fue mayor para Linda McNeil. “Defensive Teaching and Classroom Control”, en Michael W. Apple y Lois Weis. Ideology and Practice in Schooling; Philadelphia, Temple University Press, 1983, página 116. 17 Edward Pessen. The Log Cabin Myth; New Haven, Yale University Press, 1984. 16

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las clases bajas: entre mujeres, solo 4 de las 143 pasajeras de primera clase murieron, mientras 15 de las 93 pasajeras de segunda clase se ahogaron, junto con los 81 de las 170 mujeres y chicas de tercera clase. La tripulación ordenó a los pasajeros de tercera clase permanecer bajo cubierta, reteniendo a algunos de ellos a punta de pistola.18 En tiempos más recientes, la clase social jugó un papel mayor en determinar quién peleaba la Guerra de Vietnam: hijos de la clase acomodada obtuvieron prórrogas médicas y educativas durante casi todo el conflicto.19 Los libros de textos y los maestros ignoran todo eso. Los maestros pueden evitar la clase social por su deseo de no incomodarse en sus cargos. Si es así, su preocupación es equivocada. Cuando mis estudiantes de entornos no acomodados aprenden sobre el sistema de clases sociales, encuentran a la experiencia liberadora. Una vez que ven que los procesos sociales que han ayudado a sus familias a permanecer en la pobreza pueden salirse de esa imagen negativa respecto de ser pobre. Si entender es perdonar, para los chicos de clase trabajadora entender cómo funciona la estratificación es perdonar a ellos mismos y a sus familias. El conocimiento del sistema de clase social también reduce la tendencia de los estadounidenses de otras clases sociales a culpar a la víctima por ser pobre. Pedagógicamente, la estratificación provee una apasionante experiencia de 18

August Hollingshead y Frederick C. Redlich. Social Class and Mental Illness; New York, Wiley, 1958, página 6. Los roles de género tradicionales favorecieron a las mujeres, causando que la tasa de mortalidad de los hombres fuera mucho más alta en todas las clases. 19 Lawrence M. Baskir y William Strauss. Chance and Circumstance; New York, Random House, 1986.

aprendizaje. Los estudiantes están fascinados por descubrir cómo las clases altas ejercen un poder desproporcionado en relación con todo, desde las facturas de luz en el Congreso hasta las decisiones de zonificación en los pueblos pequeños.

LA CERVEZA ES UNO DE LOS POCOS PRODUCTOS (OTROS SON LAS CAMIONETAS, ALGUNAS PATENTES MEDICINALES Y LOS LIMPIADORES DE PRÓTESIS DENTALES) QUE LOS PUBLICISTAS TRATAN DE VENDER A TRAVÉS DE IMÁGENES DE CLASE OBRERA. LOS PUBLICISTAS USAN EL IMAGINARIO DE CLASE MEDIA-ALTA PARA VENDER LA MAYORÍA DE SUS ARTÍCULOS,

DESDE

VINO

HASTA

LIMPIADORES

DE

INODOROS. LOS SIGNOS DE CLASE SOCIAL CUBREN ESOS DOS MODELOS, DESDE CALZADO A SOMBRERERÍA.

NÓTESE QUIÉN TIENE EL PERIÓDICO, MALETÍN, LUNCHERA Y, A MODO DE DECLARACIÓN FINAL, LAS LATAS Y LAS BOTELLAS.

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Pongamos como ejemplo una estudiante blanca de noveno año tomando un curso de historia estadounidense, en un medio mayormente de clase media de un pueblo de Vermont. Su padre instala placas de yeso, obteniendo un ingreso que en épocas de poca actividad de construcción deja a la familia bastante pobre. Su madre aporta conduciendo un ómnibus media jornada, además de cuidar a sus dos mellizos pequeños. La chica vive con su familia en una casa pequeña, en una cabaña de verano acondicionada para el frío, mientras sus compañeros de clase viven en las grandes casas del suburbio. ¿Cómo puede entender esta chica su pobreza? En la medida en que los libros de texto muestran al pasado estadounidense como 390 años de progreso y a nuestra sociedad como una tierra de oportunidades en la cual la gente obtiene lo que merece y merece lo que tiene, los fracasos de la clase obrera estadounidense para trascender sus orígenes de clase inevitablemente yacen a los pies de su cama. Dentro de la comunidad de clase obrera blanca, la chica probablemente encontrará pocas fuentes -maestros, fieles de la parroquia, familiares- que puedan contarle sobre héroes o batalles entre gente de su entorno, ya que, excepto en burbujas de continuo conflicto de clases, la clase social suele olvidar su propia historia. Más que cualquier otro grupo, los estudiantes blancos de clase obrera creen que ellos merecen el estatus bajo que tienen. Una subcultura de resultados vergonzosos. Esta autoimagen negativa es la principal entre lo que Richard Sennett y Jonathan Cobb han llamado “las

injurias escondidas de clase”.20 Hace algunos años, dos estudiantes míos hicieron una demostración: manejaban alrededor de Burlington, Vermont, un auto bastante nuevo, grande y negro brillante (probablemente equivalente a un Lexus del día de hoy), y después un auto compacto de diez años apaleado. En cada vehículo, cuando llegaban a un semáforo en verde, esperaban hasta que les tocaran bocina para seguir. Los conductores tardaban un promedio de siete segundos en tocar bocina cuando iban en el auto compacto, mientras cuando iban en el lujoso, tardaban 13.2 segundos en hacerlo. Además de proveer una buena razón para comprar un auto lujoso, el experimento mostró el modo inconsciente en que los estadounidenses muestran gran respeto por los instruidos y por los exitosos. Dado que los conductores de todos los sectores sociales tocaban más pronto la bocina al auto subcompacto, los conductores de clase obrera estaban en algún sentido faltándose el respeto ellos mismos. El dicho “si eres tan listo, por qué no eres rico” verbaliza el daño hecho a la propia imagen del pobre cuando la idea de que Estados Unidos es una meritocracia sigue siendo incuestionada en la escuela. Parte del problema es que los manuales de historia de Estados Unidos describen a la educación estadounidense como meritocrática. Una gran cantidad de investigaciones confirma que la educación está dominada por la estructura de clases y que opera para replicar esa estructura en la

20

Richard Sennett y Jonathan Cobb. The Hidden Injuries of Class; New York, Alfred A. Knopf, 1972. |#16 | “Ajuste Cultural” | Abril 2019 Web site: www.huellasdeeua.com.ar ISSN: 1853-6506

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próxima generación.21 Mientras tanto, los manuales de historia hablan despreocupadamente del esplendor federal en la educación de la Ley de Educación Elemental y Secundaria del presidente Lyndon Johnson. Ningún manual ofrece información o análisis sobre la inequidad dentro de las instituciones educativas. Ninguno menciona cómo los distritos escolares de zonas de bajos ingresos trabajan en condiciones de limitaciones financieras tan llamativas que Jonathan Kozol las ha llamado “inequidades salvajes”.22 Ningún texto incluso sugiere que los estudiantes deberían investigar la historia de su propia escuela y de la población que asiste a ella. ¡Los únicos dos manuales que relacionan la educación con el sistema de clases ven a la primera como un remedio! La escolaridad “fue la clave para la movilidad ascendente en la posguerra”, en palabras de Los desafíos de la libertad.23 La tendencia de los maestros y de los libros de textos a evitar la clase social como si esta fuera un sucio secretito solo refuerza la renuencia de las familias de clase obrera a 21

Solo por citar la literatura posterior a 1970, ver inter alia, Joel Spring, Education and the Rise of the Corporate State; Boston, Beacon, 1972; Ray Rist, The Urban School: A Factory for Failure; Cambridge, MIT Press, 1973; Samuel Bowles y Herbert Gintis. Schooling in Capitalist America; New York, Basic Books, 1976; Joel Spring, The Sorting Maching; New York, David McKay, 1976; James Rosenbaum. Making Inequality; New York, Wiley, 1976; Paul Willis. Learning to Labor; Teakfield, Saxon House, 1977; y Jerome Karabel y A. H. Halsey (eds.). Power and Ideology in Education; New York, Oxford University Press, 1977. 22 Jonathan Kozol. Savage Inequalities; New York, Crown, 1991. 23 El manual de consulta The American Adventure está cerca de analizar a la educación y las clases sociales entre los doce libros que relevé.

hablar sobre ella. Paul Cowan entrevistó a los hijos de los obreros de familias inmigrantes italianas que estuvieron involucrados en la famosa huelga textil de Lawrence, Massachusetts, en 1912. Habló con la hija de una de las trabajadoras de Lawrence que testificó durante la investigación de la huelga llevada a cabo por el Congreso en Washington. A la operaria, Camella Teoli, por entonces de trece años de edad, le había arrancado parte de su cuero cabelludo una máquina hiladora justo antes de la huelga, permaneciendo hospitalizada por varios meses. Su testimonio “se convirtió en noticia de primera página en todo Estados Unidos”. Pero la hija de Teoli, entrevistada en 1976 después de la muerte de su madre, no pudo ayudar a Cowan. Su madre no le había contado nada del accidente, nada sobre su viaje a Washington, ni de su impacto en la conciencia estadounidense -aunque casi todos los días la hija “peinaba a su madre con un rodete que disimulaba su parte calva”.24 Un profesional del origen de la clase obrera me contó una historia similar sobre sentir vergüenza de un tío “por ser un trabajador del acero”. Una cierta actitud defensiva es construida en la cultura de clase obrera; aun si sus acciones de resistencia obrera son exitosas, como en la huelga de Lawrence, necesariamente presuponen un estatus y un ingreso más bajo, que connotan una cierta inferioridad. Si la mayor parte de la comunidad es tan buena, como dicen los libros de textos que es, celebrar o incluso recordar el conflicto es visto de algún modo como desleal. 24

El trabajo de Cowan es descripto y citado en Herbert Gutman. Power and Culture; New York, Pantheon, 1987, páginas 396-397.

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Los libros de textos presentan la historia de la inmigración. Sobre el cambio de siglo los inmigrantes dominaban la clase obrera urbana estadounidense, incluso en ciudades tan distantes de la costa como Des Moines y Louisville. Mientras que más de un 70 porciento de la población blanca era nativa, menos de un 10 por ciento de la clase obrera urbana lo era.25 Pero cuando los libros de texto hablan de la historia de la inmigración, enfatizan a Joseph Pulitzer, Andrew Carnegie y gente de su tipo: inmigrantes a los que le fue muy pero muy bien. Varios libros de texto adscriben a las frases “de pordioseros a ricos” o “tierra de oportunidad” para referirse a la experiencia inmigrante. Tales éxitos legendarios fueron alcanzados, eso seguro, pero fueron excepciones y no la regla. El noventa y nueve por ciento de los ejecutivos y financieros de Estados Unidos para fines del siglo XIX provenía de sectores medios-altos. Menos de un 3 por ciento empezó como hijo de una familia inmigrante pobre o de granjeros. A lo largo del siglo XIX, solo el 2 por ciento de los industrialistas estadounidenses provenía de la clase trabajadora.26 Al concentrarse en las excepciones inspiradoras, los libros de texto presentan a la historia de la inmigración como otra alentadora confirmación de Estados Unidos como la tierra de una incomparable oportunidad. Herbert Gutman, Power and Culture…, op. cit., páginas 386-390. 26 William Miller. “American Historians and the Business Elite”, en Miller (ed.). Men in Business; New York, Harper and Row, 1962, páginas 326-328, donde sintetiza su propia investigación y trabajo junto con Reinhard Bendiz y F. W. Howton. También ver David Montgomery. Beyond Equality; New York, Vintage, 1967, página 15. Algunos otros trabajos mostraron proporciones marginalmente altas, no diferentes en términos materiales, excepto por los dispersos bolsillos (sic) de oportunidad, incluyendo a Paterson, N. J. 25

Una y otra vez, los libros de texto resaltan que Estados Unidos se ha diferenciado de Europa por tener una menor estratificación económica y una movilidad económica y social mayor. Este es otro aspecto del arquetipo del excepcionalismo estadounidense: nuestra sociedad ha sido excepcionalmente justa. No podría ocurrir que historiadores, digamos, franceses o australianos, sostuvieran que sus sociedades fueran excepcionalmente igualitarias. ¿Este enfoque de los Estados Unidos prepara a los alumnos para la realidad? Ciertamente, no describe acertadamente nuestro país actual. Los especialistas en ciencias sociales han comparado en muchas ocasiones el grado de igualdad económica en los Estados Unidos respecto al de otras naciones industriales. Dependiendo de la medida utilizada, los Estados Unidos han rankeado seis sobre seis, siete sobre siete, nueve sobre doce, o catorce sobre catorce.27 En los Estados Unidos, el quinto más rico de la población gana nueve veces que el quinto más pobre, uno de los índices más altos del mundo industrializado. En Gran Bretaña, la proporción es siete a uno, en Japón solo cuatro a uno.28 En Japón el promedio de los cargos ejecutivos más altos de la industria automotriz gana 20 veces lo que un trabajador de la planta ensambladora promedio. En los Estados Unidos él (y no es ella) gana 192 veces más.29 La idea jeffersoniana de una nación de granjeros independientes y de comerciantes hace 27

Verba y Orren. Equality in America, 10. Ver también Paul Gagnon. Democracy’s Half-Told Story; New York, American Federation of Teachers, 1989, páginas 84-85. 28 Mantsios, “Class in America…”, op. cit., página 57. 29 “Index”, Harper’s, May 1990, página 1990, contiene información sobre el United Automobile Workers; Chrysler Corp. “Notice of Annual Meeting of Stockholders”, April 1, 1994, páginas 13-14.

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mucho que desapareció: solo uno entre trece trabajadores estadounidenses es independiente, comparado con uno de ocho en Europa Occidental.30 Entonces, no solo tenemos muchos menos emprendedores independientes en comparación con doscientos años atrás, sino que tenemos muchos menos en comparación con la Europa actual. Dado que los libros de texto aseguran que la época colonial fue radicalmente menos estratificada que Europa, ellos deberían decir a sus lectores cuándo se estableció la igualdad. Esto no fue, seguramente, un fenómeno reciente. Para 1910 el uno por ciento más alto de la población estadounidense recibió más de un tercio de todo el ingreso per cápita, mientras que el quinto más bajo obtuvo menos que un octavo.31 Este nivel de inequidad fue a la par con el de Gran Bretaña o Alemania.32 Si los libros de textos reconocieran la inequidad, deberían describir los cambios en nuestra estructura de clases a través del tiempo, lo cual introduciría a los estudiantes a un debate histórico fascinante.33

“Index”, Harper’s, January 1993, página 19, citando a la Organization for Economic Cooperation and Development. 31 David Tyack y Elisabeth Hansot. “Conflict and Consensus in American Public Education”, en Daedalus 110, n° 2, summer 1981, páginas 11-12. 32 Williamson y Lindert. American Inequality: A Macroeconomic History; New York, Academic Press, 1980, capítulo 3. Symour Martin Lipset. The First New Nation; New York, Basic Books, 1963, páginas 324326, sostiene que la riqueza fue menos equitativa en Gran Bretaña, aunque no el ingreso. 33 The American Pageant afirma que “muchas naciones se jactaron de tener una distribución equitativa de la riqueza”. Este libro también revela que “la brecha entre ricos y pobres aún se amplió en la década de 1980. Desafortunadamente, The American Pageant también 30

Por ejemplo, algunos historiadores sostienen que la riqueza en la sociedad colonial fue distribuida más equitativamente de lo que lo es actualmente, y que la desigualdad económica aumentó durante la presidencia de Andrew Jackson -un período conocido, irónicamente, como la era del hombre común-. Otros creen que el florecimiento de las grandes corporaciones a finales del siglo XIX hizo a la estructura de clases más rígida. Walter Dean Burnham ha dicho que la victoria republicana de 1896 (McKinley sobre Bryan) hizo una barrida del realineamiento político que reemplazó “un régimen político equitativo por uno más bien oligárquico”, por lo que en la década de 1920 los negocios controlaron la política pública.34 Claramente, la grieta entre ricos y pobres, así como la distancia entre negros y blancos, fue más profunda a finales de la Era Progresista, en los años veinte, que en sus comienzos, alrededor de 1890.35 La historia no es toda estratificación social, ya que entre la Depresión y el final de la Segunda Guerra Mundial el ingreso y la riqueza de los Estados Unidos se volvieron gradualmente más equitativos. Distribuciones de ingreso entonces permanecieron razonablemente constantes hasta que el presidente Reagan tomó el cargo en 1981 y la inequidad comenzó a crecer.36 Aún hay otros dice que el 80 porciento de la fuerza de trabajo en la década de 1990 se desempeñó en trabajos de cuello blanco, doblando la proporción actual. 34 Walter Dean Burnham. “The Changing Shape of the American Political University”, en American Political Science Review 59, 1965, páginas 23-25. 35 Barry Schwartz. “The Reconstruction of Abraham Lincoln”, en David Middleton y Derek Edwards (eds.). Collective Remembering; London, Sage, 1991, página 94. 36 Williamson y Lindert. American Inequality… op. cit., páginas 41-42 y 49-51; Robert E. Gallmana. “Trends in

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académicos que piensan que hubo poco cambio desde la Revolución. Lee Sokow, por ejemplo, encuentra “sorprendente inequidad de riqueza e ingresos” en Estados Unidos en 1798. Al menos para Boston, Stephan Thernstrom concluye que las desigualdades en las oportunidades de vida, debidas a la clase social, muestran una continuidad inquietante.37 Toda esta parte es historia estadounidense. Pero no es parte de la historia estadounidense tal como se la enseña en la escuela secundaria. Para los especialistas en Ciencias Sociales, el nivel de desigualdad es algo ominoso en una sociedad. Cuando rankeamos países con esta variable, encontramos a las naciones escandinavas en la punta, las más equitativas, y las sociedades agricultoras como Colombia e India cerca del fondo. Las políticas de las administraciones de Reagan y de Bush, que favorecieron abiertamente a los ricos, aceleraron una tendencia secular en movimiento, causando un crecimiento de la desigualdad medible entre 1981 y 1992. Que los Estados Unidos se mueva perceptiblemente hacia Colombia en desigualdad social es un desarrollo de una importancia no menor.38 Seguramente los the Size Distribution of Wealth in the Nineteenth Century”, en Lee Soltow (ed.). Six Papers on the Size Distribution of Wealth and Income; New York, National Bureau of Economic Research, 1969, pág. 6-7. 37 Lee Soltow, Distribution of Wealth and Income in the United States in 1798; Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1989, página 252; Stephen Thernstrom, The Other Bostonians; Cambridge, Harvard University Press, 1973, capítulos 5 y 9. 38 Ver Alan Macrobert. “The Unfairness of It All”, en Vermont Vanguard Press, September 30, 1984, páginas 12’13; Alfie Kohn, You Know What They Say…; New York, Harper Collins, 1990, páginas 38-39; Robert Heilbroner, “Lifting the Silent Depression…”, op. cit., página 6; Sheldon Danziger y Peter Gottschalk. Uneven Tides; New York, Sage, 1993.

estudiantes de escuela secundaria estarían interesados en aprender que en 1950 los físicos ganaron dos veces y medio lo que los trabajadores industriales, pero ahora ganan seis veces más. Seguramente ellos necesitan comprender que los directores de las firmas textiles, que solían ganar cincuenta veces lo que un empleado estadounidense, ahora ganan 1500 veces lo que un trabajador malayo. Seguramente esto es equivocado para nuestros manuales de historia y los maestros retienen la información histórica que podría incitar discusiones sobre esos temas. ¿Por qué deberían cometer esa metida de pata? Primero y principal, por la censura del sello editorial respecto de los autores de libros de textos. “Tu siempre corres el riesgo, si hablas de clase social, de ser rotulado como marxista”, me dijo la editora de la tercera editorial más grande en Ciencias Sociales e Historia. La editora comunica el tabú formal o sutilmente a cada escritor que trabaja para ella, y supone que muchos de los otros editores hacen lo mismo. La presión del editor deriva en parte de la adopción que de libros de textos que hacen las juntas escolares y los comités de los estados y de los distritos escolares. Estos a su vez son presionados por grupos organizados e individuos que aparecen frente a ellos. Quizá el lobby más robusto sea Educational Research Analysts, conducido por Mel Gabler de Texas. Los críticos conservadores de Gabler alegan que un libro de texto que contiene algún análisis de clase comporta una crítica devastadora. Como ha dicho un escritor, “formular cuestiones en términos de clase es inaceptable, quizá

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antiestadounidense”.39 El miedo de no ser adoptado en Texas es la primera preocupación del editor, y puede explicar por qué Vida y libertad limita su análisis de clases sociales al período colonial, [pero] en Inglaterra. Por contraste, “las colonias eran lugares de gran oportunidad”, incluso en esa época. Algunos texanos no pueden ser aplacados tan fácilmente, sin embargo. Deborah L. Brezina, una aliada de Gabler, se quejó ante la Junta de libros escolares de Texas de que Vida y Libertad describe a Estados Unidos “solo como una sociedad injusta”, injusta hacia los grupos económicos más bajos, y que por eso no debería ser aprobado.40 Este tipo de presión es bastante nuevo. La Introducción al problema de la cultura estadounidense de Harold Rugg, como así también su libro de texto, escrito durante la Depresión, incluyó algún tipo de análisis. A comienzos de la década de 1940, de acuerdo con Frances FitzGerald, la Asociación Nacional de Manufactureros atacó a los libros de Rugg, en parte por esta característica, y “llevó a su fin” el análisis económico y social en los libros de textos de historia en Estados Unidos.41 Muy a menudo la influencia de la clase alta es menos directa. La más potente razón del privilegio de clases en la historia de los Estados Unidos ha sido el darwinismo social, un arquetipo que todavía tiene gran poder en la cultura estadounidense. La noción de que el pueblo asciende y cae en la supervivencia Mantsios. “Class in America…”, op. cit., página 56. Deborah L. Brezina. “Critique of Life and Liberty”; s/e., s/f., mimeo, distribuido por Mel Gabler’s Educational Research Analysts, 1993, página 2. 41 FitzGerald. American Revised; New York, Vintage, 1979, páginas 108-109. 39 40

del más apto no coincide con la información sobre la movilidad intergeneracional en los Estados Unidos, pero ello apenas causó que se suprimiera este arquetipo de la educación estadounidense, particularmente de la historia de las clases de ese país.42 Los hechos que no coinciden con el arquetipo, como la entera literatura de la estratificación social, simplemente son excluidos. Los autores de libros de textos no deberían necesitar de la presión de los editores, de los conservadores, de la clase alta, o de los arquetipos, para evitar la estratificación social. Como parte de un proceso de heroificación, los autores de libros de textos tratan a Estados Unidos como un héroe, de hecho “el” héroe de sus libros, y es por eso que remueven sus verrugas. Incluso reportar los hechos de distribución de ingresos y riqueza puede ser visto como una crítica al héroe Estados Unidos, porque es difícil encontrar una teoría de justicia social que pueda explicar por qué un uno por ciento de la población controla casi un 40 por ciento de la riqueza. ¿Puede el otro 99 por ciento de nosotros ser “tan” holgazán o, por el contrario, tan poco merecedor? Continuar con la inclusión de algunos de los mecanismos -desigualdad escolar y otros por el estilo- por los cuales la clase dominante se mantiene en la cima podría claramente involucrar una crítica a nuestra amada nación.

David Tyack y Elisabeth Hansot. “Conflict and Consensus in American Public Education”, en Daedalus 110, n° 2, summer 1981, páginas 1-25, encontraron que la inequidad económica es frecuentemente justificada por las nociones mellizas de meritocracia y de igualdad de oportunidades. 42

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Por alguna o por todas esas razones, los libros de texto minimizan la estratificación social. Ellos luego hacen algo menos comprensible: fallan en explicar los beneficios de la empresa privada. Escribiendo sobre una generación anterior de libros de texto, Frances FitzGerald sostuvo que los libros ignoraban “las virtudes como así también los vicios de su propio sistema económico”.43 Los maestros podrían mencionar la libre empresa con respeto, pero a veces hacen de las palabras más que un slogan.44 Esta omisión es extraña, porque el capitalismo tiene sus ventajas, después de todo. La estrella del básquet Michael Jordan, el ejecutivo de Chrysler Lee Larocca, y los productores de helado Ben y Jerry, todos se volvieron ricos por proveer bienes y servicios que la gente quería. Seguramente, mucho de la estratificación social no puede ser justificado tan eficientemente, ya que resulta del abuso de la riqueza y el poder por parte de quienes tienen esas ventajas y que las usan para privar a otros de tenerlas. Como orden social y económico, el sistema capitalista ofrece mucho para criticar, pero también mucho para elogiar. Estados Unidos es una tierra de oportunidad para mucha gente. Y por todas las distorsiones que el capitalismo impone, la democracia también se beneficia de la separación del poder entre las esferas pública y privada. Nuestros libros de texto de historia nunca tocan esos beneficios.

FitzGerald. American Revised…, op. cit., página 109. Los Gablers y sus aliados repetidamente hacen la misma crítica; ver Brezina. “Critique of Life and Liberty…”, op. cit., página 2. 44 McNeil, “Defensive Teaching and Classroom Control…”, op. cit., página 125. 43

Los editores o aquellos que los influencian han concluido, evidentemente, que lo que necesita la sociedad estadounidense para mantenerse firme es ciudadanos que consientan su estructura económica y social sin cuestionarla. Como consecuencia, los libros de texto actuales defienden el sistema económico de forma descuidada, con insoportable devoción por su singular falta de estratificación. Es así como producen egresados de cursos de historia estadounidense incapaces de criticar o de defender nuestro sistema de estratificación social de manera razonada. ¿Pero no es simplemente bueno creer que Estados Unidos es igualitario? Seguramente el arquetipo “tierra de oportunidad” es un mito que empodera, posiblemente creyendo que podría ayudar incluso a volverlo realidad. Si los estudiantes piensan que el cielo es el límite, deberían poder alcanzar el techo, pero si no lo hacen, tampoco harán lo otro. La analogía de género nos lleva al problema de esta línea de pensamiento. ¿Cómo pueden entender las estudiantes de escuela secundaria su lugar en la historia estadounidense si los libros de texto les dicen que, desde el período colonial hasta el presente, las mujeres han tenido igualdad de oportunidades para el ascenso social y para la participación política? ¿Cómo pueden explicar que ninguna mujer haya sido presidente? Las chicas deducirían, tal vez inconscientemente, que ha sido por culpa de su propio género, una conclusión que es escasamente capaz de empoderar. Los libros de texto dicen cómo las mujeres tuvieron negado el derecho al voto en

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muchos estados hasta 1920 y cómo enfrentaron otras barreras para la movilidad ascendente. Los libros de texto también hablan de barreras que confrontan a las minorías raciales. La pregunta final de Tierra de Promesa de la sección “movilidad social”, es “¿qué barreras sociales privaron a los negros, indígenas y mujeres de competir en bases iguales con el colono blanco?” Le sigue un pasaje alabando la movilidad social. El desafío de la libertad nota que “no todo el pueblo, sin embargo, disfrutaba de iguales derechos o posibilidades para mejorar su modo de vida”, y continua en dirección a temas como el sexismo y el racismo. Pero ni aquí ni en ninguna otra parte Promesa o Desafío (o la mayoría de los otros libros de texto) dan a entender que la oportunidad no debería ser igual hoy para los estadounidenses blancos de clases baja y obrera.45 Tal vez como resultado, incluso los líderes empresarios y los republicanos, que estadísticamente responden a lo que los sociólogos llaman “culpar a la víctima”, culpan al sistema social más que a los afroamericanos por su pobreza negra, y culpan al sistema más que a las mujeres por su tardía conquista igualitaria en el mundo del trabajo. En suma, los estadounidenses acomodados, como sus libros de texto, son proclives a aceptar la discriminación racial como causa de la pobreza entre negros e indígenas, y la discriminación de género como la causa de la inequidad de las mujeres, pero no ven la discriminación de clase como

Un párrafo titulado “Una clase permanente para trabajadores pobres”, en The American Way y otro en The American Pageant son excepciones.

la causa de la pobreza en términos generales.46 Más que en matemáticas o en ciencias, mucho más incluso que en literatura estadounidense, los cursos de historia de los Estados Unidos mantienen la promesa de decirle a los estudiantes secundarios cómo ellos y sus padres, sus comunidades y sociedades, llegaron a ser lo que son. Una de las vías es la desigualdad provocada por las clases sociales. Aunque los chicos pobres o de clase obrera no puedan a menudo identificar la causa de su alienación, la historia los desalienta porque justifica, antes que explicar, el presente. Cuando esos estudiantes reaccionan abandonando, intelectualmente cuando no físicamente, sus pobres desempeños escolares los ayudan a convencerse, a ellos y a sus pares también, de ese silogismo simplista que dice que el sistema es meritocrático y que ellos mismos carecen de mérito. Al final, la ausencia de un análisis de clases sociales en los cursos de historia estadounidense resulta ser un modo más en el que la educación estadounidense va en contra de la clase obrera.

45

46

Información de encuestas extraída de Verba y Orren, Equality in America… op. cit., páginas 72-75.

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5.

la de Argentina, y la privada de ambos países. Mayor hospitalidad en Chile”.1

Pablo Pozzi 

Hostos, el Panamericanismo y la Sociedad Política Argentina, 18731874 En el año 1871, partió el patriota puertorriqueño Eugenio María de Hostos hacia América del Sur con el objetivo de hacer propaganda y generar solidaridad continental para la lucha por la independencia de Cuba y Puerto Rico. Su gira lo llevó a Colombia, Perú, Chile y en septiembre de 1873 arribó al puerto de Buenos Aires en la República Argentina. Allí lo esperaban muchos de los grandes nombres argentinos de la época: el presidente Domingo Faustino Sarmiento, su antecesor, el general Bartolomé Mitre, las familias Quintana, Paz, Varela y Estrada. Sin embargo, y a pesar de la aparentemente buena acogida, Hostos registró en su diario: “Contraste entre la acogida pública de Chile y  Pablo Pozzi es PhD en Historia (SUNY at Stony Brook, 1989) y profesor Titular Regular Plenario de la Cátedra de Historia de los Estados Unidos de América, en el Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (Argentina). Es director del Programa de Historia Oral del Instituto Interdisciplinario de Estudios e Investigaciones de América Latina (INDEAL/UBA), y Director Instituto de Estudios Interdisciplinarios de América Latina (INDEAL), Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Pablo Pozzi es miembro del Comité Académico de “Huellas de Estados Unidos” desde el año 2011.

Hostos se quedó en la Argentina entre el 30 de septiembre de 1873 y el 22 de febrero de 1874. Durante esos escasos cinco meses la dualidad que marcó Hostos, el contraste entre lo público y lo privado, nunca dejó de ser cierta. Esa fue la característica del apoyo que el patriota puertorriqueño encontró entre distintos sectores de la clase política argentina. En general, fueron aquellos hombres ligados al Partido Autonomista de la Provincia de Buenos Aires los que dieron mayor apoyo y solidaridad a la gestión de Hostos en la Argentina. Ellos facilitaron el trabajo, le brindaron su amistad y le dieron acceso a la prensa por ellos controlada para desarrollar su labor de propaganda independentista. Pero en general, los políticos argentinos respondieron con escasa solidaridad concreta, a diferencia de la acogida que había recibido Hostos en Chile y Perú. Las razones centrales de esta situación las podemos encontrar tanto en la coyuntura por la que atravesaba la Argentina como en el modelo de país que en ese entonces estaba imponiendo la clase dominante. De hecho, el proceso de conformación de una clase dominante a nivel nacional y de un Estado a través del cual ésta ejerció su poder se llevó a cabo ligado a Europa, fundamentalmente a Inglaterra. Dentro de lo que se ha caracterizado como el capitalismo

1

Eugenio María de Hostos. Diario; Buenos Aires, 30 de septiembre y siguiente, en Obras completas, La Habana, Cultural S. A., 1939, Vol. II p. 65.

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dependiente argentino2, no había cabida para cuestiones como la solidaridad con la independencia de Cuba y Puerto Rico. De hecho, cualquier cosa relacionada con ese tema recibió un trato superficial, excepto en aquellos sectores marginados que cuestionaban el modelo de país que imponía la clase dominante. La realidad material es que la élite no encontraba que beneficiara a sus intereses el ahondar relaciones con América Latina, pero sí con Europa, y por lo tanto rechazó cualquier acción que dificultara esta relación.

I Hostos llegó a la Argentina en 1873, pocos meses antes de la elección presidencial que dio el triunfo a Nicolás Avellaneda, con el apoyo del entonces presidente Sarmiento, y en la que Bartolomé Mitre resultó derrotado. Esta elección, y el momento histórico que sintetizó, marcaron el vuelco definitivo hacia un modelo de país que se concretó seis años más tarde en 1880. De esta manera, la Argentina completó el proceso de formación de una clase dominante junto con un Estado nacional que expresó su dominación, y de un modelo socioeconómico de país que marcó el desarrollo nacional durante los cincuenta años siguientes. Así, los años entre la caída de Juan Manuel de Rosas, en 1852, y el triunfo del general Julio A. Roca en la batalla de Puente Alsina, en 1880, conformaron un

2

Hay numerosos autores que coinciden en esta caracterización. Aquí seguimos a Waldo Ansaldi. “Notas sobre la formación de la burguesía argentina, 1780-1880”, en Enrique Florescano, coord., Orígenes y desarrollo de la burguesía en América Latina 17001955; México, Nueva Imagen, 1985.

período de transformaciones, cambios y recomposición. Terminada la Guerra del Paraguay (18651870), Argentina quedó casi totalmente pacificada en los términos deseados por la clase dominante, aunque todavía habrían de producirse levantamientos en contra de su hegemonía. El levantamiento de Felipe Varela en 1868 y los de Ricardo López Jordán en 1871, 1873 y 1876 fueron rápidamente aplastados por un ejército nacional que se estaba modernizando. Pero eran estertores finales de una causa moribunda, agotada frente al creciente poderío de la burguesía agro-exportadora. Se afirmó entonces el proceso de estructuración capitalista del país, que fue cobrando la fisonomía que, con algunas variaciones apreciables, conserva hasta el día de hoy: gran productor de alimentos y materias primas para el mercado mundial, gran importador de productos industriales, gran deudor ante los centros financieros del mundo, industrialización deficiente y deformada. Esta estructuración y evolución del país se inició casi coincidentemente con modificaciones fundamentales en los grandes centros capitalistas del mundo, y se dio en el marco de las nuevas condiciones originadas por aquellas modificaciones. Para los países centrales, la década de 1860 fue un período de gran expansión del equipo productivo industrial, así como también de un acelerado ritmo de inversión de capitales. Los propietarios de ganado en Argentina se beneficiaron por esta expansión general, especialmente los productores de lana. Esto se vio favorecido por situaciones coyunturales, como por ejemplo la Guerra de

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Secesión en los Estados Unidos, que aumentó la demanda de lana argentina por parte de la industria textil británica. En este sentido, la Argentina comenzó un período de expansión económica basada en los mercados europeos, la sostenida corriente de inversión de capitales y préstamos para el desarrollo de infraestructura, y la incorporación de nuevas tierras a la producción.3 Al mismo tiempo, se comenzó a fomentar la inmigración europea como forma de obtener mano de obra necesaria para esta expansión, puesto que la Argentina era, con relación a sus necesidades, un país subpoblado. Reconociendo el crecimiento económico, Hostos criticaba con singular agudeza este modelo de país, escribiendo: Estas... necesidades, vastamente satisfechas en la República Argentina por el gran desarrollo que ha dado al cambio comercial la inmigración, no están contrabalanceadas por industrias educadoras, como son la explotación del campo y la extracción del mineral, sino desventajosamente estimuladas por la grande industria del país, la pecuaria, que enriquece sin esfuerzo a la clase propietaria de la tierra y del ganado, a expensas de las costumbres, de la civilización y de los

3

Para el proyecto de la clase dominante véase, además de Waldo Ansaldi, Oscar Cornblit, Ezequiel Gallo y Alfredo O`Connell. “La generación del 80 y su proyecto: antecedentes y consecuencias”, en Torcuato Di Tella, Gino Germani y Jorge Graciarena, Argentina sociedad de masa; Buenos Aires, EUDEBA, 1965. También Oscar Oszlak. La formación del Estado argentino; Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1985.

gustos de la clase que funciona en esa industria.4 El desarrollo económico basado en la dependencia de capitales y el mercado europeo, junto con la inmigración, van a resultar en una cultura y tradición que, particularmente por lo que hace a la clase dominante, miraba más hacia Europa y Estados Unidos que hacia el resto de América Latina. A su vez, toda esta situación llevó a la Argentina a verse terriblemente afectada por las oscilaciones de la economía internacional. Una baja en la economía europea que afectara los mercados de las exportaciones argentinas o disminuyera el flujo de capitales generaba fuertes crisis económicas, tal como ocurrió en 1866 y en 1873. Un aspecto importante de este desarrollo que afectó la gestión de Hostos en la Argentina fueron las relaciones comerciales que existían con España y con la Cuba colonial. Ya en la década de 1820, el cuero, la carne, el sebo y otros subproductos de la industria ganadera encontraban fácilmente mercados en Europa, Brasil, Cuba y América del Norte. En 1825, España ocupaba el tercer puesto y Cuba el séptimo en relaciones comerciales con la Argentina.5 Asimismo, hacia 1860 la Argentina importaba, entre otros productos, azúcar y tabaco cubano, y aceite de España.6 El diario El argentino, en que escribía Hostos, registraba minuciosamente las importaciones españolas: almendras, garbanzos, avellanas, aceitunas, naipes, “Federación Argentina”, en Temas sudamericanos; vol. VIII, p. 102. 5 Miron Burgin. Aspectos económicos del federalismo argentino; Buenos Aires, Solar/Hachette, 1975, p. 67. 6 Horacio Giberti. Historia económica de la ganadería argentino; Buenos Aires, Solar/Hachette, 1970, p. 146. 4

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alpiste, chocolate, fideos, jabón, vinos catalanes y de Málaga.7 Por su parte, a partir de 1860, la historia económica española registra la importación de una verdadera avalancha de trigo procedente de, entre otros países, la Argentina.8 Por último, si bien el principal impulso provenía de rubros como la lana, el tasajo vinculaba la Argentina a un mercado restringido, ya que se exportaba principalmente a Brasil y Cuba para alimento de los esclavos, lo que representaba entre un 4 y un 5% del total del valor exportado.9 Tan importante era este comercio que llevó a un rompimiento entre Hostos y Sarmiento. Cuenta Hostos que un día Sarmiento le dijo: “Quiero la independencia de Cuba y Puerto Rico; pero la República tiene un gran comercio de tasajo en La Habana”.10

poderosas familias tales como los Anchorena, cuya relación con el mercado español se daba a través de la casa Juan Genesy y Cía.12 Esta relación, junto con el desarrollo de la inmigración en la Argentina, generó un importante grupo empresarial español ligado a intereses catalanes que establecieron talleres, comercios y bancos.13 Si bien estos empresarios no se insertaron orgánicamente en los partidos políticos, su influencia, ejercida a través de los canales y alianzas logradas, fue de mucho peso y se prolongó a través del período.14 Analizando los efectos políticos de la inmigración española en la Argentina escribió Hostos: Yo había, desde mi llegada a este país, notado ese efecto contraproducente de la aglomeración casi exclusiva de inmigrantes extranjeros en Buenos Aires y en su comarca; pero nunca se me había presentado tan palpable y tan monstruosa como la he visto desde que la serie de aciagas noticias de Cuba vino a excitar los sentimientos de la población argentina y extranjera... Porque esos cincuenta mil españoles representan una potencia económica, forman una enorme masa de intereses, influyen con ellos en las relaciones políticas e individuales del país, relacionan los intereses de España con los de esta República y centralizando toda su

El peso del comercio exterior en la Argentina no era sólo definitorio en cuanto al desarrollo económico, como notó Hostos, sino que también tenía un gran alcance debido a que los ingresos del Estado se derivaban principalmente de la aduana de Buenos Aires.11 Todo este comercio importador-exportador se encontraba controlado por poderosos intereses, fundamentalmente los relacionados con los comerciantes británicos residentes en el país, dependientes de las casas metropolitanas. Y también por 7

El Argentino; 15 y 31 de enero de 1874. Jaime Vicens Vives. Historia social y económica de España y América; Barcelona, Ed. Vicens Vives, 1971, p. 251. 9 José Carlos Chiaramonte. Nacionalismo y liberalismo económicos en Argentina; 1860-1880, Buenos Aires, Solar/Hachette, 1971, pp. 31, 32, 40. 10 “La lucha electoral de buenos Aires”, en Temas sudamericanos; p. 416. 11 “Federación Argentina”, en Temas sudamericanos; p. 97. 8

Waldo Ansaldi; “Notas sobre la formación de la burguesía argentina”, op. cit., pp. 570, 574. 13 Hilda Iparraguirre. “Crecimiento industrial y formación de la burguesía en una subregión argentina: Córdoba a finales del siglo XIX y principios del XX”, en Enrique Florescano, op. cit., p. 596. 14 Ibíd., p. 605. 12

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fuerza en Buenos Aires, ejercen sobre el Gobierno la presión que éste ejerce sobre todo el país.15

II A nivel político, este período de transformación abarcó las presidencias de Bartolomé Mitre (1862-1868), Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874) y Nicolás Avellaneda (1874-1880). La falta de capitales, la tendencia a invertir solamente en actividades agropecuarias y a rehuir la inversión industrial, la necesidad de fomentar la inmigración y las oscilaciones de la economía llevaron a la clase dominante a reconocer la necesidad de un Estado nacional fuerte y centralizado. Esto se vio reforzado por la obligación de incorporar económicamente el conjunto del país al modelo agroexportador. Este modelo se encontró con la oposición de importantes sectores provinciales del interior que reaccionaron con levantamientos armados. Así, la clase dominante recurrió al ejército nacional para imponer, a sangre y fuego, el “orden” necesario a su modelo de “progreso” nacional. Dados los intereses de la clase a la que representaban, los gobiernos de la época desarrollaron una política exterior consistente en dar la espalda a Latinoamérica y dedicarse exclusivamente a tratar con el capital europeo. Mientras que el Paraguay de Francisco Solano López constituyó un modelo de desarrollo alternativo, tal como lo “Cartas argentinas”, en Temas sudamericanos; pp. 390-391. De La Opinión de Talca, 4 de marzo de 1874. 15

notó Hostos16, la clase dominante argentina fue declaradamente latinoamericanista, en el sentido de reivindicar el derecho de intervenir en la política de los países vecinos. Pero una vez liquidado el peligro, rechazó cualquier intento o planteamiento de unidad latinoamericana en la medida que percibió que ello podía empeorar sus relaciones con Europa. Un ejemplo de esto fue el serio conflicto de 1866, generado por el empleo de fuerzas navales por España contra Perú. Se realizó entonces en Lima un congreso continental de apoyo a Perú, y Sarmiento, entonces ministro ante Washington de paso por Lima, se adhirió al mismo y al ideal de unidad latinoamericana, después de haber pronunciado en Chile un destacado discurso latinoamericanista. El entonces presidente Mitre lo desautorizó declarando: Me repugnaba tomar por base de las resoluciones de los gobiernos, las consideraciones pueriles que se hacían valer para motivar la liga de una o más repúblicas americanas. Que la verdad era que las repúblicas americanas eran naciones independientes, que vivían su vida propia y debían vivir y desenvolverse por sí mismas o pereciendo si no encontraban en sí, propios medios de salvación. [Era malo] hacer americanas todas las cuestiones con Europa de cada país.17

“Federación Argentina”, en Temas sudamericanos; pp. 78-80. 17 Paul Groussac. La biblioteca; Buenos Aires, 19861898, p. 281. 16

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Justo es reconocer, sin embargo, que Sarmiento, quien escribía a Mitre defendiendo la idea de la unidad latinoamericana, nada hizo en ese sentido cuando él mismo estuvo al frente del gobierno. Aunque sus puntos de vista continentales contribuyeron a dar forma a una doctrina hemisférica, lo cierto es que no apartaron a la Argentina de su política tradicional. Harold Peterson escribió sobre el panamericanismo sarmientino: “En la marea de expansión económica promovida por él quedaba poco lugar para la solidaridad latinoamericana en la cual creía”.18 Hostos también remarcó el carácter contradictorio de Sarmiento diciendo que: Lógico, ha hecho en el gobierno todo lo que había predicado en su oposición a la barbarie; ilógico, creyó que podía transplantar las costumbres y el carácter de todo un pueblo a una sociedad que, no por los portentosos esfuerzos con que ha intentado normalizarse, ha conseguido desprenderse de un pasado que, como todas las sociedades hermanas de América Latina, aunque con caracteres diferentes, la agobia todavía. En el primer caso era secundado; en el segundo caso encontraba resistencias.19 Esta combinación de intereses expresados en un modelo de país llevaron a la Argentina, al decir de Hostos, a un punto que “explica tan bien el curso de las ideas en este noble país,

tan digno de ser americano y cuyo espíritu desamericanizan tanto sus gobiernos; esclarece con tan clara luz la conducta del Gobierno argentino en la guerra del Pacífico y en la de Paraguay; presagia tan serios peligros para el porvenir...”20 Esta situación, eventualmente, llevó a la Argentina a ser el único país americano que apoyó abiertamente a España en la Guerra con Cuba entre 1895 y 1898. En esa época, si bien existió un núcleo de simpatizantes con Cuba, particularmente entre obreros y estudiantes, el gobierno estaba tan decididamente del lado de España que incluso permitió el reclutamiento de tropas para ayudar a los españoles a aplastar a los independentistas. También apadrinó una colecta pública de dinero para ayudar a España en la compra de un buque de guerra, el Río de la Plata.21

III Para comprender con mayor claridad la compleja situación a la que se enfrentaba Hostos en su tarea solidaria latinoamericanista, debemos considerar las características de los partidos políticos argentinos de la época. Como explica el historiador Milcíades Peña, hacia 1860 desaparecen los viejos conflictos de clase por modificación en la situación de las clases y regiones, y queda el país dominado por los estancieros porteños y del litoral, la burguesía comercial y el crecientemente poderoso capital extranjero. Predomina “Cartas argentinas”, en Temas sudamericanos; p. 391. El resaltado pertenece al autor. 21 Philip Forner. La guerra hispana/cubana americana y el nacimiento del imperialismo norteamericano 18951898; Madrid, Akal Editor, 1975, pp. 206, 208. 20

18

Harold Peterson. La Argentina y los Estados Unidos 1810-1960; Buenos Aires, EUDEBA, 1970, p. 312. 19 “D. Faustino Sarmiento”, en Temas sudamericanos; p. 39.

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entre todos los sectores una unidad de intereses y de objetivos en cuanto al tipo de desarrollo que buscaban para el país. El Estado argentino presenta todas las características externas de una moderna república democrático-burguesa, pero falta la estructura de clase capaz de sustentar esa organización estatal porque, a excepción de los terratenientes que explotan sus tierras con arrendatarios, no existen clases modernas. Y afirma Peña: “Los nuevos partidos políticos que entonces aparecen no se forman como órganos de ninguna clase de la sociedad argentina, sino como empresas políticas destinadas en primer término a usufructuar el aparato estatal... No representan los intereses de ninguna clase o sector de clase, aunque desde luego no pueden menos que reflejar y realizar la política de las clases dominantes”.22 Junto con Hostos podemos decir que Damos este nombre [el de partidos políticos], no a asociaciones políticas definidas, basadas en principios, aspirantes a realizar doctrinas propias en el gobierno, resultantes de oposiciones doctrinales a otro u otros partidos, porque no los hay en la República Argentina. Si le damos ese nombre, es por falta de otro. Las divisiones políticas de la República, así como las que alguna vez agitan la vida interior de las provincias federales, como las que se disputan el

gobierno de la Federación, puramente personales.23

son

Así, las transformaciones nacionales se reflejaban en los “partidos políticos” que se disputaban las elecciones provinciales y nacionales desde 1862. En ese año, la polémica en torno al intento de federalizar la provincia de Buenos Aires dividió al Partido Liberal porteño. Los nacionalistas adoptaron tal nombre por su actitud favorable a la nacionalización de la provincia, cuyo eje central era poner la ciudad de Buenos Aires y su aduana bajo el control del gobierno central, separándola del provincial. Los autonomistas, por su parte, tomaron esa denominación por su política contraria a la federalización y su defensa de la integridad política y territorial de la provincia. En seguida predominaron sobre sus respectivos rótulos los de “mitristas” y “alsinistas”, derivados de sus jefes máximos, que reflejaban mejor la índole caudillista de esos “partidos”. Hasta las elecciones provinciales de 1864, autonomistas y nacionalistas reflejaban más bien fracciones internas del Partido Liberal. El autonomismo salió fortalecido de esas elecciones y apareció como partido, ya no como tendencia interna.24 En cuanto a las elecciones presidenciales de 1868, triunfó la formula Sarmiento-Alsina, que derrotó a la de Rufino de Elizalde, promovida por Mitre, el presidente saliente. De allí surgió el Partido Nacional, con base en el interior, que “La lucha electoral de Buenos Aires”, en Temas sudamericanos; p. 410. 24 Carlos Heras. “Las elecciones de legisladores provinciales de marzo de 1864”, en Trabajos y Comunicaciones; 5, pp. 96 y 97. 23

22

Milcíades Peña. De Mitre a Roca; Buenos Aires, Ediciones Fichas, 1965, p. 38.

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junto con el Partido Autonomista de Alsina, apoyado en Buenos Aires, logró derrotar a Mitre una vez más llevando a Avellaneda a la presidencia de la Nación en 1874. Denunciando la existencia de fraude en las elecciones, estalló la rebelión del mitrismo, sofocada ese mismo año.25 El funcionamiento de estos partidos ha sido descrito por numerosos historiadores de la época. Nucleados en torno a la figura de un caudillo, carecían de organización permanente y de continuidad en la acción; sus períodos de actividad eran los de preparación de las elecciones nacionales, provinciales o municipales. Durante los intervalos, su vida política quedaba limitada a los restringidos círculos de los caudillos y sus amigos políticos, y a las expresiones de algunos órganos de prensa estrechamente ligados a aquellos dirigentes.26 Las decisiones nacían, se discutían y eran lanzadas a la vida pública desde el seno de esos pequeños círculos personales. La “masa” partidaria era convocada con el solo objeto de convalidar lo resuelto previamente por el grupo dirigente de cada facción. En estos partidos inorgánicos, el aparato estaba constituido por un grupo de figuras influyentes, entre las que sobresalía el caudillo. Completaban el aparato partidario figuras menores, con influencia en cada 25

José Carlos Chiaramonte. Nacionalismo y liberalismo económicos; op. cit., José Campobassi. Mitre y su época; Buenos Aires, EUDEBA, 1980. 26 Ídem, p. 149.

parroquia de la ciudad y en la campaña, necesarias para movilizar electores y grupos de choque.27 Fundamentales para estos partidos eran los gobernadores, ministros, comandantes militares y jueces de paz, que al ser piezas claves del aparato estatal poseían una fuerza decisiva en las elecciones. De esta forma el “club” político aprobaba la lista elaborada por el círculo dirigente, por el que debían votar los partidarios de la campaña. En cuanto a las relaciones de cada partido porteño con el interior, consistían en alianzas ocasionales. En lo que hace a la financiación de la actividad partidaria, no podían provenir de otros medios que las contribuciones de adherentes de fortuna o del saqueo de las arcas del Estado, además del aporte de los propios dirigentes que estaban en condiciones de hacerlo. En el primer caso, se trataba por lo general de miembros de la burguesía comercial o ganadera que, apartados de la acción política por estar dedicados a sus negocios, aseguraban de esa forma la necesaria vinculación entre la clase dominante y los políticos. El “partido” era movilizado cuando se acercaban las elecciones. Surgían entonces los “clubes” electorales, que agrupaban a los partidarios de cada tendencia. El mecanismo electoral sufría la generalización del fraude, en formas casi inverosímiles, que eran sobrellevadas con toda naturalidad por los contemporáneos. Así, el fraude se ejecutaba y se organizaba a la vista de todos, y a menudo con un saldo de heridos y muertos. En Buenos Aires, el padrón electoral oscilaba en torno al 10% de los ciudadanos. El fraude era tan común que Héctor Varela, amigo de Hostos, escribió en el diario La Tribuna: 27

Ibídem, p. 151.

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Sabemos perfectamente que el Club Libertad no ha de ser novicio en el arte de fabricar votos; sabemos que más de un muerto podrido en la fosa ha de aparecer sano y lleno de vida votando.... Pero, ¿no ha hecho lo mismo el Club del Pueblo? Eso es lo que nos irrita: que pretenda presentar como cómplice de un escándalo sólo al Club Libertad cuando se sabe.... que si no lo hizo ese día, fue porque no pudo...28 El mismo Hostos notaba esta situación al referirse a la elección de Nicolás Avellaneda, y escribía: “Indudablemente, el Poder Ejecutivo Federal y el Ejecutivo de casi todas las provincias lo auxiliaban... más digno del señor Avellaneda hubiera sido triunfar sin auxiliares oficiales”.29 Partidos inorgánicos, sin principios, no es posible atribuir su rivalidad a ninguna división de clases. Hostos escribió: Ningún partido doctrinal cree en la necesidad de las mismas doctrinas de progreso; tantos partidos personales, cuantas grandes individualidades... Durante su período, lleno de personalidades caprichosas, pero también de fecundísimo trabajo, el presidente Sarmiento no ha hecho otra cosa que continuar la obra inteligente de su antecesor, el general

Mitre. Lo auxiliaba en la obra un hombre joven, el Dr. Avellaneda...30 Que no representan clases distintas se comprende fácilmente porque en aquella época existía una sola clase social con cierta cohesión: la burguesía. En cuanto al proletariado, se encontraba en formación como clase. De ahí que políticamente se hallara en un estado de indiferenciación con grupos precapitalistas que le era imposible generar una expresión orgánica coherente, como ocurrió después, producto de la inmigración: a partir de 1872, funcionaba en Buenos Aires una filial de la Asociación Internacional de Trabajadores. En cuanto a los sectores medios, surgidos al calor del modelo agroexportador, no llegaban a constituir aún una fuerza social diferenciada como para generar una expresión política permanente. Sin embargo, el carácter personalista que definía el nacimiento y organización de estos partidos no impedía que pudiesen reflejarse en ellos, circunstancialmente, algunos de los conflictos sociales de la época. Esto se puede atribuir a dos cosas. Primero, a la disputa en torno a las características particulares de un modelo de país basado en la agroexportación, y segundo, al problema del reparto del poder dentro del Estado que iba surgiendo en torno a ese modelo de país. Ambos aspectos se expresaban a través de la presencia en cada partido de hombres de sectores sociales distintos. Por ejemplo, la adhesión al mitrismo de la mayoría de los comerciantes de Buenos Aires y la mayor

28

Citado por Carlos Heras, op. cit., p. 76. “La lucha electoral en Buenos Aires”, en Temas sudamericanos; p. 413. 29

30

Ídem, p. 412.

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participación de ganaderos en el alsinismo.31 Por su parte, el alsinismo contó con la adhesión de la juventud porteña, y en particular de la juventud universitaria. Esto reforzó el sesgo popular de su partido y su mayor apertura a una política de reformas, constituyéndose en portavoz de inquietudes sociales más definidas.32 Sin embrago, el mitrismo y el alsinismo eran dos sectores con intereses fundamentalmente idénticos que, sin disentir ideológicamente, se disputaban el usufructo del aparato del Estado y las ventajas derivadas de la relación con Europa. En este sentido, la organización política argentina tenía mucho más de fachada para el exterior que de real expresión de una sociedad altamente organizada en el terreno institucional. De esta manera, en vísperas de 1880 todavía se acumulaban importantes problemas sin resolver: sede definitiva de las autoridades nacionales, efectos de la crisis económica, sistema monetario, política comercial, organización bancaria, conquista de las tierras todavía dominadas por los indígenas, conflictos con los países limítrofes. La falta de definición de los partidos acerca de estos problemas y su obstrucción de una política capaz de encararlos, la continua zozobra derivada de sus rivalidades y choques armados, estaban provocando un estado de ánimo favorable al cambio. La situación política anterior a 1880 era, pues, una 31

José Carlos Chiaramonte. Nacionalismo y liberalismo económicos; op. cit., pp. 161-164. Véase también Fernando Barba. Los autonomistas del `70; Buenos Aires, CEAL, 1982. 32 Fernando Barba. Los autonomistas del `70, op. cit., p. 10.

situación de transición en la que el carácter de los problemas, nuevos y antiguos que debía encarar la burguesía argentina, ponía en crisis el tipo de partidos existente hasta entonces y reclamaba la desaparición de sus inútiles divergencias que ya dañaban los intereses fundamentales de la clase dominante.

IV Es en este contexto político que Hostos llega a la Argentina con el objetivo de promover la solidaridad para con la lucha independentista de Cuba y Puerto Rico. Hostos escribe en su diario: “Se trata de hacerme posible dos cosas: primero la propaganda incesante a favor de las Antillas; después la vida. En cuanto a la primera, estamos por empezar; en cuanto a la segunda, me han propuesto mil cosas buenas que han concluido por reducirse a prometerme trabajo en tres periódicos distintos”.33 Esencialmente, tanto el ganarse la vida como la tarea propagandística se van a ver estrechamente ligados. El 1° de octubre de 1873, el diario La Tribuna publicó un artículo dándole la bienvenida a Hostos en forma halagüeña: “El Sr. Hostos, a quien damos la bienvenida, ha sacrificado posición, goces, halagos, familia, todo cuanto un hombre ama para sí, por la libertad de las Antillas y la felicidad de sus hermanos”.34 Unos días más tarde, el mismo periódico anunció que Hostos entraba a formar parte de su 33

Eugenio María de Hostos. Diario; Buenos Aires 26 de octubre de 1873, en Obras completas, op. cit., p. 66. 34 La Tribuna; 1° de octubre de 1873.

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redacción, y que escribiría sobre arte y literatura.35 El 7 de noviembre apareció en La Tribuna el primer artículo firmado por Hostos. Por su parte, el diario El Argentino también le dio la bienvenida diciendo que Hostos era merecedor de “la simpatía y la admiración universal del Continente”, para luego agregar: “Hostos ha nacido en Cuba, nuestra hermana esclavizada, jadeante por el cansancio y enrojecida por la sangre de sagrados combates en busca de su emancipación”.36 A Hostos le deben haber hecho gracia las lisonjas y las promesas de solidaridad junto con la profunda ignorancia sobre su persona que revelaba la equivocación de su lugar de nacimiento. Esas cosas al margen, la recepción de Hostos por parte de José María Estrada y su diario fueron buenas. El 10 de octubre de 1873 aparecía en sus páginas el primer artículo firmado por el patriota puertorriqueño, que pasaría a escribir regularmente. La labor de solidaridad de Hostos se nota casi inmediatamente en las páginas de La Tribuna. Meses antes, el mismo periódico informaba a sus lectores sobre la muerte del independentista cubano Ignacio Agramonte como “una gloriosa victoria española”.37 Asimismo, el diario hablaba con admiración del político español Emilio Castelar, hasta el punto de publicarle un largo discurso en serie.38

35

La Tribuna; 5 de noviembre de 1873. El Argentino; 29 de septiembre de 1873. 37 La Tribuna; 26 de julio de 1873. 38 La Tribuna; del 23 al 28 de agosto de 1873. 36

Sin embargo, a partir de que Hostos inicia su tarea de redactor se notan cambios. Por un lado, La Tribuna comenzó a difundir más noticias sobre la lucha independentista, como por ejemplo varios informes sobre ataques del Ejercito mambí.39 O, por ejemplo, un largo artículo publicado en serie, titulado “Cuba mártir, Cuba libre”.40 Asimismo, las noticias aparecidas en La Tribuna reflejan que en la misma ciudad de Buenos Aires se estaban realizando actos en solidaridad con Cuba. Por ejemplo, el 10 de noviembre se informó de un acto de estudiantes universitarios en el Teatro de la Victoria para, entre otras cosas, socorrer al “Sr. Echeverría escapado a la persecución de los voluntarios de La Habana”.41 Lo mismo ocurrió con El Argentino. Es notable cómo durante los meses previos a la llegada de Hostos a la Argentina este periódico no había publicado noticias de ningún tipo sobre la lucha independentista caribeña. Pero la llegada de Hostos cambió esto totalmente. Además de los artículos firmados por el patriota puertorriqueño, El Argentino comienza a dedicarle espacio a Cuba. Por ejemplo, el caso de Virginius es motivo de largos análisis entre enero y febrero de 1874, ligándolo estrechamente con la independencia cubana.42 También 39

La Tribuna; 12 y 13 de noviembre de 1873. La Tribuna; 8, 9 y 10 de diciembre de 1873. 41 La Tribuna; 10 y 11 de noviembre de 1873. 42 Véase por ejemplo El Argentino; 7, 12, 13 de enero y 11 de febrero de 1874. En el artículo publicado el 11 de febrero de 1874, la redacción de El Argentino propugna un “gobierno autonómico para Cuba”. El Virginius fue un barco norteamericano alquilado por los independentistas para llevar armas y municiones a Cuba, el cual fue capturado por la armada española el 30 de octubre de 1873. 40

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aparecen noticias sobre combates entre los españoles y los patriotas cubanos43 y se publican artículos sobre el gobierno insurgente.44 Sin embargo, y a pesar de los denodados esfuerzos de Hostos, el desarrollo de la solidaridad con Cuba y Puerto Rico encontró rápidamente un techo. Esto lo refleja Hostos en su diario: En el intermedio, desde el Presidente de la República hasta el presidente de la sociedad Independencia de Cuba, todo el mundo se complace en demostrarme la inutilidad de mi viaje, haciéndome ver cuánto les interesa conservar la amistad de los españoles, cuán olvidados están en Cuba y todo lo que se relaciona con la América. La gente está completamente europeizada... Por eso fue un gran placer para mí aprovechar la ocasión que se me ofreció de hacer un viaje lejos de la capital, pues con los artículos que yo escribí desde Río Cuarto, Córdoba y Rosario he podido obtener lo que buscaba; un renombre forzado por cualidades forzosamente reconocidas. Una noticia espantosa, el fusilamiento de algunos de mis hermanos por los españoles de Cuba me hizo volver. Volví a empezar mi propaganda y ella me ha costado los más intensos dolores que he tenido en mi vida. He sido injuriado del modo más infame

43 44

El Argentino; 9 de febrero de 1874. El Argentino; 9 y 10 de febrero de 1874.

sin poder vengar las ofensas y sin ser defendido más que por J.M. Estrada.45 Días más tarde, después de una discusión con El Correo Español, periódico de la comunidad española en la Argentina, Hostos escribió: “Al cortar la discusión con un artículo lleno de dignidad, esperaba que me comprendieran; pero no. Sentí en mi derredor rumores que me hicieron comprender cuán grande es el abismo que me separa de la gente”.46 Si hacemos un balance de la tarea solidaria de Hostos en la Argentina, nos encontraremos que recibió escaso apoyo por parte de la élite dirigente argentina. Aparte del diario La Tribuna, de Luis V. Varela, también fue apoyado por el periódico El Argentino, de José Manuel Estrada, y en menor grado por El Nacional, dirigido por Wenceslao Pacheco. Tuvo más eco en cuanto a reconocimiento como intelectual hasta el punto de que Vicente Fidel López, Rector de la Universidad de Buenos Aires, le ofreció la Cátedra de Filosofía o la de Literatura Moderna.47 Donde Hostos sí encontró apoyo fue en la juventud y el pueblo. Escribe en La Opinión de Talca: “Ha habido en Cuba la infame matanza que debiera para siempre enajenar a España la simpatía del mundo entero... sólo he conseguido mover y estimular a la juventud que nada puede”.48 Lo mismo se 45

Eugenio María de Hostos. Diario; Buenos Aires, 26 de diciembre de 1873, en Obras completas, op. cit., vol. II, p. 69. 46 Eugenio María de Hostos. Diario; Buenos Aires, 31 de diciembre de 1873, en Obras Completas, op. cit., pp. 67-68. 47 Ídem, Buenos Aires, 20 de enero de 1874, p. 82. 48 “Cartas argentinas”, en Temas sudamericanos; p. 379. De La Opinión (Talca), 8 de febrero de 1874.

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evidencia cuando Hostos relata un acto en el Teatro Variedades. Después del mismo, los asistentes marcharon por las calles de Buenos Aires: “La bandera de Cuba, colocada entre dos argentinos, recorrió triunfalmente, en medio de un pueblo delirante de entusiasmo, entre aclamaciones estruendosas, a los ¡Viva Cuba independiente! Más unánimes, las calles más concurridas y céntricas de la ciudad”.49 El problema político que impidió a Hostos desarrollar la solidaridad con el mismo éxito que en Perú y en Chile se derivaba tanto de la coyuntura específica argentina como de las características de la clase dominante. En apariencia, las condiciones para que Hostos llevara a cabo su tarea eran óptimas. Existía en ese entonces una Asociación Independencia de Cuba que se reunía en el estudio del Dr. Guillermo Rawson.50 Este influyente político había sido Ministro del Interior durante la Presidencia del General Mitre, pero en 1873 estaba estrechamente ligado al Partido Autonomista.51 Hostos también escribe que el general Mitre le había dado a entender que contaba con su apoyo para la campaña pro-independencia de Cuba, aunque esto no se materializó en la práctica.52 Asimismo, había obtenido el apoyo brindado por la familia Varela. Esta familia, enrolada en el sector tradicional del alsinismo, ostentaba mucha influencia política. Contaba con Rufino Varela, que en 1873 era Ministro de Hacienda de la 49

Ídem, p. 397. La Tribuna; 17 de julio de 1873. 51 Fernando Barba. Los autonomistas del `70, op. cit., p. 19. 52 “La lucha electoral en Buenos Aires”, en Temas sudamericanos; p. 416

Provincia de Buenos Aires, y con Mariano Varela, que era Ministro de Relaciones Exteriores del Presidente Sarmiento. Asimismo, José Manuel Estrada y su periódico, El Argentino, integraban el Club Electoral, que nucleaba al ala reformista del autonomismo. A través de estos apoyos había contactos con el presidente Sarmiento y con Adolfo Alsina, el principal caudillo político de Buenos Aires. Es evidente que el autonomismo estaba dispuesto a brindar cierto apoyo político a Hostos. Que este apoyo era potencialmente importante resulta claro, puesto que La Tribuna fue uno de los sustentos de la candidatura de Sarmiento en 1868 y de Avellaneda en 1874. Sin embargo, ya antes de la llegada de Hostos era evidente que este apoyo era contradictorio y estaba condicionado por distintos factores. Es así como La Tribuna publicó un artículo en julio de 1873 en el que remarcaba la escasa solidaridad argentina para con Cuba, a diferencia del apoyo económico brindado por Venezuela y el reconocimiento como beligerantes otorgado por Perú. Y decía: “no abrigamos grandes esperanzas; la conducta que se observó el año pasado no puede de manera alguna ser disculpada”.53 Sin embargo, al día siguiente publicaba otro artículo en el que criticaba a la Asociación Independencia de Cuba “por resucitar amargas polémicas en momentos en que España avanza por la senda republicana”.54 Y cuatro días más tarde, el mismo periódico reclamaba a la Asociación que llevara su campaña a la población.55

50

53

La Tribuna; 17 de julio de 1873. La Tribuna; 18 de julio de 1873. 55 La Tribuna; 22 de julio de 1873. 54

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Es evidente que la coyuntura condicionaba estos apoyos y limitaba la obtención de otros. La crisis económica de 1873 hacía imprescindible mantener buenas relaciones con Europa para propiciar el flujo de capitales y la apertura de los mercados. Además, el momento de transición junto con pugnas políticas dirigía la atención de las élites argentinas más hacia los problemas internos que hacia la solidaridad latinoamericana. Esto lo vio el mismo Hostos, cuando escribió: “Aquí, desde hace un año, nadie se ocupa directa o indirectamente de otra cosa que de las próximas elecciones de presidente”.56 Por otro lado, el levantamiento de Ricardo López Jordán en la provincia de Entre Ríos dificultó a Hostos el acceso a un sector político que tenía puntos de contacto con el latinoamericanismo hostosiano: los federales del Interior. Fue el caudillo federal Felipe Varela quien levantó, en 1868, la consigna de la Unión Latinoamericana, ligando la oposición del interior al modelo de país que se imponía con la Guerra del Paraguay.57 Pero en 1873, todo el partido federal se encontraba en franco retroceso. Tanto la debilidad de este partido como la categórica condena que Hostos hizo del levantamiento imposibilitaron un acercamiento.58 Por otro lado, el ideario hostosiano estaba muy lejos de provocar confianza en la clase política argentina. Hostos reivindicaba la igualdad civil y la libertad política en un país “Cartas argentinas”, en Temas sudamericanos, p. 379. Jorge Abelardo Ramos. Del patriciado a la oligarquía; Buenos Aires, Ediciones del Mar Dulce, 1982, p. 69. 58 “Cartas abiertas”, en Temas sudamericanos; vol. VII, P. 373. De La opinión de Talca, 2 de diciembre de 1873.

en el cual el fraude era la forma de realizar elecciones. Levantaba el continentalismo en un momento en que la clase dominante se esforzaba en estrechar lazos económicos y culturales con Europa. Hostos desconfiaba de los Estados Unidos, en una Argentina cuyo presidente era un gran admirador del país del norte. El patriota puertorriqueño se rehusaba a aceptar el reduccionismo sociológico sarmientino de “civilización o barbarie”59, que había servido a la clase dominante como justificación ideológica para aplastar la oposición en el interior y hacer la guerra al Paraguay. Cuando este ideario fue aplicado por Hostos a sus agudos análisis sobre el desarrollo argentino, sus conclusiones halagaron a la clase dominante. Pero también tuvieron la capacidad de apuntar muy bien los déficits y limitaciones de una sociedad que se creía cada vez más europea. Así, Hostos describe el papel que juegan los inmigrantes y predice que traerán progreso, pero se preocupa por la falta de escuelas. En Río Cuarto observa que hay muchos devotos, pero asisten a la escuela doscientos niños solamente, y la Biblioteca Municipal está cerrada. Si bien, en su visita a Córdoba, predice el movimiento de reforma universitario que va a conmover el continente cuarenta años más tarde, hace notar que hay demasiadas iglesias, y que la Universidad es más un edificio moral que material, asemejándolo a un símbolo del

56 57

Véase Manuel Maldonado-Denis. “Introducción al pensamiento social de Eugenio María de Hostos”, en Eugenio María de Hostos, América: la lucha por la libertad; San Juan de Puerto Rico, Ediciones Compromiso, 1988, p. 28. 59

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oscurantismo.60 Hostos se ubica, políticamente, del lado de los “desheredados... sean gauchos o indios en la Argentina”.61 A diferencia de la clase dominante, Hostos ve al gaucho bueno y obediente que un día se rebela contra la injusticia: “su alma humana, nativamente generosa y buena, ansiosa de pruebas para su virtud, anhelante de ocasión para su heroicidad”.62 Esta última apreciación se acercaba demasiado, para la clase dominante argentina, a una justificación de las montoneras del interior y a una crítica a su proyecto de país.

V A pesar de lo incómodas que podían resultar algunas de sus posturas, Hostos encontró un cierto apoyo en el sector autonomista de la clase dominante. Así, encontramos a hombres como José Manuel Estrada y Vicente Fidel López que fueron sus más cercanos colaboradores argentinos, o al ya mencionado Rawson y a los Varela. Todos estos hombres se encontraban, en ese entonces, alineados con el autonomismo de Adolfo Alsina. Sin embargo, no todos estaban en el mismo sector. Estrada y López eran hombres de origen federal vinculados al ala reformista del autonomismo nucleado en el “Club Electoral”. Por su lado, tanto Rawson como los Varela estaban alineados en el “Club María Teresa Babín. “El pensamiento de Hostos (1839-1903)”, en Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña; 59 (1973), p. 21. 61 “Cartas abiertas”, en Temas sudamericanos; vol. IV, p. 44. 62 “Federación Argentina”, en Temas sudamericanos; pp. 85-86. 60

Libertad”, que reunía al tradicional del alsinismo.63

sector

más

Durante el período de 1868 a 1878, el autonomismo intentó ampliar sus bases de sustentación para mantener su influencia política frente al mitrismo y al Partido Nacional que se iba gestando en el Interior. Grupo integrado por ganaderos, saladeristas y banqueros, el autonomismo buscó su apoyo en los nacientes sectores medios y de pequeños propietarios. En este sentido reivindicó un provincianismo a ultranza buscando respuestas locales a los problemas concretos. Es así como planteó un programa proteccionista e industrialista como respuesta a la crisis de 1866 y a la de 1873, para después abandonarlo una vez superadas las mismas. Por esto mismo tendió puentes hacia el federalismo con el fin de incorporarlo a sus filas.64 En este sentido, el autonomismo nucleó a sectores populares, a la juventud universitaria reformista, a sectores interesados en la industrialización y algunos antiguos federales, todo en defensa de la autonomía provincial. Esta combinación los hizo más receptivos a las propuestas solidarias de Hostos, puesto que éste no sólo planteaba el latinoamericanismo sino también la industrialización.65 En particular, la incidencia coyuntural de sectores 63

Fernando Barba. Los autonomistas del `70, op. cit., p. 19. 64 Jorge Abelardo Ramos. Del patriciado a la oligarquía, op. cit., p. 82; Fernando Barba. Los autonomistas del `70, op. cit., p. 10; Fermín Chávez. Vida y muerte de López Jordán; Buenos Aires, Hispanoamérica, 1986, p. 211. 65 “Cartas argentinas”, en Temas sudamericanos; vol. VIII, p. 380. De la opinión de Talca, 8 de febrero de 1974.

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proteccionistas y los esfuerzos por captar a los antiguos federales implicaban un sesgo latinoamericanista en la política de los autonomistas. Ello a su vez permitió que estos captaran a un sector de los federales contrarios a Mitre.66 El latinoamericanismo de los proteccionistas era un derivado de su oposición al libre comercio que favorecía la relación europea. En el caso de los federales, encontramos que se recurría al latinoamericanismo como contrapeso del imperialismo inglés, y en oposición al proyecto de la clase dominante. Pero también hubo una utilización política de este ideario. Dado que el principal enemigo político de los alsinistas era el partido de Bartolomé Mitre, aquellos se esforzaron en reunir bajo su bandera a los opositores de éste. En este sentido, el independentismo de Hostos tenía una cierta utilidad para los autonomistas, ya que Mitre encontraba apoyo en los sectores de comerciantes acaudalados, muchos de los cuales eran españoles o tenían ligazón con España, particularmente en cuanto a la importación de productos de consumo de lujo. Podemos postular que un tibio apoyo al independentismo cubano le provee al autonomismo de un elemento ético y moral que por un lado lo presenta ante sectores populares como heredero de la gesta de la independencia argentina, y por otro sirve 66

Este esfuerzo por parte de los autonomistas se puede comprobar en una carta a su amigo Gregorio Benítez, fechada el 19 de junio de 1873, en la que escribía Juan Bautista Alberdi: “Ya no cabe misterio sobre el carácter y alcance de la revolución de Entre Ríos... Por ajenos que los partidos en que está divido Buenos Aires sean al origen de esos movimientos, son simpáticos a él los partidarios de Alsina: de lo cual resulta que una parte del gobierno argentino aprueba la revolución, y otra la condena”.

para nuclear a aquellos importadores que competían con el comercio español, como por ejemplo los franceses. Así, el darle espacio a Hostos en periódicos autonomistas como La Tribuna o El Argentino, les permitió fortalecer su imagen progresista y popular en relación con el mitrismo y al mismo tiempo levantar principios que estrecharan lazos políticos con algunos federales. Sin embargo, no existían diferencias de fondo entre los autonomistas y los mitristas respecto del modelo de país agroexportador. Su grupo dirigente estaba integrado por ganaderos y financistas cuyo interés principal era la exportación y el flujo de capitales europeos, aspectos en el cual coincidían toda la clase dominante: mitristas, alsinistas y el Partido Nacional de Avellaneda. Asimismo, un partido como el de los autonomistas, que se planteaba obtener apoyo popular, no podía ignorar que en 1869 el 30% de los extranjeros residentes en la Argentina eran españoles, y que la inmigración hacía crecer sus números absolutos aceleradamente.67 Por lo tanto, el latinoamericanismo de los alsinistas, al igual que el latinoamericanismo de toda la clase dominante argentina después de 1880, no va más allá de un recurso retórico extremadamente limitado. Es así como Hostos encontrará un campo aparentemente fértil a su prédica independentista en sectores sumamente influyentes de la política argentina, pero al mismo tiempo una reticencia a que esto se transforme en un apoyo material a la lucha de Cuba y Puerto Ernesto Maeder. “Población e inmigración en la Argentina”, en Gustavo Ferrari y Exequiel Gallo, comps., La Argentina del ochenta al Centenario; Buenos Aires, Editorial sudamericana, 1980, p. 556. 67

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Rico que pudiera implicar una ruptura con España y, por ende, con Europa. Lo que se dice no es lo que se hace, y aún en el caso de lo que se dice se sigue una política al filo de la navaja tratando de captar a todos los sectores sin romper con ninguno. Como escribe el historiador Fernando Barba: “Aceptaron o por lo menos aparentaron hacerlo, aquellos principios en cuanto podrían utilizarlo para conseguir apoyo de un vasto sector de la opinión pública”.68

de los Estados Unidos, ante los celos de Inglaterra, ante las leyes internacionales hechas expresamente para fortalecer los derechos de los más fuertes? En presencia de una conjuración tan monstruosa de la razón práctica del mundo y de las infamias de los hombres contra la justificia [¿justicia?], me siento deseoso de morir con ella más que de continuar viviendo en un mundo en que los más generosos impulsos y los más desvergonzados intereses son parangonados cuando se trata de impedir a los individuos y a los pueblos llegar al triunfo de su derecho. [...] Empero ya no puedo adquirir las falsas fuerzas de que se necesita para triunfar entre los hombres y de que yo me he desembarazado a sabiendas, es casi imposible que yo llegue a hacer nada y es más fácil ponerse en actitud de reconquistar las fuerzas de que me siento desprovisto.69

VI A pesar de las expectativas de Hostos, su prédica tuvo un eco muy limitado en la Argentina, y no se pudo transformar en medidas concretas, a diferencia de lo que se dio en otros países de América Latina. No hubo movilización en apoyo al independentismo caribeño. Es por esto que Hostos escribió en su Diario: Toda mi alma se levanta contra estos hombres, estos gobiernos, estos pueblos, esta opinión corrompida del mundo: todo está bien siempre que los intereses de los fuertes queden por arriba y todo se empastela para producir la impotencia de la justicia. La Europa, la América del Norte, la del Sur, los hombres más eminentes y más respetados no titubean en encontrar que está bien que España y la sediciente República Española martiricen a Cuba, pues, ¿Qué es el martirio de un pueblo ante el interés 68

Fernando Barba, Los autonomistas del `70, op. cit., p. 27.

Hostos se esforzó por cumplir su misión latinoamericanista y solidaria en la Argentina. La coyuntura y los intereses de la clase dominante argentina lo llevaron a fracasar en su objetivo de general apoyo real y concreto para la lucha independentista cubana y puertorriqueña. Ninguna cantidad de honores y halagos pudo engañarlo de la realidad con la que se enfrentaba. De ahí su profundo dolor, tristeza y abatimiento con el que partió rumbo a Brasil y a Estados Unidos.

69

Eugenio María de Hostos. Diario; 14 de enero de 1874, en Obras completas, op. cit., pp. 80-81.

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6. Alexander Main  ¿América Latina sigue siendo el “patio trasero” de Estados Unidos? A fines de la primavera de 2008, el prestigioso Consejo de Relaciones Exteriores, en Nueva York, publicó un informe titulado “Relaciones entre Estados Unidos y América Latina: una nueva dirección para una nueva realidad”. Programado para influir en la política exterior del próximo gobierno estadounidense, el informe aseveró: “la era de Estados Unidos como la influencia dominante en América Latina ha terminado”. En la Cumbre de las Américas en abril del año siguiente, el presidente Barack Obama parecía estar en la misma página que los autores del informe, prometiendo a los líderes latinoamericanos una “nueva era” de “asociación igualitaria” y de “respeto mutuo”. Cuatro años más tarde, el segundo secretario de Estado que tuvo Obama, John Kerry, dio un paso más, declarando  Originalmente publicado Center for Economic and Policy Research, 16/09/2018> http://cepr.net/publicaciones/articulos-deopinion/america-latina-sigue-siendo-el-patio-trasero-deestados-unidos - Traducción por Francesca Emanuele. Alexander Main es director de política internacional del Centro para la Investigación Económica y Política (Center for Economic and Policy Research, CEPR) en Washington, DC.

solemnemente ante sus contrapartes regionales en la Organización de Estados Americanos (OEA) que la “era de la Doctrina Monroe había terminado”. El discurso (anunciando el fin de una política de casi 200 años, ampliamente vista como un cheque en blanco para la intervención de Estados Unidos en la región) fue calurosamente aplaudido, y tal vez le ganó algo de perdón a Kerry por haberse referido a América Latina como el “patio trasero” de Estados Unidos unos meses antes. En su enfoque hacia América Latina, el Gobierno del presidente Donald Trump ha tenido un tono decididamente diferente al del Gobierno de Obama. Poco después de mudarse a la Casa Blanca, Trump anunció que revertiría las políticas ampliamente elogiadas de Obama de normalización de las relaciones con Cuba. En lugar de confirmar la desaparición de la Doctrina Monroe, el primer secretario de Estado del presidente Trump, Rex Tillerson declaró que “claramente había sido un éxito”. Para que nadie lo considere un ignorante de la historia de la doctrina, se hizo eco de los sentimientos de sus autores originales (el presidente John Adams y el secretario de Estado James Monroe) al señalar, con respecto a las crecientes relaciones de China en la región, que “América Latina no necesita nuevos poderes imperiales” y que “nuestra región debe ser diligente para protegerse de los poderes lejanos”. Teniendo en cuenta estos y otros pronunciamientos de Trump y de su equipo, es tentador considerar que el actual

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Gobierno de ESTADOS UNIDOS tiene la intención de dar rienda a una política progresista e ilustrada hacia América Latina, iniciada bajo Obama. Pero un análisis más detallado de las políticas en curso sugiere que, en su mayor parte, el Gobierno de Trump persigue esencialmente los mismos objetivos políticos, económicos y de seguridad en la región que Obama, aunque a veces de una manera más descarada y agresiva. Del mismo modo, vale la pena señalar que la agenda de Obama en América Latina (con la importante y tardía excepción de la apertura con Cuba) no se diferenció significativamente de la de su predecesor, George W. Bush. De hecho, los Gobiernos estadounidenses han estado siguiendo aproximadamente la misma agenda en América Latina desde al menos principios del siglo XX; aunque las tácticas empleadas han cambiado significativamente con el paso del tiempo. El objetivo general sigue siendo el mismo: mantener la hegemonía estadounidense en toda la región. Pero, aunque los actores regionales derechistas y pro estadounidenses han protagonizado un retorno importante en los últimos años, mantener el control estratégico de Estados Unidos en América Latina puede ser difícil de sostener en el largo plazo, debido en parte al desplazamiento progresivo de ESTADOS UNIDOS como jugador económico dominante del hemisferio. Y el nacionalismo extremo de Trump puede contribuir a un despertar de los impulsos nacionalistas y antiimperialistas, como ha ocurrido recientemente en México.

Aunque a menudo está envuelta en una retórica de promoción de la democracia y derechos humanos, la agenda política de Washington en América Latina se puede resumir de la siguiente manera: mimar a los Gobiernos y movimientos que apoyan los objetivos económicos, de seguridad y de política exterior de Estados Unidos, y tratar de erradicar a los que no. En este sentido, Obama le dejó en herencia a Trump unos buenos cimientos. Mientras que en el momento de la toma de posesión de Obama en 2009 la mayoría de los latinoamericanos vivían bajo Gobiernos progresistas que, en general, buscacan una mayor independiencia de Estados Unidos; cuando éste dejó el cargo, solo un puñado de países todavía tenían Gobiernos de izquierda. Obama jugó un papel nada despreciable en la creación de este cambio político de repercusiones sísmicas. En 2009, él y su primera secretaria de Estado, Hillary Clinton, ayudaron a que un golpe militar de derecha triunfara en Honduras al obstaculizar los esfuerzos para restaurar al presidente electo de tendencia izquierdista, Manuel Zelaya. En el año siguiente, ESTADOS UNIDOS intervino en las elecciones haitianas y presionó con éxito a las autoridades del país para que cambiaran arbitrariamente los resultados electorales a fin de garantizar la victoria de un candidato derechista proestadounidense. En 2011, el Departamento de Estado de Estados Unidos frustró los esfuerzos regionales para revertir un “golpe parlamentario” que eliminó al presidente izquierdista de Paraguay a través de un proceso ampliamente criticado.

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Durante el verano de 2016, el Gobierno de Obama puso todo su poderío diplomático a disposición de los actores políticos corruptos de Brasil, quienes destituyeron a la presidenta Dilma Rousseff a través de un proceso de impugnación viciado y controvertido. Por esa misma época, el Gobierno de Estados Unidos se oponía a los préstamos multilaterales al Gobierno de Cristina Kirchner, agravando así una situación económica convulsa que ayudó a sellar la victoria del multimillonario de derecha, Mauricio Macri, en las elecciones presidenciales de 2015. La derrota de la izquierda en Brasil y Argentina significó que se habían eliminado dos pilares del movimiento de integración progresista de América Latina de comienzos del siglo XXI. Quedaba un pilar, resistiendo obstinadamente los repetidos intentos de Estados Unidos de derrocar a su Gobierno: Venezuela. Obama hizo un gran esfuerzo por sacar del poder a los chavistas de Venezuela. Su Gobierno se negó a reconocer la victoria electoral en 2013 de Nicolás Maduro, a pesar de que no hay evidencia de fraude. En 2015, justo cuando estaba tomando medidas para normalizar las relaciones con Cuba, Obama declaró a Venezuela una “amenaza extraordinaria a la seguridad nacional y a la política exterior de Estados Unidos” para justificar la imposición de sanciones selectivas contra altos funcionarios del Gobierno. Pero en agosto de 2017, Trump superó a Obama, imponiendo amplias sanciones económicas que restringieron el acceso de Venezuela a los mercados financieros internacionales, lo que exacerbó la actual

crisis económica del país. Fuentes de la Casa Blanca revelaron que Trump también ha estado considerando una invasión militar en Venezuela. ¿Por qué esta obsesión con Venezuela, un país que no representa una amenaza para la seguridad de Estados Unidos? Como se señala con frecuencia, la política de Washington en América Latina es a menudo un producto de la política interna; y la obsesión con Venezuela —alimentada en parte por sectores adinerados y de extrema derecha de la diáspora cubana y venezolana en Florida— es un ejemplo de ello. Pero más allá de esto, un Gobierno de izquierda en Venezuela plantea un desafío único a la hegemonía estadounidense, dada su vasta riqueza petrolera y su consiguiente capacidad de proyectar influencia por encima de sus fronteras (como lo ejemplifica el acuerdo Petrocaribe y otras iniciativas regionales venezolanas). Si bien estos dos factores han contribuido durante años al estatus de Venezuela como el enemigo número uno en el hemisferio, el equipo de política exterior de Trump incluye a un elenco de personajes particularmente virulento que ha llevado la obsesión con Venezuela a un nuevo extremo. El “equipo de ensueño” de la política exterior de Trump incluye al asesor de seguridad nacional, John Bolton, un notorio neoconservador que se obsesionó con la “amenaza” venezolana mientras estuvo en el Gobierno de George W. Bush. Tillerson ha sido reemplazado por el “halcón” de la política exterior, Mike Pompeo. Si bien Tillerson generó controversia con su elogio

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a la Doctrina Monroe, fue en algunos aspectos más cauteloso que su sucesor, habiéndose opuesto a las sanciones financieras contra Venezuela, recomendadas por el entonces director de la CIA, Pompeo. Finalmente, el senador cubanoestadounidense de Florida, Marco Rubio (que tiene fuertes relaciones con los sectores más intransigentes de la diáspora cubana y venezolana) se ha convertido, según todos los indicios, en el principal asesor de Trump en América Latina. Entre otras cosas, presionó con éxito para conseguir sanciones económicas contra Venezuela y pidió un golpe militar allí. Aunque el equipo de Trump parece estar especialmente enfocado en Venezuela, no hay dudas de que también tiene su vista puesta en los otros pocos Gobiernos izquierdistas restantes en la región: Cuba, Bolivia, Nicaragua, El Salvador y, quizás incluso el de una izquierda muy moderada, Uruguay. A su disposición hay un arsenal completo de herramientas de “poder blando” para avanzar en la agenda de “democracia y gobernanza” de Estados Unidos. La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) y la Fundación Nacional para la Democracia (NED, por sus siglas en inglés), financiada también por el Gobierno de Estados Unidos, tienen programas de “promoción de la democracia” que brindan capacitación y financiamiento principalmente a organizaciones proestadounidenses que a menudo tienen vínculos con partidos políticos. En varios países —como Venezuela, Bolivia, Ecuador

y El Salvador—, Estados Unidos ha utilizado estos programas para brindar apoyo material y táctico a los movimientos de derecha violentos y antidemocráticos. Trump también acogió la agenda de seguridad regional de su predecesor, que a su vez se basó en estrategias antidrogas y de contrainsurgencia desarrolladas bajo Clinton y George W. Bush. Ambos presidentes invirtieron miles de millones de dólares en el Plan Colombia, que apoyó vastas ofensivas militares, las que provocaron el desplazamiento de millones de personas y contribuyeron a miles de muertes civiles, sin tener prácticamente ningún impacto en la producción de cocaína. A pesar de sus cuestionables resultados, el Plan Colombia fue aplaudido por gran parte del establishment de la política exterior. Igualmente, ha sido promocionado como modelo para la Iniciativa Mérida en México (2008), respaldada por Bush, , que apoyó una “guerra contra las drogas” militarizada, la que ha conducido a decenas de miles de muertes. Originalmente Mérida incluía a Centroamérica, pero el Gobierno de Obama la dividió y creó la Iniciativa de Seguridad Regional para América Central (CARSI, por sus siglas en inglés), que mueve decenas de millones de dólares en asistencia de seguridad principalmente para Honduras, Guatemala y El Salvador. En los últimos años, cada uno de estos países ha adoptado su propio enfoque militarizado para la aplicación de la ley, y cada uno ha experimentado oleadas de violencia que los ubican entre los países más violentos del mundo. Los estudios demuestran que esta

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violencia ha sido un factor importante en el fuerte aumento del número de migrantes de estos países que huyen hacia México y Estados Unidos. Por supuesto, el Gobierno de Estados Unidos ha tenido una robusta agenda de seguridad que abarca a gran parte de América Latina desde mucho antes de que Teddy Roosevelt declarara a Estados Unidos como el “poder policial internacional” de la región. Durante las primeras décadas del siglo XX, Estados Unidos llevó a cabo numerosas intervenciones militares en América Latina y el Caribe, incluidas largas ocupaciones militares en Nicaragua, Haití y República Dominicana. Después de la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno de Estados Unidos desarrolló estrategias de compromiso de largo alcance con las fuerzas militares en todo el hemisferio. En 1946, el Departamento de Defensa de Estados Unidos emprendió la Escuela de las Américas (más tarde renombrada como Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad o WHINSEC, por sus siglas en inglés), donde miles de militares de toda América Latina recibieron entrenamiento contrainsurgente, supuestamente para defender a sus países del comunismo promovido por los soviéticos. La intervención militar directa de Estados Unidos en la región se hizo menos frecuente, pero las fuerzas militares latinoamericanas a menudo actuarían en conjunto con los agentes de inteligencia estadounidenses para reprimir violentamente a los movimientos de

izquierda y, en muchos casos, derrocar a los Gobiernos de izquierda. La Guerra Fría pudo haber terminado oficialmente en 1991, pero los programas de entrenamiento de Estados Unidos continuaron. El personal militar entrenado en Estados Unidos estuvo involucrado en golpes militares en Haití (1991), Venezuela (2002) y Honduras (2009), así como en sangrientas campañas de contrainsurgencia en Guatemala, El Salvador y Colombia. Los programas de entrenamiento de Estados Unidos, junto con otras formas de asistencia en materia de seguridad, le han permitido al Pentágono mantener una fuerte y continua influencia dentro de las fuerzas militares de América Latina. Además, Estados Unidos ha expandido su presencia militar directa en la región a través de acuerdos formales e informales para establecer sus bases militares en varios países, incluidos Perú, Guatemala, Honduras y, por supuesto, Colombia, el principal socio estratégico del Pentágono en la región. Estos y otros acuerdos permiten que Estados Unidos utilice instalaciones militares y otras instalaciones gubernamentales en varias partes de América Latina como plataformas para el lanzamiento de operaciones de seguridad o la realización de actividades de recopilación de información de inteligencia. El resultado agregado de los programas de entrenamiento y de utilización de bases militares por Estados Unidos, junto a otros acuerdos logísticos, es la consolidación del control estratégico del Ejército estadounidense sobre gran parte de la

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región. Mantener este control ha sido una prioridad para Estados Unidos, independientemente del Gobierno de turno. Honduras (donde Estados Unidos ha tenido cientos de tropas apostadas desde principios de los años ochenta) ofrece una vívida ilustración de cómo una relación de seguridad estratégica puede, desde el punto de vista del Gobierno de Estados Unidos, tener prioridad sobre cualquier otra consideración. En junio de 2009, los comandantes entrenados por Estados Unidos llevaron a cabo un golpe militar contra el presidente electo del país, Manuel Zelaya, quien, en su país, había desarrollado estrechas relaciones con los movimientos que habían hecho campaña contra la presencia militar estadounidense en Honduras y, a nivel exterior, forjó una fuerte alianza con el Gobierno venezolano. Como se describió anteriormente, Estados Unidos ayudó al golpe y luego aumentó la asistencia de seguridad a Honduras, a pesar del aumento en abusos contra los derechos humanos, incluyendo cientos de asesinatos de líderes sociales como la difunta Berta Cáceres, cuyos asesinos incluyeron a exmilitares entrenados por Estados Unidos y a militares activos entrenados por Estados Unidos. A fines de noviembre de 2017, el presidente en ejercicio de derechas, Juan Orlando Hernández, fue declarado ganador de unas elecciones gravemente dañadas por el fraude, tanto que incluso la Organización de los Estados Americanos, alineada con Washington, pidió que se hicieran de nuevo. En las semanas que siguieron, las protestas estallaron en todo el país y fueron

reprimidas violentamente por las fuerzas militares y policiales utilizando munición real, lo que provocó decenas de muertes de manifestantes desarmados. Sin inmutarse, el Departamento de Estado de ESTADOS UNIDOS reconoció el resultado de las elecciones y continuó brindando una contundente asistencia a las fuerzas de seguridad del país. Con respecto a la agenda económica regional de Estados Unidos, Trump se ha desviado bruscamente de las políticas de sus predecesores en algunos aspectos, en particular con su decisión de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Negociado bajo George H.W. Bush, aprobado por Clinton, y apoyado firmemente por George W. Bush y Obama, el TLCAN ha sido promocionado como un acuerdo comercial modelo por gran parte del establishment estadounidense (de forma muy parecida a como el Plan Colombia es visto como un modelo de programa de seguridad). Los nacionalistas económicos cercanos a Trump esperan reescribir el acuerdo de una manera que restaure las protecciones para algunas industrias pesadas de Estados Unidos y reduzca los llamados derechos de los inversores, pero ellos enfrentan una férrea oposición de muchos miembros del gabinete y de donantes de Trump, quienes representan los intereses de corporaciones multinacionales y bancos de Wall Street. Sin embargo, no hay indicios de que la camarilla de nacionalistas económicos de Trump esté tratando de poner fin a los esfuerzos para promover el neoliberalismo en toda la región, como ha venido haciendo

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el Gobierno de Estados Unidos desde finales de los años setenta. Estados Unidos continúa desplegando una variedad de herramientas intrusivas para desarrollar políticas que desplacen el control de los factores económicos de los Estados hacia el sector privado, y que expandan la financiarización de las economías. Estas políticas han sido una gran ayuda para las multinacionales estadounidenses y Wall Street, pero no han logrado mejorar la vida de la mayoría de los latinoamericanos. El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otras instituciones financieras internacionales (IFIs) en las que Estados Unidos ejerce un control efectivo sobre sus políticas, continúan condicionando préstamos que pueden llevar a ajustes monetarios y fiscales que paralizan la economía y obligan a los Gobiernos a abandonar estrategias de desarrollo y políticas industriales. Mientras tanto, los programas de ayuda económica de Estados Unidos a menudo debilitan aún más el rol económico del Estado mediante el apoyo a la privatización de bienes y servicios públicos y mediante una “asistencia técnica” que debilita los marcos regulatorios para atraer inversiones extranjeras directas a cualquier costo. En los años 80 y 90, América Latina experimentó estos “ajustes estructurales” neoliberales más que cualquier otra parte del mundo, en gran parte porque los Gobiernos requerían préstamos de las IFIs luego de la crisis de la deuda de principios de los 80. El resultado fue el final de un ciclo de desarrollo económico intenso para gran parte de la región y dos décadas de

un crecimiento en gran medida estancado, con indicadores sociales en declive y la venta de servicios públicos. A fines de la década del 90, los latinoamericanos ya estaban hartos y comenzaron a elegir Gobiernos de izquierda que, en diversos grados, se oponían al neoliberal “Consenso de Washington”. El resultado fue un período en el que las políticas económicas heterodoxas, incluidas la expansión de los programas de salud pública, educación y vivienda para los pobres y la renacionalización de las industrias estratégicas, se implementaron en muchos países, especialmente en América del Sur. Los resultados fueron en gran parte muy positivos, con aumentos significativos en el crecimiento económico y una reducción en los niveles de pobreza y desigualdad. En los últimos años, la turbulencia económica (que se debe en parte a la caída de los precios de los productos básicos y otros factores externos) ha contribuido a que los actores de derecha neoliberales recuperen el poder. Como se examinó anteriormente, las ofensivas antidemocráticas respaldadas por Estados Unidos también han contribuido al cambio hacia la derecha. Como resultado, la agenda económica neoliberal de Estados Unidos vuelve a ser dominante en la mayoría de América Latina. Sin embargo, el Gobierno de Estados Unidos teme que la región pueda escaparse de su control una vez más; y estos miedos pueden estar bien fundados. Por un lado, hay pocas ganas en la región de más reformas neoliberales. Es interesante observar, por ejemplo, que se han

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producido protestas masivas en tres países donde el FMI se ha involucrado recientemente en la formulación de políticas económicas:Argentina, Haití y Nicaragua (a unque en este último las protestas parecen haber recibido apoyo adicional de entidades respaldadas por Estados Unidos). En Brasil se están aplicando medidas extremas de austeridad con el apoyo del FMI y el poderoso sector financiero, y la popularidad del presidente no electo del país se ha reducido al 5 por ciento. En otras palabras, a pesar de los esforzados intentos del Gobierno de Estados Unidos para mantener a la izquierda fuera del poder, es probable que las elecciones favorezcan a los movimientos antineoliberales en el largo plazo. Aunque el riesgo de un retorno a los regímenes dictatoriales ya no es una posibilidad descabellada, particularmente si se consideran los acontecimientos recientes en lugares como Brasil (donde un popular expresidente ha sido encarcelado por cargos no comprobados) u Honduras (donde Estados Unidos apoyó una reelección fraudulenta e inconstitucional). Pero el actual Gobierno de Estados Unidos tiene más de qué preocuparse que por simples elecciones democráticas. Cuando Tillerson habló de la necesidad de “protegerse contra poderes lejanos”, no estaba hablando de manera abstracta; se estaba refiriendo principalmente a China, a la que acusó de “utilizar instrumentos de liderazgo económico para llevar a la región hacia su órbita”. La Estrategia de Seguridad Nacional 2017 de la Casa Blanca utiliza un

lenguaje similar para describir a la “amenaza” china, al igual que los miembros del Congreso de los dos principales partidos. Lo que todos parecen temer es el creciente predominio económico de China en América Latina. El comercio total entre China y América Latina ha pasado de $12 mil millones en 2000 a casi $280 mil millones en 2017. China también se ha convertido en un importante inversor en la región, y sus líneas de crédito, principalmente para proyectos de energía e infraestructura, ahora superan a las financiaciones del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo en conjunto. Tillerson y otros funcionarios advirtieron que China está promoviendo un nefasto “modelo de desarrollo liderado por el Estado”, mientras que la NED publicó recientemente un informe advirtiendo que China está capitalizando “su fortaleza económica para aumentar su influencia política en toda la región”. En realidad, no hay evidencia que sugiera que China no está cumpliendo con su política de no intervención en los asuntos internos de otros países. Al contrario de las prácticas crediticias del FMI, del Banco Mundial y de otras IFIs respaldadas por Estados Unidos, el financiamiento chino no está condicionado a la aplicación de políticas económicas ortodoxas (o de la cualquier otra política macroeconómica) por parte de los Gobiernos. Desde la perspectiva de los principales responsables políticos de Estados Unidos, de hecho, este es el problema. China, al no

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imponer condiciones políticas en sus transacciones comerciales y financieras, proporciona a sus socios latinoamericanos el espacio para que desarrollen sus propias alternativas económicas y políticas, incluidas las medidas “lideradas por el Estado” que chocan con la agenda de Estados Unidos. Aunque las declaraciones de los funcionarios estadounidenses suenan cada vez más intimidatorias frente a la “amenaza” china en América Latina (recientemente con intensos ataques contra el Gobierno de El Salvador después de su decisión de romper relaciones con Taiwán y normalizar las relaciones con Beijing), es poco lo que realmente pueden hacer para detener el avance inexorable de China en la región. Gran parte de la agenda agresiva e intervencionista de Trump en América Latina, al igual que las similares agendas de sus predecesores, no genera controversia dentro de la corriente dominante de Estados Unidos (salvo la demanda de un muro fronterizo pagado por México y algunos otros pronunciamientos escandalosos). Durante muchas décadas, la mayoría de la élite de la política exterior del país ha aceptado silenciosamente la idea de que Estados Unidos debe mantener una influencia política, militar y económica hegemónica en la región. Incluso los liberales John Mersheimer y Stephen Walt, expertos en relaciones internacionales (quienes adoptan la noción de un mundo multipolar) han argumentado que “preservar el dominio estadounidense en el Hemisferio Occidental” es “lo que realmente importa”. Para muchos, se trata de asegurar

la credibilidad internacional de Estados Unidos como una superpotencia. Pero indudablemente la resistencia latinoamericana a la agenda regional de Estados Unidos continuará, impulsada por el declive relativo de Estados Unidos como potencia económica, junto con el inevitable antiamericanismo generado por las payasadas xenófobas de Trump. La última señal de resistencia proviene de México, donde décadas de neoliberalismo y una fallida y devastadora guerra contra las drogas apoyada por Estados Unidos impulsaron la victoria arrolladora de un candidato de izquierda por primera vez en la historia contemporánea del país. En un momento en que la mayoría de los Gobiernos de la región están comprometidos con Washington, la notable transformación política en curso justo al sur de la frontera con Estados Unidos brinda un rayo de esperanza para los pueblos de América Latina y su búsqueda de una verdadera independencia.

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7. Alejandro Kurlat  Socialismo millennial: el auge del socialismo democrático en los Estados Unidos y el caso de los Democratic Socialists of America (2016-2018)

E

ABSTRACT

n este trabajo nos proponemos estudiar un aspecto novedoso de la actual etapa política en los Estados Unidos: el fuerte crecimiento de la adhesión a las concepciones del llamado “socialismo democrático” entre amplios sectores de la generación conocida como “millennial” (generación del milenio o Generación Y, son los nacidos entre 1981 y 1999). Desarrollaremos aquí las causas materiales, políticas e ideológicas de dicho fenómeno. En un segundo apartado, analizaremos el caso específico de la organización denominada “Democratic Socialists of America” (DSA por sus siglas en inglés), que declara haber incorporado miles de nuevos miembros en el periodo estudiado (2016-2018). Retomaremos aspectos de la historia de la organización,

así como elementos de su visión del llamado “socialismo democrático” y algunos aspectos de su estrategia política. Para realizar este estudio tomaremos como fuente diversos artículos periodísticos de medios norteamericanos y extranjeros, así como documentos oficiales de la propia organización. Palabras Clave: Socialismo Democrático; Millennials; Estados Unidos; Bernie Sanders

I

***

n this paper, we intend to study a novel aspect of the current political period in the United States: the steep growth of the adhesion to the conceptions of the so-called “democratic socialism” among broad sectors of the generation known as "millennial" (people who were born between 1981 and 1999). Therefore, we will elaborate on the material, political and ideological causes of this phenomenon. We will analyze the "Democratic Socialists of America" (DSA) as a case study. DSA claims to have incorporated thousands of new members in the proposed time frame (2016-2018). We will focus on aspects of the organization’s history, as well as elements of its vision on the so-called "democratic socialism" and certain aspects of its political strategy. We will analize newspaper articles american and international media outlets, as well as the organization’s official documents.

 Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (UBA). E-mail: alejandrokurlat@gmail.com |#16 | “Ajuste Cultural” | Abril 2019 Web site: www.huellasdeeua.com.ar ISSN: 1853-6506

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Keywords: Democratic Socialism; Millennials; United States of America; Bernie Sanders El fenómeno político que estudiamos en este trabajo viene captando fuertemente la atención de los medios de comunicación (norteamericanos e internacionales) en los últimos años. Es, por ejemplo, el caso de la influyente revista The Economist, que en uno de sus números de febrero de 2019 dedicó su nota de portada a esta misma temática, bajo el título “El ascenso del socialismo millennial”.1 Diversos medios periodísticos reflejan que cada vez más jóvenes norteamericanos se identifican a sí mismos como socialistas (sea cual fuere el significado que se le atribuya a este concepto): resulta muy sugestivo el título de una nota publicada en 2017 en Philadelphia Magazine, “Los chicos son todos rojos: el socialismo se levanta de nuevo en la era de Trump”.2 Este mismo fenómeno fue registrado también por encuestas (realizadas ese mismo año) que señalan que casi la mitad de los millennials preferirían vivir en un país socialista en vez de en uno capitalista.3

1

“Millennial socialism”, The Economist, 14/2/19. En: https://www.economist.com/leaders/2019/02/14/millenn ial-socialism. Consultado en marzo de 2019. 2 “The Kids Are All Red: Socialism Rises Again in the Age of Trump”, Holly Otterbein, Philadelphia, 18/11/2017. En: https://www.phillymag.com/news/2017/11/18/socialism -philadelphia-millennials/#0UekHYEDXhJTuQCm.99. Consultado en agosto de 2018. 3 “Millennials aren't satisfied with capitalism — and might prefer a socialist country, studies find”, Josh Magness, Miami Herald, 4/11/17. En: http://www.miamiherald.com/news/nationworld/national/article182765121.html. Consultado en agosto de 2018.

Esto no significa necesariamente que la adhesión a concepciones políticas socialistas sea un rasgo mayoritario de la generación millennial, ni que sea un fenómeno transversal a sus diversos componentes sociales. Por sus características, el fenómeno parece abarcar especialmente a jóvenes urbanos de educación universitaria (ejemplificaremos este elemento en el apartado específico sobre los D.S.A.). Pero lo que resulta un hecho comprobable, a partir de las encuestas citadas y de los diversos fenómenos políticos observados, es que la simpatía por concepciones socialistas (y más específicamente, del llamado socialismo democrático) abarca a sectores numéricamente muy considerables de la generación millennial norteamericana. Y que, más allá de las consideraciones cuantitativas, se trata de un fenómeno políticamente muy visible y dinámico. Que un fenómeno de estas características ocurra en los Estados Unidos es toda una novedad, ya que rompe con el clima político dominante por lo menos desde mediados de la década de 1970, en la que se impuso en dicho país un marcado giro conservador de la conciencia de las grandes mayorías. Es necesario remontarse hasta la década de 1960 y los primeros años de los ’70 para volver a encontrar en la historia norteamericana grandes organizaciones juveniles identificadas con el socialismo (aunque de características muy diferentes), que se habían desarrollado al calor de la lucha por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam.

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Por otra parte, la reivindicación (por parte de amplias franjas de la juventud) del concepto de socialismo rompe con tradiciones políticas todavía más profundas y arraigadas en los Estados Unidos: el macartismo dominante desde el comienzo de la Guerra Fría, y el liberalismo individualista que se encuentra en el corazón mismo de la identidad nacional norteamericana. A lo largo de la mayor parte del siglo XX (y todavía hasta la actualidad), los términos “socialismo” y “comunismo” eran utilizados indistintamente por parte de medios de comunicación y dirigentes políticos como forma de denostar a sus rivales, identificándolos con el gran enemigo nacional: la Unión Soviética y sus aliados. Ser “socialista” significaba, desde esta perspectiva, estar en la vereda de enfrente de los valores americanos: razón suficiente para que muy pocos actores políticos en los Estados Unidos quisieran identificarse como tales. Consideramos, por lo tanto, que el estudio de este fenómeno político resulta de gran interés por su carácter novedoso y rupturista, así como por las potencialidades de su desarrollo para el futuro de la política norteamericana e internacional.

1) El avance del socialismo democrático entre la juventud millennial norteamericana 1.1) Los efectos económico-sociales de las transformaciones neoliberales y la crisis de 2008

El fenómeno político que estudiaremos en este trabajo responde a una pluralidad de causas, tanto económicas como políticas e ideológicas, todas ellas situadas históricamente en un contexto determinado. Comenzaremos por tomar en consideración las condiciones materiales, económicosociales de su desenvolvimiento. Es necesario situar al fenómeno estudiado en el marco de un proceso de transformaciones profundas, que comenzó en la década de 1970 (tanto en Estados Unidos como en otros países) y que incluyó el despliegue de políticas económicas neoliberales, así como un debilitamiento sostenido de las organizaciones sindicales y del poder de negociación salarial de la clase trabajadora (ligado a su vez al desarrollo de una serie de transformaciones del mercado laboral, tecnológicas, político-ideológicas y culturales). Este mismo proceso socio-económico se vio profundizado a partir del año 2008 por la irrupción de una crisis económica mundial de grandes magnitudes, así como por una intervención política de diversos gobiernos que respondieron a ella aplicando planes de ajuste fiscal y “austeridad” sobre la clase trabajadora. Desde el punto de vista material, estos elementos significaron el retroceso de las condiciones de vida de amplios sectores de la población de los Estados Unidos. Esto es lo que ocurrió, por ejemplo, con trabajadores que antes del estallido de la crisis de 2008 poseían empleos encuadrados en convenios colectivos de

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trabajo y relativamente bien pagos, pero que fueron despedidos como consecuencia del impacto de la crisis. Muchos de ellos encontraron luego nuevos empleos (especialmente en el llamado “sector servicios”) en condiciones de precariedad laboral, con salarios más bajos y sin convenios ni sindicatos.4 Esto implica también frecuentemente la necesidad de alargar la jornada laboral con varios empleos diferentes, que permitan alcanzar un ingreso suficiente para cubrir las diversas necesidades. Por otra parte, pese a la recuperación económica que le siguió a la crisis, en muchos casos los salarios nominales se mantuvieron estancados, o tuvieron un crecimiento muy moderado que no llegó a alcanzar el aumento producido en el costo de vida. El salario mínimo federal se mantuvo durante toda una década en el valor de 7,25 dólares por hora de trabajo.5 Pero al mismo tiempo, muchos costos se mantuvieron en aumento, lo que en la práctica significa una reducción anual del poder adquisitivo del salario. Este es el caso, por ejemplo, de los costos crecientes del sistema de salud, en un país en el que la mayoría de la población está cubierta por seguros de salud privados.6

Algo similar ocurre con el precio de la vivienda, que también viene en aumento hace décadas -como consecuencia de tendencias de largo plazo del sistema capitalista, incluyendo el gran crecimiento de la especulación en el rubro. La propiedad inmobiliaria es cada vez más inaccesible, por lo cual viene decreciendo el porcentaje de la población que es propietaria de sus hogares.7 Por esta misma razón, los precios del alquiler vienen también en aumento, a un ritmo que supera el de la inflación.8 De esta forma, cada vez los trabajadores deben dedicar un mayor porcentaje de su salario para garantizar el acceso a la vivienda. Por otra parte, el retroceso socioeconómico experimentado desde 2008 no solo afectó a sectores asalariados. También afectó a amplios sectores entre los jóvenes estudiantes y graduados universitarios, provenientes de los más diversos estratos sociales. El acceso a la educación superior, enormemente onerosa, implica que los jóvenes norteamericanos culminan sus estudios fuertemente endeudados. Por otra parte, gran cantidad de jóvenes recibidos de carreras universitarias no encuentran trabajos calificados acordes a sus estudios, por lo que deben conseguir cualquier clase de empleos, muy precarizados y con salario real muy inferior a los que existían hace décadas para el mismo sector de la

4

“The Kids Are All Red: Socialism Rises Again in the Age of Trump”, Holly Otterbein, Op. Cit. 5 “Workers, AFL-CIO, Democrats open legislative push for $15 minimum wage”, Mark Gruenberg, People’s World, 8/2/19. En https://www.peoplesworld.org/article/workers-afl-ciodemocrats-open-legislative-push-for-15-minimumwage/. Consultado en marzo de 2019. 6 “The Teachers Revolt in West Virginia”, Michelle Goldberg, The New York Times, 5/3/2018. En: https://www.nytimes.com/2018/03/05/opinion/west-

virginia-teachers-strike.html. Consultado en agosto de 2018. 7 “U.S. Homeownership Drops To Its Lowest Level Since 1967”, Brad Tuttle, Money, 28/7/2015. En: http://time.com/money/3975212/homeownership-raterecord-low/. Consultado en agosto de 2018. 8 “It’s Not Just You: 5 Signs Rent Is Totally Out of Control”, Brad Tuttle, Money, 26/6/2017. En: http://time.com/money/4830674/rent-afford-increaseprices/. Consultado en agosto de 2018.

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población. Esto se complementa con la enorme dificultad para acceder a la propiedad inmobiliaria, con precios astronómicos en relación a sus ingresos. De esta manera, buena parte de la nueva generación norteamericana vive concretamente en peores condiciones que lo que vivió la generación anterior, con una capacidad mucho menor de proyectar un futuro y -menos aún- de ascender socialmente. Todo esto marca un muy profundo contraste con las condiciones objetivas que existían en los Estados Unidos desde la segunda posguerra, y que perduraron por lo menos hasta la crisis de la década del ‘70. La relativa prosperidad material que gozaban amplios sectores de la clase trabajadora (en especial, los trabajadores blancos) había permitido el despliegue del viejo sueño americano, es decir, de la expectativa de un progreso ilimitado para cualquiera que “se esforzara lo suficiente”. Esta concepción sobre la realidad económico-social fue durante décadas un elemento fundamental para la formación de la subjetividad política de gran parte de los trabajadores en los Estados Unidos. Contribuía a disolver la auto-percepción de dicho sector social en tanto clase separada y con intereses propios, tendiendo a identificarse a sí mismos como parte de una amorfa “clase media”. Por otro lado, las expectativas del “sueño americano” tendían a amortiguar los conflictos y choques entre las clases sociales, y ayudaban a canalizar la participación política de la clase trabajadora en el marco del régimen existente, de sus partidos y proyectos.

Pero esas mismas condiciones objetivas de relativo bienestar, que ya habían comenzado a retroceder desde la crisis de 1973 y la ofensiva neoliberal de los ‘80, quedaron definitivamente sepultadas a partir de la crisis de 2008, de la nueva realidad de un capitalismo cada vez más desigual, excluyente y precarizador. El sueño americano quedó demasiado lejos, instalándose entre muy amplios sectores sociales la falta de expectativas de progreso, el pesimismo y la frustración. Todo esto no puede dejar de tener un fuerte impacto en cómo amplios sectores de la sociedad norteamericana (y en especial de su nueva generación) se identifican a sí mismos. Se verifica aquí el regreso de la categoría de “clase trabajadora”, que por mucho tiempo había desaparecido del escenario político y académico norteamericano. Según encuestas realizadas en 2014, más del 56% de los jóvenes de entre 18 y 35 años (los denominados millennials) en Estados Unidos se consideran a sí mismo como parte de dicha clase social, mientras que sólo un tercio se reconoce como parte de la “clase media”.9 Esta nueva forma de identificarse no solo es un síntoma de los cambios ocurridos en el terreno económico-social, sino que es también un punto de partida para una transformación más profunda de la

9

“US millennials feel more working class than any other generation”, Sh. Malik; C. Barr; A. Holpuch, The Guardian. 15/3/16. En: https://www.theguardian.com/world/2016/mar/15/usmillennials-feel-more-working-class-than-any-othergeneration. Consultado en agosto de 2018.

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conciencia política y de las prácticas de participación, protesta y organización en el terreno político-social. En este sentido, diversas publicaciones del año 2018 señalan el regreso de la valoración social positiva (especialmente entre los jóvenes) de los sindicatos como herramienta para defender el nivel de vida y conquistar derechos.10

1.2) Las experiencias políticas de la generación millennial En segundo lugar, es necesario agregar también al análisis otra dimensión: la de las experiencias políticas que la generación millennial observó desarrollarse frente a sus ojos, y que contribuyeron en mayor o menor medida a la formación de una conciencia crítica, anti-corporativa y de oposición al statu quo. Desde principios del año 2011 se sucedieron una serie de acontecimientos y experiencias políticas que marcaron una fuerte impronta en la subjetividad de sectores de dicha generación. En varios países se desarrollaron procesos de movilización masiva relacionados a los efectos de la crisis económica mundial: el detonante fue la llamada “Primavera Árabe” (que implicó la caída de gobiernos en Túnez y Egipto). Pocos meses después, en mayo de 2011, irrumpió también el movimiento de los Indignados en España. Todos ellos

tuvieron un fuerte impacto políticomediático a nivel internacional, y mostraron a una nueva generación de jóvenes que se rebelaban contra el statu quo (esta fue, por ejemplo, la tapa de la revista Time de diciembre de 2011, que señalaba al “manifestante” como personaje del año11). Uno de los elementos destacados de ese proceso fue la importancia de las redes sociales en la organización de las protestas y en la formación de nuevos colectivos activistas. En los Estados Unidos, este proceso encontró su eco local en septiembre de 2011, con el nacimiento en Nueva York del movimiento Occupy Wall Street. A través de la ocupación de plazas y centros simbólicos del capital financiero, este movimiento puso en cuestionamiento la distribución muy desigual de la riqueza en los Estados Unidos, y el desigual trato político por parte del Estado hacia los diferentes sectores socio-económicos. Uno de sus principales slogans dividía a la sociedad en dos polos antagónicos: por un lado, el 1% de grandes millonarios, referenciado en Wall Street, que tendría en sus manos las grandes palancas de la economía. Por otro lado, el 99% restante, que estaría desprovisto de todo poder real. En el mismo sentido, el movimiento denunciaba la orientación que los sucesivos gobiernos norteamericanos se dieron desde 2008 para abordar la crisis. Al mismo tiempo que se hundían las condiciones de vida de los trabajadores y de la enorme

10

“Millennials: Unions Good, Corporations Bad”, Cole Stangler, Jacobin, 2018. En: https://www.jacobinmag.com/2018/06/millennialsunions-corporations-opinion-class-struggle. Consultado en agosto de 2018.

11

“The Protester”, Kurt Andersen, Time, 14/12/11. En: http://content.time.com/time/specials/packages/article/0, 28804,2101745_2102132,00.html. Consultado en marzo de 2019.

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mayoría de la población, el Estado inyectaba una gran cantidad de fondos para rescatar a los capitalistas más concentrados de la quiebra, regalándoles cientos de miles de millones de dólares. El impacto de esta prédica “anti-corporaciones” dejó una huella visible en la cultura norteamericana, como puede observarse en una amplia gama de series12, películas, bandas musicales, etc. A estas experiencias políticas se sumó también la irrupción, a lo largo de toda la década siguiente, de una nueva camada de movimientos sociales, colectivos y organizaciones que cuestionaban diversos aspectos del statu quo. Entre ellos se destacan el movimiento antirracista Black Lives Matter, el movimiento por el salario mínimo de 15 dólares por hora de trabajo, el movimiento de inmigrantes por sus derechos, la irrupción de un masivo movimiento de mujeres (especialmente a partir de la asunción de Donald Trump), entre otros. La experiencia de dichos movimientos sociales dejó su huella en una numerosa camada de jóvenes (tanto entre quienes se involucraron activamente en ellos como entre quienes simpatizaron pasivamente), contribuyendo a la formación -entre amplios sectores de la generación millennial- de una conciencia política con rasgos disruptivos.

12

Una serie muy emblemática es la popular Mr. Robot, en la que un grupo de hackers se plantea tirar abajo una megacorporación financiera con el objetivo de eliminar la tiranía de las deudas.

1.3) El fenómeno Bernie Sanders Estos elementos críticos y de cuestionamiento en la conciencia de amplios sectores juveniles encontraron una forma particular de expresión política a partir de la campaña electoral que Bernie Sanders desplegó en las elecciones primarias de 2016. En las primarias del Partido Demócrata de dicho año, Hillary Clinton se presentó como representante del establishment partidario, con rasgos neoliberales y continuistas en relación al statu quo. Por esa razón, su figura aparecía fuertemente cuestionada entre los sectores más progresistas del electorado (fueran tradicionalmente demócratas o independientes), y especialmente entre los jóvenes. De esta manera, se abría un considerable espacio político para el crecimiento de alternativas que se ubicaran a la izquierda de Clinton y del establishment demócrata. Este espacio político disponible, sin embargo, no se tradujo en una irrupción en la campaña electoral de candidaturas independientes que impugnaran el bipartidismo tradicional, ni de un “tercer partido”, diferente al Demócrata y al Republicano. Más allá de la existencia de algunos otros partidos, ninguno consiguió ubicarse en el centro de la escena política. Por el contrario, en la campaña electoral de 2016, la existencia de un espacio político a la izquierda de Hillary Clinton se procesó mayormente al interior del propio Partido Demócrata, a través de la candidatura del senador Bernie Sanders a las primarias presidenciales.

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La candidatura de Sanders tuvo de esa forma efectos contradictorios: por un lado, abrió un canal de expresión (aunque reducido a las elecciones primarias) al descontento acumulado con el neoliberalismo demócrata, pero por otro lado contribuyó a obstaculizar el posible desarrollo de cualquier alternativa que rompiera con el sistema bipartidista desde la izquierda. Este último elemento puede observarse con claridad luego de que Sanders fuera derrotado en las primarias, quedando polarizadas las elecciones generales entre Clinton y Donald Trump, sin una tercera alternativa electoral con alcance masivo. Pese a su decisión de presentarse por dentro del Partido Demócrata, la campaña de Sanders incluyó algunos elementos bastante disruptivos. Uno de los principales fue presentarse a las primarias identificándose públicamente como 13 socialista democrático y proponiendo una revolución política: de esta manera, Sanders marcó una contraposición ideológica con todos sus adversarios, poniendo el foco en el problema de la desigualdad socioeconómica, la pobreza y las 13

El socialismo democrático de Sanders debe entenderse en un sentido mucho más neo-keynesiano que marxista: no se plantea como objetivo la ruptura con el sistema capitalista, ni ningún gran choque de clases sociales, sino que el Estado federal adopte una política activa de redistribución de los ingresos y de puesta en pie de un estado de bienestar, garantizando un piso mínimo de nivel de vida para toda la población. Más en general, Bernie Sanders reivindica el modelo de los estados de bienestar que atribuye actualmente a los países nórdicos, o a gran parte de Europa en la segunda posguerra. Reivindica también al New Deal, política de concesiones socio-económicas a las clases trabajadoras implementada en Estados Unidos durante la década de 1930, bajo el mandato del presidente demócrata Franklin D. Roosevelt.

dificultades que sufren la clase trabajadora y las mayorías populares. Por otra parte, su campaña rechazó los aportes corporativos y se financió exclusivamente con pequeñas donaciones particulares, de las capas medias y bajas de la población. Marcó así una clara diferencia con el establishment partidario, ganándose la simpatía de amplios sectores de la base demócrata.En cuanto al contenido político de la campaña de Sanders, su plataforma incluía demandas como un sistema de cobertura de salud universal, público y gratuito (conocido como Medicare for All); la gratuidad de la enseñanza universitaria y superior –así como el alivio de deudas de los estudiantesbasado en el establecimiento de impuestos a los especuladores de Wall Street; el salario mínimo de 15 dólares por hora de trabajo y el derecho universal a la sindicalización de los trabajadores; un plan federal de obras públicas para garantizar el pleno empleo, la ampliación de derechos de los inmigrantes y el cese de las deportaciones; la implementación de medidas de protección ambiental para pelear contra el cambio climático; la defensa del derecho al aborto y de los derechos de las personas LGTB, entre otras.14 Finalmente, Sanders recibió en las elecciones primarias demócratas de 2016 el voto de más de 13 millones de personas. Estos números no alcanzaron para derrotar al poderoso aparato del “establishment” demócrata (Clinton se impuso con poco 14

En el sitio web de la organización Our Revolution pueden leerse muchas de las posiciones levantadas por Sanders durante su campaña electoral, en: https://ourrevolution.com/issues/. Consultado en marzo de 2019.

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menos de 17 millones de votos), pero sí permitieron consolidarlo como una de las principales figuras políticas del país. Por otra parte, la campaña electoral de Sanders despertó el entusiasmo de una numerosa cantidad de jóvenes. A lo largo y ancho de Estados Unidos se pusieron en pie comités de campaña donde se incorporaron muchos nuevos activistas, y donde se formó y destacó una nueva camada de organizadores y referentes locales, pertenecientes a diversas organizaciones. En ese mismo sentido, Sanders fue votado en las primarias demócratas por 2 millones de personas que poseían menos de 30 años de edad15: se trata de una cantidad de jóvenes mucho mayor que la que en esas primarias votó a Trump y a Clinton sumados entre sí-. Este dato político señala que, dentro de la cantidad de jóvenes relativamente escasa que votó en dichas elecciones (la gran mayoría de las personas que participaron eran mayores de 30 años), su contingente principal y más numeroso fue aportado por votantes de Sanders, demostrando una capacidad de adhesión y movilización juvenil mucho mayor que sus contrincantes. No ahondaremos aquí en las características políticas de Sanders ni en su trayectoria posterior a las elecciones primarias de 15

“More young people voted for Bernie Sanders than Trump and Clinton combined — by a lot”, Aaron Blake, The Washington Post, 20/6/2016. En: https://www.washingtonpost.com/news/thefix/wp/2016/06/20/more-young-people-voted-forbernie-sanders-than-trump-and-clinton-combined-by-alot/?utm_term=.e1590bf085fe. Consultado en agosto de 2018.

2016, sino que nos interesa remarcar la importancia que tuvo su campaña electoral en la difusión político-ideológica, entre amplios sectores de la juventud norteamericana, del socialismo democrático como concepto general y como un programa específico de reivindicaciones concretas, expresadas en sus consignas de campaña.

1.4) La generación millennial en la historia Para finalizar este apartado, queremos agregar al análisis otra dimensión más: la específicamente ideológica. Para ello situaremos a la actual generación juvenil en relación a un conjunto de acontecimientos históricos de gran magnitud, ocurridos aproximadamente en el mismo momento del nacimiento de los millennials (o pocos años antes o después, según el caso). Se denomina convencionalmente como millennials a los jóvenes nacidos aproximadamente entre mediados de la década de 1980 y mediados-fines de la década de 1990. Es decir, se trata de una generación que apareció en el mundo en el preciso momento histórico del derrumbe de los así llamados “socialismos reales”, con los hechos emblemáticos de la caída del Muro de Berlín, la disolución de la Unión Soviética y la restauración del capitalismo en Rusia, China y Europa del Este. Estos hechos fueron acompañados de un balance triunfalista por parte de medios de comunicación e intelectuales defensores del

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capitalismo y el neoliberalismo. Son célebres las consideraciones de Francis Fukuyama sobre el supuesto “fin de la historia”. Se instalaba en esos años la idea de que el socialismo (en todas sus variantes y modelos posibles) había fracasado, que el capitalismo neoliberal era el único sistema económico-social posible y que no había ninguna alternativa. En ese marco, sectores de las viejas generaciones identificados genéricamente con la izquierda sufrieron un duro golpe subjetivo, llevando a la crisis de muchas organizaciones y activistas. Este proceso, por otra parte, ya había comenzado a lo largo de las décadas de 1970 y 1980 con la instalación de un clima político conservador en muchos países, desde el triunfo de una serie de golpes militares en América Latina y de presidencias neoliberales como la de Margaret Thatcher en el Reino Unido y la de Ronald Reagan en los Estados Unidos. Pero el rasgo específico y distintivo de la generación millennial, es que entró a su adolescencia (y más todavía, a su adultez) cuando esos acontecimientos ya habían culminado, quedando atrás en el tiempo como parte del pasado histórico. La experiencia política consciente de la generación millennial transcurrió plenamente en un mundo capitalista: con excepción de algunos países pequeños como Cuba y Corea del Norte, ningún otro desde la década de 1990 conservó economías mayormente estatizadas. De esta forma, en la nueva generación el efecto ideológico de la caída del “bloque socialista” fue más indirecto y menos encarnizado que el sufrido por la

generación anterior, que se había desenvuelto y formado su subjetividad política -durante el medio siglo que siguió a la Segunda Guerra Mundial- en un mundo en el que los países que se identificaban a sí mismos como “socialistas” o “comunistas” y donde los medios de producción se concentraban en manos del Estadollegaban a nuclear, en su conjunto, a aproximadamente un tercio de la población mundial, y eran parte fundamental de la dinámica política internacional. Más aún, la percepción de amplios sectores de la generación millennial a partir de la experiencia de sus propias vidas en la adolescencia y adultez (transcurridas en las décadas del 2000 y 2010), es que el único fracaso sistémico que los afectó directamente es el del capitalismo neoliberal, por ser responsable de la decadencia de sus propias condiciones de vida y de la falta de perspectivas a futuro. Esta inversión del marco interpretativo en sectores de la generación millennial en los Estados Unidos produjo (por lo menos desde la crisis mundial de 2008) condiciones políticas bastante más favorables para el relanzamiento de perspectivas socialistas y de izquierda que las que venían existiendo desde comienzos de la década de 1990 (e inclusive en los ‘80). Sin embargo, de esto no se desprende que la caída de los llamados “socialismos reales” carezca de consecuencias sobre las concepciones políticas de la nueva generación. La tendencia socialista específica que en el periodo estudiado alcanzó un mayor grado de expansión entre

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los millennials de Estados Unidos, el llamado socialismo democrático, se caracteriza por poseer un balance especialmente crítico de las experiencias de los “socialismos reales”, y por provenir de una tradición que ya se oponía a esas experiencias desde la década de 1950 (aspecto que desarrollaremos en el apartado sobre la historia de los DSA). Es decir, el resurgir del socialismo entre los jóvenes norteamericanos tiene como premisa un claro corte histórico con lo que buena parte del mundo entendía como socialismo en el periodo anterior, ocurriendo en ese sentido un proceso de resignificación del término (como también profundizaremos en el caso específico de los DSA).16 Por otra parte, el mismo corte histórico operado durante las décadas de 1980 y 1990 también influyó en otro aspecto político-ideológico. Durante fines de la década de 1960 y comienzos de 1970 habían experimentado un fuerte crecimiento organizaciones como los Students for a Democratic Society, los Black Panthers, los RUM de Detroit (Revolutionary Union Movement) y el conjunto de las corrientes de la New Left, identificadas en términos generales con la izquierda revolucionaria (y/o con el nacionalismo negro revolucionario), y referenciadas en teóricos como Lenin, Mao Tse-Tung, Trotsky, Che Guevara o Malcolm X.

16

“Bernie Sanders’s New Deal Socialism”. The New Yorker, Jedediah Purdy, 20/11/2015. En: https://www.newyorker.com/news/news-desk/berniesanderss-new-deal-socialism. Consultado en agosto de 2018.

Las concepciones políticas de esas corrientes, predominantes en el espectro político de la izquierda, ponían como centro de su estrategia la necesidad de un levantamiento revolucionario de las clases y sectores subalternos, que inevitablemente implicaría choques violentos con las fuerzas represivas de la clase dominante. Esta visión estratégica era compartida tanto por organizaciones que defendían la táctica de la lucha armada (como tarea inmediata), como por aquellas que consideraban que era necesario generar condiciones políticas que hicieran posible el choque revolucionario en el futuro. Por el contrario, las concepciones de la tendencia del socialismo democrático (que ya estaba presente en la izquierda norteamericana en la década de 1970, pero en aquel momento de manera minoritaria frente a las otras corrientes) carecen de estas connotaciones revolucionariasinsurreccionales, y se apoyan en cambio en la tradición del socialismo reformista, aspecto que retomaremos a partir del estudio de la historia y documentos de los DSA. Esto no significa, sin embargo, que en los Estados Unidos en la década de 2010 la única tendencia que haya experimentado un crecimiento sea la del socialismo democrático. Existen también evidencias del crecimiento (aunque en mucho menor escala) de corrientes socialistas adherentes a otras concepciones diferentes, propias de la izquierda revolucionaria. Un ejemplo de lo anterior es el éxito obtenido por Kshama Sawant, militante de la organización trotskista Socialist Alternative, quien fue

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electa en 2014 al Concejo Municipal de la ciudad de Seattle y que posee cierta presencia mediática. Por otra parte, inclusive al interior de una organización socialista democrática como los DSA participan también corrientes y activistas que adhieren a concepciones del trotskismo, maoísmo o de la izquierda leninista en general. Pero lo que resulta indiscutible es que el crecimiento más pronunciado en la década de 2010 correspondió a la tendencia socialista democrática, como puede observarse en los resultados obtenidos por Bernie Sanders, por el fuerte crecimiento en las filas de los DSA y por el gran impacto mediático y político de figuras como Alexandria Ocasio-Cortez. Por lo tanto, es necesario concluir que, pese a que en los Estados Unidos ocurrió en la última década un relanzamiento de las concepciones socialistas (con respecto al retroceso experimentado por las mismas desde la década de 1970), este relanzamiento ocurrió sobre la base del predominio de las tendencias reformistas, lo que implica una importante diferencia con el anterior periodo en el que se había desarrollado la izquierda norteamericana.

2) El caso de los Socialistas Democráticos de América En este apartado nos centraremos en el estudio de la organización socialista que consiguió un mayor crecimiento en los últimos años: los denominados Socialistas Democráticos de América (DSA por sus siglas en inglés, Democratic Socialists of

America). A continuación, retomaremos algunos elementos de su recorrido histórico, para luego introducirnos en sus concepciones teórico-políticas y en algunos aspectos de su praxis.

2.1) El origen de los D.S.A.: Michael Harrington, Max Shachtman y la estrategia del “realineamiento” Para rastrear los orígenes de la corriente de la que provienen los DSA, es necesario remontarse hasta mediados de la década de 1950, momento en el que se introdujo al movimiento socialista el fundador y principal dirigente teórico-político de dicha organización: Michael Harrington, quien se había iniciado en su vida política en una corriente de la izquierda católica (Catholic Worker)17. A mediados de los ‘50, Harrington se incorporó a la organización denominada Independent Socialist League (ISL, previamente conocida como Workers Party), dirigida por Max Shachtman, quien sería una de sus principales influencias político-ideológicas. Por esta razón, comenzaremos por desarrollar las concepciones de este último, para luego regresar a Harrington y los DSA. Max Shachtman era un dirigente proveniente de la corriente trotskista, pero que se había alejado de ella a comienzos de la década del ‘40 por diferencias políticas 17

“On Michael Harrington’s Democratic Socialism”, KIM PHILLIPS-FEIN, In These Times, 31/7/18. En: http://inthesetimes.com/article/21343/michaelharrington-democratic-socialism-left-america-mauriceisserman. Consultado en marzo de 2019.

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con respecto a la Unión Soviética (pertenecía a la corriente denominada antidefensista y caracterizaba a su régimen como un colectivismo burocrático). Con el tiempo, Shachtman fue desarrollando un conjunto de concepciones propias, cada vez más alejadas de las de su corriente de origen. Una de sus características más destacadas era su ferviente oposición al comunismo de cuño estalinista, al que llegó a considerar como cualitativamente inferior a las democracias capitalistas de Occidente debido a su fuerte autoritarismo. Bajo estas concepciones Shachtman se alineó en varios aspectos con la política exterior de los Estados Unidos durante la llamada “guerra fría”, apoyando la invasión a Bahía de los Cochinos en 196118 y sosteniendo una política muy ambigua hacia la guerra de Vietnam desde 196519 -en la que denunciaba con mucho más ahínco al Vietcong que a los invasores norteamericanos. En cuanto a sus concepciones estratégicas, las ideas de Shachtman giraban alrededor de la llamada estrategia del realineamiento: según ella, las organizaciones obreras, las corrientes socialistas y los sectores más “liberales” debían realizar su trabajo político al interior del Partido Demócrata, con el objetivo de convertirlo en un partido similar al laborismo británico o a la socialdemocracia europea que pudiera

disputar seriamente el poder.20 En esta perspectiva cumplirían un importante rol los dirigentes sindicales, lo que implicaba sostener una alianza estratégica con ellos inclusive cuando estos llevaban adelante la purga de comunistas en el movimiento obrero, se alineaban a la “caza de brujas” del macartismo y sostenían la política exterior guerrerista de los Estados Unidos. Bajo esta orientación, Shachtman impulsó a los miembros de la ISL (incluyendo a Michael Harrington) a incorporarse en 1957 al Socialist Party of America (SPA), partido socialista reformista al que había pertenecido el emblemático Eugene Debs (principal figura del socialismo norteamericano de las primeras décadas del siglo XX), y que tuvo luego como principal referente partidario a Norman Thomas (seis veces candidato presidencial hasta 1948). Shachtman y Harrington militaron durante quince años en el SPA, llegando a tener importantes posiciones de dirección en el mismo y una fuerte influencia en su orientación política. Fue también en dicho periodo cuando Michael Harrington se volvió ampliamente conocido entre los sectores progresistas, especialmente a partir de la publicación en 1962 de su libro The Other America, un tratado sobre la pobreza en los Estados Unidos que alcanzó una importante difusión en su época.

18

“It’s Their Party”, PAUL HEIDEMAN, Jacobin, 02.04.2016. En: https://www.jacobinmag.com/2016/02/democraticparty-realignment-civil-rights-mcgovern-meany-rustinsanders. Consultado en marzo de 2019. 19 “Shachtman and His Legacy”, David Finkel, Solidarity. En: https://solidarity-us.org/atc/57/p2645/ . Consultado en marzo de 2019.

20

“The Left and the Democratic Party”, Dan La Botz, New Politics, 2019. En: https://newpol.org/issue_post/the-left-and-thedemocratic-party/. Consultado en marzo de 2019.

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Durante la década del ‘60, el SPA de Shachtman y Harrington se convirtió en un puntal de la estrategia del realineamiento, dejando de presentar candidatos presidenciales propios y transformándose de esa manera en una especie de tendencia interna del Partido Demócrata. Por otra parte, el SPA jugó un importante rol en el movimiento por los derechos civiles, pero al mismo tiempo se distanció (con fuertes críticas) del movimiento anti-guerra de Vietnam, al que acusaban de ser demasiado cercano al comunismo soviético. Más de conjunto, el SPA (o por lo menos su dirección partidaria) se ubicó como el ala moderada de la izquierda del período, en oposición a la “New Left” radicalizada que se planteaba una estrategia revolucionaria, en muchos casos de inspiración leninista. Sin embargo, durante la década de 1970 Michael Harrington entraría cada vez más en contradicción con este abordaje, virando hacia la izquierda. Seguía defendiendo la estrategia del realineamiento y una concepción globalmente reformista, pero a diferencia de la mayoría del SPA y de Shachtman (fallecido en 1972) levantaba una oposición mucho más clara a la guerra de Vietnam, y buscaba un acercamiento a los activistas anti-guerra. Para Harrington, acercar a esos sectores juveniles y de educación universitaria, muy activos y politizados, era una prioridad de primer orden para la puesta en pie de una coalición político-social transformadora21, mientras que la construcción en los sindicatos pasaba 21

“Max Shachtman and his legacy”, Worker's Liberty, 30/8/2012. En: https://www.workersliberty.org/story/2012/08/30/maxshachtman-and-his-legacy. Consultado en marzo de 2019.

a un segundo plano -especialmente, teniendo en cuenta el apoyo prestado por estos últimos a la guerra de Vietnam y su ubicación globalmente conservadora en la situación política norteamericana. Bajo estas concepciones, Harrington encabezó una tendencia interna del SPA que terminaría por romper abiertamente con dicho partido hacia fines de 1972, fundando al año siguiente una nueva organización: el Democratic Socialist Organizing Committee (DSOC). Una década más tarde, en 1982, el DSOC se fusionaría con un grupo proveniente de la llamada nueva izquierda, el New American Movement (NAM), que le aportaría toda una nueva gama de temáticas y sensibilidades políticas (como el feminismo socialista), aunque sin modificar su marco 22 estratégico. La resultante de esa fusión fue el nacimiento de los Democratic Socialists of America, integrados a la Internacional Socialista. Los DSA, al igual que previamente los DSOC y el SPA, mantenían la estrategia del realineamiento y se ubicaban en términos generales como una corriente socialista reformista, según la fórmula de Harrington de que era necesario crear “el ala izquierda de lo posible”.23 Durante las tres décadas siguientes, los DSA desplegaron su intervención según esas mismas líneas político-estratégicas 22

“DSA Two Years Later: Where Are We At? Where Are We Headed?”, Dan La Botz, New Politics, 3/1/19. En: https://newpol.org/dsa-two-years-later-where-arewe-where-are-we-headed/. Consultado en marzo de 2019 23 “The Left Wing of the Possible”, New York Times, 28/5/2000. En: https://archive.nytimes.com/www.nytimes.com/books/0 0/05/28/reviews/000528.28navaskt.html. Consultado en marzo de 2019.

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generales (inclusive luego del fallecimiento en 1989 de Michael Harrington), colaborando por ejemplo con el Congressional Progressive Caucus del Partido Demócrata fundado en la década de 1990.24

que la resistencia se volvía una necesidad de primer orden. En el periodo estudiado en este trabajo (2016-2018) esto se tradujo en la irrupción de importantes protestas del movimiento de mujeres, de los inmigrantes, de la juventud, de los docentes, etc., que abarcaron posiblemente a varios millones de personas.

2.1) 2016: el ascenso y transformación de los D.S.A.

Pero este efecto de crecimiento de la participación no sólo se produjo el terreno de los movimientos sociales, sino también en el de la organización propiamente política: se planteaba la necesidad de pelear por una alternativa globalmente diferente a Trump, y que no implicara simplemente el regreso de otros gobiernos neoliberales como los que habían existido hasta ese entonces.

La historia de los DSA ingresó en un nuevo capítulo -que se podría caracterizar como refundacional- a partir del año 2016. La integración de los DSA a la campaña electoral de Bernie Sanders25 sirvió como disparador para el ingreso a la organización de una nueva camada de jóvenes, pasando de 6.500 miembros en 2014 a 8.500 en el momento de las elecciones primarias, según datos publicados en su sitio web.26 El gran salto numérico de los DSA, sin embargo, fue motorizado por el triunfo electoral de Donald Trump en las elecciones generales del mismo año. La llegada a la presidencia de un candidato que realizó su campaña sobre posiciones abiertamente racistas, xenófobas y machistas provocó un fuerte impacto entre amplios sectores del progresismo norteamericano. Entre ellos se produjo un efecto electrizante, al percibir 24

“A History of Democratic Socialists of America 1971-2017”, Joseph M. Schwartz, Democratic Socialists of America, julio de 2017. En: https://www.dsausa.org/about-us/history/. Consultado en marzo de 2019. 25 Bernie Sanders no posee lazos orgánicos con los DSA, sino que impulsa su propia organización “Our Revolution”. 26 “A History of Democratic Socialists of America 1971-2017”, Joseph M. Schwartz, Op. Cit.

Este impulso a la participación política impactó fuertemente en las filas de los DSA: dicha organización, que contaba con menos de 10 mil miembros en 2016, declaraba en julio de 2018 contar con 44 mil integrantes.27 Es decir, en poco más de dos años habría más que cuadruplicado su tamaño, incorporado a la organización más de 35 mil nuevos miembros. Es importante señalar, sin embargo, que el criterio de los DSA para considerar a alguien como miembro de la organización es muy laxo: alcanza con que suscriba a los principios generales de la misma y que aporte una cotización anual relativamente 27

“44.000 members strong - and counting!”, Democratic Socialists of America (@DemSocialists), 4/7/2018, 21:58. En: https://twitter.com/DemSocialists/status/101467476814 5022976. Consultado en agosto de 2018.

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baja, sin implicar ninguna responsabilidad concreta de participar de su vida política. Por lo tanto, no podemos calcular en este trabajo la cantidad de miembros realmente activos de la misma. Tomamos el número declarado por los propios DSA como síntoma de un alcance genérico y difuso de la organización, de una simpatía significativa en amplios sectores de la juventud norteamericana. Por otra parte, inclusive estos números no son particularmente impresionantes si se los compara con las grandes formaciones políticas liberal-progresistas de los Estados Unidos (por ejemplo, el “Partido Verde”, que declara poseer 250 mil votantes registrados como afiliados al partido28), pero sí resultan muy novedosos para una organización que se considera a sí misma socialista y de izquierda en las condiciones políticas actuales. Es probable que la gran cantidad de incorporaciones de los últimos años haya convertido a los DSA en la organización socialista más grande de Norteamérica en las últimas cuatro décadas, desde el reflujo de la oleada de protestas contra la guerra de Vietnam y los derechos civiles. En cuanto a la composición de los nuevos ingresantes a la organización, se trata en su gran mayoría jóvenes menores de 35 años, sin mayores experiencias previas de actividad política ni participación en movimientos sociales.29 Citamos a

continuación a Dan La Botz, miembro de los DSA: “Los recién llegados a la DSA, como dije, se unieron y encontraron otros como ellos, tal vez demasiado como ellos. La mayoría de los nuevos miembros de DSA eran personas con educación universitaria, muchos de ellos aquí en Nueva York, por ejemplo, empleados en trabajos técnicos o con carreras profesionales en tecnología, publicación o diseño. En Los Ángeles hay un gran contingente de trabajadores de la industria del cine. Otros en todas partes forman parte del nuevo precariado empleado en cafeterías, restaurantes y bares, o en un par de conciertos para organizar el alquiler con sus compañeros de habitación. Pocos DSAers están casados o tienen hijos. Y pocos tienen más de 50 o incluso más de 30. La mayoría de los miembros son blancos y la proporción de personas de color en la DSA es menor que en la sociedad estadounidense en general.”30 La nueva camada de activistas que se incorporó a los DSA en los años aquí estudiados no solo produjo un aumento considerablemente del tamaño de la organización, sino que también la transformó cualitativamente. Por un lado, redujo drásticamente el promedio de edad de la misma (de más de 60 años a cerca de

28

“Register Green”, Green Party US., En: https://www.gp.org/register. Consultado en marzo de 2019. 29 “DSA Two Years Later: Where Are We At? Where Are We Headed?”, Dan La Botz, New Politics, 3/1/19. En: https://newpol.org/dsa-two-years-later-where-are-

we-where-are-we-headed/. Consultado en marzo de 2019. 30 “DSA Two Years Later: Where Are We At? Where Are We Headed?”, Dan La Botz, Op. Cit.

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30)31 y le otorgó un carácter mucho más activo y militante, haciendo florecer cientos de nuevas organizaciones locales a lo largo del país. Por otro lado, la nueva generación hizo desplazar al partido marcadamente hacia la izquierda, adquiriendo en la actualidad una fisonomía relativamente radicalizada -cuyos alcances y límites desarrollaremos en el siguiente apartadoque contrasta con el enfoque bastante más moderado del partido en las anteriores décadas. En su convención nacional realizada en agosto de 2017, los DSA votaron retirarse de la “Internacional Socialista” (formada por los partidos socialdemócratas del mundo, adaptados al neoliberalismo y el régimen político, social y económico capitalista), así como incorporarse a la campaña internacional de “Boicot, Desinversión y Sanciones” contra el Estado de Israel -por lo que consideran un régimen de apartheid sobre los palestinos-, profundizar la alianza y el trabajo político con el movimiento negro y antirracista, y adoptar como una de las grandes prioridades la construcción sindical y política en el movimiento obrero.32 Por otra parte, en esta nueva etapa la mayoría de los DSA dejaron de defender la estrategia del realineamiento (o por lo menos, esta dejó de figurar en sus documentos), pero no se verifica tampoco

su reemplazo por una nueva perspectiva estratégica que sea claramente diferente a la anterior. Retomaremos esta cuestión en el punto específico sobre la intervención electoral de los DSA. En síntesis, sostendremos aquí que, con su nueva composición político-social, los DSA se ubicaron en el período estudiado como una organización reformista radical, que busca una profunda transformación con respecto al régimen económico y social existente, aunque sin plantear un quiebre revolucionario (a diferencia de las corrientes socialistas que provienen del tronco leninista), y sin constituir un partido político independiente contrapuesto al modelo bipartidista tradicional.

2.2) El socialismo democrático según los DSA Para profundizar en la visión del modelo de sociedad que persiguen los DSA como objetivo estratégico analizaremos un documento publicado por la propia organización, titulado “La resistencia en ascenso: estrategia socialista en la época de la Revolución Política”.33 Un primer aspecto fundamental del socialismo democrático, según este documento, es que implica la introducción 33

31

“The Rebirth of Social Democracy in the U.S”, Joe Allen, New Socialist, 4/4/2018. En: http://newsocialist.org/the-rebirth-of-social-democracyin-the-u-s/. Consultado en agosto de 2018. 32 “The Rebirth of Social Democracy in the U.S”, Joe Allen, New Socialist, op. cit.

“Resistance Rising: Socialist Strategy in the Age of Political Revolution. A summary of Democratic Socialists of America's Strategy Document - June 2016”, Democratic Socialists of America, 25/6/2016. En: https://www.dsausa.org/resistance_rising_socialist_strat egy_in_the_age_of_political_revolution. Consultado en agosto de 2018.

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de una amplia gama de derechos sociales, con el objetivo de garantizar “la igualdad de la ciudadanía para todos". Esto significa que el Estado debe proveer de manera pública y gratuita “servicios vitales como la atención de la salud, el cuidado de los niños, la educación (desde preescolar hasta la educación superior), alojamiento y transporte”. A esto hay que sumarle el establecimiento de un ingreso básico universal, la reducción gradual de la semana laboral y el aumento del tiempo de vacaciones, para que el conjunto de la sociedad se beneficie de los efectos de las nuevas tecnologías y su enorme productividad.

El objetivo principal de los DSA es, por lo tanto, una democratización profunda de la vida social, que incluye también, y especialmente, una transformación democrática de su base económica: “Bajo el socialismo democrático, este sistema autoritario sería reemplazado por la democracia económica. Esto simplemente significa que la democracia se expandiría más allá de la elección de los funcionarios políticos para incluir la gestión democrática de todas las empresas por los trabajadores que las integran y por las comunidades dentro de las cuales operan (...) Los sectores muy grandes y estratégicamente importantes de la economía -como la vivienda, los servicios públicos y la industria pesada-, estarán sujetas a la planificación democrática por fuera del mercado, mientras que un sector de mercado consistente en empresas bajo propiedad y operación obrera será desarrollado para la producción y distribución de varios bienes de consumo”.35

El socialismo democrático no solo debe garantizar esos derechos, sino que significa una transformación global de las relaciones económico-sociales. El documento señalado establece una definición de gran importancia, que engloba el conjunto de sus concepciones: “DSA cree que la lucha por el socialismo democrático es la misma que la lucha por la democracia radical, que entendemos como la libertad de todas las personas para determinar todos los aspectos de sus vidas en la mayor medida posible. Nuestra visión implica nada menos que la democratización radical de todas las áreas de la vida, incluida la economía”.34

34

“Resistance Rising: Socialist Strategy in the Age of Political Revolution. A summary of Democratic Socialists of America's Strategy Document - June 2016”, Democratic Socialists of America, Op. Cit.

Estas definiciones sobre el modelo económico a implementar van bastante más lejos que las del neo-keynesianismo de la izquierda demócrata tradicional, acercándose un poco más a las del socialismo marxista (aunque sin dejar de estar envueltas en una cierta ambigüedad). Más adelante el mismo documento habla 35

“Resistance Rising: Socialist Strategy in the Age of Political Revolution. A summary of Democratic Socialists of America's Strategy Document - June 2016”, Democratic Socialists of America, Op. Cit.

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más claramente de la “nacionalización de industrias estratégicas (la banca, el sector automotriz, etc.)” y de la “creación de fondos de inversión controlados por los trabajadores (creados mediante el establecimiento de impuestos a los beneficios corporativos) que comprarán acciones capitalistas en las empresas y pondrán en pie empresas a gran escala bajo propiedad y operación obrera". A diferencia de las definiciones clásicas del socialismo marxista, no se establece aquí ningún corte claro con el régimen de propiedad privada actualmente existente, planteando una perspectiva más bien gradualista.

2.3) La estrategia política de los DSA En este apartado desarrollaremos las concepciones estratégicas de los DSA, es decir, la visión de dicha organización acerca de qué conjunto de medios es necesario emplear para alcanzar sus objetivos de transformación socialista de la sociedad. El documento que analizamos en el apartado anterior incluye una definición que orienta globalmente la estrategia política de los DSA: “Nuestra estrategia (...) consiste en pelear en varios frentes interconectados en el corto plazo, aprovechando los avances logrados en estas luchas para obtener cambios más estructurales y ofensivamente orientados en el mediano plazo y, en última instancia, emplear la fuerza de un partido socialista de masas o una coalición de partidos izquierdistas y progresistas para ganar el poder político y comenzar el proceso de transformación socialista”. 37

Por último, el documento señala que: “La democracia económica se complementaría en la esfera política con un nuevo sistema que combinara una forma revisada de democracia representativa (nuestro sistema actual) con la democracia directa, un sistema en el que los individuos participan directamente en la toma de decisiones políticas que los afectan.”.36 De esta manera, la radicalización de la democracia implicaría una apropiación directa, por parte de los trabajadores, de la dirección de los asuntos colectivos de la sociedad, superando de esa manera la lógica económica y política del sistema capitalista. 36

“Resistance Rising: Socialist Strategy in the Age of Political Revolution. A summary of Democratic Socialists of America's Strategy Document - June 2016”, Democratic Socialists of America, Op. Cit.

Esto implica desplegar en el corto plazo una serie de campañas y luchas políticas, que poseen un doble objetivo. Por un lado, obtener ciertas reivindicaciones que se traduzcan en una mejora en las condiciones de vida de los trabajadores y los sectores populares (o en un mejoramiento de la calidad democrática del régimen político). 37

“Resistance Rising: Socialist Strategy in the Age of Political Revolution. A summary of Democratic Socialists of America's Strategy Document - June 2016”, Op. Cit.

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Por otro lado, que el desarrollo de esa experiencia de lucha y organización por parte de dichos sectores, deje un saldo positivo en materia de acumulación de conciencia política, de organizaciones sociales y de construcción de un partido socialista que pueda eventualmente disputar el poder. Esas campañas deben, según los DSA, conectar aspectos varios de la opresión del sistema, intentando unificar las peleas “antirracistas, feministas, de las personas LGTB, de los trabajadores (...)”. Se prioriza entonces la labor organizativa en las peleas donde se intersecten las formas de opresión raciales, de género y de clase. Un ejemplo destacado de lo anterior son peleas como “la lucha por la cobertura de salud universal y por una educación pública de mayor calidad, la lucha contra la expansión de las prisiones, la brutalidad policial y el trato discriminatorio de los trabajadores indocumentados.” Otro aspecto de la estrategia política de los DSA es la centralidad que tiene en ella (por lo menos a nivel discursivo) la organización de la clase trabajadora, ya que, en sus palabras, “la relación social fundamental en el capitalismo es entre el trabajador y el capitalista (empleado y empleador), y la explotación de los trabajadores por los capitalistas es la principal fuente de rentabilidad dentro del sistema capitalista”. Esto hace que la autoorganización de la clase trabajadora sea un “arma esencial en la lucha anti-capitalista”. Más aún, la actividad de organización de los trabajadores tendría para los DSA un doble beneficio: permitiría la reactivación del

movimiento obrero, y al mismo tiempo la construcción de la propia organización política, ya que los mejores reclutas para el socialismo son “los trabajadores experimentados y radicalizados”. Es necesario señalar, sin embargo, que pese a esta declaración de intenciones no está claro que los DSA hayan logrado hasta la fecha conquistar posiciones significativas en el movimiento obrero. Los mayores esfuerzos al respecto parecen haberse desarrollado desde 2018 y comienzos de 2019, al calor de movimientos huelguísticos como fue el caso de diversas huelgas docentes (especialmente en Los Ángeles)38 o de los trabajadores hoteleros39, en las que convocaron a su militancia a participar de manera activa y sistemática en los piquetes. Por otra parte, el documento estudiado sostiene también la necesidad de desarrollar una profunda actividad política a nivel de las comunidades locales y barrios. Esto permitiría avanzar en la organización de los sectores obreros y populares a los que el neoliberalismo tiende a disgregar, por estar dispersos en centros de trabajo más pequeños, en empleos menos estables o directamente sin empleo. Esto implica abarcar también temáticas que sean centrales para la vida en esas comunidades, como los derechos de los inquilinos, la brutalidad policial o la calidad de los servicios públicos. 38

“Los Angeles Teachers Win Big After Massive Strike”, Democratic Socialists of America, 27/1/19. En https://www.dsausa.org/news/los-angeles-teachers-winbig-after-massive-strike/. Consultado en marzo de 2019. 39 “DSA supports workers on strike at Marriott”, Democratic Socialists of America, 30/10/2018. En: https://www.dsausa.org/news/dsa-supports-workers-onstrike-at-marriott/. Consultado en marzo de 2019.

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2.4) La intervención electoral de los DSA Junto a las campañas de agitación y organización política que desarrollamos en el apartado anterior, la estrategia política de los DSA tiene otro componente de enorme jerarquía: la disputa en el terreno electoral. Esto no se debe a que los DSA posean expectativas de que se puedan lograr grandes cambios en el marco de las instituciones del régimen. El documento que venimos citando afirma que “las elecciones en sí mismas no traerán grandes reformas políticas, económicas o sociales, y mucho menos establecerán un camino hacia el socialismo”. Sin embargo, la actividad electoral debe ser encarada por varias razones: para defender los derechos existentes frente a los ataques del régimen, así como para imponer en el debate público las demandas populares, creando apoyo para las reformas estructurales necesarias. Las campañas electorales abren un enorme espacio político para dialogar con la población y difundir propuestas y opiniones sobre una muy amplia gama de temas y problemáticas, así como para hacer más conocida a la organización y a sus candidatos. Esto permite también avanzar con el reclutamiento de nuevos miembros y expandir su esfera de influencia. Por estas razones, para los DSA cobra una gran relevancia la presentación de candidaturas electorales que levanten el programa de demandas inmediatas que sostiene la organización, y que posean un perfil de independencia política frente a las grandes corporaciones. Esto implica

presentar o apoyar candidatos tanto socialistas como progresistas, en coaliciones construidas alrededor de dichas demandas, con el objetivo de poder avanzar en la conquista de posiciones institucionales. Sin embargo, los DSA no conforman un partido político independiente, que presente candidaturas bajo un sello electoral propio. Por el contrario, en la mayoría de los casos los DSA presentan o apoyan candidatos bajo el sello del Partido Demócrata, compitiendo en sus elecciones primarias contra los candidatos del establishment partidario. En los casos en los que los candidatos apoyados por los DSA pierden sus elecciones primarias (o en los que los DSA ni siquiera apoyan a ningún candidato particular), no intentan presentar ninguna candidatura propia para las elecciones generales, quedando en los hechos fuera de la contienda (y decidiendo luego si prestar apoyo a los candidatos demócratas resultantes de las primarias). Los DSA señalan en intervenciones periodísticas y en sus documentos oficiales que la decisión de utilizar el sello electoral demócrata responde a necesidades tácticas, como superar los escollos legales del régimen electoral (que dificultan presentar candidatos no avalados por los grandes partidos), aprovechar la referencia que amplios sectores populares todavía mantienen con el Partido Demócrata, concentrar el voto progresista frente a los candidatos republicanos para poder vencerlos, etc.40 Desde su punto de vista, la 40

“It Really Comes Down to Empowering the Working Class. AN INTERVIEW WITH JULIA SALAZAR”,

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racionalidad principal de intervenir en el terreno electoral es poder disputar seriamente posiciones institucionales, por lo que desestiman cualquier otra táctica electoral que consideren que debilite ese objetivo. Más allá de esta orientación táctica, los DSA consideran que no existe ninguna unidad política entre su programa y el del establishment dominante en el Partido Demócrata. Por el contrario, caracterizan a dicho partido como un “órgano y representante de los intereses de la clase capitalista dominante”.41 Los DSA acusan a los candidatos demócratas tradicionales de ser agentes directos de las grandes corporaciones, que financian sus campañas electorales y de esa manera les imponen su programa y agenda política. Esto es resaltado especialmente por los candidatos DSA en las primarias demócratas, como parte de la construcción de su perfil específico y de la disputa electoral. Por esta razón, los DSA se plantean como objetivo de largo plazo la construcción del “poder político y organización socialista 42 independientes” . Sin embargo, en este terreno es posiblemente donde su práctica política concreta muestra menos coherencia con los postulados estratégicos. No se ha Meagan Day, Jacobin, 2018. En: https://www.jacobinmag.com/2018/07/julia-salazarinterview-socialist-new-york-senate. Consultado en agosto de 2018. 41 “Our Electoral Strategy”, DSA National Electoral Committee, 27/1/2018. En: http://electoral.dsausa.org/national-electoralstrategy/?akid=2331.27982.ElKqs4&rd=1&t=4. Consultado en agosto de 2018. 42 “Our Electoral Strategy”, DSA National Electoral Committee, Op. Cit.

observado, durante el periodo estudiado en este trabajo, ninguna decisión política orientada hacia la constitución de un partido independiente, ni a la presentación de candidaturas independientes. En la práctica, los esfuerzos de los DSA en el terreno electoral se orientaron exclusivamente a la elección de candidatos bajo el sello del Partido Demócrata (como es el caso emblemático de Alexandria Ocasio-Cortez, miembro de la Casa de los Representantes desde comienzos de 2019). Por otra parte, inclusive la relación de los DSA con sus candidatos electos se muestra muy laxa, lo cual pone en cuestión inclusive su capacidad de formar un bloque orgánico y disciplinado dentro del seno del Partido Demócrata.

2.5) Conclusión El análisis del caso de los DSA permite observar con una mayor claridad las características del fenómeno de la adhesión de amplios sectores de la generación millennial a las concepciones del llamado socialismo democrático. Podemos ver aquí la composición social del fenómeno, expresando mayormente a una juventud universitaria y de trabajadores urbanos del sector servicios que rechazan fuertemente al sistema económico-social dominante. En sus documentos podemos observar el gran peso que su programa político otorga a los elementos democráticos, así como sus intenciones de construir una sociedad basada en formas de propiedad diferentes a las del capitalismo (apoyadas en el control cooperativo, social

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y comunitario, y sólo secundariamente en estatizaciones). También puede verse aquí la estrategia “reformista radical” que implica pelear por reformas de fondo (como el sistema de salud Medicare for All) para ir acumulando organización social y fuerza política que permitan plantearse transformaciones cada vez más estructurales, aunque sin considerar ningún quiebre revolucionario con el sistema vigente ni con su régimen político. Se puede constatar la importancia decisiva que tienen las campañas electorales en su actividad, las tensiones existentes con el Partido Demócrata pero también la ausencia de iniciativas reales para construir algún tipo de alternativa -lo que en última instancia contribuye a diluir su perfil y su carácter independiente. Por último, puede observarse la centralidad discursiva que posee la clase trabajadora para el socialismo democrático, que no se condice todavía con un nivel significativo de inserción de los DSA en el movimiento obrero (aunque existen incipientes esfuerzos reales en ese sentido), pero que sí se expresa centralmente en un conjunto de campañas de agitación política y electoral que toman como interlocutores a los trabajadores (y sectores subalternos en general), dialogando con sus necesidades económicas y sociales. De esta manera, podemos apreciar en el caso de los DSA los diversos elementos, matices y contradicciones propios del resurgir del socialismo en la nueva generación, luego del debilitamientodesaparición de las organizaciones

socialistas predominantes en la década de 1970 y del supuesto “fin de la historia” anunciado en la década de 1990. Se trata de un socialismo menos radicalizado que el de otros períodos históricos (por ejemplo, el de los jóvenes que enfrentaron la guerra de Vietnam), pero no por eso menos dinámico y activo. Retomaremos aquí la definición planteada por el dirigente socialista argentino R. Sáenz, quien sostiene que el resurgir del socialismo en la nueva generación se trata de un “recomienzo histórico”43, con sus correspondientes “dolores de parto”, pero que marca claramente un “punto de inflexión” en relación al ciclo de derrotas políticas sufridas por la izquierda en la etapa precedente. De esta manera, el resurgir del socialismo entre amplios sectores de la generación millennial se trata de un proceso “incipiente” cuyos rasgos no pueden considerarse como consolidados, sino que expresan solamente el punto de partida de un nuevo ciclo de experiencias políticas - en el transcurso del cual la conciencia y las formas de organización de sus actores podrán continuar modificándose sustancialmente, inclusive en el sentido de una mayor radicalización.44

43

“Notas sobre la situación mundial”. Roberto Sáenz, Socialismo o Barbarie, 22/3/16. En: http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=7505. Consultado en marzo de 2019. 44 “Trump es un lobo con piel de lobo”. Entrevista a Julian Assange, fundador y director del sitio de filtraciones WikiLeaks. Véase en: https://www.pagina12.com.ar/18251-trump-es-un-lobocon-piel-de-lobo

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SECCION

LOS INDESEABLES Estudios sobre minorías silenciadas

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8. Juliana Díaz Lozano y Melina Deledicque

Angela Davis en Montevideo: Reflexiones para un feminismo en clave interseccional

F

Fue perseguida, encarcelada y luego liberada cuando ya se había convertido en un símbolo de las luchas antirracistas alrededor del mundo. Actualmente, a los 75 años, continúa con su activismo y dedica su producción académica a los feminismos en clave interseccional y al estudio de las prisiones desde una perspectiva abolicionista. En esta crónica recuperamos las ideas que compartió como claves para pensar la sociedad actual y su transformación revolucionaria. ABSTRACT

ilósofa y politóloga marxista y feminista, es reconocida por su militancia en la organización Panteras Negras -'Black Panters'- durante las décadas de los '60 y '70.

F

Entre el 21 y el 24 de marzo de 2019 Ángela Davis, militante antirracista y feminista afro-estadounidense visitó Montevideo. Allí ofreció una serie de charlas y conoció organizaciones afro uruguayas. Además, recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de la República, por su labor militante en la defensa de los derechos civiles y por su producción académica siempre anclada en alimentar las luchas de lxs oprimidxs.

***

eminist and marxist philosopher and political scientist, she is best known for her activism in the Black Panther Party during the 1960s and 1970s.  Integrantes de la Cátedra Libre Virginia Bolten. Foto: El original puede encontrarse en: https://www.lahaine.org/bV6S

Ángela es mujer, negra, lesbiana, militante y nacida en un barrio segregado de Alabama, Estados Unidos. Ninguna de estas características por separado alcanzan para dar cuenta de la complejidad de su historia de vida y de sus luchas. Quizás nombrarlas todas juntas tampoco baste, pero pensar la interrelación, la imbricación de su pertenencia de género, raza, sexualidad y clase ayude a darle espesor político a su biografía. Davis lo explica con claridad cuando se refiere a Marielle Franco, asesinada por luchar como mujer, negra, lesbiana denunciando las violencias contra la población más oprimida en Brasil. Según

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ella, el trabajo de Marielle articulaba las condiciones de pobreza, marginalización, represión y violencia con las estructuras institucionales de la raza y el género. De la misma manera, cuando denuncia el llamado “complejo carcelario industrial” que mantiene en las prisiones fundamentalmente a las personas pobres y racializadas, Ángela muestra cómo el racismo ha sido el gran impulsor del desarrollo del capitalismo global: mientras ESTADOS UNIDOS cuenta con sólo el 5% de la población mundial sus prisiones albergan el 25% de las personas privadas de la libertad, en su mayoría personas negras, indígenas y latinas (un tercio de estas son mujeres). En sus palabras “las cárceles constituyen el lado B de la democracia capitalista” demostrando la dimensión operativa del racismo estructural. Pero Ángela va más allá de las críticas a las instituciones de encierro y convoca a abolir las instituciones del sistema capitalista heteropatriarcal desde el Ejército al Matrimonio, cuestionando las políticas de “inclusión” de lxs segregadxs en ellas. Sobre el Matrimonio afirma: “es una institución capitalista y heteropatriarcal que incluye la violencia, aun cuando los participantes sean no normativos”.

“racista, homofóbico, transfóbico, colonial”. La interseccionalidad como concepto, surge desde el feminismo negro y disidente estadounidense de fines del siglo XX, del que Ángela también es referente, como cuestionamiento a los feminismos blancos de clase media, pero también a las visiones antirracistas masculinas. En el “Manifiesto del Río Combahee– Una declaración Negra Feminista” del año 1977, las autonombradas Mujeres de Color lo decían de esta forma: “estamos comprometidas a luchar contra la opresión racial, sexual, heterosexual, y Clasista, y que nuestra tarea específica es el desarrollo de un análisis y una práctica integrados basados en el hecho de que los sistemas mayores de la opresión se eslabonan. La síntesis de estas Opresiones crea las Condiciones de nuestras vidas”. Además de las feministas negras, también desde Nuestramérica, la interseccionalidad ha sido críticamente retomada para pensar las complejidades desde perspectivas decoloniales. La mirada del cruce, interseccionalidad, o entramado, que Ángela retoma como enfoque político, apunta a señalar que el sistema de dominación es múltiple, donde las opresiones de clase, género y raza son difíciles de separar, y se refuerzan mutuamente en la vida de las personas.

La interseccionalidad como arma La militancia y producción teórica antirracista de Davis incorpora las visiones feministas y marxistas en un abordaje interseccional de la dominación. En consonancia, define al capitalismo como

“YO SOY LA TORTA, YEGUA, NEGRA WARRIOR, QUEEN DEL BARRIO, VOS SABÉS”

Lo más interesante de la referencia de Ángela Davis a las miradas interseccionales de clase, género y raza, es que no sólo las

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pondera para caracterizar cómo nos dominan, sino que es una posición desde dónde pensar las resistencias y las construcciones políticas contrahegemónicas. Esto se hace cuerpo en la propia biografía de Ángela: al pelear como mujer negra para enseñar en una universidad de blancos, al organizarse dentro de las Panteras Negras por los derechos civiles, al militar como feminista negra a pesar de la cárcel y la persecución en el centro del imperio. Quizás por el sentimiento de estas experiencias comunes, Ángela repite en sus charlas el nombre de Marielle, pero también el de Léila González y otras brasileras antirracistas, menciona al movimiento de mujeres negras de Colombia, de Uruguay, de Centroamérica, y la lucha de Palestina. Pero no sólo para analizar el sometimiento, sino presentándolas como respuesta frente a éste. A su juicio, “el liderazgo de mujeres negras en la región genera esperanza”, y “cuando las más oprimidas comienzan a liberarse, el mundo comienza a liberarse con nosotras”. Otro elemento para rescatar de esta clave de lectura es que, aunque parte de experiencias situadas en los cuerpos, nos ofrece también una hoja de ruta para pensar cómo fortalecer las luchas colectivas, incluso más allá de las falsas fronteras nacionales. En tal sentido, nos invita a reflexionar hasta qué punto es el Estado Nación hoy la forma adecuada de organizar la sociedad. Por otro lado, al analizar los procesos migratorios se pregunta por qué mientras se promueve el libre movimiento del capital y las empresas cuando la gente comienza a migrar se les

denomina ilegales. Dice Ángela “Si analizamos los movimientos antirracistas en marco interseccional nuestras luchas van más allá de las áreas geográficas de nuestros países y regiones”, porque, según ella, este cruce da cuenta de “una unión más profunda de las luchas de los últimos 500 años”. Davis pone en evidencia la necesidad de articular las luchas contra el racismo a escala internacional. Nos propone hacer visible el paralelismo que existe entre la violencia estatal denunciada por el movimiento Black Lives Matter en ESTADOS UNIDOS y la violencia de estado en el régimen apartheid israelita contra el pueblo palestino. La circulación internacional de las luchas requiere enfrentar la administración de Trump “el ocupante de la Casa Blanca” pero también decirle No a Netanyahu en Israel, a Bolsonaro en Brasil y rechazar la intervención político militar en Venezuela, entre otras. Como parte de esta necesidad de articular una mirada compleja, reivindica las luchas por la justicia ambiental, como combates que se encuentran en la base de las otras reivindicaciones, y vincula la violencia contra los animales con los ataques al medioambiente. Señala textualmente “La justicia ambiental es el punto de partida de todos los movimientos de justicia social”. Asimismo, rescata las miradas queer del género, acuñadas por las generaciones más jóvenes, “por ser abarcativa no solo de las disidencias, sino también de las diferentes luchas anticapitalistas y antirracistas”. Entonces, abrir las fronteras de las luchas y de las mentes, entrenando la mirada en

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clave interseccional es un desafío que la figura de Ángela, entre tantas otras (Berta Cáceres, Leyla Guven, Marielle Franco…), pone sobre la mesa, para pensar nuestros feminismos, y también para articular un sujeto colectivo que vuelva potencia, que nos reafirme desde nuestros lugares de combate por un mundo diferente.

Exposiciones de Ángela Davis en Montevideo, 22 y 23 de marzo de 2019. AAVV (1977) Manifiesto Colectivo del Río Combahee: Una declaración negra feminista. Disponible en http://www.herramienta.com.ar/ manifiesto-colectiva-del-riocombahee Lugones, María (2008) Colonialidad y Género. Binghamton University. Migliaro, Mazariegos García, Lezica y Díaz Lozano (en prensa) “Interseccionalidades en el cuerpo territorio”, en Cru z: Cuerpo, territorio y feminismos. Quito: Abya Yala. Valdés

Gutiérrez, Gilberto (2005) Diversidad y articulación en América Latina de los desafíos de los movimientos sociales ante la civilización excluyente. patriarcal y depredadora del capital”, Revista Dialéctica, Año 29, Nº 37 (pp 37-64).

Vivero

Vigoya, Mara (2016) La interseccionalidad: una aproximación situada a la dominación. Debate Feminista. Universidad Nacional Autónoma de México, Programa Universitario de Estudios de Género. Número 52 (pp. 1–17), disponible en http://www.sciencedirect.com/sc ience/article/pii/S01889478163006 03

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9. Amy Goodman entrevista a Valeria Luiselli

“En Estados Unidos es muy lucrativo encarcelar a personas indocumentadas que de por sí no tienen voz y cuentan con poca representación"

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Ays after the (now former) Secretary of Homeland Security of the United States, Kirstjen Nielsen, defended the “national emergency” on the southern border declared by President Donald Trump, Amy Goodman (Democracy Now!) spoke with Valeria Luiselli her new novel “Lost Children Archive.” The book chronicles one family’s journey from New York to the Southwestern US-Mexico border in Arizona. They take the road trip for the unnamed mother’s research on the plight of migrant children seeking refuge in the United States. ***

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ABSTRACT

ías después de que la (ahora ex) secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kirstjen Nielsen, defendiera la emergencia nacional en la frontera sur declarada por el presidente estadounidense, Donald Trump, Amy Goodman (Democracy Now!) conversó con Valeria Luiselli acerca de su nuevo libro, “Lost Children Archive” (Archivo de niños perdidos, en español). El libro registra el viaje de una familia desde Nueva York a la frontera entre Estados Unidos y México en Arizona mientras la madre investiga el sufrimiento de los menores migrantes que buscan refugio en Estados Unidos.  Publicado originalmente en http://www.resumenlatinoamericano.org/2018/07/20/ent revista-a-elaine-brown-ex-dirigente-del-black-pantherparty-panteras-negras/ con fecha 20 de julio, 2018.

AMY GOODMAN: ¡Esto es Democracy Now! soy Amy Goodman. A principios de marzo, la secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kirstjen Nielsen, defendió la emergencia nacional en la frontera sur declarada por el presidente Donald Trump, y afirmó ante el Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes que los funcionarios de inmigración están en camino de detener a más de 900.000 migrantes en la frontera entre Estados Unidos y México este año. Nielsen rechazó los informes que sostienen que el Gobierno de Trump niega de forma rutinaria a los migrantes la oportunidad de solicitar asilo en Estados Unidos y sostuvo que nadie es rechazado en los puntos de entrada fronterizos. Cuando se le preguntó por el número de menores de edad que continúan separados en la frontera, Nielsen respondió que no tenía esa cifra a mano, y negó que

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los migrantes estén siendo retenidos en jaulas. Nuestra siguiente invitada ha sido testigo de cómo afecta el sistema migratorio estadounidense a los menores que llegan a este país en busca de asilo. Tras desempeñarse como intérprete voluntaria para menores inmigrantes en los tribunales de inmigración de Nueva York, Valeria Luiselli escribió un aclamado libro de no ficción basado en esa experiencia, titulado “Los niños perdidos: un ensayo en cuarenta preguntas”; y ahora acaba de publicar su quinto libro, su primera novela escrita en inglés, titulada Lost Children Archive (Archivo de niños perdidos, en español). Valeria Luiselli, bienvenida a Democracy Now! Es un placer que esté con nosotros. No podría haber escrito un libro más relevante de no ficción, pero este es un libro de ficción. Hable acerca de esa transición y por qué lo escribió de esta manera. VALERIA LUISELLI: Desafortunadamente, [Lost Children Archive] es un libro que parece escrito para el momento actual. Yo lo empecé a escribir en 2014, pero la situación en torno a la crisis migratoria de menores no acompañados se ha intensificado a lo largo de estos años, en vez de lo contrario, que es lo que uno, quizás con demasiado optimismo, hubiera supuesto. Empecé a escribir esta novela en 2014 mientras manejaba con mi familia de Nueva York a Arizona. Empecé a tomar notas en ese entonces. Y la continúe escribiendo a lo largo de los años siguientes. En 2015, después de mi retorno de ese viaje y tras un

período esperando por la resolución de un caso migratorio propio, mucho menos difícil que los casos de asilo, yo había pedido una Green Card… me involucré en ese período como voluntaria en los tribunales de inmigración en Nueva York. La idea era que yo simplemente tradujera entrevistas entre abogados y niños, pero no había suficientes abogados en ese momento, entonces a muchos de los voluntarios nos dieron un curso sobre cómo hacer un tipo de entrevista, que se llama en inglés “screening interview”, y acabamos siendo entrevistadores. En ese periodo estuve entrevistando niños y adolescentes, y básicamente resumiendo sus casos y buscando entonces abogados que pudieran representarlos ante un juez y defenderlos así de una orden de deportación. Como yo continuaba en ese momento escribiendo esta novela, empecé a utilizar la novela como una especie de depositario de toda mi frustración, rabia y confusión política. Después de un tiempo, me di cuenta que estaba realmente arruinando la novela, empacando demasiado en el espacio de sus páginas, tratando además de explicar la crisis actual en términos de cosas como el involucramiento de Estados Unidos y sus políticas intervencionistas en Centroamérica en los años 70. Realmente, estaba arruinando la novela y no le estaba haciendo justicia al tema que en sí estaba tratando de documentar, al tratar de meterlo con calzador en una narrativa ficcional. Cuando finalmente entendí eso, dejé de escribir la novela por completo y escribí un ensayo más breve, muy directo, que se

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llama en inglés “Tell Me How It Ends” y en español “Los niños perdidos”. Y con ese ensayo pude hacer lo que quería hacer, que era denunciar lo que yo estaba viendo en los tribunales de inmigración de Estados Unidos y ofrecer una especie de radiografía del sistema migratorio estadounidense en lo que concierne sobre todo a los niños que llegan aquí no acompañados y buscando asilo. Una vez que escribí ese libro, pude volver a la novela y ya entenderla como un espacio más poroso, más multidimensional, en el cual reflexionar sobre lo que significa documentar, sobre las políticas detrás de contar historias sobre violencia política. Entonces, la novela es una novela al final. La novela no es sobre la crisis migratoria sino que es una novela con la crisis migratoria. Es una novela que se pregunta cómo observar fenómenos como la migración, que creo va a ser el gran tema del siglo XXI : las diásporas y migraciones masivas que veremos por razones políticas y de calentamiento global. AMY GOODMAN: Usted, como intérprete voluntaria para menores inmigrantes en los tribunales de Nueva York, tradujo y contó las historias de esos menores. Y una de esas historias, al menos, aparece en “Archivo de niños perdidos”. ¿Puede hablar sobre la experiencia que supuso para usted estar en los tribunales viendo a estos menores? Allí no solo está traduciendo un idioma o una cultura, sino que puede comprender lo que buscan los jueces. Y ahí están estos niños perdidos. Hable del caso de las hermanas guatemaltecas. VALERIA LUISELLI: Uno de los casos que resultó para mí más difícil y frustrante

involucraba a dos niñas guatemaltecas que habían viajado a Estados Unidos con el número de teléfono de su madre cosido en el interior de los cuellos de sus camisetas, de sus camisas. Habían llegado finalmente aquí, habían logrado cruzar México sin mayores problemas, corriendo los riesgos que se corren cuando dos niñas chiquitas cruzan acompañadas por un coyote ese país, nuestro país, mi país, que es un país que trata a los migrantes centroamericanos como ciudadanos “de octava”. Habían logrado cruzar, habían llegado hasta aquí. Llegaron con sus camisetas y los números puestos, por lo que el oficial de Inmigración pudo contactar a su madre y las niñas finalmente pudieron llegar hasta la casa de su madre, a los brazos de ella. Y entonces recibieron una orden de deportación. Entonces, llegaron al tribunal ese día para contar su historia y para que los voluntarios posiblemente armaran un caso y buscaran un abogado que las defendiera de esa orden de deportación. Las entrevisté, y a medida que las entrevistaba me di cuenta que, naturalmente, por su edad no eran capaces de contar una historia que sumara a un caso. Entonces, llamé a una abogada y le pedí orientación. Ella también escuchó su historia y me dijo que, efectivamente, parecía que no había ahí un caso suficientemente fuerte. Fue la primera vez que yo entendí la Justicia… fue la primera vez que yo entendí cómo el sistema de Justicia realmente no puede hacer justicia. Y que en casos como este, cuando se trata de niñas chicas, dado que no pueden contar la historia bien, es un sistema que básicamente, inmediatamente,

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las expulsa de cualquier posibilidad de justicia. Nunca supe qué pasó con esas niñas. No supe más sobre ellas. No sé si en efecto recibieron una orden de deportación y fueron deportadas o no. Se convirtieron para mí en una especie de preocupación constante. Mi hija además me preguntaba constantemente: “¿Qué pasó con esas dos niñas, mamá? ¿Ya tienen una visa o no?”. Entonces, las niñas se convirtieron también en la ausencia más presente de Lost Children Archive (Archivo de niños perdidos, en español), la novela. Es decir, están ficcionalizadas completamente, y en el caso de la novela son dos niñas mexicanas, no guatemaltecas, pero son el corazón que late dolorosamente en la novela y que de alguna manera también impulsa la narración de al menos una de las de las tres voces narrativas de la novela. AMY GOODMAN: Algo que queda claro, especialmente cuando habla sobre el viaje que realizó con su familia al sur de Estados Unidos, es que todo esto viene desde la época de Obama. Trump no aparece de la nada. Recientemente, los miembros demócratas del Congreso desafiaron a la secretaría de Seguridad Nacional Kirstjen Nielsen, acusandola de encarcelar a niños en jaulas para perros, preguntándole cuántos menores fueron separaron de sus familias. Nielsen parece tener cifras para respaldar todos sus argumentos, pero cuando se le pregunta por las cifras de menores separados, ella dice que necesitaría “conseguir esos datos”.

Así que es asombroso como se relaciona lo que ocurre ahora con lo que usted ha estado documentando durante años, desde la época de Obama, ya que eso sentó las bases. Los menores ya estaban siendo separados de sus familias antes de que Trump llegara a la presidencia. ¿Puede hablar de las hieleras, las jaulas y de lo que usted ha visto? VALERIA LUISELLI: Lo que vemos hoy en día en el Gobierno de Trump, la separación de familias, los espacios llamados coloquialmente “hieleras”, que es donde primero meten a las personas al llegar a la frontera, y los espacios llamados “perreras”; nada de eso es nuevo. La separación familiar incluso no es nueva. El Gobierno de Trump ha llevado prácticas que ocurrían en el Gobierno de Obama a un extremo inimaginable, pero el Gobierno de Obama definitivamente sentó esa pauta. El Gobierno de Obama hizo otras cosas muy graves, como, por ejemplo, crear algo que se llama “priority docket”, que básicamente significa reunir los casos de los menores de edad que llegaban aquí buscando asilo u otras formas de protección legal en un solo grupo en los tribunales y pedirles que les diera prioridad a esos casos. Es una política no muy humana en absoluto porque el hecho de que fuesen prioridad los casos significaba básicamente que deportaban a los niños más rápidamente, a menos de que encontraran un abogado rápidamente. Mientras los niños tenían un año para conseguir un abogado antes de esa política del Gobierno de Obama, después, con este cambio, tenían solo 21 días. Entonces, el Gobierno de Obama tuvo políticas y generó

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políticas muy inhumanas en torno a esta diáspora en particular.

influye ella en su literatura especialmente, en su última novela?

Y esas mismas políticas fueron cargadas hacia este nuevo Gobierno, que ha llevado las cosas a límites inimaginables. También ha espectacularizado la violencia, cínicamente, en la frontera. Y sobretodo, este Gobierno lo que ha hecho es asegurarse que haya cada vez más dinero que entra a través del presupuesto federal hacia el Departamento de Seguridad Nacional y de ahí al Servicio de Inmigraciones, y de ahí hacia contratos con básicamente una empresa privada que se llama CoreCivic, que es dueña del 65 % de los espacios de detención para migrantes.

VALERIA LUISELLI: Creo que tener hijos o incluso simplemente tener contacto con niños te obliga a constantemente estar pensando cómo narrar los horrores del mundo de una manera que no sea edulcorante, pero que sí los proteja. Es decir, que proteja su derecho a la inocencia, pero que al mismo tiempo les dé instrumentos para enfrentar las injusticias con un sentido profundo de justicia y agencia. No con miedo, sino con una sensación de agencia. Esa la pregunta que me hago todos los días, porque todos los días hay alguna emergencia política y algún horror político frente a nosotros. Y mi hija me obliga a estar haciendo ese ejercicio porque además es muy preguntona y está muy involucrada, y se preocupa y piensa las cosas.

En Estados Unidos, como sabemos, las cárceles son lucrativas. Las cárceles son un negocio, entonces, encarcelar a personas indocumentadas, que de por sí no tienen voz y tienen poca representación, es un negocio muy lucrativo. Incluso peor que eso: es más redituable encarcelar el cuerpo de un menor de edad que el cuerpo de un adulto. Entonces, si vemos las cifras, mientras que durante el Gobierno de Obama había alrededor de 2.000 niños en espacios de encarcelamiento a lo largo del país, ahora, en el Gobierno de Trump, hay casi 13.000 niños. Y esto va a continuar porque es redituable, a menos que haya un cambio profundo de mentalidad y un cuerpo de la ciudadanía que se oponga persistentemente a lo que está pasando. AMY GOODMAN: Finalmente, usted es madre de una niña de 9 años, la misma edad que tienen muchos de los menores que están separados de sus familias. ¿Qué le pregunta su hija, Maya? ¿Y de qué forma

y,

Mi sensación ahora es que como adultos tenemos la responsabilidad de generar narrativas para la generación que viene. Narrativas que puedan ser refutables, que puedan ser discutidas, pero generarlas. Creo que, como escritora, en un mundo que a veces parece que se cae a pedazos y en el cual uno se pregunta si la literatura tiene o no un papel, pienso que la literatura sí tiene un papel o me digo que sí lo tiene. Y ese papel es precisamente ese: dejar un testimonio de nuestra época. Incluso si no escribimos directamente sobre nuestra época, pero dejar un testimonio que sea también el tejido comunitario que en un futuro sirva a otras generaciones para seguir una discusión que tiene que ser constante.

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AMY GOODMAN: Quiero darle las gracias por todo lo que le ha aportado al mundo con su literatura. El último libro de Valeria Luiselli se titula “Lost Children Archive” (Archivo de niños perdidos, en español). Sus libros anteriores incluyen “Los niños perdidos: un ensayo en cuarenta preguntas”, “Los ingrávidos”, “Papeles falsos” y “La historia de mis dientes”. Valeria acaba de ser incluida en la lista de candidatas al Premio de Ficción Femenina 2019. ¡Es un honor que esté aquí en los estudios de Democracy Now!

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10. H. Bruce Franklin  La literatura de la prisión estadounidense Traducido por Nahuel Alejandro Roldán

C

ientos de libros de presos y expresos estadounidenses han sido publicados desde principios de la década de 1960. Muchos de estos autores eran trabajadores de los derechos civiles, activistas contra la guerra y revolucionarios encarcelados por delitos políticos. Pero muchos otros eran delincuentes comunes que se convirtieron en escritores a causa de la prisión. Ahora bien, el simple hecho de que los presos estén creando literatura no es nada nuevo. Muchas figuras importantes de la literatura europea y estadounidense han sido encarceladas como delincuentes: Sócrates, Boethius, Villon, Thomas More, Cervantes, Campanella, Walter Raleigh, Donne, Richard Lovelace, Bunyan, Defoe, Voltaire, Diderot, Thoreau, Melville, Leigh Hunt, Oscar Wilde, Agnes Smedley, Máximo Gorky, Genet, O. Henry, Bertrand Russell, Chernyeshevsky, Dostoevsky, Stalin, y Solzhenitsyn, Cristo y el Marqués de Sade. Ciertamente no hay nada inusual en que los escritores, oradores y activistas sean encarcelados como  Publicado originalmente en: The Massachusetts Review, 18 (1), 1977, 51-78. Publicado originalmente en español por Cuestiones Criminales, 1 (2), 2018. Republicado con permiso de “Cuestiones Criminales”.

delincuentes, y que muchos de los delincuentes encarcelados se hayan convertido en escritores, oradores y activistas. Pero la literatura que surge hoy en día de las prisiones de Estados Unidos constituye un fenómeno sin precedentes. La cantidad es tan grande que permite la primera distinción cualitativa: se trata de un cuerpo coherente de literatura, no sólo de obras de delincuentes y prisioneros individuales. En segundo lugar, esta literatura incluye algunos de los documentos centrales de la cultura contemporánea, como The Autobiografhy de Malcolm X, Soul on Ice de Eldridge Cleaver, Soledad Brother y Blood in My Eye de George Jackson, y los tres libros de Piri Thomas. En tercer lugar, las voces dominantes en esta literatura son las de los delincuentes comunes que se han convertido en artistas literarios gracias a su experiencia en la cárcel. Los cuatro autores que acabo de citar fueron encarcelados por robo, violación, posesión de una “droga peligrosa” (marihuana) y robo a mano armada. La cuarta característica distintiva proviene del papel especial de los presos afroamericanos. Porque los afroamericanos son el mayor grupo de presos, porque la situación de los afroamericanos dentro de la sociedad estadounidense en su conjunto se reproduce en microcosmos dentro de nuestras prisiones, y porque allí ese hecho primordial de la experiencia afroamericana—el encarcelamiento—es compartido por otros grupos e individuos en el fondo de nuestra sociedad, por todas estas razones, la cultura afroamericana ha moldeado tanto la forma como el contenido de la literatura carcelaria contemporánea estadounidense.

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Aunque esta literatura incluye novelas, obras de teatro, poemas, ensayos, cartas, canciones, autobiografías, etc., hay ciertas características formales unificadoras y predominantes, determinadas no sólo por los antecedentes de los escritores sino también por sus intenciones. Para comprender el logro artístico de esta literatura, debemos abordarla con una estética radicalmente diferente a la de la mayoría de las estéticas aplicadas en la academia y en los medios culturales dominados por la universidad. De hecho, tal vez no sea exagerado decir que la prisión y la universidad ofrecen los polos contradictorios de la estética, así como de la mayoría de las otras cuestiones. No estoy sugiriendo de ninguna manera que debamos aplicar un estándar estético inferior. En realidad, la literatura carcelaria tiene que superar grandes prejuicios entre la mayoría de los lectores con educación universitaria, incluso cuando se ajusta a las teorías de arte promulgadas en el campus. Una demostración irónica de esto apareció en el largo artículo sobre la rebelión de Ática en la revista Time (20 de septiembre de 1971). Los escritores de Time, que intentaban mostrar la literatura primitiva de los prisioneros de Ática, escogieron como ejemplo “un poema escrito por un prisionero desconocido, crudo pero conmovedor en su estilo heroico”. El poema citado por Time no era otro que el famoso soneto “If We Must Die” del gran poeta jamaiquinoestadounidense Claude McKay (una ironía aún más profunda, como Stephen Henderson ha señalado, es que este mismo poema, escrito en revuelta contra la opresión racial angloamericana, fue recitado por Winston Churchill para unir a Inglaterra

durante la Segunda Guerra Mundial). Totalmente subestimada por el Time estaba la espléndida poesía escrita por los propios presos de Ática, una muestra de la cual podemos encontrar en Betcha Ainyt: Poemas de Attica (ed. Celes Tisdale, Detroit: Broadside Press, 1974). La literatura carcelaria estadounidense contemporánea no es, por supuesto, la cultura de algunas personas separadas en el tiempo y en el espacio. Es una parte muy importante de la cultura estadounidense. No se puede agrupar en una categoría atemporal de “literatura carcelaria”, como si los presos de todos los tiempos y lugares constituyeran una sociedad. La experiencia de ser encarcelado siempre tiene algunas características comunes, sin importar cuál sea la situación histórica o individual particular. Pero si comparamos una obra como Blood in My Eye de George Jackson con, digamos, The Consolation of Philosofhy de Boethius, vemos inmediatamente que las grandes diferencias históricas son importantes, aunque ambos autores escribieron mientras yacían en la cárcel esperando a ser asesinados. Yo diría que incluso Genet, muchos de cuyos temas son comunes a los escritos de las prisiones estadounidenses, tiene una conciencia profundamente diferente, un hecho demostrado en parte por su introducción al Soledad Brother de Jackson, en el que Genet, a pesar de algunas buenas ideas, interpreta erróneamente el mensaje de Jackson como anti-blanco, mientras que Jackson, tanto en sus escritos como en su dirección de la prisión, intentaba forjar la unidad de clase revolucionaria entre negros y blancos (Sartre comete precisamente el mismo error en su introducción a Les Damnés de la Terre de Fanon). Y para una visión del mundo

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exactamente opuesta a la mayoría de la literatura carcelaria estadounidense contemporánea, podemos recurrir a las obras de Solzhenitsyn, un expreso que anhelaba los viejos y buenos tiempos prerevolucionarios y que hervía con desprecio por los pobres y los trabajadores (por supuesto, Solzhenitsyn era un preso político en lugar de un preso común, encarcelado por presunto intento de organizar un grupo colaboracionista nazi entre compañeros oficiales soviéticos, una acusación a la que se le ha dado cierta credibilidad por sus propias admisiones en The Gulag Archipelago y por sus recientes declaraciones pro-nazis y profranquistas). La literatura carcelaria estadounidense contemporánea puede fecharse en The Autobiography de Malcolm X. Malcolm tiene un papel único en el pensamiento social del pueblo afroamericano. Uno de los muchos “delincuentes comunes” negros despertados por la Nación del Islam, Malcolm avanzó más allá de la ideología musulmana de mediados de los años sesenta, para hacer descubrimientos cruciales sobre sí mismo como hombre negro y como criminal en Estados Unidos, sobre su pueblo y sobre la sociedad estadounidense en su conjunto, descubrimientos que todavía definen el terreno de la literatura carcelaria y de gran parte de nuestra experiencia subsiguiente como nación-estado. Al sondear abiertamente su propia degradación más profunda y luego rastrear las sucesivas etapas de su conciencia, Malcolm fue capaz de revelar toda la estructura inversa de la economía política de los Estados Unidos y la cultura que la hace parecer racional, justa y perdurable. Fue el primer delincuente común

en crear una gran obra literaria basada en una visión que se ha vuelto más popular desde 1972: que los delincuentes más grandes en los Estados Unidos dirigen la Casa Blanca y que las personas en prisión son simplemente sus víctimas más brutales. Después del asesinato de Malcolm en 1965, la literatura carcelaria lo reconoció como su líder político y espiritual; es comparado en la actualidad con Moisés, Jesús y Alá. Etheridge Knight, que ha escrito varios poemas sobre Malcolm, se adentra en la esencia de su papel en “It Was a Funky Deal”, un poema sobre el asesinato: Sacudiste demasiados botes, hombre. Me sacaste demasiados abrigos, hombre. Vi a través de la jerga. Llegaste a los salvajes. Como yo.1 Bobby Seale muestra exactamente sobre qué está escribiendo Knight. La escala comienza Aprovecha el tiempo con un capítulo titulado “Quién soy”. Estas son sus primeras palabras: “Cuando Malcolm X fue asesinado en 1965, corrí por la calle”. Después de lanzar ladrillos a los coches de la policía, él llora como un bebé, y finalmente hace una promesa: “A la mierda, me convertiré en un maldito Malcolm X, y si quieren matarme, tendrán que matarme”. En Soul on Ice, Eldridge Cleaver tiene un capítulo clave titulado “Reacciones iniciales sobre el asesinato de Malcolm X”, en el que muestra que Malcolm habló directamente con la mayoría de los prisioneros negros, incluido él mismo, porque ya no se veían a sí mismos como 1

Etheridge Knight: Poems from Prison, Detroit: Broadside Press, 1968, 28.

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“delincuentes” sino como “prisioneros de guerra”. Look for Me in the Whirlwind, la autobiografía colectiva del New York Panther 21, tiene una sección completa que describe cómo Malcolm cambió el pensamiento y la vida de sus autores. Un convicto del alma mater de Malcolm, la prisión de Norfolk en Massachusetts, resume el significado de la vida y la muerte de Malcolm en su poema “Black Thoughts ‘71 (malcolm)”. Este poeta, Insan (Robert S. Preston), despliega las “lecciones de matemáticas” que le han llevado a pasar del día del asesinato de Malcolm a un futuro en el que las víctimas se convierten en la fuerza destinada a “destruir imperios y construir naciones”. La lección principal no es deificar a Malcolm sino entender que encarnó lo que era divino en los pueblos más oprimidos. Fue el mismo Malcolm quien: …me hizo pensar que si no fuera el ser supremo en persona, AláDiosMunguJehováRama (después de que alguien me sacó el abrigo y me dijo que era el mismo hombre como yo. me arruinó todo pero yo lo lograron juntos). y lo que él era yo soy capaz de ser más uno.2 Malcolm X obviamente no cayó de la luna, y el crecimiento de su conciencia no fue aislado ni accidental. Es una persona moldeada por el rápido desarrollo de la agitación en los Estados Unidos y el mundo. El año del avance de Malcolm hacia una visión internacionalista, 1964, fue el año decisivo de

2

Who Took the Weight? Black Voices from Norfolk Prison, Boston: Little, Brown, 1972, 49.

nuestra historia actual. Fue el año del primero de los “veranos largos y calurosos”, de las rebeliones espontáneas de los negros que iban a crecer cada año—1964, 1965, 1966, 1967—y que culminaron en abril de 1968, cuando en una sola semana el pueblo negro se rebeló simultáneamente en 110 ciudades de Estados Unidos, en los días posteriores a que Martin Luther King, con su largo historial de condenas penales por parte de varios estados, fuera eliminado de la misma manera que Malcolm X y John F. Kennedy. En 1964, LBJ personificó el colapso de las ilusiones democráticas, Estados Unidos admitió por primera vez los ataques armados contra Vietnam del Norte, y comenzó una importante oposición organizada a la guerra de Indochina. También fue el año del comienzo de un movimiento estudiantil blanco separado, fácil de datar del Movimiento de Libertad de Expresión en Berkeley ese otoño. Ha habido una relación recíproca e intensificadora entre la vida dentro y fuera de los muros. Decenas de miles de jóvenes políticamente motivados, incluyendo a los jóvenes blancos que se resistieron al servicio militar y a los jóvenes negros que fueron expulsados de las calles en las rebeliones de 1964-1968, han sido apiñados en las cárceles y prisiones. Un alto porcentaje de los principales activistas del movimiento de derechos civiles, los movimientos de liberación de negros, chicanos, puertorriqueños e indios, el movimiento contra la guerra y el movimiento revolucionario en desarrollo han sido encarcelados por lo menos brevemente; algunos han muerto en la cárcel; muchos siguen allí. Algunos de estos activistas, como Angela Davis, Bobby Seale, Sam Melville, Jack Cook, Barbara Deming, Howard Levy, David

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Reed, John Sinclair, T. J. Reddy, Daniel Berrigan, Philip Berrigan y Huey Newton, han escrito libros que muestran la influencia de su experiencia carcelaria. Estos activistas también traen a las prisiones ideas políticas del mundo exterior, lo que a su vez ayuda a mover la prisión hacia el pensamiento revolucionario e incluso hacia la rebelión real. El liderazgo de algunos de los Panteras 21 en la rebelión de las Tumbas de 1970 y el papel de Sam Melville en Ática en 1971 son ejemplos sorprendentes. Así que tenemos dos grupos de autores de literatura carcelaria que se superponen: el activista político metido en la cárcel, y el delincuente común metido en el activismo político. La distinción entre estos dos grupos tiende a disolverse a medida que la definición de delito, desde ambos lados de la ley, se vuelve cada vez más política. Por ejemplo, ¿en qué categoría ponemos a Tamsin Fitzgerald (autora de Tamsin, ed. Richard Condon, N.Y.: The Dial Press, 1973), quien fue encarcelada en 1969 cuando ella, entonces de dieciocho años, y su amante de veintiún años intentaron secuestrar un avión a Cuba para que no fuera reclutado para luchar en Indochina? ¿O el huracán Carter, que fue encarcelado a la edad de once años, permaneció encerrado en reformatorios y prisiones hasta los veinticuatro años, excepto tres meses en las calles y dos años en el ejército, y luego alcanzó la fama como boxeador, hizo una declaración pública muy citada en la que apoyaba el derecho de los negros a defenderse con armas contra la policía durante las rebeliones urbanas, fue acosado rápidamente por varios departamentos de policía y rápidamente inculpado de un triple asesinato, y no

escribió su asombrosa autobiografía, The Sixteenth Round (N.Y.: Viking Press, 1974), hasta que cumplió varios años de su sentencia de triple vida resultante por esta acusación claramente falsa? ¿O el poeta y ensayista John Sinclair, un destacado revolucionario blanco arrestado, en palabras de la acusación oficial, por “posesión de dos cigarrillos de marihuana”, que escribió mientras cumplía dos años y medio de su sentencia de diez años por este cargo?3 Me centraré en dos grandes poetas que encarnan los dos extremos, el preso que se convierte en escritor y el escritor que se convierte en un preso, en parte para mostrar cómo su arte tiende a fusionarse en forma y contenido. Uno de ellos es Etheridge Knight, que resume su vida de manera muy sencilla: “Morí en Corea a causa de una herida de metralla y los narcóticos me resucitaron. Morí en 1960 por una sentencia de prisión y la poesía me devolvió la vida”4. El otro es T. J. Reddy, quien tenía una educación universitaria y ya era un poeta publicado de alguna distinción antes de ser encarcelado. De hecho, el juez que sentenció a Reddy, al igual que el juez que sentenció al Imamu Amiri Baraka en 1968, citó explícitamente su poesía como una razón para no bajar la 3

John Sinclair y Robert Levin: Music & Politics, N.Y. and Cleveland: World Publishing, 1971, 7. 4 Knight: Poems from Prison, contraportada. La historia temprana de Knight está en marcha. Uno de los amigos de la infancia del huracán Carter, “como muchos otros miles de soldados” heridos en Corea, “recibió una dieta constante de morfina alcaloide para adormecer su dolor”. No se hizo ningún esfuerzo ni para sacarlo de la droga ni para remover “los trozos de metralla que aún estaban alojados en su cuerpo”: “el Tío Sam lo había enganchado a la droga”. El amigo de Carter no terminó convirtiéndose en escritor; fue electrocutado por el estado de Nueva Jersey (The Sixteenth Round, N.Y.: Warner Books Edition, 1975, 226.)

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fianza. El juez dijo que el propósito de los poemas de Reddy era “moldear las mentes de la gente para fines maliciosos”. Esto es crítica literaria con una venganza5. La poesía de estos dos “delincuentes”, Etheridge Knight y T. J. Reddy, muestra cómo las vidas de los individuos afroamericanos y la historia colectiva de los negros en Estados Unidos determinan el contenido central y definen gran parte de la forma de la literatura carcelaria estadounidense contemporánea. ¿Cuál es la esencia de la experiencia del encarcelamiento? La respuesta a esta pregunta tiene obviamente algo que ver con la cuestión general de la libertad humana. Si nos fijamos en la mayoría de los otros escritos de la prisión, encontramos que el escritor-preso usualmente se acerca a su pérdida de libertad como un asunto individual y como un emblema de la condición humana universal. Ahora yo no soy libre; la humanidad no es libre. Hay excepciones a esto, pero ninguna tan absoluta y con tanta continuidad como la perspectiva afroamericana. Desde el punto 5

Deberíamos saber algunos datos sobre Reddy. En 1968, un granero se incendió en Charlotte, Carolina del Norte. Tres años después, Robert Mardian, entonces jefe de la División de Seguridad Interna del Departamento de Justicia de Estados Unidos, más tarde un delincuente convicto, supervisó un acuerdo por el cual el gobierno de Estados Unidos pagaría a dos ex convictos 4.000 dólares en efectivo cada uno, además de retirar todos los cargos pendientes contra ellos, a cambio de testificar que el granero había sido quemado por Reddy y otros dos activistas políticos negros (Mardian, cuyo abogado en el juicio por la conspiración de Watergate lo describió como “tan puro como la nieve”, era entonces el principal verdugo de Nixon contra la izquierda. Hizo tratos similares para conseguir testimonios contra activistas negros, blancos, chicanos e indios en todo el país, incluido yo mismo). Este montaje ha dejado a T. J. Reddy cumpliendo veinte años, una sentencia que incluso el Washington Post y el New York Times han calificado de “asombrosa”.

de vista de la experiencia afroamericana, el encarcelamiento es ante todo la pérdida de la libertad de un pueblo. Las cuestiones de la libertad individual y de la libertad humana derivan de ese encarcelamiento social. Desde este punto de vista, la sociedad estadounidense en su conjunto constituye la principal prisión. La experiencia afroamericana comenzó encadenada en la prisión de un barco de esclavos. “What Next”, un poema de T. J. Reddy, dramatiza ese encarcelamiento primario: saliva espesa y pegajosa cercas Bocas negras tranquilas manchas de sal marina Pieles negras ya cubiertos de barro ojos medio muertos silenciosos mira con incredulidad hombro con hombro sufriendo Ojos Negros mirar más allá del pasado el residuo de la otra parte preguntándome qué sigue llamará a la tos de una vida negra, o escupir la canción de sangre más segura la canción de sangre más rápida la más rápida y dulce manera de morir no como un esclavo… ahogarse por la borda no como un esclavo… morir de hambre no como un esclavo… tragar la lengua no como un esclavo… matar a los niños no como un esclavo… la belleza del horror hacia abajo hacia abajo hacia abajo en el vientre de una bestia de madera indigestión ahogándose en el aire mórbido

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respirando una y otra vez el residuo de la otra parte preguntándose hasta la muerte qué sigue.6 ¿Qué fue lo siguiente? Tan pronto como los cautivos llegaron a América, los límites de la prisión se expandieron para convertirse en los límites de la sociedad estadounidense. Más allá de los muros de la prisión estaba Canaán, el nombre en clave de los esclavos para el país extranjero más accesible. Como dijo Malcolm X: “No te sorprendas cuando digo que estuve en prisión. Todavía estás en prisión. Eso es lo que Estados Unidos significa: prisión”. En su introducción a Black Voices from Prison (N.Y.: Pathfinder Press, 1970), Etheridge Knight explica la declaración de Malcolm: “Desde el momento en que el primero de nuestros padres fue atado y encadenado y llevado a la oscura bodega de un barco de esclavos ‘cristiano’— hasta el día de hoy, toda la experiencia del hombre negro en América se puede resumir, en una palabra: prisión”. Knight comprime esta visión en una brillante joya irónica de un poema, “The War den Said To Me the Other Day”. Ahí está, prisionero, asumiendo la postura del viejo esclavo negro— rascándose la cabeza, bajando la mandíbula, burlándose del amo: El alcaide me dijo el otro día (inocentemente, creo), “Diga, etérea, ¿por qué los chicos negros no huyen como hacen los chicos blancos?” Bajé la mandíbula y me rasqué la cabeza. y dijo (inocentemente, creo), “Bueno, suh, no estoy seguro, pero creo que la causa es que no tenemos a dónde correr”.7 6

Less Than a Score, But a Point, N.Y.: Vintage, 1974, 13-14. 7 Poems from Prison, 18.

Bobby Seale, que fue transformado, en la sala de justicia de Chicago del juez Hoffman, en un símbolo viviente de la prisión negra, con los brazos y las piernas atados, la boca amordazada y cerrada con cinta adhesiva, dijo que es sólo una cuestión de si se está en “máxima seguridad”—que se llama prisión— o en “mínima seguridad”—que se llama ser libre. El huracán Carter se refiere a los Estados Unidos como “una penitenciaría con una bandera”. ¿Qué delito ha cometido el pueblo africano para ser encarcelado? Obviamente ninguno en absoluto. De ahí que el pueblo afroamericano llegara rápidamente a otra conclusión: los verdaderos delincuentes deben ser aquellos que defienden lo que se llama la ley y el orden en Estados Unidos. Como dijo Frederick Douglass en su autobiografía de 1845, “No podía verlos bajo otra luz que la de una banda de ladrones exitosos, que habían abandonado sus hogares y se habían ido a África, nos robaron de nuestros hogares y en una tierra extraña nos redujeron a la esclavitud”8. Los relatos de los esclavos del siglo XIX, que formaban parte de un movimiento abolicionista militante, podían expresar esta opinión con franqueza. Pero durante la mayor parte del siglo XX, el arte de los prisioneros negros sólo pudo expresar esas ideas con un disfraz, indirectamente. Tomemos, por ejemplo, al escritor prisionero negro más famoso antes de Malcolm: Leadbelly. Huddie Ledbetter sirvió dos largos 8

Narrative of the Life of Frederick Douglass, An American Slave: Written by Himself, Cambridge: Harvard University Press, 1973, 67.

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períodos en Texas y Louisiana, finalmente salió en 1934, luego grabó canciones hasta poco antes de su muerte (como indigente en el Hospital Bellevue) en 1949. Pocas de sus canciones contienen un mensaje político explícito, pero su visión de Estados Unidos se filtra. En “Bourgeois Blues”, por ejemplo, la nación está representada por Washington, D.C., que Leadbelly llama “una ciudad burguesa”. Leadbelly describe su infructuosa búsqueda de un lugar para vivir, y luego se lamenta, en un modo clásico de blues, “Hogar de los valientes, tierra de la libertad / No quiero ser maltratado por ninguna burguesía”. La literatura carcelaria contemporánea vuelve a la explicitación de la narrativa de la esclavitud, como en el poema de George Drumgold, “These Prison Walls”: “Dicen que somos los delincuentes, una amenaza para la sociedad / Pero en realidad nos robaron, así que ¿cómo puede ser eso?”9. Pero esta literatura va mucho más allá de la narración de los esclavos, pues habla como ejemplo de una época profundamente revolucionaria. Ahora, en la época de las luchas mundiales de liberación nacional, la visión afroamericana pasa del concepto de víctimas coloniales a un sentido de guerra nacional—e internacional—contra la esclavitud colonial. En la literatura carcelaria estadounidense contemporánea, el tema central es Estados Unidos, la casa de la prisión de la nación negra. Pero—y esto es crucial—esta conciencia desarrollada a través de la experiencia histórica afroamericana, y llevada a su más alto nivel en el arte narrativo y poético de los presos, ha trascendido ahora la experiencia de un 9

The Last Stof: Writings from Comstock Prison, Greenfield Center, N.Y.: The Greenfield Review Press, 1974, 56.

pueblo. Por un lado, está su internacionalismo; se percibe a sí misma y es vista en todo el mundo como parte de una revolución global de los pueblos del Tercer Mundo. Por otro lado, ha irrumpido en la percepción de clase de la realidad social de Estados Unidos y, por lo tanto, ha influido profundamente no sólo en los reclusos blancos, sino también en gran parte de la población blanca. No es un accidente o una moda que millones de estadounidenses blancos hayan sido profundamente afectados por obras escritas por presos negros. Porque el rasgo más distintivo de la historia estadounidense en su conjunto es la esclavitud afroamericana y la historia posterior de la nación negra dentro de los Estados Unidos. Los afroamericanos son un pueblo creado dentro de los Estados Unidos, y fue su trabajo no remunerado, que produjo la única exportación en efectivo a gran escala del período 1830-1860, lo que proporcionó la base de capital para la economía política de la Norteamérica moderna. El encarcelamiento dentro de la esclavitud de prendaria proporcionaba un punto de vista desde el cual se podía percibir que los verdaderos delincuentes en la sociedad capitalista son aquellos que viven del trabajo de otras personas. Frederick Douglass vio esto tan pronto como fue contratado por su amo. Pregunta por qué debe entregar sus ganancias a su dueño, y su respuesta se extiende implícitamente a toda la esclavitud salarial: Y por qué—no porque se lo ganara, — no porque tuviera algo que ver con ello, —no porque se lo debiera, —no

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porque poseyera la más mínima sombra de derecho sobre él; sino porque sólo tenía el poder de obligarme a renunciar a él. El derecho del sombrío pirata en alta mar es exactamente el mismo.10 Así que, desde el principio, el pueblo afroamericano ha estado en la mejor posición para entender las bases de la economía política estadounidense, y su comprensión ha avanzado etapa por etapa a medida que han pasado de la esclavitud rural en una economía agraria a la esclavitud asalariada en el desarrollo del capitalismo para convertirse ahora en el núcleo de los tres sectores principales de la clase obrera: (1) el proletariado industrial, particularmente en las industrias automotriz, siderúrgica, del caucho y de empacado de carne; (2) el proletariado de servicio, desde el transporte masivo en Nueva York, Chicago, Filadelfia y San Francisco hasta los edificios de oficinas de la burocracia federal en Washington; (3) el vasto y creciente ejército de los desempleados permanentes, que constituye una característica distintiva del capitalismo monopolista en decadencia y que proporciona la mayor parte de la población de las cárceles y prisiones. Parte de la actual economía decadente es el sistema penitenciario en sí mismo, la última versión de la esclavitud prendaria, que reemplaza al trabajo de las pandillas y al peonaje de los años 30. Los enormes campos de trabajo de esclavos estadounidenses conocidos como prisiones constituyen una industria enormemente rentable. De hecho, las Industrias Penitenciarias Federales, Inc. 10

Narrative, 133.

es “de lejos la línea de negocio más rentable del país. Las ganancias sobre las ventas en 1970 fueron del 17% (…) el promedio de todas las industrias de los Estados Unidos es de 4.5%”11. Las prisiones constituyen la quinta industria más grande de California. De acuerdo con las estadísticas oficiales de California para 1968, algunos prisioneros produjeron más de $14.000 de ingresos por año (1968 fue el último año que California publicó estas cifras). Para 1974, el salario más alto para un preso de California era de hasta $3,40 a la semana; usando un cálculo conservador de la inflación, este preso debe haber estado aportando alrededor de $20.000 al año12. Y recuerde que menos del 5% de las personas en nuestras cárceles y prisiones están allí porque tuvieron un juicio y fueron condenados por un delito13. No es solo la economía política la que queda al descubierto por la experiencia afroamericana. Desde este punto de vista, también es posible comprender algunas de las principales características culturales y psicológicas de la vida estadounidense. Por ejemplo, los problemas sexuales característicos de cada etapa de nuestra 11

Jessica Mitford: Kind and Usual Punishment: The Prison Business, N.Y.: Vintage, 1974, 215. 12 Mitford, 209-210. 13 El 52% de la población carcelaria es legalmente inocente (simplemente no pueden pagar la fianza) y más del 90% de los condenados han aceptado un acuerdo negociado (sobre todo porque no pueden pagar un juicio). Ver: Sourcebook of Criminal Justice Statistics—1974, Albany, N.Y.: U.S. Department of Justice, Criminal Justice Research Center, 1975, 426, 430, 379. Según estas estadísticas oficiales, el número anual de detenciones notificadas superó los 8.700.000 en 1972, el último año del que se incluyen cifras, y estaba aumentando rápidamente (pp. 326). De los que tienen cargos formales en su contra, sólo el 17,1% son absueltos o sobreseídos (pp. 378). Véase también Mitford, 19 y 84.

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economía política han sido analizados más a fondo en la literatura por los “delincuentes” afroamericanos. Hay una línea de desarrollo ininterrumpida de la narración de la esclavitud—escrita con la ayuda de Malcolm X—en Incidents in the Life of a Slave Girl de Linda Brent de 1861, quien fue encarcelada porque no se sometía a la sexualidad pervertida de su amo, quien trabajaba como proxeneta en Harlem, guiando a viejos blancos ricos a contemplar y participar en sus fantasías sadomasoquistas más enfermas con mujeres y hombres negros, a las propias aberraciones sexuales de Eldridge Cleaver— lo que llevó—en Soul on Ice, a su exploración incisiva de la psicopatología inherente a los roles sexuales estereotipados impuestos por la cultura estadounidense al hombre negro, a la mujer blanca, al hombre blanco y a la mujer negra. Las personas que se han convertido en artistas literarios debido a su encarcelamiento tienden a escribir de manera autobiográfica. La razón es obvia: es su propia experiencia personal la que les ha dado un mensaje importante y el motivo para comunicarlo. Las obras de los presos de hoy, aunque predominantemente autobiográficas, rara vez pretenden ser una muestra de genio individual. Mientras que los criterios literarios dominantes en el mundo académico exaltan lo extraordinario o incluso lo único, con la “originalidad” como criterio clave, la escritura autobiográfica más actual desde la cárcel pretende mostrar a los lectores que la experiencia individual del autor no es única ni siquiera extraordinaria, sino típica y representativa. Esto presenta algunos problemas, pues ¿cómo puede un solo autor probar que su propia experiencia

es común? Al leer diez o doce autobiografías, podemos corroborar la veracidad general de cada una. Pero esto conlleva claramente otros problemas, tanto estéticos como prácticos. La obra que considero el mayor logro de la modalidad autobiográfica, uno de los libros más importantes—y más descuidados—de nuestro tiempo, es Look for Me in the Whirlwind: The Collective Autobiography of the New York 21 (N.Y.: Random House, 1971). Los autores de Look for Me in the Whirlwind resuelven los problemas estéticos y prácticos de la autobiografía individual creando una autobiografía colectiva. La yuxtaposición de los acontecimientos centrales de cada vida crea un sentido abrumador de la veracidad y del heroico drama humano en esta epopeya de la lucha de la opresión hacia la liberación. Aquí nos encontramos de frente con el conflicto entre la estética de la prisión y la estética de la universidad, que puede ver poco valor en un libro así. Look for Me in the Whirlwind no nos pide que admiremos el genio creativo de cada artista individual, sino que veamos a cada artista como un mero representante de una colectividad. No debemos buscar lo único y lo original, la ambigüedad y los innumerables tipos de ironía, la estructura arquitectónica o el solipsismo autoconsciente de un Nabokov o un Borges. Debemos buscar lo que es común, claro, útil y con un propósito. No se supone que nos sentemos a admirar a los autores, sino que nos levantemos y pongamos en práctica su mensaje. La autobiografía más colectiva de la prisión norteamericana reside en su magnífica

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poesía, que incorpora una tradición oral y musical común. Esta poesía se aborda mejor a través de su propia historia y estética El origen primigenio de la poesía se esconde en las profundidades de la prehistoria. Sin embargo, sabemos algunas cosas al respecto. Nuestro sentido del ritmo como seres humanos surge directamente de lo que es más privado, los pulsos de nuestros propios cuerpos. Cantando juntos, las personas unen sus ritmos privados en un tiempo rítmico colectivo y un significado verbal. La música y la danza están muy ligadas a la poesía, y las tres artes vienen a enriquecer los ritmos del sexo. Para que la gente trabajara junta, a menudo era necesario unir el ritmo y la palabra, por lo que la poesía, vital para muchas formas de trabajo, a veces se convertía en una cuestión de supervivencia14. Estas percepciones son esenciales para cualquier comprensión del desarrollo de la música y la poética afroamericana15. Permítanme resumirlo en un esquema bastante simplificado. Los esclavos secuestrados en África Occidental trajeron consigo una tradición musical polifónica no-europea. Cuando sus lenguas, instrumentos, canciones y danzas nativas se convirtieron en actos criminales por parte de los dueños de esclavos blancos, adoptaron la lengua, la música y el 14

Hay mucha escritura teórica sobre esto. Entre las más provocativas y de mayor alcance se encuentran Illusion and Reality (1937) de Christopher Caudwell y Marxism and Poetry (1945) de George Thomson, revisada y reeditada como The Human Essence, Londres: China Policy Study Group, 1974. 15 Véase: LeRoi Jones (Imamu Amiri Baraka), Blues People (1963), Frank Kofsky, Black Nationalism and the Revolution in Music (1970), Paul Oliver, The Story of the Blues (1969), y la antología crítica de Stephen Henderson, Understanding the New Black Poetry (1973).

simbolismo religioso británico, y los adaptaron directamente a las necesidades de supervivencia de su trabajo esclavo. De ahí surgieron las canciones originales de los esclavos, con sus veladas alusiones a la huida y la rebelión, y los cantos evangélicos, que a menudo conservan tanto las palabras clave como el contenido subversivo. A medida que el blues se desarrollaba hacia finales del siglo pasado, la música y la poética afroamericanas fueron capaces de alejarse de la forma y el contenido europeos adoptados, sacando a relucir explícitamente la experiencia afroamericana y, a veces, incluso, los indicios de la forma musical africana. A medida que el jazz se desarrollaba, la dialéctica se fue haciendo más consciente y la cultura negra comenzó a influenciar a los blancos. Así, en el mismo momento del Renacimiento de Harlem, la sociedad blanca se definía, irónicamente, como perteneciente a la “Era del Jazz”. El Bebop, que en un principio era una forma distintivamente negra, fue expropiado por bandas blancas en el llamado cool jazz de los años cincuenta. La respuesta fue un cuerpo de innovación de jazz conocido como funky o soul o hard rock. Esto incluyó la adopción consciente de formas y temas africanos, ya que el nacionalismo negro creció rápidamente entre los músicos negros de jazz, mucho más rápido que entre cualquier otro sector de la población negra, con la posible excepción de los reclusos. Ahora lo más cercano que tenemos a las canciones originales de los esclavos son canciones de trabajo esclavo moderno, cantadas por presos negros obligados a trabajar juntos en los pantanos, los campos, los bosques y la construcción. Muchas de estas canciones han sido grabadas mientras

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los hombres trabajaban, dándonos la oportunidad de escuchar un tipo de poesía muy antigua, probablemente bastante cercana a su forma original. Tomemos como ejemplo una versión de “Po’ Laz’rus” grabada en el Campamento B, Penitenciaría Estatal de Mississippi en Lambert por Alan Lomax (en Prestige/International 25009). Esta es una canción de podar o deshierbar. Los hombres que la cantan están realizando un tipo de trabajo que requiere que todos ellos muevan sus cuerpos al mismo ritmo. La cuadrilla debe balancear sus hachas o azadas en el aire, y luego derribarlas todas a la vez. Los únicos instrumentos son las hachas o los azadones mismos cuando golpean, y por lo tanto golpean al compás. La canción está siendo cantada bajo la atenta mirada de los guardias armados. Los hombres cantan sobre una figura mítica, un legendario Hombre Malo, un Hombre Malo Negro, que desafía la ley y el orden. Los hombres proyectan en Lázaro sus propios sentimientos de rebelión y desafío a la ley y el orden. El monótono corte de sus hachas o azadas se transmuta en puntuación y énfasis para las palabras de su canción melancólica (he indicado cada sonido de corte brusco de las herramientas con este símbolo: #). # # # ## Oh, bueno, el alto sheriff, le dijo a su ayudante: “¿No quieres salir y traerme a Laz'rus?” # (Repetir) # # # # “Tráelo vivo o muerto”, Señor, oh Señor, “Tráelo vivo o muerto”. # # # # Oh, bueno, el ayudante, le dijo al alto sheriff: “No me voy a meter con Laz’rus” # (Repetir) # # # # “Bueno, es un hombre peligroso, Señor, oh Señor, es un hombre peligroso”. # # # # Oh, bueno, el alto sheriff, encontró a

Laz’us, estaba escondido en medio de una montaña. # (Repetir) # # # # Con la cabeza colgada, Señor, oh Señor, con la cabeza colgada. # # # # Bueno, el alto sheriff, le dijo a Laz’rus, dice “Laz’rus, vengo a arrestarte”. # # # # # “Trae a un muerto o a un vivo”, Señor, Señor, “Trae a un muerto o a un vivo”. # # # # Oh entonces Laz’rus, le dijo al alto sheriff, dice, “Nunca he sido arrestado, # (Repetir) # # # # por nadie”, Señor, oh Señor, “Por nadie”. # # # # Oh bien, el alto sheriff, le disparó a Laz’rus, sí, le disparó con un gran cañón, (Repetir) # # # # Con un cuarenta y cinco, Señor, oh Señor, con un cuarenta y cinco. Debemos tener cuidado de no romantizar estas canciones de esclavos, tanto en su forma como en su contenido. Son logros maravillosos, tanto formalmente como en expresión de la conciencia humana, dada la situación, pero esa situación de esclavitud les impone límites severos. Los ritmos son monótonos, casi tan monótonos como el trabajo mismo, porque las exigencias del trabajo impiden el desarrollo rítmico. Los cantantes están literalmente encadenados a los mismos ritmos de trabajo que hicieron necesaria la canción. De hecho, podemos escuchar en las canciones de la recolección del algodón, donde los individuos pueden trabajar más o menos a su propio ritmo, una estructura rítmica mucho más elaborada16. Y en cuanto al contenido, ¿hasta dónde puede 16

Este punto es desarrollado, con ejemplos, por Bruce Jackson en su muy importante colección, Wake Uf Dead Man: Afro-American Worksongs from Texas Prisons, Cambridge: Harvard University Press, 1972.

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llegar la gente bajo el escrutinio de los supervisores o guardias? Aquí tampoco debemos romantizar el nivel espontáneo de conciencia. La resistencia es admirable, pero en última instancia representa una forma de aceptación o al menos de no resistencia. Esto no es culpa de los esclavos: ciertas opciones históricas no siempre están abiertas. Sin embargo, sería paralizante seguir exaltando la resistencia a medida que la resistencia activa o la rebelión se hace posible. La poesía que ahora escriben los presos negros recapitula la historia de la música afroamericana que acabo de esbozar, la integra estrechamente con un análisis poético del desarrollo de la economía política de Estados Unidos, y la extrapola hacia una liberación tanto en forma poética como en la vida social. T. J. Reddy, por ejemplo, experimentando, como sus antepasados, el secuestro y la esclavitud, nos lleva de vuelta a través de la esencia y el significado subyacentes de la poesía hacia el momento de la liberación. En “A Poem for Black Rhythmeticians”, interpreta la historia de la humanidad en el curso de los ritmos de la poesía, comenzando en el vientre africano de la humanidad:

Y cuando los esclavistas descubrieron Lo mucho que nos comunicamos Con la música no podían entender Tomaron nuestros tambores Pero no nuestro ritmo Reddy sigue el rastro de sus antepasados mientras tocan las canciones de la esclavitud y el encarcelamiento en las plantaciones y en el blues que recoge los ritmos de la pobreza urbana. En la estrofa final, atraviesa los muros de su prisión con los largos y pesados latidos de “Ahora la libertad no es demasiado pronto”. El poeta Lanners L. X, que escribe desde la prisión de Folsom, yuxtapone las explosivas contradicciones inherentes entre los orígenes de la música negra y sus funciones actuales en “A Black & Blue Experience”: señor hombre de la música duque de orquestación compositor no sólo de ritmo temporal y melodía sino que las armonías de una cultura de esclavos también del infierno vino ecos de Harlem escuchados por las almas/los oídos blues/jazz se llama… reyes y reinas chasquido con los dedos zapateo y sacudir sus ahhhhhhhhhhhhhh cabezas a los gemidos y lamentos… 400 años de dolores de parto.17

El tambor es el latido del corazón De la madre África Mientras ella da forma a la vida y Da a luz Al mundo El tambor, ese amplificador de nuestro propio corazón, está ligado a las palabras de nuestro cerebro, y hace vibrar los ritmos del día y de la noche, del trabajo de la tribu y de sus consejos, de hacer el amor. Los ritmos mismos vienen a expresar significados proyectados por los tambores hablantes:

17

Captive Voices: An Anthology from Folsom Prison, Paradise, Calif.: Dustbooks, 1975, 198-199.

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En “Tribute to the Avant Garde”, H. Fowler, escribiendo desde la prisión de Corn Stock, escucha a los “Liberadores negros de la música” dando el ritmo y el significado de un huracán apocalíptico18. “Listen To Your Heartbeat”, un poema escrito por James Lang en la prisión de Norfolk (Massachusetts), comprime todo el relato. Lang comienza en África y rastrea las canciones cantadas en el… Poseedores de Fragatas Sobrevolando el Atlántico Norte, Comprometidos en el “Oro Negro” que se comercia Era la piedra angular del Mercantilismo, Capitalismo/Americanismo. Luego relaciona esta poesía con las rebeliones negras de los siglos XVIII y XIX y la lleva al presente y al futuro: Toussaint, Christophe y Desalines Sacudió a Haití con algo de eso Buena ola de Rock’n Roll del siglo XVIII Y ellos (todavía manteniendo el tiempo a ritmo) Rodó el pequeño corso Sueños empíricos inflados De vuelta a las colinas de donde vinieron; Natal, Dinamarca y Gabriel Reunió a sus tropas A las mismas cepas, Luego se dispararon. Ahora, tenemos Curtis y Ra Y Rahsan Roland Kirk Y las hermanas Kim, Aretha, Elaine y Nina (Pájaro, Trane, “O” y la Dama Lo estábamos diciendo, también, Antes de la sobreexposición—a una tormenta de 18

The Last Stop, 58-59.

nieve cegadora— Los desperdiciaron, pero no fueron desperdiciados) Wicked Wilson, Leon Thomas, Lou Donaldson y Pharoah Sanders. ¡ESCUCHA! Están hablando en el TÚ, Intentan decirte algo. ¿Recibiste el mensaje? ¿Dice? NUESTRO DÍA HA LLEGADO.19 Compare el uso de la figura del hombre malo negro en “Po’ Laz’rus” con la desarrollada por Etheridge Knight en su poema “Hard Rock Returns to Prison from the Hospital for the Criminal Insane”. Los ritmos de Knight (además de los ritmos del grupo que toca detrás de él en la cinta hecha en prisión y disponible en Broadside Press) se liberan del ritmo cortante de la canción de trabajo, proporcionando un rango mucho más amplio de expresión. El nombre de Knight’s Bad Man, “Hard Rock”, es en realidad un complicado juego de palabras sobre la experiencia en prisión y el jazz funky. Knight es libre de trasladar la escena del conflicto de alguna montaña remota directamente a la prisión, donde los adversarios del Hombre Malo son los guardias (los “carceleros”). Knight no tiene que andar con rodeos sobre el personaje del Hard Rock: existe “la joya de un mito que el Hard Rock una vez mordió / A un carcelero en el pulgar y lo envenenó con saliva sifilítica”. La eliminación del Hombre Malo es en sí misma de gran actualidad, ya que no se realiza con una .45 sino con técnicas avanzadas de psicocirugía 19

Who Took the Weight, 57-58.

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desarrolladas en nuestras universidades. Knight es capaz de llevar su mensaje directamente a su audiencia de compañeros de prisión. En su introducción a la lectura grabada, bromea sobre los “veinte tipos” que “ya me han dicho que estaba hablando de ellos”—es decir, que a todos les gusta pensar que son los más malos. Knight les está advirtiendo sobre su destino. Pero Knight también debe ocultar un poco su mensaje, porque en el fondo les está diciendo a los hombres que dejen de proyectar sus deseos de resistencia y rebelión sobre una figura legendaria en el pasado o en una versión mítica de sí mismos. Hard Rock era “conocido por no aguantar la mierda De nadie”, y tenía las cicatrices que lo demostraban: Labios partidos de color púrpura, orejas con protuberancias, ronchas por encima Sus ojos amarillos, y una larga cicatriz que cortó A través de su templo y arado a través de una gruesa Dosel de pelo rizado. Se DECÍA que el Hard Rock no era un negro mezquino Además, los médicos le habían hecho un agujero en la cabeza, Le cortaron parte del cerebro, y le metieron electricidad A través del cuerpo. Cuando trajeron a Hard Rock de vuelta, Esposado y encadenado, lo soltaron, Como un semental recién castrado, para probar su nuevo estatus. Y todos esperamos y observamos, como indios en un corral, Para ver si la PALABRA era verdadera. Mientras esperábamos nos envolvimos en la capa

De sus hazañas: “Hombre, la última vez, se necesitaron ocho Carceleros para meterlo en el Hoyo”. “Sí, ¿recuerdas cuando golpeó al capitán con su bandeja de la cena?” “Paso El récord de tiempo en el Hoyo: ¡67 días seguidos!” “¡Ol Hard Rock! Hombre, es un negro loco”. Y luego la joya de un mito que el Hard Rock una vez había mordido A un carcelero en el pulgar y lo envenenó con saliva sifilítica. Llegó la prueba, para ver si el Hard Rock era realmente manso. Un campesino lo llamó negro hijo de puta Y no perdió sus dientes, un carcelero que conocía a Hard Rock De antes lo sacudió y le ladró en la cara. Y Hard Rock no hizo nada. Sólo sonreía y parecía tonto, Sus ojos se vacían como agujeros de nudo en una cerca. E incluso después de que descubrimos que le tomó al Hard Rock Exactamente 3 minutos para decirle su nombre de pila, Nos dijimos a nosotros mismos que acababa de darse cuenta, Estaba siendo genial; pero no pudimos engañarnos por mucho tiempo, Y nos dimos la vuelta, con los ojos en el suelo. Aplastados. Él había sido nuestro Destructor, el hacedor de las cosas Soñábamos con hacer, pero no nos atrevíamos a hacerlo, Los miedos de los años, como un látigo mordaz, Había cortado surcos demasiado profundos en nuestras espaldas.20 El “For Freckle-Faced Gerald” de Knight es más brutal y conmovedor. Se trata del hecho 20

Poems from Prison, 11-12.

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más crudo de la vida en nuestras prisiones. El castigo fundamental infligido a los prisioneros en Estados Unidos es la privación del sexo normal, que convierte a las prisiones en infiernos sexuales. Todos los demás aspectos de la vida carcelaria—la pérdida de la libertad de movimiento, la brutalidad de la policía armada, la comida atroz y la atención médica, el entorno miserable, la autoridad arbitraria del Estado en la vida diaria—son características comunes de la vida en el gueto, el barrio y muchos barrios blancos pobres. Pero lo que es único en la prisión es la privación sexual. El resultado es una sociedad donde la homosexualidad forzada se convierte en la norma. Gerald, de dieciséis años, es arrojado “para que coman los buitres”: Gerald, que no recordaba ni tenía esperanza de labios calientes de cobre— de muslos firmes y erguidos para reforzar su flujo, dejar que las paredes altas y los buitres cambien el rumbo de su río de sur a norte. (No hay seguridad en los números como en el vecindario. ¿dos es suficiente, tres? Definitivamente no. ¿cuatro? “Todos ustedes son musulmanes.” ¿cinco? “Estabas planeando una revuelta racial”. además, Gerald nunca pudo ganar con su discurso preciso y su sonrisa inocente la confianza y los puños de los jóvenes gatos negros.) Gerald, besado diez mil veces por el sol en la nariz y mejillas, no tenía ninguna posibilidad, ni siquiera sabía que la pérdida de sus pelotas había sido planeada con años de antelación

por buitres más sabios y más grandes que aquellos que ahora se cierne sobre su huella y con la luz de la noche sobre su espalda.21 El poema de Knight es insoportablemente íntimo, pero también expresa una visión política amplia. Aunque los agentes inmediatos de la violación de Gerald son los buitres en prisión, su destino es parte de un plan sistemático, “planeado con años de anticipación / por buitres más sabios y grandes”. La víctima, definida como el criminal, literalmente yace aplastada en el fondo de la sociedad estadounidense. El primer libro de poemas de T. J. Reddy se titula, con una obra sobre su sentencia de 20 años, Less Than a Score, But a Point. A lo largo de este volumen palpita una dialéctica entre la muerte, en la forma de la interminable variedad de prisiones del capitalismo, y la vida, en la forma de la poesía de sus víctimas. A veces esto es explícito, a veces se dice sólo por ritmos conflictivos. Como dice en “¿Qué color es la vida?”, “Vengo a pintar el sonido”. En “Dr. Death the Community Physician”, Reddy pinta en sonido e imagen un retrato compuesto de las varias formas de traficantes de droga blancos, incluyendo el cirujano y el político. El primer verso golpea el sonido de la muerte en un ritmo silábico pesado: “El polvo blanco de la muerte dopea nuestros ojos”. El poema se mueve implacablemente hacia la descripción final del político capitalista: Dr. Muerte el mago político 21

Poems from Prison, 14.

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Agujas de los barrios negros Vendiendo la muerte con fines de lucro “Judge Poem”, la hábil historia titulada del juez que lo sentenció, establece los ritmos del corazón de Reddy contra los de los decretos judiciales: El juez Snepp me rompe el corazón Me califica de táctico, conspirador, revolucionario sobreeducado Más allá de la rehabilitación Las palabras del juez representan un polo de la dialéctica rítmica. Muchos de los poemas, especialmente los más largos, tienen una inquietante cualidad discursiva, amenazando con caer en prosa. Es evidente que esto no es involuntario. Porque el mismo Reddy no es un miembro de una tribu africana, ni un esclavo de campo, ni un trabajador de una cadena de montaje, ni un viejo músico de blues. La tensión entre lo prosaico y lo musical es parte de la propia alienación de Reddy, ya que la institución que lo enajenó por primera vez no fue la prisión sino la universidad. Así que incluso en una jaula con otros reclusos, se siente un poco como un forastero. Uno de sus mejores poemas, “Running Upon a Wall”, expresa irónicamente esta doble alienación. Asistiendo a una “universidad negra como un estudiante de color”, se encuentra a sí mismo, corriendo, Dando vueltas en círculos y consiguiendo En ninguna parte en diferentes lugares Todo el tiempo Terminé en un barrio negro Allí, los ojos de los negros cansados parecen decirle a dónde acudir en busca de ayuda:

Corre, tonto, corre Corre, tonto, corre Corre lo más rápido que puedas para que te ayuden a llegar a ese lugar. Escrito en la parte delantera de esa sudadera Que estás usando. Pero allí se encuentra “tan aislado como en el barrio pobre”, aprendiendo lentamente que el negocio de la universidad no es ayudar al gueto, sino controlarlo. La prisión lo vincula más directamente con su gente, como lo muestra irónicamente en “Black Children Visit Modern Jail”. Los niños negros de la escuela son traídos en filas para ver un ejemplo de una instalación moderna y fina, las filas de jaulas donde Reddy y los otros reclusos, 85% negros, están en exhibición. Anhela enseñarles la verdad de su propio encarcelamiento, “cautivos/de aulas que aprenden ignorancia”, tal vez como si se convirtiera en “delincuentes” para “salirse de la línea para ser libre”. Less Than a Score, But a Point describe un páramo estéril, no fabricado a partir del desprecio de un poeta elitista por el pueblo, sino construido por un sistema que aplasta a los seres humanos, primero en barcos de esclavos donde “los ojos negros sufren / miran más allá / los desechos del otro”, y finalmente en prisiones donde los hombres tienen “orgasmos en papel higiénico”, y en la habitación de una prostituta donde paga el árbol de navidad de sus hijos con “salpicaduras pegajosas en sus muslos”. Pero es un libro de afirmación, incluso de celebración. Reddy admite la acusación del juez:

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El juez dijo que soy algo romántico Y sí, confieso que soy Yo amo la vida amo el amor. Hasta ahora hemos estado mirando casi exclusivamente el trabajo de los artistas prisioneros negros. Pero, como dije antes, la conciencia afroamericana en prisión va más allá de la experiencia de los prisioneros negros. Incluso el término “negro” viene a veces a significar un punto de vista de clase. Por ejemplo, Etheridge Knight incluye en su colección Black Voices from Prison la narración personal de Louis Bean, un preso blanco. Knight lo explica: Louis Bean es un chico blanco—un chico “po’ White”. Y su “Testamento” es también la verdad. Habla de huir de casa, de pasar tiempo en instituciones juveniles, y de que finalmente recogió el arma—el inequívoco No. En la escena carcelaria, Louis Bean es conocido como un amante de los negros porque se da cuenta de que los pobres blancos son explotados y esclavizados junto con los negros, y que los prejuicios que satisfacen al ego no llenan estómagos vacíos ni equilibran la balanza de la justicia del opresor (pp. 7). Esta es una evolución relativamente reciente y de ninguna manera universal en la perspectiva de los prisioneros blancos. Antes de mediados de la década de 1960, la literatura autobiográfica de los prisioneros blancos se enfocaba típicamente en el individuo solitario. El modo picaresco era dominante, con cantidades variables de bribonería, confesión, desafío y protesta

contra las condiciones de la prisión y otros males sociales22. Algunos libros publicados recientemente por prisioneros liberados antes de la intensa politización de finales de la década de 1960, siguen adoptando esa opinión. Por ejemplo, el acertadamente titulado Lonesome Road (N.Y.: W. W. Norton, 1971) de George Harsh, quien no sólo sirvió doce años en una cadena de presos de Georgia, sino que más tarde fue líder en la “Gran Escapada” de prisioneros de guerra de Stalag Luft III, ridiculiza el empuje político de la literatura carcelaria reciente, aunque admite que “hay una ley para los ricos y otra para los pobres” (pp. 8). Y la brillante autobiografía psicológica de Malcolm Braly, False Starts: A Memoir of San Quentin and Other Prisons (Boston: Little, Brown, 1976), aunque muestra la barbarie arcaica de nuestro sistema carcelario, es principalmente la historia de cómo un hombre triunfa sobre lo que percibe como su propio peor enemigo, él mismo. Uno de los artistas blancos más consumados de esta generación anterior de prisioneros, Merle Haggard, revela dramáticamente los efectos limitantes de este enfoque en el yo como delincuente. Haggard es, por supuesto, el cantante más popular del país y del oeste de Estados 22

El libro de protesta más conocido fue I Am a Fugitive from a Georgia Chain Gang de Robert Elliot Burns. También hubo muchos escritos de socialistas, anarquistas, wobblies y comunistas encarcelados. Luego hubo también un cuerpo distinguido de ficción comenzando con O. Henry y continuando con Jim Tully. El motivo del bandido solitario de este período anterior aún continúa en las novelas de los presos. Forma parte de los misterios de la acción popular de E. Richard Johnson y se lleva a un nivel virtualmente mítico en la fantasía neo-nietzscheana No Beast So Fierce (1973) de Ed Bunker.

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Unidos. Su familia eran Okies, conducidos durante la Depresión desde el tazón de polvo hasta la tierra prometida de California, donde se convirtieron en trabajadores migrantes. Los primeros recuerdos de Haggard son de trabajo duro y pobreza en los campos de trabajo de los migrantes donde creció. Típicamente, pronto tuvo problemas con la ley. Desde los 16 años hasta su liberación en 1960, a la edad de 23 años, estuvo casi constantemente en prisión. Cuando Haggard canta sobre su experiencia criminal y carcelaria, se percibe a sí mismo como un individuo que viola la ley. A veces esto es en una veta picaresca, como en “Huntsville”, donde da una visión ingeniosa de sí mismo como un pícaro inepto que fue atrapado en “una travesura que había planeado durante días”. En otras ocasiones, pide perdón al prisionero en libertad condicional, como en “Branded Man”. A menudo ve que sus crímenes provienen de su temprana pobreza, pero todavía se culpa a sí mismo como individuo y no a la sociedad que empobreció a su familia en medio de la riqueza. Tomemos, como un contraste sorprendente a la visión afroamericana, la canción que Haggard eligió para abrir su famoso concierto en Muskogee, Oklahoma, “Mama Tried”. La canción describe su temprana pobreza, prodiga admiración por la heroica perseverancia de su madre, y se imagina a sí mismo como un niño que simplemente se equivocó: Un solo y único hijo rebelde De una familia dócil y dulce, Mi mamá parecía saber lo que le esperaba. A pesar de todo el aprendizaje dominical, Hacia lo malo seguí avanzando, Hasta que mamá no pudo retenerme más.

Cumplí 21 años en prisión, Cadena perpetua sin libertad condicional. Nadie podía dirigirme bien Pero mamá lo intentó, mamá lo intentó, Mamá trató de criarme mejor, Pero negué su súplica. Eso sólo me deja a mí la culpa, Porque mamá lo intentó. No hay entonces ninguna inconsistencia, desde el punto de vista de Haggard, en envolverse en la bandera, como en su canción más nacionalista, “The Fighting Side of Me”: “Cuando estás corriendo por mi país, amigo, / Estás caminando en mi lado de la lucha”. No se trata de aceptar la habitual caricatura liberal de Haggard como un reaccionario delirante. Su arte es básicamente el arte de un pueblo. Sus temas son la pobreza, la soledad, el amor, la alienación, la degradación y la dignidad de los pobres y los trabajadores. Haggard habla de la vida de los Okies de hoy, como se puede escuchar en la tumultuosa ovación de la gente en Muskogee a “Mama Tried”—con los mayores aplausos por la frase: “Cadena perpetua sin libertad condicional”. Pero a diferencia de algunos de los prisioneros blancos y de los artistas prisioneros de hoy, su conciencia nunca fue tocada por el movimiento afroamericano, con su rechazo del nacionalismo estadounidense y su exposición de los diversos tipos de esclavitud y crímenes sobre los que se construyó Estados Unidos. Ross Laursen, presidente del taller de trabajo de los escritores creativos de Folsom durante más de ocho años, proviene de un entorno social muy cercano al de Haggard, pero ve a Estados Unidos desde una perspectiva muy

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diferente, como en su breve poema “Fourteen Year Old Boys Make The Easiest Targets”: Como Watergate con mi desayuno cada mañana y me pregunto cuántos morirá ese día en Estados Unidos por un disparo de advertencia en la parte de atrás.23 En Lock the Lock, una autobiografía en prosa, verso e imágenes, Tommy Trantino, que pasó ocho años en el corredor de la muerte y ahora está cumpliendo cadena perpetua, concibe a Estados Unidos como una prisión no sólo para los negros sino también para los blancos pobres como él. Mirando hacia atrás, ve su primera prisión como la escuela donde fue condicionado al racismo, al anticomunismo y a la aceptación ciega de la autoridad: estuve en prisión hace mucho tiempo y era el primer año y tengo que cagar e incluso cuando tienes que cagar, la ley dice que primero tienes que levantar la mano y pedirle permiso al maestro para que obedezca la tradición del cordero, por lo tanto, estoy ocupado levantando mi mano al Führer que dice que sí, Thomas, ¿qué es? Y yo, Thomas, digo que tengo que contestar, ¿puedo ir al baño, por favor? (…) pero ella dice que no y yo digo a la señora jueza de perejil,

señora, tengo que ir a hacer el número dos.24 Su aislamiento y soledad no se perciben como algo meramente individual, sino como una experiencia social, parte de una existencia que es literalmente celular, prefigurando su jaula definitiva. Desde las ventanas de su escuela secundaria, él miraría hacia afuera… y sonreír a las mujeres del otro lado de la calle que miraban desde sus casas de la prisión y a veces nos mirábamos a los ojos, pero casi nunca nos devolvían la sonrisa y a veces les saludaba con la mano, pero los profesores siempre decían que la gente de verboten se mantenía separada y que nos manteníamos separados y que todos estábamos sufriendo como un hijo de puta, pero que no había nadie que nos lo dijera (pp. 19). La figura clave que encarna la unidad de clase en la conciencia carcelaria es George Jackson, el principal teórico del movimiento carcelario. Y el evento clave es la rebelión de Ática, que fue en parte una respuesta al asesinato de Jackson. En esa rebelión hubo unidad interracial, que surgió a través de la aplicación de la experiencia histórica afroamericana a la propia opresión de todos los presos participantes. El 30 de agosto de 1971, el revolucionario blanco que se llamaba Sam Melville (por Herman Melville) escribió una carta desde Ática:

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Captive Voices, 117.

Lock the Lock, N.Y.: Bantam, 1975, (Originalmente publicado por Knopf, 1973). |#16 | “Ajuste Cultural” | Abril 2019 Web site: www.huellasdeeua.com.ar ISSN: 1853-6506

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Mucha actividad alrededor de George Jackson. (…) En la comida del mediodía (la gran comida en la cárcel), ningún hombre comía o hablaba—negro, blanco, marrón, rojo. Muchos llevaban brazaletes negros. Nadie puede recordar nada parecido aquí antes. Por supuesto que todos nos damos cuenta de la mentira y la distorsión de los medios de comunicación, pero aquí no importa. G. J. era muy querido por los reclusos de todo el país.25 Diez días después vino la rebelión, y luego la masacre, autorizada por Nelson Rockefeller, en la que Sam Melville fue uno de los 43 hombres asesinados. La extraordinaria colección Betcha Am't: Poems from Attica contiene dos poemas impactantes de presos negros que presentan la contradicción primaria no entre blancos y negros, ni siquiera entre guardias y presos, sino entre la víctima asesinada—32 prisioneros y 11 guardias—por un lado y el poder personificado en Rockefeller por el otro. Para las primeras cuatro estrofas de “¿Era necesario?” Sam Washington mantiene una tensión entre el fraseo formal y la conversación callejera: ¿Era realmente necesario? ¿Realmente tenían que llevar Rifles y escopetas? ¡Dispárales con intención de matar! ¡Dispárales incluso cuando estén quietos! Preguntémosle al gobierno, ¡Quién está tan lleno de amor! 25

Samuel Melville: Letters from Attica, N.Y.: William Morrow, 1972, 172.

Luego, en la estrofa final, se suelta, cayendo en las convenciones del “brindis”: ¿Era realmente necesario? ¿Realmente tenían que llevar Rifles y escopetas? Rock en la TV, dice que no sabía ¡Mientras que 43 están ayudando a las margaritas a crecer! ¿Suena como si estuviera enfadado? ¡Claro que sí, me duele el corazón! Déjenme decirles algo, Ya que es hora de que me vaya. No le preguntes nada al gobernador, amigo, Porque está lleno de eso. Paz. “Formula for Attica Repeats” de Mshaka (Willie Monroe) fluye de la misma visión subyacente, pero se basa en diferentes convenciones poéticas. Su arte es extraordinariamente apretado y penetrante, y su mensaje arrollador. Por ejemplo, el predicamento económico del imperio de los Estados Unidos se comprime en dos palabras— “aluminio pagado”—mientras que la moneda igualmente degradada de su lenguaje se materializa en la palabra “Kool”. Este es el texto completo (los puntos suspensivos están en el original): ……y cuando el humo se despejó vinieron con el aluminio pagado fanáticos de Rock/The/Terrible, negación de S.O.S. Llamadas a cobro revertido, Verdugo. Vinieron sin lágrimas

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temblores, fábricas de sonrisas apologéticas que respiraba Kool anillos para fumadores y discursos preparados por el estado. Vinieron como tantos dedos insensibles tocar a tientas sin tocar los 43 hombres muertos que escuchaba… amenaza de alzamiento de nuevo… A pesar de los grandes obstáculos, es en las cárceles de Estados Unidos donde la unidad entre sus víctimas internas ha alcanzado a veces un nivel revolucionario. Dos presos blancos lo expresaron así en un poema de cuatro líneas contenido en una carta de contrabando: Estamos listos para el cambio. está descendiendo. Jackson vive en nuestras cabezas Ática vive en nuestros corazones. Si esto apunta hacia el futuro de la prisión estadounidense, y su literatura, está por verse.

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Reseñas y Ensayos Bibliográficos

11. Andrés Sebastián Diz  La era fundacional de la república estadounidense

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nsayo bibliográfico sobre el libro de Jack Rakove (2010). Revolutionaries. A new history of the invention of America. Nueva York, Houghton Mifflin Harcourt, 487 p.

 Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. E-Mail: sebadtb@hotmail.com

Jack Rakove es profesor de Historia y de Ciencia Política en la Universidad de Standford. Es considerado como uno de los historiadores más distinguidos dedicados al estudio de la república estadounidense en sus comienzos. Entre sus obras se encuentra Original Meanings: Politics and Ideas in the Making of the Constitution, con la cual ganó el Premio Pulitzer en el año 1997. Otros libros de su autoría son Declaring Rights: A Brief History with Documents y The Annotated U.S. Constitution and Declaration of Independence, publicados en 1998 y 2009 respectivamente. Teniendo en cuenta su libro Revolutionaries. A new history of the invention of America, podría enmarcarse a Rakove en la corriente historiográfica tradicional de carácter liberal. Allí, el autor afirma la necesidad de reconocer que, en 1776 (año en que estalla la revolución de independencia), coexistieron dos generaciones de revolucionarios: una vieja cohorte que llevó a las colonias a la independencia (por caso, John Adams, George Washington y George Mason) y los hombres jóvenes de la Revolución, quienes posteriormente tendrían un papel clave en el armado de la futura Constitución de 1787 (por ejemplo, John Jay, James Madison y Alexander Hamilton). Todos ellos tenían en común, según Rakove, el hecho de ser provincianos antes de volverse revolucionarios, ser revolucionarios antes de volverse nacionalistas norteamericanos, y ser

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nacionalistas sin dejar de lado sus raíces provinciales. Dado que uno de los objetivos del libro de Rakove consiste en indagar la era fundacional de la república estadounidense, el análisis de aquellos rasgos y experiencias que influyeron en los líderes revolucionarios se constituye en un elemento clave en toda su obra. Por otro lado, en contraposición a la idea de que existe un destino histórico que rodea a la Revolución, Rakove va a argumentar que los hombres quienes ocuparon roles de liderazgo durante la lucha contra Gran Bretaña no estaban dispuestos a fomentar la rebelión o a fundar una república. Según él, esos hombres estaban preocupados por sus asuntos privados y esperaban que los problemas con el imperio británico se resolvieran pacíficamente. El argumento que va a defender Rakove consiste, entonces, en la idea de que la revolución creó a sus líderes tanto como ellos crearon la revolución. Por último, y en conexión con lo dicho anteriormente, el autor se va a enfocar en el análisis de actores que en su mayoría pertenecen a las elites de las colonias norteamericanas, y no tomará tanto en consideración a las clases populares. En el plano cronológico, el libro comienza su relato en el año 1756 y concluye en 1792. Debido a los objetivos que persigue el autor, el período que va desde 1773 a 1787 es analizado con mayor profundidad. Por otro lado, la obra está dividida en tres partes: The Crisis, Challenges y Legacies, las cuales constan de tres capítulos cada una. La primera parte del libro se centra en la crisis que se produce entre el imperio

británico y sus colonias del norte de América. Ya en el prólogo se menciona la Stamp Act de 1765, un impuesto directo que pasarían a pagar las trece colonias británicas en América, sin previa consulta a las respectivas autoridades coloniales. Posteriormente, en 1773, el parlamento británico aprobó la Tea Act, que permitía a la Compañía Británica de las Indias Orientales vender su té en las trece colonias sin pagar impuestos. Con este marco de fondo, Rakove explica en su capítulo inicial, “Advocates for the Cause”, qué implicancias tuvo el motín del té en Boston, Massachusetts (en particular, el reclamo de que los intereses de las colonias no se encontraban representados en el parlamento británico). Como respuesta al motín del té, el gobierno británico, encabezado por el rey Jorge III, lanzó una serie de leyes conocidas como Coercive Acts. Dichas leyes implicaban desde el cierre temporal del puerto de Boston hasta el nombramiento de los miembros del consejo local por parte del rey. Según Rakove, las Coercive Acts transformaron las controversias políticas de la década previa en una crisis revolucionaria debido a tres razones. En primer lugar, porque implicó un castigo colectivo en toda la ciudad de Boston, y no sólo sobre aquellos que habían participado del motín del té. En segundo lugar, dado que alteraban los estatutos de la colonia y negaban el derecho de sus jurados a proteger a sus ciudadanos perjudicados, amenazaban al principio fundamental de que tanto las legislaturas como los jurados existían para prevenir el ejercicio arbitrario del poder ejecutivo. Por último, al determinar el castigo de los habitantes de Massachusetts mediante actos legislativos,

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el gobierno británico reafirmaba de manera definitiva el alcance de su soberanía parlamentaria. En otras palabras, si el parlamento inglés podía intervenir mediante leyes en Massachusetts, no había ningún obstáculo que le impidiera hacer lo mismo en el resto de las colonias. Frente a esta situación, el 5 de septiembre de 1774 se llevó a cabo el Primer Congreso Continental, en el cual se juntaron delegados de todas las colonias (excepto Georgia). Dicho congreso surgió como medida de apoyo a Massachusetts y para proteger la soberanía de las colonias. Su primer acto consistió en establecer un boicot a los bienes británicos, que entraría en vigencia a partir de diciembre de 1774. Lo que deja en claro Rakove en este capítulo, entonces, es cómo las colonias comenzaron a considerar a las acciones del parlamento británico como arbitrarias, atentando así contra su soberanía y sus gobiernos locales. En ese sentido, la explicación del autor se mantiene en la línea de la historiografía liberal más tradicional y, por lo tanto, no está proponiendo ideas nuevas al respecto.

empresas regionales, los cuales temían a la destrucción de vidas y de propiedades que podía provocar una guerra. Si bien compartían con los radicales la férrea defensa de la propiedad (un derecho vital que, según todos ellos, el parlamento británico estaba infringiendo), desde su mirada de comerciantes-empresarios creían que la armonía entre las colonias y Gran Bretaña era esencial para continuar desarrollando su propia economía. No obstante, la crisis desatada en 1774 terminó por quebrar las relaciones entre ambas partes. Por otro lado, los moderados también eran concientes de los beneficios que podrían obtener si escapaban de las restricciones del sistema de navegación imperial. Esa actitud ambivalente es clave para entender sus acciones. Rakove concluye que la guerra no era el riesgo que los moderados preferían, pero dado que la terminaron aceptando, se volvieron revolucionarios de pleno derecho. Lo que se destaca en este capítulo, entonces, es la manera en que van cambiando las estrategias políticas de los moderados según cómo se ven afectados sus intereses.

En el segundo capítulo, “The Revolt of the Moderates”, se expone la dificultad que han tenido los historiadores para explicar el compromiso de los moderados durante el conflicto entre las colonias y Gran Bretaña. Generalmente, ellos son retratados como hombres de negocios, comerciantes y terratenientes antes que criaturas de la política y de la ideología. En contraposición a esa idea, Rakove va a postular que la moderación es una posición política en sí misma. Los moderados, según el autor, eran hombres que tenían tierras, negocios y

“The Character of a General” es un capítulo centrado en George Washington. Él había sido nombrado como comandante de las fuerzas de las colonias por el Segundo Congreso Continental en 1775, poco después de que estallara la guerra por la independencia entre aquellas y el imperio británico. Washington era admirado por los moderados y, dada su posición como plantador esclavista, él podría ser considerado parte de ese grupo. Sin embargo, cuando el parlamento británico decretó el castigo de Massachusetts en

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1774, él adoptó una voz militante en defensa de esa colonia y apoyó el llamado a un congreso general (el futuro Primer Congreso Continental). Además, Rakove afirma que Washington, al contrario que sus admiradores moderados, no toleraba ningún tipo de reconciliación con Gran Bretaña, una vez que se desató el conflicto. Otro elemento interesante planteado por el autor reside en el hecho de que, durante el período en que Washington inició su mandato en 1775 hasta su conclusión ocho años después, él concibió al ejército como una institución nacional y como un proyecto que fomentaba la nacionalización. Para Washington, su primera misión consistía en disolver el ejército provincial que él había heredado y crear una verdadera fuerza nacional a través de un nuevo reclutamiento y un entrenamiento intensivo. Esto lo pudo lograr formalmente el 1 de enero de 1776, cuando los viejos regimientos fueron disueltos. Finalmente, las tareas más arduas a las que Washington tuvo que hacer frente a lo largo de su mandato fueron las de enlistar, entrenar y mantener una fuerza de combate efectiva. La segunda parte del libro repasa los desafíos a los que tuvieron que hacer frente los revolucionarios mientras sobrellevaban el conflicto con Gran Bretaña (por caso, la elaboración de nuevas constituciones y las misiones diplomáticas). Así, el cuarto capítulo, “The First Constitution Makers”, repasa las características de las primeras constituciones que fueron surgiendo a lo largo de los nuevos estados surgidos de la Revolución. En particular, Rakove hace un exhaustivo análisis de la figura de George Mason y su aporte a la constitución de

Virginia. La gran innovación que se presenta en los escritos de Mason consiste, según Rakove, en definir a la constitución como un único documento oficial, escrito en un determinado momento histórico, bajo reglas que lo hacían legalmente superior a todas aquellas leyes que un gobierno podría adoptar. En la visión de Mason, había que dejar de apelar a la tradición o al mito de una antigua constitución perdida en el tiempo, dando lugar así a la creación de nuevas constituciones, las cuales podían ser alteradas o abolidas. Así, los arquitectos de la Constitución federal de 1787 tuvieron como base esa experiencia de los tempranos documentos escritos a partir de la independencia, los cuales podían ser mejorados y corregidos. Un dato clave es el hecho de que, en la práctica, el trabajo de escribir constituciones generalmente recaía en comités selectos y en un puñado de personas muy respetadas (por ejemplo, George Mason en Virginia y John Adams en Massachusetts). Finalmente, las constituciones surgidas a partir de 1776 tenían como rasgos generales la restricción del poder ejecutivo (debido a los sentimientos antimonárquicos propios del período y del proceso que se estaba viviendo) y la supremacía parlamentaria (el alcance del poder de la legislatura en sus inicios era inmenso, al punto de que se consideraba que toda forma de actividad humana estaría sujeta a la regulación legislativa). Otros desafíos a los que se tuvo que hacer frente fueron la cuestión de la esclavitud y la diplomacia. Respecto a la primera, Rakove menciona el proyecto de Jack Laurens, el cual consistía en otorgar la

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libertad y convertir en ciudadanos a aquellos esclavos que sirvieran a la causa independentista. Laurens pensaba que al dejar que los esclavos se volvieran soldados, se podría poner a prueba su capacidad para ejercer la ciudadanía. Para Rakove, esto constituye una verdadera posición visionaria. No obstante, el proyecto de Laurens no pudo ser llevado a cabo, entre otras razones, por falta de apoyo. En la legislatura de Virginia, por ejemplo, en vez de liberar esclavos a cambio de su servicio, se proponía convertir a los soldados blancos de los sectores más bajos de la población libre en poseedores de esclavos. Finalmente, fue la teoría de la diferencia racial de Jefferson, más que la noción de Jack Laurens de una potencial igualdad cívica, la que tuvo una mayor influencia en los estados norteamericanos en lo que respecta a la cuestión de la esclavitud. En relación a la diplomacia, había una contradicción entre la idea de que la política exterior de una república debería sostenerse en las decisiones colectivas de los representantes de los ciudadanos, y la existencia de situaciones concretas en las que los intereses nacionales estaban sujetos a las decisiones de un puñado de actores bien posicionados. Dichos actores serían Benjamin Franklin, John Jay y John Adams, quienes negociarían el tratado de paz con Gran Bretaña (durante los años 1782 y 1783) y, por ende, finalizarían la guerra de Independencia. Según Rakove, el Congreso podía instruir a sus diplomáticos, pero no supervisarlos. Así, Franklin, Jay y Adams, estando en Europa, tuvieron un margen de independencia al momento de negociar la paz. Una diferencia interesante que señala el autor tiene que ver con la actitud de estos

tres diplomáticos respecto a Francia, el gran aliado con el que habían contado los estados norteamericanos en su lucha contra Gran Bretaña. En primer lugar, Franklin tenía una visión muy positiva de Francia. Según él, ésta había mostrado una generosa benevolencia hacia las ex colonias, las cuales en consecuencia le debían gratitud. Adams, por el contrario, sospechaba de los franceses y creía que éstos les debían mucho a los norteamericanos (por caso, la guerra de Independencia provocaría un cambio en el equilibrio de poder europeo, favoreciendo a Francia y perjudicando al imperio británico). Finalmente, el punto de vista de Jay consistía en que todos los europeos eran igualmente sospechosos y, por lo tanto, los norteamericanos debían simplemente buscar el mejor trato que pudieran obtener de aquellos. La tercera y última parte del libro trata sobre los legados que dejó el proceso independentista. Los tres capítulos finales se centran respectivamente en Thomas Jefferson, James Madison y Alexander Hamilton. Así, el séptimo capítulo, “The Optimist Abroad”, trata sobre cómo Jefferson abordó la cuestión de la esclavitud en sus Notas sobre el Estado de Virginia. Allí, existen dos pasajes muy relevantes: “Query XIV”, el cual establece un esquema para la emancipación de los esclavos, y “Query XVIII”, donde advierte sobre la ira que un Dios justo podría infligir a los virginianos por atar los males de la esclavitud a sus siervos y a sí mismos. Muchos lectores modernos, según el autor, ven una moral completamente diferente en esos pasajes. La comparación física, mental y moral entre la raza blanca y la negra hecha por Jefferson

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en “Query XIV” es considerada por aquellos como un presagio del virulento racismo que impregnó a los Estados Unidos durante el siglo XIX. Por otra parte, afirman que lo expuesto en “Query XVIII” se contradice con el fracaso de Jefferson para liberar a sus propios esclavos. El problema de estas interpretaciones reside puntualmente, según Rakove, en lo expuesto por Jefferson en “Query XIV”. El esquema de liberación planteado por el virginiano consistía en entrenar a los esclavos jóvenes para la libertad, por lo que había que enseñarles la labranza, las artes o las ciencias, y luego emanciparlos como adultos. Pero en vez de disfrutar su libertad en Virginia, ellos deberían ser enviados lejos para colonizar una tierra no especificada. Jefferson justificaba esto último por razones tanto políticas y psicológicas (el abuso de los negros por parte de los blancos había envenenado para siempre las relaciones entre ellos) como físicas y morales. Teniendo esto en cuenta, y en contraposición a la postura de los lectores modernos, Rakove va a hacer un controversial planteo: a contramano de sus sucesores (los promotores de una ciencia racial injuriosa), Jefferson invocó las diferencias entre blancos y negros no para defender la esclavitud, sino para promover la emancipación. En otras palabras, lo que él buscaba era acabar con la esclavitud, y no justificarla. Para Jefferson, el fin de la esclavitud era una herejía que su propia generación difícilmente aceptaría, pero que sería influyente en las generaciones futuras mediante la educación. En síntesis, en lo que refiere al nexo entre esclavitud y raza, Jefferson realmente destinó sus

pensamientos a una generación más joven que la suya. “The Greatest Lawgiver of Modernity” es un capítulo dedicado a Madison. Generalmente, se considera que sus proposiciones claves son la idea de que una república extendida cura los males de la facción, y la necesidad de que las ambiciones se contrarresten para que funcione la separación de poderes. A modo de crítica, Rakove establece que dichas proposiciones no fueron el trabajo de un ingenioso teórico. Por el contrario, fueron más el producto de la experiencia. Leer a Madison solo como un filósofo político (o sea, de manera atemporal) deja de lado la influencia que tuvo en sus ideas su activa participación en las controversias de su época, según el punto de vista del autor. En ese sentido, una de las experiencias que marcó a Madison fue su servicio en el Congreso. Originalmente, el sistema federal norteamericano consistía en que el Congreso gobernaba proponiendo medidas a los estados, quienes a su vez determinaban la mejor forma de implementarlas (ajustando así las políticas nacionales a las circunstancias provinciales). No obstante, en su etapa como congresista, Madison detectaría una falacia política: en teoría, los estados estaban obligados a ejecutar las recomendaciones del Congreso, pero en la práctica frecuentemente no lo cumplían. En síntesis, el Congreso tenía poca influencia en las legislaturas estatales. Madison concluiría que cualquier sistema federal que confiara en el cumplimiento voluntario de los estados con las medidas nacionales estaba destinado a fallar. Él promovería, entonces, la idea de que un gobierno

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nacional tenía que operar no por recomendaciones o solicitudes destinadas a los estados, sino por leyes que debían ser cumplidas por los individuos. Para que eso se cumpliera, era necesario que el mismo gobierno nacional fuera reconstituido en un régimen bien balanceado, pasando a tener una legislatura bicameral, un ejecutivo independiente y departamentos judiciales. Por último, otra idea clave de Madison era la necesidad de otorgarle al gobierno un poder de veto sobre las leyes provinciales. Según él, las pequeñas repúblicas eran más propensas a promulgar leyes injustas que las grandes repúblicas, y esto se debía a que los revolucionarios de 1776 se habían equivocado al pensar que la mejor seguridad de una república yacía en la virtud cívica de sus ciudadanos. Por el contrario, la mayoría de los ciudadanos actuaba sobre opiniones y pasiones dictadas por sus intereses privados y sus juicios falibles. La solución que proponía Madison era alargar la esfera, es decir, establecer una república más grande que abarcaría una mayor variedad de intereses (y, por lo tanto, dificultaría la construcción de determinados consensos predominantes en las repúblicas más pequeñas). “The State Builder” es el último capítulo del libro y se enfoca en Hamilton, quien tenía la gran ambición de otorgarle al gobierno norteamericano el aparato de una naciónestado, aplicando las lecciones británicas a las condiciones norteamericanas. Esto se expresó en su voluntad de restaurar ciertas prerrogativas reales al novedoso oficio de presidente (por ejemplo, la facultad de remover ministros sin el consentimiento del Senado). Según Hamilton, la seguridad

nacional dependía de un enérgico liderazgo y, para ser efectivo, dicho liderazgo debía ser unitario. Mientras que la multitud de voces y el tiempo de deliberación eran esenciales para la legislatura, en el ejecutivo, en donde había que actuar con decisión, movimiento y secreto, los consejos divididos eran peligrosos (y, por lo tanto, la unidad era vital). Por otro lado, Hamilton pensaba que el gobierno nacional consistía primera y principalmente en la seguridad nacional. Esta última, a su vez, requería mantener el crédito público. Finalmente, el comercio se volvía un elemento clave: la posibilidad de establecer impuestos en dicha actividad proporcionaría los ingresos necesarios para sostener el crédito. Rakove va a establecer que el gran logro de Hamilton consistió en nacionalizar la política norteamericana, haciendo su programa y su influencia objetos de controversia pública. Un documento clave elaborado por Hamilton fue el Informe sobre el Crédito Público. Allí, propuso combinar las deudas públicas de la nación con la de los estados en una sola masa consolidada. Esta apropiación federal de las deudas estatales era vista por Hamilton como una oportunidad de enseñarles a los ciudadanos influyentes que ellos podían obtener mayores beneficios de un estadonación que de una nación de estados semisoberanos. Dada su lectura sencilla y carente de dificultades conceptuales, se considera que el libro de Rakove está destinado a un público muy amplio. Generalmente, predomina en él la narrativa por sobre la explicación. Esto provoca que, en algunos casos, el libro se centre más en lo

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anecdótico que en el análisis histórico. Por otro lado, indaga exhaustivamente los diversos sucesos que conformaron la era fundacional de la república estadounidense, cumpliendo así uno de sus objetivos iniciales. A su vez, debido a la decisión del autor de demostrar que la revolución creó a sus líderes tanto como ellos crearon la revolución, su obra se centra mucho en la historia personal de figuras como Washington y Jefferson, reduciendo bastante la mirada sobre el proceso histórico general. Esto no le quita mérito a su obra. Sin embargo, habría sido ideal destinar algunos apartados del libro a explicar más detalladamente el contexto histórico en el que se insertaba cada figura analizada. Por otra parte, hay una idea implícita en el libro basada en que los líderes revolucionarios eran hombres ordinarios que, por la fuerza de los hechos, se convirtieron en patriotas extraordinarios. Dicha idea es discutible y habría que ver qué entiende el autor por hombre ordinario, ya que la mayoría de los líderes analizados por él eran grandes plantadores o pertenecían a la elite política de su estado. Es decir, formaban parte de una minoría y tenían influencia por encima del resto de los ciudadanos de sus respectivos estados. De esta manera, no se podría considerarlos como hombres comunes y corrientes. Por otro lado, la obra de Rakove tiene como punto favorable el aporte de un análisis detallado sobre los líderes revolucionarios norteamericanos. Se recomienda su lectura dado que, en determinados temas, actualiza una vieja y tradicional historiografía dominante de carácter liberal, y porque resulta útil para adentrarse en la temática del período

fundacional de la república en los Estados Unidos de América.

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12. Roberto García Ferreira  Bienvenido a la Argentina Mr. President

E

Nsayo bibliográfico sobre el libro de Leandro Morgenfeld, Bienvenido Mr. President. De Roosevelt a Trump: las visitas de presidentes estadounidenses a la Argentina, Buenos Aires, octubre, 2018, 392 pp., ISBN 978-987-3957-30-7

integran el denominado G20, apareció el nuevo libro del historiador argentino Leandro Morgenfeld, profesor en Ciencias Sociales y Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires e investigador del CONICET. La publicación no pudo llegar en mejor momento pues la obra constituye un bienvenido aporte para pensar pasado y presente de las relaciones internacionales en América Latina en general y, principalmente, de lo que ha sido el histórico vínculo bilateral entre Estados Unidos y Argentina Pese a que sobre estos temas resulta amplísima la literatura disponible, Bienvenido Mr. President no es un trabajo más. Tampoco su autor es un académico tradicional. Para fundamentar ambas afirmaciones me permitiré estructurar este comentario en dos partes. La primera de ellas constituye una reflexión sobre la postura y perspectiva de análisis fuertemente crítica de los estudios tradicionales de la diplomacia- asumida por el autor para presentar sus argumentos en forma convincente. La segunda busca describir los contenidos del libro, dando cuenta de las líneas de investigación que en él convergen, la metodología y las fuentes que lo sustentan.

Cuestionando relatos tradicionales Poco antes de la celebración en Buenos Aires de la decimotercera reunión de líderes de Estado del grupo de países que  Universidad de la República (Uruguay). E-mail: robertogarciaferreira@hotmail.com

El primer punto a destacar es que forma parte y a la vez es el resultado de la incansable labor de un historiador que cumple cabalmente con el ejercicio profesional de escudriñar en los hechos del pasado sin dejar de lado la coyuntura actual

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sobre la que efectivamente pretende incidir con su relato científico. Morgenfeld es, en ese sentido, alguien que trasciende los moldes clásicos. Basta consignar el manejo del blog personal y de varias redes sociales donde habitualmente comparte trabajos y análisis como así también amplifica una cuidadosa selección de notas con las cuales se puede seguir parte del acontecer latinoamericano. Esto último no es un detalle menor: la sobre abundancia de información obliga a jerarquizar y afinar, cada vez más, nuestros criterios selectivos. Por lo dicho una segunda cuestión pertinente es que también esta publicación coloca por escrito lo que constituye una continuada tarea de Morgenfeld dirigida a exponer con una perspectiva crítica de larga duración el acontecer político y los vínculos bilaterales de su país en relación al poderoso vecino del Norte. He aquí otra ruptura. No es común -más allá de la imperiosa necesidad por dotar a las noticias internacionales de un contexto históricoque el historiador lo haga trascendiendo las audiencias universitarias. De hecho, la mayoría de los colegas privilegia discusiones muchas veces endogámicas, donde lisa y llanamente se presentan los resultados de las investigaciones dentro del estrecho marco de comunidades académicas reunidas en instancias cerradas a los participantes de congresos y/o seminarios. Esta situación se agrava aún más cuando los investigadores exclusivamente producen -es cierto, muchas veces exigidos por parámetros de medición cuestionables para evaluar el avance del conocimiento en las ciencias

sociales- en el marco de exclusivas revistas arbitradas. La tercera señalización de esta primera parte del comentario pasa por la bienvenida explicitación, desde el inicio del libro, de una postura crítica así como de la imposibilidad de miradas neutrales, algo sobre lo que Morgenfeld escribe: “desconfíen de los científicos, analistas o periodistas que se presentan como neutrales. No existe una mirada aséptica sobre la sociedad. En tanto sujetos, aspiramos a un análisis crítico lo más objetivo posible, basado en datos y evidencia empírica, pero sin ocultar la perspectiva y el punto de vista desde donde miramos, interpretamos y analizamos la realidad. Y tampoco escondemos nuestra voluntad de transformarla” (p. 10). Cada uno de los apuntes antes expuestos contribuyen a concluir en que los lectores de Bienvenido Mr. President deben tener presente que estamos ante algo más que un producto historiográfico: se trata de un esfuerzo intelectual en que las interpretaciones del pasado nítidamente dialogan con el presente y abandonan cualquier tipo de “neutralidad” sin que ello signifique sesgo o ausencia de rigor metodológico.

Las visitas y sus historias Tras los agradecimientos del autor, el libro prosigue con sendos y sustantivos prólogos a cargo de dos académicos de renombre que conocen bien el campo de las relaciones internacionales. Ambos, además, profesores

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de la American University en Washington. Ellos son Cecilia Nahón, ex embajadora de Argentina en los Estados Unidos y Max Paul Friedman, un historiador de prestigio. El capítulo 1 (“Por qué poner el foco en las visitas internacionales”) e introductorio (pp. 25-44), presenta algunas de las claves interpretativas que guían el trabajo y muestra en el final una tabla ilustrativa con las 23 “reuniones bilaterales” de presidentes de ambos países (pp. 43-44). Seis fueron las visitas recibidas en Argentina y las restantes diecisiete tuvieron lugar en Estados Unidos. Dos de las visitas acontecieron en el marco de cumbres americanas (1936 y 2005) mientras que cuatro de ellas fueron bilaterales. En total, son seis las visitas de presidentes estadounidenses a la Argentina analizadas en el libro: Franklin Delano Roosevelt (1936), Dwight Eisenhower (1960), George H. W. Bush (1990), William Clinton (1997), George W. Bush (h) (2005) y Barack Obama (2016). La última y más reciente de Donald Trump quedó fuera, aunque en el Epílogo (pp. 317-346) y en las Conclusiones (pp. 347-363) Morgenfeld aventuraba algunas reflexiones ante lo que sería su inminente llegada al país en el marco del G20, calificando la misma como de “alto riesgo”. Aunque existe una importante producción sobre las relaciones entre Argentina y Estados Unidos, la novedad del libro de Morgenfeld es que versa y profundiza en la historia de las “visitas de mandatarios estadounidenses”, un aspecto que ha recibido tradicionalmente menos atención. Como escribe Cecilia Nahón en el prólogo, ellas constituyen una “puerta privilegiada”

(p. 13) para el tema de investigación, a propósito del cual Morgenfeld viene acumulando experiencias desde hace más de una década en archivos de ambos países y siguiendo de cerca -a través de la prensael tenor de un relacionamiento que históricamente ha sido relevante dentro de nuestra región. Partiendo de esto, el objetivo del libro es “llenar ese vacío historiográfico, a partir de un enfoque que entrecruza disciplinas como las relaciones internacionales, la historia, la ciencia política, la sociología y la economía” (p. 25). Trazado el objetivo, queda explicitar el acierto metodológico que subyace a la propuesta del autor habida cuenta de que su labor se aparta de los relatos tradicionales. En ese sentido ostensiblemente Morgefeld opta por trascender los enfoques clásicos que reducen la política exterior a los “cenáculos diplomáticos”. Por el contrario, prosigue, hoy estos asuntos son objeto de “amplio debate” y generan “cada vez más, reacciones y posicionamientos públicos”. En razón de ello, el trabajo intenta ser un aporte al conocimiento histórico de la relación entre Argentina y Estados Unidos “ampliando la mira más allá del ámbito exclusivamente diplomático” (p. 35). ¿Cómo lo hace? Incorporando la incidencia de los actores internos como un factor también explicativo de la política exterior de su país y, a la vez, visibilizando la capacidad de presión que han podido y pueden en efecto tener, los movimientos sociales. Este “creciente interés por indagar los vínculos entre las sociedades y la política exterior” no es nuevo y en el libro el autor

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coloca a este en un lugar central de la interpretación discutiendo su incidencia. Como Morgenfeld subraya, muy a menudo se muestra cómo los “poderosos suelen recurrir al cabildeo, el lobby o la influencia en el poder legislativo”. No sucede lo mismo en el caso de los actores de menores “atributos de poder”, que se ven obligados a recurrir “a las marchas, las movilizaciones, las acciones callejeras y públicas” para hacer sentir su voz (p. 36). Dicha “interacción entre lo doméstico y lo internacional” es el resultado y como el autor propone, la “síntesis” de dos líneas de investigación que confluyen: la historia del vínculo entre Argentina y Estados Unidos y una más reciente, “abocada al estudio de los condicionantes internos de la inserción internacional y la política exterior argentinas” (p. 36).

inicio de este comentario acerca de la perspectiva crítica y no neutral delineada por el autor, Morgenfeld supera el sinuoso terreno de escribir una historia panfletaria: “las movilizaciones…no expresaron un rechazo a Estados Unidos como un todo ni a su pueblo o a su cultural, sino a su gobierno y, en particular a su política exterior imperialista” (p. 41) e “injerencista” (p. 353).

A lo largo de la investigación el autor privilegia el estudio de los casos en que “la presión del campo popular se constituye en una variable explicativa que condiciona la política efectivamente implementada” (pp. 36-37). Esa prioridad en el enfoque no deja de tener presente la necesidad de buscar qué expresan esas “demostraciones contra el gobierno de los Estados Unidos”, lo cual constituye una de las interrogantes del libro. ¿Responden a “fenómenos coyunturales” o acaso son expresión de “fenómenos más profundos”? (p. 39). El promedio de confianza hacia el gobierno estadounidense es en Argentina el más bajo de toda América Latina superando incluso a Venezuela, Bolivia, Nicaragua e incluso trascendiendo del denominado “cambio de época” que supuso la llegada de Macri a la presidencia (p. 39). Pese a lo descrito al

Para los casos que se analizan, imperiosa parecía la necesidad de dialogar con la producción -también amplísima- dedicada a la ideología de la política exterior de Estados Unidos, algo que Morgenfeld tampoco pasa por alto repasando algunas ideas clave como, entre ellas la de antiamericanismo. Esta, citando a Friedman, ha sido una “noción central en la constitución e identidad de los Estados Unidos: la idea de que es son un pueblo elegido para defender la libertad”. (p. 40)

En el marco de un histórico relacionamiento difícil entre ambos países, Morgenfeld suscribe que las visitas presidenciales suelen tener como “objetivo mejorar la imagen del gobierno estadounidense, tratando de licuar o al menos suavizar ese rechazo o desconfianza expresado por buena parte de la población” (p. 39).

Sustentado en ella, fueron descalificadas las muestras de rechazo que generaron en Argentina las visitas de mandatarios o altos funcionarios de Estados Unidos. Cada una de ellas -capítulos 2 al 7- merece un capítulo, “contextualizándolas, señalando sus objetivos previos, las reacciones que suscitaron y los resultados que arrojaron”

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(p. 42). El octavo mientras tanto, cubre otras visitas de alto nivel. En 1936 le cupo a Franklin Delano Roosevelt transformarse en el primer presidente en ejercicio de Estados Unidos en llegar a la Argentina, como se ve en el capítulo 2, “Una resonante visita que no distendió el vínculo bilateral” (pp. 45-80). Por otra parte, Roosevelt fue el primer mandatario en arribar como presidente en funciones a América del Sur. Su viaje era el segundo de un presidente de ese país hacia América Latina, tras la asistencia del presidente C. Coolidge, en 1928, para participar de la Conferencia panamericana de La Habana (p. 62). No es menor recordar, señala Morgenfeld, la excepcionalidad de aquel periplo de 1936. Primero porque hasta el momento los presidentes estadounidenses “prácticamente nunca viajaban al exterior” (p. 47). Segundo porque la elección de Argentina no era caprichosa: Estados Unidos consideraba a este país como la “llave para abrir la puerta hacia una profundización de la organización interamericana” (p. 62). Fueron 48 horas intensas, precedidas por una escala previa en Río de Janeiro, donde se reunió con Getulio Vargas (p. 61). El pretexto: participar, en medio de un escenario global donde se presagiaba una inminente guerra mundial, de la inauguración de la Conferencia Interamericana de Consolidación de la Paz que se celebraría en Buenos Aires. Arribó a su puerto el 30 de noviembre. Hubo día feriado decretado por el presidente Agustín P. Justo. Unos cinco mil agentes custodiaron su llegada. La crónica cuenta que hubo

“flores arrojadas a su paso, por miles de manos femeninas” (p. 66). El trabajo de Morgenfeld es rico en detalles para cada visita: ambos presidentes hablaron en inglés por treinta minutos y el visitante fue condecorado por el rector de la Universidad de Buenos Aires. Sin embargo, el hecho más distintivo ocurrió cuando la comparecencia del estadounidense en el Congreso de la Nación. Fue allí, mientras leía su discurso que estaba siendo transmitido en directo por radio-, Roosevelt fue interrumpido por una fuerte exclamación: “¡Abajo el imperialismo!”. El grito, que quedó registrado en la cinta, provino del joven Liborio Justo, hijo del presidente anfitrión (p. 68). Más allá de esta icónica y desafortunada puesta en escena, en Buenos Aires se enfrentaban dos visiones contrapuestas y dos grandes proyectos. De un lado, el altivo canciller argentino Carlos Saavedra Lamas (p. 56) defendía un abordaje “universalista” para la región, reforzando la preponderancia de la Sociedad de Naciones. El folleto impulsado por el canciller argentino e impreso para su publicidad antes de la reunión, preveía quitar la palabra americano en los instrumentos ya aprobados y vigentes; también defendía el compromiso con el principio de no intervención en ninguna forma; y una “tregua aduanera” como forma de revertir la “guerra de tarifas” que impedían a nivel global la circulación de mercaderías. En filas opuestas se encontraba la delegación de Estados Unidos, que acudía con el interés por la aprobación de dos tratados, uno dirigido a la solución de los

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conflictos entre los países previendo un Comité Consultivo Interamericano Permanente formado por los cancilleres de los países americanos; y el segundo destinado a formalizar la solidaridad entre los países americanos ante eventuales agresiones extracontinentales (pp. 64-65). La colisión entre el regionalismo impulsado por Estados Unidos y el universalismo postulado por los argentinos -arrastrando tras de sí a otros países latinoamericanosfue tan contundente que se evidenciaba hasta en la misma conformación de las delegaciones: mientras entre los estadounidenses no había representantes del mundo de los negocios; en el caso argentino la integraban “importantes miembros” que sostenían y defendían el “tradicional vínculo” con Europa (p. 63). En definitiva, aquella instancia derivó en un resultado principal y tangible: una “doctrina Monroe al revés… [que] protegía a América Latina del intervencionismo estadounidense” en tanto proponía la colaboración interamericana con la Sociedad de Naciones (p. 74), algo así como “Más Ginebra y menos Washington” (p. 76). Los enfrentamientos y rispideces abarcaron las dos siguientes décadas y tras ellos, cierto clima de entendimiento propició, en un marco radicalmente nuevo, la siguiente visita de un presidente estadounidense. Ese es el tema del capítulo 3, “La necesidad de aplacar la influencia de la revolución cubana” (pp. 81-115), donde se aborda la también fugaz presencia de Eisenhower como parte de un periplo más amplio que abarcó a Brasil, Chile y Uruguay. La llegada de Arturo Frondizi a la presidencia, indica

Morgenfeld, cambió el tono y la sustancia de la política exterior argentina, siendo inevitable concluir que se trató de una ruptura importante tomando en cuenta los antecedentes históricos (p. 87). Tan fue así que decidió emprender una “visita oficial” a los Estados Unidos en enero de 1959, transformándose en el primer mandatario argentino en realizarla con ese carácter. Además, la misma duró doce días. En sus discursos abandonaba la tradicional sospecha argentina hacia el panamericanismo. Se trataba, en palabras del ex canciller de Frondizi, Carlos Florit, de “poner en orden” la relación con Estados Unidos (pp. 93-94). Empero, la relación bilateral era tan solo una parte de la cuestión: la Revolución Cubana ya desafiaba ostensiblemente al sistema interamericano y tras la visita del propio Fidel Castro a América del Sur en 1959, a inicios de 1960 el que arribó fue Dwight Eisenhower. Buscaba matizar las muestras de apoyo que recibían dentro del hemisferio los jóvenes revolucionarios cubanos. Fue en esos términos que culminó siendo definida su visita a cuatro países del Cono Sur, empleando el pretexto de concurrir a la inauguración de Brasilia (p. 94). Sin embargo, como puede leerse en un importante documento citado por Morgenfeld, el viaje no suponía “negociaciones” ni el presidente asumiría “compromisos” (p. 96). Hoy sabemos que el centro de aquella recorrida estaba en la pretensión de aislar a Cuba. Frondizi, deseoso de fortalecerse como líder regional, le recibió con los brazos abiertos. Tal pretensión no le correspondía en exclusividad: sus pares de la región

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pretendían jugar un papel similar, como puede verse en trabajos relativos a Brasil, Chile, Uruguay, Costa Rica o Colombia, tanto con Eisenhower como más tarde con su sucesor John F. Kennedy. Es muy probable, como muestra el contundente trabajo del historiador venezolano Gustavo Salcedo Ávila, que quien llevara la delantera en ese sentido fuera el presidente de Venezuela Rómulo Betancourt, cuya línea directa con Estados Unidos era tenida muy presente en el país del norte.1 Eisenhower llegó a Buenos Aires el 26 de febrero en la mañana a Eseiza. Viaje en helicóptero al lujoso Palacio Bosch, sede de la embajada; almuerzo privado en Casa Rosada y mediando un “itinerario especial” para evitar demostraciones de hostilidad, arribó al Congreso donde pronunció un discurso ante los representantes. Banquete de honor en la noche ofrecido por el presidente Frondizi y “su discurso más importante” (p. 101). Al otro día partió hacia Mar del Plata para recibir las llaves de la ciudad de manos del gobernador para luego, horas más tarde, partir hacia Bariloche donde permaneció dos noches. Allí sucedió algo fuera de protocolo: el presidente argentino fue invitado por Eisenhower a volar en su propio avión presidencial rumbo a Bariloche lo que dio ocasión para que ambos mantuvieran una “larga conversación” en el trayecto. (p. 103) Fue entonces que se inauguró una tradición que sería continuada más adelante por Bush, Clinton y Obama: jugar al golf. Las

1

Gustavo Salcedo Ávila, Campo de batalla de la guerra fría. Los Estados Unidos y la era de Rómulo Betancourt (1958-1964) (Caracas: Fundación Bancaribe, 2017).

reuniones se sucedieron, además de la mañana de pesca el domingo 28. En ellas Cuba ocupó un lugar destacado: citando en este caso al historiador Robert Potash, “cualquier cosa que la Argentina pudiera hacer para inducir a los cubanos a ser más responsables sería de gran utilidad”. (p. 105) Por la mañana del día 29, Eisenhower partió rumbo a Santiago de Chile donde lo recibiría Jorge Alessandri y más tarde, el 2 de marzo, haría lo propio su par uruguayo Benito Nardone, “Nardote” en el libro. (p. 106) Treinta años después tuvo lugar la siguiente visita, tema del capítulo 4, “El inicio de las relaciones carnales” (pp. 117-150). El visitante fue George H. Bush quien, de forma similar a Eisenhower, llegaba a la Argentina como parte de un periplo mayor con fugaces presencias en Uruguay, Brasil, Chile y Venezuela. Morgenfeld se refiere con detalle a los protagonistas, los episodios y las frases que no solamente titulan al capítulo, sino que constituyen una marca de época: “No queremos tener relaciones platónicas: queremos tener relaciones carnales y abyectas” sostuvo Di Tella, canciller del presidente Carlos Menem. Más allá de que el anecdotario es bienvenido en el libro en tanto constituye un recurso didáctico muy ilustrativo para emplear en clase, Morgenfeld ofrece un relato convincente y crítico de esa postura que no duda en calificar como “una política externa subordinada a los intereses estadounidenses” (p. 125) “como nunca antes” (p. 147). La ruptura con el pasado era aún más radical si se atiende a que Menem provenía del peronismo. El autor recuerda que fue el primer presidente de

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ese partido en “pisar el Salón Oval de la Casa Blanca” (p. 130). La visita de Bush coincidió con el que fue el último levantamiento militar del siglo XX en Argentina. “Contrariando” las recomendaciones, escribe el autor, Bush “ratificó” su visita a Menem, quien aprovechó la “oportunidad para sobreactuar los vínculos con el gran hermano del norte” siendo así “anfitrión del hombre más poderoso del planeta” (p. 137). El operativo de seguridad, “extremo” (p. 138), se justificaba plenamente. En palabras de un enviado especial español, “Bush encontró en Carlos Menem al líder latinoamericano más favorable a su política frente a Irak” (p. 139). Su comparecencia en el Congreso tuvo similitud con la de 1936: los diputados opositores escucharon al visitante “de brazos cruzados” y uno de ellos, Luis Zamora lo denunció “a viva voz” siendo interrumpida su palabra y empujado por otro integrante del cuerpo (p. 140-141). No fueron las únicas expresiones de rechazo, hubo movilizaciones y atentados con “bombas” (p. 144-146). Se trató, en palabras de uno de los analistas entrevistados por el autor, de una “visita bisagra”. Entre los varios elementos que se reseñan, y en este caso según el testimonio de un importante diplomático argentino, Jorge Argüello, “la visita inaugura la adhesión del gobierno argentino al llamado Consenso de Washington” (p. 149). El apartado que sigue se separa siete años y fue protagonizado por la presencia de Bill Clinton en 1997, tema del capítulo 5, “La consolidación del alineamiento: aliado extra OTAN” (pp. 153-187). Nuevamente correspondió a Menem ser el anfitrión y el

arribo del estadounidense estuvo precedido por un viaje previo del mandatario argentino a Estados Unidos. Uno de los temas principales pasaba por el proyecto del ALCA, cuya iniciativa se había iniciado en la cumbre de las Américas de 1994 aunque tenía un precedente en la Iniciativa de las Américas propiciada por Bush en 1990 (p. 156). La idea fundamental pasaba por “consolidar el dominio económico de Estados Unidos en el continente” sostiene el autor (p. 158), lo que implicaba responder a las necesidades del “capital estadounidense” (p. 158). En dicho contexto, Menem había demostrado ser un socio y cooperante importante: en esa clave puede leerse el “éxito” en “trasladar su diplomacia interpersonal de Bush a Clinton” (p. 166). Los debates de entonces implicaron tratar la posibilidad de que convivieran dos proyectos regionales bien distintos, el ALCA -bajo la égida estadounidense- y el MERCOSUR, en este caso una iniciativa de integración surgida al sur del continente. Existía cierta “tensión” (p. 176) al respecto en la cancillería argentina señala Morgenfeld, obviando en su consideración destacar que el MERCOSUR era algo más que el Palacio San Martín e Itamaraty: también eran parte del proyecto los socios menores del bloque, Paraguay y Uruguay. Clinton evitó asistir al Congreso. Sí hubo viaje al sur, al igual que Eisenhower. Otra pequeña variación fue la “diplomacia del tenis”, que sustituyó a la “diplomacia del golf” (p. 180). No estuvieron ausentes los mutuos elogios, regalos, y tampoco las protestas, cuyas movilizaciones dieron lugar a enfrentamientos con la policía que derivaron en más de doscientos

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manifestantes detenidos (p. 181). Pese a ello, en términos de lo que era la “diplomacia interpresidencial” menemista, la visita bilateral de Clinton -junto a su esposa Hillary, quien arribó con una agenda propia- fue “un éxito” ya que “no generó tanta conflictividad interna” (p. 185). Para finalizar, supuso la incorporación de Argentina como aliado extra OTAN, una consecuencia más de la “continuidad de las relaciones carnales” y, más importante, como un dato elocuente del “amplio consenso general que todavía tenía la construcción de la hegemonía política neoliberal expresada por el menemismo” (p. 186). Ocho años más tarde, cuanto le cupo a George W. Bush visitar Argentina en el marco de una conferencia continental, el escenario regional y local era muy diferente. Esos pormenores se describen en capítulo 6, “ALCA, al carajo. Fuera Bush de la Argentina” (pp. 189-226). Es en este capítulo donde mejor y con mayor contundencia se muestra el objetivo del libro pues en el marco de dicha llegada, las movilizaciones “superaron todas las expectativas” (p. 191). La derrota en Argentina del ALCA como Morgenfeld expresa, “significó un hito en la historia de las relaciones interamericanas y expresó una nueva correlación de fuerzas a nivel continental en el siglo XXI” (p. 192). Fue, en términos de política exterior argentina, el “símbolo del abandono de la subordinación a Estados Unidos” agrietando la relación bilateral entre Argentina y Estados Unidos hasta la victoria de Mauricio Macri diez años más tarde (p. 193). En la confección de este excelente capítulo, Morgenfeld

consiguió importantes fuentes, entre ellas los ex diplomáticos Rafael Bielsa y Jorge Taiana, dos protagonistas relevantes de aquellas discusiones. Pese a la elección de Mar del Plata como lugar de reunión a fin de evitar las marchas de protesta, hubo “tres grandes expresiones de rechazo” a Bush y a su proyecto: la Cumbre de los Pueblos, el acto en el Estadio Mundialista y la multitudinaria marcha callejera (p. 211). Todo ello consiguió frenar dicho avance. Siguiendo al autor, “la resistencia del movimiento obrero organizado … fue un elemento importante para explicar los cambios de posiciones de algunos gobiernos latinoamericanos … y generó una base de organización y conciencia continental para avanzar en el proceso de construcción de instancias de integración alternativas” (p. 212). Por supuesto, las interpretaciones también se sostienen en el fuerte impacto regional que ya tenía el presidente venezolano Hugo Chávez junto a su par brasileño Lula. Al fin y al cabo, junto a los nuevos liderazgos regionales, fueron más de 500 las “organizaciones sociales, políticas, sindicales y derechos humanos” que congregaron a unas 12.000 participantes de toda América quienes contribuyeron decisivamente al enterramiento del ALCA (p. 217 y 219). Un funcionario de la delegación estadounidense señaló que el presidente Bush se retiró “muy molesto” de Argentina: aquello se lo había tomado como “algo personal, muy personal” (p. 224). El “parteaguas” -citando al analista Pedro Brieger (p. 223)- fue importante y en la próxima década el enfriamiento pautó el vínculo bilateral.

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La victoria de Mauricio Macri en las elecciones de fines de 2015 ambientó la siguiente presencia de un presidente de Estados Unidos, tema del capítulo 7, “La cuidada puesta en escena del realineamiento con Estados Unidos” (pp. 227-269). Ella sucedió como parte de una estrategia del presidente Barack Obama para construir un “legado histórico” (p. 229), lo que incluyó la visita a Cuba y el “deshielo” en las relaciones entre ambos países. Además de las numerosas fuentes periodísticas disponibles y de lo cercano en el tiempo, Morgenfeld obtuvo una fuente de singular importancia: Benjamin Gedan, asesor de Obama para América Latina y quien contribuyó decisivamente al diseño de su agenda. Según su testimonio, si bien la importancia de Cuba no se discutía, Gedan subrayó que el viaje a la Argentina fue “más significativo” habida cuenta de que las posibilidades económicas son mayores en este último país que en la isla caribeña (p. 231). Era parte de la tan mentada “vuelta al mundo” de Argentina tras la asunción de Macri, devenido en “líder de la nueva época, el ejemplo a imitar” para las derechas regionales. Según un influyente documento del denominado Grupo Consenso integrado por opositores al kirchnerismo, la Argentina de Macri debía retomar la senda de un país “normal” y “serio”, lo que implicaba no discutir la condición periférica y cuestionar el rol de Estados Unidos como “gendarme global” sostiene Morgenfeld (p. 237). Así, y luego de la visita a Cuba, Obama arribó a Buenos Aires. Elogió a su par argentino y mantuvo una nutrida agenda que fue tan copiosamente celebrada por los grandes medios locales que el autor definió su

actitud como un mediático” (p. 260).

“embelesamiento

Por coincidencia, la visita de Obama al país convivía con un aniversario simbólico: el número 40 del golpe de estado de 1976. Ello obligó al presidente Macri, señala Morgenfeld, a sobreactuar un compromiso con los derechos humanos que “jamás tuvo”, y en ese contexto fue que se produjo la entrega de un conjunto de documentos desclasificados estadounidenses referidos a la citada dictadura militar. No hubo discurso en el Congreso -donde el oficialismo era minoría- y Obama optó por suspender una actividad con empresarios programada en la Rural ante fuertes anuncios de movilizaciones de repudio (p. 261). De todas formas, y siguiendo el testimonio del asesor de Obama, el nivel de acuerdos conseguido “fue mucho más allá de lo normal” (p. 262). Algo que el propio presidente Macri destacó al momento de despedir a su par estadounidense: “la comunión de ideas ha sido increíble” (p. 263). Culminadas las visitas, el libro ofrece dos tramos finales, el capítulo 8, “Otras visitas estadounidenses de alto impacto” (pp. 273316), un sustancioso Epílogo que adelanta la llegada de Donald Trump (“¿La visita más riesgosa?”) (pp. 317-346) y, como cierre, se condensan una interesante serie de reflexiones que ofician como Conclusiones (pp. 347-363). Es en este tramo final donde Morgenfeld se permite desplegar, a la luz del recorrido histórico reseñado, su opinión en torno a los dos caminos que se abren para América Latina: o la imposición de “gobiernos derechistas” muy proclives a

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asumir un “rol subordinado” a los Estados Unidos o la construcción de “una alternativa superadora”, tema que se entiende como “crucial y urgente” para enfrentar con “fuerzas populares, progresistas y de izquierda” la “agresiva ofensiva imperialista impulsada por Trump” en la región (pp. 358-359) y de la cual esta última ofensiva golpista contra Venezuela parece entrañar una nueva modalidad del antiguo patrón intervencionista cuyo legado siniestro en América Latina ha supuesto horror y muerte.2

.

Roberto García, “En las entrañas de una contrarrevolución. El golpismo y su legado en América Latina”, La Diaria Fin de Semana, 9 de febrero de 2019, pp. 18-19. Disponible en: https://www.academia.edu/38317388/En_las_entra%C3 %B1as_de_una_contrarrevoluci%C3%B3n._El_golpis mo_y_su_legado_en_A_Latina_9_de_febrero_2019_pp _18_19.pdf 2

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