VI Concurso de Relatos de Viaje Moleskin 2011
Aldo necesitó ver la situación de gente que no había podido concretar su viaje, para darse cuenta que el viaje de su vida, aún no había comenzado, que lo que quería en su corazón, estaba dormido y sepultado por la rutina, que su vida no era tal, que su sueño estaba muerto en vida y decidió revertir eso urgentemente. No podía permitirse que, el día siguiente, se llevara con su sol, la ansiedad de su alma. No podía dejar que pasara un día más, sin hacer lo que debía. Llegó a su casa, se bañó, cenó y se fue a dormir como lo hacía cada noche. La mañana siguiente, al despertarse, toda su familia seguía dormida. Nada en su casa cambiaba, solo cambiaría él. Tomó una maleta, colocó su mejor ropa, que no era mucha, puso en su bolsillo sus documentos personales, su tarjeta bancaria y su pasaporte. Dejó en la mesa del comedor una carta dirigida a su esposa donde le explicaba lo que haría. En la misma, recalcó que la había amado mucho en su momento, pero que ella había cambiado demasiado y ya no se sentía ni feliz, ni a gusto. Destacó el amor natural que sentía por sus hijos y se despidió con un simple: “Hasta pronto”. Pasó por el banco y retiró los ahorros de toda su vida. Luego fue hacia su trabajo como siempre, solo que esta vez, no como empleado, sino como pasajero. Voló a Tanzania. Solo fue tras un sueño. Conoció el Kilimanjaro. Sintió su aroma. Tocó su tierra. Lo miró. Lo admiró. Lo disfrutó y lo adoró. Hizo realidad su sueño. Le dio vida a su vida. Le dio anhelo, color, ilusión, esperanza y placer a su corazón. Sintió felicidad, ya había olvidado esa sensación, pero logró recobrarla. Con la satisfacción de haber cumplido su sueño, emprendió el regreso a su casa, imaginando la cara de su familia cuando él hablara de lo que había hecho. Pero no lo consiguió, porque el avión en el que volvía, se accidentó al despegar. Era un
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