¿QUIEN PUEDE HABLAR DE AMOR? H2OX7

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El Cantar de los Cantares de Salomón - Ilustrador - Messer, Tamar - Fecha de creación 2001 d. C.

¿QUIEN PUEDE HABLAR DE AMOR?

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Siempre fue, él o ella, siempre fueron así. Cuando alguien desea hablar del amor. Que difícil se hace hacerlo desde un lugar como el corazón herido y henchido de despecho y odio.

Pero, baste una chispa de amor, una señal de vida, para hacerse la luz de la voluntad de almas gemelas, de espíritus libres, de pasiones separadas que se respetan, o de, sencillamente hermandad y comprensión entre ambas vidas. ¿Qué es el amor?

Aunque Descartes nos lo intenta explicar, como pasiones del alma, es el amor lo contrario a la pasión, y no es lo mismo que lo contrario al odio.

Aunque la pasión es instrumento del amor. Dos personas no se pueden amar sin haber conocido la pasión, pero una persona puede amar a otra, sin haberse unido ambas, en pasión y sexo.

Es de noche, y ella quiso que fuera así. Se volvieron a encontrar aquella noche, cuando la paciencia desesperaba, y entre dos corazones, tan sólo uno se rompe en silencio de congoja y lágrimas húmedas de candente sufrimiento.

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La recaída sentimental se agrava de hora en hora, suceden los silencios rotos, dolientes. Y furiosos son el traquinar de las facultades del corazón. La revuelta de sentimientos, la superación del infarto de los deseos traicionados en el tiempo. ¿Tiene voz el corazón?

La voz es el continuo latir de un corazón en golpe de estado, un golpe que hace que la más bella de las mujeres, de labios finos y piel suave, y ajena al sueño de amor, se despierte y acrisolen sus recogidos ojos, y deseen inflamar su alma desconocida buscando el calor del aura encendida en el corazón noble, arrojado a la sin razón de la indiferencia del cruel olvido. ¿Tengo voz? .- ¡Sí! Tengo voz Siento en mí un despoblado de palabra, para hablar del amor. No me quiero traicionar a mí mismo. Mis palabras se han escapado entre las lágrimas del silencio, mirando fijamente a un horizonte perdido, de velas encendidas, y estrellas que sonríen por los recuerdos del ayer, y que lloran luces de San Lorenzo, por lo que no puedo ser.

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Hoy y ayer, mis ojos encendidos, queman canciones que refugiaba en mi corazón, y que te pude susurrar a los oídos.

Mi frente me arde, mi cabeza suda sangre invisible, desde hace años, y sin embargo, no tengo fiebre. Sólo, tan solo, cargo una estrella, que del cielo se precipitó sobre mi espíritu desconocido para ti, conocido para ella, presentado al cielo y a los infiernos, como lo que soy para el Sol, la Luna y las estrellas. ¿Quién puede hablar de silencio?

Quien muere no de amor, sino por el amor de un alma, espíritu y corazón.

Sólo, porque enmudezcan mis labios, sólo porque ella se encadenó a la inercia del pasado, y no quiso romper las cadenas que la sujetan a las cuevas interiores de la nada, ¡no significa que el silencio no sea, espada, ni hacha! ¡Ni dragones de libertad que gritan en los pasadizos de la conciencia! Junto a Caballeros de almas templadas y armaduras acorazadas. ¿Quién puede hablar de Amor? ¡Este! Su boca, su gallardía soberana. Aquel, que murió de hambre, de frío, de paciencia, de fiebre y nunca odió, a ella, su estrella.

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Su Amor.

Calles, calles, y más calles.

Pasos hacia delante, el asfalto caliente y palpitante, su pies desnudos, jardineros valientes. Y las aceras húmedas del sudor de su frente.

Las frases son valientes, son silencio, son dignidad, son preguntas al viento. ¡No puedo odiar a quien amé! No puedo odiarle, cuando la miro y te veo a ti.

Elegiste mi árbol para refugiarte, elegiste mi espalda para protegerte. Y cuanto más quiero decirte, menos escucha un espejo.

Me susurras, me gritas, te amo, me odias. No te puedo odiar, aunque me pides que te ame. ¿Quién puede hablar de amor? Un transeúnte del universo, una calle paralela con el cielo, una sombra que se escabulle entre mis manos, un corazón que sangra en mi pecho. ¡Te amaré siempre!

Porque eres ella, ¡mi cometa!

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La pluma corre desbocada, trata de interpretar mis sentimientos, pero mis lágrimas se escaparon con todos ellos, y me dijeron, me preguntaron, ¿Quién puede hablar de Amor?

En Roma, y en el Cielo.

Y por todo esto. Aunque mi conciencia está enfadada, mi orgullo herido, mi corazón llora de congoja, y mis palabras nadan entre lágrimas.

Nada y Nadie es cosa muerta. Mis sentimientos recorren recuerdos, razonan y buscan causas, nexos, claridad, verdad, conciencia, ¡y al final! Encuentran razones de sufrimiento, ¡traiciones! Extorsiones, resentimientos, maldad, y tristezas. ¡El espejo de las almas se quiebra! Y deja escapar la verdad, y la justicia, que no es ciega en la casa de a quien acecha. ¿Quién puede hablar de amor? ¡Tu boca! Mi estrella, y la mía.

Sólo, la debilidad me traicionó, pero, yo no puedo odiar lo que amé.

No sabe nadie que nunca hablé, que mi hogar fue un bosque de amor, que tomé curvas entre montañas, cargando sobre mis hombros

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la más hermosa de las estrellas. Ni que le entregué a su vientre un trozo, lo mejor de mi mundo.

Nadie puede hablar de mi Amor, y aunque nadie sea hombre, yo soy Amor quien habla de mi Amor.

Con todo mi amor. A mi Amor.

Fernando Arturo de Monreal Clavijo H2OX7 En España a 21 de Octubre del 2015

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