Poemas Residuales

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Padre nuestro de los pobres (1992)

Padre nuestro que estás en los cielos y que nunca bajas los ojos ni estiras tus manos hacia nosotros, los que yacemos en el suelo. Santificado sea tu nombre en las bocas de los que mueren de hambre en las gargantas que gritan tu nombre sin recibir nunca una respuesta. Venga a nosotros tu reino de hombres crucificados, de lágrimas y penitencias, de un cielo que nunca alcanzaremos. Hágase tu voluntad de juez y de verdugo, de Dios omnipotente, manipulador de todos nuestros destinos. Así en el cielo, como en esta tierra caliente y agrietada, en la que nuestros cuerpos se resecan y resquebrajan, hasta volvernos polvo del polvo en que tú nos creaste. Danos hoy el pan de cada día para nuestra hambre interminable, danos hoy la limosna, Señor, el pan duro, la fruta podrida de cada día. Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden, así como debemos poner la otra mejilla y besar la mano del tirano que nos abofetea, aunque por dentro nos estremezca la rabia. No nos dejes caer en la tentación de esos pecados que nos hacen humanos, quítanoslos, Señor, quítanos el goce, los placeres, quítanos la vida. Y líbranos para siempre de todo mal, aunque por dentro sepamos que no lo haces. Amén.


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