Basilio belliard No creo que yo esté aquí de más: Antología de poetas dominicanas 1932-1987
voces, que brotan de las entrañas de su imaginario sensible. Representa una tentativa, en el proceso de difusión necesaria del canon de las mujeres escritoras de poesía. En este volumen aparecen 43 mujeres de diferentes generaciones y tendencias estéticas. Poemas tradicionales y de ruptura, vanguardistas y conservadores, donde se pueden apreciar voces y giros que orillan vertientes creativas como la libertad expresiva, el amor y sus desgarraduras, la vida y sus avatares, la muerte y sus perplejidades, el erotismo con su llama del ethos femenino. El título la antóloga lo toma de un verso de la inmensa Aída Cartagena Portalatín, cuya poética representa un grito por hacerse sentir, en medio de la soledad existencial de la mujer, y demandar un espacio social en el bosque de la indiferencia, y en el marco de su grupo generacional, y de la mujer dominicana. Caso aparte es el de la solitaria y enigmática Hilma Contreras, pero que no fue poeta sino cuentista, y autora de una novela (La tierra está bramando), y coetánea de los poetas sorprendidos, cuya vida transcurrió en el anonimato, “Entre dos silencios”, como se titula su volumen de cuentos –o entre París y Santo Domingo. Esta antología de Rosa Silverio representa una espiral de signos y voces que van desde Rhina Espaillat, laureada autora dominicana de la diáspora norteamericana, poeta, traductora y educadora, nacida en 1932 –que en 1998 obtuvo el prestigioso premio T. S. Eliot de poesía--, hasta culminar con Marielys Duluc, poeta y periodista, residente en España y nacida en 1987. Como se ve, todas ocupan un radio de acción vital, desde la década de los 30 hasta los 80, y una órbita de publicación desde los años 60 hasta la actualidad novosecular. Del corpus esencial de esta obra, es justo destacar las voces que bordean la transparencia de la identidad femenina, la fuerza descarnada del verbo, y el desenfado, como las de Jeannette Miller, Soledad Álvarez,
Martha Rivera y Ángela Hernández. O las de Sally Rodríguez, Aurora Arias, Yrene Santos, Marianela Medrano, Claribel Díaz, Farah Hallal, Ariadna Vásquez Germán, Rossalina Benjamín, Reina Lissette Ramírez, Daniela Cruz Gil, Natacha Batlle o Isis Aquino. Estas últimas representantes de las más recientes promociones del Nuevo Milenio. Desde el canon fundacional de Salomé Ureña hasta Carmen Natalia Martínez; desde Aída Cartagena Portalatín hasta Jeannette Miller, y desde Soledad Álvarez hasta Martha Rivera, la fuerza motriz que sirve de dinamo catalizador de la energía creadora de nuestra lírica, de la esencia de las letras mestizas, de la cartografía de la media isla, ha tenido luz y carne, espíritu y cuerpo. Y lo que ha hecho Rosa Silverio –que bien pudo incluirse por derecho propio, pero no lo hizo por razones éticas (que no comparto)– es de proverbial importancia y ejemplar actualidad. La poética de esta antología y la propuesta textual están en correspondencia recíprocas. No excluye por prejuicios ni por mezquindad. Al contrario, es amplia y abierta, incluyente y circular. En ella dialogan autoras de la diáspora y de las provincias, del pasado y del presente, emergentes y consagradas. La semilla sembrada por Salomé y Aída está dando sus frutos luminosos y pródigos. La cosecha ha sido productiva y ha germinado. La antorcha de la tradición se mantiene encendida y viva. Se sigue alimentando de rupturas y técnicas nuevas, dialoga con lo universal, y se expande a las corrientes subterráneas y aéreas de la lírica hispánica y no hispánica del presente. Esta antología, tiene la impronta de destacar lo viviente, y de ahí que solo estén las poetas vivas y en ebullición, en movimiento y trascendencia. El pórtico lo inicia la autora viva de mayor edad: Rhina Espaillat. Como se observa, este libro es un documento vivo que cuenta la historia del presente de nuestra poesía. Es una radiografía y una anatomía secular de la poesía femenina de “la tierra que más amó
233