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En Caracas se jugó Grandes Ligas, histórico fracaso de un soñador
from UN 290123
Walter Dilbeck, de 49 años en 1969, tenía la fisonomía típica de un hombre de negocios estadounidense. Se ocupaba en realidad de los bienes raíces. Fue un ambicioso sin escrúpulos, y como estaba enamorado del beisbol, creó una tercera Liga Grande, a la cual llamó Liga Global, porque sus seis equipos, tenían sedes en Tokyo, Los Ángeles, Nueva York, San Juan de Puerto Rico, Santo Domingo y Caracas.
El proyecto inicial de Dilbeck, incluía 14 ciudades para sus franquicias. El siete de octubre de 1966, había presentado su idea por primer vez, anunciando equipos en San Juan de Puerto Rico, Santo Domingo, Caracas, Indianápolis, St. Paul, Portland, Long Island, San Diego, Phoenix, Akron, Chicago, Seattle, Cincinnati, and Milwaukee.
El problema suyo fue que muchos posibles socios y peloteros famosos retirados lo abandonaron en febrero de 1969. Entre esos, estuvieron, Johnny Mize, Enos Slaughter, Gordon Jones y Stu Miller.
Además, ofreció contratos de 500 mil
En Tips
Tres terceras MLB
Después que Dodgers y Gigantes abandonaron Nueva York, antes de la temporada 1958, hubo tres proyectos de terceras Ligas, incluso la Global.
No a La Habana
Dilbeck no incluyó en su proyecto a La Habana, porque Fiel Castro había prohibido en Cuba, toda actividad profesional del deporte.
dólares por cuatro campañas, lo que era mucho dinero, a Don Drysdale, Ron Santo, el dominicano Juan Marichal, Brooks Robinson, el puertorriqueño Roberto Clemente, Jim Bunning, Jim Fregosi, Joel Horlen, Jim Maloney y Bill Mazeroski.
El “Chico” Carrasquel. Entre quienes le acompañaron hasta el final, figuraron Toru Mori, mánager del equipo japones; Alfonso (Chico) Carrasquel, gerente-general y mánager del club venezolano y Rubén Gómez, mánager de los puertorriqueños. Uno de los socios, que aportó y perdió, 750 mil dólares, había sido narrador de los Cachorros y fue Presidente de Estados Unidos 12 años después, Ronald Reagan.
Negocio multimillonario. El sueño de Walter Dilbeck era ser propietario de toda la Liga. Lo soñaba cuando, en 1966, hubo 14 posibles equipos, y también en abril de 1969, cuando quedaron sólo seis que, finalmente iniciaron los juegos de japoneses en Caracas, quisqueyanos en Borinquen y newyorkinos en Los Ángeles. En una entrevista que le hice en aquel abril, me dijo Dilbeck:
“El beisbol de Grandes Ligas va a convertirse en un negocio de tantos miles de millones de dólares, como lo es el mundo petrolero. Por eso es que soy el dueño de todos los equipos de mi Liga. Hago todo como me parece bien, sin discutir nada con nadie”.
24 equipos en 1969. En 1969 jugaban 24 equipos en las Mayores, 12 en cada Liga. Ahora son 30, y estas 30 franquicias, según la revista “Forbes”, han sido valoradas en conjunto este año, 2023, en 72 mil millones de dólares. El equipo de más valor es el de los Yankees, siete mil millones.
Dilbeck falló al no conseguir peloteros de calidad
Walter Dilbeck estaba en lo cierto. Fue un gran visionario. Pero falló de todas todas, al no identificar la imposibilidad física de conseguir peloteros de calidad para sus equipos.

Porque sólo podía utilizar a quienes no tenían calidad para jugar en Grandes Ligas, en las menores, en el beisbol máximo de Japón y sus sucursales, en la Liga Mexicana de Verano, ni en las Ligas Independientes. Después que los peloteros no eran contratados en ninguna de esas posibilidades, era cuando podían aparecer en la Global.
Por supuesto, la calidad de los juegos era de lo peor visto en el profesionalismo, por lo que muy poco público iba a los espectáculos, y los únicos ingresos eran por la venta de boletos, comestibles, bebidas y souvenirs.
El desastre fue tal, que el equipo japonés fue echado del hotel donde se alojaban en Caracas, y estaban en la calle sin tener dónde comer. El gobierno de Japón tuvo que rescatarlos y devolverlos a Tokyo.
Enfrentó 37 demandas contra la Global y las ganó todas
Los acreedores de la Gobal, quienes, lógicamente se contaban por docenas, se enteraron pronto de que Walter Dilbeck, vivía y tenía sus oficinas en Evansville, Indiana. Esa es una preciosa ciudad, de 120 mil habitantes, al sur del Estado, bañada por el río Ohio, y que en aquellos años, era sede del equipo Doble A de los Medias Blancas.
Las oficinas de Dilbeck, funcionaban en un hotel “Ramada Inn”. Y a todo el que llegaba a cobrarle, él lo alojaba allí, con comida, por su cuenta. Por cierto, los japoneses mandaron a cobrar a un señor inmenso, muy serio y portador de un maletín negro. Pero nunca cobró. Como no pudo cobrarle nadie a Walter Dilbeck, aún cuando hubo 37 juicios su contra. Los jueces siempre sentenciaron, que el negocio fracasó, y se fue a la quiebra.
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