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Dentro de poco…

Humberto J. González Silva

Dentro de poco, la idea del pasado que tendrán nuestros hijos e hijas, los criados y criadas en la ciudad, será reducida a Peppa Pig y Harry Potter. Sobre ellos existe una abundantísima producción audiovisual, textos escritos y comentarios. Hasta hay especialistas que nos pueden contar que Peppa mide como dos metros y medio y que tiene explicaciones creíbles sobre preguntas clave, como por qué todas las casas están construidas sobre colinas e hipótesis interesantes sobre, por ejemplo, si el papá de Susy existe (por lo que ella podría haber sido clonada como la oveja Dolly), fue secuestrado o si abandonó la familia (hipótesis rápidamente desechada, pues en Peppa no puede pasar nada negativo o reprobable).

No sería extraño, porque para alguna gente de mi edad el pasado está integrado por Los Picapiedra y el Zorro. Pedro, Pablo o Vilma Traca de Picapiedra (ese nombre perfecto, creado por el ingenioso equipo de doblaje) fueron más conocidos e instalados en nuestra memoria que Miguel y Giomar, quienes lideraron la primera rebelión de personas de origen africano y pueblos indígenas sometida a la esclavitud y al trabajo en las minas de Buría, en el actual estado Yaracuy.

Más que cuentos sobre nuestras familias o el origen de las comunidades en que nacimos, estos personajes, magníficos de verdad, fueron las historias más compartidas. Y si queremos diversidad podríamos incorporar a Mazinger Z o a Gokú, de otra serie con Z, Dragon Ball, que según informa Wiki- pedia, “se transmitió en Japón en Fuji TV desde abril de 1989 hasta enero de 1996 y luego fue doblada para su transmisión en al menos 81 países en todo el mundo”.

Claro, también podríamos tener en nuestras escuelas actividades que acercaran vivencialmente a niñas y niños a la historia de nuestra gente, comenzando con la familia y la comunidad de las que formamos parte. Hay gente que puede contarla y ahora, con tantas fotografías digitales, habrá oportunidad de ilustrarla y encontrar nuestro lugar en ellas. Aprender a escuchar y querer, a sentir y sentirnos en la vida. Se puede y, sino, parecemos condenados a la existencia virtual. Una escuela del sentir y el vivir, de la relación con nuestro cuerpo, con la naturaleza y con nuestra palabra, donde nos servimos de los “medios” y no les servimos a ellos.

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