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y populismo punitivo

Beltrán Haddad

La cárcel jamás acabará con el delito y es de un futuro impredecible. Imagínense todo lo que ha pasado en la humanidad después que se estableció la cárcel, o mejor dicho, después que la prisión legal se implantó como opción ante las penas de muerte, azotes y el suplicio. Fue un avance que afloró en grandes cosas como la resocialización, pero poco a poco se fue desbaratando esa idea, enfrentando una dificultad lógica insuperable. La cárcel -dice David Garland- se conserva debido a sus fracasos, y no a pesar de ellos. Michel Foucault señala que ese mismo fracaso carcelario es el que alimenta la perpetuación de la presencia carcelaria. En fin, una gran paradoja, o algo que concibe la idea de la resocialización y no ha dejado de ser un factor criminógeno.

Dice Garland que no hay, por lo menos, la perspectiva de un futuro diferente a lo que actualmente existe. Después del 11 de septiembre de 2001, de la tolerancia cero, de la emergencia y el desmantelamiento del garantismo penal, el futuro de la cárcel se hace indescifrable. Sin embargo, en El Salvador el discurso de la “inseguridad ciudadana” se construyó a la manera de populismo punitivo hasta conjugar esa inseguridad con la Doctrina de la Seguridad Nacional y así poder justificar el estado de excepción en que vive y el decisionismo con que se gobierna, es decir: régimen autoritario con detenciones arbitrarias sin vigencia de garantías y derechos constitucionales. En El Salvador se hacen allanamientos de hogares sin orden judicial en busca de delincuentes y sospechosos para meterlos en una megacárcel denominada Centro de

Confinamiento del Terrorismo para 40.000 personas que, bajo un “derecho penal del enemigo”, no serán nada porque son consideradas “no persona”. Quien entra no sale, oí decir al carcelero. Peor que la pena de muerte.

Todo ocurre cuando se pasa de un Estado de Derecho a un Estado Policial y la opinión pública punitiva está enfrentada a la criminalidad callejera, en tanto el gobierno le responde con la construcción de una megacárcel. Bien ha podido el presidente Bukele, en vez de esa inversión carcelaria, construir desarrollo social con centros de educación para el pueblo, desde el prekinder y kinder, escuelas y liceos, hasta megauniversidades. Pero no lo hizo. Más pudo el populismo punitivo o esa tendencia a defender con engaño o fingimiento los intereses del pueblo frente a la criminalidad.

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