Nuestro Tiempo 719

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NÚMERO 719 ABRIL 2024 14 euros

La vida en venta

El negocio de los vientres de alquiler contra la dignidad

Nobel de Literatura

Entrevista a Jon Fosse, el escritor que oye el silencio

Antropología pop

Un feminismo vital en la Barbie de Greta Gerwig

LA MADRE DE TODAS LAS GUERRAS

Los hijos de dos pueblos, acribillados por el conflicto en Gaza

NUESTRO TIEMPO
«Imposible no desarrollar un sentido de relativismo, un sentido de la perspectiva, y cierta triste ironía sobre cómo el ocupado se convierte en ocupante, el oprimido en opresor, sobre cómo la víctima de ayer puede fácilmente convertirse en verdugo, sobre la facilidad con que cambian los papeles»
Amos Oz en su libro Contra el fanatismo

Las raíces y los higos

En el teatro vi Carta de una desconocida, de Stefan Zweig. La sala está a oscuras, con ese silencio como hacia dentro del terciopelo rojo y, sobre el escenario, la única actriz, en batín, bebe con parsimonia una botella de arsénico. Su hijo acaba de morir y ella quiere morirse, pero antes necesita escribirle una carta al hombre al que amó desde que se mudó a la puerta de enfrente cuando ella tenía doce años. Le cuenta casi con furia cómo lo espiaba de pequeña, cómo hizo lo indecible para captar su atención cuando su feminidad por fin extendió sus alas, cómo él se arrojó en sus brazos una noche, dos, tres, para luego fingir un viaje y no volver a verla. La mujer le cuenta que el difunto niño era fruto de una de esas ocasiones. Y le explica cómo, años después, volvieron a encontrarse en una sala de fiestas y se marcharon juntos. El clímax de la obra viene a la mañana siguiente, cuando él le desliza unos billetes en el bolso. Herida, en su huida se tropieza con el viejo mayordomo. «Vi en su mirada que me reconoció», grita —casi rebuzna— la actriz sobre las tablas.

Ese cruce de miradas conjura todo el drama de la obra y, si me apuran, de nuestra sociedad líquida. El corazón de la desconocida se desboca no tanto por amor como por otra exigencia feroz: que la reconozcan. Ser alguien. No un rostro más entre los rostros, no. Alguien.

Querido lector:

Va a estrenarse pronto Versión extendida, un pódcast en el que pretendemos darle otra vuelta a los temas de la revista.

Pienso en ese grito desesperado cada vez que paso por delante del taller de Paulo y me saluda; cuando Lourdes me da, con el pan, los buenos días; cuando Rita me pregunta en el ascensor si nos apañamos en el piso nuevo; cuando Laura le hace carantoñas a mi hija, que le recuerda a su nieto Juan Diego. Esos gestos diminutos, atrozmente humanos, inasequibles a las estadísticas, construyen un barrio, una ciudad, una vida. Forman parte de un verbo hoy denostado por los ciudadanos del mundo: arraigar.

Estoy leyendo Echar raíces, de Simone Weil, un ensayo con una intuición urgente: necesitamos una sociedad donde las personas cuenten. Un árbol desarraigado no puede dar frutos. En cambio, una higuera al borde de una acequia, con sus raíces bien ancladas en sus cuatro palmos de tierra, da buena sombra y buenos higos y protege el suelo de riadas e inundaciones. Weil señala con lucidez que «echar raíces quizá sea la necesidad más importante e ignorada del alma humana. Es una de las más difíciles de definir. Un ser humano tiene una raíz en virtud de su participación real, activa y natural en la existencia de una colectividad que conserva vivos ciertos tesoros del pasado y ciertos presentimientos del futuro». En el tango tan sensual de esa pareja que se atrae y se repele —los tesoros del pasado, los presentimientos del futuro— se bosqueja una antropología. Y toda una propuesta política.

Este cuatrimestre también estamos de celebración porque los premios Veredictas nos han reconocido con la mención Selección Anuaria a mejor ilustración. Además, las

ilustraciones de Fernando del Hambre en el 717, entre ellas la portada, ganaron el premio de la Asociación de Profesionales de la Ilustración de Madrid en la categoría Prensa.

LA
LA VENTANA
abril 2024 Nuestro Tiempo —03

#719

GRANDES TEMAS

MÁRTIRES

Oriente Medio está en llamas. La madre de todas las guerras ha despertado. El mundo contempla los muertos, mientras Tierra Santa se ilumina cada noche en honor a los caídos. Fermín Torrano Página 8

CAMPUS Y ALUMNI

SOÑAR ES COSA DE MUCHOS

Los miles de miembros de la Asociación de Amigos —18 000 desde su fundación— hicieron posible, con su colaboración desinteresada, la primera expansión de la Universidad.

Paola Bernal Página 64

NUESTRO

TIEMPO

Somos

Con una nueva vida en las alforjas

Durante la Gran Depresión, un pequeño ejército de bibliotecarias a caballo recorrió los salvajes valles del este de Kentucky para llevar la esperanza en sus alforjas. Concha Martínez Pasamar y Ana Eva Fraile Página 20

Jon Fosse escribe lo indecible

Traducimos una larga entrevista al nobel de Literatura 2023 publicada originalmente en la revista The New Yorker. Merve Emre

Página 28

Instantes de verdad

Sabine Weiss encontró su lugar al deambular por las calles de París. Sentía el impulso, espontáneo, íntimo, de fotografiar escenas de la vida cotidiana con las que se emocionaba.

Sabine Weiss y Ana Eva Fraile Página 40

Madres sin rostro

La gestación subrogada pone en el centro del debate la dignidad de las madres y los derechos de los niños. Lucía Martínez Alcalde Página 52

«La belleza es una luz que hace que la vida merezca la pena»

La filósofa Yuriko

Saito es un referente mundial en Estética de lo cotidiano. Frente a la idea occidental del arte, presenta la japonesa de la belleza.Victoria De Julián Página 68

Nuestro Tiempo es la revista cultural y de cuestiones actuales de la Universidad de Navarra. Intentamos tomarle el pulso a la vida contemporánea desde 1954. Redacción

Teo Peñarroja [Fia Com 19], editor. Ana Eva Fraile [Com 99], redactora jefe. Lucía Martínez Alcalde [Fia 12 Com 14].

Así nació la imagen real del mundo. «Una tierra prometida. Del Siglo de las Luces al nacimiento de la fotografía» es la exposición más importante del Museo Universidad de Navarra en sus casi diez años de historia. Ana Eva Fraile Página 76

Escuela de periodistas

Andrea Blavia [PPE 26], Lucía Boned [Com 26], Cristina Cuadrado [Com 27], Javier Gómez [Der Fia 25], Juan González Tizón [Com 24], Viola Lumina [Com 26], Víctor Maspons [Der Fia 25], Andre Quispe [Fia Com 26], Emiliana Rico [Com 26], Victoria Schneider [Com 26] y Casilda Zuloaga [Com 26].

Carta desde... Congo

Después de varios meses en España. recuperándose de la malaria, Candelas [Enf 93] volvió a su país de acogida. Ahora sigue trabajando para dignificar la enfermería en el Congo. Candelas Varela Página 82

Fotografía

Manuel Castells, Luis Pérez Contreras, Fermín Torrano y Sabine Weiss. Ilustración

Pep Carrió [portada], María Expósito, Diego Fermín, Concha Martínez Pasamar y Pedro Perles. Diseño Errea Impresión MccGraphics

04—Nuestro Tiempo abril 2024

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OPINIÓN

AHORA BIEN

Presunto poeta

Enrique G.-Máiquez

Página 18

FIRMA INVITADA

Un paso es suficiente

Daniel Capó Página 50

MIND THE GAP

El acto más profundamente humano

Enrique López Página 74

BÚHOS A ATENAS

Terapéutico

Mariona Gúmpert

Página 84

HISTORIAS MÍNIMAS

Canta, Pepo, canta

Ignacio Uría

Página 104

VAGÓN-BAR

Flanders contra el manga

Paco Sánchez Página 112

Edita Universidad de Navarra

Web nuestrotiempo.unav.edu

Atención al lector

Palmira Velázquez

T 948 425 600 (Ext. 80 2590) pvelazquez@unav.edu

DL: NA 10-58 / SP-ISSN-0029-5795

La revista no comparte necesariamente las opiniones de los artículos firmados.

CULTURA

CINE

Robot Dreams, la amistad es descubrir juntos

Página 92

Críticas de cine

Ana S. de la Nieta

Página 94

MÚSICA

El camino al mar

Daniel Dols

Página 98

ENSAYO

LIBROS PADRÓS DE PALACIOS, UN CUENTISTA PARA RECUPERAR

Joseluís González. Página 86

Reseñas de libros

Lucía Martínez, Enrique GarcíaMáiquez, Esteban Garay, José M. Sánchez, Teo Peñarroja, Juan González, Esperanza Ruiz, Joseluís González, Juan M. Mora, Felipe Muller, Nuria Casas y Gabriel Unzu. Página 88

Reservados todos los derechos. Está prohibida la reproducción de esta obra, su incorporación a un sistema informático y su transmisión sin autorización previa y por escrito de la Universidad de Navarra.

El papel sobre el que se ha impreso esta revista proviene de bosques gestionados de forma sostenible.

7 827 ejemplares/ número (2022)

‘BARBIE’ ERES TÚ

SERIES

Enganchar con menos: la televisión se acorta

Alberto Nahum García Página 96

ESCENA

La vida como movimiento circular

Felipe Santos Página 100

ARTE

Corazones y cáscaras en Oteiza y Málevich

Danila Andreev Página 102

Bajo su fachada de superproducción glamurosa, Barbie esconde el pensamiento de una directora joven y prometedora. Greta Gerwig lleva años haciendo un cine audaz y profundo, con una mirada muy honesta a la realidad. Se atreve a plantar cara a algunos de los presupuestos ideológicos más actuales.

Gema Pérez Herrera. Página 106

Esta revista recibe una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura y Deporte.

Member of CASE

abril 2024 Nuestro Tiempo —05

NUNCA JAMÁS. ¿Dónde están todos los niños perdidos de Europa? Quizá en un limbo llamado Nunca Jamás; un país hecho, sí, de leyes de aborto y de promocionar la anticoncepción, pero también —y sobre todo— de políticas que dificultan la creación de nuevas familias, de un sistema económico que empuja a los jóvenes a la precariedad y de una diabólica ingeniería social que solo conoce dos ritmos: la productividad y el hedonismo. Pero contra todo ese edificio viejo, construido con resignada desilusión, se levanta siempre un pequeño David en la sonrisa de cada niño. Lost and found. No se olviden de la segunda parte.

Niña perdida en unos grandes almacenes

(Nueva York, 1955)

© Sabine Weiss Collection Photo Elysée

06—Nuestro Tiempo abril 2024 DISPAROS AL AIRE
abril 2024 Nuestro Tiempo —07
Grandes temas La madre de todas las guerras

El 7 de octubre de 2023, Hamás perpetró la mayor masacre en la historia de Israel. El país hebreo contestó arrasando la Franja de Gaza. Seis meses después, Oriente Medio está en llamas. La madre de todas las guerras ha despertado. El mundo contempla los muertos, mientras Tierra Santa se ilumina cada noche en honor a los caídos.

MÁRTIRES

En una manifestación en Ramala, un padre entrega a su hijo pequeño una candela encendida por los caídos palestinos de Gaza.

texto y fotografía Fermín Torrano Echeandia [Com 18]

Con veinte años y un destino, la sargento Yarin Marie Peled escondió una nota manuscrita en el bolsillo del pantalón. Los disparos y el caos ahogaban la base militar de Nahal Oz, junto a la franja de Gaza. Treinta kilómetros al sur, su familia se refugiaba de los proyectiles de Hamás, como miles de ciudadanos más en los kibutz colindantes a la Franja. Era el 7 de octubre de 2023. El grupo terrorista empezó su ofensiva con dos mil cohetes. Más tarde llegarían las lágrimas, los secuestros, las carreras y el terror. A Kfir Bibas, de diez meses, lo raptaron junto con su hermano y sus padres. Al soldado Adir Tahar lo decapitaron. Las fuerzas especiales israelíes encontraron su cabeza en un congelador de Gaza. Otras dos compañeras fueron ejecutadas con disparos en la vagina.

—¡Papá, te estoy llamando desde el teléfono de una judía! Acabo de matarla, también a su marido —gritaba exaltado Mahmoud, en una llamada interceptada por las Fuerzas de Defensa de Israel—. ¡He asesinado a diez con mis propias manos! ¡Papá, abre WhatsApp y mira a cuántos he matado!

Allahu Akbar, Allahu Akbar —acertaba a repetir su padre entre la voz excitada de su hijo y los gemidos desesperados de su esposa.

—He sido el primero en cruzar gracias a la ayuda y protección de Alá. Mantén la cabeza alta, padre.

Mahmoud, Mahmoud. ¿Dónde estás? —interrumpía su hermano Alaa—. ¿Has matado a diez? ¡Regresa!

—¿Qué quieres decir? No hay vuelta atrás. Es morir o vencer. Mamá me dio a luz por la fe.

Mahmoud quería enseñar el reguero de sangre en el kibutz de Mefalsim a través de una videollamada. Sus padres apenas le escucharon repetir: «Mátalos, mátalos, mátalos». La suerte estaba echada para un joven convencido de sacrificar la vida por su familia, su pueblo y su Dios. Para entonces, Ron Lobel entendió que los protocolos de seguridad que había elaborado no servían para nada. Los terroristas burlaban la defensa israelí por tierra, mar y aire. La brecha era tan grande que ni el Ejército podía frenarla ni los asaltantes contaban con un plan para seguir avanzando. Al

ver a los milicianos por su ventana, el director de Desastres y Emergencias del único hospital israelí en la frontera con Gaza dejó la teoría a un lado e hizo dos cosas: agarrar un cuchillo de cocina y prometerse no tirar de la cadena. Al recordar la segunda, Lobel deja escapar una sonrisa que no tarda en borrar. Su vecina accionó la cisterna y lo siguiente que escuchó el médico fue la explosión de una granada. Los islamistas volaron el baño. Ella murió calcinada en su interior.

«Mi casa es la última en Netiv HaAsara [un pequeño poblado a 300 metros del muro de hormigón]. Empecé a escuchar voces. Después disparos. ¡Disparos de bala en el interior del kibutz!», exclama Lobel, todavía sorprendido. «Nunca habíamos oído algo así. Supe enseguida que esta vez era diferente».

Y lo fue.

Con un saldo de 1200 muertos y 240 secuestrados, el 7 de octubre se convirtió en la mayor masacre en la historia del Estado de Israel. También en el inicio de una guerra que enfrenta a Tel Aviv y Hamás desde hace cinco meses, al cierre de esta edición. Ese mismo día, Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, declaró el estado de guerra y prometió «una poderosa venganza». Más de 350 000 reservistas comenzaron a llegar de todas las partes del mundo.

Hombres como Yoav, al que el ataque le pilló en Bolivia. En chancletas y con un mapa de Israel tatuado en el gemelo izquierdo, preguntaba el 11 de octubre en la terminal 4 del madrileño aeropuerto de Barajas quién más regresaba para luchar. Eli era uno de ellos: «Podemos hablar del respeto a la vida, de historia o de las reglas de la guerra. Para nosotros está muy claro: si queremos sobrevivir, invadir Gaza es la única opción».

Eli guardó la boina militar en un cajón el verano pasado, tras 26 años en las Fuerzas de Defensa de Israel, y se regaló un viaje de retiro a Latinoamérica con su mujer y sus cuatro hijos. Al leer las noticias del asalto, agarró el teléfono y escribió a su antiguo comandante: «¿Qué vamos a hacer? ¡Deme órdenes!». Su exjefe le contestó que volviera. Y el antiguo soldado cogió un vuelo a Buenos Aires y otro a Madrid, donde compró un último pasaje para aterrizar en Israel.

«Es muy difícil que no encuentres en la cola a alguien que haya perdido a un familiar, un amigo o un vecino», se lamentaba Ana intentando contener el llanto con las manos. «Soy de izquierdas, pero esta guerra no es por Dios o la tierra. Esta vez es personal». Ella llevaba varios días sentada en la última esquina de la T4, porque todas las aerolíneas, excepto El Al —compañía nacional israelí—, habían cancelado los viajes a Tierra Santa. Los pasajeros se elegían entonces según los intereses del país hebreo. Un cribado para decidir quién factura y a quién le toca esperar.

«Primero los que han recibido llamada del Ejército», gritó un responsable de seguridad. «Después los que tienen funerales,

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Grandes temas La madre de todas las guerras

Más de 30 000 palestinos habían perdido la vida en la invasión de Gaza hasta marzo de 2024. Un tercio eran niños.

Una joven soldado llora en el funeral de la sargento Yarin Marie Peled, asesinada en el ataque de Hamás del 7 de octubre.

los que han perdido a alguien y los que tengan que llegar a un hospital». También dejaron pasar a médicos, forenses dentales y cualquier profesional que pudiera ayudar a la sociedad israelí. Los medios de comunicación —como se ha demostrado con el control informativo y la prohibición de entrar en Gaza— nunca fueron una prioridad.

Adah se vuelve en la fila 35 del vuelo Madrid-Tel Aviv del 12 de octubre. «¿Eres periodista? ¿Propalestino o proisraelí?», pregunta antes de rellenar el silencio con un monólogo acelerado. La embriaguez colectiva de una guerra que arranca va acompañada siempre de individuos con emociones culpables por no haberse preparado. Ella esquivó el servicio militar obligatorio a través del Sherut Leumi, o Servicio Nacional. Una excepción con la que, sobre todo mujeres de familias sionistas religiosas, evitan alistarse. A su alrededor, los pasajeros miran pantallas que reproducen sin descanso el trauma de una nación herida. No hay asientos libres en el avión ni espacio para la mudez. Son mujeres y hombres anónimos volando a la tierra del dolor en la que sus muertos aguardan el último adiós. «¿Sabes? —dice Adah tras una pequeña pausa— ahora lo pienso y creo que me equivoqué. Ayer despedí en Madrid a una amiga y… aunque haré voluntariado... no sé. Ella tenía una llamada del Ejército y yo no».

Eli —que significa exaltar a Dios, en hebreo— se sienta dos filas más atrás. En 2005 le desplegaron para cubrir la retirada israelí de Gaza. Horas antes de empuñar de nuevo el fusil, mira de reojo a la mayor de sus hijas y baja la voz. «Les dimos el control y les dejamos vivir, pero lo que han hecho es obra de animales. Ahora nos toca a nosotros arrinconarles y debemos hacerlo de tal manera que en los próximos cincuenta años ningún niño israelí tenga que preocuparse».

Chicos como Yair y David, que tocan los tambores improvisados de la guerra golpeando columnas metálicas a la salida del aeropuerto de Ben-Gurión, en Tel Aviv. A su alrededor, decenas de jóvenes aplauden, vitorean y cantan el himno nacional —La esperanza— para recibir a los reservistas en el aeropuerto.

Mientras exista un corazón ardiente donde palpite pura el alma hebrea, y haya ojos que miren a oriente, y en Sion se concentre una idea nuestra esperanza no estará perdida. Nuestra esperanza eterna y sacrosanta de ser una nación libre en nuestra tierra, la tierra de Sion y Jerusalén.

La operación Espadas de Hierro ha comenzado.

En los primeros seis días, los aviones y helicópteros israelíes lanzaron seis mil bombas sobre Gaza. La campaña se planificó por fases. La primera consistió en un castigo desde el aire para romper las defensas y perseguir a Hamás en su propio territorio. El Ejecutivo hebreo vació el norte de la Franja. Forzó a desplazarse a un millón de personas. Su aspiración: cazar a los terroristas, descabezar su estructura y destruir la red de túneles donde se esconden. Un movimiento con botas sobre el terreno que pretendía ser quirúrgico.

Pero del papel a la realidad hay un trecho. Se estima que tres cuartas partes de la población gazatí, alrededor de 1,7 millones de personas, han huido forzosamente hacia el sur, sin poder escapar de la Franja. Más de la mitad de edificios han quedado dañados o destruidos, y el conteo de víctimas supera las 30 000, según el Ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamás. Incluso las estimaciones más prudentes creen que se trata del mayor número de muertos árabes en conflicto con Israel, una lucha que se remonta a 1948, tras la creación del Estado hebreo. Guerras y «maniobras especiales» entre dos pueblos enfrentados que habitan la misma tierra, esgrimen los mismos argumentos y miran al cielo implorando al mismo Dios. La llaman «la madre de todas las guerras», y los hijos del conflicto saben que morir jóvenes es una posibilidad.

La sargento Peled lo intuyó entre el humo y las balas del 7 de octubre, mientras rescataba a sus compañeros en la base de Nahal Oz. En el bolsillo de su pantalón escondió su último deseo. La nota pedía a los miembros de Magen David Adom, una organización similar a la Cruz Roja en la que participaba como voluntaria, acudir a su funeral ataviados con el uniforme. Su miedo se cumplió y, en lugar de un luto negro, varios centenares de camisas blancas, con la estrella roja de David, pintaron el camposanto de Savyón. Fue el 22 de octubre de 2023, dos semanas más tarde del ataque de Hamás. ¿Por qué quince días después de su muerte, si la ley judía obliga a honrar a los difuntos a las veinticuatro horas de expirar?

Porque la ley del hombre no siempre va de la mano de la ley de Dios.

Chen Kugel se lleva las manos a la cabeza. Está cansado. Millones de ojos y dedos apuntan hacia él. Es el director de Abu Kabir, el Centro Nacional de Medicina Forense de Israel. La dificultad para identificar los cadáveres del 7 de octubre es un drama nacional. Habitualmente, se aplica alguno de estos tres procedimientos para averiguar la identidad de los muertos: visual, dental o ADN. La crudeza de los crímenes impidió llevar a cabo las dos primeras técnicas en una gran parte de los despojos. En otros muchos, tampoco sirvió la última.

12—Nuestro Tiempo abril 2024 Grandes temas La madre de todas las guerras
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Carteles en Tel Aviv que piden la liberación de los israelíes secuestrados por Hamás. El rabino Jaim Vaisberg contiene una arcada al abrirse uno de los contenedores de la morgue improvisada de Shura.

«Nunca habíamos sufrido algo similar. Llevo 31 años de médico forense y he visto asesinatos, accidentes, guerras… Muchas cosas. Pero nunca algo así», confesaba Kugel. «De algunos cuerpos tan solo queda un kilo de huesos». Estos casos complicados son los que recibe cada mañana desde la base militar de Shura, convertida el octubre pasado en una gran morgue. Un puerto improvisado en pleno desierto donde dieciséis contenedores albergan los restos de las víctimas.

Al rabino Jaim Vaisberg se le escapa una arcada. El olor a muerte se escabulle, al abrir la gran caja de metal, con el frío de la cámara frigorífica. Bolsas numeradas de diferentes tamaños y colores ocultan los restos. La sede habitual del Rabinato del Ejército israelí es ahora la desembocadura de un río de muerte nacido en el sur. Un lugar en el que los forenses tratan de poner nombres y apellidos a las escenas de terror que todo el país ha visto a través de canales de Telegram. La mayor catástrofe desde el Holocausto para la comunidad judía.

Historias como la de Gad Haggai, de 73 años, acribillado por las balas en Nir Oz. O la de Mila Cohen, de nueve meses, asesinada en Be’eri. Los asaltantes de Hamás no tuvieron reparo, se ensañaron con niños y abuelos por igual. Hay otros muchos cadáveres calcinados y mutilados. Equipos de especialistas en rayos X, escáneres, fracturas, operaciones, biopsias… cotejan todo tipo de historiales médicos en busca de un hilo del que tirar. Kugel es incapaz de ocultar su frustración.

«No me avergüenza decir que habrá gente a la que nunca se le identificará. Me da pena. En algunos cuerpos, de verdad, no queda nada más allá de carbón y trocitos minúsculos de hueso», reconoce el forense en un descanso.

—¿Ha cambiado su trabajo la visión del conflicto?

—Espero que lo peor haya pasado, que no haya más civiles. Los políticos hacen las guerras, aunque el pueblo no quiera, pero ahora en Israel la esperanza se ha acabado. No creo que pueda haber paz.

Y el tiempo le dio la razón.

Desde aquella conversación a mediados de octubre, miles de extranjeros abandonaron el país. Hizbulá, grupo chií libanés, aumentó los ataques por el norte y amagó con abrir un nuevo frente. Se acordó una tregua. Israel y Hamás intercambiaron prisioneros por secuestrados. El Gobierno de Netanyahu se enfrentó a las protestas internas de un pueblo unido por el conflicto, pero que vio resquebrajada la promesa de seguridad en el interior de sus fronteras. El Ejército continuó arrasando desde el aire y penetró en Gaza con blindados. Los muertos palestinos se multiplicaron. Dos civiles por cada miembro

de Hamás, según reconoció una fuente israelí a la agencia de noticias AFP el pasado diciembre.

Las estimaciones más recientes de la inteligencia estadounidense mantienen la ratio, y calculan que las Fuerzas Armadas han neutralizado a entre el 20 y el 30 por ciento de los militantes de Hamás. Es decir, cerca de diez mil, de las treinta mil víctimas. El resto, la mayoría, son civiles, como Omar Shamallakh, de dos meses, sepultado bajo los escombros junto con nueve de sus familiares tras un ataque aéreo israelí. O como Besán Helasa, estudiante de Medicina, de 19 años, y su hermano Omar, también masacrados desde el aire.

En uno de sus últimos días con vida, Besán publicó un mensaje en redes: «Mi gente y yo estamos subyugados, perseguidos, asesinados y torturados en una prisión a cielo abierto […]. Tengo sueños que todavía no he cumplido, tengo una vida por vivir. Tengo una familia a la que amo y por la que temo. Si somos todos exterminados por esta ocupación bárbara, nuestro crimen será simplemente haber defendido nuestra tierra robada y demandar nuestros derechos como humanos. No perdonaremos al mundo».

Tres días más tarde, el 14 de octubre de 2023, Besán Helasa dejó de escribir.

A Dol se le atraganta la palabra paz

Lo dice en Ramala, a quince kilómetros de Jerusalén y ochenta de Gaza. El corazón de Cisjordania —la región que, junto con Gaza, conforma Palestina— es ahora otro enorme campo de prisioneros. Netanyahu revocó el permiso de trabajo a los palestinos, a los que también dificulta coger vuelos. La tensión en los territorios ocupados crece cada semana con redadas nocturnas y asesinatos perpetrados por las Fuerzas Armadas. Son 400 muertos y 7000 detenidos entre octubre de 2023 y marzo de 2024 a manos del Ejército israelí en ciudades alejadas de los combates.

Estas cifras explican, en parte, el creciente apoyo a Hamás. Al oeste del Jordán es habitual ver banderas y brazaletes en favor del grupo terrorista por las calles, y escuchar cánticos de «El pueblo quiere a Hamás». Sobre todo, tras la liberación de encarcelados durante el alto al fuego, a finales de noviembre. 105 israelíes secuestrados a cambio de 240 prisioneros palestinos, la mitad menores de edad sin condena. De los otros 135 rehenes sigue sin haber noticias.

El Palestinian Center for Policy and Survey Research, uno de los think tanks palestinos más respetados por los observadores internacionales, lanzó en diciembre la última encuesta de opinión pública. La principal revelación del sondeo fue el

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Cisjordania ha registrado, desde que comenzó la invasión sobre la Franja, un índice de apoyo a Hamás superior al de Gaza.

Hamás secuestró a 240 israelíes el 7 de octubre. Desde entonces se suceden las manifestaciones pidiendo su liberación.

alto respaldo a Hamás en Cisjordania tras el inicio de la guerra. En septiembre era del 12 por ciento; en diciembre, del 44 por ciento. Por primera vez desde que existen registros, el grupo yihadista, nacionalista e islamista cuenta con más respaldo entre los habitantes de Cisjordania que entre los de Gaza (42 por ciento).

«Son los únicos que nos protegen. Los israelíes vienen todas las noches [al campo de refugiados de Jalazone] y se llevan a la gente. Nos matan y escupen», rabia Naafash, de veinte años. La colonia judía Beit El está a unos cientos de metros de su casa, ocho kilómetros al norte de Ramala, y tampoco se libran de ellos durante el día. Los viernes, jóvenes palestinos cargados con cócteles molotov y piedras se enfrentan a los soldados en los alrededores de la gasolinera en la que trabaja Naafash. Él lo ve todo en un gran televisor gracias a las dieciséis cámaras de seguridad de la tienda. O lo veía. Desde que empezó la invasión terrestre, sintoniza Al Jaazera para ver las noticias. «Cien mártires más», gruñe, señalando la última hora en la pantalla. «¿Solo cuatro ocupantes heridos? Ojalá Dios no les permita volver».

La cobertura del canal catarí funciona las veinticuatro horas del día, con conexiones por media Europa que muestran el apoyo a la causa palestina. La información del interior de Gaza depende de periodistas locales que arriesgan la vida. Tan solo Clarissa Ward, veterana corresponsal de la CNN, logró colarse unas horas en la Franja, sin entrar con el Ejército israelí. Según el informe del Comité para la Protección de los Periodistas del 20 de febrero, 88 informantes han perdido la vida en el conflicto. El mundo árabe lo aprecia, las retransmisiones se siguen en fruterías, restaurantes, tiendas de ropa y joyerías.

—Un nuevo mártir —suspira Chuck, en su bar, mientras da una calada a la cachimba.

Insallah —resopla un parroquiano, apostado bajo un cuadro de Arafat

La televisión enseña el cuerpo de un niño enterrado en ladrillos. Se escucha la respiración entrecortada de una carrera sin rumbo. El zoom de la cámara enfoca el rostro oculto por el polvo blanco. Las sillas de madera se retuercen en el Ramallah Café.

them home now! (¡Traedlos a casa ya!)», gritan unos. «We’re not numbers! (¡No somos números!)», claman los otros. En las concentraciones cambia el idioma, la ropa y el nombre del Dios al que se reza. Homenajes a los que no están en una lengua ajena. Nadie quiere ver al mundo olvidar a los suyos. «Todo en mí está tambaleándose. Es una crisis difícil de resolver. No entiendo a mis amigos extranjeros, temo a mis vecinos y me siento traicionada», confiesa Sheli, voluntaria de las familias de secuestrados israelíes. A sus 50 años ya no sabe qué pensar de Occidente y de su Gobierno. Del enemigo no duda. «Es una vida entera luchando por la paz y discutiendo en Israel, pero han llegado ellos con cuchillos y kalashnikov y lo han cambiado todo. Nos matan en nuestras casas, ¿y los culpables somos nosotros por el pasaporte que tenemos?».

Dol arquea las cejas, mientras enciende una vela a su hijo Alaa, de seis años. «Los judíos nunca se sentarán en una mesa con nosotros para respetar nuestras peticiones. Quieren una única solución, ¡pero nunca renunciaremos a nuestro país! Los políticos decían que, si Arafat se marchaba, todo terminaría bien. Arafat se fue con Dios y nada cambió».

Su esposa le pide contar su pasado militante. Dol luchó en la Segunda Intifada. Cinco años de violencia que dejaron miles de muertos y escenas como el asesinato de Muhammad al-Durrah, de doce años. La imagen de su padre tratando de protegerle con su cuerpo, y llorando desconsolado después con el cadáver entre las piernas, dio la vuelta al mundo.

—Palestina es como un niño pequeño al que encierran en una esquina —explica Dol, mirando a Alaa—. Aunque sea buena persona, si lo hacen día tras día se volverá agresivo y atacará.

—Muchos consideran terrorismo el 7 de octubre…

—La violencia de Hamás nunca será comparable a la de Israel. ***

Una gota de cera cae en el asfalto de Tel Aviv. La antigua plaza de los Museos, ahora renombrada de los Rehenes, la ocupa una mesa sin comensales que honra con velas ardientes a los que no están. El mismo día, a medio centenar de kilómetros, la plaza Al Manara de Ramala celebra una vigilia por los mártires de Gaza. La noche oscura se ilumina con la luz de las velas. «Bring

La imagen que mejor define Tierra Santa estos días no es un muro, sino un espejo en el que dos pueblos se miran y señalan. La identidad, la religión, la política o el odio se alimentan de un conflicto interminable para el que se prepara a las nuevas generaciones a cada lado de la alambrada. Donde unos ven el efecto colateral de la represión, otros las consecuencias de un castigo contenido. Si unos pelean por el futuro de su pueblo, otros por la existencia de su nación. A muchos les mueve la defensa de su fe, y de una tierra manchada con la sangre de sus antepasados. «Israel busca que los jóvenes olviden la identidad palestina, y por eso nosotros debemos recordarles el significado de la ocupación», dice Adam, con su hijo Marcel, de tres años, a hom-

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bros agitando una bandera palestina. «Tienen que entender que esta tierra es su tierra y que deben luchar para defenderla». A poca distancia, Rehana pide que se escuche a la mayor de sus hijas. Hace nueve inviernos que regresaron a Cisjordania desde Estados Unidos. «Todos pelearemos hasta el final contra el ocupante. No me importa morir por mi país», reconoce Manar. «Es mi gente y mi tierra, ¡no cabe la traición!». Pronto cumplirá dieciocho años.

—¿Por qué decidiste volver con tus hijos?

—Aquí conocen su cultura, sus tradiciones y lo dura que es la situación para los palestinos —responde Rehana con orgullo—. No me arrepiento de traerles, están aprendiendo.

Un legado transmitido de generación en generación. Historias grabadas en la memoria colectiva de comunidades que han resistido la adversidad. Mientras el mundo cuenta muertos, Tierra Santa se ilumina cada noche en honor a los caídos. «En Europa lo habéis olvidado porque lleváis décadas en paz y vivís sin fronteras, pero no siempre fue así. ¿Qué harías si te atacan todos los días con cohetes? ¿Y si raptaran a tu familia y acuchillaran a tus vecinos? Esta es una guerra por nuestra existencia», justifica Asaf Uzan, paramédico de la castigada ciudad hebrea de Sederot. «El mundo ve a Palestina como el inocente, pero ¿acaso no lo eran los jóvenes del festival? ¿Qué hay de los niños que mataron? Son mártires».

—¿Merece la pena que mueran más?

—¿Deberíamos marcharnos? —repregunta Uzan—. Estuvimos en el exilio y acabó en Holocausto. ¿Qué solución me das?

Se lo planteo a uno de los veteranos del hospital. Rob Loben instruyó durante décadas a doctores palestinos en el complejo médico de Ascalón. Colegas de profesión que derivaban las patologías más espinosas a su mentor. En algún caso, también surgió la amistad.

—¿Es posible el perdón?

—Siempre es una posibilidad y una buena opción. Primero tenemos que empezar por perdonarnos a nosotros mismos por la falsa sensación de seguridad con la que vivíamos. Una ilusión —responde Loben, descreído—. Nuestro pueblo era uno de los más bonitos del mundo, y estoy seguro de que volveremos para rehacer los huertos y las casas. Eso será fácil. Reconstruir y rehabilitar nuestras almas será mucho más complicado. No estoy seguro de que vaya a ser posible. Nt

La guerra entre Israel y Hamás ha sacudido todo el territorio de Tierra Santa. El mapa sitúa los lugares en los que sucede esta crónica.

Territorios ocupados por Israel

Tel-Aviv

Aereopuerto

Jerusalén

abril 2024 Nuestro Tiempo —17
PARA ENTENDER LIBANO EGIPTO JORDANIA Cisjordania FRANJA DE GAZA SIRIA ISRAEL Netiv HaAsara Sederot Campamento de Jalazone Abu Kabir Cementerio de Savyón Mefalsim Ascalón Nahal Oz Ramala Altos del Golán Base de Shura

Enrique García-Máiquez

Presunto poeta

Un insulto inteligente también puede ser una obra de arte, aunque solo queda bien aplaudirlo si es contra uno.

EL TALENTO CONVIENE admirarlo enseguida y donde surja, que tampoco hay tanto. Si es en un artículo contra uno, pues mejor, con su pizca de limón y sal, que diría un mexicano. Hice una breve y simbólica incursión en la política senatorial en las pasadas elecciones. Como es lógico al saltar al terreno de juego, recibí algunas entradas tobilleras. La política es un deporte de contacto. También recibí pases medidos a la cabeza de los propios y muchísima deportividad elegante de la mayoría de los ajenos. Ahora bien, venía a hablar de la entrada tobillera. Me acusaba de ser del Opus Dei, lo que, siendo cierto, más que acusación resulta una confirmación. A mi crítico le parecía mal y grave, a mí me parece bien y trascendente. En otro orden de cosas, me afeaba mi recalcitrante conservadurismo. Ejerciéndolo, porque lo considero la posición correcta, ¿cómo iba a ofenderme? Y eso a pesar de que yo cito a menudo un instructivo recuerdo infantil de Eugenio d’Ors. Un tendero de su calle fue a protestar a la madre de D’Ors porque su hijo le insultaba. La madre, con alarma, le preguntó, por Dios, qué le decía la criatura. «Me dice “comerciante”». «Pero —replicó la madre— eso es lo que es usted, ¿no?». El buen hombre contestó: «Sí, señora, pero la intención, señora, ¡la intención…!».

La intención de mi epigramista no es la mejor, pero es mejor atenerse a los hechos y no dejarse enredar —cual honesto tendero— en las intenciones ajenas. Es la primera de las razones por las que cuento

esto tan personal. Considero de interés común que no nos hagamos daño temiendo que nos llamen, con la intención que sea, aquello que somos porque queremos y porque hemos decidido que es lo mejor. No digo que tengan ustedes que pensar como yo, Dios me libre, sino que piensen como ustedes, sin remilgos.

La segunda razón de mi artículo es, según adelantaba, el talento. Mi epigramista lo tiene y, después de criticar también mi barrio —no le gusta— y el sesgo moralizante de mis artículos, se marca un acierto literario admirable: me llama «presunto poeta». No puedo no aplaudirlo. Es insulto, claro; pero finísimo. Fíjense: no ha leído mi poesía. ¿Cómo lo sé? Pues porque si la hubiese leído y le hubiese parecido mala, lo habría dicho a tumba abierta, regodeándose. Y si la hubiese leído y le hubiese parecido buena, lo habría concedido por la vanidad de quedar como un connaisseur. Con el giro de «presunto» salva, qué talento, su honradez intelectual por el lado de no haberme leído ni tener ganas de hacerlo y, por el otro lado, su intención crítica. Me quito el sombrero. Además, me hace un favor. Del mismo modo que el presunto inocente en un juicio penal hace ya todo lo posible por demostrar enseguida su inocencia, yo, aprovechando el empujón motivacional de la presunción de poesía, he de esforzarme más en superar el juicio de la posteridad. Las críticas son tridentes: nos reafirman en aquello que somos por voluntad propia; nos señalan los defectos que sí hemos de corregir (¿resultará demasiado evidente el moralismo de mis columnas?) y nos regalan metas futuras. ¿Qué más se puede pedir?

LA PREGUNTA DEL AUTOR

¿Se nos pierde toda la energía en el disgusto o aprovechamos la energía renovable y hasta nuclear que nos regala un insulto, ya sea para reírnos o para mejorar?

Hablando de metas, no querría dejar pasar la ocasión para dar las gracias a Nuestro Tiempo. He ganado un premio de ensayo, el Sapientia Cordis, el libro se publica en estos días y estoy radiante. En buena medida, se lo debo a esta revista. Desde mi primera colaboración, añadió a mi nombre en la firma «poeta y ensayista». Yo que solo era poeta, y presunto, protesté. Dije que «ensayista» ya me gustaría serlo. El director de entonces, Nacho Uría, me respondió que él consideraba que mis artículos largos y prólogos eran microensayos y que los ingleses llaman essays a todo y que lo escrito escrito estaba. Dije que bueno, pero me juramenté a escribir un ensayo a la española, con sus trescientas páginas, para ganarme, siquiera prospectivamente, el título con tanta generosidad concedido. Sacar verdaderos a los amigos y equivocados a los enemigos es una herramienta motivacional de primer orden. Gracias (a ambos). A todos.

Enrique García-Máiquez [Der 92] es poeta y ensayista. @EGMaiquez

@NTunav

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18—Nuestro Tiempo abril 2024 AHORA BIEN

Con una nueva vida en las alforjas

En los años más oscuros de la historia de Estados Unidos, los que siguieron a la Gran Depresión, la esperanza brotó entre las páginas de los libros. Sus portadoras fueron un pequeño ejército de amazonas que recorrieron los salvajes valles del este de Kentucky con una preciada carga: el aliento de la palabra. La historia de Nan, Grace, Mary Ruth… resulta inspiradora en un tiempo en que asistimos a la desaparición acelerada de los modos de vida de las comunidades rurales, pero que nos provee también de medios antes inimaginables para la preservación de este legado.

texto e ilustración Concha Martínez Pasamar [Filg 90 PhD 95 His 04], autora del libro «Bibliotecarias a caballo». Imágenes cedidas por la editorial A Fin de Cuentos. colaboradora Ana Eva Fraile [Com 99]

Grandes temas Bibliotecarias montadas

el verano de 1933, la periodista Lorena Hickok emprendió un viaje en automóvil para retratar a los náufragos del sueño americano. El hundimiento de la Bolsa de Nueva York en 1929 había arrastrado a millones de personas que lo habían perdido todo y encaraban —sin ahorros, sin trabajo y sin hogar— una áspera década de recesión económica. Los efectos de aquel octubre negro resultaron especialmente dramáticos en algunas regiones rurales de Estados Unidos donde las condiciones de vida nunca habían llegado a parecerse ni remotamente a las de las grandes ciudades de los rascacielos que por entonces asombraban al mundo. A Hickok la había contratado Harry Hopkins, mano derecha del presidente Roosevelt, como «investigadora confidencial» de la Administración Federal de Ayuda de Emergencia, que él dirigía. «Quiero que recorras el país y lo observes —le encargó—. No me interesan las estadísticas. Solo tu propia reacción, como una ciudadana más. Dime lo que veas y oigas. Todo. Nunca te andes con rodeos». Durante casi dos años, la reportera, que había renunciado a una exitosa etapa en la agencia Associated Press, se adentró en la América de la Gran Depresión. Sus crónicas documentaron la hambruna y la miseria, la escasez de alimentos, ropa y calzado, la precariedad de las viviendas, los estragos causados por la tuberculosis, la pelagra o la disentería. «Falta todo lo esencial», concluyó. En realidad, Hickok descubrió que la situación tenía raíces más profundas: la crisis simplemente había empeorado las cosas para alrededor de cuarenta millones de estadounidenses que antes de 1929 ya vivían en la pobreza. Al este de Kentucky, en la comarca montañosa de los Apalaches, el paro alcanzaba al 40 por ciento de la población. Los cierres en la industria habían cercenado de manera drástica la actividad minera a la que la mayoría se dedicaba. En una geografía agreste que dificultaba los

Un libro podía abrir ventanas al mundo y a la imaginación, no solo para escapar de la dureza de la realidad sino para descubrir maneras de afrontarla.

cultivos, la mera supervivencia se convirtió en el principal afán.

En estos condados, el 62 por ciento de habitantes dependía de algún tipo de ayuda —federal o estatal— para subsistir. Pero a partir del 12 de agosto de 1933, los ciudadanos encontraron cerradas las oficinas de socorro. Debido a la falta de fondos, el Gobierno de Kentucky se vio obligado a suspender el apoyo a las familias necesitadas. Hickock contempló la escena con impotencia y describió el silencio devastador en que la gente regresaba a sus casas después de haber perdido la única fuente de sus exiguos recursos.

De aquella «vieja pobreza» que amenazaba con cronificarse dieron cuenta también las terribles instantáneas recogidas por las cámaras de Dorothea Lange o Walker Evans, entre otros. Su testimonio gráfico, que forma parte del imaginario occidental, se entrelazó con más de setenta de los rotundos informes que Hickok envió a Hopkins en el libro Un tercio de una nación, editado por la Universidad de Illinois a principios de los años ochenta. La propia Eleanor Roosevelt pensaba que los escritos de su amiga se considerarían como «la mejor historia de la Depresión». De hecho, influyeron de modo decisivo en la estrategia sin precedentes que se desplegó en el país.

Para aliviar el sufrimiento de los estadounidenses, el Gobierno de Roosevelt diseñó un conjunto de medidas económicas que recibió el nombre de New Deal. Entre ellas, se creó en 1935 la Works Progress Administration (WPA), una agencia

que debía procurar un salario a los desempleados. Gran parte de los numerosos programas que se pusieron en marcha se ofrecían a los varones, sobre todo de las áreas menos industrializadas, y, además, exigían desplazamiento. La ausencia forzosa del cabeza de familia para participar, por ejemplo, en la construcción de obras públicas —carreteras o túneles— agravó la desesperación en algunos hogares.

A duras penas las mujeres asumían la manutención de los hijos y los ancianos que quedaban a su cargo; sin dinero, ni forma de ganarlo, poco podían hacer. Por esta razón, la WPA promovió otro plan complementario con trabajos remunerados socialmente apropiados para ellas entonces. Algunos comportaban destrezas que se tenían por femeninas, como la costura o la cocina. Otros se relacionaban con ámbitos laborales en los que su presencia comenzaba a ser habitual, como hospitales, escuelas o bibliotecas. Sin embargo, en muchas zonas, también en los parajes del este de Kentucky, no abundaban esos destinos. En aquel rincón del país, la vida recordaba a la de siglos anteriores.

Desperdigadas por los valles se encontraban sencillas cabañas de troncos con un porche. El calor o el frío se colaban entre las rendijas de los tablones, haciendo de la casa un tosco refugio. Aunque las grietas se remendaban con arcilla, los materiales terminaban por deteriorarse, y los muros debían cubrirse con periódicos o viejos almanaques. Sin electricidad ni agua corriente, aquellas cuatro paredes carecían de cuarto de baño y acogían un parvo mobiliario: las camas, donde dormían varias personas, compartían espacio con algunos asientos y la mesa. Algunas

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veces, colchas de retales separaban la zona de descanso del área de convivencia, en torno al hogar o a una estufa.

Los pocos bienes que conectaban distintas generaciones se valoraban como tesoros: una alfombra anudada a mano, un viejo instrumento, una fotografía, un cuchillo heredado… Estas humildes pertenencias contrastaban con un rico patrimonio inmaterial de canciones, baladas y relatos. Tal vez un libro pudiera abrir nuevas y más amplias ventanas al mundo y a la imaginación, no solo para escapar de la dureza de la realidad sino para descubrir maneras de afrontarla. Era el momento de hacerlos llegar hasta aquellos recónditos lugares.

500 millas, 28 dólares. En un tiempo de carestía de letras, de pan y hasta de caminos, fue un grupo de amazonas quienes, en solitario y por senderos serpenteantes, llenos de barro en primavera y de nieve en invierno, se encargaron de llevar los libros allá donde fuera necesario. La WPA calculó que el proyecto de bibliotecas móviles tendría una doble vertiente positiva: además de sustentar a las familias de quienes se ocuparan de distribuir las lecturas, contribuiría a paliar las altas tasas de analfabetismo y el aislamiento.

Las bibliotecarias montadas — pack horse librarians— comenzaron su labor en la región del este de Kentucky, donde más del 60 por ciento de la población era iletrada. El condado de Leslie fue el primero en organizar este servicio, en 1934. Lo impulsó Elizabeth Fullerton gracias a un pastor presbiteriano que cedió su biblioteca. Ella se inspiró en otra iniciativa previa, también femenina y en Kentucky: entre 1913 y 1914, May F. Stafford había puesto en marcha la circulación de una biblioteca en carreta. La iniciativa de Fullerton pasó un año después a manos de la WPA, gestionada desde el gobierno federal por Ellen Woodward,

y enseguida se extendió a los condados vecinos de Harlan, Clay, Whitley, Jackson, Owsley y Lee.

Para formar parte de esta red de bibliotecarias, el re quisito básico era saber leer y escribir. Además, moverse a través de un territorio poco hospitalario, donde las sendas discurrían por los lechos de los arroyos o sobre las rutas trazadas previamente por los animales, exigía dispo ner de un caballo o una mula. Con su salario mensual de 28 dólares, las bibliotecarias debían cubrir la manutención o el alquiler de la montura y los enseres de su equipo. Necesitaban ropa cómoda y apropiada y alforjas donde transportar los libros. Cuando no podían adquirir una de cuero, ellas mismas las confeccionaban con una vieja funda de almohada.

Varias veces por semana, las «señoras de los libros», como pronto las bautizaron, iniciaban su jornada al despuntar el alba y no regresaban hasta haber completado su ruta. Tras asegurar el cuidado de sus familiares, emprendían el trayecto con las alforjas repletas de libros. Recorrían la región a lo largo de todo el año en condiciones realmente adversas: senderos apenas hollados, torrentes crecidos en primavera, hielos, ventiscas, con coyotes, osos o pumas al acecho.

Cabalgaban en soledad dieciocho millas diarias —unos treinta kilómetros—, aunque con cierta frecuencia debían continuar a pie sujetando las bridas en alguna pendiente complicada. Los propios topónimos —Hell for Certain, Stinky Hollow, Cut Shin Creek, Troublesome Creek…— hablan de lo inhóspito del terreno. Después de varias horas, la bibliotecaria avistaba las volutas de humo sobre el tejado de una cabaña remota. En ocasiones, los lugareños salían a su encuentro y esperaban, el día convenido, en un

cruce de caminos o bajo un árbol concreto. Este gesto fortalecía el compromiso de las bibliotecarias, que no faltaban a su cita si no era imprescindible. Estas mujeres aún debían hacer frente a otras adversidades menos tangibles: la superstición y un tradicionalismo atávico causaban recelo frente a las novedades que podían aportar los libros o revistas. Por eso resultaba crucial que las bibliotecarias formaran parte de la comunidad de los receptores, que conocieran sus costumbres y sus creencias, que supieran romper los temores apoyándose, por ejemplo, en lecturas religiosas que tranquilizasen las conciencias y abrieran el camino a la ciencia o la literatura.

Los libros de aventuras estaban entre los más demandados. Para soñar, muchas personas se embarcaban en una balsa por el Mississippi con Tom Sawyer y Huckleberry Finn. Los Robinsones suizos o Robinson Crusoe proporcionaban modelos de superación. Lecturas para todos los públicos, como Los viajes de Gulliver, Oliver Twist, y más recientes, como Heidi, Peter Pan o Wendy, traían vivencias de otros escenarios y otros tiempos.

Cuesta comprender qué significaba la llegada de un libro en un entorno extremadamente aislado, pero lo cierto es que, sin otros medios de comunicación y sin la posibilidad de salir de aquellas montañas, publicaciones periódicas como Western Story Magazine o National Geographic permitían el viaje imaginario a otros rincones de los inmensos Estados Unidos y mucho más allá.

La letra impresa desempeñó, asimismo, un papel extraordinario en la divulgación de los saberes prácticos. Para ha-

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cer frente a la vida diaria, fueron útiles los textos sobre educación, higiene, salud, hogar, caza, pesca, cultivos o maquinaria. The Housekeeper, Collier’s, Better Homes and Gardens o Popular Mechanics figuraban entre las revistas más populares. Sus páginas, si además contenían fotografías o ilustraciones, eran muy apreciadas por los adultos analfabetos, que siempre podían leer las imágenes.

En las pequeñas escuelas rurales, la visita de las book women también suponía un acontecimiento. Allí la bibliotecaria aprovechaba para descansar un rato junto a la vieja estufa, mientras leía algún pasaje de los libros que portaba. A medida que las mentes viajaban mecidas por las palabras del relato, veía cómo se iluminaban los rostros de los niños. Muchos se aficionaron a la lectura hasta tal punto que algunas familias llegaban a quejarse del tiempo que absorbía a sus hijos o de las velas y el aceite que gastaban en esta actividad.

ficheros en cajas de queso. De las alforjas a las manos, no siempre cuidadosas, y de vuelta al vaivén de las monturas, los libros se deterioraban con rapidez. Una vez por semana, las bibliotecarias solían reunirse en la sede central para reparar las publicaciones estropeadas. Cuando las revistas, los libros y los folletos quedaban inservibles, supieron hacer de la dificultad virtud e idearon una manera de seguir surtiendo de lecturas a las familias. A los recortes de textos e imágenes en buen estado que recuperaban, incorporaban materiales de otras procedencias. Ellas se ocupaban de todo el proceso de creación del scrapbook; armadas con tijeras y pegamento componían los contenidos, y después cosían las páginas o añadían las cubiertas. En los cuadernos de recortes no faltaban los asuntos contemporáneos, como los acontecimientos que estaban teniendo lugar en Alemania —el auge del na-

Muchos se aficionaron a la lectura hasta tal punto que algunas familias se quejaban del tiempo que absorbía a sus hijos o de las velas que gastaban.
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zismo— o España —la Guerra Civil—, los nuevos medios de transporte o las noticias sobre actores de Hollywood. Sin embargo, al elaborar estas obras se centraban en atender los intereses más inmediatos de los lectores. La tarea de compilación se enriqueció con su creatividad, ya que, convertidas en editoras, las bibliotecarias confeccionaron misceláneas o monografías con información que ellos mismos les proporcionaban. En sus páginas podían reunirse patrones de costura, recetas, baladas, leyendas locales, consejos para el huerto o remedios caseros.

Continuadores de la tradición del scrapbooking, tan popular desde la época victoriana, estos álbumes a medida gozaban de un estatus similar al de las obras impresas. Aunque un recuento de 1940 revela que circulaban entonces más de 2500, desafortunadamente, son pocos los ejemplares que han llegado hasta nuestros días, pues su elaboración manual hacía percibirlos como piezas efímeras. Se han preservado, entre otros, aquellos con los que la WPA obsequió a Eleanor Roosevelt y a diversas instituciones durante congresos nacionales en los que las Park Horse Libraries de Kentucky brillaron entre el resto de proyectos de la agencia.

La «biblioteca central» se ubicaba en la población más importante de cada condado, a modo de cuartel general. En realidad, esa sede podía estar en la oficina de correos, el centro cívico —si lo había—, la escuela, una cabaña minera en desuso, un almacén o incluso un pequeño espacio en una casa particular. Y su funcionamiento tampoco se correspondía con el de una biblioteca tal y como la entendemos hoy: pocos estantes, cajas de queso como ficheros....

Como el presupuesto gubernamental alcanzaba únicamente para el salario de la supervisora y las book women, los primeros libros y revistas fueron de se-

gunda mano. Se recibieron a través de las Asociaciones de Padres de Kentucky. Mientras comenzaban a llegar donaciones desde otros puntos del país, se organizaron colectas para adquirir más volúmenes. Poco a poco, la fama del proyecto atrajo nuevos fondos con que sustentar el camino de los libros hasta sus remotos destinatarios. Aun así, ante el déficit de publicaciones, las obras debían rotar por los centros vecinos. Entre las lecturas que circularon cobran especial valor esos álbumes de recortes. La labor de estas mujeres reforzó el sentimiento de comunidad y conformó un canon literario en la región: por un lado, la itinerancia de los materiales de un condado a otro hizo que los habitantes del este de Kentucky se nutrieran de un mismo saber; por otro, los scrapbooks contribuyeron al florecimiento y la pervivencia de la identidad autóctona. Hay cultura sin escritura, pero esta salvaguarda el registro y la preservación del acervo común.

En un terreno en apariencia baldío, las bibliotecas móviles fueron simiente de valores
intangibles que reforzaron la cohesión de su comunidad.

esperando a la book woman. En algo menos de una década, las bibliotecarias de Kentucky cumplieron con creces el objetivo que el Gobierno les había encargado. El plan fomentó el interés por el aprendizaje de la lectura y la escritura como vía de enriquecimiento personal y social. La alfabetización pasó a valorarse como un camino a una vida mejor.

El programa, que se desarrolló hasta 1943, cuando la guerra requirió de nuevas ocupaciones para la población, arrojó cifras llamativas a pesar de los pocos medios de los que disponía: más de mil bibliotecarias cubrieron 16 000 km2 en 42 condados de Kentucky, recorrieron entre 160 y 200 kilómetros por semana,

abastecieron a más de 150 escuelas y a casi a un millón de usuarios y pusieron en circulación unas 500 000 publicaciones.

Rebasaron las previsiones de la WPA porque su misión obtuvo frutos insospechados al inicio del proyecto. En un nivel más profundo, sirvió para reconfortar muchas vidas difíciles, llevó el aliento de la palabra escrita donde no hubiera llegado de otra manera y permitió tejer lazos entre la población dispersa en las montañas. Era un terreno en apariencia baldío, sin embargo, las bibliotecas móviles fueron simiente de valores intangibles que reforzaron la cohesión de su comunidad.

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En poco tiempo, los habitantes de estas regiones se acostumbraron a divisar, allá donde las sendas se desdibujaban, la silueta de estas amazonas. Vencida la desconfianza inicial, su llegada interrumpía la soledad. Juntos conversaban y compartían noticias. En ocasiones, la bibliotecaria leía en voz alta un fragmento literario, la prensa o la correspondencia de otro modo indescifrable para tantas personas.

Tras cada salida, estas mujeres tenían que completar un informe. Entre las anotaciones que registraban al final de esas fichas abundan anécdotas sobre las reacciones de sus receptores. «Un anciano de Stinky Hollow me dijo lo feliz que le hacía la compañía de un libro, con lo aislado que se sentía en su valle solitario». «Hoy

leí una carta que una mujer había recibido hacía tres semanas y aún no se había enterado del nacimiento de su nieta. Se le escaparon las lágrimas al saber que la habían bautizado con su nombre». «Una mujer me dijo esta tarde que no sabía qué le alegraba más, si ver a su marido volver a casa o a mí llegando con un libro nuevo».

La historia de cada lector está jalonada por los intermediarios que de un modo u otro nos han conducido hasta las palabras. Quizá aún resuena nítida la voz que nos narraba aquellos cuentos, del maestro que leyó en clase un poema espigado, del librero que nos aconsejó ante el expositor rebosante…

Desde nuestra sobreabundancia cultural, resulta difícil recordar tantos acce-

sos puntuales a lo escrito, pero en aquel tiempo —los sombríos años treinta— y aquel lugar—el paisaje agreste de los Apalaches—, las bibliotecarias a caballo dejaron una impronta indeleble. Su arrojo en unas circunstancias tan adversas permitió que muchas personas encontraran en esas páginas una puerta. Leemos para aprender y soñar, para ausentarnos y para estar más presentes, por disfrute y por necesidad, para salir del mundo o para entenderlo mejor, como introspección y en soledad, pero también en compañía, creando vínculos.

Tras aquellos encuentros, cuando llegaba la hora de regresar, los lugareños se despedían de las book women con la misma frase: «¡Por favor, no se olvide! ¡Tráigame un libro!». Nt

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JON FOSSE ESCRIBE LO INDECIBLE

El nobel de Literatura 2023 empezó a escribir porque le daba miedo leer en público. Su voz adolescente encontró refugio en las otras palabras. Desde ese lugar seguro, secreto, solitario, que habita dentro de él, escribe cinco décadas después. O deberíamos decir escucha. Porque Jon Fosse (Noruega, 1959) no imagina a sus personajes, sino que los siente como sonidos que se acercan entre sí, que se unen en una canción. Sus obras exploran los límites del discurso y hablan en un lenguaje singular. «¿Y qué oyes entonces, si escuchas con suficiente atención?», se preguntó Fosse ante la Academia Sueca de Estocolmo. «Se oye el silencio —respondió—. Y, como se ha dicho, solo en el silencio se puede oír la voz de Dios. Tal vez».

un día de 1966, un niño se resbaló en el hielo. Cayó sobre el suelo del patio de la granja familiar, en un pequeño pueblo de Noruega. El niño, que tenía siete años, cargaba una botella de zumo de frutas, que se rompió, y uno de los cristales le cortó una arteria de la muñeca. Sus padres se apresuraron a llevarle al médico, y en el coche, a medida que se desangraba, el pequeño Jon Fosse se vio a sí mismo desde fuera. Ese fue el inicio de su literatura.

Nació en Haugesund en 1959 y ha contado muy poco sobre sí mismo, además del accidente: que en la adolescencia componía canciones, que quería ser guitarrista de un grupo de rock y que tocaba el violín. En su discurso de recepción del Nobel, en diciembre de 2023, recordó una anécdota significativa. «Cuan-

do estaba en secundaria, sucedió sin previo aviso. El profesor me pidió que leyera en voz alta y, de la nada, me invadió un miedo repentino. Me levanté y salí corriendo de la clase». Ese pavor a hablar —que todavía le acompaña— le llevó irremediablemente a escribir.

Estudió Filosofía en la Universidad de Bergen —después de un breve flirteo con la Sociología— y su desarrollo intelectual estuvo marcado por cierta clase de anarquismo cercano al movimiento hippie. Más tarde también cursó Literatura Comparada. Desde su primera novela (Rojo, Negro, de 1983) escribe en nynorsk, que es la gramática del dialecto minoritario del noruego, el propio de la zona rural de sus padres. Durante treinta años compaginó su faceta de dramaturgo con los trabajos de periodista y

28—Nuestro Tiempo abril 2024 Grandes temas Nobel de Literatura

docente. Se casó dos veces en esa época, aunque no han trascendido demasiadas noticias de su entorno familiar. Lo que él sí ha referido en repetidas ocasiones fue su cambio de vida en 2012. El año anterior se había casado con la traductora eslovaca Anna Fosse. Tocó fondo en una crisis de alcoholismo de la que salió gracias a su esposa y que le llevó a convertirse al catolicismo de ella. A partir de entonces despuntó su literatura de madurez, lo que llama la «prosa lenta», y empezó a sonar su nombre en las quinielas del Nobel. Su obra magna, Septología, está muy influida por su conversión. Es una novela autoficcional de casi ochocientas páginas publicada en tres volúmenes que constan de siete partes: El otro nombre (Septología I-II), de 2019, Yo es otro (Septología III-IV), de 2020, y Un nuevo nombre (Septología V-VII), de 2021.

Su obra se ha traducido a cincuenta idiomas y ha recibido toda clase de reconocimientos, como el Ibsen o el Premio de Literatura del Consejo Nórdico, y fue finalista del Booker. El más peculiar de sus honores es el Grotten, que le concedió el rey Harald en 2011. Consiste en una residencia vitalicia, aderezada con una ayuda financiera mensual, dentro del recinto del Palacio Real de Oslo. Noruega paga a Jon Fosse y le da una casa para que siga escribiendo. Hasta ese punto resulta mítico el personaje en su tierra natal.

Cuando la Academia sueca le concedió el Nobel, la cultura hispanohablante se sintió confundida. No era para menos: Fosse ha sido, hasta este galardón, un perfecto desconocido en nuestro idioma. De sus setenta títulos publicados entre novelas, obras de teatro, ensayos, poemas, cuentos y libros infantiles —a los que llama «para todas las edades» porque cree que los mayores deberían leer libros de niños—, solo se han traducido al español Septología, Trilogía y Mañana y tarde, todas en una pequeña editorial independiente, De Conatus.

A pesar del interés internacional que el Nobel ha despertado por la figura de Jon Fosse, lo cierto es que su vida sigue siendo una incógnita, y no parece que este escurridizo escritor que apenas concede entrevistas tenga ningún interés en hablar de sí mismo más que lo que ya ha publicado en el lenguaje críptico y poético de sus libros. Para acercar a los lectores de Nuestro Tiempo su forma mística de entender la literatura, hemos traducido al español por primera vez esta larga entrevista publicada originalmente en la revista The New Yorker en noviembre de 2022 con el título «Jon Fosse’s Search For Peace». Nt

La búsqueda de la paz de Jon Fosse

texto Merve Emre, The New Yorker © Condé Nast fotografía Alamy y Eyevine/Contacto/David Levene

el fiordo de hardanger, el segundo más grande de noruega, esculpe su camino desde el mar del Norte hacia las lejanas montañas de Vestland. Más o menos a la mitad del fiordo, donde la luz de la costa es oscura y pone reflejos de plata a la oscuridad del agua, se alza el pueblo de Strandebarm. Es el hogar de la Fundación Fosse, una entidad dedicada a Jon Fosse —novelista, ensayista y uno de los dramaturgos contemporáneos más representados de Europa—, que nació allí en 1959. Los miembros de la fundación se reúnen en una capilla pequeña y gris con vistas a la bahía del puerto; una catarata se despeña desde la pared de piedra negra. Más abajo, junto al camino, hay dos edificios blancos: la casa en la que creció Fosse, donde su madre todavía vive, y la que perteneció a sus abuelos. En agosto de 2022, la Fundación celebró una comida para los traductores, editores y periodistas que habían participado en el Simposio Internacional Jon Fosse. En la planta superior, un músico tocaba un vals con el violín Hardanger. En la planta baja, los visitantes podían pasearse por una exposición del artista textil Åse Ljones, que había cosido frases de los escritos de Fosse en camisetas o pañuelos. Un miembro de la fundación levantó una de las prendas y retó a los traductores. Alguno aventuró una fórmula que otros corregían por lo bajo. En el aire había algo como la competición o la codicia.

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La palabra que le viene a una a la cabeza para describir todo eso —la luz, la música, las aguas sagradas, las sacras vestiduras— es peregrinación. Pocas veces se ven escritores tratados con esa reverencia. «Soy solo un tipo raro del oeste de Noruega, de su parte rural», me dijo Fosse. Creció como una mezcla de comunista y anarquista, un hippie al que le encantaba el violín y leer en el campo. Se matriculó en la Universidad de Bergen, donde estudió Literatura Comparada, y empezó a escribir en nynorsk, el estándar de escritura específico de las regiones rurales del oeste. Su primera novela, Rojo, negro, se publicó en 1983, seguida en las tres décadas posteriores por Melancolía I y Melancolía II , Mañana y tarde, Aliss junto al fuego y Trilogía. Tras un periodo agitado y de amplio éxito en el que trabajó casi exclusivamente de dramaturgo, Fosse se convirtió al catolicismo en 2012, dejó de beber y se volvió a casar. Después

comenzó Septología, una novela en siete volúmenes en una sola frase que ejemplifica lo que él ha definido como su vuelta a la «prosa lenta». El narrador de Septología es un pintor llamado Asle, un converso al catolicismo, afligido por la muerte de su esposa, Ales. La noche antes de Navidad, Asle se encuentra a un amigo, también pintor y también llamado Asle, inconsciente en un callejón de Bergen, muriéndose de un coma etílico. Sus recuerdos se desdoblan, se repiten, y gradualmente se difuminan en una sola voz, una difusa conciencia capaz de existir en muchos momentos y lugares a la vez.

Leer las obras teatrales y las novelas de Fosse es entrar en comunión con un escritor cuya presencia resulta más vehemente debido a su aire de reserva, a su retraimiento. Sus obras, cuyos personajes tienen con frecuencia nombres genéricos —el Hombre, la Mujer, Madre, Niño—, aprovechan la intensidad de nuestras re-

laciones primordiales y son, alternativamente, desoladoras y cómicas. Septología es la única novela que me ha hecho creer en la realidad de lo divino tal y como la describe el maestro Eckhart , teólogo del siglo xiv, a quien Fosse ha leído con fruición: «Es en la oscuridad donde se encuentra la luz, de modo que cuando sufrimos es cuando esa luz está más cerca de nosotros». Ninguna comparación con otros autores parece acertada. ¿Bernhard? Demasiado agresivo. ¿Beckett? Demasiado controlador. ¿Ibsen? «Es el autor más destructivo que conozco», afirma Fosse. «Siento que hay una especie de reconciliación en mi escritura. O, por usar la palabra católica, paz».

Fosse no vino de excursión al fiordo, pero sí a la cena que había organizado el Ministerio de Cultura noruego la noche anterior en Bergen. Charlamos durante la cena y más tarde nos citamos de nuevo en la Casa de la Literatura. En la Sala

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«Cuando escribo bien, tengo la sensación clara y distinta de que lo que estoy escribiendo ya está en alguna parte, ahí afuera. Solo tengo que escribirlo antes de que desaparezca»

Fosse, un retrato suyo en blanco y negro nos mira con benevolencia. Más que al mural, Fosse se asemeja a su descripción de Asle: una cola de caballo larga y gris, un sobretodo negro, zapatos negros, pitillera en el bolsillo. A ratos parecía contrariado por tener que hablar, pero totalmente seguro de sí mismo en su discurso. Durante nuestra conversación sentí los mismos impulsos en pugna a los que da lugar su escritura: curiosidad y afán protector hacia el hombre tras las palabras; escepticismo y fe en sus descripciones místicas sobre cómo escribe ficción. Me pareció, más que nada, una persona profundamente amable, como demuestra su disposición a hablar de todo: de la gracia, del amor, de los celos y de la paz, de sus experiencias cercanas a la muerte y de su afición por la traducción.

Usted no concede muchas entrevistas. Prefiero las entrevistas por correo electrónico. Casi siempre es más fácil escribir que hablar.

He entrevistado a varios escritores que sostienen que la razón por la que escriben es que no pueden hablar. Sí, algo así me pasa. El ministro de Asuntos Exteriores citó a Wittgenstein: «De lo que no se puede hablar es mejor callar». También es famosa esta otra cita de Jacques Derrida: «Lo que no se puede decir hay que escribirlo». Eso se acerca más a lo que yo creo.

Derrida está muy presente en sus primeros ensayos de Un ángel atraviesa

el escenario. Se ven sus patrones de pensamiento en muchas de sus obras y novelas, en especial sobre el rol del discurso y el silencio. Empecé a estudiar a Derrida en 1979. Al menos en Noruega, el marxismo influyó mucho en la universidad, o en el espíritu de la universidad. Tuvimos un partido maoísta radical muy poderoso entre los académicos y escritores. Era el espíritu del tiempo, incluso para mí. Comencé Sociología. Y me pareció una disciplina estúpida. Esa manera de pensar, esa forma positivista de calcular las cosas… no era nada. Así que salté a la Filosofía. Y hubo un gran cambio en aquellos años desde Marx hasta los posestructuralistas franceses. Me acuerdo de leer a Derrida por primera vez, en algún lugar del campo noruego. Era una traducción danesa de De la gramatología

De la gramatología me influyó de alguna manera. También estudié y leí mucho a Heidegger. Era difícil, pero inspirador. Pensé que lo que hacía Derrida era poner a Heidegger boca abajo. La pregunta fundamental para Heidegger era: «¿Qué es común a todo lo que existe?». La pregunta fundamental para Derrida era la contraria: «¿Qué hace que todo lo que existe sea distinto?». Y creo que el acto de escribir es algo muy peculiar. No es como hablar. Es diferente, muy diferente. Aquello, por supuesto, me conectó con Derrida y su concepción de la escritura. Luego me matriculé en Literatura Comparada. Por aquel entonces, ya había escrito mi primera novela y varios textos literarios. La teoría de la novela era mi te-

ma de estudio principal. Aquellas teorías siempre comprendían al narrador como el concepto básico: narrador, persona, personaje, la relación entre sus puntos de vista. Y son muy importantes, pero tenía la impresión de que la piedra angular de una teoría de la ficción no debería ser el narrador, que deriva de la tradición oral. Tenía que ser el escritor. Pensaba en él como la parte corpórea, la materialidad que entra en tu escritura. Y quería escribir mi pequeña teoría de la narración o de la ficción en la que el escritor fuera el elemento central.

Aquello vino también a raíz de tocar música. El primer texto que escribí, cuando tenía doce o trece años, fue la letra de una canción. Escribí algunos poemas y cuentos. Y sentía que lo que escribía para mí y desde mí, no para la escuela, era muy privado. Había encontrado un sitio donde me gustaba estar.

Hábleme de ese lugar.

Es un lugar seguro. Y sigue siendo el mismo sitio que descubrí con doce años. Tengo sesenta y dos y ese lugar… no soy yo pero está en mí. Suelo decir que soy Jon la persona. Y luego hay una imagen oficial de mí. Ese es Jon Fosse. Pero el escritor no tiene nombre.

Aquel lugar es para escuchar y moverse, y es un lugar muy seguro en el que permanecer. Pero también puede dar miedo, porque es mi senda para entrar en lo desconocido. Debo llegar a los límites de mi mente y cruzarlos. Y, si te ves frágil, eso es terrorífico. Yo me sentí así algunos años. No me atrevía a escribir porque me

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«Si el misterio de la fe ha sobrevivido durante dos mil años, tiene que ver con que la Iglesia se haya convertido en una institución. Se necesita una especie de comprensión común»

atemorizaba cruzar aquellas fronteras de mí mismo. Cuando escribo bien, tengo la sensación clara y distinta de que lo que estoy escribiendo ya está en alguna parte, ahí afuera. Solo tengo que escribirlo antes de que desaparezca.

A veces lo consigo enseguida. Por ejemplo, escribí las dos partes de Mañana y tarde sin cambiar prácticamente nada. O mi primera obra, Alguien va a venir; también la escribí de una sentada sin editar nada. Pero con una novela larga, como Septología, cambié bastantes cosas.

Debía desenterrar el texto que sentía que estaba ahí.

Es fascinante esa experiencia de llegar a un lugar nuevo, un nuevo universo, cada vez que consigo escribir bien. Y siempre pienso que estoy preparado; que algún día dejaré de escribir, y no pasa nada. Es una especie de don que recibes. Quién o qué me lo da... eso no lo sé.

Usted pasó gran parte de su infancia en un barco. En el fiordo he estado pensando en lo desconocido, en la oscuridad y la quietud del agua. Estar allí me ha ayudado a visualizar o sentir el estado de ánimo de su obra. Como todos los niños de por aquí, tuve una educación muy libre. Nos dejaban salir solos en barca con siete u ocho años. Y algunos de mis mejores recuerdos de la infancia suceden en un barco, cuando salía a pescar con mi padre a última hora de la tarde. Esa experiencia al anochecer en este paisaje, en esta costa… Aunque no me gusta la palabra, es la clase de imagen que, para mí, más se parece a un color o a

un sonido. Cuando escribo, nunca jamás imagino nada de forma clara o literal. Es un acto de escucha. Escucho algo.

¿Qué oye?

Oigo lo que escribo. Pero no lo veo. No imagino. No sé de dónde viene. Desde luego, es mío. Es mi lenguaje y uso como material algo que conozco.

La lógica del texto que estás escribiendo crea lo que yo llamaría forma. El contenido pertenece a la forma, y la forma tienes que hacerla nueva para cada texto. Y esta forma está conectada en gran medida con lo que podría llamar un universo. Estoy creando un universo. Digamos que Septología es un universo. Trilogía es otro.

Pero sus universos comparten una lógica y una forma. A menudo, comparten personajes o, al menos, nombres de personajes. Surgen de lo que Asle, el narrador de Septología, describe como su «imagen más íntima». Existen como un todo, una entidad viva. Esa es la otra cara de la moneda. Tienen que ser un universo, un universo único. Creo que las tres partes de la Trilogía son universos únicos. Pero al mismo tiempo están conectados. Eso es lo que convierte en una novela estas tres nouvelles juntas. Trilogía y Septología también están conectadas. Utilizo los mismos nombres una y otra vez y más o menos los mismos lugares. Y se repiten los mismos motivos. Mucha gente se ahoga o mira por la ventana, a menudo hacia el mar o el fiordo. Es un poco como un pintor que está pintando otro árbol, como tantos han hecho

antes, pero a su manera. Y, a menudo, un buen pintor utiliza el mismo motivo una y otra vez, y cada vez crea una imagen nueva. Espero poder hacer algo parecido.

¿Qué relación encuentra usted entre religión y literatura?

Tuve un giro religioso en mi vida relacionado con adentrarme en eso desconocido. Era ateo, pero no podía explicar qué pasaba cuando escribía, qué hacía que sucediera. ¿De dónde viene? No encontraba respuesta. Siempre es posible explicar el cerebro de forma científica, pero no puedes captar su luz, o su espíritu. Es otra cosa. La literatura en sí misma sabe más que la teoría de la literatura.

Asle piensa algo parecido sobre Dios: «Porque Dios es a la vez una ausencia muy lejana, sí, bueno, el ser mismo, sí, y una presencia muy cercana». Aunque Septología no tiene nada de autobiográfico, algunos pensamientos y rasgos se parecen a mí: el aspecto de Asle, con sus canas. Decidí escribir autoficción para jugar con el género. Pero hay razonamientos, sobre todo en las partes más ensayísticas, que se acercan a mi forma de pensar. Por ejemplo, esa idea de que Dios está tan cerca que no puedes experimentarlo y tan lejos que no puedes pensar en él. Pero unos pocos bienaventurados siguen teniendo experiencias de eso que podríamos llamar Dios.

El sentido de la religión de Asle no es especialmente doctrinal ni dogmáti-

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«Para mí todo, en cierto modo, acaba en una paradoja. Y a veces siento que estoy tan lleno de contradicciones que apenas entiendo cómo consigo permanecer unido, ser uno»

co. ¿Qué piensa de la relación entre Dios y la Iglesia y sus dogmas? Los auténticos creyentes no creen en dogmas ni en instituciones. Si Dios es una realidad para ti, crees a otro nivel. Aunque eso no implica que los dogmas y las instituciones religiosas no sean necesarios. Si el misterio de la fe ha sobrevivido durante dos mil años, tiene que ver con que la Iglesia se haya convertido en una institución. Se necesita una especie de comprensión común. Pero eso no significa que los dogmas sean verdaderos desde el punto de vista religioso. En el mundo en que vivimos, los poderes económicos lo dirigen todo, pero hay algunas fuerzas que están en el otro lado. La Iglesia es una de ellas. Y para que la Iglesia exista —y la Iglesia católica es la más sólida— en este mundo es necesario forzar el catolicismo de algún modo. La Iglesia católica es la institución más importante —por lo que veo— de la teología anticapitalista. La literatura y el arte también son una institución fuerte, pero no tanto como las Iglesias.

¿Qué significa para usted la gracia? He pensado mucho sobre esto. Es un concepto importante. A veces, cuando consigo escribir, lo veo como un regalo, como una gracia. En cierto modo, no es merecido. Que usted esté aquí sentada conmigo… No creo que yo lo merezca. Incluso la producción de una de mis obras requiere mucho trabajo: que los actores se aprendan los diálogos, la escenografía y todo lo demás. He hecho que tanta gen-

te haga tanto... Es más de lo que merezco. Conseguir escribir y escribir bien, eso es gracia. Y creo que quizá la vida en sí misma sea una especie de gracia. Puedo entender a la gente que decide dejar esta vida. Es un lugar espantoso en muchos sentidos. También se puede pensar en la muerte como una gracia. Estar aquí todo el tiempo debe de ser horrible.

Incluye sufrir.

En este mundo caído, por usar la expresión cristiana, la vida es un don, una gracia. Pero entonces se vuelve demasiado paradójica. Para mí todo, en cierto modo, acaba en una paradoja. Y a veces siento que estoy tan lleno de contradicciones que apenas entiendo cómo consigo permanecer unido, ser uno.

Usted escribe bellamente sobre la infancia. ¿Es ese un tiempo libre de paradojas? ¿Un tiempo de inocencia? Tengo que hablar de esa época porque es fundamental para mí: a los siete años, estuve a punto de morir en un accidente. Y entonces, desde ahí fuera [Señala la distancia], pude verme sentado aquí; me vi así. Y todo estaba en paz, y miraba las casas de vuelta a casa, y estaba seguro de que las había visto por última vez mientras iba al médico. Todo era resplandeciente y muy pacífico, un estado muy feliz, como una nube de partículas de luz. Esta experiencia es la más importante de mi infancia. Y ha sido muy formativa para mí como persona, tanto en lo bueno como en lo malo. Creo que me convirtió en artista.

Primero leí todas sus novelas y luego toda su dramaturgia. Y lo que me parece interesante de sus piezas teatrales es que a menudo se centran en las representaciones más comprimidas y dolorosas de los celos.

El mejor tema para una obra de teatro son los celos. Se remonta a la Antigüedad: basta con poner a dos personas en el escenario y dejar que entre una tercera. Y de inmediato tienes drama. Es posible lograrlo incluso entre dos personas, como hago en Madre e hijo.

Me resultó doloroso leerla.

Sí, es un poco como Tennessee Williams. Pero por eso me cansé de escribir obras de teatro, porque era muy fácil entrar en los celos. Cuando hay celos en la superficie, a menudo pienso que, en el lenguaje silencioso de la obra, está la muerte.

Eros y Tánatos van unidos.

Están conectados. Y para que sea una buena producción tienes que conseguir traerlos a los dos. Si la interpretas solo como una obra sobre celos eróticos o algo así, entonces no me funciona.

En su obra Alguien va a venir, lo que más me inquieta es la intensidad con la que sus dos personajes, el Hombre y la Mujer, desean estar a solas el uno con el otro.

Pero comparten esa pertenencia. Esa es su manera. Quieren escapar del mundo porque, de nuevo, es un lugar duro.

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«Cuando

consigo escribir, lo veo como un regalo, como una gracia. En cierto modo, no es merecido. Y creo que quizá la vida en sí misma sea una especie de gracia»

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El rey Carl Gustaf de Suecia entregó el Premio Nobel de Literatura a Jon Fosse el 10 de diciembre de 2023.
«El amor es singular y, al mismo tiempo, universal. Lo mismo ocurre con los seres humanos. Pero para transformar la singularidad del amor en auténtica literatura es necesario crear algo que merezca la pena»

Pero no se puede huir del mundo. Y de eso se trata. Tan pronto como hayan creado su mundo, alguien vendrá. Se trata de la imposibilidad de ser completos, de ser solo ellos dos juntos. Puede que muchos de nosotros soñemos con esto. Supongo que es una característica del amor: ser parte de una especie de totalidad. Y creo que el amor es, por supuesto, posible. Pero no de la forma en que han intentado realizarlo. La obra trata de muchas cosas, como todo lo que escribo, en especial de la imposibilidad de estar juntos a solas.

En Sueño de otoño, quizá mi obra favorita, tiene usted una frase preciosa. Un hombre y una mujer están sentados en un banco, flirteando, renovando una relación amorosa interrumpida por el matrimonio de él. Y él le dice a ella algo así como «No creo en el amor. No en ese tipo de amor, el amor que aleja a los padres de sus hijos». No es una idea descabellada.

Pero ¿en qué clase de amor merece la pena creer en este mundo caído?

Creo que ambas obras dicen algo sobre lo que es el amor. No es que yo sepa cuál es la respuesta, pero tengo la sensación de que lo que he escrito es verdad en cierto sentido. No es realismo. Sencillamente no es ficción.

Esa es la respuesta inteligente: está en mi escritura. Tu escritura es más sabia, y sabe más que tú como persona. Es el don de toda gran literatura, creo. Para mí, una forma de verlo es pensar que el amor es

singular y, al mismo tiempo, universal. Lo mismo ocurre con los seres humanos. Hay algo completamente único y algo completamente universal en un ser humano. Pero para transformar la singularidad del amor en auténtica literatura es necesario crear algo que merezca la pena.

Usted dice en uno de sus primeros ensayos que hay una diferencia entre lo privado y lo personal. Hay muchas cosas personales que también son universales: un triángulo amoroso, por ejemplo, o esa relación del eros con la muerte. Los nombres que se dan a estas experiencias pueden diferir de una persona a otra, pero en el fondo son estructuras de experiencia compartidas.

Creo que es así. No veo a mis personajes como personas, sino que los siento como sonidos que se acercan entre sí. Hay una relación entre ellos y, entonces, esta relación se convierte en un nuevo sonido. Si he conseguido escribir bien, los sonidos se unen en lo que yo llamo una canción o, para ser ambiciosos, una composición. Puede que, en parte, la razón por la que mis obras han viajado bien es porque las palabras, el ritmo, pueden re-crearse Puedes cantar esa canción en muchos idiomas, por supuesto, y puedes cantarla como una balada o una ópera. No importa, siempre que lo hagas bien. Pero eso vale más para las obras de teatro que para la ficción.

Los personajes de sus obras me impactan como formas de estar en el

mundo que cualquiera puede habitar. Así es. Porque, para que sea una obra de verdad, tal o cual actor tiene que hacer su propio personaje. Y un director también debe visualizarlo a su manera. Como escritor, estoy convencido de que no soy un hombre de teatro. No es mi forma de arte en ese sentido. Por eso, para mí era muy importante publicar mis obras.

La relación entre sus obras de teatro y sus novelas parece a veces rítmica: una alternancia muy deliberada, puntuada, musical, entre el discurso y el pensamiento.

Todo es cuestión de ritmo, incluso en un cuadro. Hay un ritmo entre los elementos o la relación entre ellos. El ritmo es fácil de enunciar, pero es muy muy difícil definir lo que es o lo que hace. Todos estos conceptos —la gracia, el amor, el ritmo— son fáciles de usar, pero muy difíciles de entender de verdad. Sin embargo, resultan obvios cuando están ahí. Cuando hay ritmo, lo sabes. Cuando hay amor, lo sientes. Incluso Dios. Estoy seguro de que Dios está presente todo el tiempo. Pero no lo siento así.

Durante el almuerzo hubo un debate entre algunos de sus traductores sobre la idea de la prosa lenta. En concreto, algunos de ellos afirmaban que no hay nada en ella que parezca especialmente lento. ¿Por qué llamarla así?

Me dediqué al teatro quince años. Escribí obras, obras, obras. Incluso mi prosa entonces era un poco dramatúrgica, muy

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«No veo a mis personajes como personas, sino que los siento como sonidos que se acercan entre sí. Hay una relación entre ellos y, entonces, si he conseguido escribir bien, los sonidos se unen en lo que yo llamo una canción»

concentrada. Me tomé dos descansos breves entre la primera y la segunda parte de Mañana y tarde. Hacia el final de ese largo periodo escribí Aliss junto al fuego. Se basa en un drama titulado Un día de verano. Es una cita del famoso soneto XVIII de Shakespeare: «Shall I compare thee to a summer’s day?».

Llegué a un punto en mi vida en el que tuve que crear una obra de teatro por encargo, Estos ojos (2009). Y me resultó muy muy difícil. Fue la última. «Ya he tenido bastante», me dije. Quería volver a casa, de donde vengo, a escribir poemas y prosa.

Al mismo tiempo, viajaba demasiado y bebía todavía más. Me hospitalizaron para desintoxicarme. Y me convertí a la Iglesia católica. Por aquel entonces conocí a mi mujer.

Di un gran cambio a mi vida. Dejé de hacer presentaciones. Y ahora rara vez concedo entrevistas. Rechazo el noventa por ciento de las propuestas. Hay ocasiones, cuando me dan un premio aquí o allá, en las que me veo en la obligación de ir.

Se nota que no le gustan los eventos. Pero soy una persona inquieta. Tenemos una casa en Austria, otra en Oslo y dos en el oeste de Noruega. Y me muevo entre estos espacios privados donde encuentro todo lo que necesito. Rara vez voy a otros lugares. O viajo con mi familia, pero eso es otra cosa. No estoy solo con una botella de whisky en cualquier parte. Cuando te despiertas, piensas: «¿Dónde estoy? ¿Y dónde demonios está el váter?».

¿Hay continuidad con quien era antes, o más bien una ruptura?

Ah, sí, hay una continuidad en mi escritura. Todas estas cosas de las que hablo son externas. La escritura es algo distinto. El escritor que hay en mí siempre es coherente. No estoy seguro de si está sobrio o no, pero es el mismo de antes.

Volvamos a mi concepto de prosa lenta. Pensé que una obra de teatro no necesita una gran cantidad de acción. Pero, para llevar la verdad del escenario al público, se precisan una intensidad y una concentración extremas. Y escribir un texto tan denso no requiere necesariamente mucho tiempo, aunque exige mucho de ti y requiere mucha fuerza. Puedo hacerlo extremadamente rápido. Si tengo un lado maniaco, es cuando escribo así.

En aquel momento quise ralentizar mi escritura, mi vida, todo. Así es como empecé: quería escribir prosa y hacerla lenta, con frases largas y fluidas. Y Septología era muy larga. Cuando la terminé, tenía por lo menos mil quinientas páginas. Y luego tuve que cortar un centenar de ensayos teológicos.

Unos ensayos que atribuía a Ales, la joven esposa de Asle. Sí, la mayoría. Algunos se desarrollaban en diálogo con Asle; hablaban, pero ella hacía largas disertaciones. Ahora no se sabe nada de los pensamientos de Ales.

Hoy he estado dándole vueltas a eso: ¿es justo cortarlo o es un error? Mi editora, Cecilie, me dijo que esa joven no podía ser tan sabia. Al final tenía que haber algo de realismo.

¿Consideraría publicarlos por separado?

Algún día podría echarle un vistazo. Estoy seguro de que dijo muchas cosas sabias. Y Septología no es una novela realista en ese sentido, así que no habría estado mal. Es posible que ella lo dijera, que lo supiera. Se puede ser sabio a una edad temprana. Quizá fue una equivocación quitarlo. Aún me siento un poco inseguro.

He oído que está traduciendo, entre una novela y otra. Ojalá más novelistas lo hicieran.

Me encanta traducir. Es como leer, en cierto modo, es una lectura muy profunda. Cuando era bastante joven, de hecho, leí los Poemas traducidos , un compendio realizado por Olav Hauge Me enamoré de la poesía del austriaco Georg Trakl porque Hauge la había traducido. Y luego compré la recopilación de Trakl en alemán. En esos años yo no lo hablaba bien, pero me las arreglé. No fue tan difícil porque él es como yo: se repite una y otra vez. E incluso se puede decir que, más aún que en mi caso, todos sus poemas son un solo poema. Empecé a intentar traducir algunos de sus versos, y algunas versiones las incluí en mis propios poemarios.

Leí a Trakl por primera vez en la adolescencia y, hace dos o tres años, traduje una de sus colecciones, Sebastián en sueños. Lleva conmigo cincuenta años o por ahí. Y este año [2022] he publicado una traducción de Las elegías.

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«La gracia, el amor, el ritmo son conceptos fáciles de usar, pero muy difíciles de entender. Sin embargo, resultan obvios cuando están ahí. Cuando hay ritmo, lo sabes. Cuando hay amor, lo sientes. Incluso Dios»

También ha traducido El proceso de Kafka.

Sí, con muy buenas críticas. Me quedé muy contento. Mi editor, que es alemán, revisó cada palabra y cada punto. Creo que es la traducción más fiable a cualquier idioma escandinavo. Después de Septología, sentí que necesitaba un descanso para hacer otra cosa. Decidí intentar traducir una novela por primera vez, y fue El proceso, una de mis favoritas. He traducido muchas obras de teatro, sobre todo las tragedias griegas de los tres maestros: Esquilo, Eurípides y Sófocles. Es un acto de escucha de sus voces antiguas, tan distintas. Para mí es muy fácil escuchar y recoger esa voz en la forma en que escribo, en mi lengua, en este tiempo. Me encanta hacerlo.

Y ahora traduce Las llanuras de Gerald Murnane.

No sé cómo he acabado leyendo a Murnane. Esta es su novela más traducida y famosa. Puedo leer literatura en alemán e inglés razonablemente bien, pero prefiero hacerlo en una lengua escandinava. Así que leí Las llanuras en sueco y me gustó mucho. Entonces decidí que quería intentar traducir la obra al noruego yo mismo.

Saber que estaba traduciendo a Murnane me recordó al violín Hardanger, con las cuerdas arriba y las cuerdas de resonancia debajo del diapasón.

Usted y Murnane parecen compartir una serie de compromisos.

Es una buena imagen. Conocer una voz literaria que te habla de verdad es raro. Es como una nueva amistad. No sucede muy a menudo.

¿Cómo se traduce Las llanuras al nynorsk?

Slettene. Es bastante exacto. En alemán es Die Ebenen. Creo que Murnane tiene una voz única. Nunca he leído nada como Las llanuras, pero se parece a lo que escribo: esa sensación de distancia y cercanía. Escribimos de formas diferentes, pero me doy cuenta de que detrás hay una mirada similar.

¿Quizá una disciplina o una concentración parecidas?

Cuando escribo concentrado, todo tiene que ser preciso y correcto. No acepto que una coma esté mal. Si cambio algo en la página cuatro, tendré que modificar algo en algún otro sitio. No sé cuántas conexiones de este tipo podría hacer. No son conscientes. Cuando entras en un universo así y estás, en cierto modo, separado del mundo real —al inventarte este universo propio—, no es tuyo.

Hay una lógica impersonal en su forma.

Lo experimento como una necesidad: algo que tienes que hacer exactamente así o asá. El lector lo ve como una lógica. Yo diría que escribir sin necesidad no es nada. Y esa es su fuerza. Creo que hay miles de reglas que tengo que seguir cuando escribo una novela. La mayoría de ellas

son decir no a esto, o sí a aquello. Seguir todas esas reglas, hacerles caso, exige mucha más memoria y capacidad mental de la que creo que tengo como persona. Pero somos mucho más de lo que creemos. Somos capaces de cosas extrañas.

Entre ellas, la capacidad de organizar o comprender las relaciones de las partes de la novela o la obra de arte con el todo.

Sí, la sensación de totalidad es el alma de la escritura. El mensaje procede de su totalidad, de su lenguaje silencioso. Es la totalidad la que permanece en silencio e insiste en el silencio. Y, para crear esta totalidad, cada parte debe pertenecerle.

Creo que la paz está vinculada con la consecución de esta totalidad. Y nadie podría, conscientemente, lograr algo así. Por eso prefiero no planear nada, no saber nada de antemano. Simplemente confío. Cuando he escrito, digamos, una, cinco, diez páginas... todo, en cierto modo, ya está ahí, más o menos definido.

¿Piensa a menudo en la muerte?

No. Cuanto más te acercas, cuanto más viejo te haces, menos piensas en ella. Creo que fue Cicerón quien dijo que la filosofía es una forma de aprender a morir. Y considero que la literatura es otra. Trata en la misma medida de la muerte y de la vida. Supongo que tiene que ver con la forma de la gran literatura, del arte. El arte está vivo cuando lo creas, y el lector puede darle vida de nuevo. Pero como objeto está muerto. Nt

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«El mensaje procede de su totalidad, de su lenguaje silencioso. Es la totalidad la que permanece en silencio e insiste en el silencio. Y, para crear esta totalidad, cada parte debe pertenecerle. Creo que la paz está vinculada con la consecución de esta totalidad»

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El autor frente a su residencia en el Palacio Real de Oslo, un honor que la Corona concede a un artista de forma vitalicia.

INSTANTES DE VERDAD

Cuando Yves Saint-Laurent presentó en 1958 su primera colección para la casa Dior, Sabine Weiss (1924-2021) inmortalizó el momento para la revista Life. Allí estaba ella entre muchos ellos. «¡Vamos, señorita, apártese y deje que los profesionales hagan su trabajo!», le espetaron en alguna ocasión los reporteros veteranos. No tardó en ganarse su lugar. Sin embargo, fue lejos de los cegadores flashes donde Sabine encontró la verdadera luz. Mientras deambulaba sin ataduras por las calles de París, sentía el impulso, espontáneo, íntimo, de capturar escenas de la vida cotidiana con las que se emocionaba. Aún hoy esas otras fotografías revelan, con ternura y sobriedad, lo esencial del ser humano.

texto Ana Eva Fraile [Com 99] fotografía © Sabine Weiss

— Un salto (Portugal, 1981). Como explicaba Hugh Weiss, marido de Sabine, cuando fotografiaba a niños, ella misma se convertía en una niña, no había «absolutamente ninguna barrera entre ella, ellos y su cámara».

© SABINE WEISS COLLECTION GALERIE GUILLAUME

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Grandes temas Sabine Weiss, en su centenario
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sabine se presentó en las oficinas de vogue con varias cajas de copias en su maletín. Era agosto de 1952, tenía 28 años y hacía seis que se había instalado en París, donde trabajaba como ayudante del fotógrafo de moda Willy Maywald. En manos del editor de la revista, Michel de Brunhoff, cayó un retrato de Joan Miró que ella había hecho en Cataluña a finales de los cuarenta, y quiso conocer mejor su trabajo. «Mmm, es bueno, mmm…», mascullaba a su lado un hombrecillo al que Weiss no conocía. De Vogue salió con un contrato que duró nueve años. Y, unos días después, recibió una carta con el membrete de la agencia Rapho en la que le pedían que presentara sus fotos. Entonces supo que la misteriosa silueta que la había acompañado en aquel despacho era el famoso fotógrafo Robert Doisneau, que acabaría siendo un gran amigo y valedor de la obra de Sabine. «Mi vida ha estado jalonada por golpes de suerte y encuentros fortuitos», confesaba en 2016 Sabine Weiss en una pieza audiovisual de la galería Jeu de Paume. En 1952, a raíz de su incorporación a Ra-

— El hombre que corre (París, 1953). Sabine solía pasear al atardecer con su marido, el pintor estadounidense Hugh Weiss, en la imagen. No muy lejos de su estudio tomó muchas de sus emblemáticas escenas parisinas.

© SABINE WEISS COLLECTION PHOTO ELYSÉE

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Grandes
temas Sabine Weiss, en su centenario

pho, su carrera despegó. También al otro lado del océano. Cabeceras estadounidenses como The New York Times, Life, Newsweek o Holiday comenzaron a publicar sus fotografías, y participó en exposiciones en el MoMA de Nueva York y el Instituto de Arte de Chicago. Asimismo, en 1955, Edward Steichen seleccionó tres de sus imágenes para la antología histórica «The Family of Man», que recorrió el mundo durante ocho años.

El segundo momento decisivo sucedió en 1978. Sin que Sabine lo supiera, su marido, el pintor estadounidense Hugh Weiss, y unos amigos, entre los que se encontraba Doisneau, organizaron una exposición —su primera retrospectiva— en el centro cultural Noroit, en Arras (Francia). Aconsejada por Doisneau, ella se ocupó personalmente de seleccionar las imágenes entre las colecciones de los años cincuenta y sesenta. Así emprendió la relectura de unas fotografías en blanco y negro que nunca antes había enseñado. «Eran mi jardín pasa a la página 46 >

— Vendedores de pan (Grecia, 1958). Una fugaz silueta femenina contrasta con la quietud escultórica de tres vendedores de koulouri. Las rosquillas apiladas en las bandejas armonizan con los sillares de un muro ateniense.

ELYSÉE

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— Rue des Terres-au-Curé (París, 1954). A Sabine Weiss le gustaba la imagen de dos niños que llenaban un cubo de agua en una fuente del distrito 13 «porque realmente da una sensación de época».

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— Michel (Suiza, 1949). Esta fotografía de un niño ensimismado con las chispas de una bengala es una de las tres obras de Sabine Weiss que Edward Steichen seleccionó para la memorable exposición «The Family of Man», inaugurada en el

MoMA de Nueva York el 24 de enero de 1955. Además de en el capítulo «Infancia mágica», también estuvo presente en «Danza» y «Expresión religiosa» con dos instantáneas que había tomado en Portugal. Como explicó la autora, la muestra,

que itineró por 37 países durante ocho años, «quería demostrar algo universal: el hombre nace, sufre, experimenta alegrías y penas, y luego muere».

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temas Sabine Weiss, en su centenario

— Gitanos en Saintes-Mariesde-la-Mer (Francia, 1960). El objetivo de Sabine se fijaba en aquellos que menos miradas atraían, como esta joven gitana en una pequeña localidad de pescadores en la que peregrinaban.

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secreto, mi reserva espiritual», relató en 2009 en el libro Intimes Convictions. Una vez terminó de colgar las obras ampliadas y enmarcadas, pudo contemplar la coherencia de su trabajo. «Me reencontré conmigo misma y con mi identidad», reconoció.

Desde que reunió dos francos y medio para comprar su primera cámara de baquelita, a punto de cumplir los once, hasta principios de los años 2000, Sabine Weiss nunca dejó de fotografiar. Durante siete décadas, alimentó un archivo monumental: 200 000 negativos, 7000 hojas de contacto, 2700 grabados de época, 2000 grabados modernos, 3500 impresiones, alrededor de 2000 diapositivas y toda la documentación, que incluye recortes de prensa, reseñas, pruebas, correspondencia, películas y grabaciones. En 2017, decidió donar su legado al Museo Photo Elysée de Lausana (Suiza), que divisaba de niña desde la otra orilla del lago Lemán. Su asistente, Laure DelloyeAugustins, la ayudó a hacer inventario. Una meticulosa tarea gracias

— Soy un caballo (España, 1954). Mientras conducía por un pueblo andaluz, Sabine se cruzó con este «maravilloso chico encabritado como un caballo» que miraba orgulloso a la cámara. Era su foto preferida.

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a la que redescubrió sus propias fotografías, almacenadas durante tiempo y tiempo en cajas.

A Sabine le gustaba volver sobre la envejecida libreta en la que registraba, de manera poco ortodoxa, sus quehaceres. Pasaba con cuidado las páginas porque algunas estaban a punto de desprenderse. Al releer aquellas notas manuscritas del cuaderno de bitácora, sus recuerdos despertaban. Como destellos fugaces. En el vídeo Les 1001 vies de Sabine Weiss, no ocultaba su sorpresa ante una trayectoria tan fértil: «No entiendo cómo pude hacer tantas cosas en la misma época, es increíble, y cosas completamente distintas. Fue una vida muy buena, ¡no me arrepiento de nada!».

Con gran versatilidad, Weiss cultivó todos los géneros en los más variados círculos: pasaba de la moda y la publicidad (Yves SaintLaurent, Dior, Korrigan), al espectáculo (Ella Fitzgerald, Maria Callas, Brigitte Bardot, Jeanne Moreau), la literatura (Françoise Sagan, André Breton, Samuel Beckett, Eugène Ionesco), el arte

— Niño rezando en Madurai (India, 1986). Esta es la única foto para la que Sabine esperó. La atmósfera era tan extraordinaria que decidió permanecer allí durante casi una hora. Entonces llegó un niño que la conmovió.

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(Joan Miró, Alberto Giacometti, Jean Dubuffet, Georges Braque, Niki de Saint Phalle, Fernand Léger, Robert Rauschenberg) o la política (Jean Monnet, Dwight D. Eisenhower). «He hecho de todo», subrayaba orgullosa. En Francia, Estados Unidos, Birmania, Etiopía, Portugal, la URSS, Bulgaria o la India disfrutaba de cada nuevo encuentro que le ofrecía su profesión.

Si trataban de definir su trabajo con una sola palabra, Sabine se sentía atrapada. Aunque ya en 1952 revistas especializadas internacionales la reconocieron como miembro de la escuela humanista francesa, para ella fue una simple coincidencia la que la situó junto a Henri Cartier-Bresson, Robert Doisneau, Willy Ronis, Édouard Boubat, Brassaï, Izis, Jean Dieuzaide. Probablemente, su entrada en la agencia Rapho, pionera del fotoperiodismo francés, propició que se la vinculase con esta generación de fotógrafos.

Sin embargo, una sutil frontera los separa. Según explica Virginie Chardin, comisaria de varias exposiciones sobre la autora franco-

— La pequeña egipcia (Luxor, 1983). Sabine quería hacer un reportaje sobre los coptos, pero en un camino cerca del Nilo se encontró con una niña que representaba «la alegría de la vida».

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suiza, Weiss no construye sus imágenes como una pintura o una escena, ni metafóricamente para defender un punto de vista. «Sus tomas —afirma en uno de los catálogos— nacen de una experiencia íntima, de un impulso espontáneo e intuitivo hacia el sujeto». Ni rastro de juicios o lamentos sobre el mundo. Ella es una simple testigo, y sus fotografías, testimonio de una época. Tampoco le preocupaba el enfoque perfecto. Borrosa o no, una buena fotografía debía captar las emociones, decir algo sobre la condición humana. «Lo que me interesa es el sentimiento que expresan las personas», repetía cada vez que la entrevistaban. Su humanidad, reflejada de la forma más sobria y sencilla.

Pero ¿cómo traducir en un solo instante, en esa fracción de segundo, un movimiento del alma? Sobre esta inquietud reflexionó en Intimes Convictions. «Luz, gesto, mirada, movimiento, silencio, tensión, reposo, rigor, relajación. Me gustaría incorporarlo todo en ese momento para expresar, con un mínimo de medios, la esencia del ser humano. Es algo abstracto lo que busco en mis fotos —escribió—. En lugar de una persona llorando, es la idea de la tristeza lo que quiero mostrar». Había otra etiqueta con la que Sabine no se sentía cómoda: le parecía exagerado calificar su obra como arte. Nunca se consideró artista y aseguraba que el suyo era un oficio artesano; más allá de la dimensión estética, resaltaba el carácter manual de su trabajo. No obstante, a lo largo de su carrera atesoró un puñado de reconocimientos. La Orden de las Artes y las Letras de Francia le concedió las distinciones de chevalier (1987) y officier (1999). En 2010, la condecoraron con la Orden Nacional del Mérito y, una década después, ganó el Premio Women In Motion 2020, otorgado por el prestigioso festival de fotografía Les Rencontres d’Arles.

El fallecimiento de Sabine la noche del 28 de diciembre de 2021 dejó varios proyectos inacabados. Como el documental El siglo de Sabine Weiss, que Camille Ménager había empezado a rodar hacía tan solo unas semanas. O la exposición retrospectiva que el Museo Photo Elysée proyectaba para celebrar el centenario de su nacimiento y de la que seguía de cerca todos los preparativos. En 2020, el programa Efecto Doppler de RTVE la entrevistó y Weiss bromeaba sobre el futuro: «Tendré una exposición en Suiza por mis cien años, eso es seguro. Lo que no sé es si iré». Justo en noviembre, un mes antes de su muerte, no quiso perderse la ceremonia de entrega de las llaves de la nueva sede del Elysée en el distrito artístico Plateforme 10.

Aunque siempre esquivó que la encasillaran, con el adiós a Sabine Weiss, el mundo perdió a la última representante de la escuela humanista francesa. Su querido amigo y mentor Robert Doisneau bautizó a Sabine como «la fotógrafa de la luz y de la ternura». Y precisamente a esa luz que ella captó con maestría en los ojos de hombres, mujeres y niños hizo referencia su hija, Marion, en el mensaje in memoriam que escribió para despedirse de la gran dama de la fotografía: «Su inmenso talento como escritora fotográfica nos deja para la eternidad miles de historias y encuentros, relatos auténticos y universales. Cada una de estas conmovedoras capturas nos desafía y se hace eco en blanco y negro de todos los colores del alma». Nt

— Mirada curiosa. Sabine Weiss reveló su primera película con diez años y nunca perdió la capacidad de sentir asombro, tan propia de la niñez. De aquellas primeras imágenes, solo lamentaba no haber hecho una fotografía de su habitación.

XAVIER DE FENOYL/ PHOTOPQR/LA DEPECHE DU MIDI/MAXPPP

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Un paso es suficiente

«Sabemos que dar un paso al frente consiste en cuidar y en dejar que nos cuiden. Sabemos que somos falibles, pero que ninguna de nuestras faltas —por muy graves que parezcan— nos definirá para siempre»

UN PEQUEÑO GESTO nos conduce a lugares insospechados. En ocasiones, puede ser una lágrima —le hemos leído páginas extraordinarias al respecto a la filósofa francesa Catherine Chalier—; en otras, una mano que consuela o una palabra que nos guía. Sin embargo, en el fondo surge siempre la necesidad del movimiento, de dar un paso —primero uno, después otro—, hasta trazar un camino. Esta experiencia la tuvo, al poco de cumplir la treintena, el cardenal John Henry Newman cuando regresaba, gravemente enfermo, de un viaje a Italia. Tras unos días de fiebre en el barco, el clérigo inglés se asomó a la noche y compuso un hermoso poema —«Lead, Kindly Light»—, que se canta aún hoy como himno en las Iglesias anglicana y católica. En su sencillez, aparecen unos versos que nos hablan de esperanza. Una estrella lejana —reminiscencia de la estrella de Belén— preside la escena. Newman se encuentra lejos de casa y tiene miedo. Ha sentido en su carne las dentelladas de la muerte; quizás no solo el dolor físico, sino el abismo del sinsentido, la angustia de la soledad y quién sabe si el espanto ante esa tentación última que nos repite incesantemente al oído: «Nada de lo que haces, ni nada de lo que eres tiene valor alguno. Todo es pasto para los gusanos». Frente a esta oscuridad, Newman eligió un camino distinto pidiendo la gracia más humilde, sabiendo que en ella reside la verdadera grandeza. Los versos más conocidos

del poema son estos: «No pido ver el horizonte distante / un paso es suficiente para mí». A este deseo, san Francisco de Asís lo hubiera denominado minoritas. La poeta de Moscú Marina Tsvietáieva prefería hablar del «don de reconocer el sufrimiento de las cosas»: un don que nos lleva a fijar nuestra mirada en el amor y, por tanto, en el sentido; puesto que el amor llama a la esperanza.

Pensaba en Newman mientras leía a Navid Kermani, un escritor iraní que me acompaña desde hace tiempo. Le debemos uno de los libros más sugerentes que conozco sobre el arte cristiano: Incrédulo asombro. En otro de sus títulos, Everyone,Wherever You Are, Come One Step Closer, intenta responder a las dudas de fe —musulmana en este caso— que le plantea su hija pequeña. Allí descubrí una historia que utiliza un lenguaje similar al empleado en su oración por aquel joven sacerdote anglicano de Oxford. Resumida, esa historia dice así: una vez el sheij Abu Sa’id, que fue uno de los místicos más famosos del siglo xi, llegó a Tus, una ciudad situada al noreste de Irán, y allí se encontró con una muchedumbre de fieles que había acudido a la mezquita para escuchar su prédica. Eran tantos que no cabían. La persona encargada de acomodarlos tuvo entonces que ordenarles con voz imperiosa que todos dieran un paso adelante y se apretujaran aún más. No quería que nadie se perdiera aquel sermón tan importante. El sheij, al escucharle, sonrió y decidió tomar la palabra para contar lo siguiente: «El acomodador ya ha dicho todo lo que yo quería decir y todo lo que los profetas han dicho: todos, por favor, dondequiera que estéis, acercaos un paso». Y, a continuación, el sheij abandonó la mezquita y se fue de Tus.

LA PREGUNTA DEL AUTOR

¿Ha dado usted algún pequeño paso que, a la larga, fuera importante?

«Un paso es suficiente para mí», rezaba Newman en sus noches de angustia. «Acercaos un paso», requería el místico sufí antes de dejar la ciudad. Sus fieles no necesitaban más: solo avanzar despacio y perseguir un anhelo que late en el corazón de los hombres cuando contemplan el espacio y sondean con la mirada el misterio del tiempo. Tampoco nosotros necesitamos mucho más. Sabemos que dar un paso al frente consiste en cuidar y en dejar que nos cuiden. Sabemos que somos falibles, pero que ninguna de nuestras faltas —por muy graves que parezcan— nos definirá para siempre. Somos pobres y débiles, es cierto, pero ¡qué belleza se oculta en esta fragilidad de niños! ¡Y cuánta verdad hay! Es la imagen de una madre acunando a su hijo. Es la imagen de una familia que peregrina bajo las estrellas buscando un hogar. Es la certeza que nos concede el amor. Lo único que nos pide a cambio es acercarnos un paso más de un corazón a otro, para así descubrir cuál es la sustancia y el sabor de la humanidad.

Daniel Capó [Der 96] es escritor y editor. @danicapoblog danielcapoblog.com

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INVITADA
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Madres sin rostro

Cuando una pareja o un individuo contratan a una mujer para que geste un niño en su lugar, lo que está en juego no es solo un vientre. La gestación subrogada implica todo un proceso fisiológico —con sus riesgos— que revoluciona el cuerpo de la madre y que dejará una huella en ella. También psicológica. El hijo es el producto final, y no tiene voz ni voto. El debate pendula entre prohibirla de manera global o regularla. Y, en caso de legislarla, si admitir solo la altruista o también la comercial. De fondo resuenan las grandes preguntas sobre la dignidad y los derechos de las madres subrogadas y de los niños.

texto Lucía Martínez Alcalde [Fia 12 Com 14] ilustración María Expósito

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unas piernas abiertas sobre una camilla, las rodillas flexionadas. La matrona sonríe mientras coloca al bebé, aún unido al cordón umbilical, sobre el vientre de la parturienta. Hay dos hombres en la imagen, pero ninguno es su marido o su novio. Al fondo, difuminado, un doctor con mascarilla ordena material médico. En la esquina derecha de la foto, un señor con una nariz prominente y una frente despejada mira con emoción el rostro arrugado del bebé.

Es, quizá, lo más cerca que va a estar nunca más la pequeña Audrey de la mujer que la ha llevado nueve meses en su vientre. El mundo que ha conocido durante 39 semanas es Ashley: el sonido de su voz, el latido de su corazón, su olor… Pero, ¡zas!, en cuanto cortan el cordón umbilical, pasa de repente a los brazos de una extraña; lleva sus genes, pero no la conoce. Es Nancy, la quinta persona en la foto, que, vestida con el mismo pijama que Ashley, se apoya sobre Justin, el hombre que contempla embelesado a la niña, expectante ante ese primer piel con piel.

La pequeña, dentro de todo, es afortunada por no perder parte de su origen. En esta historia —narrada y fotografiada en Cosmopolitan en 2016—, Nancy y Justin acordaron con Ashley estar siempre en contacto. La madre que llevó a Audrey nueve meses aparece en el álbum familiar. Pudo volver a acurrucarla en sus brazos para una sesión de fotos. Tiene acceso a la app donde Nancy y Justin comparten imágenes con la familia —su marido le suele recriminar que esté tan pendiente del bebé, a lo que ella le contesta: «No es más que curiosidad… Es como si fuera su abuela o su tía»—. Ha mandado regalos para Navidad y Halloween, acudió a su primer cumpleaños y, en un nuevo reportaje para Cosmopolitan, admitía que estaba celosa de la niñera de Audrey, porque podía estar con ella todos los días.

Nancy cuenta que, una tarde, Audrey estaba ojeando un álbum y, fijándose en una foto de ella con Ashley, la acariciaba con suavidad. «Fue un momento muy

dulce», declara Nancy. Al menos conoce su cara.

No todos los bebés de un vientre de alquiler saben quién fue su madre gestante. La situación se complica cuando el material genético es de uno o dos donantes. Un niño puede llegar a tener hasta seis progenitores: los padres comitentes (que contratan la subrogación), quienes hayan donado el esperma y el óvulo, y la madre gestante y su marido (si lo tiene). En la mayoría de los casos, se incumple la Convención sobre los Derechos del Niño de la ONU: todo niño tiene derecho a «preservar su identidad», incluyendo «conocer a sus padres y ser cuidado por ellos».

Como critica Katy Faust, activista por los derechos de la infancia y creadora de la organización Them Before Us, en The Federalist, lo que hace la gestación subrogada es dividir en dos o en tres lo que debería estar unido en una sola madre. «Ninguna de estas tres madres son opcionales y, cada vez que un niño no las encuentra reunidas en la misma mujer, sufre una pérdida». Un niño puede quedarse huérfano por una tragedia, pero, como añade Faust, en los vientres de alquiler, esa pérdida es intencionada.

Entre los que abogan por regular los vientres de alquiler, algunos defienden que haya un pago por el trabajo que requiere; otros declaran que hacerlo de manera altruista la convierte en una práctica aceptable. Quienes piden prohibirla subrayan la explotación que conlleva, se preguntan si todo lo que técnicamente

No todos los bebés de un vientre de alquiler saben quién fue su madre gestante. La situación se complica cuando el material genético es de uno o dos donantes.

se puede hacer es moral tan solo por desearlo (y tener dinero), y defienden que, incluso en el mejor escenario (subrogación altruista, asegurando el pleno consentimiento de la madre gestante y el conocimiento del hijo de sus orígenes), implica una violación de la dignidad humana de la madre gestante y del niño.

el vínculo amputado. «¿Por qué quieren ustedes hacer subrogación?» —pregunta la doctora Patel a una pareja en su consulta de la clínica de infertilidad Akanksha, en la India.

La mujer, sentada al lado de su marido, esboza una media sonrisa y le mira. «Problemas de vivienda», responde él. «¿Queréis comprar una casa porque ahora no tenéis una?», repregunta la doctora antes de precisar las posibles complicaciones: parto por cesárea, pérdida de sangre, necesidad de una transfusión, posibilidad de perder el útero… El marido asiente en cada uno de los aspectos de la enumeración.También cuando Patel pronuncia «riesgo de muerte» y añade que «nadie es responsable de esa muerte». La futura madre subrogada ya no sonríe. Parpadea y fija sus ojos en la dueña de la clínica.

Esta escena pertenece al documental Google Baby (2009) y la doctora Patel no ha expuesto ni la mitad de los riesgos a la pareja. Se ha olvidado de mencionar las complicaciones derivadas de los embarazos cuando el óvulo no es el de la mujer gestante, como una probabilidad tres veces mayor de desarrollar hipertensión y preeclampsia. Además, el uso de Lupron, que prepara el cuerpo para recibir la transferencia de embriones, puede aumentar la presión intracraneal. Otros peligros a los que se expone son: síndrome de hiperestimulación de ovario, torsión ovárica, quistes, dolor pélvico crónico, menopausia prematura, pérdida de la fertilidad, cánceres reproductivos, generación de coágulos sanguíneos, enfermedades renales, infartos cerebrales, y, en algunos casos, como sí especifica la doctora, la muerte.

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Una larga lista a la que añadir el impacto psicológico y emocional para quien pasa por un proceso así. Por mucho que la mujer haya firmado un contrato en el que se afirma que el niño que gestará no es suyo, la realidad se impone. Algunas madres gestantes se esfuerzan mucho en no crear vínculos con el bebé, algo que es muy difícil de lograr, en gran parte por la oxitocina generada (la hormona que tiene un papel clave en el parto y la lactancia, y también para la creación del vínculo entre madre e hijo). Además, el embarazo implica una transformación en su cuerpo, incluso después de los nueves meses y el posparto.

Antes de ser vientre de alquiler, Ashley había sido madre de modo natural de tres hijos, y cuenta que ha estado un poco más sensible tras el parto de Audrey: «La mayoría de las veces, no sé por qué quiero llorar». «Aunque no tiene ninguna parte de mí —afirma—, ella es ahora una parte de lo que soy». La segunda enunciación es cierta, la primera no. La pequeña Audrey sí tiene algo suyo. La relación entre la gestante y el niño en su vientre es sin duda una relación biológica y puede hablarse de la mujer subrogada como madre. Así lo explica Ibone Olza, psiquiatra y

activista por los derechos de los bebés y los progenitores en la primera infancia: «Incluso si el óvulo no es de la mujer que gesta, la embarazada puede interferir en la expresión genética del bebé, haciendo que se expresen unos genes u otros por mecanismos de epigenética».

¿Quién saldría ganando si no hubiera vínculo entre la embarazada y el bebé? El gran damnificado es el recién nacido. En las últimas décadas se ha investigado mucho sobre los beneficios del piel con piel con la madre gestante y de los problemas derivados si eso falta. También se conoce cómo el estrés de la mujer durante el embarazo puede afectar al desarrollo del feto, y las mujeres que alquilan su vientre están expuestas, en general, a un estrés mayor que otras embarazadas: un estudio publicado en Human Reproduction muestra cómo las mujeres subrogadas presentan niveles más amplios de depresión durante el embarazo y en el posparto, menor conexión emocional con el bebé y una mayor preocupación por su desarrollo.

Otra investigación, publicada en Journal of Child Psychology and Psychiatry, recoge que los niños nacidos por vientre de alquiler mostraron mayor dificultad de adaptación a los siete años. Diversos

estudios han encontrado que son mucho más frecuentes los nacimientos múltiples, los partos prematuros, las muertes fetales, las admisiones a la UCI neonatal y la duración de la estancia en el hospital en los casos de subrogación, según informa el Center for Bioethics and Culture Network.

Esta práctica tiene otros damnificados: como casi siempre involucra una fecundación in vitro, muchos embriones permanecen congelados en laboratorios o son directamente desechados por no cumplir las características que sus padres desean. Algunas noticias hablan de que solo llegan a nacer el 7 por ciento de los bebés creados por este procedimiento. hijos objeto, mujeres víctima. Las personas que recurren a los vientres de alquiler suelen esgrimir razones del tipo «Tener un hijo siempre ha sido nuestro sueño». El problema, según los expertos, consiste en convertir un deseo bueno y comprensible en un derecho. Y, si existe un derecho a tener descendencia, debe existir por tanto quien asegure ese derecho (los países con sus leyes) y un objeto de derecho (el niño). El Tribunal Supremo español, en una sentencia del 31

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de marzo de 2022, afirmaba que, en la gestación subrogada, la madre sustituta y el niño «son tratados como meros objetos, no como personas dotadas de la dignidad propia de su condición».

La cosificación del niño es evidente en la gestación comercial, pero ocurre también en la llamada «altruista». Y se retrata en los casos en los que el producto final del servicio no sale como el cliente esperaba.

Brizzy nació prematura y sufrió daño cerebral; la pareja de Estados Unidos que había pagado por un vientre de alquiler en Ucrania la abandonó al enterarse.

Brittany Pearson, en California, gestaba un bebé para una pareja cuando le detectaron cáncer; los padres comitentes querían que abortara, no deseaban arriesgarse a las posibles consecuencias de un parto prematuro. Pearson tuvo al niño en un parto provocado en la semana 25 para poder empezar su tratamiento, pero la custodia del niño pertenecía a los padres de intención, que no quisieron hacerse cargo, y, aunque ella se ofreció a adoptarlo, ellos se negaron y pidieron que se le retirara al niño el soporte vital.

Melissa Cook, en el condado de Orange (EE. UU.), estaba embarazada de trillizos, pero el padre comitente dijo que solo iba a pagar por gemelos, porque es lo que estaba en el contrato, y exigió que abortara al tercer bebé; Cook se negó y renunció al pago del tercero con tal de salvarle la vida. Meses después de nacer, se enteró de que el padre tenía actitudes negligentes hacia los niños, hasta el punto de que la propia hermana de este hombre había llamado a los servicios sociales; Melissa intentó que le dieran a ella la custodia, pero, al ser madre subrogada, fue considerada como una completa extraña, y los niños tuvieron que permanecer con el padre. Kelly Martinez, de Dakota del Sur, narró su historia en una entrevista en Aceprensa. La tercera —y última— vez que se ofreció como madre gestante fue para una pareja española. Querían un niño y una niña, pero resultó embarazada de dos

varones. «Dijeron entonces que no iban a pagar por eso», cuenta. También sufría preeclampsia y le adelantaron el parto a la semana 30. A los padres comitentes no les gustó esta nueva contrariedad y volvieron a amenazar con no pagar. Finalmente, regresaron a España con los bebés, pero sin avisar a la agencia que había gestionado el procedimiento, y dejando una deuda en el hospital de diez mil dólares que el centro reclamaba a Kelly Martinez. Tras la experiencia, padeció estrés postraumático. La subrogación no es, como sus defensores dicen, otro modo más de formar una familia. Algunos la asimilan con la adopción, pero las diferencias son abismales. Como la propia Martinez explica: «Si una pareja quiere adoptar, debe pasar por una serie de trámites para demostrar que pueden ser buenos padres, pero, en el caso de la subrogación, las parejas llegan, contratan un servicio con una agencia por miles de dólares, y esta busca una persona que tenga a sus hijos. No se hace ninguna evaluación de los padres intencionales. ¡A mí sí, pero no a ellos! Simplemente han pagado».

Katy Faust explica en The Federalist otra diferencia fundamental: «En la adopción, el niño es el cliente. La meta es encontrar una familia para los niños que no tienen una»; por otro lado, en la industria de las técnicas de reproducción asistida, «el adulto es el cliente. La meta es conseguir un niño para cada adulto, sin importar lo que le cueste a ese niño o a cualquier otro». La activista lo sintetiza

La cosificación del niño es evidente en la gestación comercial, pero ocurre también en la llamada «altruista». Y se retrata cuando el producto final del servicio no sale como el cliente esperaba.

en una frase: «Una sociedad justa cuida de los huérfanos, no los crea».

¿negocio o servicio? «Nunca has vivido realmente hasta que hayas hecho algo por alguien que nunca podrá pagarte». Es una frase de John Bunyan, predicador del siglo xvii, que se puede encontrar en diferentes páginas como cita motivacional para las mujeres que están pensando en alquilar su vientre.

Abi, de Reino Unido, le dijo a su amiga Rachel que ella «haría de niñera de su embrión» cuando le anunció que le ofrecía su vientre. Aunque en este país solo es legal la gestación subrogada altruista, se contempla que la madre sustituta reciba pagos por los gastos, que algunas asociaciones calculan que suelen oscilar entre los 14 000 y los 23 000 euros, aunque, en realidad, no existe por ley un límite. Rachel y su marido le dieron a Abi una tarjeta de efectivo.

El Parlamento Europeo pidió en 2015 la abolición universal de los vientres de alquiler y, en su resolución de 2022, declaró que «la explotación sexual para la gestación por sustitución y la reproducción es inaceptable y constituye una violación de la dignidad humana y de los derechos humanos». En España, es ilegal cualquier modalidad. En Italia, está prohibida y existen penas de cárcel. La Declaración de Casablanca, firmada en marzo de 2023 por cien expertos de 75 países, sostiene que la gestación subrogada «viola la dignidad humana y contribuye a la mercantilización de las mujeres y los niños» e insta a una prohibición universal, tanto de la comercial como de la altruista. Treintaiún países aprueban a día de hoy la gestación subrogada, según el Observatoire de la Procréation Assistée. Entre ellos, en Australia, México, Canadá y Estados Unidos, al ser federaciones, sus reglamentos son distintos en cada estado (algunos la admiten sin límites, otros ponen restricciones, otros no la aceptan).

En Utah nació Audrey. Justin, el padre comitente que contrató a Ashley, afir-

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maba, al comienzo del proceso, que ella no lo hacía por el dinero. Ashley añadía: «Sé que me van a compensar económicamente, claro, pero lo estoy haciendo por ayudar a crecer a esta familia. El dinero es solo un bonus. Estamos construyéndonos una casa y, cuando decidimos que me hiciera subrogada, no tenía trabajo. Pensé que esta podría ser mi contribución a nuestra casa». Como parte del contrato entre las dos partes, ambas parejas decidieron no hacer público a cuánto ascendía esa compensación. En estados como California, que algunos denominan «el paraíso de la subrogación comercial», la madre gestante puede llegar a ganar más de 46 000 euros, aunque otras estimaciones inflan esa cifra hasta casi los 100 000. La línea entre «cubrir gastos derivados del cuidado y la salud» y «pagar a una subrogada» se difumina.

A los padres de intención, el procedimiento les puede costar entre 50 000 y 200 000 euros, dependiendo del país donde se realice y los costes marcados por las diferentes clínicas. Estados Unidos es el lugar más caro (130 000 euros como mínimo), mientras que en México, por ejemplo, pueden ser unos 70 000, según informó El País

Cuando Suecia prohibió cualquier tipo de subrogación, en el informe presentado por el Gobierno se refutaba a quienes defendían que, en el caso de los vientres de alquiler altruistas, no había posibilidad de explotación de las mujeres. El documento argumentaba que no existen pruebas de que legalizar la modalidad altruista elimine la comercial, y añadía que, más bien, la experiencia internacional muestra lo contrario: ciudadanos de países como Estados Unidos y Reino Unido suelen contarse entre los que más demandan vientres de alquiler en países extranjeros (donde es más barato).

Los partidarios de la subrogación comercial sostienen que ser vientre de alquiler es un trabajo a tiempo completo, y que, por tanto, es de justicia pagarlo. Quienes abogan por la opción altruista

parece que no quieren ver que la mayor parte de las mujeres que se ofrecen para esta técnica de reproducción son personas con necesidades económicas.

Ser madre subrogada no es como donar un riñón. La mujer subrogada, «más que donar, está efectivamente “alquilando” un espacio de su cuerpo durante un tiempo a un individuo o a una pareja», afirma Jennifer Lahl, presidenta del Center for Bioethics and Culture, en Verily. Tras haber leído muchos contratos de subrogación, subraya otra diferencia profunda con la donación de un órgano: el grado de control sobre el cuerpo y los estilos de vida de la mujer subrogada que ejercen los padres comitentes, desde antes de la concepción hasta el parto, incluyendo amenazas si no cumple las reglas fijadas. En la sentencia del Tribunal Supremo de España de 2022, se recogen distintas cláusulas del contrato firmado en el caso de un niño encargado y nacido en México. Entre otras exigencias a la gestante, se le pedía renunciar a la confidencialidad médica y psicológica, se le dice qué puede comer o beber, se le prohibían las relaciones sexuales, se le restringía la libertad de movimiento. La madre comitente no solo podía encargar pruebas al azar sin aviso previo para la madre gestante, para la detección de drogas, alcohol o tabaco, sino que también, si sufriera «alguna enfermedad o lesión potencialmente mortal», la comitente decidiría si mantenerla con vida de modo artificial o no, hasta que el feto fuera viable. Tras exponer esto, la

Quienes

abogan por la opción altruista parece que no quieren ver que la mayor parte de las mujeres que se ofrecen para esta técnica de reproducción son personas con necesidades económicas.

sentencia añade: «No es preciso un gran esfuerzo de imaginación para hacerse una cabal idea de la situación económica y social de vulnerabilidad en la que se encuentra una mujer que acepta someterse a ese trato inhumano y degradante que vulnera sus más elementales derechos a la intimidad, a la integridad física y moral, a ser tratada como una persona libre y autónoma dotada de la dignidad propia de todo ser humano».

lo que no está en venta. Desde 2015, la subrogación para extranjeros es ilegal en la India. Para entonces, Akanksha, el centro del que es directora médica la doctora Patel, había alcanzado la cifra de mil bebés nacidos por subrogación, y un tercio de los encargos eran de fuera del país. En su web, escribía: «No estamos en el negocio de los “vientres de alquiler”. Lo que hacemos es proveer de un servicio legítimo a aquellos que lo necesitan: tanto a la pareja que desesperadamente quiere un niño como a la mujer que desea cambiar sus circunstancias, educar a sus hijos, construir una casa o pagar deudas». En un artículo publicado en The Guardian en 2016, la periodista habló con una de las subrogadas que vivían en aquellos momentos en la parte residencial de Akanksha, donde permanecen las madres gestantes durante el embarazo. Le preguntó si sentía algún apego por el bebé que llevaba dentro: «Por supuesto que sí. A veces siento que es mi propio hijo. Entonces me recuerdo a mí misma que tengo que llevar esto con dignidad. No puedo apegarme. Yo solo tengo que pensar en el dinero». Añadió que el dinero transformará la vida de sus hijos. Recibía un salario mensual equivalente a 46 euros, más unos 4700 al dar a luz. Otros lugares que habían sido durante años destino de parejas extranjeras que buscaban vientres de alquiler también han restringido esta práctica. Diversos escándalos llevaron al Gobierno tailandés en 2015 a permitirla solo para los ciudadanos del país y en su modalidad altruista.

58—Nuestro Tiempo abril 2024 Grandes temas Vientres de alquiler

Nepal prohibió los vientres de alquiler en septiembre de ese mismo año. No faltan las voces que defienden que, si esas mujeres libremente han elegido ser vientres de alquiler, están en su derecho. A esto responde Laura Nuño, directora de la Cátedra de Género en la Universidad Rey Juan Carlos, en un artículo: «Hay bienes que no se pueden comercializar

por mucho que haya quien los compre o los desee». No podemos, especifica, subastar nuestros órganos ni vendernos como esclavos: «El consentimiento es, en estos casos, irrelevante». Y añade que «requiere de un yo autónomo no mediado por la supervivencia o la subordinación». Y, ante quienes proponen que optando solo por la subrogación altruista se evita

la posible explotación de las gestantes, explica: «Si la contraprestación económica es lo que define la explotación, cabría interpretar que esta es mayor cuando mayor es la remuneración. Para el caso que nos ocupa, que una gestante griega o californiana está más explotada porque cobra más que una tailandesa o hindú; diagnóstico a todas luces disparatado. Son las condiciones de la situación de explotación las que la definen como tal y no su posible remuneración».

Anand, la India. Una figura a contraluz intenta achicar con un escobón de paja el agua que invade gran parte de un pasillo de la clínica. Es martes. Casi todos los bebés nacen los martes. Una mujer yace en una camilla. Su marido está sentado a su lado. «Me da miedo la cesárea —dice—, estoy asustada por ese momento en el que el bebé salga, e incluso después de eso… Es complicado». Se pasa las manos por el vientre y se tapa los ojos con el brazo. Así comienza el documental Google Baby. Poco después, la vemos en el quirófano, con los brazos en cruz, mientras le toman las constantes. La doctora Patel se prepara para la cesárea mientras de paso, por teléfono, ultima otros asuntos. Un delantal gris y una bata verde le cubren su colorido sari. Empuña el bisturí. La parturienta esboza una sonrisa apretada. La intervención dura menos de un minuto y la doctora saca al bebé. Cortan el cordón. El niño llora. La madre tiene los ojos cerrados y susurra unas palabras inaudibles.

—¿Está todo bien? ¿Por qué estás llorando entonces? ¿Estás contenta o no?

Le acercan al bebé a la altura del rostro. Mientras los médicos la cosen, ella posa su mano derecha sobre la cabeza del niño, que deja inmediatamente de llorar. Entrecierra los ojos y murmura algo entre sollozos. Son solo doce segundos. La doctora Patel anuncia: «Ahora llevamos al niño con la madre». Nt

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29,9 CAMPUS

millones de euros de superávit obtuvo la Universidad el curso pasado. Ya se han reinvertido en oncología radioterápica, tecnología e instalaciones.

NOS VISITARON

JOSÉ LUIS MARTÍNEZ ALMEIDA

Alcalde de Madrid

[18.10.23 Congreso «Filosofía y Ciudad»] «Los alcaldes somos la España posible, capaces de hablar entre nosotros», declaró José Luis Martínez-Almeida. El primer edil de Madrid visitó la Universidad de Navarra el 10 de octubre con motivo del III Congreso Internacional «Filosofía y Ciudad». Este acto reunió a los regidores de Madrid, Bilbao, Estepona, Soria y Pamplona en una mesa redonda sobre el gobierno de las ciudades. Los principales temas de análisis fueron la interculturalidad, el pluralismo, los movimientos sociales y los servicios públicos en un contexto de decrecimiento poblacional. En el apartado de inmigración, Martínez-Almeida señaló que «no es justo identificar la inmigración con la delincuencia», y que al hablar de inmigración ilegal «no se debe caer en el populismo».

JOSÉ Mª ÁLVAREZPALLETE

Presidente ejecutivo de Telefónica

[17.11.23 Centro Bioma] El presidente ejecutivo de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, visitó la Universidad el 17 de noviembre por un motivo doble: conocer de primera mano el proyecto del Centro Bioma y mantener un encuentro con los estudiantes de la Facultad de Económicas. «Nuestro propósito es hacer el mundo más humano conectando la vida de las personas», aseguró Álvarez-Pallete en su conferencia sobre la historia y misión de Telefónica. Ante el panorama actual de la compañía y de una sociedad tecnológica (con sus ventajas y riesgos), señaló la importancia de los datos personales y cómo se han vuelto moneda de cambio: «Estamos en vasallaje digital, minando datos que forman parte de nuestra dignidad y nuestra soberanía individual, para que otros se hagan ricos».

ANTONIO

[30.11.23 Cátedra de Transición Energética] «Es imprescindible que Europa funcione como un mercado energético integrado». Así lo afirmó el presidente de Repsol, Antonio Brufau, el 30 de diciembre durante la jornada «Avanzando hacia la transición energética: transporte y distribución». El evento lo organizaron su propia empresa y la Universidad, y abrió las puertas a reflexionar sobre el hidrógeno como nueva fuente de energía. Ponentes como Tomás Gómez-Acebo, director de la Cátedra de Transición Energética de la Fundación Repsol, apoyaron a Brufau. «La presencia de esta molécula todavía es muy pequeña, pero se está diseñando un mundo descarbonizado con el hidrógeno verde como actor principal». Brufau recalcó la importancia de conectar las empresas a las Administraciones públicas y de fomentar la búsqueda de nuevas energías allí donde se necesiten.

ÁLEX ROCA CAMPIÑO

Atleta de fondo con un 76 por ciento de discapacidad

[05.02.24 Tantaka] La máxima de vida de Álex Roca es «El límite lo pones tú». El atleta de fondo y speaker catalán hizo historia al ser la primera persona con una discapacidad física del 76 por ciento en completar una maratón (42 195 m). «Soy consciente de que tengo limitaciones, pero no me pongo límites», aseguró Roca en la conferencia inaugural de «Capacitarse para entender la discapacidad». Acompañado de su esposa e intérprete, Mari Carmen Maza, Roca expuso ante más de 780 asistentes los principales hitos de su carrera profesional y personal, que ha consagrado a desmontar prejuicios. También destacó la vida que le ha dado la parálisis: «Mi discapacidad ha sido una oportunidad para tener los valores que tengo, para ser quien soy hoy y para poder transformar la sociedad poco a poco».

60—Nuestro Tiempo abril 2024

producciones de 108 países se presentaron a la V edición del festival de cine científico #LabMeCrazy. El premio a mejor documental, para Nuclear Now

Los proyectos de investigación de la Universidad logran seis millones de financiación competitiva

El Ministerio de Ciencia e Innovación ha comprometido más de seis millones de euros para un total de 46 proyectos liderados por investigadores de la Universidad de Navarra. La concesión se ha realizado por concurso: la mitad a través de una convocatoria —Generación de Conocimiento 2022— que persigue afrontar los grandes desafíos de nuestro tiempo y fomentar un avance significativo del conocimiento. La otra mitad se gestionó con el Instituto de Investigación Sanitaria de Navarra (Idisna), que agrupa a ocho entidades públicas y privadas dedicadas a la investigación en esa área en la Comunidad foral. Entre ellas están la Universidad, la Clínica y el Cima.

Paloma Grau , vicerrectora de Investigación y Sostenibilidad, celebró la financiación lograda porque «nuestra labor busca aportar soluciones —duraderas y basadas en el rigor— a los retos actuales».

Los investigadores, centrados en el cuidado de las personas y de aquello que hay alrededor, muestran, según comenta Grau, una «clara vocación de transferencia social».

Los proyectos que se desarrollarán con esta subvención son de lo más variopinto. Incluyen desde estudios en terapia génica para enfermedades renales y neurodegenerativas hasta trabajos sobre el funcionamiento de la mente, la depresión, el deseo y la normatividad en la Antigüedad, pasando por un proyecto que utiliza algoritmos e inteligencia artificial para predecir la vulnerabilidad en cáncer. Son once las facultades y centros que liderarán estos proyectos: el Cima, la Clínica, el IESE, el Instituto Cultura y Sociedad, el Centro de Investigación en Nutrición, y las facultades de Farmacia y Nutrición, Educación y Psicología, Derecho, Filosofía y Letras, Económicas y Tecnun.

EFEMÉRIDE

60 años de ISSA

ISSA School of Applied Management celebró el 1 de octubre el 60 aniversario de su fundación. Para conmemorar este hito, se organizaron sendos encuentros en Pamplona, Madrid y San Sebastián. En el primero de ellos, el 16 de noviembre, Mireia Carabantes [ISSA 18] guio a los doscientos participantes a través de la memoria, desde la apertura de la facultad en San Sebastián hasta su traslado a Pamplona. Más de 3300 alumnos han pasado por sus aulas. El último encuentro, en Guipúzcoa, tendrá lugar el 22 de junio. Las inscripciones están abiertas en la página web de la facultad.

Máster en Sostenibilidad

Cada vez más empresas demandan profesionales competentes en gestión sostenible. Por eso, la Universidad ofrecerá desde el curso 2024-25 un nuevo máster interdisciplinario en Sostenibilidad, coordinado por la facultad de Económicas, en el campus de Madrid. Javier Arellano, director académico, sostiene que el posgrado «aspira a transmitir una visión de la sostenibilidad fundada en la antropología cristiana y a resaltar la contribución que pueden hacer las empresas desde una gestión responsable e innovadora al servicio del bien común». Colaboran las escuelas y facultades de Ciencias, Comunicación, Arquitectura, Derecho y Tecnun.

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ALFOMBRA ROJA NOVEDAD
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REPUTACIÓN

Primera en Económicas. El ranking por áreas de Times Higher Education asciende a la Universidad al primer puesto en Económicas en España —la 80.ª a escala global—, su mejor posición histórica. También han obtenido muy buenos resultados Derecho, Artes y Humanidades, Salud y Ciencias Sociales. En esas áreas, la Universidad está entre las trescientas mejores del mundo. Además, es el segundo año consecutivo en el que esta lista incluye a la facultad de Educación y Psicología, esta vez en la horquilla 401-500 del mundo.

Hooligans de su alma mater. Los alumnos de la Universidad son los más satisfechos del mundo con su alma mater, según un estudio de StudyPortals en el que han participado más de 120 000 alumnos de todo el globo. La empresa holandesa considera que el resultado es un «reflejo del compromiso continuo de proporcionar una experiencia educativa sobresaliente a los estudiantes». El análisis pondera siete factores: Vida del estudiante, Proceso de admisión, Diversidad del alumnado, Interacción profesor-alumnos, Desarrollo profesional, Experiencia online y Satisfacción general. Esta es el área en la que ha destacado la Universidad.

En el pódium de los empleadores. Como en el curso anterior, en el 22-23 una de las fortalezas de la Universidad fue la empleabilidad de sus estudiantes. El ranking GEURS la sitúa en el segundo puesto nacional y 37.º del mundo. El Servicio de Prácticas y Empleo tramitó 3110 prácticas profesionales y publicó 2929 ofertas de empleo. Uno de los pilares de este servicio es la atención personalizada a alumnos y empresas. El curso pasado se realizaron cerca de 2800 entrevistas individuales de orientación.

1. «En la medida en que uno escucha, las personas se responsabilizan de sus propias decisiones», asegura Jaime Sanz en su nuevo libro, El valor de la escucha para el buen gobierno. Es capellán de la sede de posgrado de la Universidad, en Madrid, y está convencido de que, si una persona te escucha, te quiere. «El modelo de humanidad es Jesucristo, y él escuchaba siempre», señala. Trata la necesidad de comunicarnos y de hacerlo bien, en defensa de una sociedad globalizada e individualista

2. Para niños y adultos, hijos y padres. El nuevo libro de Montserrat Erostarbe, Sé que puedes. Cuentos para crecer con autoestima, es un ejercicio de comprensión infantil. Un compendio de historietas, sencillas y tiernas, donde la autora comparte su experiencia como madre y psicóloga. Cada uno de los cuentos está ligado a las etapas difíciles que pueden mostrar los niños en su desarrollo: miedo, celos, angustia. Todo escrito dentro de un entorno familiar y de aprendizaje.

3. La visita de Nixon a Mao o el atentado terrorista palestino en los Juegos Olímpicos de Múnich son algunos ejemplos de lo convulso que fue 1972, año de cambio para las sociedades occidentales. Este y otros casos se analizan en En torno a 1972. Cambios culturales, crisis política, el nuevo libro de Ignacio Uría. Este profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá y columnista de Nuestro Tiempo propone un sistema interpretativo para seguir la transformación mundial desde la revolución de Mayo del 68.

4. En su libro Verlas Venir, Juan de los Ángeles describe con mucho detalle el proceso de análisis de tendencias, así como reflexiones reposadas sobre cómo crecer en innovación.

5. En La ciencia es noticia, Enrique Cobos compila entrevistas a investigadores, noticias sobre las áreas STEM y artículos de opinión para medir el pulso al presente y al futuro de la ciencia en España y tomar decisiones mejor informadas.

Durante los meses de octubre y noviembre, cinco mil personas visitaron la exposición «Dinosaurios entre nosotros», diseñada por el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York. En España, la muestra se inauguró en el edificio de Ciencias de la Universidad.

PUBLICACIONES
CAMPUS
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¡DINOSAURIOS!

Rafael Alvira impartiendo una clase a cielo abierto en 1997.

Recuerda que sonreirás

Rafael Alvira (Madrid, 1942-2024), catedrático de Filosofía, enseñó en la Universidad de Navarra desde 1980 hasta su jubilación, en 2013. Fue un pensador excepcional, interesado en la vida —la voluntad, el deseo— y un platónico convencido. Sobre todo, fue un maestro. Formó a más de treinta promociones de filósofos en el campus de Pamplona a través de un magisterio basado en la amistad. Uno de sus alumnos recuerda —recordar es volver a pasar por el corazón, como él solía explicar— su sonrisa.

texto Felipe Muller [Fia 11 Com 13] fotografía Archivo Universidad de Navarra

los profesionales de la caricatura dicen que la tentación del principiante es tirar de nariz. Exagerar este rasgo supone asegurarse de que el retratado sea reconocido y, seguramente, objeto de burla. Como mínimo. Sin embargo, y a pesar de las apariencias, la nariz apenas da a conocer a la persona. El soneto que Quevedo dedicó «a una nariz» dice poco —casi nada, de hecho— del hombre que resultaba estar pegado a ella. Al parecer, a la hora de clavar el retrato, el reto está en describir la danza entre los extremos de los ojos y las comisuras de los labios,

entre la expresión de los ojos y la de la boca. Si hubiese un gesto sobre el que trazar un retrato del profesor Rafael Alvira, fallecido el 4 de febrero, sería su sonrisa, siempre coordinada a la perfección con la mirada. Más que escrita en el alma, se quedaba clavada en la memoria. Cosa rara en un filósofo, el profesor Alvira tenía estilo al vestir y al hablar. Era elegante. Su oratoria desconocía la servidumbre de lo teatral y los excesos —a menudo, faltas— de una supuesta personalidad. La sonrisa era la marca de la casa. Digna del Gato de Cheshire,

tranquila y segura, callada y enigmática, permanecía en el aire bastante tiempo después de que el profesor hubiese abandonado el aula. Era amplia y generosa, de oreja a oreja. Solían acompañarla unos ojos reducidos a una única expresión. ¿Conciencia o satisfacción ante lo que había expuesto? ¿Complicidad con su audiencia? Cuando Alvira sonreía en sus clases de Filosofía Antigua, las arrugas de las comisuras de los labios se solapaban con las de los extremos de unos párpados sobresalientes. Su frente —redondeada, amplia, despejada— coronaba el gesto. Lejos de ser capricho o arrebato, esa sonrisa tenía una función específica. En la mayoría de los casos, era el colofón de cuentos, historias, respuestas y explicaciones. Tales, el pozo y la risa de la tracia, Pitágoras en el estadio, las desavenencias entre Parménides y Heráclito, los sofistas y su descubrimiento del discurso, Sócrates y su irónica ignorancia, Platón y las alas rotas del alma, Aristóteles y las deficiencias del hilemorfismo… Alvira zanjaba la cuestión o remataba una anécdota con la sonrisa. Indicaba un final, sin duda; pero también el retorno al punto de partida, al pistoletazo de salida. Como recurso y declaración de intenciones, funcionaba. ¡Recuerda que, al final, sonreirás! Como si bastase con sonreír para transformar la tragedia del mito de Sísifo —o, perdón, de la historia de la filosofía— en la belleza del susurro de unas olas que, tranquilas, nunca callan. Pese a las apariencias, no era una sonrisa inofensiva. (Ojalá existiese algo así como una filosofía inofensiva). Para enmarcar este gesto en la contienda de la contemporaneidad, basta con repetir una pregunta que planteó Michel Foucault en 1970: «¿Y si definiésemos, en última instancia, como filosofía cualquier empresa encaminada a invertir el platonismo?». Esta inversión —al menos, el intento ensayado por el mismo Foucault— se ríe a carcajadas de su propia agonía, que desconoce la vuelta atrás y el punto final. Sísifo, una vez más. ¡No hay regreso posible, ni descanso! En lugar de invertir el platonismo, la sonrisa de Alvira —contrapunto de la sospecha— lo presentaba en su anterioridad y permanencia. Sonrío porque recuerdo y recuerdo porque sonrío. Regresa y descansa. Al final, quién sabe, las carcajadas pasan y las sonrisas, como las olas, nunca acaban. Nt

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Soñar es cosa de muchos

Los miles de miembros de la Asociación de Amigos (ADA) —18 000 desde su fundación— hicieron posible, con su colaboración desinteresada, la primera expansión de la Universidad. Según Alfonso Sánchez-Tabernero, presidente de ADA, no son gente que da dinero. «Quien ayuda no es un donante, es un amigo». No lo dice por decir. José Luis Gracia ha entregado su vida a esta asociación y, después de jubilarse, acompaña a los amigos de la Universidad que tienen que visitar la Clínica por problemas de salud. Al fin y al cabo, es lo que hacen los amigos.

texto Paola Bernal Hirata [His Com 23] fotografía Archivo Universidad de Navarra y Manuel Castells [Com 87] en el verano de 1959, el rectorado de la Universidad, entonces un incipiente Estudio General de Navarra, recibió una carta con matasellos inglés. El gran canciller, san Josemaría, durante una estancia en Londres, había tenido una idea innovadora que remitió por correo postal a Pamplona: «En primer término hay que crear por toda España —teniendo su sede en Pamplona— la Asociación de Amigos. Estudiad la forma de organizarla, pero bastará que sus miembros se comprometan a rezar al menos un avemaría todos los días, a hacer propaganda del Estudio y a ayudar económicamente lo que puedan, aunque solo sea con unos céntimos cada año». La Universidad se financiaba con las tasas de las matrículas y la ayuda de alguna empresa local. Ciertas entidades privadas también contribuían a un fondo para investigación. El centro académico crecía rápido —más alumnos, más profesores— y eso requería una infraestructura adecuada.

Alfonso Sánchez-Tabernero , anterior rector y actual presidente de la

Asociación de Amigos, explica que san Josemaría comprendió que no era una mera cuestión económica. Solos no iban a llegar a ningún sitio; era necesario tener amigos. Fue una buena intuición. En su trabajo Asociación de Amigos de la Universidad de Navarra. Los orígenes de la Asociación desde 1959, José Manuel Ferrary explica que los años sesenta vivieron el desarrollo del asociacionismo

«LOS DE LA MALETA»

«Los de la maleta» es una serie de reportajes y entrevistas para conocer a los pioneros que levantaron la Universidad de Navarra. En esta penúltima entrega, la decimoquinta, nos asomamos a los apasionantes años en los que se puso en marcha la Asociación de Amigos que hizo posible el crecimiento inicial de la Universidad.

en España. La discusión pública sobre la mejor manera de solucionar algunos problemas y la implicación de la ciudadanía en iniciativas particulares rompió «la sensación de unidad del régimen y mostró los distintos modos de entender la vida social y política en el país. Apareció un nuevo lenguaje cívico que resaltaba los valores de la libertad, la convivencia y el progreso. La Asociación de Amigos de la Universidad de Navarra puede ser considerada un buen ejemplo de las organizaciones que permitieron la aparición de una sociedad democrática». Sánchez-Tabernero entrevistó en un encuentro Alumni a su predecesor Francisco Ponz, quien le confesó, con motivo de su cumpleaños número cien, que lo que veía en el campus cuatro décadas después de haberlo dirigido era «increíble, pero no sorprendente», porque el fundador de la Universidad les advirtió de que todo aquello iba a suceder. «Se dio gracias a la fe y la magnanimidad de aquellos primeros», le respondió Sánchez-Tabernero.

64—Nuestro Tiempo abril 2024 Campus Los de la maleta

El 9 de abril de 1960, con la aprobación del Ministerio de Gobernación, nació ADA. Los treinta hombres que integraron aquella primera organización se llamaron «socios de mérito» y se pusieron enseguida a buscar a quienes pudieran comprender y estimar la labor de aquella pequeña universidad desconocida que había nacido en Pamplona. Encabezaba la Junta Directiva el incombustible Antonio Fontán, también fundador y director de Nuestro Tiempo, que desempeñó esa labor once años. Precisamente en estas páginas, en el número 81, de 1961, Fontán respondía así a un lector de Teruel que preguntaba por ADA: «La finalidad de esta Asociación es, exclusivamente, cooperar con las actividades de esta Universidad. Esta cooperación se realiza dando a conocer la labor educativa y científica del Estudio General de Navarra, fomentando su expansión y crecimiento, ofreciéndole el apoyo y la asistencia que necesita y, finalmente, sirviendo de cauce a la ayuda económica que la sociedad española y de otros países puede prestar a la Universidad de Navarra».

La expansión de ADA fue vertiginosa. Fontán y la Junta Directiva planearon una estrategia en dos direcciones. Hacia arriba, nombraron una Junta de Gobierno con personalidades que gozaban de relevancia pública: Carlos Jiménez Díaz , un médico reputado y maestro de Eduardo Ortiz de Landázuri ; José Finat y Escrivá de Romaní, alcalde de Madrid; Gregorio Marañón Moya, diplomático, o José Castán Tobeñas, miembro de las Cortes y presidente del Tribunal Supremo. La otra dirección estratégica, quizá con menos relumbrón, era aún más efectiva. Se formaron delegaciones en distintas ciudades para recabar apoyos de particulares. En pocos años había presencia de ADA en Madrid, San Sebastián, Logroño, La Coruña, Sevilla, Jaén, Córdoba, Cádiz, Granada, Málaga, Melilla, Pamplona, Lodosa, Tudela, Vigo, Palma de Mallorca, Valencia, Valladolid y algunos municipios de Cataluña. El estudio de Ferrary da cuenta de las cifras. En 1964, cinco mil miembros aportaban seis millones de pesetas; en 1967, 11 300 ami-

gos y nueve millones de pesetas; al año siguiente, setenta y dos millones de pesetas gracias a los «socios protectores», que hacían una aportación más elevada. Un crecimiento tan rápido requirió también varias reestructuraciones dentro de la asociación. Como curiosidad, los amigos llegaron a producir en 1965 un documental a color para promocionar la Universidad, dirigido por Eugenio Martín. El director quiso mostrar lo que la Universidad podía aportar a Navarra.

un amigo nuevo. El gran canciller se encontró en dos ocasiones con los amigos de la Universidad, en la primera y la segunda asamblea de ADA, en 1964 y 1967. La primera vez acudieron doce mil personas a la reunión, apenas cuatro años después de que se fundara. La oferta hotelera de Pamplona se agotó rápido y la gente se alojó en casas de particulares, en San Sebastián, en Vitoria y hasta en Jaca. Se fletaron trenes especiales desde Zaragoza e incluso una caravana de autobuses desde Valencia. Coincidió con un acto de

abril 2024 Nuestro Tiempo —65

investidura de doctores honoris causa. En el pamplonés Teatro Gayarre, san Josemaría les dijo a los amigos: «Llamaros Amigos de la Universidad de Navarra es estupendo. Cuando el Señor, en su Evangelio, quiere decir una palabra de amor, nos llama amigos. Yo os llamo amigos de Jesucristo, porque sois amigos de esta Universidad, donde alienta siempre el espíritu cristiano».

El segundo encuentro marcó un hito. Fue el 8 de octubre de 1967. Esa fecha quedó grabada en la memoria de los más de veinte mil asistentes. Eran las diez de la mañana cuando comenzó la misa en la explanada de la Biblioteca. Había amigos de toda España, así como de Portugal, Italia, Bélgica, Alemania, Francia, Reino Unido y Estados Unidos. San Josemaría pronunció su discurso más famoso, la «homilía del campus». Normalmente apenas llevaba unas notas, pero en esa ocasión leyó con pausa y solemnidad las palabras a las que había dado muchas vueltas, correcciones y relecturas. Mencionó el compromiso de los Amigos de la Universidad con la sociedad y su ejemplo de cómo un centro académico puede nacer y crecer gracias a la colaboración de la gente. También agradeció a quienes la conformaban por comprender el espíritu de la institución y ser parte de su desarro-

Pamploneses paseando frente a un cartel de la Universidad durante la Asamblea de 1967. 2

El teatro Gayarre de Pamplona, lleno hasta los topes en la primera asamblea de ADA, en 1964. 1

llo: «A todos se debe que la Universidad sea un foco, cada vez más vivo, de libertad cívica, de preparación intelectual, de emulación profesional, y un estímulo para la enseñanza universitaria». Al terminar la celebración, Pamplona se llenó de una fiesta de pancartas y música con amplia cobertura mediática.

Entre la multitud estaba José Luis Gracia. Llegó al campus el 2 de febrero de 1968 por invitación del entonces administrador, Juan Francisco Montuenga, con el fin de dar a conocer la Universidad y buscar medios económicos. «En aquellos tiempos nos parecía que con los dos colegios mayores ya estaba el proyecto casi culminado, pero la realidad es que la Universidad siguió, sigue y seguirá creciendo». Con un equipo a su cargo se ocupaba de Navarra, el País Vasco y Soria. Si el gobierno universitario decía que necesitaban becas o levantar un edificio nuevo, Gracia y su equipo se ponían manos a la obra. Para él, el futuro tenía rostro: estaba en las personas y en su formación con un sentido cristiano. Sabía que necesitaba amigos que le apoyaran en la tarea: «Nosotros funcionamos siempre a través de la amistad. La generosidad de la gente ha sido el motor». Cuarenta años más tarde, en 2007, ese joven re-

cién llegado se convirtió en el director ejecutivo de la Asociación.

A los ocho meses de empezar a trabajar hubo una crisis importante. El 26 de octubre, las Cortes franquistas retiraron a la Universidad la ayuda que le otorgaba el Estado, a pesar de los esfuerzos de Ángel González y Vicente Mortes —ambos miembros de ADA y también de las Cortes— por evitarlo. Para cubrir ese agujero, en la campaña de 1969 se creó la figura del «socio de honor», con una contribución más alta que los socios protectores, y se animó a los padres de los alumnos a que, si podían, colaboraran también en la Asociación. El resultado de lo obtenido fue de 128 millones de pesetas, lo que no solo igualaba, sino que superaba el importe de la subvención. Alfonso SánchezTabernero considera que el éxito del proyecto de ADA es que «quien ayuda no es un donante, es un amigo, que merece que su afecto a la Universidad sea correspondido». Crea vínculos estables y profundos que hace que las cifras se traduzcan en personas. La Universidad, que contaba con 873 estudiantes y 92 profesores en 1960, pasó a tener 6.628 estudiantes y 512 docentes a finales de la década. Para 1972, ADA tenía ya 17 230 socios.

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El marqués Juan de Contreras, presidente de ADA, con el rector Francisco Ponz, en 1977. 1

José Luis Gracia posa junto a los ornamentos que llevó san Josemaría en la «homilía del campus». 3

Ese año, san Josemaría hizo su penúltima visita a la Universidad. Invistió a tres doctores honoris causa: el jurista francés Paul Ourliac, el médico alemán Erich Letterer y el polifacético Juan de Contreras y López de Ayala, marqués de Lozoya, que fue historiador, crítico de arte, político, literato… y presidente de la Asociación de Amigos de la Universidad de Navarra. Durante su presidencia, en 1975, se inició un fondo para dar becas de posgrado a investigadores que ya ha concedido 8500 y sigue activo.

gigantes. José Luis Gracia se siente agradecido con cuantos le han enseñado sobre la amistad: «Los que han sido mis maestros eran personas chapeau». Trabajó codo con codo con Eduardo Ortíz de Landázuri, a quien nombraron presidente de la junta directiva en 1978, hasta su muerte en 1985. Gracia colaboró estrechamente con el «doctor Abrázuri», como le llamaban algunos por su carácter jovial. De él aprendió a poner a la gente en primer lugar. Con frecuencia, Gracia y don Eduardo viajaban a Madrid en un tren nocturno para estar allí a primera hora y poder exprimir la mañana visitando a tantos miembros de ADA como les era posible. El doctor Ortiz de Landázuri no podía dejar su bata en casa;

cuando algún socio se quejaba de alguna molestia, él llamaba a su colega José Cañadell para programar una revisión en la Clínica. Gracia bromea con que no daba tiempo ni a tomarse un café a media mañana: «Era el hombre que no tenía pereza para nada, quería a la gente con locura». A don Eduardo le sucedió otro de los incansables pioneros de la Universidad, don Ismael Sánchez Bella, su primer rector. Bajo su dirección surgió la Agrupación de Graduados en 1992, a ejemplo de las universidades estadounidenses, cuyo objetivo era que los alumnos que habían estudiado en Navarra ayudaran, en la medida de sus posibilidades, a que otros disfrutaran de lo mismo.

Alfonso Sánchez-Tabernero remarca que aquellos pioneros eran hombres apasionados por la Universidad cuyo optimismo, fe y valentía los llevó a crear una cultura de la donación en un país donde no existía: «Creyeron que lo imposible podía ser realidad y lo consiguieron». El 25 de septiembre de 1998, la Asociación de Amigos recibió la Medalla de Oro de la Universidad; la única que se ha otorgado a una «no persona», que a su vez representa a miles. José Luis Gracia, sentado en primera fila, rodeado de Amigos, recuerda que

el rector, José María Bastero, agradeció a los donantes su apoyo a lo largo de casi cuatro décadas. En su discurso recuperó las palabras que el fundador de la Universidad había pronunciado en aquella homilía. También estaba allí Alfonso Sánchez-Tabernero, entonces decano de la Facultad de Comunicación, y recuerda el acto como «un momento emblemático. Ese día la Universidad les dice a sus amigos que sin ellos no habría llegado tan lejos».

José Luis Gracia intuye la mano de Dios en el crecimiento de la Universidad desde que llegó a ADA en 1968: «No necesito ver milagros porque aquí los he visto todos», dice. Agradece el sacrificio, el esfuerzo y la generosidad que miles de personas —muchas veces anónimas— han realizado para apoyar al proyecto de la Universidad con la única promesa de una amistad sincera que se mantendrá a lo largo de los años. Él se encarga personalmente de cumplir esa promesa. Aunque se jubiló en 2009, pasa las mañanas en la Clínica, donde acompaña a muchos amigos de la Universidad que afrontan un trance médico, porque el amor con amor se paga. Durante la hora que duró la entrevista para este reportaje, su teléfono sonó tres veces. Las tres veces eran amigos que venían a verle. Nt

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Yuriko Saito «La belleza es como un faro, es una luz que hace que la vida merezca la pena»

La filósofa Yuriko Saito (Japón, 1953) es un referente mundial en Estética de lo cotidiano y profesora emérita de la Escuela de Diseño de Rhode Island, una de las mejores universidades en estudios de Diseño de Estados Unidos. Pero a Saito no le gusta hablar de arte. Al menos no en los términos occidentales, que abstraen, subliman y confinan la belleza al panteón de los museos. Ella prefiere la perspectiva japonesa, que enfatiza la experiencia y el cuerpo. En su primera visita a España, invitada por la Universidad de Navarra, ha compartido su peculiar forma de vivir la belleza: en la naturaleza, en el bullicio de la calle, en la cocina, en el tacto de una toalla, en el cuidado de un enfermo, en el trato con cualquier persona.

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texto Victoria De Julián [Fia Com 21] fotografía Manuel Castells [Com 87]

yuriko saito camina despacio y sonriente por la Escuela de Arquitectura. Charla por los pasillos con una doctoranda en Filosofía. Se divierten intercambiando ideas sobre la estética de Ludwig Wittgenstein y recordando aquel aforismo: «Las palabras significan lo que significan porque las usamos como las usamos». Se detienen en el sillón negro estilo Bauhaus que ocupa un luminoso rincón del edificio, bello porque se experimenta con sentido y sirve para el fin para el que ha sido creado. Hace dos largos años, la profesora Raquel Cascales, del grupo de Estética y Arte Contemporáneo, le envió a Saito una invitación para visitar la Universidad. El catedrático Ricardo Piñero y ella se habían interesado mucho por el pensamiento de la japonesa, y sus gestiones para traerla por primera vez a España por fin daban su fruto.

Yuriko Saito cita con frecuencia el poema «The Patience of Ordinary Things» de la escritora estadounidense Pat Schneider. Le gusta mucho cómo habla de las cosas ordinarias como si estuviesen vivas. Se trata de un homenaje a los objetos que nos sirven en nuestro día a día y, por tanto, merecedores de cuidado y gratitud.

Dos pequeños vasos de cartón protagonizan el ritual del café, que se han servido una a otra con delicadeza. El techo bajo de la sala embota, en esta mañana de finales de octubre de 2023, el ruido de las conversaciones durante la pausa del IX Encuentro Ibérico de Estética de la Sociedad Española de Estética y Teoría de las Artes, cuyo tema este año es «Arte y vida». Ese rumor cargante no impide que, a ojos de Saito, estén disfrutando de una experiencia estética. Recuerda un día de pequeña en el que, mientras esperaba para entrar en su lección de piano, escuchó a un alumno tocar una pieza de Brahms. Aquella melodía la conmovió y despertó su inquietud estética. Cuando inició sus estudios de Filosofía en la Christian University de Tokio, no tenía claro a qué quería dedicarse, hasta que en una clase se dio de bruces

con Descartes Saito dice que cuestionar aquello que damos por supuesto, rastrear el porqué de las cosas y hacernos preguntas es una aventura muy divertida. Esta búsqueda la llevó a Estados Unidos, donde en 1983 se doctoró en Filosofía en la Universidad de WisconsinMadison. En su tesis, dirigida por Daniel Crawford, se encuentra en germen lo que floreció a lo largo de su trayectoria académica posterior: el vínculo entre belleza y moralidad, el diálogo entre Occidente y Japón. Crawford impartía entonces una asignatura sobre la apreciación de la naturaleza en la que mostraba a los alumnos diapositivas de jardines europeos tipo Versalles, formales y geométricos. Al verlas, Saito, que no daba crédito, levantó la mano enfadada: «Eso no es un jardín. ¿Cómo puede llamarse jardín si su apariencia es tan artificial?». Después

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cuidado y gratitud Campus Estética de lo cotidiano

¿No es esto en cierto sentido amor?

Cómo la taza guarda el té, cómo la silla se sostiene firme y robusta, cómo el suelo recibe las suelas de los zapatos o las yemas de los dedos.

Cómo la planta del pie sabe dónde debe ir. He estado pensando en la paciencia de las cosas ordinarias, cómo la ropa espera con respeto en el armario, y el jabón se seca callado en el fregadero, y la toalla bebe el agua de la piel de mi espalda. Por no hablar de la dulce repetición de las escaleras. ¿Y hay algo más generoso que una ventana?

investigó un poco y lo que encontró la desconcertó aún más: resulta que ese tipo de jardín, cuando se creó en el siglo xviii, pretendía representar la naturaleza. Al ahondar más, comprendió lo que la naturaleza significaba en el pensamiento occidental: orden y regularidad. Su sensibilidad estética nació en las antípodas de esta tradición. Todo comenzó, como la filosofía misma, observando. Con la curiosidad propia de una niña escudriñó los paisajes de Sapporo, la ciudad norteña donde creció. Allí, entre la nieve —solía esquiar con su padre todas las semanas—, los bosques y las lilas aprendió a apreciar la belleza por su fugacidad. Saito explica que en Japón es habitual que las formas de los caminos hagan meandros. De este modo quienes los recorren pueden contemplar el entorno desde diversos ángulos. «En últi-

ma instancia, están pisando una baldosa que cumple perfectamente su función —subraya—, pero su diseño estético permite deleitarte y sentirte más inmerso en el lugar». Una reflexión que la ha acercado a explorar la belleza de los objetos cotidianos y, como haciendo un zoom, a las experiencias de cuidado entre las personas.

Tras casi cuatro décadas consagrada a la filosofía —impartió docencia en la Escuela de Diseño de Rhode Island hasta 2018— y una serie de libros con eco mundial que la han convertido en referencia indiscutida en Estética —Everyday Aesthetics (2007), Aesthetics of the Familiar: Everyday Life and World-Making (2017) y, más recientemente, Aesthetics of Care: Practice in Everyday Life (2022)—, Yuriko Saito todavía se ruboriza cuando, momentos antes de comenzar su ponen-

cia, Javier Antón , profesor del grado en Diseño, la presenta como la experta mundial en Estética cotidiana. Habló sobre la belleza de los objetos cotidianos, los que pueblan los hogares, y de cómo los cuidamos.

¿Entonces la clave de la belleza es «la forma amable y cuidadosa» de relacionarnos con las cosas y las personas?

Sí, eso es la estética. Para cuidar a alguien hace falta sensibilidad estética. Por ejemplo, puedo ayudarte a cruzar la calle con cara de perro o con una sonrisa. Aunque lleguemos al mismo lugar, hay un abismo entre ambas posibilidades. La diferencia tiene que ver con la estética del cuerpo: la delicadeza con la que te sujeto, el tono de mi voz, mi expresión facial… Si las formas expresan desdén, no me voy a sentir cuidada.

¿Por qué nos cuesta tanto ser amables?

Porque ahora la vida está orientada al resultado. Pensamos en hacer muchas cosas y todas para ya [Chasquea los dedos y finge agobio en su voz]. Sentimos cierta presión por ir cada vez más rápido, más rápido, más rápido. Pero, al centrarnos en el resultado, nos perdemos el proceso y el contenido de la experiencia. Debemos desacelerar y ser más reflexivos.

¿Cómo vive esa actitud en su día a día?

No siempre hago lo que digo… [Ríe con timidez]. Sobre todo si tengo muchas cosas que hacer. En mi caso, soy hija única y viajo a Japón cinco veces al año para cuidar de mi madre. Suelo estar preocupada con lo que necesita ¡y eso me abruma! Así que blindo ciertos momentos en los que parar; sencillamente miro por la ventana y me asombro con lo que veo.

Incluso cuando estoy preparando una sopa, procuro no picar la verdura a todo correr. Presto atención a detalles como el tacto del mango del cuchillo, el sonido de la tabla, la sensación al cortar

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las zanahorias… Intento poner en juego todos mis sentidos y concentrarme en el ahora. Aquí y ahora [Saborea lento la palabra ahora y, tras un golpe en la mesa que detiene el tiempo, reanuda la conversación con una risa].

¿Cuida estéticamente de su madre? ¡No es fácil! Sufre demencia y su memoria a corto plazo se ha deteriorado. Por eso me pregunta lo mismo una y otra vez. En algunas ocasiones pierdo la paciencia, pero ella no pretende molestarme, es que no se acuerda. Entonces encuentro respuestas en la sensibilidad estética. Por un lado, necesito hacerme cargo de su modo de pensar. Por otro, emplear un tono amable al hablar con ella. Este ejercicio estético requiere práctica.

Ese cuidado amable y pausado me recuerda a Pablo d’Ors, que escribe sobre el silencio y la necesidad de ir despacio.

Nos falta silencio, ir despacio, no hacer nada. En cambio, hoy día parece que hay que llenar cada momento haciendo algo. Y la verdad es que esto no excluye la posibilidad de realizar las tareas de forma atenta y cuidadosa. Puedo estar muy ocupada pero muy concentrada, como cuando pico verduras. La clave es cómo me relaciono con las cosas. Por ejemplo, aunque podría ver el pelador o la prensa de ajos como simples objetos, viejos y sin nada especial, los valoro porque me sirven y han estado conmigo fielmente mucho tiempo. Y cuando no los encuentro, ¡entro en pánico! Me importan porque me han hecho bien y me siento agradecida.

Usted señala que, para que se dé esa relación de cuidado y gratitud, hace falta humildad.

La espiritualidad oriental facilita la experiencia estética cotidiana, porque está orientada a la humildad, a aceptar la limitación y vivir con lo que se te da.

Algo que también he apreciado en esta Universidad. El director de la Escuela de Arquitectura, Carlos Naya, fue muy amable y me entregó una traducción al inglés de la «homilía del campus» del fundador. «Toma, te va a gustar mucho», me dijo. Y acertó. Me pareció que decíamos lo mismo: concentrarse en el aquí y el ahora.

En lo ordinario. ¡Sí!

He encontrado muchas conexiones entre su «estética cotidiana» y el mensaje de san Josemaría: descubrir un algo divino oculto en las cosas más corrientes cuando las vivimos con amor. [Cabecea pensativa]. Es lo que me comentó Carlos. Me encantó que viese esos vínculos. Pensé: «¡Dios mío, qué interesante!». En esta Universidad realmente lo estáis llevando a la práctica. No solo habláis de ello o lo estudiáis, sino que lo vivís. Mi estancia ha sido francamente buena. No lo digo por decir. He participado en muchos congresos y aquí me siento cuidada, todo el mundo me está tratando muy bien.

El teólogo Hans Urs von Balthasar dice «quien se burle de su nombre [de la belleza] como si fuese el ornamento de un pasado burgués, ya no sabe rezar y pronto no sabrá amar».

Aunque no sé mucho sobre el cristianismo, pienso que a veces ha entendido la belleza más como una distracción o una seducción. Ahora bien, la estética está vinculada a la moralidad. Un periodista italiano publicó una crítica a mi libro Estética del cuidado en la que planteaba: ¿puede haber vida estética sin vida moral? Un nazi puede disfrutar de la música, pero la verdadera belleza aparece cuando estoy abierta al mundo con una actitud humilde basada en la gratitud. Tener una vida estética implica esa disposición moral.

El crítico también me preguntaba: ¿puede haber una vida moral sin vida estética? Es posible hacerse una idea de cómo debes tratar a la gente sin entrar para nada en la estética. ¡Pero basar nuestra conducta en la estética y el amor a la belleza es más fácil y alegre! Si nos mueve la experiencia de la belleza de la otra persona y del mundo, no actuaremos a regañadientes sino con cuidado, amabilidad y respeto.

En la actualidad, como hemos comentado, la prisa entorpece nuestras relaciones. ¿Cuándo empezó a perder el cuidado su dimensión humana?

[Se incorpora y se sienta al borde de la silla. Erguida, toma carrerilla para una clase de filosofía]. Quizás esto sea un poquito abstracto. En el siglo xvii, en la tradición filosófica occidental surgió la idea de que una vida buena tiene que ver con superar los límites que nos impone la naturaleza. No podemos volar, no podemos vivir debajo del agua, no podemos hacer montones de cálculos en un segundo. Como respuesta a esto, un filósofo de la revolución científica, Francis Bacon, escribió una novela fascinante, Nueva Atlántida, en la que imagina una utopía tecnológica y describe toda clase de inventos: el avión, el submarino, el microscopio, la calculadora… Es increíble, porque anuncia lo que se creó después. De este modo, nos legó una visión que proyecta la vida buena como superación de las limitaciones humanas y naturales. Después de cuatro siglos, nos hemos empezado a dar cuenta de que el desarrollo tecnológico, que nos posibilita hacer más cosas y más rápido, no conduce necesariamente a una vida buena. No estoy en contra de la tecnología, pero ahora, con ChatGPT y la inteligencia artificial, debemos cuestionarnos para qué sirve. Y para saberlo hace falta plantearse antes una gran pregunta: ¿qué es una vida buena?

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¿Y qué es una vida buena?

Una vida buena es… [Vacila un instante]. Si dejamos aparte circunstancias trágicas que escapan a nuestro control —podría tocarte vivir en Israel o en Gaza—, una vida buena es aquella en la que puedo encontrar alegría en mi relación con los demás, en la felicidad de los demás, y en la que disfruto de una relación recíproca, es decir, que también me siento cuidada [Sonríe y se encoge de hombros, como disculpándose].

Volviendo a la utopía tecnológica de Bacon, parece que en Occidente queremos dominar la naturaleza. Una perspectiva que también afecta a la estética. ¿Por qué tendemos a abstraer el objeto bello?

Es un legado de la tradición platónica. Para Platón, las cosas reales no son estas [Palpa la mesa con varios golpecitos], sino la forma o la idea de esto. La revolución científica del siglo xvii adoptó este pensamiento para ver el mundo como un mecanismo abstracto que se puede predecir y controlar. En cambio, la tradición japonesa viene del sintoísmo, que es una religión que habla de varios dioses y se centra en este mundo, aquí. La estética japonesa no distingue entre sujeto y objeto, sencillamente se adentra en la experiencia.

Nietzsche, influido por la espiritualidad oriental, estaba muy enfadado con Platón.

[Cierra los ojos y ríe de forma pícara] Exacto. Su noción del eterno retorno implica que estamos condenados para siempre a esta vida, que no es un preludio para otra vida, sino la única que tenemos. Por eso el superhombre es aquel que con fuerza y valentía dice sí a todo lo que le depare. Incluso si pasase algo que no puedo controlar, ¿sería valiente para aceptarlo? Me gusta Nietzsche.

También afirma Nietzsche que la vida es como una obra de arte.

«Si eres alguien con una psicología herida, debes afrontarlo en lugar de querer que tu cicatriz sea invisible. Esa herida puede ser el comienzo de algo nuevo y más creativo»

«Hoy día parece que hay que llenar cada momento haciendo algo. Y la verdad es que esto no excluye la posibilidad de realizar las tareas de forma atenta y cuidadosa»

Frente al deseo occidental de superar los límites, el kintsugi pone de relieve su belleza. Además, hay un autor japonés, Junichiro Tanizaki, que escribió el famosísimo Elogio de la sombra . ¿Qué tiene la penumbra?

Desde la revolución científica entendemos la vida buena como superación de los límites. Así, la noche es oscura y procuramos evitarla con luz muy brillante. En Japón claro que tenemos luz eléctrica, pero a lo que se refiere Tanizaki es a que el ethos japonés procura hacer lo que puede con lo que tiene. Si se me da oscuridad, tendré que ver qué puedo hacer con ella. Eso requiere humildad. Sin humildad, lo que surge es decir «No quiero eso, cámbialo». De nuevo, habría que preguntarse primero si cambiarlo te lleva a una vida buena.

La oscuridad puede atemorizar…

Así es: defiende que somos artistas porque creamos la propia vida. Nacemos con ciertas cualidades innatas, también con debilidades. ¿Podremos crear, con los ingredientes que tenemos, una escultura preciosa, una obra de arte?

Nietzsche no lidió muy bien con la debilidad… Pero en Japón tenéis el arte del kintsugi, que consiste en reparar piezas rotas con oro. ¿Cómo extrapolar este cuidado de los objetos al cuidado de las personas?

¡Es interesante! Algunos psicólogos usan la metáfora del kintsugi para hablar sobre salud mental. Es una metáfora poderosa porque, cuando algo está roto, es imperfecto. En lugar de poner pegamento transparente para que la grieta no se note, el kintsugi subraya la belleza de la imperfección. Del mismo modo, si eres alguien con una psicología herida, debes trabajar con ello, afrontarlo, en lugar de ignorarlo o querer que tu cicatriz sea invisible. Esa herida puede ser el comienzo de algo nuevo y más creativo.

Sí, da miedo. Y ansiedad. En mi caso, cuidar de mi madre es algo que tengo que aceptar. No puedo fabricar una hermana que me ayude. Así son las cosas. Claro que me angustia pensar hasta cuándo podré ocuparme de ella, pero intento hacer lo mejor dentro de mis circunstancias. ¡No hablo de resignarnos! Eso implicaría lamentarnos de manera pasiva. La aceptación es una actitud proactiva parecida al sí de Nietzsche : «Vale, tengo esto, ¿cómo puedo lidiar con ello de la mejor manera posible?». El miedo siempre está ahí. La valentía es ser capaz de decir que sí.

Por último, ¿qué es la belleza?

[Silencio] Esa es una gran pregunta. No quiero ser muy relativista pero no pienso que sea una propiedad de los objetos. En última instancia, se necesita de alguien que se relacione con ese algo bello. La belleza se crea. Más bien, se cocrea de forma colaborativa. Es algo… Es luz. Ilumina el mundo como un faro. Sí, es una luz que hace que la vida merezca la pena. Nt

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Enrique López

El acto más profundamente humano

El perdón supera a la naturaleza, la vence, la doblega ante una realidad que está muy por encima de ella. Quien perdona está amando y quien ama perdonando, en una travesía de mutuo encuentro con puerto en la alegría.

DECÍA ORTEGA QUE el amor es a la vez centrípeto y centrífugo. Centrípeto, porque alguien desde fuera llama a la puerta del corazón y le suscita una suerte de inquietud pertinaz. Centrífugo, porque de sus profundas hondonadas sale un deseo irrefrenable de ir hacia la persona que le ha encendido ese interés. Al amor, dirá el maestro madrileño, le corresponde más este último movimiento, pues cuando se sale de uno mismo en la búsqueda del otro es cuando de verdad se ama. Amar es, para él, un camino continuo e incesante hacia el amado.

El perdón, expresión magnífica de la trascendencia del valor de la persona y de su capacidad para identificar el mismo valor en otra, encuentra su habitáculo en los brazos del amor. Y el amor, frondoso árbol de la vida, de la fecundidad, bebe de los manantiales del perdón para hacer crecer sus frutos. No se entiende uno sin el otro. Quien pide perdón supera las fronteras del ego y sale en busca del ofendido en un movimiento que, como el del amor, es centrífugo. El que perdona, por su parte, acomete también toda una hazaña. Se libera de las cadenas del orgullo y, sobreponiéndose al mal padecido, rehace su amistad con quien se lo produjo. Quita los marciales parapetos que cortaban el riego a las arterias de aquella relación y levanta nuevos muros, ya robustecidos, en la ciudadela del mutuo amor que era —que es; ¡que siempre debe ser!— su amistad.

En esta suerte de bilateralidad irrecusable, el hombre que se contempla a sí mismo queda obnubilado, como embebido por una realidad que lo supera. Y al no hallar respuesta a un hecho de tal hermosura, se contenta con admirarlo. Satisface su inquietud con el fino temblor característico del filósofo. Quizá por eso todos somos un poco filósofos. Porque a todos nos han perdonado algo que ni siquiera nosotros nos perdonábamos. Porque todos hemos tenido la experiencia de que el corazón se nos salía del pecho tras un abrazo reconciliador. La naturaleza humana es libre e inteligente, pero precisamente por ello es también falible. El que piensa y toma decisiones tenga por seguro que se equivocará algunas veces. Aquí es donde entra en juego el perdón. Solo quien se sabe imperfecto es capaz de perdonar. El soberbio y el petulante suelen ser de difícil trato porque tienen muy complicada la disculpa de la miseria ajena. La imagen que se han hecho de sí mismos les impide acceder a las entrañas de la condición humana. Tanto brilla su nebulosa autopercepción que les deslumbra, provocándoles con frecuencia salidas de la carretera de la sociabilidad. Y es por esa falibilidad perceptiva que ningún hombre puede librarse de la tendencia a caer en la dureza con el prójimo. Al fin y al cabo, perdonar supone una especie de salto supranatural que conforma el acto más profundamente humano; porque es el acto más profundamente libre, inteligente y acertado que puede realizar el hombre en su vida. Al superar los límites que la naturaleza parece imponerle, el que perdona abre los ventanales del corazón, dando paso a un haz de luz que llena de calidez la lontananza de sus circunstancias. De repente, las situaciones difíciles se tornan amables, y aquellos detalles que antes ni se podían soportar pasan a ser, no solo gratos, sino incluso amados. Porque perdonar es hacer sencilla la vida en común, es dejar a un lado el protagonismo del yo para establecerse en el remanso de un abrazo limpio y generoso al otro. Como la piedra se erosiona con el constante golpear de las gotas, así el alma que perdona va mudando de piel, va dejándose moldear por el más diestro alfarero.

LA PREGUNTA DEL AUTOR

¿Puede explicarse el amor sin el perdón?

@NTunav

Opine sobre este asunto en X.

El amor es al mismo tiempo primer motor y fin último del perdón; y el perdón, incomprensible en apariencia, resulta ser aquello que hace más tangible el amor. Qué bella esta realidad. Qué bello saber que lo que de verdad importa para el hombre no es cuántas veces acierta sino cuántas sabe aceptar los errores —tanto los suyos como los ajenos—. En el amor la razón se queda corta, y el perdón es un ejemplo claro.

Enrique López [PPE 23 Teo 25] es columnista en El Diestro y ha colaborado en otros medios. Es autor de Los últimos besos que te escribo y otros libros.

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MIND THE GAP

— Casi una fotografía. Puerta sur del Templo de Karnak (Egipto). Obra de Francis Frith recogida en el álbum Egypt and Palestine de 1857. El procedimiento que emplea —el colodión después transferido al papel a la albúmina— aporta una gran definición a la imagen.

Así nació la imagen real del mundo

Valentín Vallhonrat y Rafael Levenfeld (1955-2023) habían renunciado al proyecto que perseguían desde hacía más de tres décadas, pero una serendipia sacó su sueño del letargo. El 7 de diciembre de 2018, en el despacho de Ernesto Fernández Holmann, en Miami, encontraron joyas bibliográficas fundamentales para responder las dudas que les habían espoleado durante todo este tiempo: ¿cómo se origina la relación entre el arte y la realidad?, ¿cuál es el embrión conceptual de la fotografía? Fue así como los directores artísticos del Museo Universidad de Navarra gestaron «Una tierra prometida. Del Siglo de las Luces al nacimiento de la fotografía», la muestra más importante en la historia de la institución, que se encamina hacia su décimo aniversario.

texto Ana Eva Fraile [Com 99] fotografía Museo Universidad de Navarra y Manuel Castells [Com 87]

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— Últimas decisiones.

Rafael Levenfeld, en el centro, durante los preparativos de la exposición.

— Viaje por dos siglos. El visitante sigue la transformación icónica desde el dibujo y el grabado a la fotografía.

agosto de 2023. faltan veintiocho días para que se inaugure «Una tierra prometida. Del Siglo de las Luces al nacimiento de la fotografía». Rafael Levenfeld se aleja lo menos posible de las salas expositivas, donde el equipo del Museo Universidad de Navarra mima cada detalle. Los colores elegidos para pintar las paredes —rojo y azul— recuerdan al Louvre. Se trata de un montaje clásico, pero nunca antes se había abordado un reto de esta magnitud. Desde septiembre de 2023 hasta el 14 agosto de 2024, novecientas piezas se desplegarán por casi todo el edificio. Solo tras compartir un par de indicaciones con Nacho Miguéliz y Pau Cassany, Rafael abandona una de las estancias rojas. Valentín Vallhonrat, que está a punto de llegar, le suplirá durante la hora que ha reservado para atender la entrevista de Nuestro Tiempo. Antes de comenzar la grabación, avisa de que está pendiente de una llamada de su mujer, María Jesús. Bebe un sorbo de agua y rehúsa la formalidad del usted. Es más de tú. «Pues arranca cuando quieras», dice. Mientras, en las plantas inferiores, continúa la metamorfosis.

En busca de las raíces del proyecto Rafael Levenfeld se remonta a 1988, cuando Valentín y él se incorporaron a la Universidad como asesores del Fondo Fotográfico. Siete años antes el campus había recibido el legado de José Ortiz Echagüe y les encomendaron impulsar la colección de fotografía. En esa época, comenzaron a explorar el origen de la cultura visual contemporánea. Las intuiciones que guiaron los primeros pasos de su investigación tomaron pronto cuerpo de tesis: el fenómeno fotográfico como elemento definitorio de la modernidad en el arte.

La exposición, según explica Rafael, hace visible la tradición artística y conceptual de la que proviene la fotografía. Durante el Siglo de las Luces, el conocimiento del mundo se plasmó a través de miles de dibujos y láminas. Aquellas imágenes representaban la realidad conforme a los parámetros de la ciencia: detalle, precisión, exactitud, claridad, definición y veracidad. Desde este puerto inicia su viaje «Una tierra prometida» y muestra, sobre fondo azul, los álbumes científicos e intelectuales del siglo xviii. Entre ellos, los cuadernillos L’Anatomie y

L’Astronomie de La Enciclopedia de Diderot y D’Alembert, dos dimensiones que ilustran la ambición de la ciencia por desentrañar cualquier área de conocimiento. Con precisión científica trabajaron también los artistas que se embarcaban en las expediciones —numerosas en ese periodo— para levantar acta del horizonte conocido o de nuevas maravillas. Sus dibujos enriquecieron los compendios sobre cartografía, astronomía, geodesia y nuevas especies, especialmente a raíz de que Carl von Linneo publicara en 1735 Systema naturae, su innovadora propuesta taxonómica para los reinos vegetal, mineral y animal.

En sala se encuentran, por ejemplo, los grabados coloreados a mano de Plantae Selectae —obra de los botánicos Trew y Ehret (que había conocido a Linneo)—, los dibujos en acuarela incluidos en la enciclopedia Libros ilustrados para niños, los álbumes Plantae officinales de Nees von Esenbeck —que investigó las propiedades médicas de las plantas—, las litografías de orquídeas de James Bateman o el trabajo Historia natural de los loros, a los que François Le Vaillant pintó en sus Campus El origen

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de la fotografía

hábitats, un acercamiento novedoso a la realidad.

el arte al servicio de la ciencia. La siguiente escala en esta travesía traslada al visitante a tierras egipcias, a donde el general Napoleón Bonaparte se dirigió en 1798 con hambre de conquista. A los más de cuarenta mil soldados se unieron 167 savants, que conformaban la Comisión de Ciencias y Artes. El cometido de estos ingenieros, científicos y artistas era llevar a cabo una investigación exhaustiva sobre el país. Incluso se fundó el Instituto de Egipto. Aunque la campaña militar fracasó, los miembros de ambas instituciones no regresaron a Francia hasta la capitulación del general Menou, en agosto de 1801.

Solo unos meses después, a principios de 1802, comenzó la aventura editorial. El Ejército británico se había incautado de las antigüedades reunidas por los eruditos franceses, entre ellas la piedra de Roseta, pero les permitió conservar escritos, dibujos y otros documentos. Estos trabajos, por decreto de Napoleón el Grande, se publicaron en un proyecto en-

ciclopédico titulado Descripción de Egipto. De las paredes rojas del museo cuelgan, por primera vez, un centenar de obras de este singular tesoro bibliográfico, tantas décadas ensoñado por Valentín y Rafael. «Una tierra prometida» no sería realidad sin aquella conversación fortuita el 6 de diciembre de 2018. Ernesto Fernández Holmann, donante y miembro del patronato promotor del Museo, mencionó dos pinturas que decoraban su despacho, en Miami. Valentín Vallhonrat, director artístico, y Ángel Gómez Montoro, presidente del patronato, se interesaron por confirmar si se inspiraban en las fotografías de Muybridge. Acudieron a su oficina al día siguiente y se quedaron ojipláticos. Valentín telefoneó a Rafael, que estaba en Madrid: «No creerías lo que acabo de ver. Don Ernesto conserva los álbumes de Alexander von Humboldt, de Jean-François Champollion y tantas otras obras capitales. Voy a hacer fotos y te las mando».

Al cabo de un año exacto, en diciembre de 2019, Fernández Holmann facilitó que los dos expertos revisaran y digitalizaran los materiales de Miami. También

pudieron visitar en Guatemala, donde residía, la edición imperial de L’Expédition de l’Égypte, una de las piezas de su colección privada. «Pasamos dos días encerrados con los libros», recuerda Valentín. «Sin la generosa ayuda de don Ernesto —remarca Rafael — este proyecto no habría sido posible. Suya es la donación de los álbumes de Napoleón, que desde 2022 forman parte de la colección del Museo, y el préstamo de muchos de los volúmenes de la sala azul».

Los grabados napoleónicos —sobre monumentos, lugares, flora, fauna y costumbres— son piezas clave en la actual exposición ya que, como señala Levenfeld, permiten comprobar la labor de los artistas al servicio de las ciencias y favorecen la comprensión del fenómeno fotográfico, que se anunció una década después de la publicación del último volumen de esta serie.

la semilla de la modernidad. El 19 de agosto de 1839, François Arago —astrónomo, físico y estadista— compareció en la Academia de Ciencias de Francia para presentar el nacimiento de

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la fotografía. En su discurso, se refirió a las «inmensas ventajas» que se habrían logrado durante la expedición de Egipto de haberse conocido la fotografía en 1798. Con el auxilio del daguerrotipo, continuó, un solo hombre bastaría para copiar los millones de jeroglíficos que cubren los monumentos de Tebas, Menfis o Karnak. Además, gracias el instrumento de monsieur Daguerre, «un vasto número de verdaderos jeroglíficos reemplazará a los ficticios [...], y superarán en exactitud y color a las obras de los más hábiles pintores».

En las palabras de Arago sobre este medio de reproducción, tan fiel y rápido, Vallhonrat y Levenfeld encontraron las pistas que vinculan el desarrollo de la fotografía con el afán de objetividad y su influencia directa en la construcción de las nuevas representaciones de la realidad; a partir de ese momento, las escenas de la vida y sus territorios solo parecerán veraces si son registradas por un dispositivo fotográfico. Pero la difusión gratuita del invento —el Gobierno francés compró la patente y la donó a la humanidad para que su acceso fuera universal— no solo revolucionó la percepción, sino también la deriva del arte.

En los años veinte del siglo xix, apunta Rafael, mucho antes de que el genio del realismo Gustave Courbet creara Entierro en Ornans (1850), El taller del pintor (1855) y la controvertida El origen del mundo (1866), tres obras con las que los historiadores describen el germen de la modernidad, las primeras fotografías incitaban a alejarse de los sistemas de fabulación palaciegos. El daguerrotipo o el calotipo —y sus derivados, como la placa de cristal al colodión húmedo— posibilitaron la renovación del lenguaje artístico, una tendencia que ha permeado hasta nuestros días. «A ver si encuentro algunas imágenes de la exposición para enseñarte», comenta mientras desliza con urgencia el dedo por la pantalla del móvil. «Esto de tener dos mil fotografías metidas en el teléfono…».

Los avances combinados de la óptica, la física y la química se concentraron en un procedimiento para crear una copia más exacta del universo y de las huellas de la actividad humana. «Las fotografías aspiraban a ser analogías de la realidad», afirma Levenfeld. Para reflejar el sinfín de autores que contribuyeron a forjar esta nueva iconografía, los comisarios han agrupado cerca de quinientas imágenes en polípticos de hasta 68 piezas.

La ruta que propone la exposición desemboca en Oriente. Se trata de un viaje de ida y vuelta, de Palestina a Al-Ándalus, que entronca con el espíritu científico de la misión napoleónica. En España, los monumentos del denominado «Oriente al sur de Europa» —el Alcázar de Sevilla, la Alhambra y la Mezquita de Córdoba— atrajeron a los calotipistas franceses e ingleses. «Sus instantáneas —explica— construyeron un relato, a menudo distorsionado, de un país misterioso, empobrecido y prácticamente en ruinas».

El recorrido por «Una tierra prometida» se cierra con la anhelada aparición del color a finales del siglo xix, como las imágenes del Estudio Photochrome Zurich. En el minuto cuarenta y seis, la conversación se pausa. También el ánimo de Rafael quiebra: «Perdóname, con la medicación que tomo, cuando llevo un rato hablando, me quedo realmente sin aire, sin aire mental también, y no quiero empezar a decir tonterías. Solo necesito descansar un poco. Incluso podríamos continuar después. ¿Qué nos quedaría?».

Hablar de lo que está por venir. De la masterclass programada para el estreno, del catálogo de la exposición, del libro Buscando lo imposible, de los proyectos de Vik Muniz y Joan Fontcuberta… Y de lo inevitable. El 2 de noviembre Rafael Levenfeld fallecía tras haber superado cuatro años de lucha contra el cáncer. Como director artístico del Museo dirigió 54 exposiciones. Con la última, el colofón perfecto de su trayectoria, alcanzó la tierra prometida. Nt

BUSCANDO LO IMPOSIBLE

El Museo Universidad de Navarra presentó a finales de febrero una antología de un centenar de textos sobre el origen y el desarrollo de la fotografía que hasta la fecha no habían sido traducidos, del inglés y el francés, al castellano. Las más de 1200 páginas de Buscando lo imposible se estructuran en tres volúmenes: Utopía, Materialidad y Praxis, en una edición a cargo de Martí Llorens y Rebecca Mutell

La publicación, que abarca el periodo entre 1816 y 1844, es una herramienta clave para comprender en profundidad el fenómeno fotográfico.

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Inspirándose en la exposición «Una tierra prometida. Del Siglo de las Luces al nacimiento de la fotografía» y fruto de sendos programas de residencias artísticas, Vik Muniz, Joan Fontcuberta y María Pagés han presentado sus propuestas en el Museo Universidad de Navarra.

— «Florilegium». Desde los años ochenta, a Joan Fontcuberta le interesa la fotografía de la naturaleza para llegar a la naturaleza de la fotografía. Cuatro décadas después, construye mediante mecanismos de inteligencia artificial una flora imaginaria como la que cautivó a los exploradores del siglo xviii. El diálogo entre los paisajes de «Florilegium» y la exposición «Una tierra prometida» lleva a Fontcuberta, galardonado con el Premio Nacional de Fotografía en 1998 y el Premio Nacional de Ensayo en 2011, a reflexionar sobre el concepto terra incognita, que ya no solo se limita a lo geográfico, sino que puede expandirse en el universo de los nuevos imaginarios, a la vida virtual y a la impresionante capacidad alucinatoria de las tecnologías de visualización generativa más avanzadas.

— «Tierra prometida». Danza flamenca, fotografía y escenografía museística se entrelazan en la pieza performática que María Pagés y El Arbi El Harti han creado ex profeso para interactuar con la exposición homónima, que se acerca a la génesis de las representaciones de la realidad. Si una fotografía es una instantánea que narra una historia, una coreografía es la sucesión de instantáneas que desean contar la Historia desde la emoción ética de un imaginario creativo.

— «Flora Industrialis». Siguiendo los pasos de los grabados y dibujos de los álbumes de flora latinoamericana del siglo xix, algunos de los cuales forman parte de la muestra «Una tierra prometida», Vik Muniz convierte un puñado de flores artificiales de tela en un delicado catálogo botánico nacido de su propia creatividad. A través de noventa obras, que el artista brasileño ha donado al Museo, «Flora Industrialis 2023» cuestiona la aproximación a la realidad en un mundo tecnificado y ultrarrepresentado.

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UNIVERSO CREATIVO

Vuelvo a la vida, vuelvo al Congo

Después de veinticinco años en Kinsasa, Candelas Varela [Enf 93] tuvo que salir del país para tratarse una malaria que a punto estuvo de no contar. Hace un año que regresó a su patria de acogida, donde florece su pasión: dignificar la enfermería para mejorar la vida de la gente.

texto Candelas Varela [Enf 93]

kinsasa [república democrática del congo]. Volví a mi país adoptivo hace casi un año, el 28 de abril de 2023. Me repatriaron desde el Congo en un avión medicalizado porque me ahogaba. La malaria grave que contraje en un viaje a Camerún en julio de 2022 por poco me mata, y allí no disponíamos de medios para mi tratamiento. Con la ayuda de los profesionales del Hospital Monkole, los de la Clínica Universidad de Navarra, de miles de personas amigas del mundo entero y de mi familia, conseguimos pagar los cien mil dólares del avión medicalizado que marcó para mí la diferencia entre vivir o morir. ¡Menos mal! De vez en cuando, me paro a pensar en aquellos ocho meses que duró mi recuperación en España y en lo agradecida que tengo que estar a Dios y a todos. Con la rutina, a veces, se me olvida. Durante mi convalecencia me entrevistaron en Nuestro Tiempo y me preguntaron si Kinsasa era mi lugar en el mundo.

Respondí que aquí me necesitan y yo los necesito; me siento útil y querida. «Por eso fui, por eso me quedé y por eso volveré», dije, y he cumplido. La acogida, ya desde el aeropuerto, fue increíble, a pesar de que, al pasar la aduana, retuvieron mi equipaje para inspeccionarlo —lo más raro que llevaba era un camelio— y me dije: «Bienvenida a Kinsasa». El incidente se me olvidó en cuanto vi las pancartas y las camisetas con las que me esperaba una representación de mi club de fans: Carmen Songo, Assina Kahamba y Patricia Ntumba. ¡Qué majas! Eran las seis de la mañana y llevaban dos horas esperando. Desde la primera vez que vine al Congo, en 1997, he dedicado nueve años al Hospital Monkole y los dieciséis siguientes a formar enfermeras y auxiliares en el Institut Supérieur en Sciences Infirmières (ISSI). A los pocos días de reincorporarme a la Escuela, me sorprendieron con una fiesta de bienvenida muy familiar. Hubo una misa de acción de gracias en la que cantaron las estudiantes y, juntas, lloramos de emoción. Me sentí arropada también por muchas antiguas alumnas; las que no pudieron venir mandaron su aportación para el ramo de flores, la tarta o el cóctel que tomamos para celebrar mi regreso. Durante las primeras semanas, hubo momentos para el reencuentro y para agradecer el apoyo recibido. Después llegó la vuelta al trabajo ordinario, la vida de todos los días, que es lo que más me gusta.

un trabajo que cambia vidas. Aquí la gente se levanta muy temprano, para aprovechar la luz del sol. Yo estoy en pie a las cinco, y así el día da mucho de sí. Tres horas después, empiezan la jornada laboral y las clases, que se desarrollan hasta las cinco de la tarde. La enfermería es la mejor profesión que existe y en ISSI llevamos más de un cuarto de siglo volcadas en el gran reto de lograr su prestigio en este país. Este curso se han graduado 27

enfermeras, y en todo este tiempo son casi seiscientas Poco a poco, vamos viendo los cambios. ¡Ahora nuestras enfermeras son las más demandadas! El equipo de ISSI lo dirige otra antigua alumna de la Universidad, Nicole Muyulu [Enf 95]. Junto con ella, la directora de Estudios, Florence Lukadi, también congoleña, y yo, como secretaria administrativa, nos esforzamos por hacer de esta Escuela una Facultad de Ciencias de la Salud. Ahora mismo me dedico a la coordinación de los proyectos de desarrollo que promovemos, la búsqueda de becas de estudios, de ayudas económicas para sustentar la actividad de la Escuela, los nuevos programas de formación de enfermeros en el Congo… Nunca ha de-

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Alumni Carta desde... Congo
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jado de apasionarme la formación de los profesionales de enfermería, y me ilusiona que en ISSI les damos un énfasis especial a aspectos infrecuentes en otros programas formativos como la deontología profesional, el humanismo o el liderazgo.

Me emociona pensar que está en nuestra mano cambiar la visión de su labor para humanizar los cuidados y aportar conocimientos a los ciudadanos sobre la prevención de enfermedades, para que puedan convertirse en actores de su propia salud. Aquí va un ejemplo muy concreto de cómo plasmamos esto último: hace cinco años, iniciamos un programa formativo dirigido a los maestros de primaria en higiene escolar —lavado de

manos, reciclado de basuras, uso de los baños…— y otro para los vendedores de comida de las cercanías de los colegios, con el objetivo de mejorar la alimentación de los alumnos y la seguridad nutricional.

De las tareas que hago, disfruto de forma muy especial con la comunicación y los proyectos: contar historias de nuestras alumnas, que tienen unas vidas increíbles, y conseguir recursos económicos para que salgan adelante. Historias como la de Ruth y su hermano Fils Mekani. Su madre se había ido de casa y, al cabo de un tiempo, su padre los abandonó en la calle después de haberlos maltratado. Durante varias semanas, vivieron de la caridad y luego los llevaron a un orfanato, donde al menos tenían techo y

Vista aérea de Monkole e ISSI (detrás, con tejado gris). SANTIAGO M. LÓPEZ @SAMLO

Esther, una enfermera de ISSI, atendiendo a un paciente. SANTIAGO M. LÓPEZ @SAMLO

Candelas con los hijos de Déborah, una antigua alumna, en Kananga. C. VARELA

5 El reencuentro de Candelas con su club de fans CANDELAS VARELA 1 2 3 3 4

Una promoción de enfermeras lanza sus birretes al aire tras graduarse. ISSI

comida. Ruth residió en esa institución desde los cinco años —su hermano tenía siete—, pero al cumplir los dieciocho ya no podía quedarse allí. Entonces, a través de una alumna de primer curso de Enfermería de la Universidad de Navarra, le conseguí una beca para estudiar en nuestra Escuela. En la actualidad, vive con su hermano, que también hizo una formación con nosotros, y, gracias al empleo que consiguió después y a alguna otra ayuda, está estudiando técnico de laboratorio. En tres o cuatro años ya serán del todo independientes. No es solo una historia bonita para contar, son vidas reales que se vuelven un poco mejores con la palanca de nuestro trabajo. Con estas alegrías aquí, ¿cómo no iba a volver? Nt

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BÚHOS A ATENAS

Mariona Gúmpert

Terapéutico

«Les hablé de mi desconcierto con el uso de la palabra terapéutico. Una me respondió a la navarra, directa y contundente: “Chica, es que estamos todos locos, no le des más vueltas”»

LA PALABRA del año en 2023 fue polarización. Qué deliciosa ironía que haya consenso generalizado sobre la imposibilidad de un consenso generalizado. Recuerda a la socrática frase «Solo sé que no sé nada», que, tomada en un sentido estricto, se invalida a sí misma. O, como dijo mi hermano cuando tenía trece años: «No es cierto que exista gente sin personalidad: su personalidad consiste en no tenerla». Aquí se demuestran los líos a los que conducen las interpretaciones literales o, en lenguaje de estar por casa, a dónde nos lleva mirar el dedo del sabio que apunta a la luna. Por cierto, ¿por qué los jóvenes usan ahora la palabra literalmente cada dos frases? El otro día se la oí a mi hijo de diez años, ocasión que aproveché para explicarle la diferencia entre sentido figurado y sentido literal. No estaba muy por la labor de escuchar una lección de Lengua (quizá, que fueran las once de la noche no ayudaba), así que concluí aconsejándole que no usara literal y todos sus derivados. Me hizo caso (o me dio la razón como a los tontos, ya les contaré).

Pero me desvío. En realidad, quería comentarles que la palabra del año, incluso de la década, debería ser terapéutico. Y no, no es que mi experiencia esté sesgada por estar rodeada de médicos en mi familia (precisamente estos no la usan demasiado de forma aislada, son más de «tratamiento de», «manejo», «terapia», «ensayo tera-

péutico»). Tampoco estoy pensando en terapias psicológicas, tan en boga. Apunto más bien a cuando se le encasqueta el adjetivo terapéutico a cualquier actividad relajante que nos saque de nuestra rutina habitual. La he escuchado en todo tipo de contextos, usada más por mujeres que por hombres. Para nosotras, ir a clases de pintura, de escultura, aprender a coser o tejer, participar en un coro resulta terapéutico. Los hombres son más de desfogarse, de exorcizar el estrés en una media maratón, en clases de crossfit, cocinando carne en fuego auténtico o acumulando más kilómetros subidos en una bici que el coche de una familia numerosa. En todo caso, estas actividades señalan a lo mismo, a saber, la necesidad que tenemos de suplir carencias o eliminar toxicidades, otra palabra de moda, que se usa igual para un roto que un descosido (hay personas tóxicas, comportamientos tóxicos, necesitamos eliminar toxinas de nuestro cuerpo y huir de ambientes tóxicos).

LA PREGUNTA DE LA AUTORA

¿Dónde encuentra usted paz interior?

No me entienda mal el lector, no critico el fenómeno; simplemente, me llama la atención cómo nos referimos a él. Las palabras que empleamos condicionan nuestra forma de ver el mundo y viceversa: nuestros pequeños mundos condicionan nuestro vocabulario. A mi bisabuela Luisa le habrían resultado desconcertantes estas nomenclaturas. Imagino que entendería el asunto con dos frases hechas: «Descansar es cambiar de actividad» y «Cuando el diablo se aburre, mata moscas con el rabo». Sería la suya una aproximación a lo terapéutico, si no fuera porque ella (y muchos otros) habrían dicho que su manera de exorcizar sus demonios e inquietudes consistía en recibir sacramentos, rosario diario y practicar obras de misericordia. Ayer asistí a mi clase semanal de cerámica; me gusta hacer cosas con las manos. Y me relaja, claro que sí. Estoy a dos sesiones de saber crear tazas y cuencos para el desayuno. Comparto hobby con mujeres ya jubiladas, a quienes les hablé de mi desconcierto con el uso de la palabra terapéutico. Una me respondió a la navarra, directa y contundente: «Chica, es que estamos todos locos, no le des más vueltas». Y sí, tiene cierta razón, solo que mi bisabuela más bien diría que la naturaleza humana está dañada por el pecado original. Podríamos lamentarnos de que muchos intenten sanar ciegamente una herida de esta magnitud a través de aficiones o filosofías zen. Prefiero enfocarme en lo positivo: cada vez son más quienes se dan cuenta de lo necesitados que estamos de terapia. Nos queda transmitir ahora que la mejor cura radica en la Buena Nueva.

@NTunav

Opine sobre este asunto en X.

Mariona Gúmpert [PhD Fia 16] es columnista de El Debate. @MarionaGumpert

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Libros

Padrós de Palacios, un cuentista para recuperar

Siempre habrá lectores que compartan la estética narrativa que defendía este hombre coherente. Fue uno de los más fieles cultivadores del cuento de intriga, pionero del microrrelato, autor de ingeniosas narraciones cortas detectivescas, con señas particulares de escritura.

texto Joseluís González [Filg 82], profesor y escritor @dosvecescuento

La hispanista suiza y traductora al alemán Erna Brandenberger defendió su tesis doctoral en los primerísimos años setenta. Resumida y divulgada en su libro Estudios sobre el cuento español actual (1973), ofrecía un panorama de la narrativa breve desde la Guerra del 36. Pionera, Brandenberger aportó nociones que hoy resultan consabidas porque tienen el vigor de la verdad. Subrayaba que las ideas orteguianas de deshumanización del arte en los años veinte del siglo xx y su depreciación del contenido de las historias habían lesionado, en parte, esta modalidad de relato. Varias circunstan-

NÚMEROS

millones de personas —calcula la RAE— somos hispanohablantes.

artículos del diccionario contienen sinónimos o afines, y 9790 antónimos u opuestos.

Retrato del escritor en 1955, cuando ingresó en el Colegio de Médicos de Barcelona.

cias favorecieron que sobre 1955 y el lustro siguiente se rehiciera en España este «género independiente» aunque en él desembocaban diversos influjos. Capaz de esbozar problemas de aquellos tiempos del franquismo, «la España de los años cincuenta está mejor reflejada en el cuento; la de los sesenta, en la novela», aseguraba la investigadora. Otro factor positivo: bastantes revistas y algu-

nos diarios poderosos —y aquí sí que ha transmutado sus hábitos la sociedad— acogían en sus páginas efímeras piezas breves. También de firmas jóvenes: Ignacio Aldecoa (1925-1969) fue cuentista de referencia. El género toma cuerpo en antologías —decisiva la inaugural de García Pavón en 1959—, prolifera en premios y convocatorias —mucha cantidad y no tanta calidad— pero sigue con-

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col·legis de metges de barcelona

siderándose —ya entonces— un género menor. La necedad de confundir valor y precio, tamaño y grandeza. A quien le sacan cuentos en un libro es que cuenta.

Uno de los nombres que rescató la estudiosa suiza fue el de Esteban Padrós de Palacios (1925-2005). Médico dentista, había publicado hasta ese momento, además de artículos, dos volúmenes de narrativa breve: Aljaba (1958), es decir, la caja donde transporta sus flechas un arquero, y La lumbre y las tinieblas (1966). Había sido uno de los fundadores del premio para libros de cuentos Leopoldo Alas. Con esta particularidad: galardonar, remunerar y editar un libro de narraciones cortas. Los anales históricos sellarían que uno de los primeros en ganarlo fue un joven peruano de veintitrés años, un tal Mario Vargas Llosa. Con Los jefes. Un prodigio de colección.

Aquellos dos libros iniciales de Padrós de Palacios mostraban a un cuentista imaginativo y versado en los grandes nombres del género: Poe, Chéjov, O. Henry, Maupassant ... Acuñó con su fiel amigo el editor y poeta Enrique Badosa , y con el doctor Manuel Pla , una firme definición de cuento: «texto preferentemente breve, de contenido expectante, cuya acción se intensifica y aclara en su mismo desenlace». Centrados en el peso y en el ingenio de la trama, según lo muestran piezas como —y enumero de memoria— «La carrera» o «La asombrada alegría de Nochebuena», microrrelatos precursores —su célebre «Náufragos» o también «El pecado»— y el magistral «El aparecido», los primeros relatos padrosianos reflejaron su visión de la sociedad en sus épocas y transformaciones. Impregnaban sus páginas la sutileza inteligente del humor, el toque

culto del equilibro y la armonía y lo elegante de querer comprender siempre la naturaleza humana y su dignidad, un rasgo arraigado en cuentistas de vocación. Y las diferentes caras que puede albergar un mismo suceso o la misma persona. Por eso, las últimas líneas de sus relatos dejan al lector pensativo y a menudo sorprendido gratamente. No demasiados escritores compartieron la estética que este hombre coherente defendía.

En aquellos años aparece un personaje esencial de la narrativa de Padrós , el comisario Lorenzo Sánchez-Tello, un hombre común fuera de lo ordinario, un soriano heredero de una trascendente línea detectivesca que tiene en Chesterton a uno de sus mentores. SánchezTello se merece en estos tiempos una recopilación. «Solo la realidad es sorprendente. La mentira siempre trata de ser verosímil, la realidad no», frase que cincela en uno de los cuentos, podría figurar como su divisa.

Añadió al tesoro del cuento varios libros más: Velatorio para vivos (1977), Los que regresan (1991), El gran usurpador (1996), El pozo de los deseos (1999) y Las extrañas veladas y otros azares (2002). De todos pueden subir narraciones al pódium de una gran antología.

Quizá la rueda dentada del tiempo y las costumbres hayan enturbiado el luminoso estilo de Padrós. Ningún periodista escribe en blocs, y menos con pluma estilográfica, ya no existen teléfonos con rueda para marcar números en las conferencias —«comunicación telefónica interurbana o internacional»— ni se llevan los gabanes. Reencontrar lo genuino del ser humano y la literatura que muestra cómo somos harían bien en reeditar la narrativa breve de este caballero respetuoso. Nt

APUNTES

¿cuándo regresarán?

Barcelonés que hablaba en catalán y escribía en una elegante prosa castellana, Esteban Padrós de Palacios (1925-2005) engrosa una buena estirpe de vocaciones por la medicina.

Adelantado en el microrrelato, maestro en cuentos policiacos de enigma —resueltos sobria y prudentemente por su comisario Sánchez-Tello—, con la visión de los médicos humanistas y un humor respetuoso y crítico, Esteban Padrós de Palacios envuelve con ingenio una concepción de la humanidad.

Su hijo Tomás, artista y profesor, deja un retrato en estebanpadros.es: «De mi padre atraía su amplia cultura y conversación inteligente, así como su generosidad, sensibilidad consoladora hacia el sufrimiento ajeno […]. En sus cuentos es posible rastrear ese humanismo, nítidamente cristiano, que, sin dejar de condenar el mal y el sufrimiento, preserva a toda persona, por desorientada que esté, de un ámbito, a veces muy escondido, de dignidad sagrada, o sea, de esperanza».

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Deborah Eisenberg Jorge Freire G. K. Chesterton Beatriz Manjón Antón Chéjov Mario Vargas Llosa

La infancia es un trampolín

La vibración

Desposeídos

Radiografía de una estafa moral

Oh, qué espléndida música

Dorothy Evelyn Smith Trotalibros, 2023

377 páginas, 23,95 euros

A sus siete años, Ruan tiene un corazón muy preparado para la belleza. La ve en el rostro de su madre, en las acciones buenas, en la música lejana, en los libros que devora y, ¡oh!, en la libertad del páramo, que le descubre David. Pero también percibe las intenciones torcidas, sabe cuándo se cierne una tormenta y palpa un «algo oscuro» que invade su hogar.

Ruan cumple años y, aunque se enfrenta a vivencias dolorosas, de esas que hacen pegar un estirón, se aferra a la levedad de su infancia, y mantiene resonando lejos la llamada a crecer. Pero la vida pasa, y empezará a intuir, gracias a la amistad de las personas que la quieren, que la música se disfruta más cuando te abraza.

Dorothy Evelyn Smith crea unos escenarios envolventes, que apelan a los cinco sentidos, y unos personajes inolvidables, que se quedan dentro del lector como un latido y le acompañan mucho tiempo después de haber llegado a la última página.

Lucía Martínez Alcalde

Lo que busca la abeja

Víctor Herrero de Miguel

Reino de Cordelia, 2024 112 páginas, 12,95 euros

Víctor Herrero de Miguel (Salamanca, 1980) es fraile capuchino y profesor universitario con un profundo conocimiento de filología, teología y literatura bíblica. A primera vista, sus versos parecen escritos solo por el fraile: tan sencillos suenan («ese gozo de que una flor exista»), tan contemplativos («puñal con plumas / tajo de luz»), tan cercanos al éxtasis («De la quietud hacer, / como tú haces, ofrenda»).

Sin embargo, entre líneas se adivina el hondo pensamiento: «Imaginar el bien es casi hacerlo». Palpita en este libro un ansia de plenitud nunca completamente saciada, aunque por poco: «Es siempre todo más. Todo es penúltimo» o «Vivir consiste en esperar milagros». Esa tensión logra que el libro vibre de belleza tersa y que nos haga levantar la mirada a la realidad y en la espera. «La vida no termina con la vida», escribe Herrero de Miguel. Ni la poesía con el poema, añadimos nosotros.

La venganza de los dinosaurios

Deborah Eisenberg

Chai Editora, 2023 216 páginas, 19,95 euros

El título del libro evoca paisajes jurásicos y bestias escamosas. Pero sus personajes no son dinosaurios: son taxistas demacrados, niñas afligidas, escritores anarquistas (¡en pleno centro de Manhattan!), meseras de restaurantes sin clientes y familias en proceso de desintegración. ¿Su hábitat? Nueva York, hogar de «personas irreprimible y letalmente furiosas».

Aunque diferentes, todos los cuentos resaltan por su mordaz retrato de las relaciones humanas. Y por su fluidez narrativa, hechizo de Eisenberg . «Sirenas» es el llanto silenciado de una niña; «Peligros como estos», la colisión de dos vidas. «El crepúsculo de los superhéroes» —el título también engaña— reúne separaciones, migraciones y los traumas del 11S. Es un relato de lenta digestión. Prevalece, siempre, una mirada crítica —y humana— hacia quienes nos rodean mientras caminamos, cabizbajos, por nuestras ciudades y silencios. Esteban Garay Huarcaya

La banalidad del bien

Jorge Freire Páginas de Espuma, 2023 168 páginas, 17 euros

En una época en que los referentes clásicos se sustituyen por otros que aparentan ser fluidos, resulta normal que surja un mínimo de controversia. Jorge Freire la aviva con sus libros, en especial con este, centrado en la denuncia del trueque moral que supone arramblar la virtud, el honor y la «vida buena» y colocar en su puesto una banalidad —carencia de criterio propio y honesto— que se empeña en mostrarse en Instagram como un sepulcro blanqueado. Porque el problema no estriba solo en la baja calidad de los sucedáneos éticos hodiernos, sino que se adquieren como productos de mercado. A este fondo se añade una sugestiva voluntad de estilo y abundancia de fuentes —desde los más antiguos hasta los más modernos, porque este libro vive en nuestros días, no en la idealización del pasado— con que Freire explica al lector la estafa de un mundo que nos quiere convencer de que ya no hay pecado.

José María Sánchez Galera

88—Nuestro Tiempo abril 2024 Libros

Vivir con todo el cuerpo

Noblezas y debilidades

Castidad. La reconciliación de los sentidos

Erik Varden. Encuentro, 2023 172 páginas, 19 euros

Castidad es un libro contracultural, pero no descoloca solo a los hijos de lo woke, sino también a los cristianitos acostumbrados a los manuales. A Erik Varden, un monje trapense noruego, converso y obispo, antiguo profesor en Cambridge, le preocupa qué significa esta virtud de apariencia trasnochada. Con imágenes poderosas teje y desteje un ensayo fascinantemente visual, más fenomenológico que escolástico, existencialista y culto. No escribe ni una sola conclusión o recomendación práctica, sino que agarra al lector de la pechera y lo lleva a golpes de un capítulo a otro. Algunos de ellos —Eros y muerte o Matrimonio y virginidad — contienen intuiciones de una claridad terrible y afilada, capaces de cortar la respiración. Varden, como un Virgilio, nos arrastra a los infiernos de un Adán sin Dios. Después, con una mirada casta sin rastro de mojigatería, zas, recuerda que es posible vivir de otra forma.

Teo Peñarroja Canós

Aventureros del Nuevo Mundo

Javier de Navascués Sekotia, 2023

304 páginas, 20,85 euros

Misioneros y corsarios, militares y rebeldes. También videntes, pintores, chocolateros, pícaros y conquistadores. Protagonistas de grandes historias. Cabecillas en la construcción de la nueva América. Javier de Navascués , catedrático de Literatura Hispanoamericana, se aleja en su libro de los extremos y bucea en las profundidades de lo gris, de lo ambiguo. Su herramienta: los datos, clave para crear una historia veraz. Narra con estilo novelesco y ritmo fluido la trayectoria del territorio americano con nombres y apellidos. Los fracasos y victorias dejaron claro que las empresas humanas están llenas de altibajos. Y, sin embargo, fue este grupo pintoresco y aventurero el que dio forma al futuro del continente. «La opinión general se ha fijado mucho en los Pizarros y Corteses», pero la realidad es que fueron gentes varias, de aquí y de allá, administradores y mandados, los que marcaron la ruta del Nuevo Mundo.

Juan González Tizón

Morir sin haber

muerto

Adelantarse al futuro

No me salves Beatriz Manjón

Ediciones Monóculo, 2023

179 páginas, 20,90 euros

A Mario Estévez le está costando toda una vida morir. Sus días han ido transcurriendo entre intentos de suicidio y una actitud negligente con el cuidado de la propia subsistencia. Beatriz Manjón , brillante autora de esta novela llena de oscuridad, humor y compasión, nos acerca, a partir de un suceso real, a la atormentada psique de un paciente diagnosticado con trastorno límite de la personalidad. «Para querer morir primero hay que haber muerto: una muerte social, laboral, familiar y espiritual. Un nicho invisible al que nadie lleva flores», reflexiona Mario. Sin embargo, con la sabiduría que da la locura, nuestro antihéroe descubre el sentido de toda existencia al final de la suya.

Narrada con un magnífico y personalísimo estilo, No me salves es un trozo de vida doloroso y agónico, un homenaje a la familia, una denuncia social y un ruego a la empatía. Una lectura tan hipnótica como trágica y esperanzada. Esperanza Ruiz

De Dante a Borges. Páginas sobre clásicos

José María Micó. Acantilado, 2023 240 páginas, 18 euros

Que los grandes autores, nuestros clásicos y de otros, siguen admitiendo novedades de interpretación lo demuestran los quince ensayos del catedrático de la Pompeu Fabra, músico y poeta, y perspicaz lector, José María Micó recopilados en este libro que inspira vitalidad. El futuro vuelve a ser también de los de antes.

Estas páginas amenas y doctas desvelan aspectos agudos como la destreza sobresaliente de Cervantes en los prólogos (y otras picardías), los finales tronchados de varios poemas de Rubén Darío, cierto verso inasible de Petrarca, lo que calla Lázaro de Tormes en su «carta», incluso la cruda actualidad de imágenes de Dante reanudadas en las incertidumbres de la pandemia y en el despliegue de féretros anónimos. Más los acercamientos al Borges sonetista.

Monedas que brillaban en el tesoro de obras permanentes que no habíamos tenido en las manos «quienes aún estamos vivos y seguimos leyendo».

Joseluís González

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Peso y alas a la reputación

Se nos ha hecho tarde

En busca de nuestra identidad

Sin miedo al cuerpo

Una experiencia memorable

S. Fernández-Gubieda 2023

220 páginas, 18,90 euros

Alfonso Nieto, antiguo rector de la Universidad de Navarra y decano de su Facultad de Comunicación, solía decir que un buen libro tiene «peso y alas».

Este libro tiene peso: es el resultado de un estudio paciente. Resume la aportación de los académicos al conocimiento de la reputación de universidades. Además, atesora la sabiduría práctica de cuarenta y dos expertos de diferentes países. En esa base fundamenta FernándezGubieda la definición de reputación universitaria más completa hasta la fecha.

Y también tiene alas: el autor se atreve a proponer una hoja de ruta para los responsables de cultivarla. Le avala su larga experiencia como directivo de comunicación.

Esta obra suma investigación básica y aplicada; academia y profesión; gobierno y comunicación; claridad y calidad. Pienso que le habría gustado a Alfonso Nieto, maestro de esta escuela.

La dignidad humana ante el futuro y otras entrevistas L. Polo y S. Bernal, 2023 272 páginas, 21,90 euros

Este libro recoge cuatro entrevistas al filósofo madrileño Leonardo Polo (1926-2013), catedrático en la Universidad de Navarra. El entrevistado (Polo), periodista (Salvador Bernal) y periodo (primer lustro de los 70) son los mismos. Estos puntos fijos definen la unidad del libro con tres líneas rojas. La dignidad humana ante el futuro y otras entrevistas no presenta, en su totalidad, un texto redactado y corregido por su autor. Tampoco es un tratado de metafísica ni de teoría del conocimiento. Por último, no habla del presente, si estamos dispuestos a definirlo como aquello que comenzó a pasar después de la caída del Muro de Berlín o del 11S.

¿Qué queda, pues? Una frenética batería de intuiciones sobre un pasado que evaluar desde el futuro. Algunas de ellas, cruelmente ciertas: «El riesgo más grande de todos es amar y… poder no ser amado». Discreto lector, vaya con decisión y cuidado.

Felipe Muller

Teología del cuerpo en una hora

Jason Evert 2023

180 páginas, 14,90 euros

Jason Evert traza un mapa para aquellos que se sumerjan en uno de los mayores legados de san Juan Pablo II: la teología del cuerpo.

La profundidad y la altura de estas catequesis del papa, impartidas entre septiembre de 1979 y noviembre de 1984, pueden hacer que al lector, acostumbrado al consumo rápido —y muchas veces vacío— de contenido, le cueste seguir el hilo. Por eso, Evert trata de destacar los puntos clave de esta obra, esenciales para los tiempos que corren, en los que aumenta la confusión ante la cantidad de géneros, que va in crescendo, y en los que se reduce el valor de la sexualidad y, con ello, el de la persona.

Frente a este panorama, la Iglesia propone conocer nuestra identidad más profunda, para poder aceptarla y, así, amarla: « Juan Pablo II no empieza explicando lo que el hombre debe hacer, sino quién es el hombre [...], las personas sabrán cómo vivir si saben quiénes son». Nuria Casas

Reconocimiento natural de la fertilidad. J. A. Arraztoa, L. Chiva, J. Granados (eds.). 2023 423 páginas, 24,90 euros

Frente a quienes miran la fertilidad humana con sospecha o recelo, y ante la tendencia a separar la procreación del amor y el compromiso, este libro aporta una visión integral llena de esperanza. Recoge las ponencias del Simposio sobre el Reconocimiento Natural de la Fertilidad, organizado en septiembre de 2021 por la Universidad de Navarra, la Universidad de los Andes (Chile) y el Proyecto Veritas Amoris. Entre los expertos que participaron y que ahora se pueden leer en estas páginas se encuentran Christopher West, Juan José Pérez-Soba, Eva Corujo y Jokin de Irala. En treinta y tres capítulos realizan un recorrido muy completo y asequible para cualquier lector interesado en los métodos naturales de reconocimiento de la fertilidad. Va desde el enfoque antropológico —el don de sí y el lenguaje del cuerpo— a la perspectiva de las ciencias de la salud, pasando por cómo comunicar esta mirada sobre la persona y la sexualidad.

Lucía Martínez Alcalde

90—Nuestro Tiempo abril 2024
Libros Novedades EUNSA

El túnel

Ernesto Sábato

Cátedra, 2006

168 páginas, 9,95 euros

Oscuridades

«Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona». Las primeras líneas de esta novela del argentino Ernesto Sábato (1911-2011) chafan el final. Parecen ridiculizar, con el asesino desvelado en el párrafo de apertura, la narrativa de enigmas detectivescos. Pero no. Al revés: agrandan el misterio del desenlace. El apenas centenar de páginas cruzará esa oscuridad, esa enmarañada oscuridad, mayor que un túnel desamparado: el del narrador. Sábato, físico nuclear pionero, había publicado en 1945 un primer tomo de ensayos, Uno y el Universo, y determinó dejar su profesión científica para dedicarse de lleno a la escritura. «La novela es lo nocturno y, en consecuencia, lo que auténticamente somos», concluía. Y marca un personaje complejo: un artista plástico con interior analítico, laberíntico, de memoria obsesiva que se enreda en los adentros de su propio interior, ese pasadizo tenebroso, mientras reproduce qué ocurrió, por qué, para qué.

Varias editoriales bonaerenses rechazaron el manuscrito de El túnel hasta que lo publicó la revista Sur en 1948, veintitantos meses después de que ya campase a sus anchas el peronismo argentino —el «justicialismo»—, en plena vigencia de la tristura existencialista europea: la descomposición, el sinsentido. Y, de paso, la búsqueda ansiosa del absoluto, el deseo de encaramarse a la felicidad y de retenerla. Aunque también la escisión de la personalidad propia y ajena, el desmenuzamiento del tiempo y el dolor constante. El mismísimo Albert Camus —dicen— aceleró gestiones para que la editorial Gallimard tradujera al francés esa tormentosa y breve historia de amor, que por fin se editó en Buenos Aires en forma de libro. Y, mientras tanto, en España la censura franquista de los años sesenta la prohibió por verla «una novela pornográfica, en la que se relatan un adulterio y un asesinato».

A El túnel , a su insensato personaje, le siguió otro prodigio narrativo mayor: Sobre héroes y tumbas (1961), con la esperanza iluminando varios puntos cardinales a la vez.

Clásicos: otra mirada DIEGO FERMÍN abril 2024 Nuestro Tiempo —91
Libros

horas de conversación tuvo J. A. Bayona con los supervivientes y familiares de la tragedia de los Andes para preparar La sociedad de la nieve

años cumple en 2024 El padrino. Parte II, de Francis Ford Coppola.

Robot Dreams, la amistad es descubrir juntos

Dreams obtuvo el Goya a mejor película de animación y guion adptado, aunque no llegó a triunfar en los Óscar.

Hay películas y películas. Algunas pueden reseñarse en 900 caracteres con espacios y otras llevan detrás cuestiones difíciles de resumir porque, además de una historia, hablan de mucho más. De la vida.

texto y críticas

Ana Sánchez de la Nieta

Robot Dreams es una pequeña joya. El cineasta español Pablo Berger ha adaptado la novela gráfica de la estadounidense Sara Varon que cuenta la historia de un perro —Dog— que vive solo en un apartamento en Manhattan. Para paliar su soledad, Dog decide comprar un robot que se convierte en su mejor amigo. Desde el punto de vista cinematográfico, la película es sobresaliente. Y eso que el reto era complicadísimo, porque la cinta se apoya en un cómic minimalista —de trazo casi desnudo, nada que ver

con las animaciones de Pixar— y Berger, además, optó por que fuera muda. No era la primera vez que se enfrentaba a este género. En 2012, había estrenado su magistral Blancanieves . El cineasta sostiene que una película muda requiere un cuidado especial en el ritmo, y ese cuidado puede imprimirle también carácter a una historia animada. En Robot Dreams consigue ambas cosas: un film con ritmo y con carácter. Desde que se vio por primera vez en Cannes, la cinta no ha dejado de recibir premios. El últi-

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Cine
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Robot

mo, al mejor largometraje animado en los galardones del cine europeo. Pero al margen de sus valores cinematográficos, Robot Dreams es una reflexión bellísima sobre la soledad y la amistad. Tan necesaria en una época en la que la soledad se extiende como una plaga silenciosa y en la que peligra la amistad real, no virtual. La novela gráfica de Sara Varon se ubica en los años ochenta del siglo xx, pero podríamos estar hablando de que todo sucede en 2023 y de que Dog podría ser cualquiera de nuestros vecinos que vive solo. Cuando llega la noche, se calienta un plato precocinado, se sienta en el sofá y hace zapping en la tele o en Instagram, buscando algo que le entretenga y que le ayude a olvidar que está solo. Y eso que Dog, en apariencia, como cualquiera de nosotros, lo tiene todo. Pero la soledad pesa. Los días también. Y Dog añora la compañía que observa en algunos de sus vecinos. Y, por eso, decide comprar un robot. Y, por eso, la llegada de un sonriente androide —curiosamente llamado Amica 2000— cambia su vida para siempre. Porque es lo que pasa cuando encontramos amigos, que hasta las cosas más pequeñas saben diferente. Incluso la pizza, aunque sea precocinada. Dog quiere enseñarle a su nuevo amigo cómo se divierten en su mundo y se lo lleva al cine y a montar en las atracciones y a la playa y a bailar a un parque. Son lugares sencillos en los que Amica goza por el descubrimiento —¡el primer baño en el mar!— y Dog por la compañía y por la alegría del amigo. Creo que todos tenemos la experiencia de descubrir a un amigo algo que

nos gusta: un paisaje, una película, un restaurante, un hobby, una aplicación y, no digamos nada, otro compañero, un hermano, un novio o un sobrino. O en la otra dirección: creo que nunca hubiera leído Memorias de Adriano sin el encendido elogio de una amiga, ni me sabría toda la discografía de Silvio Rodríguez si no llega a ser por otra. Y, si en los próximos meses me apunto al gimnasio, no tengáis ninguna duda de que ha sido por la insistencia de una tercera. Sin ellas no habría conocido a Yourcenar y no podría tirar de Días y flores los lunes en los que amanezco torcida.

Es lo que nos cuenta Robot Dreams: la tristeza de la soledad, la alegría de compartir y la riqueza de descubrir. Cuando las cosas se tuerzan, como mis lunes, el recuerdo del amigo es lo que les moverá a los dos a no perder la esperanza.

Y —aviso de que hay spoiler— el final, que en un principio me pareció agridulce, es maravilloso. Un magnífico broche de oro. Porque Dog y Amica, una vez que han descubierto el valor de la amistad, son capaces de sacrificarse para que otros puedan disfrutar también de ella. Renuncian a la posesión del otro para convertirse en amigos ellos. Y así subraya la película otra de las características de la amistad: la liberalidad, la apertura, la no exclusividad. Los amigos se tienen, no se poseen. La amistad no se encierra, se reparte. Yo tengo mi propio to be continued de Robot Dreams. Lo que no me quedan son caracteres para seguir escribiendo. Pero adelanto que es una historia feliz. Nt

TELEGRAMAS

camino a los óscar Robot Dreams optó a la estatuilla en la categoría de mejor película de animación, en la que compitió con producciones de Disney (Elemental), Netflix (Spiderman: cruzando el multiverso) y el Estudio Ghibli (El chico y la garza), que finalmente obtuvo el premio.

‘barbieheimer’

En los Globos de Oro y en los Óscar, Oppenheimer se impuso a Barbie. Ganó cinco estatuillas en los Golden y siete óscars, incluido el de mejor película. Barbie se llevó dos y uno, respectivamente. Su gran triunfo fue la canción «What Was I Made For?»

el declive de disney

Tras diez años en el número uno de recaudación mundial en salas, Disney se ha visto desplazada por Universal. En 2023, algunos de sus títulos fueron decepciones en taquilla, como The Marvels, el remake de La sirenita o Elemental.

abril 2024 Nuestro Tiempo —93
Sandra Hüller Pablo Berger Alma Pöysti Cillian Murphy Maite Alberdi Wim Wenders

Un thriller como un reloj suizo

Anatomía de una caída

Dirección: Justine Triet

Guion: Arthur Harari, Justine Triet Francia, 2023

Brillante Palma de Oro en Cannes.

Un hombre se precipita desde el balcón de su casa —un chalet solitario en los Alpes franceses— y fallece en el acto. En el momento de la caída solo están en la casa su mujer, Sandra, que es escritora, y el hijo de ambos, Daniel, de diez años, que es ciego. Un exhaustivo interrogatorio tratará de discernir si la muerte ha sido un suicidio o un asesinato.

La cineasta francesa Justine Triet ganó la Palma de Oro en el último Festival de Cannes por este thriller jurídico que funciona como un reloj. Gran parte del mérito es un guion ajustadísimo que se sirve del interrogatorio para ir dando datos al espectador sobre cada uno de los personajes y sobre la compleja relación del matrimonio. Es sintomático que una película que se alarga más de dos horas no pierda el interés en ningún momento. La interpretación de la alemana Sandra Hüller, a la que vimos en febrero en La zona de interés, es soberbia.

El valor de una amistad

La poesía de un maestro

Hay una puerta ahí

Guion y dirección: Facundo Ponce de León, Juan Ponce de León Uruguay, 2023

Para los que buscan respuestas.

A Fernando Sureda, un artista uruguayo, se le cae el mundo cuando le diagnostican ELA. Emprende una batalla para conseguir la aprobación de la ley de la eutanasia. Su familia le pone en contacto con Enric Benito, un médico español especialista en cuidados paliativos. Eran tiempos de covid cuando Fernando y Enric empezaron a hablar a través de la pantalla. De esas conversaciones resultó una entrañable amistad y un emotivo e interesantísimo documental.

La precariedad de los medios no impide que el reportaje se siga con sumo interés porque los dos personajes tienen mucha fuerza y los temas de los que hablan —el amor, la muerte, la esperanza, el sufrimiento— llevan el sello de lo que de verdad importa. Al final, uno no ha visto un documental en contra de la eutanasia sino otro sobre la belleza de la vida y la importancia de no dejar solos a los que sufren, que es un tema infinitamente más luminoso.

Dirección y guion: Aki Kaurismäki Finlandia, Alemania, 2023 Para cinéfilos con gusto.

El finés Aki Kaurismäki vuelve a enamorar con un extraño romance que, en realidad, no es un amor imposible. Porque los dos protagonistas de Fallen Leaves son las dos caras de una misma moneda: la de la soledad, la de los perdedores que no cosechan likes. Ella trabaja en un supermercado, él en un taller. Sus encuentros son aparentemente anodinos. Pero podrían llegar a quererse. Kaurismäki es uno de los cineastas con más personalidad visual. Marca su impronta en el color, en la puesta en escena, en la composición de cada plano. Y con un sello autorial también en el tono de sus películas —agridulces, tristes pero luminosamente esperanzadas— en el desarrollo de sus personajes y en los temas que abordan sus guiones. Sus películas siempre hablan del amor.

Algunos lo encontrarán tedioso o repetitivo. A mí, cada estreno de Kaurismäki me confirma en la idea de que tengo la mejor profesión del mundo.

Cine directo al corazón

La sociedad de la nieve

Dirección: J. A. Bayona. Guion: J. A. Bayona, B. Vilaplana, J. Marqués, N. Casariego. España, 2023

Una película imprescindible.

A partir de unos espeluznantes hechos reales —conocidos como «la tragedia de los Andes»— relatados en el libro de Pablo Vierci La sociedad de la nieve, J. A. Bayona ha rodado su mejor obra hasta la fecha. Un ambicioso proyecto que llevaba una década intentando poner en pie. Hasta que llegó Netflix.

Es difícil resumir los valores de una película capaz de conjugar una increíble producción —mimada al detalle para reconstruir con verosimilitud el accidente— con un cuidado aún mayor para retratar a cada uno de los personajes y los lazos que establecieron esos días, imprescindibles para sobrevivir. Por otra parte, el comentado cambio de punto vista —la tragedia se narra desde los que murieron, no desde los supervivientes— añade profundidad y emoción a un relato ya de por sí conmovedor. Los últimos diez minutos son el final más conseguido que hemos visto en la pantalla desde hace décadas.

94—Nuestro Tiempo abril 2024 Cine
Fallen Leaves

El padre de la bomba atómica

Oppenheimer

Dirección y guion: Christopher Nolan EE. UU., 2023

Para amantes del cine histórico.

El laureado y carismático

Christopher Nolan ha arrasado —en premios y en la taquilla— con este biopic del llamado padre de la bomba atómica. Nolan construye una película densa, excesivamente larga, bien documentada y con una factura, tanto narrativa como técnica, muy clásica. Nolan dedica mucho tiempo a los aspectos históricos de este acontecimiento, definitivo para entender el siglo xx y el xxi, pero se centra, sobre todo, en el dilema ético del protagonista y en su descripción psicológica.

Se entiende, por lo tanto, que una parte importante de Oppenheimer se apoye en la magnífica interpretación de Cillian Murphy , que compone con convicción un personaje sumamente complejo con el que es difícil llegar a empatizar porque —como ha señalado más de una vez Nolan— es casi imposible saber qué es lo que en realidad pensaba y sentía. En definitiva, una cinta dura, adusta, adulta y muy interesante.

Poesía entre escombros

Perfect Days

Dirección: Wim Wenders

Guion: T. Takasaki, W. Wenders

Japón, Alemania, 2024

Para espectadores con sensibilidad.

En Tokio, Hirayama, un hombre de mediana edad, trabaja limpiando los servicios públicos. Esta tarea —humilde y poco glamurosa— no impide que en su tiempo libre disfrute con la lectura y la música. Un día aparece en la vida de Hirayama una joven sobrina que trastocará su rutina.

El veterano cineasta alemán Wim Wenders, director de películas tan inolvidables como París, Texas o Cielo sobre Berlín, retoma el nivel de estos títulos y rueda una cinta que resume lo mejor de su filmografía y, sobre todo, su mirada sobre el ser humano. Desde un planteamiento narrativo y visual minimalista, Wenders disecciona a un personaje que demuestra que el valor de una persona no reside en el exterior, en lo que haga o tenga, sino en la intimidad, en ese lugar donde conviven los sueños, las esperanzas, los amores y las decepciones. Una película humana y bellísima.

Robo en las aulas

Un documental de cinco estrellas

Sala de profesores

Director: Ilker Çatak

Guion: J. Duncker, I. Çatak Alemania, 2023

Para hacer cinefórum.

A partir de un pequeño robo en una escuela, esta cinta realiza una profunda disección de algunos de los males que aquejan a la sociedad y que estallan, en este caso, en un colegio. El colegio funciona como microcosmos donde observar la actitud de los profesores, los padres y los alumnos: diferentes edades, generaciones y roles.

La película está construida como un thriller; lo importante es encontrar al culpable. Pero, a medida que avanza, el espectador se descubre ante algo mucho más profundo que un robo escolar. Es ahí donde cada personaje revela sus ambiciones, sus miedos, sus fragilidades. La hora y media se pasa en un suspiro, los puntos de giro están sabiamente estructurados, las interpretaciones son naturales y convincentes. Y lo más interesante es cuando termina la película y empieza otra en la cabeza del espectador con esta pregunta: ¿En qué momento hemos llegado a esto?

La memoria infinita

Dirección y guion: Maite Alberdi

Chile, 2023

Un título doloroso pero imprescindible.

Antes de nada, si no han visto la anterior película de la chilena Maite Alberdi, Agente topo, corran a verla. Para entender el talento que hay detrás de este documental —nominado al Óscar— ayuda entender la sensibilidad que tiene Alberdi ante los que, en palabras del papa Francisco, son víctimas del descarte por la enfermedad o la edad.

La memoria infinita radiografía el deterioro cognitivo por alzhéimer de un famoso periodista chileno. O, mejor dicho, lo que cuenta Alberdi no es el deterioro de un hombre, sino el cariño de una pareja, el cuidado de una mujer y el dejarse cuidar de un enfermo. Lo que cuenta es el valor de una caricia, de una sonrisa de agradecimiento, de unas lágrimas de angustia, de un deseo de vivir el dolor juntos. Sin esquivar este dolor pero sin hacer tampoco una tragedia. Conscientes de que, al final, el valor de una vida no se entiende sin ese primer epílogo que es la muerte.

abril 2024 Nuestro Tiempo —95

NÚMEROS

de las visualizaciones de Netflix proceden de películas y series originales.

premios Emmy y 4

Globos de Oro se ha llevado este año

Succession.

Enganchar con menos: la televisión se acorta

True Detective es uno de los mejores ejemplos de serie antológica.

Formatos como la miniserie o la antología se consolidan en el streaming.

texto Alberto N. García [Com 00 PhD 05], profesor titular de Comunicación Audiovisual y crítico cultural

Sabemos que hay más series nuevas que lentejas y material de archivo en las plataformas como para morir de viejo ante el televisor. Como el espectador no quiere espicharla, pero tampoco renunciar a la novedad, las cadenas han desarrollado fórmulas para ganarse la atención del público entre una oferta ingente. Por supuesto, persisten los reclamos de siempre: una estrella rutilante (Nicole Kidman), un creador consolidado (David Simon), una marca fiable (HBO), un

universo familiar (la franquicia de Star Wars) o un concepto inédito y sofisticado (El juego del calamar), por citar ganchos antiguos y efectivos. Sin embargo, este artículo se centra en la forma, no en el contenido. En formatos más frugales en duración, para ser precisos. Si miramos al estándar de la televisión estadounidense, la hegemónica, destaca el cambio con respecto al número de episodios por año. Los nostálgicos con el flamante estuche de El Ala Oeste, 24

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6 55%
Series

o CSI pueden comprobar la extensión habitual: 22 episodios por año durante más de siete temporadas. El equivalente mainstream en la actualidad podría ser The Crown, una serie popular y longeva creada para Netflix. El drama regio consta de seis temporadas, sí, pero de diez episodios cada una. El ejemplo sirve para constatar la norma: en el streaming es arduo encontrar series de éxito que rebasen esa cifra de capítulos (piense en The Boys, The Mandalorian, Yellowstone o Severance, por citar emblemas de cada plataforma).

Si bajamos un escalón llegaríamos a la pegada que han adquirido las miniseries. Los más talluditos intentarán adelantarse: «Oiga, que yo pedí la liberación de Kunta Kinte y aún sigo emocionándome con la épica militar de la Compañía Easy». Sí. Nadie dice que la miniserie sea nueva; así lo atestiguan la tradición de la BBC, donde siempre ha gozado de predicamento, o clásicos como Raíces, La mejor juventud o Hermanos de sangre. Lo reseñable es la fortaleza que han adquirido ahora, tanto en cantidad como en calidad. Cada cual tendrá sus favoritas: Gambito de dama, Unorthodox, Chernobyl, Mare of Easttown , Watchmen , Devs , La maldición de Hill House, Antidisturbios… Si a uno le recomiendan cualquiera de estas propuestas, sabe que con seis o diez horas de su vida tiene la satisfacción de un relato completo, cerrado. Pero aún existen formatos seriales más frugales: la antología televisiva. En este caso, el viaje ha sido de regreso; uno de los hitos de la historia de la pequeña pantalla, aún en blanco y negro, era The Twilight Zone. Muchos espectadores también asociarán este formato con la mítica La hora de Alfred Hitchcock.

Olvidada durante décadas, la antología ha revivido con fuerza en esta época de exuberancia. Su mayor exponente hoy es Black Mirror. En la antología el capítulo es autónomo, narrativamente independiente del resto de episodios. ¿Qué le ata, entonces, al conjunto? Pues una apuesta temática (Modern Love), unas limitaciones estilísticas (Love, Death & Robots), unas preocupaciones filosóficas (Black Mirror), un origen literario (Philip K. Dick Electric Dreams ) o, incluso, un lugar (Room 104). Así, uno puede ver el quinto episodio y luego pasar al décimo y, al final, volver al dos, puesto que es una serialidad carente de acumulación narrativa.

Esta cartografía se completa con el único formato realmente nuevo de estos años: la serie antológica. Es un híbrido curioso de los dos párrafos anteriores. Piensen en The White Lotus, Fargo, True Detective o American Horror Story. ¿Descubren el patrón? En efecto: la serie antología (o serie limitada) mezcla continuidad narrativa y reseteo total. ¿Ein? Sí: en una temporada seguimos una historia durante ocho o diez episodios, como una miniserie. El relato acaba, se cierra. El año siguiente empieza virgen: nuevos actores, historia, personajes. Como en la antología, lo que unifica temporadas puede ser el territorio coeniano donde suceden las historias, los subgéneros del terror o una franquicia hotelera con sedes en Hawái o Italia.

Decía Shakespeare que «la brevedad es el alma del ingenio». En estos formatos la concisión no implica necesariamente mayor calidad. Pero hay algo claro: la evolución tecnológica y los hábitos de consumo sí están convirtiendo la brevedad en el alma del streaming. Nt

APUNTES

‘zodiac’ con el irpf

Con esa alucinada premisa ha anunciado el guionista Diego San José (Vota Juan, Ocho apellidos vascos) su nuevo proyecto para Movistar. La serie se titulará Celeste y narra cómo una inspectora de Hacienda a punto de jubilarse ha de enfrentarse a su caso más difícil: una estrella latina envuelta en el remolino de la evasión de impuestos. Imaginativa.

más agentes nocturnos Netflix va haciéndose más transparente con sus datos de visionado. Ahí se vio que El agente nocturno, el thriller de espionaje producido por Shawn Ryan, está en el top de 2023. Para tranquilidad de los fans, la plataforma ha confirmado que hay una nueva temporada en marcha. Adrenalínico.

el payaso terrorífico

Stephen King es sinónimo de éxito editorial, aunque sus adaptaciones televisivas han resultado irregulares. Ahora es el argentino Andy Muschietti, el director que trasladó It a la pantalla grande con buena acogida, quien se lanza a serializar una precuela del perverso Pennywise. Welcome to Derry se ubica en los sesenta y podrá verse en HBO Max. Escalofriante.

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Succession Celeste Welcome to Derry El agente nocturno

Música

El camino al mar

BAUTIZO SONORO

La banda quería la palabra Arde en su nombre, pero les faltaba el sujeto. Lo encontraron cuando Antonio viajó a Bogotá: allí, por primera vez, un grupo de amigos escuchó las maquetas en las que estaban trabajando y la reacción fue tan positiva que lo tuvieron claro.

El rock de Arde Bogotá, con apenas cuatro años de trayectoria, les ha llevado de tocar en salas pequeñas a agotar el WiZink Center de Madrid.

texto Daniel Dols Bruno [His Com 19] fotografía Luis Pérez Contreras

No había en España una banda como Arde Bogotá. Literal. Es el motivo por el que el jurado de los Premios Ondas los nombró Fenómeno Musical del Año en 2023: «Por haber supuesto la salvación del rock en español en un tiempo marcado por los géneros urbanos». ¿Exagerado? Su ascenso desde que el año pasado sacaron su segundo álbum, Cowboys de la A3, demuestra que no: han pasado de tocar en salas pequeñas a agotar las entradas, en apenas unas horas, de tres conciertos en La Riviera, la sala más importante de la capital. En los festivales, ya no ocupan la parte baja del cartel, con letra pequeña

y como apuesta de nicho. Ahora son un reclamo. Al premio Ondas siguieron dos nominaciones en los Latin Grammy que finalmente no se llevaron: mejor álbum y mejor canción de rock. También vendieron en un día, a más de un año vista, todas las entradas para su concierto de final de gira en el WiZink Center de Madrid, programado para el próximo 13 de diciembre. Hace seis años a la banda solo le faltaba un cantante. Dani Sánchez, el guitarrista, coincidió una noche de bares con Antonio García. La conversación derivó en grupos que les gustaban a ambos, como Arctic Monkeys o Foo Fighters. Estuvie-

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Los cartageneros Arde Bogotá en el Oh, See! Fest 2023, en Málaga.

El tiempo y la actitud [2020]

La noche [2021] Disco de oro

Cowboys de la A3 [2023] Disco de oro

ron de acuerdo en que esos sonidos no tenían su réplica en español. Fueron más allá: desde Héroes del Silencio había un tipo de rock en castellano que ya no se hacía. Antonio le dijo a Dani que él cantaba. Dani le dijo que le mandara algo. La noche siguió y sus caminos se separaron, pero al volver a casa Dani recibió un audio de un número que no tenía guardado. Seis meses después lanzaban «Antiaéreo», su primer tema. La banda ha contado en varias ocasiones que les sorprendió su voz grave, profunda, como salida de una cueva. Se imaginaron a alguien corpulento, fumador empedernido, y no al chico delgado que en el primer ensayo preguntó tímidamente dónde enchufaba su guitarra.

Se entendieron rápido. No solo compartían una idea parecida de la música que querían hacer, sino que los cuatro eran de Cartagena y casi de la misma edad: el batería, José Ángel Mercader (Jota), del 93; Antonio y el bajista, Pepe Esteban, del 95; y Dani, del 96. En 2019 se presentaron con un manojo de temas inéditos al Big Up!, un evento celebrado en Murcia donde se dan cita jóvenes promesas y agentes de la industria. Salieron con un contrato con Sony y Son Buenos bajo el brazo, que en 2020 se transformó en su primer EP: El tiempo y la actitud

Con aquellas cinco canciones apenas hicieron diez conciertos. Fue la publicación de La noche, su primer largo, lo que les trajo el «sí, quiero» de crítica y público. También uno de sus temas más queridos: «Exoplaneta», la canción de amor que cierra el disco y que sucede en su Cartagena natal. El álbum les llevó a dar 86 conciertos por las salas de todo el país.

Su experiencia mientras giraban con La noche fue dando forma al concepto de

su segundo álbum, una road movie que juega con la vida en la carretera. «Los perros» es el primer tema de Cowboys de la A3. También con el que arrancan los conciertos de esta gira. Suena una base donde se escuchan alarmas y las espuelas de un vaquero. Entonces aparecen los integrantes de la banda y empiezan a tocar. El último en salir es Antonio. Guitarra eléctrica en mano, avanza con paso firme hacia el micrófono. Cuando la música se detiene, el público, motu proprio, calla para escucharle dar la orden: «Soltad a los perros porque me he escapado». Después, la explosión.

Este trabajo habla, con un ritmo rotundo, del movimiento inherente a la búsqueda, de lo que se encuentra y lo que se deja atrás: es el caso de «Qué vida tan dura», que cuenta las dificultades de vivir de la música, o «Cowboys de la A3», una mirada nostálgica a lo que dejaron en Cartagena, a donde se llega desde Madrid por la A3, por vivir su sueño. «Copilotos» es la única balada del disco, un respiro antes de entrar en la parte más directa con «Escorpio y Sagitario», «Besos y animales» o «Todos mis amigos están tristes».

El último tema y final del viaje es también el tema de su generación: encontrar una salida para tanto dolor, atreverse a querer, a que duela el pecho de amor, preferir una caricia en el pelo y una noche en el espigón antes que a los dioses modernos. Y gritarlo, gritarlo fuerte, que ahí está «La salvación». Si el jurado de los Ondas destacaba que el signo de los tiempos son los géneros urbanos, salvar el rock implica llevarnos al mar por la A3 para recordarnos que ningún bloque de hormigón puede competir con la belleza del horizonte. Nt

El autor ha creado una playlist en Spotify como menú degustación.

APUNTES

todos a una Mientras su popularidad despegaba gracias al boca a boca con la publicación de La noche, ellos mantuvieron sus ocupaciones fuera del escenario: Jota era profesor de Inglés en la Facultad de Turismo, Antonio ejercía en Madrid de abogado especializado en propiedad intelectual, Dani se licenciaba en Derecho y Pepe continuaba su trabajo en bares. Acordaron que lo dejarían de lado para dedicarse a la banda cuando la música les permitiera pagar el alquiler de sus pisos. El momento llegó en la primavera de 2022 y no dudaron. Con el tiempo que ganaron al abandonar sus trabajos, además de hacer canciones, se dedicaron a estudiar todo eso que rodea la música pero que nadie explica: contratos, preparar giras, conocer los mejores equipos de sonido. En una entrevista antes de estrenar La noche afirmaban que nunca concibieron Arde Bogotá como un entretenimiento: «Siempre hemos sabido que conlleva una responsabilidad querer que la banda funcione».

abril 2024 Nuestro Tiempo —99
DISCOGRAFÍA

Escena

damien jalet, en los ensayos de ‘boléro’ en parís. «Estos bailarines tienen tanta tendencia a controlarlo todo y no soltarse… y la música del Boléro habla de rendirse a algo más grande que tú»

La vida como movimiento circular

Noetic, la primera de las piezas de esta trilogía, juega con un escenario minimalista a partir de figuras geométricas.

El coreógrafo Sidi Larbi Cherkaoui repasa una década de creación con la trilogía Noetic/Faun/Boléro en el Grand Théâtre de Ginebra.

texto Felipe Santos [Com 93] @ultimoremolino fotografía ©SF/Matthias Horn

Concebidas por separado, las tres piezas no guardan una relación directa, pero contempladas una detrás de otra adivinamos una sucesión de etapas vitales en el viaje de cualquier ser humano por la existencia. Noetic vendría a representar el estadio anterior a la vida, una idea en potencia que florece en la formación del intelecto, aquello que nos separa del resto de los animales, y que esconde esas secretas combinaciones neuronales, como ocurre con la misteriosa geometría que se puede descubrir en el seno de un copo de nieve. La evolución se encargará luego de estirar hasta el infinito todas esas posibilidades.

A continuación, Faun explora el encuentro iniciático del mito entre el fauno y la ninfa, la fragua del amor como atracción mutua y viaje compartido. Boléro será el último baile, la danza macabra que busca poner algo parecido a un punto final a todo el relato anterior. La célebre música de Ravel, sin embargo, podría continuar hasta el infinito en sus variaciones, reverberándose en un movimiento circular sobre sí misma. Pero en las partituras, como ocurre en la vida, todo termina por detenerse.

Las coreografías de Sidi Larbi Cherkaoui se caracterizan por una multiplicidad de fuentes, muchas veces inco-

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Sidi Larbi Cherkaoui y Damien Jalet se conocieron siendo bailarines de la misma compañía. El belgomarroquí y el franco-belga decidieron después continuar su colaboración artística como creadores. Al equipo se le sumó en 2013 la artista y performer Marina Abramović, en lo que se iba a convertir en su estreno de escenógrafa. El éxito cosechado en el Palais Garnier de París les llevó a poner en escena su primera ópera juntos cinco años después: Pelléas et Mélisande en la Ópera de Flandes.

nexas, pero que adquieren sentido en la yuxtaposición constante de códigos vinculados en su esencia. Desde la huella de la tradición en la que pueden reconocerse a coreógrafas como Pina Bausch, Sasha Waltz o Anne Teresa de Keersmaeker hasta las influencias orientales como la danza japonesa o los derviches turcos. Hay algo de desigual en la sucesión de esas etapas, ya que Noetic se extiende hasta la mitad del espectáculo, mientras que las otras dos ocupan la otra mitad. El lenguaje utilizado está también desdoblado. En la primera pieza nos encontramos a veintidós bailarines componiendo movimientos geométricos en un escenario minimalista en forma de cubo y colores a medio camino entre cremas y grises sobre un fondo blanco. Cherkaoui habla de esta coreografía como «geometría sagrada, vida urbana en forma de funciones mecánicas, el microcosmos reflejado en el macrocosmos», mientras mezcla percusión japonesa con la música del compositor contemporáneo Szymon Brzóska Faun recuerda en su comienzo a una coreografía de La consagración de la primavera, con ese despertar del fauno en el bellísimo solo de flauta del Preludio a la siesta de un fauno, de Debussy, al que luego se unirán algunos añadidos contemporáneos de Nitin Sawhney. La vida se abre camino, recomienza en esta otra mitad, como en su día el arte se transformó una vez más, dejando atrás el neoclasicismo y alumbrando las vanguardias. El bosque nos hurta el horizonte y se convierte en un trasunto de los propios humanos, que nacen, verdean y van desgastándose hasta que las hojas inundan el suelo. Es el único momento en que puede adivinarse lo que hay detrás de esos árboles ahora ya blanquecinos y desnudos. Hasta que todo

vuelve a recomenzar, como el encuentro del fauno y la ninfa, nunca definitivo ni brutal, tan solo cuerpos en armonía que, como cualquier forma de belleza, pide en secreto no detenerse nunca.

Los derviches giran constantemente en su confluencia con lo divino mientras el bolero de Ravel se repite en un pulso atávico sobre la imagen de varios círculos concéntricos, reflejados en un juego de espejos. Boléro incorpora el trabajo de Damien Jalet y la escenografía de Marina Abramović. La artista serbia reconoció durante los ensayos para el estreno en París que pasó mucho tiempo «pensando en cómo llegar a casi nada». La música era de por sí tan poderosa que apenas brotaba una idea sobre la que armar un concepto. Si sobre Faun pesaba la sombra de Nijinsky bailando el preludio, sobre Boléro es la de Maurice Béjart, que creó en 1960 para su bailarín estrella, Jorge Donn, una coreografía que se convertiría en referencia para cualquier visión moderna.

Mientras el crescendo de Ravel coge altura, los instrumentos se suceden en la misma melodía sobre un ostinato de tambor. Sobre el escenario, bailarinas vestidas de negro y con las caras maquilladas giran frente a un espejo gigante. «Estuvimos de acuerdo en que trata de emociones: amor, odio, celos… pero de forma abstracta —nos dice Abramović—. Los bailarines son como átomos que se unen para crear nuevos grupos y vuelven a separarse. No hay un centro». El movimiento quiere continuar, no detenerse, casi hasta la extenuación, que en la música se convierte en varios acordes de los metales, hasta que todo se extingue de repente, cuando las capas negras caen y nos damos cuenta de que la muerte había estado bailando con nosotros una danza macabra. Nt

Noetic/Faun/Boléro, coreografías de Sidi Larbi Cherkaoui, la última de ellas con Damien Jalet. Estrenadas en la Ópera de París (2013), la de Goteborg (2014) y Sadler’s Wells (Londres, 2009). Se presentaron conjuntamente en noviembre de 2023 en el Grand Théâtre de Ginebra. Escenógrafos: Antony Gormley, Adam Carrée y Marina Abramović Música de Szymon Brzóska, Claude Debussy, Nitin Sawhney y Maurice Ravel Ballet del Grand Théâtre de Ginebra. Orchestre de la Suisse Romande. Dirección musical: Yannis Pouspourikas. Accesible en arte.tv hasta el 9/7/24

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TRÍO GANADOR
FICHA ARTÍSTICA

Arte

paseo entre dos oteizas

Jorge Oteiza solo realizó una ampliación de la obra Unidad triple y liviana. La estructura de bronce pompeyano dorado al fuego mide casi tres metros y pesa trescientos kilos. Aunque se inauguró en Pamplona en 1999, el 30 de junio de 2023 estrenó ubicación: la avenida Carlos III, junto al Teatro Gayarre. Sobre un pedestal de hormigón, dialoga, por deseo del artista, con otra de sus piezas, Coreano, que se alza en el otro extremo de la ilustre arteria peatonal de la ciudad.

Corazones y cáscaras en Oteiza y Malévich

Según el escultor Jorge Oteiza, Malévich y él eran la raíz y las ramas de un solo árbol. Sin importar el orden real, el fruto es el mismo: la salvación por el vacío.

texto Danila Andreev [Filg 19]

Cuando vi por primera vez Unidad triple y liviana (1950) pensé en el corazón de una manzana. Me acordé enseguida de mi mujer: tanto le gustan que, a veces, no deja de ellas ni las pepitas. En cambio, Sobre lo redondo (1957) me evocó la cáscara de una mandarina: desde pequeño me gusta quitarla de tirón, sin que se rompa. Está claro que la obra de Jorge Oteiza (1908-2003) tiene una lectura mucho más compleja: trata del modo de acercarse a una forma y explicarla desde su no-ser; lo que el artista llamaba «figura desocupada», «unidad abierta» o «caja vacía». La preocupación que le atenaza es esta: ¿qué hay aquí de lo que no se ve, de lo que falta? La nada, la oscuridad o el espíritu, responde, algo que «ni ojo vio ni oído oyó», por parafrasear a san Pablo. Y su cáscara o carcasa es el hombre, privado de algo en su interior. No fue Oteiza, sin embargo, el pionero de tal aproximación al no-ser humano, sino Kazimir Malévich, el autor de Cuadrado Oteiza empleó zinc para crear la obra experimental Unidad triple y liviana.

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archivo del museo oteiza

negro (1915). Los dos supieron mirar al vacío.

La Revolución rusa replanteó la manera de ver la historia y el hombre. El materialismo marxista aniquiló lo trascendente en ambos, de modo que convirtió la historia en propaganda y al hombre en producto. El vanguardista Malévich defendió al nuevo hombre como un ser espiritual. En vez de revisar —por decirlo a lo moderno— la maquinaria histórica y corporal, él se dedicó a revitalizarla. Resulta significativo que el suprematismo, el primer arte no objetivo, eclosionara durante su labor de escenógrafo para la ópera futurista Victoria sobre el sol (1913), que se representó por primera vez en el Teatro Luna Park de San Petersburgo. Como en una noche oscura del alma al estilo de san Juan de la Cruz, el artista ruso se adentró en la tiniebla de la nada desde la que formuló su Cuadrado negro. Y al otro lado encontró el absoluto creativo, la pura luz que aúna todos los colores, su Cuadrado blanco (1918). Así nació el icono de la nueva civilización —decía—, de la nueva sensibilidad y la nueva religión. Liberado del objeto, el suprematismo se abrió paso a lo más inmaterial, al espíritu. Malévich unificó el arte y la búsqueda personal de salvación. «Yo me he convertido en el cero de las formas», escribió en el manifiesto Del cubismo y futurismo al suprematismo. Un logro que halló su expresión escultórica en Jorge Oteiza El artista vasco pretendía «volver a sacralizar» al hombre, para lo cual quiso, primero, desocuparlo, hacerlo liviano. No sorprende que ante el Cuadrado negro Oteiza sintiera auténtico alivio, pues descubrió su camino. Entonces sacó a Malévich de las dos dimensiones del lienzo y lo empujó a funcionar en un espacio hecho

doblemente icónico

Malévich pintó por primera vez su Cuadrado negro en 1915 para la «Última exposición de pinturas futuristas: 0,10», celebrada en San Petersburgo. Lo colocó en la «esquina hermosa» de la sala, justo debajo del techo, un espacio sagrado en la tradición ortodoxa. El artista eligió ese lugar desde el que las figuras de los santos presidían los hogares rusos para mostrar el significado espiritual del icono de una nueva era.

estatua o «transestatua», como llamaba al intento de representar el espíritu. Este es el comienzo de la investigación estética conocida como «el propósito experimental»: una búsqueda de las formas para una nueva sensibilidad, que podríamos llamar antiposmoderna, para divinizar al ser humano, destruido por la cultura contemporánea, tal y como pensaba el escultor. La salvación en ambos artistas es la libertad. El Cuadrado negro de Malévich tenía el peso exacto —ninguno— para ponerse en movimiento sin límites y alcanzar la velocidad de la luz. Esa obra le reveló a Oteiza un cuerpo ingrávido, libre para «pesar hacia arriba» y ascender al cielo. Él llenó con lo sagrado el espacio que había vaciado Malévich. Ese cuerpo despojado del objeto pero pleno de Dios que se expande ligero a la velocidad de la luz… eso es la no-muerte. La eternidad. Malévich curó el cuerpo y Oteiza curó la muerte, según escribió este último en el artículo que acompañaba a la obra homónima que envió a la Bienal de Sao Paulo de 1957. Para entender esta mezcla entre metafísica y arte, los artistas aportaron numerosos escritos poco más inteligibles que las profecías de Sibila de Cumas. Malévich definió su escuela como «la supremacía de la sensibilidad pura». En ruso la palabra sensibilidad remite a una apertura o disposición espiritual. El «cuerpo curado» de Malévich no es deshumanizado ni instrumentalizado sino profundamente realista: si contemplas un rato el Cuadrado negro verás el infinito que te falta por dentro. Pero su obra era icónica, y el propósito de Oteiza, en cambio, era explorar este infinito de modo sensible y personal, para que podamos reconocerlo hasta en el esqueleto de una manzana y en la piel de una mandarina. Nt

APUNTES

oteiza y el cielo

En el marco del vigésimo aniversario del fallecimiento de Jorge Oteiza, la Cátedra de Lengua y Cultura Vasca de la Universidad ha promovido una relectura de su pensamiento y de su obra. Con el patrocinio del Gobierno de Navarra, el campus acogió a principios de octubre el simposio «Oteiza y lo sagrado». Durante las sesiones, según afirmó el profesor Gabriel Insausti, director del encuentro, se hizo especial hincapié en la búsqueda de la trascendencia, siempre presente en su trayectoria. Una inquietud que el propio artista compartió con Miguel Pelay Orozco, escritor y amigo, mientras preparaba la biografía que se publicó en 1978: «Sufrí una fuerte crisis religiosa, me encontraba sin nada, espiritualmente necesitaba rehacerme, renacer. Entonces trasladé al arte, concretamente a la escultura, toda mi carga religiosa de necesidad de salvación, de curación de hombre, curación de la muerte, le exigí todo a la escultura».

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HISTORIAS MÍNIMAS

Ignacio Uría

Canta, Pepo, canta

«Al principio, pensaron que la primavera lo había aturdido y quizá se había fugado con alguna pájara de buen volar, pero algo no cuadraba en esa teoría. Pepo era tímido y ya no estaba para aventuras»

PEPO HA MUERTO, y eso que era argentino y vivía en Rafaela, una población de la Pampa a quinientos kilómetros de Buenos Aires. Es decir, en la misma nada.

Al final de su vida, todo le sonreía: tenía casa propia y el sustento garantizado. Además, el clima en Rafaela era magnífico para sus plumas, tan verdes y brillantes que parecían pintadas. Por cierto, he olvidado decir que Pepo era un loro, el loro más célebre de su árbol (genealógico).

Saltó a la fama hace unos años y ahora que ha fallecido merece la pena recordar su historia.

Ocurrió en 2007, cuando sus dueños, los Machado, descubrieron que la percha de Pepo estaba vacía. Toda la familia se puso a buscarlo de inmediato. Por el patio, por las habitaciones, por los parques del vecindario. Sin embargo, nada de nada. Ni una pluma olvidada, ni una huella parcial. Al principio, pensaron que la primavera lo había aturdido y quizá se había fugado con alguna pájara de buen volar, pero algo no cuadraba en esa teoría. Pepo era tímido y ya no estaba para aventuras. La búsqueda continuó y, en la desesperación, la tía Cheché afirmó que aquello se trataba de un secuestro. Todos descartaron la idea, pero llenaron el barrio con carteles que decían: «Se busca loro desaparecido misteriosamente. Quizá raptado. Pájaro de pocas palabras y vuelo corto. Se gratificará».

Pasaron las semanas y el infame volátil seguía viviendo la vida loca… hasta que un

buen día recibieron una llamada anónima: «Pepo vive. Lo tienen los Vega en Mitre. ¿Qué hay de lo mío?». Los hijos de los Machado batieron la avenida y al final descubrieron al loro en un balcón de la torre más alta de la calle. Se trataba de Pepo aunque había algo raro porque se estaba poniendo morado de chocolate. Y su loro no lo cataba.

Los chicos llamaron a la puerta y reclamaron al pájaro que, como buena trepadora, había mejorado de barrio. Los secuestradores tenían una terraza amplia y aireada, y encima le habían puesto un columpio, así que el doble de Pepo vivía como un ave del paraíso. Para más escarnio, los Vega dijeron que llevaba mucho tiempo con ellos y que se llamaba Borges por su mirada infinita. Ahí mismo comenzaron los gritos y los insultos. Los Machado se lanzaron por el animal, que volaba asustado de cortina en cortina, mientras los Vega agredían a los invasores con una escoba. La disputa terminó con un ataque de nervios del loro, que se quedó pajarito debajo de una mesa camilla. Del susto, Pepo no pudo identificar a sus dueños, así que medió la policía, alertada de un caso de violencia doméstica.

Los Machado, indignados, presentaron una denuncia por robo, lo que provocó la retención del loro en comisaría hasta que todo se aclarara. Cinco días estuvo el pobre Pepo en el cuartelillo mientras las partes presentaban pruebas de su propiedad. Los Machado señalaron que sabía cantar el himno del San Lorenzo de Almagro, mientras que los Vega —que encima eran de Huracán— decían que ellos le habían enseñado a cantar Zapatos rotos. La policía inició entonces unos interrogatorios interminables y hasta metieron un gato en la sala a ver si el loro cantaba. El pájaro, agotado por las preguntas y la mala calidad del alpiste, terminó por llamar varias veces a Jorge, en alusión a Jorge Machado. El misterio estaba resuelto.

El pasado diciembre, Pepo estiró la pata. Lo hizo sin alboroto, alejado para siempre del glamour de sus días dorados, cuando la prensa se fijó en su historia. Sin embargo, murió con la alegría de haber visto de reojo el último título del San Lorenzo, la Supercopa argentina, cuando le metieron 4-0 a «los pelotudos de Boca».

El San Lorenzo, que no se había olvidado de él, mandó un telegrama de condolencia: «Lamentamos muerte de Pepo, seguidor de altos vuelos y gran intérprete de nuestro himno. DEP».

LA PREGUNTA DEL AUTOR

¿Hay que aceptar la pérdida de lo que se ama o tratar de suplirla?

@NTUnav

Opine sobre este asunto en X.

Ignacio Uría [Der 95 PhD His 04] es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Alcalá.

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Millennials en busca de sentido

Barbie eres tú: la apuesta de Greta Gerwig por un feminismo vital

Bajo su fachada de superproducción glamurosa, Barbie esconde el pensamiento de una directora joven y prometedora. Greta Gerwig lleva años haciendo un cine audaz y profundo, con una mirada muy honesta a la realidad. Es una mujer independiente que, a través de lo vivencial, se atreve a plantar cara a algunos de los presupuestos ideológicos más actuales.

GEMA PÉREZ

[His Com 12 Máster en Estudios Contemporáneos 13 PhD His 17] es historiadora, profesora en la Universidad de Valladolid y crítica de cine.

greta gerwig es la mujer del año en hollywood. La directora de Barbie se ha erigido como una de las mentes más libres y divertidas de la industria, capaz de vestir al mundo de rosa y de desatar una barbimanía dormida hace tiempo. Su película ha sido uno de los blockbusters de 2023, se ha convertido en el film dirigido por una mujer más taquillero, ha cosechado cerca de mil cuatrocientos millones de dólares y un sinfín de premios, entre ellos el Globo de Oro al éxito en taquilla.

Pero lo suyo no viene por un inesperado golpe de suerte o por el acierto de jugar con un producto de masas: detrás del triunfo de Barbie se esconde una trayectoria personal y, sobre todo, un pensamiento muy propio acerca de la mujer millennial. La cinta se ha tachado de creación woke, de feminismo excluyente, incluso de colección de memes. Pero nada más lejos de la realidad: Barbie es una obra compleja que, bajo la lógica del juego y la brillantina kitsch, esconde una antropología y una de las reflexiones más interesantes del cine actual sobre lo que significa ser mujer en nuestro tiempo. La última película de Gerwig ha suscitado por igual fanatismos y acérrimos detractores, pero me atrevería a decir que, mayoritariamente, no se ha comprendido, porque, tras su fachada de superproducción de Hollywood, oculta un corazón indie. Un estilo, un pensamiento y una mirada al mundo —los de su autora— que suponen una interesante revisión de las propuestas a las que el feminismo contemporáneo nos tiene acostumbrados.

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ENSAYO

de sacramento al ‘indie’. No se puede comprender la creación sin conocer a su creadora. Gerwig nació en Sacramento, capital del estado de California, el 4 de agosto de 1983. Sus padres le proporcionaron una gran formación cultural y cristiana, se educó en un colegio religioso y, tras conocer Nueva York, quiso estudiar donde veía bullir la cultura. En parte, esta historia la recogió en su ópera prima, Lady Bird (2017): una joven rebelde de Sacramento que quiere empezar a ser alguien trasladándose a la Gran Manzana, «como si mi vida no hubiese empezado ya antes», reflexionará Gerwig un año después, en un artículo en The New York Times, publicado en 2018.

En el Barnard College de Columbia estudió Lengua Inglesa y Filosofía. En esa etapa entró en contacto con grupos de teatro y descubrió en profundidad el cine. Estas vivencias la llevaron a intuir su lugar en el mundo: ella también quería contar historias y estar entre quienes las crean.

Reconoce que su gran suerte fue integrarse en un grupo de gente joven que empezaba a hacer cosas desde la producción independiente, lo indie. Pasó a formar parte del círculo de Joe Swanberg, un cineasta cercano al movimiento mumblecore, un subgénero que se caracterizaba por filmar con bajo

ILUSTRACIONES: PEDRO PERLES

presupuesto historias de juventud. Greta Gerwig rodó con él sus primeras películas y empezó a sondear las inquietudes de la generación a la que pertenece. Pronto Greta se convirtió en un referente por su interpretación desenfadada y alegre, su naturalidad ante la cámara y, sobre todo, por su habilidad para indagar en lo existencial a través de situaciones de la vida corriente.

En 2010, Greta conoció al cineasta Noah Baumbach, con quien rodó Greenberg, una historia sobre la crisis vital de un hombre de mediana edad. Al año siguiente comenzaron a salir. Noah Baumbach es, en este caso, un gran hombre que se esconde tras una gran mujer, y ha tenido un papel clave en la evolución estilística e intelectual de Greta. Se le conoce como «el Woody Allen de la nueva generación», porque retrata las contradicciones existenciales de las clases altas americanas. Pero Baumbach, que también se ha movido por los circuitos indies, se adentra con más precisión en la cultura actual y en las tesituras de la juventud contemporánea.

Frances Ha (2012) se ha convertido en un icono de la generación millennial. Dirigida por Baumbach, fue el primer guion escrito por los dos, y el resultado parece un papel a la medida de Greta, que se interpreta

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en muchos momentos a sí misma. Ahondan con estilo desenfadado en las paradojas del mundo moderno, algunas muy dolorosas. La historia, sencilla en apariencia, se centra en el estilo de vida de Frances, una joven bailarina que intenta sobrevivir en Nueva York. Su amiga de la carrera, sus compañeros de piso, ella misma… todos tratan de vivir como la sociedad les ha prometido que pueden hacerlo, pero Frances no solo no lo consigue sino que en su interior desea algo más. A través de un humor siempre herido, la película desenmascara algunas de las falacias de la cultura actual, muy en especial el individualismo y el modelo de relaciones esporádicas entre los jóvenes, que se estrellan contra el anhelo de pertenencia e intimidad que sus personajes experimentan. Con Mistress América (2015) repitieron fórmula en la piel de otra joven que parece luz pero que está existencialmente perdida.

Gerwig admira hondamente a Baumbach, y su influencia es patente en su obra. Además del estilo de escritura (diálogos rápidos y agudos, muy trabajados), les une la profundidad existencial con la que abordan, de modo a veces bastante descarnado, los problemas de la generación que entra a la vida adulta. La mirada de Baumbach es analítica y descriptiva: expone los síntomas y malestares de sus protago-

nistas, hace pensar pero no apunta el sentido de las respuestas. Y este es precisamente el campo en el que Gerwig ha dado un paso más y ha creado su propio discurso.

«me interesa la mujer». Son tres, hasta la fecha, las cintas dirigidas por Greta Gerwig. En 2017, su ópera prima, Lady Bird, le hizo dar el salto al circuito de Hollywood y le trajo sus primeras nominaciones a los Óscar. Con Mujercitas, en 2019, actualizó un clásico y también repitió en las nominaciones como guionista y mejor película. En las de 2024, Barbie también estuvo entre las favoritas.

A primera vista, cada una de estas creaciones es muy diferente, tanto por temática como por género, pero continúan con la inquietud por su generación que aprendió del indie y encierran una misma esencia: «A mí me interesan las mujeres», contó en una entrevista en The Atlantic, en julio de 2023.

El feminismo ha cambiado mucho en estas últimas cuatro décadas y sus paradigmas han modelado la sociedad en la que los millennials nos hemos hecho adultos. A veces, con poco margen de cuestionamiento. ¿Es Greta Gerwig feminista? Sí, le interesa la mujer y cuanto la rodea. Es hija de un tiempo en el que desde la historiografía hasta la política, pasando

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por la cultura, se nos ha concienciado de la necesidad de visibilizar a la mujer y de darle voz en los distintos ámbitos. Esta es, entre otras, una de las puntas de lanza del feminismo contemporáneo y en la que se ubica Greta. Uno de sus sueños, por ejemplo, es contar la Historia Sagrada desde el punto de vista de las mujeres que aparecen en ella. Cuando a Greta le preguntan por sus escritoras de referencia menciona a Virginia Woolf, porque le gusta su escritura; a Jane Austen, porque le ha configurado la idea del amor; y a Joan Didion —escritora y periodista norteamericana nacida en Sacramento—, porque le hizo descubrir que la vida que estaba viviendo valía la pena escribirla.

Este es un dato clave, Greta se adentra en el universo femenino desde un plano experiencial. Es una mujer que, desde muy joven, ha mostrado inquietud por conocer, pero no lo hace desde una posición teórica sino desde su ser como mujer, desde su «razón vital femenina», que diría Julián Marías. Gerwig ha escrito y dirigido un film inspirado en sus vivencias en Sacramento, Lady Bird; en otro ha adaptado un clásico sagrado en su biografía personal, Mujercitas; y, por último, ha creado Barbie, sobre un icono cultural vinculado a la mujer y en la que ha vertido lo que piensa de la deriva del feminismo contemporáneo.

«Lo que más me entusiasma de que las mujeres hagan películas es que sé que van a mostrar cosas que hasta ahora no se consideraban importantes en el cine. Las vidas de las mujeres, la maternidad, la amistad, ser hijas, hermanas, amigas, en qué consiste ser mujer y qué es lo que nos importa como género…», según confesaba en unas declaraciones en La Vanguardia. Esto es lo que le interesa contar y lo hace sin complejos, desde una libertad intelectual sorprendente.

una mirada a la realidad ‘millennial’. En todas sus películas podemos advertir una triple estructura: la mirada honesta y descriptiva de la sociedad en la que se mueven sus personajes (heredada del indie), las vivencias concretas de sus personajes femeninos (a menudo son alter ego) y, en último lugar, la búsqueda de respuestas.

A Gerwig le obsesiona la cuestión de la identidad en un mundo donde el individualismo y la ruptura con el pasado llevan al hombre a vivir el hoy como si no hubiese ayer ni mañana. La adolescente Chris-

tine en Lady Bird es el mejor ejemplo. Greta plasma la rebeldía y el deseo de hacerse a sí misma de una joven en su último año de escuela. Concibe la película como una historia de amor entre madre e hija, a través de las turbulencias que toda adolescente experimenta en la relación con su madre. Su rechazo hacia lo recibido, el deseo de ser auténtica, e incluso sus expectativas y desencantos ante el despertar sexual,aparecen retratados con mucha crudeza, al tiempo que hacen pensar. Tras su primer encuentro amoroso, Lady Bird manifiesta el dolor de percibir que, lo que para ella era un momento único y especial, para el otro solo ha sido «una más». Ella anhela amar, poco a poco va dándose cuenta de que el tipo de relaciones (las formas, los usos sociales) que le rodean le decepcionan y acaba descubriendo el amor real de su familia y de las amistades profundas.

La identidad y el cambio vital están muy presentes asimismo en Mujercitas, una mirada nueva a la historia de las cuatro hermanas March que Greta convierte en un ejercicio de retrospección al contarla desde el presente adulto de las protagonistas. Con las idas y venidas al pasado comprendemos mejor quiénes son y sobre todo qué les ha hecho ser como son: su historia y sus decisiones. Vivir es decidir; esas mujercitas lo experimentan con mayores o menores aciertos. Y, en ese proceso, van siendo conscientes del papel nuclear de la familia y de los vínculos entre amigas, hermanas, madres e hijas, entre mujeres y hombres.

La naturaleza de las relaciones es otro de los temas que obsesionan a Greta Gerwig, de nuevo en un contexto en el que la devaluación de los vínculos, su carácter efímero o la liquidez con que nos las presenta el canon actual hacen que el hombre contemporáneo navegue perdido. «Pero me siento sola», reconocerá Jo March a su madre tras un speech en el que reivindica la validez de las mujeres para ser algo más que compañeras sentimentales. Jo ha construido su vida evitando ser lo que en aquel entonces la sociedad le decía que debía ser una mujer, y, cuando lo ha conseguido, reconoce que hay en ella un vacío anhelante de pertenencia y donación. El maravilloso final de esta película desdobla la historia y nos cuenta también la de su escritora, Louisa May Alcott, una mujer que no fue un modelo femenino al uso en su época, pero que ha dejado una huella imborrable. Con su relato, Greta reivindica la dimensión profesional de sus personajes femeninos y la legitimidad

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ENSAYO Millennials en busca de sentido

de que peleen por sus sueños más allá del hogar. Pero siempre desde la perspectiva de que ambas dimensiones son esenciales en la vida de una mujer. «Que mis sueños sean diferentes a los tuyos no significa que no sean importantes», le dice Meg a su hermana Jo cuando esta le reprocha que se case y no se convierta en actriz. Aunque se trata de un retrato de época, los personajes atraviesan crisis que por su carácter vital son universales y nos interpelan.

En sus tres películas las protagonistas terminan solas. Greta se resiste a crear finales felices sellados con un beso, fiel a la idea actual de que hay más caminos para la autorrealización que el matrimonio —a pesar de que es su propio camino vital y de que lo defiende en muchos de sus personajes—. Pero con ello no aboga por el individualismo: todos sus personajes descubren el insustituible valor del otro y la necesidad de un proyecto personal que lo incluya, sea bajo la forma del matrimonio, la familia en sentido amplio o el servicio a la sociedad, para lograr la plenitud de vida.

«¿Quién soy y quién quiero ser?» es la gran cuestión existencial que planea sobre sus películas. En su búsqueda de respuestas Gerwig abre sin miedo la puerta a la dimensión trascendente y espiritual: la primera vez fue en el final de Lady Bird, lo que Greta llamó «una transacción de gracia»: Christine sube al coro de una iglesia tras una noche de borrachera y allí algo cambia. La directora lo explica con sus palabras en otra entrevista en Decine21: «Ese es el tipo de gracia que se le presenta continuamente a Lady Bird, y su viaje consiste en aceptarla. […] El lugar del que procede y la tradición en la que la han criado le han brindado raíces y alas». Solo cuando integra esa herencia Christine encuentra la paz. La formación católica de la cineasta se refleja en las películas que ha dirigido, y lo hace con una sutileza que deja mucha libertad al espectador, no impone, más bien parafrasea ese «quien pueda entender que entienda».

‘barbie’: la vida frente a la ideología. Con Barbie, Greta ha llevado su estilo hasta el extremo, acentuando el carácter juguetón y caótico que la caracteriza. Cuando recibió la propuesta de Mattel aceptó, con la condición de que en la escritura del guion participase también Baumbach. La chispa de la historia surgió al conocer la vida de la creadora

de Barbie e imaginar cómo sería un encuentro entre creadora y criatura. El resultado es una historia con tres grandes niveles de lectura que ha provocado más de un quebradero de cabeza a quien no conoce el fondo y la forma de su cine. La muñeca ha sido un icono feminista contra el que las propias feministas se han vuelto. Desde la reflexión acerca de qué ha aportado Barbie a las mujeres, Greta Gerwig ha creado una película que se pregunta qué hace valiosa la vida de una mujer. Y empieza, como siempre, mirando de forma honesta la realidad que nos circunda y donde nos topamos inevitablemente con el discurso feminista predominante, que ha construido un relato sobre lo que debería significar ser hombre o mujer. Esto lo cuenta en el primer nivel, con su historia sobre Ken y Barbie, donde ambos encarnan las posturas ideológicas predominantes del feminismo y su noción del patriarcado. Compiten entre sí y acaban pidiéndose perdón y reconociendo que «nos peleábamos porque no sabíamos quiénes éramos». Explicita en sus dos protagonistas cómo estos discursos implican siempre un daño para el hombre y la mujer; no ha querido hacer una película feminista sino «humanista», como ella misma ha reconocido en una entrevista a Rollingstone. Greta juega con los discursos y se ríe abiertamente de ellos para mostrar, entre carcajada y carcajada, las costuras de ese pensamiento ideológico tan artificioso, y para contraponer las evidencias de lo vital. «Llamadme madre», pide el CEO de Mattel a la legión de muñecas; «No, gracias», le responden con cara de asco las barbies, un sencillo gesto con el que se desmonta el falaz argumento de que uno puede ser hombre o mujer a golpe de deseo. Más contundente es su final, cuando lo primero que hace Barbie como mujer es lo que solo una mujer puede hacer: ir al ginecólogo. Un guiño genial a la biología y una respuesta aún más ingeniosa a esa pregunta que hoy parece políticamente incorrecto contestar: ¿qué es una mujer?

En el segundo nivel, la historia presenta las vicisitudes de ser mujer que Barbie va conociendo: alegrías, dificultades, sufrimientos… e incluso deterioros físicos. La película es un producto de millennials para millennials, para esas mujeres que, como Greta, se acercan ya a los cuarenta con todas sus crisis aparejadas. Este retrato no es un reproche al hombre o al

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patriarcado, es la asunción divertida de unas dinámicas culturales, históricas y naturales que hacen que las mujeres experimenten esas realidades —todas nos reconocemos—, y su respuesta es la aceptación agradecida. «Es usted preciosa», le dice Barbie a una anciana; «Lo sé», le responde riendo la mujer.

¿Y qué hay del diálogo entre creadora y criatura?

Ruth Handler, la creadora, con su historial de achaques y enfermedades, hará comprender a Greta la belleza de toda vida, y en especial la de la mujer, muy vinculada también a la cuestión de la maternidad.

En ese juego criatura-creadora, la cineasta alude explícitamente a ese otro encuentro con el Creador necesario para toda persona que busque comprenderse. Y tras esto hay un hecho vital: ha querido plasmar con esa escena una vivencia que contaba en The New York Times en julio de 2023, experimentar, al ser bendecida, que su valía como persona no era el tener o el hacer, sino el ser hija de Dios. Bajo esta clave, Barbie resulta luminosa y todo un tratado de antropología pop, sorprendente en el panorama del cine contemporáneo. «Quiero que la gente se sienta bendecida», indicaba la directora, «que la gente aprenda a vivir con más plenitud».

Lo que hace Greta en los tres niveles representa la culminación de su mirada vital al mundo; le dice

a cierto feminismo que el emperador está desnudo, pero domina las reglas del juego y consigue zafarse de ser cancelada. Por ello Barbie es irónica, ambigua, y requiere que el espectador sepa, además de reír, leer entre líneas.

Ante la corriente ideológica que desnaturaliza a hombres y mujeres, Greta Gerwig vuelve sus ojos a la realidad vivida, por ella y por sus contemporáneos. En la existencia concreta de cada persona se pueden vislumbrar destellos de verdad, vivencias que desmontan las ideologías en lo más profundo de nuestro ser. Gerwig parte de sus percepciones y de su biografía para cuestionar muchos de los presupuestos actuales. Un fenómeno que no parece exclusivo de la chica nacida en Sacramento. En España, basta con fijarse en lo que escribe Ana Iris Simón, lo que ruedan Carla Simón o Pilar Palomero, o incluso lo que canta Rigoberta Bandini, para darnos cuenta de que estamos ante algo nuevo y muy esperanzador: la realidad de unas mujeres —curiosamente también millennials— que, desde sus trayectorias vitales (y algunas tras la maternidad), comienzan a denunciar sin complejos las mentiras de unas ideologías que pretenden decirnos cómo debemos ser y que ocultan cómo realmente somos. Nt

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Paco Sánchez

Flanders contra el manga

«Llego a las primeras clases con miedo: ¿y si este año fuera el de la ruptura?, ¿y si ya no logro entenderme con ellos? Pero hay un lenguaje que siempre comprenden —nunca falla—, un idioma que no se puede simular»

ESCRIBO EN LAS estribaciones de 2024, justo cuando doy una última vuelta a los textos de los alumnos de primero para decidir su nota final. Disfruto mucho con las clases, quizá con lo que más. En este curso, después de un año de abstinencia por discutibles cuestiones médicas, el goce ha sido mayor. Aunque también habrá influido que el número de estudiantes fuera menor e indeciblemente amable. Esto, claro está, no me ha privado de algunos sustos, como ocurre en cualquier aventura que se precie.

Por ejemplo, he descubierto que mis problemas de explicaderas van en aumento, pese a que todavía les gustan mis clases. Lo que realmente les interesa no es lo esencial, sino lo accesorio: las anécdotas con las que ilustro lo importante, las partes narrativas de la sesión más que las explicativas. Como esto me ocurre desde hace años, cocino con particular esmero esas guarniciones e intento presentarlas de un modo apetecible: no siempre recuerdan a cuento de qué traje a colación determinada historia pero, si se les queda, aumentan las posibilidades de que se les quede también el conocimiento asociado que pretendía transmitir.

Llego a las primeras clases con miedo: ¿y si este año fuera el de la ruptura?, ¿y si ya no logro entenderme con ellos? Pero hay un lenguaje que siempre comprenden —nunca falla—, un idioma que no se puede simular. En una ocasión me dijeron algo muy doloroso que me cuesta confesar por primera vez ahora: «Es que para ti no somos un estorbo». Sentirse un estorbo en la vida de los otros tiene que resultar durísimo.

Supongo que les darán ganas de quitarse de en medio. Y muchos, cada vez más, lo hacen. Terrible. Una sensación mucho peor que la de sentirse prescindible y que se ha convertido ya en plaga. No solo en las aulas.

Cuando percibo que les costará entender una palabra, la digo de todos modos. Me paro y les pregunto qué significa. Con frecuencia, nadie lo sabe y empieza una carrera por buscar el término en la aplicación del móvil (algunos no pueden descargársela porque llevan el móvil atestado de imágenes y música: no les cabe un bit y no quieren borrar). Los vagos y los lanzados empiezan a aventurar propuestas sin consultar nada. Por fin alguien lee en voz alta la entrada de la Real Academia, que, por cierto, suele sorprenderles. A menudo incluso la rechazan. Pasa lo mismo con referencias históricas o con noticias del día. Pregunto si sabían aquello. Responden que no y se extrañan. Miran en Google y se escandalizan: hay tantísimos miles de puestos de trabajo sin cubrir en España… Dicen que no puede ser.

Uno que provenía de la América española y escribe mejor en inglés que en castellano me contó que en su país las iglesias católicas tienen cárceles y calabozos en los sótanos. Me reí, pero él siguió tan serio. No lo decía de broma. Tampoco pretendía elaborar una imagen o un juego de palabras. Me asusté un poco. Le pregunté si había visitado alguna. Dijo que no, pero que le constaba que existían. Le dije que quizá en algún fuerte español el calabozo coincidía debajo de la capilla… El chaval ni estaba ideologizado ni cabía considerarlo obtuso. Era un desheredado, como diría François-Xavier Bellamy, alguien a quien no entregaron la herencia cultural que le pertenecía y, al robársela, le privaron de un capital enorme. La culpa no es suya.

Digo todo esto porque cada vez me cuesta más saber lo que saben, que es el punto de partida básico de cualquier comunicación: qué sabe el otro y qué ignora. Lo primero resulta imprescindible para no aburrir y lo segundo para hacerse entender. Un día arriesgué con un chaval que no habla y rara vez sonríe: «Pareces salido de un manga». Es flacucho y llevaba el flequillo sobre los ojos. Le gustó y contestó rápido, como si ya lo hubiera pensado antes: «Y tú hoy vas vestido como Flanders. Él también es muy católico». Fui a ver: no sabía que era un personaje de Los Simpson. Y efectivamente, aquel día yo llevaba un pantalón beis y un jersey verde. Eso sí, Ned Flanders es muy evangélico, pero nada católico.

Paco Sánchez [Com 81 PhD 87] es periodista y profesor titular de la Universidade da Coruña. @pacosanchez

112—Nuestro Tiempo abril 2024
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