El-Libro-Del-Ego-Osho

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de sentido. Por eso el amor es la mejor terapia. El mundo necesita una terapia porque al mundo le falta amor. En un mundo en el que realmente reinara el amor no se necesitaría ninguna terapia; el amor sería suficiente, más que suficiente. Abrazar es un simple gesto de amor, de calor, de afecto. La sensación de calor que transmite la otra persona derrite muchas enfermedades, derrite el ego, frío como el hielo, y te hace sentir de nuevo como un niño. Los psicólogos son plenamente conscientes de que si a un niño no lo besan, no lo abrazan, le falta alimento. El cuerpo necesita comida tanto como el alma necesita amor. Puedes cubrir todas las necesidades físicas de un niño, proporcionarle todas las comodidades físicas, pero si no lo abrazas no llegará a ser una persona totalmente sana. En el fondo se sentirá triste, abandonado, sin afecto. Lo habrán atendido, pero no mimado. Se ha observado que si no se abraza a un niño, empieza como a retroceder, incluso puede morir, aunque se le proporcione todo lo necesario. Se le han dispensado todos los cuidados corporales, pero no ha estado rodeado de cariño. Se ha quedado aislado, sin conexión con la existencia. El amor constituye nuestra conexión, nuestras raíces. Al igual que hay que respirar —porque para el cuerpo es esencial; si se deja de respirar, se deja de existir—, el amor es el aliento interno. El alma vive gracias al amor. El análisis no sirve, ni el ingenio, ni la claridad, ni los conocimientos, ni la erudición. Podrás saber todo lo que se puede saber sobre la terapia, ser un experto, pero si no conoces el arte del amor te quedarás en la superficie del milagro de la terapia. En cuanto empiezas a sentir compasión del paciente, del que sufre... de cien casos, noventa personas sufren fundamentalmente porque no han sido amadas. Si empiezas a sentir la necesidad de amor del paciente y si puedes satisfacer esa necesidad, el paciente experimentará una mejoría casi mágica. No cabe duda de que el amor es el fenómeno más terapéutico. A Freud le aterrorizaba tanto, tanto... Jamás se le habría ocurrido abrazar a un paciente; ni siquiera estaba dispuesto a mirarlo cara a cara, porque al escuchar sus miserias, sus pesadillas, podría haber empezado a sentir compasión, podrían habérsele humedecido los ojos, echarse a llorar o en un descuido incluso tomarle de la mano. Le tenía tanto miedo a una relación afectuosa entre terapeuta y paciente que inventó la siguiente estratagema: el paciente tenía que estar tendido en el diván, y detrás se sentaba el psicoanalista, de modo que no se vieran cara a cara. Y hay que recordar algo muy importante; que solo cuando nos miramos cara a cara crece el amor. Los animales no pueden desarrollar el amor porque hacen el amor sin mirarse, y así no pueden surgir ni la amistad ni la relación. En cuanto acaban con la relación sexual se van cada uno por su lado, sin ni siquiera un gracias, un adiós o un hasta luego. Los animales no han sido capaces de crear la amistad, la familia, la sociedad, por la sencilla razón de que cuando están haciendo el amor no se miran a los ojos, ni a la cara, como si el sexo para ellos fuera algo prácticamente mecánico. No existe ningún elemento humano en su relación sexual. El ser humano ha creado la dimensión de todas las relaciones por la sencilla razón de que es el único animal que hace el amor mirando a su pareja. Los ojos empiezan a establecer comunicación y las expresiones faciales se convierten en un sutil lenguaje. Y además, los cambios de humor y las emociones... el gozo, el éxtasis, el resplandor del orgasmo... Y así se construye la intimidad. La intimidad es necesaria, es un requisito indispensable. Por eso es bueno hacer el amor con luz, no en medio de la oscuridad, o al menos con una luz tenue, la de una vela. Hacer el amor con oscuridad es una parte del animal que habita en nosotros, que evita encararse con el otro, una estrategia para esquivarnos.

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