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ECONOMÍA ENFOQUE

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Nuestro modelo productivo y su potencial de cambio Eugenio Sánchez Gallego Entre 1914 y 1919, España registró algunos de los saldos comerciales positivos más elevados en el último siglo, una anomalía histórica de nuestra economía que se produjo durante la Primera Guerra Mundial. La posición neutral adoptada durante la contienda hizo despegar a muchas industrias como la textil, la metalurgia o la minería que, junto al sector agrícola, suministraron a las naciones beligerantes alimentos, equipos y pertrechos militares, o carbón y metales. Asimismo, el impacto mundial de la pandemia de gripe de 1918-1920 provocó y potenció otros cambios socioeconómicos como el embrión de los sistemas públicos de salud, o la lenta incorporación de la mujer al mercado laboral. Estos fenómenos propiciaron las bases para modernizar y cambiar nuestra estructura productiva atrasada e incluso para pensar un Estado que ofreciera más coberturas. Si bien, el correr de las décadas y las sucesivas crisis no parecen haber conformado un cuerpo de reflexión o prevención suficiente sobre qué producir y cómo, más allá del turismo, ante la realidad que impone la actual pandemia. Cauces para un nuevo modelo productivo El debate sobre la evolución del modelo productivo no debiera deslizarse hacia lugares comunes o a emular experiencias de otros países. Sí es interesante extraer algunas consideraciones de otros procesos para guiar esta reflexión desde la colaboración público-privada. A tal efecto, es posible distinguir cuatro áreas de análisis: el marco normativo y la calidad institucional, el análisis de la cualificación de la mano de obra, la posición competitiva internacional, y los recursos naturales. Energías renovables y yacimientos Si empezamos por la última, es conocido que España es uno de los países europeos con mayor recorrido en energías renovables. Solo en el 2019, la energía solar, la eólica y la hidráulica generaron el 39% de la electricidad según Red Eléctrica Española. Menos sabido es que nuestro país posee ricos yacimientos de tierras raras, cobalto, telurio, coltán o litio, fundamentales para la industria tecnológica. No obstante, su escasa explotación debido a diversos frenos políticos y normativos, que también han lastrado las energías renovables, estaría afectando a la dependencia del exterior de estos materiales y el encarecimiento de costes, pero cuyo despliegue podría convertirnos en referencia europea según entidades como la Confederación Nacional de Empresarios de la Minería y de la Metalurgia (Confedem). Marco normativo y calidad institucional Respecto al marco normativo y la calidad institucional, son los cimientos críticos para cualquier actividad económica competitiva, eficiente y sostenible. El escenario equilibrado 26 g Profesiones

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para ello contempla una red normativa clara y garantista para los agentes socioeconómicos, estable en el tiempo aunque no inmóvil, y homogénea en el territorio. A su vez, emana de una administración transparente en sus acciones, participada por la sociedad sin entorpecer la agilidad, coordinada en todos sus planos, y en cuyo proceso para decidir toma la evidencia del criterio profesional para generar la necesaria confianza que demandan las personas en su actividad socioeconómica. Hoy, parece que la economía española está lejos de este paradigma, y cualquier esbozo de modelo productivo sin hondas reformas que se aproximaran a los parámetros descritos tendría pies de barro. Acabar con la sobrecualificación En cuanto al análisis de la cualificación de la mano de obra tiene dos reflejos esenciales: el sector educativo y el mercado laboral. La Encuesta de Población Activa del tercer trimestre del 2020 arrojó que los ocupados con educación superior son los de mayor peso en la ocupación con un 45,61%. Casi tres puntos porcentuales más que hace un año, y el único grupo, por formación, que ha crecido en relevancia porcentual ante la pandemia. Además, las mujeres con educación superior conforman el bloque mayoritario de la ocupación con un 23,6% del total. Sin embargo, la estadística de sobrecualificación de Eurostat ya reveló en el 2018 que en España el 37,3% de las personas de 20 a 64 años con educación terciaria desempeña una labor inferior a su ocupación, el dato más elevado de la Unión Europea. Por ello, habría de atajarse con urgencia desde el sistema educativo y las instituciones este desaprovechamiento notorio del talento que limita el desarrollo socioeconómico. Profesiones como eje del modelo productivo Esta última área también conecta con la posición competitiva internacional. En los últimos años, el subsector de servicios profesionales es uno de los que presenta mayor crecimiento e importancia en nuestra estructura productiva con más de un 11% del Valor Añadido Bruto (VAB), un 13% de la ocupación directa, un 19% del tejido empresarial, un tercio de las exportaciones de servicios y un tercio de la inversión empresarial en I+D. Potenciar y apoyar el ejercicio profesional sobre la base del sistema de profesiones colegiadas abonaría un modelo productivo más estable frente a crisis y basado en el conocimiento especializado para aprovechar y retener más el talento. Entre otros efectos de su impulso, ejercería mayor atractivo inversor y dinamismo competitivo en otros sectores como el industrial y, más concretamente, en el creciente fenómeno de la servitización, o bienes industriales asociados a servicios. Y, sin duda, plantearía un modelo social con mayor poder asistencial para articular el bienestar y la salud, más necesario que nunca como se comprueba. nº 188 g noviembre-diciembre 2020


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