OPINIÓN +
La soledad de nuestro tiempo Ana María Sánchez Alias Coordinadora de la división de Psicología de la Intervención Social Consejo General de la Psicología de España
Estar solo no es lo mismo que la percepción subjetiva de la soledad. Un aspecto fundamental para comprender el origen del sentimiento de soledad es la combinación de un estado real y de la percepción del individuo sobre éste. Es frecuente encontrar a personas que experimentan dicho sentimiento a pesar de disponer de una amplia red de apoyo social. Dicha situación se produce en aquellos casos en los que se carece de vínculos seguros y cercanos, pudiendo estar acompañado de un intenso sentimiento de abandono, desarraigo o vacío interno. «La precariedad de los lazos humanos es un destacado atributo –por no decir el más característico– de la vida moderna líquida. El carácter flagrantemente escindible de los vínculos humanos y la frecuencia con que estos se rompen actúan como un recordatorio constante de la mortalidad de la vida humana» (Bauman, 2007). Los cambios producidos en las dinámicas interpersonales, la generalización de las redes sociales, las relaciones superficiales, el incremento de familias monoparentales o las nuevas demandas sociales y laborales que conllevan un mayor aislamiento justifican el incremento producido en las tasas de soledad de la actualidad. Diversos estudios informan sobre las consecuencias negativas para la salud de las personas que se sienten solas aunque estén rodeadas de gente. En este mismo sentido apuntan las investigaciones de Dhruv Khullar, médico e investigador de Weill Cornell Medicine en Nueva York, que demuestran que las personas con menos conexión social ven alterados sus patrones de sueño, su sistema inmune o aumentadas las hormonas que provocan el estrés, así como un empeoramiento cognitivo acelerado entre personas aisladas socialmente.
La soledad es un fenómeno que puede aparecer a lo largo del ciclo vital, aunque su probabilidad aumenta a medida que la persona envejece La soledad se ha vinculado especialmente con las personas de avanzada edad. Esta asociación se debe a una mayor prevalencia en esta franja de edad, de sufrir más pérdidas de personas cercanas o a la presencia de afecciones físicas que limitan la socialización, pero 48 g Profesiones
también en otras etapas pueden darse sentimientos de soledad, por ejemplo en la adolescencia. Situaciones a tener en cuenta en cuanto al riesgo de poder estar conviviendo con un sentimiento de soledad: • Las personas solitarias que se sienten más cómodas en internet. En línea, se pueden regular mejor los niveles de intimidad personal y social; se puede controlar el número y el momento de las interacciones; en algunas redes se puede incluso cambiar de opinión y borrarlas si se consideran oportuno. El anonimato puede disminuir la autoconciencia y la ansiedad social, lo que, facilita el comportamiento anti-social y el gregarismo. • Cualquier persona con dificultades en su regulación emocional ya que una baja regulación hace más difícil el mantener las relaciones sociales. • Si al investigar en la historia vivencial de una determinada persona, los patrones de apego o vinculación han sido truncados por experiencias traumáticas ya que las primeras relaciones interpersonales influirán en las expectativas de relación y en las dinámicas relacionales futuras, así como la vivencia de experiencias de exclusión social, rechazo, abandono o trato negligente. • Las personas en proceso de duelo. A lo largo de la vida hay que ir elaborando duelos, bien sean simbólicos o reales de relaciones sociales y de uno mismo en relación a las distintas etapas de la vida, (adolescencia, “nido vacío”, separaciones, jubilación, enfermedades, viudedad…...). • Por tanto hemos de conocer el cómo las personas se adaptan a los cambios a lo largo de su ciclo vital ya que este es un predictor de mayor o menor riesgo a la hora de enfrentarse a los sentimientos de soledad y sus efectos.
Envejecimiento de la población y sus consecuencias Según un informe del INE publicado el 20 de octubre del 2016 http://www.ine.es/prensa/np994.pdf, en España el porcentaje de población de 65 años y más, que actualmente se sitúa en el 18,7% del total de la población, pasaría a ser del 25,6% en el 2031, y del 34,6% en el 2066. De mantenerse las tendencias actuales, la tasa de dependencia (el cociente, en tanto por ciento, entre la población menor de 16 años o mayor de 64 y la población de 16 a 64 años) se elevaría desde el 53,5% actual hasta el 62,2% en el 2031, alcanzando el 87,7% en el 2066. La población centenaria (los que tienen 100 años o más) pasaría de las 16.460 personas en la actualidad a más de 222.104 dentro de 50 años. Desde el año 2013 las Organizaciones Científico Profesionales que componen ACEB (Alianza Científico Profesional para el Estado de Bienestar) y entre las cuales está el Consejo General de la Psicología de Esnº 172 g marzo-abril 2018