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PROFESIONES Y RSC

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Amelia Valcárcel: «Se puede avanzar magníficamente en la igualdad de género por medio de las profesiones» Elisa G. McCausland Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía Moral y Política en la UNED, es también consejera de Estado, y una de las máximas exponentes del feminismo de la igualdad de nuestro país. En el contexto del I Congreso Nacional de Profesiones, y en el marco del mismo dedicado a la deontología como esencia de las profesiones, Valcárcel ofreció una ponencia centrada en cómo las actitudes ante el trabajo miden el estado del ethos social, entendiendo por tal la serie emocional y valorativa que sirve de fondo a las conductas individuales.

Ethos social Pero, ¿qué entendemos exactamente por ese concepto? Nos lo define Valcárcel de la siguiente manera: «Llamamos ethos social a todo un conjunto de emociones, de valoraciones, de juicios que hacemos unos sobre otros. Es decir, que se producen en la sociedad constantemente —qué es, quién es, cómo lo hace; ¿lo hace bien o lo hace mal?—. Cuando estudiamos el ethos social —concepto que se puede estudiar igual que se estudia geografía—, este nos ilumina sobre dónde localizar a esta u otra comunidad; qué cree, qué piensa sobre el bien y el mal, cómo juzga a otros, cómo se juzgan entre ellas y ellos, cómo se comportan».

En el ethos social de una democracia, lo que una persona sabe hacer es su criterio; y, de alguna manera, ese es el criterio por el que la vamos a juzgar Y cuál es la peculiaridad del ethos social de nuestras sociedades abiertas, libres, democráticas, relativamente ricas, se pregunta. «El qué somos, la profesión que tenemos, lo que sabemos hacer, ha resultado ser lo más importante para saber de una persona. Es lo primero que preguntamos cuando queremos saber algo de alguien. La pregunta 'qué es' conlleva la respuesta 'quién es'. Entonces, en el ethos social de una democracia, lo que una persona sabe hacer es su criterio; y, de alguna manera, ese es el criterio por el que la vamos a juzgar». En este sentido, otro de esos criterios, según Valcárcel, sería el crédito que esa persona tiene, pues «depende de cómo hace lo que hace: si lo hace bien o lo hace mal; si es excelente o es mediocre. En nuestro ethos social el trabajo, es

decir, lo que somos capaces de hacer, es central en nuestras sociedades». Desde su punto de vista, el imperativo de hacer se ha vuelto universal en nuestro mundo. «Nadie puede vivir sin hacer nada, que es, sin embargo, el ideal absoluto de las sociedades aristocráticas y estamentales. Los antes despreciados oficios pasan a ser elecciones o destinos dados por la providencia como un medio para ganar la vida futura y el respeto ajeno. Así, lo que se hace, aquello a lo que la persona se dedica, la define ya no como casta, sino como individuo. Y tanto más capaz de contribuir al proceso de individuación y su pirámide de necesidades, cuanto más consiga que ese su laborar sea reconocido. Ser individuo no es una tarea individual. Aquello que se hace se convierte en crédito y criterio».

Profesionalidad «La profesionalidad es el criterio social de la excelencia personal». El subrayado de esta cita de Victoria Camps en su libro Virtudes públicas no es casualidad. Lo explica la filósofa de la siguiente manera: «Las profesiones son un objeto social de atención preferente debido, en gran medida, a la importancia que se le da en nuestro presente al trabajo. Primero, porque la gente, antes incluso de comenzar a estudiar para ejercer una profesión, se inclina a decidirse por una u otra. Es una cuestión importante que siempre tienes en mente. Qué vas a hacer; qué vas a ser». La diferencia se establece, precisamente, en relación a una sociedad estamental, en la que «tú no le puedes preguntar a nadie qué vas a ser; ya lo sabe, desde que nació está marcado. No tiene esa capacidad. En la nuestra, desde que empezamos a tener vida útil, las profesiones son aquello por lo que nos preguntan cuando todavía no lo tenemos. Cuando eso ya ha pasado, las profesiones son objeto de especial interés, precisamente, porque a todos nos importa que los profesionales sean buenos. No queremos profesionales mediocres; no queremos intrusos; no queremos falsarios y no queremos malos profesionales. Esta es la razón de que toda la sociedad esté mirando, de que todos se estén fijando, y con razón, en la labor que hacen los profesionales; en cómo la llevan a cabo». Nos recuerda Valcárcel que, en el marco democrático, separar al individuo de su profenº 171 g enero-febrero 2018


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