ECONOMÍA
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Desigualdad: el eterno debate de la ciencia económica «La desigualdad extrema se está convirtiendo en la enfermedad del siglo XXI. (...) Tiene que producirse un cambio de paradigma político y económico, hacia sociedades más redistributivas y con un claro esfuerzo hacia la justicia social. La desigualdad no es inevitable. Más bien al contrario, las soluciones están al alcance de nuestra mano». Informe Una economía al servicio del 1%. OXFAM, enero del 2016. Eugenio Sanchez Gallego Exclusión y marginación social, riesgo de pobreza, contrastes acusados de salarios y empleo, limitación del acceso a servicios de sanidad y educación, escasa movilidad social o diversas brechas de género son solo algunos de los síntomas de lo que hoy entendemos por desigualdad en un sentido amplio. Una problemática que «en los países de la OCDE se encuentra en el nivel más alto desde que empezaron a registrarse estadísticas», según Ángel Gurría, secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Así, las evidencias muestran mayores riesgos de fracturación en las sociedades, como señalaba recientemente el informe Una economía al servicio del 1% de OXFAM publicado en enero del 2016. El impacto de la crisis y su carácter asimétrico que ha afectado a los segmentos sociales más vulnerables solo han acentuado un debate que no es nuevo, pero sí, su evolución en el terreno de las ideas y las propuestas hacia un mayor pragmatismo en su tratamiento. Prueba de ello son el escocés Angus Deaton, Nobel de Economía, y la francesa Esther Duflo, Premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales, galardonados en el 2015 por sus trabajos sobre la desigualdad y la pobreza. Respecto a Duflo, «ha aplicado con originalidad métodos experimentales para evaluar la eficacia de las políticas contra la desigualdad económica y social, especialmente en África, Asia e Iberoamérica», como se subrayó en la entrega. Mientras, sobre Deaton se destacó su labor orientada a comprender las decisiones individuales de consumo «para diseñar políticas económicas a favor del bienestar y de la reducción de la pobreza». En esta línea, uno de los instrumentos más eficaces y empleados para calibrar la desigualdad es el coeficiente de Gini, que mide el grado de concentración de la renta en la sociedad. Observar los resultados de este coeficiente en la Unión Europea de los 28 (ver gráfico) nos presenta una panorámica de la que se desprende que los países del centro y norte europeo cuentan con niveles de distribución de la renta más equitativos (además, cuentan con renta per cápita más alta); entretanto, en los países del sur y del este la renta está más concentrada. En consecuencia, es absolutamente primordial detectar cuál es el origen de los mecanismos que producen la desigualdad y la pobreza. Aproximación a las causas La desigualdad ha caminado paralela al transcurso de la civilización con diferente intensidad en función de la época 18 g Profesiones
y las circunstancias. Al realizar un breve repaso histórico, es gráfico traer a colación la cita «los fuertes hacen cuanto pueden y los débiles sufren cuanto deben» que dirigieron los atenienses al pueblo de Melos, sometido en el siglo V a. C., y que recogió en sus crónicas el historiador griego Tucídides. Factores como la religión y la conquista militar fueron durante muchos siglos —y, actualmente, de manera notable en algunos lugares— elementos vertebradores de las sociedades que justificaban determinadas relaciones de desigualdad entre individuos donde aparecía también el fenómeno de la servidumbre. El sistema feudalista de la Edad Media, sobre todo en Europa, con la estratificación en nobleza, clero y tercer estado fue un fiel reflejo de la escasa movilidad social y desigualdad del periodo. Por su parte, el modelo capitalista, si bien ha conseguido eliminar o moderar ciertas formas de desigualdad, ha creado y perpetuado otras tantas. Sin ir más lejos, el francés Thomas Piketty demostró en El capital en el siglo XXI (Fondo de Cultura Económica, 2014) el rendimiento superior del capital frente al aumento de las rentas salariales, principalmente, en la segunda mitad del siglo XX; aunque, sostiene que la fuente elemental de desigualdad hoy se produce dentro de las rentas del trabajo, entre otros motivos, a causa de la productividad asociada a cada individuo de acuerdo a la tecnología, formación y educación con la que cuenta, los cuales tienen incidencia como indica también Paul Krugman. Este nombra a su vez el factor suerte de estar en el lugar adecuado y en el momento adecuado a modo de condicionante. Por ejemplo, el lugar de nacimiento, es decir, «la mayoría de la desigualdad global es debida a las diferencias en la ubicación», como refiere en su estudio Global Income Inequality Branko Milanovic. Además, todavía persisten relaciones de poder en múltiples esferas donde los procedimientos democráticos aún no han intervenido suficiente, que replican esquemas de desigualdad. Si a todos estos factores se
«Una parte esencial de la desigualdad entre países ricos y pobres —y, por otro lado, de la desigualdad en general— no se debe a la distribución desigual de los medios de producción, sino a la distribución desigual del capital humano». Thomas Piketty nº 159 g enero-febrero 2016