Kramer contra kramer

UN FINAL INESPERADO: Kramer contra Kramer (1979)

Por Javier Soria Ruiz-Ogarrio 1ยบ MAAB Villanueva

Para la realización de este ensayo, he elegido la película Kramer contra Kramer, ya que es, desde siempre, una de mis películas favoritas en el ámbito del derecho, pese a que el “momento jurídico” es muy corto: apenas dura unos 10-15 minutos. No obstante, la actuación de los abogados en el juicio que hace final de la película es muy representativa del estilo de abogado agresivo ya clásico en Hollywood.

Kramer contra Kramer fue dirigida y escrita por Robert Benton, para ser estrenada en 1979. La película cuenta la historia de Ted Kramer (Dustin Hoffman), un ejecutivo del mundo de la publicidad, que vive con su esposa Johanna (Meryl Streep) y su hijo Billy (Justin Henry). Joanna, agobiada por la vida de madre y ama de casa que está llevando, mientras su marido tiene éxito en su trabajo, decide abandonar a los dos hombres de su vida para encontrarse a sí misma. Esto deja a Ted en una posición incómoda, teniendo a un hijo a su cargo a la vez que un trabajo que le exige mucha dedicación y en el cual tiene una carrera brillante. Superadas las primeras dificultades, dando pie a muy cómicas situaciones, el protagonista se vuelca totalmente en su hijo.

No obstante, no todo es un camino de rosas y su trabajo como publicista comienza a verse perjudicado por la total dedicación a su familia: Ted comienza a faltar a reuniones del trabajo, a tener que salir antes para recoger a Billy en el colegio, etc. Esto acaba repercutiendo en un despido (“le concede la libertad”, según su jefe) que dificultará aún más su situación.

En ese escenario, Joanna vuelve a la ciudad y reclama la custodia sobre el hijo en común.

Su padre se niega, amparándose en que él se está haciendo cargo del niño y en que ya han formado una vida en común. No obstante, entran en juego los abogados y Ted se ve en la difícil tesitura de no tener un trabajo, lo que le perjudica en la batalla legal que va a librarse por la custodia de Billy. Por ello, acaba aceptando un trabajo mucho peor pagado que su empleo precedente, con el único objetivo de tener unos ingresos fijos que pueda hacer valer frente al juez.

La escena “jurídicamente relevante” es el acto del juicio en que Ted y Joanna se enfrentan por la custodia de Billy. El niño no se encuentra presente en el acto ante el Tribunal, afortunadamente, porque la lucha es encarnizada. Los abogados empiezan a sacar artillería cada vez más pesada, en ocasiones de dudosa ética, con tal de vencer a su oponente.

Durante el juicio, los abogados sacan temas como las heridas que sufrió el hijo cayéndose al jugar en el parque, de las que se intenta responsabilizar a su padre, que le estaba cuidando en ese momento; el abogado del padre hace valer una conversación privada en que Joanna se describió a sí misma como una “mala madre”; incluso sacan a relucir la capacidad de cada uno para comprometerse tomando como baremo el hecho de que Ted perdiera su trabajo y el hecho de que Joanna se divorciara, considerando que si fracasó en su matrimonio, podría fracasar en el cuidado de su hijo.

De la escena del juicio es reseñable cómo los padres, que comenzaron la batalla y deseaban ganar, empiezan a echarse miradas arrepentidas, porque les duelen los comentarios que los abogados arrojan sobre su expareja. Se plasma así en la película el mantra típico de que son los abogados los que destruyen todo, haciendo daño y sacando los “trapos sucios” pese a que los clientes no lo quieran así.

Finalmente, el Tribunal le da la razón a Joanna, reconociendo su derecho a la custodia de Billy y concediendo un régimen de visitas para Ted (un día por la noche a la semana, un fin de semana al mes y la mitad de las vacaciones de verano). Esta decisión se basa, sobre todo, en el hecho de que su padre fuera despedido de su trabajo y haya aceptado uno inferior en sueldo, considerándole por ello irresponsable y no apto para cuidar de su hijo.

Sin embargo, en el momento en que su madre va a recoger a Ted, se produce una conversación entre los dos progenitores en la que Joanna decide que prefiere que él se quede con el hijo. Reconoce así su aptitud como padre y el trabajo que ha tenido que llevar a cabo para entenderse y poder cuidar a su hijo en condiciones. Así, la película tiene un final feliz, siendo el Sr. Kramer el que finalmente consigue la custodia de su hijo.

Dado el ejercicio de tener que cambiar el final del filme, mi primer impulso sería eliminar la causa que hace que Ted no consiga la custodia judicialmente. El despido de su anterior empleo se basa en todo caso en que sus deberes como padre “impiden” el normal desarrollo de su trabajo.

Quizás, en un primer momento, me hubiera gustado ver a Ted Kramer acudir a su abogado, para presentarse ante el Juez de lo Social y demandar a su empresa por un despido improcedente y, sobre todo, discriminatorio, teniendo finalmente que ser readmitido y ganando por ello el pleito sobre la custodia.

Esto sería así en tanto su jefe deja claro que, si Ted fuera mujer, sería normal que se dedicase tanto a su hijo, pero siendo hombre, no tiene “ni pies ni cabeza” que emplee tanto tiempo en él, y debería buscarse una ayuda o una novia para criarle. Esta postura, en el Nueva York de los años 80 no hubiera convencido al Juez, pero ante un tribunal español del Siglo XXI, sería una victoria segura.

También sería atractivo que el abogado de Ted Kramer hiciera un alegato impresionante, explicando que si su cliente ha aceptado un trabajo peor pagado ha sido, en todo caso, para poder pasar más tiempo que su hijo, aun a costa de perder en nivel de vida económico. Así, convencería al Tribunal de su idoneidad para cuidar a su hijo, a la vez que deja claro que el dinero que cobra es más que suficiente para mantenerlos a ambos, consiguiendo la custodia.

Pero estos finales propuestos, aunque jurídicamente fuesen correctos, no serían la situación perfecta. Como ya apunté al principio, lo más destacado de la aparición de los abogados en esta película es que se les presenta, como en tantas otras, como auténticos tiburones, solo preocupados por vencer a cualquier precio.

Esta imagen de abogado despiadado quizá tenía sentido en 1979, cuando la película fue estrenada. Pero, en pleno año 2017, los abogados hemos cambiado y quiero romper una lanza en nuestro favor.

Para cambiar el final de la película, me gustaría comenzar por el acto del juicio. En él, al empezar a cruzarse las acusaciones más duras, una vez los abogados empiezan a echar en cara a Ted y a Joanna lo malos padres que son, uno de los dos solicitaría a su abogado que pidiera un receso, porque deseaban cambiar su línea de defensa. Seguramente, Joanna, que en la película acaba arrepintiéndose por conseguir la custodia, sería la que diera este paso.

Al salir al pasillo del Juzgado, Joanna le diría a su abogada que no desea continuar con el proceso, que no tiene sentido hacerse tanto daño el uno al otro, y que le gustaría tener una conversación entre los cuatro: los dos abogados y la pareja.

Reunidos todos en una sala, en el despacho de la abogada de la ex esposa, la letrada propone una idea: una mediación. Es una técnica poco utilizada, pero puede ser útil en casos como el que tienen delante. Como ya he dicho, ningún abogado de 1979 apostaría

por esta salida, pero no somos la misma raza de juristas. El abogado de Ted, en ese momento, le aconseja: - Cuidado, Ted. Esto de las mediaciones está empezando, y yo no te lo recomendaría para casos de custodia. Si Joanna está proponiendo esta solución es porque sabe que el caso está ganado.

No obstante, Ted Kramer, con esa sonrisa característica que solo Dustin Hoffman sabe poner, le contesta: - Se nota que no conoces a Joanna.

Pese a la desconfianza inicial, la mediación se produce, comunicando previamente al Juez la decisión de los implicados en llevar a cabo este procedimiento, y comunicando asimismo su deseo de elevar a judiciales los acuerdos que en él se tomen. Para ello, desistirían del procedimiento, iniciando uno nuevo una vez termine el proceso de mediación, y presentando las conclusiones como un acuerdo al inicio de la Audiencia Previa.

El proceso de mediación es largo y, en algún momento, hasta tedioso. Pero ambas partes saben que es lo mejor para salvaguardar la relación a la vez que consiguen sus objetivos, cediendo menos terreno del que inicialmente pensaban. Poco a poco, Ted reconoce en Joanna a la mujer con la que se casó, entendiendo que su fuga se debió a un agobio por cómo estaban viviendo.

Joanna, gracias a los mediadores, ve que Ted es un buen padre y que no es el mismo hombre que era cuando ella se fue. Eso no significa que desee volver con él, pero sí que comprende que Billy está feliz con él y que recibe la atención que merece.

En alguna de las sesiones, incluso, el propio hijo en común participa en la mediación, dándose la escena de ambos padres, el mediador y el hijo participando del proceso, mientras los abogados se miran sorprendidos, pero contentos, porque, a diferencia de esos neoyorquinos de los 70, saben que la fidelidad a su cliente es esencial y que, pese a haber dejado escapar una oportunidad, han cumplido con su ética.

Finalmente, el mediador, tras varias sesiones, ha conseguido proponer junto a los padres un documento en el que se especifica el régimen de custodia y visitas. Este documento será redactado por los abogados para ser presentado al Juez.

Joanna prefiere que sea Ted el que se quede a vivir con Billy, siempre y cuando ella pueda verle siempre que quiera y avise con dos días de antelación. Lo único que pide es que su padre no le ponga en su contra, dado que este era en realidad su mayor miedo en los meses que pasó fuera de la ciudad.

Ted, por su parte, se compromete a ello y, con mucho cariño, hace ver a Joanna que ella siempre será la madre de Billy y que, aunque se diera el caso de tener otra pareja, nadie podrá sustituirla jamás.

Billy, pese a su niñez, comprende a sus padres y es feliz de verles de acuerdo, de ver que no se ha convertido en un arma arrojadiza, como tantos otros niños en crisis matrimoniales. Además, quiere vivir con su padre, con el que se entiende y habla más, y ha tenido la oportunidad de dejar esto patente en el curso de la mediación.

En la última escena, Joanna, Ted y Billy entran al juzgado, yendo el niño en medio y con sus padres cogiéndole cada uno de una mano. Detrás de ellos, los abogados con una copia del documento cada uno, sonríen y se dan la mano, siendo sus últimas palabras: - Enhorabuena, abogado.