Abrázame que no te quiero, Irene Ferb

Page 70

acudo para hablar con Dios, yo vengo a charlar con el espíritu de mi amiga, así que en el último banco vale. Contemplo el altar. Hoy no se aparecen tan claros los recuerdos como el día del funeral. Le empiezo a contar lo mal que lo he pasado físicamente, pero que ya voy recuperándome. Le hablo con naturalidad, incluso imagino que me responde. Le relato lo de Adan y que ahora siempre está trabajando con la nueva. Le escucho preguntarme si es guapa… Pues no lo he pensado, es que nunca he sido muy celosa, probablemente porque nunca había tenido una relación tan larga. Me despista un llanto que oigo a lo lejos. Sí, el chico que hay en la primera fila está dándolo todo, ¡vaya berrinche que tiene el pobre! Sólo estamos él y yo, y un poco más lejos en una capillita hay dos abuelillas. El llorón está sentado donde se situaba Toño en el funeral. Me están entrando ganas de ir a consolarle, pero paso, no vaya a ser que me ponga a llorar más que él y tengan que venir las abuelitas a animarnos. Me reconforta ver que hay gente que está peor que yo. Yo a lo mío. Continúo hablando con Sara, y es genial. Me convence para que nada más salir de aquí llame a Adan, pero sin enfados, no merece la pena discutir. Voy a hacerlo. Realmente creo que me está escuchando, y dándome consejos. ¡Vamos! Que es mi consciencia interpretando el papel de Sara, pero me vale. El chico llorón se incorpora. Parece estar más sereno. ¡Oh, no! ¡Otra vez! ¡Joé, es Toño! Me levanto como alma que llevara el diablo —nunca mejor dicho—, y salgo antes de que me vea. Me monto en el coche. Estoy impactada. El destino nos ha vuelto a cruzar. Parece que irremediablemente va a seguir encontrándonos hasta que hablemos. Es que… ¡Qué casualidad! Yo nunca piso la iglesia y Toño hasta donde yo sabía tampoco. ¿Y qué hacía allí?, ¡será hipócrita!, ¿Querrá remendar sus culpas con Dios? ¡Pero si él no era católico! ¿Qué más le dará? Me estremezco al recordar cómo lloraba. Él pensaba que estaba sólo, no sabía que yo me hallaba a pocos metros, otra vez viéndole de lejos como una detective. Parece que alguien quiere que esté enterada de los movimientos de Toño. ¿Sara? No sé muy bien qué sentir, me ha dejado chocada. Lo que menos me pensaba esta mañana cuando me desperté para ir al aeropuerto, era que me iba a volver a cruzar con Toño, y menos, con un Toño destrozado. Las pocas veces que le he visto, lucía como si tal cosa, lo que hacía aumentar mi rabia hacía él, pero hoy, hoy no puedo sentir rabia, más bien me da pena. Yo nunca he juzgado a la gente, y con él no he podido evitarlo, pero es que su comportamiento ha sido extraño desde el principio. De todas formas ¿cómo he podido pensar que no lo estaría pasando mal? ¿Cómo no iba a echarla de menos? ¿En qué estaba pensando? ¿Desde cuándo soy así de cínica? Yo no soy la única que está sufriendo. Arranco el motor, y me dirijo a casa. Cuando estoy llegando suena el teléfono fijo, abro rápido y consigo descolgar a tiempo. Es Adan. Me confirma que no viene y que me ha estado llamando. Ya no estoy enfadada y le digo que no pasa nada, pero que tengo muchas ganas de verle. Me confiesa que él a mi también, que se lo va a decir a su jefe porque no aguanta un día más. Le pregunto por Esther, me dice que es muy maja y que ya está más o menos puesta al día, pero que van muy atrasados con un proyecto. Recuerdo lo que hablé con Sara y le pregunto si es guapa. Adan se queda callado, no es típico de él. —Sí… — No me dice nada más. Se ha quedado estupefacto… ¡Jó, pues sí que será guapa! Cambio de tema radical y le cuento que ya como mucho mejor y que cuando venga vamos a ir a celebrarlo a nuestro italiano favorito. Adan me pregunta cómo voy llevando lo de Sara, de sobra sé que se siente muy culpable por dejarme tan sola.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.