DOSSIER

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“Yo gobernaré para la gente” “Yo gobernaré para la gente” fue un slogan de un spot que utilizó el candidato Carlos Calleja, que no demostraba más que él, como máximo candidato de un partido, haría todo por el pueblo. Vemos en este tipo de mensajes una clara expresión de la personalización de los candidatos en la escena de campaña electoral 2019 por la presidencia de El Salvador. Ya hemos visto en el análisis cómo se apartan de los partidos políticos, solo falta demarcar qué sucede en realidad con este término. Durán Barba y Nieto (2006) dijeron que para muchos han agonizado las grandes utopías y también las ideologías entendidas como grandes relatos, en tanto se tornan irrelevantes para los ciudadanos, incluso porque las viejas concepciones de izquierda y derecha han caducado. Esto es relevante en sociedades latinoamericanas que estuvieron marcadas por esta polarización que no hacía más que marcar más estas brechas, donde aparecen candidatos que aprovechan este escenario para desmarcarse de los institutos políticos corroídos, como Nayib Bukele. Ya decía Berrocal (2003) en su artículo “La personalización en la política” “que La democracia, que defiende una nueva forma de comunicación política basada en la discusión racional de la idea y el análisis de los hechos, se transforma en la exhibición de unos líderes que realizan llamadas al museo naval olvidándola necesaria pedagogía y argumentación de la política”. Es que con los candidatos en esta campaña ya no interesaba este poder del pueblo para el pueblo, sino

quién es que vende mejor sus atributos para las necesidades de la población. Hablando del tema Berrocal (2003) cita a Barranco (1982) para decir que “el marketing político sería el conjunto de técnicas que permitan captar las necesidades que un mercado electoral tiene, estableciendo, en base a estas necesidades, un programa ideológico que las soluciones y ofreciéndole un candidato qué personalice dicho programa y al que se apoya e impulsa a través de la publicidad política”. Sí, un candidato que personaliza esas necesidades que serán satisfechas, por una o más variables, pero al final un candidato, una persona. A sabiendas que no puede gobernar una sola persona una nación completa, sino que necesitará este instituto político que lo ha postulado, al fin y al cabo. Entonces aunque estemos decepcionados de los “mismos del pasado” (como dice Nayib Bukele), inexorablemente regresaremos a ellos, pues son las plataformas que los llevan al poder. Porque para Riorda y Farré (2012) Al final, más allá de esas posturas prácticas, pragmáticas que se escapan y se quieren diluir de un partido político o una ideología, ellos explican “siempre lo ideológico aparece aún bajo recurrentes contradicciones, sea de manera explícita o implícita”. Es decir que ese choque de ideas que cargan indudablemente los partidos políticos que llevan a los candidatos, son los que decidirán el rumbo final de un país. No olvidemos lo que ya decía Barbara Goodwin (1993): “Una ideología es una


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