La travesia de la escritura. De la cultura oral a la cultura escria - Sergio Pérez Cortés

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L\ TRAVFSÍA DE L\ ESCRJTl'RA

pecialmente si se refería a testigos próximos de la vida de Jesús. La confor­ midad con la tradición básica cristiana que se había ido creando en las co­ munidades también era esencial porque ningún escrito que pudiera con­ tradecir las normas cristianas de vida aceptadas (que la Iglesia primitiva llamaba la "regla de la verdad ") podía pretender una aceptación generali­ zada. Pero entre esos criterios, el principio de uso y aceptación continua en la enseñanza y la ceremonia, en numerosas congregaciones, resultó ser decisivo para que un escrito se convirtiera en canónico. Los principios del origen apostólico y de ortodoxia a las normas cristianas eran impor­ tantes, pero lo era aún más el uso público en la liturgia. El canon que re­ sultó es un buen índice de los primeros escritos cristianos que captaron la atención de las Iglesias en los siglos de formación; esos escritos fueron re­ tenidos porque alimentaron y guiaron la fe y la vida de la mayoría de las comunidades originales. Se constituyó como un conjunto porque en la lectura hecha en la iglesia, el auditorio era capaz de captar secuencias de even tos y percibía la idea general del mundo ofrecida por la enseñanza de jesús. Este principio de aceptación generalizada para la formación del canon era prominente en Orígenes y lo sería aún más en Eusebio de Ce­ sarea, pero se expresa con toda claridad en san .Jerónimo cuando escribe, a propósito de la Carta a los hebreos, un escrito que fue agregado a las cartas de san Pablo por el Concilio de Cártago ( 397 d.C.) a pesar de la convicción de que no era un escrito del apóstol: "No importa quién es el autor de la Epístola a los hebreos -dice san .Jerónimo-, porque en todo caso es un hombre de la Iglesia y ella es constantemente leída en las igle­ sias". 1 99 Lo importante es que la lectura en los oficios era el lugar concre­ to desde el cual los textos obtenían autoridad y el lugar en que esa autori­ dad surtía efecto. Naturalmente, no todo documento leído ante las congregaciones alcanzó el estatuto de canónico, pero aquellos que lo lo­ graron tenían como antecedente haber sido frecuentemente interpreta­ dos ante los fieles por la voz lectora. �00 Se puede percibir mejor ahora la i mportancia de la lectura y del lec­ tor en la Iglesia primi tiva. Como un testimonio inconsciente de ello, al precisar lo que sign ificaría el fin de los tiempos, H ipólito de Roma i m a­ ginó el fin de la lectura: "el servicio público de Dios se extinguirá, la sal­ modia cesará y la lectura de la Escritura ya no será escuchada".20 1 La responsabilidad del lector era muy grande. Leer no era únicamente vo­ calizar la palabra de Dios, sino revivirla mediante un acto ritual rodeado de la mayor atención , al grado de que el mismo san Pablo consideró ne­ cesario recomendar a Timoteo "vigilar la lectura, la prédica y la ense­ r1anza", y .Juan inició el Apocalipsis pronunciando una bendición para "aquel que lee " y para "aquellos que escuchan ". 202 Resulta comprensible

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